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Aaron B. Wildavsky (1979) Speaking Truth to Power: The Art and Craft of Policy Analysis.
Transaction Publishers.
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nunca puede ser reducido a una simple fórmula o receta para solucionar los problemas
públicos, pero puede aportar información muy valiosa tanto a los políticos como al público
en general. En aquellos casos en que la participación del público en las decisiones es
importante, el análisis también puede mejorar, por tanto, el proceso democrático.
Entonces, ¿en qué consiste exactamente el análisis aplicado de políticas? Una de sus
funciones principales es satisfacer la necesidad de información relevante y de evaluaciones
imparciales reflexivas en el proceso de formulación de políticas. La información puede no
estar ampliamente disponible, o los ciudadanos y los responsables políticos pueden no ser
capaces de comprenderlas suficientemente. Esto es así especialmente cuando las decisiones
deben adoptarse rápidamente debido a los plazos inminentes o cuando las cuestiones son
políticamente controvertidas.
Cuatro objetivos básicos pueden perseguirse mediante el análisis sistemático de políticas,
informado por la ciencia política y otras disciplinas. Estos objetivos prácticos que subyacen
a los fines de formación de la presente asignatura y que podríamos cifrar y condensar también
en cuatro tareas principales:
1) Describir cuáles han sido y cuáles son, o al menos cómo se han definido y entendido,
los problemas de política pública y cómo se han tratado de solucionar aquí y en otros sitios.
Para este fin la ciencia política y los estudios de políticas públicas proporcionan descripciones
y evaluaciones históricas o contemporáneas de las ideas y modelos de actividad de diferentes
gobiernos o autoridades nacionales o regionales en un sector concreto de actuación pública,
así como el análisis de la definición pública, o de los propios decisores y expertos, de los
problemas en ese sector. Eso permite en última instancia enriquecer el debate o la discusión
pública sobre los contenidos o valores subyacentes a las políticas públicas relativas a ese
sector.
2) Proponer las mejores vías para solucionar más eficazmente los problemas en la gestión
y organización de la política pública. Para ello las vertientes más aplicadas de la ciencia
política y de la administración han tratado de estudiar y transmitir las técnicas profesionales
de validez universal de adopción de decisiones y resolución de problemas de política pública
y la gestión de sectores concretos de actuación. Estos estudios han pretendido predecir la
eficacia relativa de diferentes métodos de decisión o resolución de problemas o su impacto
para mejorar así la calidad de la política pública. Además, han proporcionado criterios de
evaluación de la eficacia o la eficiencia y modelos o “buenas prácticas” de gestión o
administración de programas o servicios públicos.
3) Establecer cuáles son los obstáculos o factores de todo tipo que explican que las cosas
se hayan hecho de un modo determinado y que no se hayan podido solucionar algunos de
los problemas existentes. En este sentido, la ciencia política puede proporcionar
explicaciones científico-sociales contextualizadas del marco institucional o de actores y del
contenido de las decisiones o actuaciones en el marco de las políticas sectoriales. Ello
conduce a una mejor comprensión del funcionamiento del sistema político en concreto y los
condicionantes socioeconómicos o institucionales de la capacidad de las autoridades para
resolver ciertos problemas que afectan a la juventud.
4) Proponer las soluciones y los medios políticos y organizativos más viables y eficientes
en función de las circunstancias existentes y el alcance y gravedad de los problemas
públicos. Para ello el estudio politológico de las políticas públicas intenta generar un cuerpo
de conocimientos que pueda traducirse, en manos de los propios funcionarios públicos o
consultores de los decisores políticos, en asesoramiento político sobre los fines a perseguir
en las diferentes políticas públicas y sobre los medios o instrumentos y modalidades
discursivas, organizativas u operativas más adecuados en cada sistema político, en función
de la gravedad del problema de política pública. Este conocimiento y asesoramiento debería
poder proporcionar predicciones útiles y realistas sobre la viabilidad y oportunidad política
de ciertas decisiones de la política pública.
En esencia, el análisis de políticas consiste en analizar lo existente y en mirar hacia el futuro
para anticipar las consecuencias de las decisiones y pensar seriamente y críticamente sobre
ellas. Es una alternativa a la improvisación o la adopción rápida de decisiones sobre la base
de la ideología, la experiencia personal, o una evaluación limitada o sesgada de lo que debe
hacerse. Sin embargo, hay que recordar que, a pesar de que este tipo de análisis de políticas
es una actividad intelectual, se lleva a cabo dentro de un contexto político concreto (Dunn
2011). La forma en que el análisis se lleva a cabo y sus efectos en la adopción de decisiones
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reflejan necesariamente la realidad política del contexto. El papel de la pugna y el conflicto
políticos es evidente en asuntos o ámbitos de política pública como la garantía del derecho
de la mujer a interrumpir su embarazo, el control de la inmigración ilegal o la inclusión de la
religión en los programas de la escuela pública.
En todo caso, después de varios capítulos anteriores que han abordado sobre todo el estudio
más académico o teórico del proceso de políticas públicas, en esta unidad se describe un
modelo aplicado para el análisis de las políticas públicas (policy analysis), siguiendo la
contribución muy célebre e influyente de Eugene Bardach, profesor de la materia en la
Escuela de Política Pública de la Universidad de California, Berkeley, desde 1973. A
continuación se explica su aportación, que consideramos como la más completa y útil para
los estudiantes de ciencia política y disciplinas afines 2 . Además, se tratan con cierto
detenimiento aspectos de interés dentro de este ámbito como son la realización de
compendios de buenas prácticas en la evaluación de políticas públicas. El objetivo es
proporcionar una guía práctica introductoria de utilidad para la realización de estos análisis
aplicados desde una perspectiva profesional.
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Esta obra está traducida al español como Bardach, Eugene (1999), Los ocho pasos para el análisis
de políticas públicas. Un manual para la práctica. México: CIDE/Porrúa.
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inmersos en situaciones particulares de las cuales depende su significado. En la vida real los
problemas de política pública aparecen como un confuso maremágnum de detalles:
personalidades, grupos de interés, demandas retóricas, cifras presupuestarias, normas legales,
etc. Pero los conceptos que se emplean en el capítulo se formulan en abstracto. Es preciso
aprender a “ver” los conceptos analíticos en las manifestaciones concretas de la vida
cotidiana.
¿Qué apariencia tendrá el producto final? El típico informe escrito con un análisis de
políticas públicas seguiría a grandes rasgos el esquema siguiente:
- En un estilo narrativo coherente se describe algún problema que necesita migarse o
resolverse.
- Se exponen unas vías o cursos de acción alternativas que pueden emprenderse.
- A cada curso de acción se le asignan unos resultados proyectados que se considera
que preocuparán a su cliente o audiencia, sugiriendo los fundamentos probatorios
en los que se basan las proyecciones.
- Si ninguna alternativa domina sobre todas las demás en todos los criterios
evaluativos de interés, se indican la naturaleza y magnitud de las contrapartidas
implícitas en las diferentes opciones de política pública.
- En función de las expectativas del cliente, el analista puede presentar su propia
recomendación sobre qué alternativa debería elegirse.
El análisis de políticas públicas se origina en la política y concluye en ella. La vida política
tiene dos caras: la canalización del conflicto y la construcción de la comunidad. El análisis
sirve a ambas facetas. Canaliza el conflicto porque muestra que algunos argumentos son
superiores y merecen salir triunfantes. Ayuda también a construir comunidad en el sentido
de que establece un ámbito campo común de encuentro. Este campo común se define por las
normas y convenciones del discurso racional, donde los oponentes pueden emplear
procedimientos analíticos para resolver desacuerdos o donde pueden descubrir qué conflictos
de valor aparentemente irreducibles pueden reformularse en desacuerdos técnicos
terriblemente áridos sobre cómo la Política Pública A tiene mayor probabilidad que la
Política Pública B de resolver el Problema P.
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estructurada en la que hay que optar por una opción (por ejemplo, hay que arrojar los residuos
en esta bahía o en el fondo del océano).
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proteccionista. En consecuencia, no se trata tanto de hacerse eco de esa retórica como de
emplearla para elaborar una definición provisional del problema que se espera sea
analíticamente útil.
Cuantifique si es posible
La definición debería incluir, siempre que sea posible, una faceta cuantitativa para
determinar de alguna manera la magnitud del problema o al menos proporcionar estimaciones
del mismo.
Diagnostique las condiciones que provocan el problema
Algunas de las condiciones que originan un problema no son percibidas como tales por
parte de los ciudadanos. En ocasiones es útil diagnosticar alguna de estas condiciones como
problema a mitigar o solucionar, por ejemplo, “una de las causas que provocan la
contaminación del aire es que las autoridades regionales no han querido obligar a los dueños
de los vehículos a mantener sus motores y tubos de escape en perfecto estado”. Otra
posibilidad es encontrar una oportunidad para una mejora creativa en una política pública
concreta que no haya sido objeto de algún tipo de reivindicación o queja, aunque carecemos
de teorías académicas o técnicas para responder a esta cuestión.
Evite los inconvenientes comunes en la definición del problema
La definición no debe conllevar una solución implícita introducida por un descuido
semántico. Las soluciones proyectadas deben evaluarse empíricamente y no legitimarse
meramente por la propia definición del problema. Ésta debe ser una descripción escueta que
deje abierta la búsqueda de soluciones.
Asimismo, las relaciones causales implícitas en el diagnóstico de las definiciones de un
problema no deben aceptarse con demasiada facilidad, deben ser reales y no meramente
supuestas. Debe evaluarse la relación causal que va desde la situación a los malos efectos
alegados como causa, y convencerse uno mismo de que la relación causal es real.
Vuelva a repetir
La definición del problema es un paso crucial pero, como es difícil de hacer correctamente,
resulta necesario hacerla una y otra vez. En el curso del trabajo analítico la comprensión
empírica y conceptual evolucionará. Si esta labor se realiza en un contexto organizativo se
estará negociando implícitamente una definición del problema mutuamente aceptable con los
colegas y los superiores jerárquicos.
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conjunto de datos pero si los ordenamos comparativamente de menor a mayor son
ya información.
- Evidencia: es aquella información que afecta a las creencias existentes de personas
relevantes, empezando por usted mismo, sobre las características significativas del
problema que se está estudiando y sobre cómo puede solucionarse o mitigarse. La
prevalencia de diferencias en el consumo de cigarrillos puede convertirse en
evidencia relacionándola con diferentes niveles de preocupación sobre la salud de
las personas en los distintos países.
La evidencia es necesaria para lograr tres propósitos principales, todos ellos relevantes para
el objetivo de producir proyecciones realistas de posibles resultados de políticas públicas. El
primero es evaluar la naturaleza y extensión del problema(s) que se tratan de definir. El
segundo es valorar las características particulares de la situación de la política pública
concreta que se está examinando. Por ejemplo, se puede necesitar conocer las cargas de
trabajo de un organismo X, las cifras presupuestarias recientes, los cambios demográficos en
un área en la que presta servicios X, la ideología política del presidente de X, la competencia
técnica de los mandos intermedios de X, o las actitudes de otro organismo que coopera
nominalmente con la suya. El tercero es evaluar las políticas públicas que se han creído que
han funcionado efectivamente en situaciones aparentemente similares a la suyas, por lo
menos para algunas personas, en otras jurisdicciones o en otros momentos, como se verá con
mayor detenimiento más adelante. Dado que cada uno de estos propósitos es relevante en
distintas fases del proceso de análisis, este paso de recogida de datos se realizará más de una
vez pero con un centro de atención diferente cada vez.
Piense antes de recoger
El principal error y el más frecuente que cometen principiantes y veteranos es invertir
mucho tiempo en recoger datos que tienen escaso potencial o carecen de él para convertirse
en evidencia de utilidad. Se suele hacer esto porque la recogida de datos parece y se percibe
como si fuese productiva mientras que pensar es difícil y frustrante.
Como la mayoría de las evidencias son costosas de producir, se debe sopesar
cuidadosamente su coste probable con su valor potencial. La decisión puede plantearse en un
árbol de decisión pero en general depende de los factores siguientes:
- la probabilidad de sustituir una decisión mejor por cualquier decisión que hubiese
adoptado sin ella (que podría haber sido una decisión aceptable por sí misma).
- la probabilidad de que la decisión sustituida producirá directa o indirectamente un
mejor resultado de política pública que el que hubiera sido producido por la decisión
original.
- la magnitud de la diferencia en valor entre el resultado mejorado y el original.
También hay que tener en cuenta que en muchos casos no resulta preciso recoger ninguna
evidencia sino reflexionar y elaborar una estimación bien fundamentada.
Revise la literatura disponible
Apenas existen problemas sobre cuyas causas y soluciones no esté investigando alguna
disciplina académica o asociación profesional. Es fácil encontrar revistas y publicaciones
profesionales que difunden los resultados de investigaciones, teorías, estudios de caso,
experiencias prácticas. Gracias a Internet buena parte de estos materiales llega hasta su propio
ordenador. La fiabilidad del trabajo desinteresado es mayor que el de las organizaciones que
abogan por alguna causa en especial.
Investigue “las mejores prácticas”
Con toda probabilidad el problema que se estudia no es único y los gestores públicos que
elaboran políticas de otras jurisdicciones han tratado cuestiones similares. Hay que ver si se
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puede localizar algunas de estas soluciones y extrapolarlas a lo que se está estudiando, aun
cuando este proceso sea complicado. Sobre ello se ahondará más adelante.
Emplee analogías
Algunas veces merece la pena recoger datos que superficialmente no parezcan relevantes
para el problema que se estudia pero que en un plano más profundo muestren similitudes
instructivas.
Vuelva a empezar, gane credibilidad y favorezca el consenso
El proceso de recogida de evidencias tiene un propósito político a la par que analítico. En
ocasiones implica entrar en contacto con críticos potenciales para evitar que puedan quejarse
más tarde de que no se han tenido en cuenta sus opiniones. Y a la inversa, dándose a conocer
a simpatizantes potenciales, se puede crear luego una red de defensores. Por ello es preciso
tomar contacto con todo tipo de individuos en especial con quienes quepa esperar no estar de
acuerdo.
La recogida de evidencia en la práctica
Lo primero es empezar por lo que se sabe tras recibir el encargo de realizar el análisis. La
estrategia de investigación se compone básicamente de los elementos siguientes:
- Localización de las fuentes relevantes. Con el tiempo, descenderá el nivel de
incertidumbre sobre lo que merece la pena conocer y sobre cómo hacerlo.
- Consecución y mantenimiento del acceso a las fuentes. La capacidad de lograr
entrevistarse con personas muy ocupadas u hostiles y de conseguir datos que no
estén claramente en el domino público mejorarán. También se utilizará el acceso a
ciertas fuentes no haciendo públicas las evidencias hasta que el momento sea
propicio.
- Acumulación de un historial de información para conseguir influencia. Con el
tiempo mejorará la capacidad para interpretar datos y para extraer información de
fuentes reticentes, aumentando el conocimiento de base.
- Protección de la credibilidad política. El mismo proceso de investigación en sí
mismo crea un ambiente que facilitará o dificultará la adopción e implantación de
sus recomendaciones finales.
La gestión de cada uno de estos aspectos puede entrar en conflicto con alguno de los otros.
Por ello, al final de este apartado se examinarán las dificultades de afrontar simultáneamente
estos imperativos estratégicos.
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primera mano que puede tener también sus propios sesgos y errores de hecho. Una y otra se
complementan.
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los informantes hablarán porque tienen una historia que contar. Muchos directivos públicos
—políticos, gestores, altos funcionarios— sienten, y con razón, que buena parte de su trabajo
más valioso se hace entre bambalinas, pasa inadvertido y es poco valorado. Estarán
sorprendentemente deseosos de utilizar al entrevistador como vía de comunicación con el
mundo exterior. Algunos también desean que se conozca mejor su “versión de la historia” de
lo que creen que se conoce.
En buena parte de la investigación en ciencias sociales se supone que el entrevistador es,
en lo posible, un instrumento neutral para la recogida de datos emitidos por el entrevistado.
Sin embargo, esto es en general un modelo inapropiado para las entrevistas de la
investigación sobre políticas públicas. Aquí el informante supone que el objetivo del
entrevistador es cualquier cosa menos neutral, ya que su propósito es llegar a elaborar
recomendaciones. Por tanto no debe temerse plantear al informante cuestiones provocativas
o conflictivas, ni responder uno mismo a las cuestiones planteadas al entrevistado. Si se hace
con la finura apropiada puede suponer un estímulo positivo para el desarrollo de la entrevista.
Se trata de plantear las preguntas conflictivas sin que el analista parezca estrecho de miras u
hostil, y dejando una puerta abierta para que el informante pueda evadirse por ella si así lo
desea. La cuestión es ayudar al entrevistado a pasar de un asunto a otro sin perder impulso o
ser inoportuno.
En ocasiones, nos encontramos con un informante que adopta una postura
irrevocablemente defensiva, para quien la respuesta “sin comentarios” es la precaución
primaria y la evasión calculada es la posición alternativa. Hay que diagnosticar este problema
al comienzo de la entrevista para poder reformular los objetivos de la entrevista en vista de
la actitud del entrevistado. Es preciso concentrarse en conseguir información sobre
cuestiones específicas que el informante, y probablemente nadie más, pueda contestar. Otra
posibilidad es convencerle de que se es consciente de su postura defensiva, que ya se conoce
bastante del asunto en cuestión y que esa postura no le ayudará, que otras fuentes ya han
ofrecido información y que se tiene acceso a otras más que estarán deseosas de ayudar. Que
la información de estas fuentes puede ser incluso más perjudicial para sus intereses que la
que él podría facilitar, que probablemente no tiene nada que perder y mucho que ganar al dar
unas respuestas honradas. Resulta obvio señalar que esta táctica tiene sus riesgos.
La protección de la credibilidad
Como cualquier investigación en ciencias sociales, el análisis de políticas públicas es
susceptible de críticas sobre fundamentos intelectuales, y resulta todavía más vulnerable
desde una perspectiva política. Por ello resulta imprescindible proteger la credibilidad del
investigador tanto en términos políticos como intelectuales. A diferencia de otras
investigaciones cuyo propósito es la ilustración intelectual, el objetivo del análisis es mejorar
la comprensión de un problema de política pública y de los posibles medios para afrontarlo,
hasta el punto en que sea posible aconsejar un curso de acción responsable. Se afrontan
fenómenos amplios y complejos, conformándose con aproximaciones muy groseras de la
“verdad”, en contraste con la investigación más académica que busca típicamente
interpretaciones más refinadas de problemas estrechamente definidos.
Por ello resulta preciso contactar con todas las partes interesadas en el problema que
pudieran cuestionar el informe, so pretexto de no haber sido tenidas en cuenta. Es una buena
idea citar a algunas de estas fuentes en el informe final. Asimismo es importante recabar las
opiniones de otros expertos con autoridad política o intelectual a quienes se puedan atribuir
perspectivas, opiniones, estimaciones… en especial cuando se sienta inseguro en algún
extremo. La cita de publicaciones o de palabras textuales de una entrevista es una manera de
hacer esas atribuciones de autoridad. Además conviene contar con otros expertos que avalen
el trabajo una vez hecho público. Las fuentes citadas en el informe con un punto de vista
sobre esto o lo otro son los objetivos naturales de los periodistas o los decisores cuando les
pregunten sobre lo expresado en el informe y así lo defenderán cuando se les pregunte.
Además es imprescindible prestar una atención especial a los oponentes potenciales e
identificar qué proposiciones es probable que ataquen. Estos puntos deben ser reforzados con
antelación con citas de expertos, así como mencionar cortésmente la existencia de
contraargumentos sin darles ni mucho espacio ni prominencia. La cita de los oponentes es
siempre utilizable posteriormente en caso de que se aduzca que sus perspectivas fueron
ignoradas, al tiempo que la presentación equilibrada de los dos lados de una cuestión es una
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forma sutilmente persuasiva dirigida al lector. Por último, las estadísticas pueden ser de
utilidad para respaldar la credibilidad. Empleadas de esta manera desempeñan un papel
documental más que informativo, al documentar la validez de las generalizaciones que los
oponentes políticos podrían cuestionar, aunque la verdad resulte evidente con fuentes más
impresionistas.
Los dilemas estratégicos
A modo de conclusión, cabe situar a los informantes al principio o al final del calendario
del proyecto de investigación y conviene aproximarse relativamente pronto a:
- Personas que sea probable que faciliten la búsqueda de fuentes con información
abundante.
- Personas poderosas que facilitarán el acceso a fuentes ulteriores.
- Personas expertas que proporcionarán la información pertinente para obtener
cobertura política frente a una exposición prematura del trabajo y cuya información
pueda proporcionar cierta influencia frente a informantes a la defensiva.
- Expertos amistosos que puedan reforzar la credibilidad política en caso de
exposición prematura.
- Oponentes potenciales con los que conviene tomar contacto para obtener cobertura
en caso de una exposición política prematura.
Así, conviene aproximarse relativamente tarde a:
- Informantes hostiles o a la defensiva con los que es deseable acumular influencia
previa para contrarrestar la táctica.
- Informantes muy ocupados de quienes se podría perder el acceso de forma
irrecuperable una vez se hayan visto o sobre quienes no se dispone de información
suficiente para entrevistarlos antes.
- Oponentes potenciales especialmente poderosos que pueden tratar de impedir el
acceso a otros.
- Gestores con problemas potenciales que carecen de deseos de airearlos a no ser que
sea en su propio interés.
No hay manera de reconciliar las obvias contradicciones entre estas dos listas por lo que
resultará preciso descender a los detalles particulares y sopesar los riesgos inherentes a
cualquier opción dada. No hay manera de evitar las contrapartidas por lo que se deben
afrontarlas conscientemente más que inadvertidamente.
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distintos del mercado; provisión de seguros y amortiguadores financieros (Weimer, Vining
2011: 209-262).
Siempre debe incluirse en la primera aproximación al problema la alternativa “Dejemos
que las tendencias actuales continúen sin perturbación”. Es necesario hacer esto porque el
mundo está lleno de cambios que ocurren naturalmente, algunos de los cuales pueden
contribuir a mitigar el problema sobre el que se está trabajando. Para comprobar este extremo
puede ser útil inspeccionar las fuentes de cambio más frecuentes en el entorno de las políticas
públicas:
- Cambios políticos que siguen a elecciones, así como los inducidos por la perspectiva
de tener que participar en unas elecciones.
- Cambios en el desempleo y la inflación que acompañen al ciclo económico.
- La cambiante rigidez u holgura de los presupuestos de un organismo originada por
las políticas fiscal y de gasto.
- Cambios demográficos como las pautas de migración de la población o el tamaño
de los distintos grupos de edad.
- Las cambiantes tecnologías.
Normalmente, esta opción se abandonará en el análisis final. Si la definición del problema
funciona bien se terminará con un problema importante a la vista que en la mayoría de los
casos puede mitigarse hasta cierto punto mediante una acción intencional.
Modele el sistema en el que se sitúa el problema
Un buen modelo causal puede ser bastante útil para sugerir posibles “puntos de
intervención”, como ocurre cuando el problema se sitúa en un sistema complejo de fuerzas
interactivas, incentivos y constricciones. El ser exhaustivo en el planteamiento es deseable
porque disminuye el riesgo de perder importantes conexiones causales, pero puede diluir el
centro de atención analítico y la creatividad para diseñar las estrategias de intervención.
Muchos modelos pueden concebirse mejor como elaboraciones de una metáfora
fundamental, algunos de los cuales se mencionan a continuación.
- Modelos de mercado. El modelo de un mercado donde suministradores desagregados
intercambian bienes y servicios con demandantes desagregados puede aplicarse a bienes y
servicios sin precios asignados. La idea principal detrás de este modelo es el equilibrio
mediante el intercambio que puede aplicarse a muchos fenómenos, por ejemplo, el flujo de
pacientes en un sistema hospitalario puede analizarse en términos de oferta (médicos, camas,
quirófanos) y demanda (pacientes para los distintos tratamientos). Una estrategia de
intervención estándar para mejorar mercados que no funcionen bien consiste en elevar o bajar
los precios afrontados por los suministradores y los demandantes.
- Modelos de producción. Desafortunadamente no hay mucha literatura académica sobre
la lógica operativa de los tipos comunes de sistemas de producción que se encuentran en la
política pública, por ejemplo regulaciones de mando y control, la provisión de información
y otras. La principal preocupación para comprender los sistemas de producción radica en la
identificación de los parámetros cuyos valores, cuando salen de un cierto rango, provocan
que los sistemas sean más vulnerables a la ruptura, el fraude y el abuso, las desventajas
económicas o la distorsión de los propósitos previstos. Una manera de examinar estos
sistemas es mediante la optimización. Los modelos de investigación operativa (colas, gestión
de inventarios o cadenas de Markov) pueden ser de utilidad.
- Modelos evolutivos. Describen un proceso de cambio frecuente a lo largo del tiempo. Se
compone de tres subprocesos: las variaciones entre competidores, la selección y la retención.
Por ejemplo, en un organismo que impulsa la salubridad en los puestos de trabajo, las quejas
recaen desproporcionadamente sobre problemas visibles y molestos pero que no eran tan
nocivos como otros menos visibles. El modelo sugiere distintos puntos de intervención
plausibles. El organismo puede educar a los trabajadores para detectar y quejarse de los
problemas más serios, consiguiendo desplazar a los problemas más serios, cambiando así el
abanico de competidores. Puede comenzar a escudriñar las quejas por su probabilidad de
estar asociadas a esos problemas más serios, cambiando así el “mecanismo de selección”. O
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puede persuadir a los trabajadores y a sus representantes sindicales para reducir su propensión
a quejarse sobre los problemas menos graves, cambiando así el “mecanismo de retención”.
Conceptúe y simplifique la lista de alternativas
La lista final de alternativas, la que se incluirá en el informe final para el cliente y otras
audiencias, será bastante diferente de la inicial porque se han eliminado las que no parecían
suficientemente buenas y porque se ha trabajado para conceptuarlas y simplificarlas. La clave
para la conceptuación consiste en tratar de resumir el sentido estratégico de una alternativa
en una sola frase, clara y sin jerga, lo que suele resultar difícil pero generalmente merece la
pena. Se trata de distinguir entre la alternativa básica y sus variantes. El elemento
fundamental es una estrategia de intervención que hace que las personas o las instituciones
modifiquen su comportamiento de alguna manera. Normalmente se requiere que esa
alternativa se implante por una organización o un conjunto de ellas (públicas, privadas o sin
afán de lucro) y debe haber una fuente de financiación. Aquí radican las variaciones posibles.
Diseñe alternativas de política pública
Se supone que se está trabajando en un problema de opción de una política pública, pero
puede ser necesario diseñar una alternativa especial para añadir al menú de posibilidades.
Quizá el problema es nuevo o único o, probablemente, otros ya lo han afrontado y se puede
aprender tanto de los éxitos como de los fracasos. Puede acudirse a repertorios de “buenas
prácticas” elaborados en otras jurisdicciones o por asociaciones profesionales. Siempre es
preciso considerar si los problemas son similares en naturaleza y escala. Si son o no
extrapolables se tratará más adelante.
Es útil comprobar las reacciones de las partes interesadas y quizá de una audiencia más
diversa, incluyendo oponentes, frente al diseño que se propone con dos finalidades. Mejorar
el diseño de acuerdo con los criterios del cliente, incluyendo su viabilidad política; y
responder de manera que se aumente el apoyo político a la medida y disminuya la oposición.
Un término medio puede ser útil presentando un diseño ni muy tentativo ni muy elaborado,
como base para una discusión ulterior.
Hay dos tipos de asuntos principales en el diseño: uno, gestión de un “caso”, individuos o
entidades, que recibe algún tipo de “tratamiento”, sea un subsidio, la imposición de
obligaciones… El segundo tipo implica operar con una colectividad de algún tipo más que
sobre casos individuales, por ejemplo, el flujo de tráfico, la eliminación de la corrupción en
las administraciones públicas… Este suele afrontarse mediante un programa, un
procedimiento general y un listado de cuestiones que deben afrontarse.
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probablemente al Resultado RA, que juzgamos el mejor de los resultados posibles. Pensamos,
por tanto, que la Alternativa A es la mejor”.
Criterios evaluativos empleados con frecuencia
A continuación se comentan brevemente los criterios valorativos más utilizados en el
ámbito de las políticas públicas.
- Eficiencia. Típicamente el criterio de la eficiencia es la consideración evaluativa
más importante en los estudios de coste-efectividad (CE) y de coste-beneficio (CB).
Se emplea eficiencia en un sentido próximo al utilizado en economía, para
maximizar el agregado del bienestar de los individuos tal y como sería interpretado
por ellos. En jerga económica sería la “maximización de la suma de las utilidades
individuales” o “maximizar los beneficios netos”. Otra formulación equivalente
podría ser la “maximización del interés público”. Nótese que pese a que eficiencia
tiene un tono aséptico, tecnocrático y elitista, se insiste aquí en que las “utilidades”
deben valorarse de acuerdo con la construcción que los ciudadanos individuales
elaboren sobre su propio bienestar, lo cual es ampliamente democrático. De otra
parte, los análisis CE y CB suenan parecidos y son frecuentes compañeros de viaje
pero no son lo mismo y sus usos pueden ser bastante diferentes. Ambos interpretan
los problemas de políticas públicas como algún tipo de relación de producción entre
recursos y objetivo (-s) y examinan esa relación con lentes economizadoras. Sin
embargo, CE se conforma con evaluar sólo la naturaleza y cantidad de los productos
deseados, mientras que CB va un paso más allá y trata de valorar esos productos de
alguna forma, típicamente en términos monetarios o en raras ocasiones de utilidad
real. Como es menos ambicioso, CE es más frecuente que CB, pues muchos asuntos
de políticas públicas pueden simplificarse y estilizarse como problemas de CE
aunque aparentemente no lo parezcan.
- Igualdad, equidad, ecuanimidad, justicia. Hay desde luego muchas ideas diferentes
e incluso opuestas sobre lo que estos términos significan o deberían significar. El
analista debe pensar intensamente sobre estos conceptos y sus contrapartidas pues
en ocasiones, por ejemplo, pueden enfrentarse la ecuanimidad para los individuos
en oposición a la justicia para los grupos sociales como puede ser el caso en las
políticas de acción afirmativa para ciertos grupos sociales.
- Libertad, comunidad y otras ideas. Aquí puede encontrarse una nueva lista de ideas
de posible relevancia como criterios evaluativos para estimular el pensamiento y
que dista mucho de ser completa: mercado libre, libertad económica, capitalismo,
libertad frente al control del Estado, igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades,
igualdad de resultados, libertad de expresión, libertad religiosa, privacidad,
seguridad alimentaria, vecindad, comunidad, sentimiento de pertenencia, orden,
seguridad militar, ausencia de miedo, estructura familiar tradicional, estructura
familiar igualitaria…
- Valores de proceso. La democracia valora el proceso y el procedimiento, —esto es
tener una opinión que cuente en asuntos de políticas públicas que te afecten,
racionalidad, apertura, accesibilidad, transparencia, ecuanimidad, no
arbitrariedad—, así como los contenidos. Estas consideraciones se aplican
probablemente al mismo diseño del proceso decisorio para el que se elabora el
trabajo de análisis. En consecuencia debe reiterarse la necesidad de consultar amplia
y equitativamente. Además de añadir legitimidad para el trabajo se aprende mucho
de personas con diferentes perspectivas ideológicas o sociales. Esto no implica
mantener el proceso de consulta abierto continuamente ni que todas las opiniones
tengan igual crédito y que en algún momento hay que adoptar la decisión. Piense
que ser más accesible o dar una mayor participación no implica necesariamente más
democracia o más racionalidad. Las mayores oportunidades de participación pueden
explotarse con más facilidad por quienes tienen más tiempo para hacerlo, por
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quienes tiene intereses especiales que proteger o por ideólogos fanáticos. La gente
corriente y sus preocupaciones pueden llegar a ser perdedores relativos.
Sopesando criterios evaluadores en conflicto
Los conflictos de valores pueden enfocarse con dos enfoques generales. Uno es que los
procesos políticos y gubernamentales existentes determinen los valores que deben
prevalecer. Este enfoque dará primacía al empleador o cliente del analista. Una segunda
posibilidad es que el analista modifique esa valoración anterior y sea quien sugiera una
concepción política o filosófica global poco presente en la política habitual. El analista puede,
dependiendo de las circunstancias, sugerir los criterios existentes a la luz de nuevos hechos
o argumentos. El analista toma la iniciativa para abrir un diálogo sobre el asunto pero luego
puede ceder el protagonismo al proceso político.
Criterios prácticos empleados con frecuencia
No todos los criterios que entran en juego en un análisis son parte de la trama evaluadora.
Algunos son puramente prácticos y corresponden a la trama analítica. Tienen que ver con las
posibilidades que afronta una alternativa entre las fases de adopción de una política y su
implantación. A continuación se comentan brevemente.
- Legalidad. Una política viable no puede violar las normas constitucionales o
estatutarias o los derechos establecidos. Recuérdese, no obstante, que los derechos
legales están cambiando continuamente y suelen ser ambiguos por lo que no siempre
sobrevivirán ante los tribunales. Es necesario el consejo legal en esos casos para
diseñar la política de manera que aumenten sus probabilidades de supervivencia.
Nótese que los derechos “naturales” o “humanos” son conceptualmente muy
diferentes de los derechos legales pese a su similitud semántica, piénsese por
ejemplo en las posturas conflictivas sobre el aborto derivadas de los valores del
derecho a la vida o desde el derecho de una mujer al control de su propio cuerpo.
Muchos de estos “derechos” son controvertidos porque mientras que algunas
personas quieren verlos reconocidos legalmente otras se oponen.
- Aceptabilidad política. Una política pública factible debe ser políticamente
aceptable o, por lo menos, no inaceptable. La inaceptabilidad es una combinación
de dos condiciones: demasiada oposición, que puede ser amplia o intensa o ambas;
o apoyo demasiado escaso, insuficientemente amplio o intenso o ambos. No
conviene tener una visión estática de la inaceptabilidad pues esas condiciones
pueden cambiarse, construyendo coaliciones o emprendiendo campañas. Puede
resultar de utilidad para valorar las limitaciones y posibilidades estratégicas en el
plano político, el empleo de lentes conceptuales metafóricas, entendidas como
modelos del proceso político, como las siguientes: un juego complejo en el que
minorías bien organizadas y situadas disfrutan de ventajas especiales; un teatro en
el que los políticos electos tratan de crear una buena apariencia ante ellos mismos,
sus oponentes, los críticos y la audiencia; un mercado de eslóganes, símbolos, ideas
con una mezcla de comerciantes honrados y dependientes poco fiables y
compradores inocentes y sofisticados; una escuela en la que los políticos electos
aprenden cómo hacer un buen trabajo de diseño de políticas públicas y en ocasiones
comparten con sus condiscípulos sus resultados y sus métodos.
- Vigor e improbabilidad. Muchas veces hay ideas de política pública que suenan
magníficamente en teoría y fracasan en las condiciones reales de su implantación.
Este proceso tiene vida propia. Es el caso de que sea puesta en páctica mediante
sistemas administrativos inflexibles, siendo distorsionado por los intereses
burocráticos. Las políticas que aparecen en la práctica pueden divergir,
sustancialmente incluso, de tal y como fueron diseñadas y adoptadas. Una política
pública, por tanto, debe poseer el vigor suficiente como para conseguir que, aunque
el proceso de implantación no funcione con fluidez, los resultados sean
satisfactorios. De manera similar al apartado anterior, puede ser de utilidad el
empleo de modelos burocráticos como lentes conceptuales para la estimación del
vigor y la improbabilidad de las políticas públicas diseñadas: la generación
automática de rutinas pre-programadas o procedimientos operativos normalizados;
una persona en un ambiente determinado impulsada por necesidades de
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supervivencia, intereses de mejora personal, y, en ciertas condiciones, de auto-
realización; una arena política en la que individuos y facciones compiten por influir
sobre la misión de la organización y el acceso a sus sistemas decisorios; una tribu
con sus propios rituales y un abanico de salvaguardas para protegerse de los
“extraños”; una sociedad de individuos cooperando para conseguir un conjunto de
objetivos más o menos común; una estructura de papeles e interrelaciones que se
intentan complementar mutuamente en una división del trabajo racional; o un
instrumento empleado por la “sociedad” para sus propios objetivos.
Hasta aquí hemos considerado criterios sustantivos pero también podemos pensar en
criterios puramente formales, por ejemplo, valores que deseemos maximizar, aquellos que
deban satisfacerse mínimamente y otros con menor prioridad. Puede ayudar el centrarnos
inicialmente en un criterio primario, un objetivo principal a maximizar o minimizar, que sería
el inverso de la definición del problema que hemos establecido. Por último debe evitarse
confundir las alternativas y los criterios. Las alternativas son cursos de acción, mientras que
los criterios son normas mentales para evaluar los resultados de la acción. Como en muchas
otras confusiones del análisis de políticas públicas la fuente del error es probable que sea
semántico. Por ejemplo no debe asumirse que una intención se realizará en la práctica en
virtud de que así figure en la definición como también suele suceder con las reorganizaciones
porque estas propuestas suelen parecen plenas de intencionalidad que pueden terminar en
resultados opuestos.
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constituye una “buena” práctica. Sin embargo, se debe ser cuidadoso para evitar la aplicación
de la norma científico-social de adecuación sobre el realismo de un modelo porque es
bastante conservador. En el análisis de políticas públicas la norma, más imprecisa pero más
apropiada, debería ser si la confianza en un modelo puede conducir a mejores resultados y
evitar los peores que una conjetura menos disciplinada.
El análisis de políticas públicas utiliza, como se ha visto ya, múltiples modelos. La mayoría
de la ciencia social, a imitación de las ciencias naturales, busca “el mejor” modelo, o en el
caso de algunos prácticos, el modelo “verdadero”. Pero como todos los modelos son
abstracciones de la realidad, incluso los mejores nunca están completos. Aunque esas
abstracciones pueden avanzar el progreso de la ciencia, en el mundo de las políticas públicas,
donde las opciones tienen consecuencias reales para personas reales, ninguna faceta de un
problema, o su alternativa posible, puede adoptarse exenta de análisis. Cualesquiera modelos
que se puedan emplear para iluminar algún aspecto del problema o de los resultados deben
emplearse, incluso si ello supone una multiplicación poco parsimoniosa y ad hoc de
subanálisis.
Finalmente, incluso cuando se hayan adoptado modelos adecuadamente realistas en
número y variedad suficientes, todavía necesitan emplearse en conjunción con la evidencia
sobre las condiciones iniciales o los hechos tales como existen. Aunque hay que tener en
cuenta que las proyecciones de muchos modelos no son particularmente receptivos a las
condiciones iniciales, algunos sí lo son. Estos son los modelos que pesan sobre las
proyecciones de aceptabilidad política y del vigor de una posible alternativa a las tensiones
características del proceso de implantación.
Magnitud de las estimaciones
La proyección de resultados suele requerir pensar no sólo sobre la dirección general de
éstos sino también sobre su magnitud. En muchos casos la estimación de una cantidad será
suficiente, en otros casos se deberá proporcionar un rango. Hay que tener en cuenta que la
carga de la justificación recae siempre sobre el analista. Típicamente, el curso de acción
recomendado es “suficientemente probable” para producir resultados lo suficientemente
buenos para justificar los costes y riesgos conocidos. Este enfoque se denomina análisis de
“umbral” o “punto de equilibrio”. Es una lente conceptual sorprendentemente poderosa
porque es simple, intuitiva y de sentido común. Construye un marco de referencia para la
decisión basándose en lo conocido, o en un supuesto razonable, para manejar las
incertidumbres residuales comparándolas con elementos en este marco.
Confronte el problema del optimismo
Para resguardarse del problema del optimismo excesivo, puede ser de utilidad la escritura
de escenarios realistas. Se trata de determinar qué escenarios podrían provocar que la
propuesta fracase en producir el resultado deseado, esto es, en resolver o mitigar
suficientemente el problema de política pública. Algunos ejemplos pueden ser los siguientes:
- En un programa regulador de sanidad, puede carecerse del conocimiento científico
o técnico necesario para producir normas racionales y legalmente defendibles. El
resultado en un plazo de cinco años sería que la política simbólica, la corrupción, la
captura de la industria o un celo regulador excesivo pueden haber llenado el vacío.
- El tiempo pasa, y los recursos presupuestarios y el apoyo político disponibles
desaparecen bajo el impacto del cambio electoral y los desplazamientos en la
economía. Un programa de identificación de terroristas que nació en esas
condiciones favorables se unifica con otro programa, pasa a depender de otra unidad
burocrática o desaparece eventualmente.
- Un programa regional con éxito diseñado para proporcionar asistencia técnica a
municipios rurales extremadamente pobres al que se añaden municipios urbanos no
tan pobres, con el resultado de que los recursos escasos desaparecen o se malgastan.
Hay que tener en cuenta también los efectos colaterales indeseables. Algunos ejemplos
comunes de estos efectos indeseados pero previsibles en los programas públicos son:
- Se aumenta el riesgo moral. La política pública tiene el efecto de aislar a la gente de
las consecuencias de sus acciones. Por ejemplo, al aumentar los beneficios por
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desempleo tiene el efecto colateral de reducir los incentivos para buscar un nuevo
trabajo.
- La regulación razonable se convierte en exceso de regulación si los costes no son
perceptibles por quienes los soportan. Una consecuencia adversa del
establecimiento de normas muy exigentes de salud o de seguridad y de implantarlas
demasiado uniformemente es que pueden incrementarse los costes del sector
privado más allá del nivel óptimo. Otra consecuencia puede ser que se provoque un
desplazamiento de la actividad regulada a otra que es menos segura o menos
saludable.
- Los buscadores de rentas, esto es, la existencia de unos interesados a la búsqueda
de nichos beneficiosos protegidos de la competencia abierta, pueden distorsionar el
programa para servir a sus propios intereses. No es inevitable que los
suministradores de bienes y servicios al Estado, funcionarios públicos incluidos,
encuentren maneras de captar “rentas” como suele suceder, por ejemplo con muchos
contratistas de defensa. La búsqueda de rentas ocurre de formas menos obvias
cuando algunas empresas reguladas presionan con éxito para obtener regulaciones
que impongan costes superiores a sus competidoras que a ellas mismas.
El analista siempre debe plantear una pregunta ética “Si se fuera a seguir mi consejo ¿cuáles
serían los costes de haber estado equivocado y quién debería soportarlos?”, teniendo en
cuenta, además, que el propio analista no va a formar parte del grupo que soporte estos costes.
El problema de las características incipientes
La política pública interviene en sistemas de cierta complejidad, sistemas poblados por
actores que se adaptan a las intervenciones de maneras sorprendentes y cuyos ajustes
conducen a otros a crear ulteriores adaptaciones. Esta dinámica puede hacer surgir
comportamientos inopinados que es difícil prever cuando se realizan las propias
proyecciones. En muchos casos es imposible porque el sistema es muy complejo y mal
comprendido como ocurre típicamente con la macroeconomía, con puntos de vista
conflictivos sobre los efectos positivos o negativos de los recortes de impuestos. Aunque los
casos habituales no son tan extremos, pueden conseguirse algunos progresos siguiendo la
heurística de ponerse en el lugar del otro según el problema que se considere.
La construcción de la matriz de resultados
La actividad de proyectar resultados conduce a un punto en el que es preciso valorar varios
escenarios complejos e inciertos para entre dos y cinco alternativas, combinadas con sus
variantes principales. Una manera conveniente de conseguir una perspectiva general de toda
esta información es desplegarla en una matriz de resultados. La matriz típica recoge las
políticas públicas alternativas en las filas y los criterios evaluadores en las columnas. Cada
celda contiene el resultado proyectado de la alternativa de la fila evaluada en referencia al
criterio de la columna. Un ejemplo simplificado de un caso real se recoge en la Tabla 4, sobre
cómo limitar las emisiones de CO2 en los EEUU y se incluyen como criterios valorativos las
consideraciones de eficiencia, de implantación y de coherencia internacional debido a la
existencia de un régimen internacional sobre la materia dadas sus repercusiones globales.
Esta matriz puede resultar útil para consumo interno del analista y su equipo de trabajo
pues su función principal es ayudar a ver la panorámica conjunta y lo que se necesita aprender
todavía, la versión final puede ser interesante para el paso final de contar la historia. Conviene
evitar el error de no incluir el valor de referencia en las columnas de los criterios y en qué
dimensiones se efectúa la medida. En caso de no disponer de medidas cuantitativas pueden
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emplearse descriptores verbales como “muy bueno” o “muy elevado” o simbólicos como +
ó -, pero la opción cuantitativa siempre es preferible.
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ambiental) frente a beneficios sociales (mejora de la salud de la población afectada y
protección de los bosques).
Como nos enseña la economía, las contrapartidas aparecen en los márgenes. Su análisis
establece algo similar a “Si gastamos una cantidad extra X de euros para proporcionar una
unidad extra del Servicio S, podemos conseguir Z unidades extra del resultado previsto”.
Nótese la reiteración del término extra.
Establezca la proporcionalidad
Suponga que la Alternativa A1 puntúa muy bien en el Criterio C1, moderadamente bien en
el C2, y pobremente en el C3. Y suponga que A2, puntúa a la inversa. Podemos elegir entre
las dos alternativas sólo si podemos sopesar la importancia de los criterios y si podemos
expresar sus pesos relativos en unidades que sean mensurables por un estándar común. El
empleo del dinero como métrica es una muy buena idea, aunque tiene sus límites. Muchas
veces no puede establecerse cuáles son las contrapartidas en términos significativos, y se
plantea lo que se denomina “problema de los atributos múltiples”, que es insoluble en un
sentido lógico profundo pero sobre el que se puede utilizar alguna heurística para recortarlo
hasta su núcleo irreducible.
Céntrese en los resultados
Un error frecuente al confrontar las contrapartidas es atribuirlas a las alternativas cuando
se refieren a los resultados proyectados. El objeto de todo su esfuerzo analítico no debería
ser meramente presentar al cliente una lista de opciones bien elaboradas. Debe asegurar que
por lo menos una de ellas, y más de una si es posible, sería una elección excelente para
resolver o mitigar el problema.
Resulta preciso, como mínimo, concentrar, estrechar y profundizar en el análisis de la
alternativa más promisoria por lo que se debe pensar muy seriamente: sobre la contienda
política para conseguir que esta alternativa se legitime y se adopte, el diseño de las
instituciones que tienen el poder y los recursos para implantar la política pública o el
programa a largo plazo.
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consideraría esta utilización como algo deseable? ¿Deseable si lo utilizan unos e indeseable
si lo hacen otros? ¿Se quieren “segregar” los elementos del análisis por el tipo de audiencia
que se quiere, o no, alcanzar? ¿Se está utilizando un lenguaje que puede alejar a algunas
audiencias? Si hace una recomendación clara es necesario estar seguros de que se plantean y
rechazan las posibles objeciones que podrían ocurrírsele a diferentes audiencias. Asimismo
es recomendable comparar la siguiente mejor vía de acción de manera que pueda mostrar por
qué es mejor la que se ha elegido.
El proceso de contar su historia se puede hacer por escrito o en forma oral. En todo caso
hay que comunicarlo de manera sencilla y clara. En igualdad de condiciones, la norma es que
cuánto más breve siempre es mejor. En las presentaciones escritas los títulos de los apartados
y los gráficos pueden hacer que la lectura y la comprensión sean más fáciles. La utilización
de diapositivas de cualquier aplicación informática en una presentación puede ser de alguna
utilidad sin olvidar que son un elemento auxiliar y su lectura no es el objetivo de la
presentación. Las presentaciones orales requieren práctica, autodisciplina y algún
conocimiento de algunos principios básicos. Es recomendable hablar despacio y con claridad,
con un tono de voz calmado y audible en toda la habitación, y hacer contacto visual con los
miembros de su audiencia.
El flujo narrativo escrito u oral debe tener en cuenta la audiencia a la que se dirige. Deben
quedar claros desde el principio los motivos del análisis. Una vez descrita la definición del
problema puede ser útil examinar cada una de las alternativas, cuál es el resultado probable
de su implantación y valorar su probabilidad a la luz de algún modelo causal y la evidencia
asociada. Después de esta exposición convendría discutir las contrapartidas entre los distintos
resultados. Nótese que en ocasiones puede ser necesario añadir una discusión explícita de los
criterios, que debería aparecer justo antes o después de la presentación de las alternativas.
Errores a evitar
- No seguir demasiado estrechamente el método de los ocho pasos, su propósito es
ayudar a pensar en un problema complicado pero no es necesario emplearlo al contar
la historia.
- No interrumpir la argumentación con reservas, matizaciones y dudas sobre algún
elemento en particular.
- No mostrar todo el trabajo previo, desplegando todo lo que ha aprendido al efectuar
el análisis pues buena parte será irrelevante una vez que éste ha terminado.
- No proporcionar listas de cada alternativa y cada criterio, sino concentrarse en lo
fundamental.
- No inventar una historia de intriga. Al revés, se recomienda comenzar con la
conclusión del análisis, ya que esa es la parte más interesante de la exposición.
Presentar todos los razonamientos y las evidencias que sirvan para que la audiencia
llegue a la misma conclusión. Seguir la estrategia opuesta a un novelista.
- Evitar la pomposidad y los circunloquios de los estilos burocráticos, políticos y de
los malos académicos, así como las familiaridades y el estilo coloquial. Se
recomienda leer en inglés George Orwell, Politics and the English language (1946)
(https://www.mtholyoke.edu/acad/intrel/orwell46.htm). En español resultan muy
útiles Lázaro Carreter (2009) y De Miguel (2013)3.
Estructure su informe
A menos que el informe sea muy breve, es recomendable comenzar con un resumen
ejecutivo. Si tiene entre 15 y 20 páginas conviene incluir un índice. Si hay muchas tablas y
figuras puede ser conveniente incluir una lista aparte. La información técnica de detalle o los
cálculos deben ir en un apéndice y no en el texto. Éste debe contener, sin embargo suficiente
información y razonamientos técnicos como para persuadir al lector de que su argumentación
es, por lo menos, creíble. Se recomienda emplear títulos y subtítulos para orientar al lector y
3
Lázaro Carreter, Fernando (2009) El dardo en la palabra. Barcelona: Debolsillo. De Miguel,
Amando (2013) Hablando pronto y mal. Barcelona: Planeta.
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romper los cuerpos de texto largos y cerciorarse de que el formato que se emplea es
compatible y corrobora la jerarquía lógica del argumento.
Cada tabla o figura debe tener un número y un título inteligible. Se debe describir el punto
principal que puede extraerse de la tabla. Cada fila y columna deben tener un encabezamiento
y el conjunto debe interpretarse sin dificultad. Normalmente una tabla demuestra una relación
causal o es descriptiva, por lo que sólo debe mostrar un punto o dos como máximo y debe
explicarse por sí misma. Es mejor descomponer una tabla grande y compleja en varias
sencillas que no necesiten apenas explicación. Siempre se debe especificar la fuente de donde
provienen los datos de la tabla. A veces es preciso incluir notas al pie para especificar los
encabezamientos de filas o columnas que se han abreviado necesariamente o para hacer algún
tipo de aclaración. Por último, debe incluirse una lista de referencias y fuentes al final de la
presentación. Los libros y artículos deben citarse en formato académico, en orden alfabético
por autor. En el capítulo siguiente se tratan todas estas últimas cuestiones con mayor detalle.
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Española de Evaluación de las Políticas y Calidad de los Servicios) que pueden ser útiles
para conocer la práctica real de la evaluación
http://www.aeval.es/es/productos_y_servicios/informes/informes_evaluacion_politicas/
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