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Espacios promocionales y de Taller

gestados por los DTC

“En búsqueda de potencialidades


terapéuticas”

Introducción

“Supongo que todos estaremos de acuerdo en que la acción terapéutica


es aquella que tiene por objeto producir salud” Desviat (2016).

Los Dispositivos Territoriales Comunitarios (DTC) de la Sedronar ofrecen una variada


gama de actividades que se desarrollan de modo grupal, en contacto con la comunidad,
con otros y otras. Todo el universo de talleres, festivales y encuentros comunitarios
forman parte de una amplia y singular invitación que cada equipo ofrece según sus
características y las posibilidades del territorio, son propuestas que se potencian con
los espacios de acompañamiento individual y permiten otras formas de mantener
los vínculos y los procesos de trabajo activos dentro del dispositivo.

También, permiten ampliar la red vincular de las personas y observar cómo interaccionan
en diversas situaciones grupales. Habilitan, no solamente, ir escuchando la voz de cada
una sino ir leyendo conductas, acciones y gestos que nos marcan el camino, la cercanía y
la distancia de nuestras intervenciones.

Son propuestas singulares que invitan a las personas a inaugurar un proceso de


trabajo conjunto con nuestros equipos profesionales, con el objetivo de establecer
un vínculo que posibilite el encuentro, el disfrute, el aprendizaje conjunto y el
acompañamiento. Cuando hablamos de espacios promocionales y de talleres, hablamos de
actividades culturales, artísticas, deportivas, recreativas, educativas e incluso de ciertos
oficios. Hacemos referencias a propuestas vinculadas a una “Tarea” en concreto: las
personas van al DTC a tocar la guitarra, jugar a la pelota, a merendar, a hacer la tarea de
la escuela, a aprender carpintería, etc.

Ahora bien, ¿Qué es lo singular de estos espacios? ¿En qué se diferencia un espacio
deportivo/artístico/recreativo/educativo o de oficios en un DTC que trabaja con los
consumos problemáticos, de otros espacios sociales y comunitarios que tal vez ofrecen
actividades similares? ¿Por qué consideramos que es importante ofrecer estas actividades
en nuestras grupalidades cotidianas?

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Quienes venimos recorriendo las experiencias territoriales desde hace años en Sedronar
nos acostumbramos a respondernos con cierta rapidez que nuestros espacios grupales
son actividades que posibilitan ciertos efectos terapéuticos, ciertas modificaciones
subjetivas en las y los participantes que propicia cambios en busca de un modo de
vida más saludable o con menores niveles de padecimiento. Pero, ¿Qué entendemos
por “Potencialidad terapéutica de los espacios grupales” en los DTC?

El siguiente texto tiene como objetivo desarrollar algunos ejes de reflexión sobre nuestras
prácticas cotidianas a fin de desandar respuestas rápidas. Con la propuesta de habitar la
incomodidad de buscar las palabras y los modos adecuados de caracterizar prácticas que
nos permita tener un lenguaje común y compartido. Y con la certeza de que afrontar estas
preguntas nos permite avanzar en una identidad, en una perspectiva de trabajo cuyo
valor reside en el modo de problematizar sus prácticas, más que en la forma cambiante
que gesta sus respuestas.

Prácticas potencialmente terapéuticas

A. Construyendo una perspectiva de cuidado: reelaborar, inaugurar y potenciar


vínculos saludables

“Para que un encuentro sea un “buen” encuentro en el sentido que le atribuye Spinoza,
es decir, aquel que aumenta nuestra potencia de actuar, ya sea un encuentro con un
usuario o un encuentro amoroso debe ser un encuentro de posibilidades.”
Seixas CT, Merhy ee, Baduy rS, Slomp Junior H. (2015).

Los espacios promocionales y de taller los concebimos desde la perspectiva de derechos


y la accesibilidad a la salud. Una salud que abarca no solamente la ausencia de enfermedad
sino también aquellas acciones y contextos que favorecen mayores niveles de bienestar
y del buen vivir. Una concepción de salud tanto singular como colectiva.

Desde ésta perspectiva, los espacios de taller son espacios de encuentro, espacios, que
invitan a vincularse con otros y otras. El cómo nos vamos a tratar aquí, de qué manera
nos vamos a relacionar, es todo un eje de trabajo a desarrollar. La potencia que tiene el
trabajo grupal en cuanto a generar vínculos saludables contempla generar prácticas
de cuidado que abarcan en muchos casos, modificar prácticas previas (adquiridas en
atravesamientos familiares, culturales, comunitarios, barriales, etc.) con las que las
personas cuentan. Cuidarse a sí mismos, a los demás y a la comunidad como horizonte de
trabajo de estos espacios.

Cuidarnos entre todos y todas nos exige poner el foco en cómo nos relacionamos: revisar
los vínculos previos, reelaborar aquellos que no son saludables y potenciar aquellos que
sí lo son, conjuntamente con la posibilidad de inaugurar nuevos vínculos.

Cuidar a las y los integrantes de ese grupo y también cuidarse a sí mismos no es tarea
fácil tiene que ver con los vínculos y los vínculos tienen que ver con la dinámica de las
distancias: con esa cambiante construcción de cercanías y lejanías.

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“El cuidado (del otro, del mundo, de nosotros mismos) podría ser algo parecido
a ese guardar (el vuelo de un pájaro, y no a un pájaro sin vuelos). Cuidar no tiene
que ver con encerrar, definir, determinar, tematizar, analizar, investigar. El
cuidado se da en un entre, es algo que se da entre las personas, entre los
lenguajes, entre los cuerpos, entre los lugares, entre los saberes. Entonces
cuidar es una forma de guardar las distancias… de perder las distancias
malas (las del poder, las de la indiferencia, las de la hostilidad, las de la
vigilancia, las que nos separan mal de nosotros mismos, del mundo y de
los otros) y de tomar las buenas (las de la conversación, las de la libertad,
las de la compañía, las de la atención, las de la hospitalidad, las que nos
acercan bien a nosotros mismos, al mundo y a los otros). Cuidar exige
buscar y conseguir la justa distancia: ni demasiado cerca ni demasiado
lejos, en el equilibrio justo entre el estar y el no estar, entre las presencias
y las ausencias, entre las palabras y los silencios, entre el hacer y el no
hacer, entre la intervención y el dejar en paz. Cuidar supone mantener la
diferencia como diferencia. Y desde ahí, desde la diferencia, establecer una
relación.” Larrosa (2010).

Esta construcción nos lleva a dinámicas vinculares que habilitan posibilidades y que abren
otros horizontes, otros repertorios de acción, lazos que van más allá de los espacios
promocionales y grupales del dispositivo e implican el trabajo en conjunto con las y los
referentes afectivos y con las redes vinculares existentes en la comunidad. Es en esa ida
y vuelta, entre el afuera y el adentro del dispositivo, que se van tejiendo las posibilidades
de acción y los límites de nuestras intervenciones. Es con otras personas que los alcances
de nuestros acompañamientos, adquieren una potencia singular.

B. Los espacios grupales desde la Metodología taller

“Contribuir al despliegue de proyectos futuros implica sobre todo enriquecer los repertorios
del presente”. Kantor (2008).

El taller es un dispositivo con una estructura pedagógica particular, pero también es una
actitud de quien coordina y de quienes participan. Es sobre todo poner en juego los
vínculos para construir algo nuevo. Mariano Algava decía que “lo que educan son las
relaciones”. Es decir, que el coordinador o coordinadora de un taller junto a las y
los participantes se disponen a implicarse. Esta implicación supone un vínculo entre
sí, que busca aprender y explorar. La construcción colectiva y la cooperación son claves
para estos vínculos. Implicarse también significa poner el cuerpo, hacer, pensar,
debatir, construir. Nos permite la posibilidad de indagar, dudar, experimentar y también
equivocarnos.

El taller tiene una estructura pedagógica cuyo eje principal está basado en la acción. Nos
permite integrar la teoría, la práctica y la reflexión, es un aprender haciendo. Contempla
la construcción de un conocimiento colectivo, donde el rol del/la coordinador/a implica
estar sensible, disponible con una escucha atenta para ir guiando y potenciando los
procesos individuales y colectivos. Este conocimiento colectivo es también un conocimiento
sensible, es decir, atravesado por los sentidos, las emociones, los pensamientos; es un
conocimiento que es fruto de poner el cuerpo en acción para trabajar. Tener presente
el trinomio acción-reflexión-acción. Es decir, generar experiencias sensibles, reflexionar
sobre ellas, problematizarlas, debatirlas para luego finalmente retomar la acción con el
enriquecimiento de la práctica.

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C. Problematizando “La Tarea”

“Pensar la salud hoy pasa por pensar el individuo en su organización de su vida cotidiana,
en su trabajo, pero también en el ocio -o en su ausencia-, el afecto, la sexualidad, las
relaciones con el medio ambiente (Resende Carvalho, 2007).” Desviat (2016).

Pensar “lo terapéutico” dentro de los espacios grupales, implica generar contextos de cuidado,
que favorezcan prácticas saludables con la intención de producir efectos potencialmente
terapéuticos. Si entendemos lo terapéutico no solamente como la reducción de cierto
padecimiento, sino también como todas las acciones que posibilitan una resignificación
subjetiva de cada una/o, en búsqueda de una mayor plenitud, entonces el universo a
gestar es más amplio y complejo. Buscar ciertos efectos terapéuticos de nuestras prácticas
nos exige mirar el trabajo desde lo micro a lo macro, desde el gesto mínimo hasta la
dinámica grupal, desde el trabajo del taller a la lógica del DTC en general. Concibiendo el
trabajo desde el paradigma de la complejidad, los efectos posibles nunca pueden predecirse
con exactitud, debido a la infinidad de factores que interviene y la singularidad de los
procesos subjetivos de las personas. Sin embargo, el trabajo interdisciplinario, buscando
“hacer foco”, entrenando una cierta “mirada” atenta y sensible a éstos cambios permite
plantear ciertos objetivos iniciales que son distintivos en nuestros espacios. Seixas CT,
Merhy ee, Baduy rS, Slomp Junior H, se plantean:

“¿Cómo potencializar la producción del cuidado en nuestras prácticas?


Para que los nuevos procesos puedan tener lugar, sin duda necesitamos
cuestionar permanentemente los modos establecidos de producción de
salud.” (2015).

Problematizar “la tarea” implica mirar con los ojos de las prácticas de cuidado
que propone cada actividad: ¿Cuál es la potencia terapéutica del arte/del deporte/de
lo educativo/de los oficios? Es una pregunta que adopta múltiples y diversas respuestas
dependiendo la actividad y el contexto. Pero más allá de las posibles respuestas, es una
pregunta que invita a incomodar una posición que muchas veces respondemos con cierta
rapidez cuando afirmamos que el arte hace bien al igual que el deporte o los espacios
educativos (solo por mencionar los más comunes).

Hagamos el ejercicio de problematizar brevemente una de ellas, por ejemplo, el deporte.


Pensar una actividad deportiva sin tener una mirada sobre prácticas saludables que
contemplen desde la historia de salud previa de cada persona hasta sus capacidades
físicas: osteoarticulares, alimenticias y de hidratación son elementos básicos. Sin embargo,
la mirada es mucho más compleja y va desde las pautas vinculares (de convivencia) de
esa actividad hasta por ejemplo la idea de “competencia” o de “ganar y perder” o si tiene
“perspectiva de género” ese espacio. ¿Esos conceptos se problematizan? ¿Se utilizan en
beneficio de un crecimiento y superación personal y grupal? ¿Siempre hay que competir?
¿Son espacios mixtos o diferenciados entre varones, mujeres y diversidades? Cuando
surgen conflictos ¿Cómo se resuelven?

Éste brevísimo ejemplo es válido como práctica para otras tareas. El arte en relación a la
idea del talento, de la técnica, de los egos; la educación en relación al deseo de aprender, de
la frustración y la apatía; los oficios desde el vínculo con la destreza de ciertas habilidades,
la tensión con la salida laboral, el colocarle precio al trabajo; etc.

Cada actividad se puede problematizar en clave de cómo son sus relaciones vinculares,
cómo construye el conocimiento de modo colectivo, qué capacidad tiene de alojar a
quienes ingresan, etc. Cada tarea contiene un universo de problematizaciones que
son viables en tanto hay un equipo pensante atrás que previamente ha planificado

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y elaborado una propuesta de modo interdisciplinario. Porque todas éstas aristas solo
pueden ser llevadas a cabo y acompañadas entre compañeros y compañeras del equipo
técnico que trabajan en conjunto con las y los talleristas y operadores de esos espacios.

D. Algunos ejemplos que marcan un horizonte posible

“Cada una de (las partes que componen) las actividades artísticas pueden desencadenar
cambios psicológicos, fisiológicos, respuestas sociales y conductuales que en sí mismas
están causalmente relacionadas con resultados en salud. […] La estimulación cognitiva
al participar en las artes puede brindar oportunidades para el aprendizaje y el desarrollo
de habilidades, y no solo se asocia con un menor riesgo de demencias en desarrollo, sino
también interrelacionadas con enfermedades mentales como la depresión. La interacción
social mientras se participa en las artes puede reducir la soledad y falta de apoyo social,
ambos relacionados con respuestas fisiológicas adversas, deterioro cognitivo, deterioro
funcional y motor, enfermedades mentales y mortalidad prematura.”
Organización Mundial de la Salud. 2019.

A lo largo de estos años, hemos tenido infinidad de prácticas virtuosas en relación a visibilizar
sus potencialidades terapéuticas. Mencionamos algunas de ellas a modo de ejemplo.
Hace algunos años, llevamos una experiencia de Espacios Corales en 5 dispositivos, en
ese momento eran DIAT 1, que se desarrollaban con directores corales y acompañantes del
equipo técnico en la planificación, ejecución y evaluación de los talleres. En un momento
determinado, ocurrió que el espacio del dispositivo de Palpalá Jujuy, tenía integrantes
que carecían de ortodoncia y la ausencia de sus piezas dentarias les dificultaba tener
una correcta dicción a la hora de cantar. El desafío que se planteó tenía varias aristas:
por un lado poder vincular a esas personas a los servicios de salud para poder realizar un
tratamiento odontológico pertinente y, por otro lado, poder elegir un repertorio musical
acorde a esas dificultades. Lo que refería nuestro equipo era aún más interesante, contaban
que jamás se habían vinculado al sistema de salud por éste tema y que ésta experiencia de
aprender a cantar (acompañada por un equipo interdisciplinario) les permitió vincularse
por primera vez al sistema sanitario.

En el mismo programa tuvimos otro caso significativo. En el dispositivo de Ushuaia,


participaba una persona trans que estaba transitando sus diversas modificaciones en
relación a su identidad de género. Por diversos motivos de vulneración y exclusión a la
que era sometida constantemente por su elección, el tratamiento hormonal en varias
ocasiones lo discontinuaba y esto afectaba directamente en el tono de su voz. De tal
modo que el equipo tuvo que adaptar un repertorio coral para que ella pudiera participar
en diversos roles según el registro tonal que tenía en ese momento. Hubo que ajustar la
planificación y el repertorio para que pudiera estar contenida e incluida en el espacio de
trabajo. Conjuntamente con un enorme acompañamiento que tuvieron que realizar por el
malestar que ella manifestaba cuando se encontraba en esa situación.

Otra experiencia, entre tantas, que hemos presenciado fue en el ámbito del deporte. En
Lanús, provincia de Bs.As. comenzó a crecer una liga femenina de fútbol que tuvo una
gran relevancia. Nuestro dispositivo, tenía su equipo femenino y comenzó a competir y
participar en la organización del evento. Lo primero que tuvieron que organizar de modo
conjunto con el municipio fue armar paralelamente a los partidos, un espacio de juegos
y recreación para las y los niños que eran hijas/os de las jugadoras, ya que en su mayoría
eran madres. Por otro lado, el equipo de fútbol de nuestro dispositivo comenzó a ganar
varios partidos y el entrenador que las dirigía tenía una intensidad importante a la hora de
competir. Esto implicó que las jugadoras comenzaron a cuidarse el fin de semana, o como

1. Dispositivos Integrales de Abordaje Territorial.

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decían ellas “dejar de pegársela en la pera” porque el domingo tenían que jugar y si no
corrían, el DT las ponía al banco. Estas prácticas saludables, comenzaron a ser trabajadas
por el equipo técnico en pos de visibilizar positivamente estas modificaciones, al mismo
tiempo que comenzamos a problematizar la idea de competencia. ¿Solo las que juegan
bien y “se la bancan” son las que pueden jugar? ¿Se busca solamente ganar el partido?

El recorrido fue interesante y problematizar esa competencia permitió poder visibilizar cambios
y prácticas en sus modos de cuidarse, de vincularse y de participar de la competencia de
un modo particular que fue un aprendizaje tanto para las jugadoras como para nuestro
propio equipo.

Éstos son algunos de los ejemplos, de las tantas experiencias en diversas disciplinas de taller
que existieron y aún existen en la actualidad. En todas ellas hay una clave y un denominador
común: el trabajo interdisciplinario con los equipos técnicos.

E. Trabajo interdisciplinario: ¿Cómo llevarlo a cabo?

El trabajo interdisciplinario no es solo un concepto teórico, implica tener roles, tareas


y objetivos que permitan que los acompañamientos y acciones sean efectivamente
interdisciplinarios. Contempla un encuentro de saberes y miradas en pos de la construcción
de un conocimiento común y una perspectiva integral. Alicia Stolkiner menciona acerca de
la interdisciplina:

“La interdisciplina requiere de un trabajo sostenido y constante. Como


afirma Nora Elichiry (1987, pág. 337) (...) “una cooperación ocasional no es
interdisciplina se requiere de una actitud de cooperación recurrente” (…)
“La interdisciplinariedad es un posicionamiento, no una teoría unívoca.
Ese posicionamiento obliga básicamente a reconocer la incompletud de las
herramientas de cada disciplina.”Stolkiner (2005).

Sabemos que las problemáticas de consumos en particular y la vulneración de derechos en


general son problemas complejos y multicausales que requieren abordajes concebidos desde
la interdisciplinariedad e intersectorialidad. Sabemos también que esos acompañamientos
son estériles sin la mirada, sin “el cuerpo y la palabra” de varias disciplinas que buscan
un objetivo en común. Ahora bien, en nuestros dispositivos, el trabajo interdisciplinario
tiene una segunda intención: La interdisciplina en los espacios de taller; planificando,
coordinando y evaluando en duplas de trabajo interdisciplinario, es una manera
especial de cuidarnos como equipo. Todo el tiempo mencionamos las estrategias de
cuidados hacia las personas pero ¿Quiénes cuidan a las/os que cuidan? ¿De qué manera
nos apoyamos mutuamente para afrontar los desafíos y contradicciones que nos plantean
los grupos que tenemos en el territorio?

El trabajo interdisciplinario entonces, es un modo posible de potenciar el trabajo apoyándonos


mutuamente, reconociendo nuestros propios límites, recibiendo la mirada del/a compañero/a
que me completa, me asiste y que juntos/as podemos enriquecer el modo de trabajo.

Entonces planteamos que los espacios de taller sean dirigidos por duplas de trabajo y
no sólo por una persona. Esto inaugura un modo de trabajo singular: el equipo operativo
del taller tiene que estar co-dirigiendo la actividad taller. Sabemos que esto implica por un
lado, que el/la tallerista pueda ceder espacios en el taller, y por otro, que el/la compañero/a
del equipo técnico pueda asumir esos espacios activa y creativamente. Y viceversa, que
muchas tareas que históricamente eran responsabilidad del equipo técnico, empiecen
a ser asumidas por el/la tallerista en términos de acompañamiento. Ésta síntesis es algo

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absolutamente original dependiendo de cada dupla de trabajo. Surgen preguntas
rápidamente ¿Cómo nos vamos a integrar? ¿De qué se va a ocupar cada uno? ¿De qué
manera podemos potenciarnos?

Una clave para que esta integración se lleve a cabo es concebirla desde la generosidad
de saberes. Es decir, esta integración solo puede ser llevada a cabo si entendemos la
importancia de la voz tanto del tallerista como del equipo técnico. Merhy menciona:

“En ese encuentro, la interferencia es mutua y la construcción es conjunta, a


partir del momento en que yo reconozco al otro como un interlocutor válido
con el que vale la pena pactar. Ese otro que está allí tiene necesidades, tiene
deseos, tiene expectativas y, sobre todo, tiene un saber que, la mayoría
de las veces, es diferente al mío, y eso enriquece mi práctica.” Seixas CT,
Merhy ee, Baduy rS, Slomp Junior H (2015).

Surge así la necesidad de poder compartir las miradas para poder pensar en conjunto. El
saber y la información deben circular de un modo más generoso y debe ser esa forma
de trabajo uno de los pilares importantes para que la verdadera interdisciplina ocurra.
Siempre con las limitaciones y cuidados lógicos de la información que se comparte sin
exponer la vida íntima de quienes transitan por los espacios.

Esto no implica que perdamos nuestros campos de acción específicos, sino que juntas/
os podamos cruzar nuestros saberes en una suerte de capacitación interna continua que
permita construir colectivamente las estrategias de acompañamiento.

Necesitamos que nuestras y nuestros talleristas tengan una mirada más técnica
del trabajo, así como también, los equipos técnicos puedan implicarse más en los
espacios grupales. En muchos dispositivos esto ocurre, pero en otros no.

Entonces la planificación es central: una planificación de los espacios de taller que


problematice la tarea desde su potencia terapéutica. Es decir, un espacio de planificación
que no busca solamente pensar la tarea específica del taller (si es un taller de fútbol entonces
solo planificamos cómo dar fútbol) sino una innumerable cantidad de otros aspectos que
necesitamos conversar y definir de conjunto.

Se abre de este modo, un horizonte nuevo de trabajo: reunirse previamente para planificar
en duplas los espacios, luego coordinarlo, y finalmente, evaluarlo haciendo un recorrido
crítico de cómo está funcionando el espacio, para dejar un cierto registro que pueda ser
compartido al resto del equipo. Establecer formas de registro que nos permitan evaluar
los procesos y re-pensar las estrategias y que, al mismo tiempo, ordenen y den marco a la
observación de los mismos.

En síntesis, apuntamos a transformar los espacios de taller desde su potencia terapéutica,


a cuidarnos mutuamente a través del trabajo interdisciplinario, a evaluar críticamente
los posibles efectos de las prácticas y, finalmente, desde el registro del trabajo, poder
compartir las experiencias con el resto del equipo buscando saldar un problema
histórico que siempre se nos plantea con respecto a la comunicación interna de
nuestros DTC.

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F. El rol de las y los adultos referentes: La cercanía óptima que permite intervenir.

Ahora bien, nos queda un gran tema para desarrollar y son los perfiles y características
que consideramos importantes tener a la hora de coordinar los espacios de taller.
¿Cómo podemos mencionar el modo de relacionarnos? ¿Cuánta proximidad o lejanía sería
el ideal para trabajar? ¿Cuál es el rol de las y los adultos referentes?

Estas preguntas tienen múltiples respuestas posibles. Sin embargo, nos gusta arriesgar
algunas descripciones sobre un modo de vincularnos que sea profesional, sensible y
comprometido a la vez. Lo hemos llamado Cercanía Óptima.

La Cercanía Óptima2 es una construcción que implica cuidar el suficiente grado de


afección3 que uno tiene con las situaciones y los sujetos involucrados, para poder
intervenir.

La suficiente cercanía para afectar y dejarse afectar pero también para no


confundirnos, fusionarnos y sobre-identificarnos con la situación y los sujetos.
La conciencia de esta cercanía funciona en forma de advertencia en una relación
necesariamente asimétrica de roles pero que implica a los afectos y se concibe acompañado
necesariamente por el trabajo en equipo y por la capacidad (y disponibilidad) de (y para)
trabajarse a sí mismos, gestando y cuidando espacios de reflexión sobre la práctica.

En esta afirmación hay varias cosas para desarrollar. En principio sabemos que cuando
trabajamos con personas se implican los mundos internos, sus experiencias, deseos,
historias, representaciones y su relación con el mundo externo. En ese encuentro quien
coordina, quien educa, quien forma parte del equipo tiene una intención de estar allí, tiene
un porqué que implica un rol diferenciado, asimétrico (no distante) y por ello, tiene una
responsabilidad. Quien coordina, quien educa, quien forma parte del equipo, también es
persona con afectos que es preciso que ponga en juego a la hora de vincularse.

En este encuentro surge la tensión de manejarse en ese “entre”. Cuidar el grado de


implicación requiere de cierta cercanía y perspectiva para intervenir. Es preciso
acercarse sin temor a perder la perspectiva, a involucrarse sin presuponer que la
proximidad pone en peligro la tarea a realizar.

De este modo quienes coordinan el espacio taller tienen un rol asimétrico y son distintos
a las y los participantes que asisten al mismo. Es asimétrico porque se ocupan lugares
distintos y se sostienen responsabilidades diferentes. Eso supone entender el sutil
equilibrio de las distancias precisas para que cada acción, cada gesto, cada intervención
pueda estar promovida desde la intencionalidad de cuidarnos mutuamente y a la vez, con-
movernos con lo que hacemos en conjunto. A su vez, es pedagógico porque cada respuesta,
cada conducta, cada forma que tenemos de tratarnos mutuamente está generando un
ejemplo y un saber. Lo pedagógico de nuestros espacios atraviesa todo nuestro accionar
en los dispositivos y constituye un contexto donde estamos formándonos mutuamente.
Podemos decir que todo el dispositivo es un espacio pedagógico en el sentido más amplio.

2. Hacer de la Cercanía óptima una operación conceptual tiene la intención de problematizar el concepto
proveniente de la psicología social: “distancia óptima”, entendiendo que para intervenir se precisa de la
cercanía y de la perspectiva.
3. Afección en el sentido de los afectos: Estar disponibles, presentes, con cierta vulnerabilidad.

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A su vez, esa disponibilidad que buscamos tener en los espacios grupales en particular y
en nuestros dispositivos en general, describe un modo de estar presente y de escuchar
activamente. Una cierta escucha atenta que permite influenciarnos mutuamente. Larrosa
menciona algunas características sobre la “Atención” como forma de relacionarse que nos
interesa resaltar:

“En ese encuentro, la interferencia es mutua y la construcción es conjunta, a


partir del momento en que yo reconozco al otro como un interlocutor válido
con el que vale la pena pactar. Ese otro que está allí tiene necesidades, tiene
deseos, tiene expectativas y, sobre todo, tiene un saber que, la mayoría
de las veces, es diferente al mío, y eso enriquece mi práctica.” Seixas CT,
Merhy ee, Baduy rS, Slomp Junior H (2015).

Todo lo que venimos desarrollando tiene que ver con una forma de trabajar y de relacio-
narnos. Tiene que ver con las cercanías y las distancias que se establecen en los vínculos.
Con distancias que además, son totalmente móviles, cambiantes y que nos desafían todo
el tiempo. Implica la construcción de límites como forma de “apoyarnos” mutuamente
sobre algo, con generar acuerdos cambiantes que sean realmente útiles, con encuentros
y desencuentros. Por ello no sirven las “normas de convivencia estancas” que se definen
de un modo y sirven para siempre. Todos estos acuerdos deben tener la plasticidad y la
firmeza (a la vez) de permitirnos accionar en la práctica, conformando escenarios de cui-
dado y respeto mutuo.

G. Conclusiones posibles

“La integralidad de la práctica que produce cuidado se vincula


entonces con el reconocimiento de lo diferente y singular del otro
en su forma de vivir, de pensar, de estar en el mundo, de desear
como productor de vida y de otros saberes. Se trata de dejarse
afectar por el encuentro para construir, juntos, las estrategias
cuidadoras que, desde esta perspectiva, serán integrales. Se trata
de poner la centralidad de las prácticas de cuidado en las demandas
y necesidades de las personas y de los colectivos para desde allí
resignificar modos instituidos como, por ejemplo, la clínica”.
Seixas CT, Merhy EE, Baduy RS, Slomp Junior H (2015).

Hemos hecho todo este recorrido describiendo ciertas prácticas en los espacios
promocionales y de talleres que pueden contener una potencia terapéutica. Una potencia
que describimos como un horizonte a gestar más que una receta a formular de modo
cerrado. Para ello, sostenemos que el trabajo en duplas interdisciplinarias entre talleristas
y equipo técnico es una clave para poder planificar, ejecutar y evaluar el trabajo del taller.
También creemos que es una forma de cuidarnos en la tarea y potenciar los saberes del
equipo en pos de un conocimiento que se crea de modo colectivo.

Hablamos de un modo de estar presentes en el taller, en la construcción de vínculos


cercanos y cuidados. Hablamos de la “Cercanía Óptima” como un modo de relacionarnos
que tiene características diferenciadas con las/os usuarios sin por ello ser distante. Como
adultas/os referentes nuestro rol es asimétrico, pedagógico y atravesado por los afectos
que nos modifican y llenan de intensidades el trabajo cotidiano.

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En ese ida y vuelta, apoyarnos mutuamente en el equipo de trabajo y en la dupla operativa
del taller es fundamental para no perder el rumbo, para no agotarse, para cuidarse y
entender los límites propios y ajenos. Darle espacio a esos límites, respetarlos de modo
propio y colectivo, ya que realizamos una tarea que muchas veces tiene su potencia en
todas las limitaciones que nos impone la problemática, más que en sus posibilidades.

Este es un aporte para construir un piso de discusión sobre nuestra tarea cotidiana,
reconociendo y revalidando a muchas compañeras y compañeros, y dispositivos, que
vienen a lo largo de los años, trabajando interdisciplinariamente y construyendo el
conocimiento de manera colectiva, honesta y solidaria.

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H. Referencias

• Seixas Clarissa Terenzi, Emerson Elias Merhy, Rossana Staevie Baduy, Helvo Slomp
Junior 4. “La integralidad desde la perspectiva del cuidado en salud: una experiencia
del Sistema Único de Salud en Brasil”. (2015) Brasil.

• Desviat Manuel. Cohabitar la diferencia, de la reforma psiquiátrica la salud mental


colectiva. (2016) Madrid, España.

• Organización Mundial de la Salud. ¿Que evidencia existe sobre el rol del arte en el
desarrollo de la salud y del buen vivir? ( What is the evidence on the role of the arts in
improving health and well-being?). (2019) Dinamarca.

• Kantor Debora. Variaciones para educar adolescentes y jóvenes. 1a ed. Buenos Aires
Del Estante Editorial, (2008).

• Larrosa Jorge. Deseo de Realidad. Algunas notas sobre experiencia y alteridad para
comenzar a desenjaular la investigación educativa. (2010) Barcelona.

• Stolkiner Alicia, IX Jornadas Nacionales de Salud Mental, Jornadas provinciales de


psicología Salud mental y Mundialización, Estrategias posibles en la Argentina de hoy.
(2005) Posadas Misiones, Argentina.

• Nieto Mercedes. Sobre la cercanía óptima que permite intervenir. Fábrica de Arte.
Sedronar. (2015) Buenos Aires.

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