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EL TRABAJO INTERSECTORIAL, UN DESAFÍO PARA EL ABORDAJE

PSICOSOCIAL EN LA COMUNIDAD

Silvana Baró

Introducción

Para comenzar, es necesario tener en cuanta qué concepto de salud tomamos


como eje paradigmático para poder pensar el abordaje de los problemas
psicosociales en una comunidad.

Entender la salud como un proceso complejo que se construye entre todos, supone
considerar que las acciones intersectoriales constituyen un recurso fundamental
para la solución de los problemas de salud y para el bienestar de la comunidad.

El territorio se configura como complejo, es allí donde conviven relaciones de


proximidad pero también redes regionales y globales. En este contexto, para poder
enfrentar los problemas que atañen a la salud, requiere que la acción intersectorial
se perfeccione y pase de una relación entre sectores, coordinada e inducida, a una
relación integrada, consciente e interactiva por la salud, el bienestar y la calidad de
vida.

En este sentido, la intersectorialidad es entendida como la integración de los


distintos sectores del municipio y los diferentes actores de la comunidad en el
proceso de diagnóstico, planificación, ejecución y toma de decisiones para mejorar
las condiciones sociales y sanitarias en los espacios donde viven las personas, el
territorio (Cunill Grau, 2005).

Todo ello se hace posible gracias a la participación activa en la gestión de políticas


públicas y en la toma de decisiones fundamentales para el desarrollo de la comunidad. De
ahí que, para hablar de trabajo intersectorial, se hace necesario hacer mención al concepto
de participación comunitaria.

De esta manera, se analizarán conceptos significativos como el concepto de salud,


comunidad, redes, intersectorialidad y participación comunitaria; todos ellos
ayudarán a comprender el desafío que significa abordar los problemas
psicosociales en la comunidad. Estos conceptos que están en la base de todo
trabajo intersectorial constituyen una herramienta teórica importante al proponernos
un dispositivo de abordaje. En este caso, se propone como dispositivo para la
intersectorialidad una Mesa de Trabajo que convoque a todos los sectores de la
comunidad.

Desarrollo

En primer lugar, hay que tener presente el concepto de salud cuando nos
proponemos trabajar en una comunidad que manifiesta cierta problemática que
tiene que ver con lo psicosocial. Entendiendo a la salud no como una concepción
médica sino esencialmente social y, más aún, como un derecho social (Bustelo
Graffigna, 1999). El autor la vincula con el ejercicio de la ciudadanía, en donde cada
ciudadano tiene la capacidad de luchar y conquistar el derecho a la salud para todos
y con todos.

Y aquí se introduce la pregunta ¿qué es comunidad? O ¿qué entendemos por


comunidad? Si el derecho a la salud es una conquista para todos y con todos, esto
nos remite al concepto mismo de comunidad, ya que nos proporciona una idea de
algo que es compartido.

Sánchez Vidal (1996) propone cinco elementos básicos a tener en cuenta que
podrían aplicarse al concepto de comunidad, como la localización geográfica, la
estabilidad temporal, instalaciones, servicios y recursos materiales, estructura y
sistemas sociales y un componente psicológico.

Todos estos elementos son importantes en el momento de pensar en una


comunidad, pero estos elementos tomados individualmente, por sí mismos son
insuficientes para la conceptualización de la misma.

Si tomamos la localización geográfica nos remite a la idea de territorio compartido,


fundamental para el sentido de comunidad que debe estar presente pero no es un

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elemento indispensable (Krause Jacob, 2001). Para la autora, el concepto de
comunidad contiene una dimensión subjetiva e intersubjetiva y propone tres
elementos: pertenencia, interrelación y cultura común, esto es, un sistema de
significados compartidos. Allí, la misma autora, vincula la pertenencia, es decir, el
sentirse parte de, con el “sentido de comunidad” atribuido a Sarason (1974)
reflejando así, el sentimiento de compartir con otros ciertos valores y problemáticas,
como así también, una identidad, fundamental al hablar de comunidad .

De este modo, se puede hablar de la existencia de redes que sirven de sostén a las
acciones que desarrollan los diversos grupos, y que, a su vez, nos da la idea de
constitución de vínculos. La idea de redes remite a lo horizontal y no a una jerarquía
piramidal, la lógica de redes permite pensar en la creación de lazos con otros ya
sea en un grupo, institución o territorio.

En el caso de la creación de un grupo artificial, al comenzar a reunirse, sólo se


comparte un tiempo, que es el tiempo de las reuniones de ese grupo; pero a medida
que transcurra el tiempo, el otro, que en un primer momento casi no existe, se va
incorporando a la representación interna y al mismo tiempo uno se ve reflejado en
los otros. Es en esa dinámica en la que empiezan a realizarse producciones
grupales, y es allí cuando se juega parte de la identidad, en donde, pertenecer a
ese grupo implica generar cosas que solos por separado no se pueden lograr.
(Rovere, 1999). Comienzan a aparecer frases como: “nosotros” “nuestro grupo”.

La configuración de redes tiene varios niveles según este autor, el primer nivel sería
el de reconocimiento, en donde habría una aceptación por parte del otro y si esto
no ocurriera se presentaría como dificultad la interacción al no reconocer que el otro
existe. El segundo nivel es el de conocimiento del otro, allí se encuentra un interés
por saber del otro; el tercer nivel es el de colaboración en el sentido de trabajar con
otros. En el cuarto nivel hay una cooperación porque en este nivel se supone que si
hay un problema van a trabajar todos juntos sistemáticamente para resolverlo; y por
último, el nivel de asociación, es donde se comparten recursos luego de formalizar
algunos acuerdos.

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Las redes son fundamentales en el momento de realizar un trabajo en la comunidad
porque en la medida que pensamos un trabajo horizontal se hace presente la
necesidad de un quehacer con otros para ser más eficaces en la práctica.

El sentido de comunidad nos posibilita un potencial positivo que contribuye a la


configuración de redes como sostenimiento de acciones dentro de la comunidad
(Montero, 2010).

La cercanía de actores y sectores facilita el trabajo intersectorial necesario para


implementar políticas que permitan la creación de redes sociales de sostén.

En una comunidad existen diversas organizaciones o sectores representativos que


tiene complejas formas de funcionamiento. La discusión grupal y comunitaria es una
herramienta valiosa para el diagnóstico y la planificación estratégica que posibiliten
instrumentar acciones, potenciar derechos y establecer articulaciones sociales para
facilitar procesos y así, las transformaciones sociales. (Lapalma, 2001).

La práctica de la intersectorialidad brinda una mayor capacidad de respuesta en


cuanto a cantidad, calidad y dinamicidad, para enfrentar los problemas vinculados
a la salud, bienestar y calidad de vida, ya que convoca a la intervención coordinadas
de instituciones representativas (Castel- Florit Serrate y Gispert Abreu, 2009).

Para poder llevar adelante esta práctica, se hace necesaria la construcción de un


espacio de trabajo en el que puedan participar todos los actores representantes de
las organizaciones o sectores que conviven en esa comunidad; que dé lugar a la
construcción de procesos psicosociales que permitan satisfacer necesidades y
producir cambios sociales.

Ese espacio, a la vez, será de discusión y reflexión sobre las necesidades que tiene
la comunidad y las soluciones factibles que darán lugar a distintas acciones. Se
constituirá como un espacio de intercambio productivo entre los distintos sectores
en donde la participación haga posible la gestión de políticas públicas que posibiliten
el ejercicio del derecho a la salud.

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Puede plantearse aquí un dispositivo de trabajo que contemple este espacio, dicho
dispositivo podría ser una Mesa de Trabajo que convoque a todos los sectores para
realizar reuniones que faciliten la construcción de ese espacio sugerido.

Pensar en el funcionamiento de esta Mesa, es suponer el reconocimiento de la


diversidad de aportes y, en consecuencia, la necesaria delimitación de roles y
responsabilidades de cada uno de los participantes, además de la regularidad en
su actividad.

Ese trabajo colectivo supone una transformación que implica individuos, grupos y
circunstancias y acciones en las que se participa, esto conlleva decisiones,
derechos, deberes y logros (Montero, 2004).

Estas reuniones de la Mesa de Trabajo darán lugar a interacciones, comunicación


y participación. Cada participante podrá proponer ideas, percepciones, propósitos y
ofrecerá recursos, muchas veces intangibles, para proponer distintas soluciones.

Es por ello que este espacio también será de conocimiento, un conocimiento que
será tomado como un valor, es fundamental aquí la posibilidad de hablar y de ser
escuchado que también tiene que ver con la pertenencia, es decir, el “sentirse parte
de”. La pertenencia juega un papel muy importante para el sostenimiento de las
reuniones que, la mayoría de las veces suele presentarse como problemático en la
comunidad.

Entre los argumentos que se podrían presentar como dificultad para continuar con
dichas reuniones se encontrarían:

 Falta de tiempo y/o de espacio para las reuniones: esto suele expresarse
como justificación a la inasistencia a las reuniones. Por un lado está la falta
de tiempo, y para ello, habría que “generar el compromiso individual, grupal

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y de interacción”1, de ahí la importancia de comprender que cada uno de los
participantes representa a un sector y tiene la responsabilidad de hacerse
escuchar y, al mismo tiempo, escuchar las propuestas de otros sectores,
como así también, participar en el debate de los temas. Poder compartir esta
percepción implica sentirse parte de un grupo, pertenecer al mismo; así como
también, reconocer la importancia de participar en las decisiones que se
traducirán en políticas para el beneficio de la comunidad. Por otro lado,
encontramos el argumento de la falta de espacio, que excede a la referencia
de lugar físico, si bien, sería recomendable contar con un lugar destinado
para la Mesa de Trabajo y a veces esto no ocurre, cuando es así, pueden
llevarse a cabo en alguna institución (Centro de salud, CIC, Hospital,
Escuela). Lo fundamental es generar el espacio, es decir, “construir un lugar”
para debatir, gestionar, elaborar, analizar, participar y decidir.

 Falta de compromiso: está relacionada, en algún aspecto, con el punto


anterior en el sentido de señalar la imposibilidad de comprometerse por falta
de tiempo. No sería un argumento válido, por lo que se hace necesario
indagar allí los verdaderos motivos de esta falta de compromiso y de interés
de participar para lograr cambios positivos en el territorio. En este sentido, es
necesario señalar que todo aporte que realice será valorado y tenido en
cuenta para la toma de decisiones en las cuales el sector que represente
podrá tener participación.

No hay que olvidar algo muy importante, y es que compromiso y comunidad


siempre van unidos, Montero (2004) señala que el “compromiso” es la
conciencia y el sentimiento de responsabilidad respecto del trabajo y
objetivos de un grupo, comunidad, proyecto o causa, que conduce a la

1XI Jornadas Nacionales Programa Nacional de Municipios y Comunidades Saludables del


Ministerio de Salud de la Nación: Taller de Herramientas para la intersectorialidad y la
participación comunitaria en el gobierno local. Buenos Aires, 2012

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persona a acompañar; actuar y responder ante ellos por las acciones
llevadas a cabo.

Así la autora manifiesta que los miembros de la comunidad necesitan


comprometerse con los objetivos de trabajo transformándose en sujetos
activos de su propia transformación y constructores de su realidad.
Asimismo, el compromiso está muy vinculado a la participación, de tal
manera que cuando se habla de una participación genuina se está haciendo
referencia a una participación comprometida.

 Los representantes de los sectores van cambiando: ante un cambio, puede


presentarse cierta incertidumbre sobre la continuidad o no de la participación
del sector en las reuniones de la Mesa o actividades en las que ese sector
pueda participar. Esto tiene que ver con un trabajo continuo y de seguimiento
con el sector, de tal manera que, ante un cambio de personas, no implique un
retroceso, un comenzar de nuevo.

También puede ayudar, en este caso, contar por un lado, con una
planificación en tanto estrategia para lograr continuidad y compromiso del
sector; y por otro lado, invitar a otra persona más del sector, que a la próxima
reunión venga con un invitado (técnica del uno más uno), así se podríamos
asegurar una cierta confianza e interés en el espacio y en los integrantes.

 Siempre son las mismas personas en todos los temas: es frecuente


encontrarse con el hecho de que en las comunidades existe una escasez de
recursos humanos, lo que hace que en una misma persona recaiga la
responsabilidad de varias funciones. Esto parecería quitarle representatividad
a la Mesa. Aquí es necesario pensar dos aspectos a tener en cuenta, por un
lado poder delegar en otras personas algunas responsabilidades y fomentar
la idea de equipo: una persona no puede hacer todo, esto va en detrimento
de la objetividad para poder tratar diversos temas. El otro aspecto lleva a

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reflexionar en torno a la formación de los recursos humanos en salud, en
poner especial atención no sólo en la formación, sino también, en la
participación de los estudiantes universitarios en la Mesa de Trabajo.

 Demora en lograr avances y/o concretar acciones: en ocasiones, los actores


pueden sentir que en las reuniones no se consiguen resultados, que se
discute y no se logran acuerdos. Esta sensación podría hacer dejar de
funcionar a la Mesa de Trabajo. Aquí sería pertinente revisar la capacidad de
gestión que tiene la Mesa, como así también, la distribución de roles y
fundamentalmente la capacidad de liderazgo que tiene para llevar a cabo las
acciones propuestas. Algunas veces la dispersión en diversos temas puede
llevar a la imposibilidad de concretar acciones, de ahí que sea fundamental
llevar una agenda y reunirse llevando un registro de las reuniones y de las
acciones que se lleven a cabo. Esto último servirá como insumo para
sistematizar las acciones y aprender de las prácticas.

Pero también existen otros argumentos que favorecen el trabajo intersectorial, como
la pertenencia y la construcción de un liderazgo compartido. El líder es quien facilita
el proceso de integración y superación de los intereses y necesidades parciales,
para forjar un equipo humano solidario. No se trata de un líder que habla en vez de
escuchar y controle en vez de motivar y comprometer, es un generador de nuevas
realidades, identidades, relaciones y compromisos (Spinelli, H., 2012).

Cabe agregar, fundamentalmente, el tener presente la importancia de trabajar


juntos por el bien de la comunidad, contando con la riqueza de la diversidad y
sosteniendo vínculos basados en la solidaridad y cooperación. Y es en este trabajar
juntos en donde cada participante depende de los otros participantes para formar la
comunidad, constituyendo así una interrelación necesaria para definirla como tal
(Krause Jacob M., 2001).

Participar en este espacio implica poder influir gradualmente en la toma de


decisiones, transformando al mismo en algo dinámico con capacidad de gestión
(Sánchez E., 2000). El autor define a la participación como un proceso que tiene

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varios momentos en los cuales los sujetos se forman y forman a otros en el manejo
de destrezas para lograr un fin común.

Montero (2004) define la participación como un proceso organizado, colectivo, libre


e incluyente, en el cual hay una variedad de actores, actividades y de grados de
compromiso, que está orientado por valores y objetivos compartidos, en cuya
consecución se producen transformaciones comunitarias e individuales.

Conclusiones:

Ante la propuesta de una Mesa de Trabajo como dispositivo para trabajar


intersectorialmente en la comunidad, logrando una mayor participación de los
sujetos en la toma de decisiones que se traducirán en la posibilidad de participar en
la gestión de políticas públicas, se plantean algunas cuestiones que tienen que ver
con la transformación de la sociedad y la autogestión por parte de la comunidad.

Estas cuestiones pueden ser vinculadas a la labor del psicólogo en una comunidad
como agente de cambio y como dinamizador de estos procesos, la posibilidad de
escuchar las demandas de la comunidad y de favorecer el trabajo con otros.

Todo esto, dando lugar a la construcción de un espacio de participación, trabajando


con las tensiones y las dificultades que pueden acontecer en el mismo. Es por ello
que, a veces, estas dificultades pueden poner a prueba el dispositivo, pero a la vez,
hay que tener en cuenta que el psicólogo debe alojar y dar posibilidad a la
diversidad.

Asimismo, cuando ocurre un conflicto, el psicólogo comunitario puede ser mediador


y de este modo, facilitar la comunicación, dando espacio a los actores que forman
parte del dispositivo, en este caso la Mesa, maximizando la participación de la
comunidad.

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Todo ello genera un compromiso por la comunidad por parte del psicólogo,
necesario para lograr el desarrollo de esa comunidad y facilitando un rol activo de
los sujetos que den lugar a verdaderas transformaciones en la sociedad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Bustelo Graffigna, E. (1999) Salud y Ciudadanía: una mirada a la salud en el futuro.


Cuadernos Médico-Sociales. N° 77.

Castell- Florit Serrate, P., Gispert Abreu, E. (2009). La intersectorialidad y el


desarrollo de la Salud Pública en Cuba. Revista Cubana Salud Pública,
vol.35 n.1
Cunill Grau, N. (2005). La intersectorialidad en el gobierno y gestión de la política
social. X Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y la
Administración Pública.

Krause Jacob, M (2001) Hacia una redefinición el concepto de comunidad Revista


de Psicología. Vol. X

Lapalma, A. (2001). El escenario de la intervención comunitaria. Revista de


Psicología. Vol. X.

Montero, M (2004). La participación y el compromiso en el trabajo comunitario. En


Introducción a la Psicología Comunitaria. Desarrollos, conceptos y procesos.
Paidós.

Montero, M (2010) Para una psicología clínica comunitaria: antecedentes, objeto de


estudio y acción. En Hincapié Gómez, A (comp) Sujetos políticos y acción
comunitaria. Claves para una praxis de la psicología social y de la clínica

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social-comunitaria en América Latina. Editorial Universidad Pontificia
Bolivariana.

Rovere, M. (1999) Redes en Salud. Un Nuevo Paradigma para el abordaje de las


organizaciones y la comunidad. Ed. Secretaría de Salud Pública/AMR,
Instituto Lazarte

Sánchez, E (2000) La definición de participación. En Todos con la Esperanza.


Continuidad de la participación comunitaria. Universidad Central de
Venezuela. Facultad de Humanidades.

Sánchez Vidal, A (1996) Psicología comunitaria. Bases conceptuales y Métodos de


Intervención. PPU.

Spinelli, H. (2012). El proyecto político y las capacidades de gobierno. Salud


colectiva 8 (2): 107-130.

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