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Pronto, sin embargo, entró en conflicto con la sinagoga helenística, motivo por el cual fue llevado

ante el sanedrín, acusado de blasfemia (6.9–14). Esteban, con su rostro como el de un ángel,
respondió las acusaciones ofreciendo una reseña de la historia de Israel, y con un ataque a los judíos
por haber continuado con la tradición de sus padres y haber dado muerte al Mesías (6.15–7.53),
despertando de esta manera la furia del concilio contra su persona. Cuando sostuvo que en ese
momento veía a Jesús ubicado a la diestra de Dios (probablemente como su abogado o como testigo
en su defensa) fue llevado y muerto por apedreamiento (7.54–60). Enfrentó la muerte con valor,
como lo hizo su Maestro, ante acusaciones de falsos testigos de que buscaba la destrucción del
templo la ley (Mt. 26.59–61). Oró como lo había echo Jesús (Lc. 23.34), rogando por el perdón de
sus perseguidores, y encomendó su alma en las manos de Cristo (Lc. 23.46). Fuera o no una
ejecución legal, el hecho es que Pilato, quien normalmente vivía en Cesarea, fingió no tener
conocimiento de lo que ocurría.

La muerte de Esteban tuvo notables consecuencias. La persecución posterior a este hecho (Hch. 8.1)
llevó a una más amplia predicación del evangelio (8.4; 11.19). La muerte de Esteban también fue
indudablemente un factor que influyó para que Saulo de Tarso aceptara a Cristo (7.58; 8.1, 3;
22.20). Pero, sobre todo, el discurso de Esteban se tradujo en el comienzo de una revolución
teológica en la iglesia primitiva, ya que por primera vez se enunciaron claramente los principios de
la misión universal. Lucas registra el hecho en todos sus detalles, lo cual indica la importancia que le
asignaba al mismo.

El tema de Esteban al repasar la historia de Israel era el de que la presencia de Dios no puede
quedar limitado a un solo lugar, y que el pueblo siempre se ha rebelado contra la voluntad de Dios.
Demostró, en primer lugar, que Abraham vivió una vida de peregrino, sin haber heredado la tierra
que se le había prometido (7.2–8). Luego pasó a demostrar que José también se fue de Canaán,
vendido por sus hermanos en razón de su envidia (vv. 9–16). Una extensa parte del discurso se
refiere a Moisés, contra quien se alegaba que había hablado Esteban (vv. 17–43). También demostró
que Moisés fue rechazado por sus hermanos cuando se acercó a ellos con el propósito de liberarlos,
no obstante lo cual fue vindicado por Dios cuando lo envió de nuevo a Egipto con el fin de sacar a su
pueblo de la esclavitud. Pero una vez más se desviaron hacia la idolatría en el desierto y se negaron a
obedecer a Moisés. Esta idolatría siguió hasta el cautiverio en Babilonia, debido a su afán de poseer
dioses visibles.

La sección siguiente del discurso (vv. 44–50) se ocupa del tabernáculo y el templo. El tabernáculo
era transportable y acompañó al pueblo de Dios en su peregrinaje. El templo era estable y muy
fácilmente dio lugar a un concepto localizado de Dios. Pero el Altísimo no mora en casas hechas por
manos (Mr. 14.58). La religión judaica se había vuelto estática y no prosiguió hacia adelante, hacia
el templo nuevo, o sea el cuerpo de Cristo.

Las referencias al tabernáculo y todo el concepto del culto cristiano real, pero invisible, se elabora
debidamente en la Epístola a los Hebreos, de la que se ha señalado que tiene una marcada afinidad
con este discurso. Es evidente que Pablo, también, elaboró los principios establecidos por Cristo y
expuestos aquí por Esteban. Cuando dichos principios llegaron a ser comprendidos por la iglesia
hubo una ruptura total con el antiguo culto del templo (Hch. 2.46). Los cristianos se dieron cuenta
de que en la práctica no constituían simplemente una secta del antiguo Israel. Formaban, en
cambio, el nuevo pueblo de Dios, con el verdadero templo, altar y sacrificio, vivían la verdadera vida
de peregrinos, y eran rechazados por los judíos como lo habían sido los profetas y Jesús mismo.

La predicación de Esteban
Esteban el primer mártir de la Iglesia cristiana, fue acusado de blasfemia. Después fue
llevado ante el Sanedrín. Allí, testigos falsos testificaron en su contra, acusándolo de
predicar contra la adoración en el templo y la ley (Hechos 6:13).

La Biblia dice que cuando los miembros del Sanedrín miraron a Esteban,  «… como el
rostro de un ángel.» (Hechos 6:15); no pudieron resistir su sabiduría y el Espíritu con el
que habló (Hechos 6:10).

En una especie de juicio, el Sanedrín le pidió a Esteban que se defendiera. Su defensa, sin
lugar a dudas, fue uno de las predicaciones más brillantes jamás conocidas en toda la
historia de la Iglesia. Su predicación fue una auténtica exposición de las Escrituras.

En su extraordinaria exposición, expreso la relación de Dios con Israel,


revelando el fracaso del Israel del Antiguo Testamento y señalando la
esperanza que solo se puede encontrar en Cristo. Además habló sobre
la era patriarcal; los días de Moisés, el desierto; y sobre el Tabernáculo y el
Templo.

Discurso ante el Sanedrín antes


de morir
En su sermón, Esteban habló del llamado de Abraham y explicó cómo el
patriarca demostró fe y obediencia en las promesas del
Señor. Además, rechazó la envidia que tuvieron los patriarcas
sobre José, el cual fue traicionado y vendido como esclavo (Hechos
7:2-16).

Hablando sobre Moisés, señaló cómo el líder fue rechazado por el


pueblo. Además, Esteban declaró que Moisés era un antecesor de
Cristo mismo (Hechos 7:17-43).

Esteban también habló sobre el Tabernáculo, desde el momento de su


uso en el desierto, y cuando fue llevado a la Tierra Prometida, hasta los
días de David; enfatizando el deseo frustrado de David por construir el
templo, lo que finalmente logró Salomón. Llamando la atención de que
el Altísimo no habita en casas hechas por manos humanas (Hechos
7:48).

Finalmente, Esteban denunció la rebelión espiritual del


pueblo. Demostrando que muchos no habían sido regenerados y dando
a entender que aquellos que lo acusaban actuaban de la misma forma
que sus propios antepasados idólatras que se rebelaron en contra de
Dios.

De esta forma, Esteban demostró que así como sus antepasados habían
matado y perseguido a los profetas, ahora ellos mismos habían
traicionado y asesinado a Cristo mismo.

El martirio de Esteban
Escuchar todas esas graves acusaciones ocasionó la ira de las
personas que lo escuchaban. Entonces tomaron a Esteban, lo sacaron de
la ciudad y lo apedrearon. Justamente en ese momento Esteban hace una
declaración que se perpetuaría en las páginas de la Biblia. Él dijo: «He
aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de
Dios.» (Hechos 7:56). 

Esteban sabía que Jesús era su abogado. Esto no significaba que sería


liberado de la muerte, sino que la justicia de Dios reivindicaría no solo su
sangre, sino la sangre de todos los mártires (Apocalipsis 6: 10-11).

Cuando pronunció su notable defensa (Hechos 7) en la que resumió la esencia de la


historia del Antiguo Testamento, los líderes judíos -luego que él los señaló con su dedo
acusador- se enfurecieron tanto, que arrastrado lo saca ron de la ciudad y lo apedrearon.

Esteban fue el primer mártir de la iglesia cristiana. Por el testimonio de Esteban


muchos se convirtieron y se unieron a la iglesia. Entre éstos se hallaba Saulo de
Tarso, que había presenciado la inexcusable ejecución de Esteban.
ESTEBAN (en griego, corona). Uno de los siete que la iglesia de Jerusalén designó para ayudar a los
apóstoles en el servicio a los pobres (Hch 6.1–7). Desde el principio, el cristianismo atraía tanto a
judíos de habla griega de fuera de Palestina, como a los de habla aramea nacidos en el país.
Algunos opinaban que en la distribución de la ayuda se favorecía al segundo grupo mencionado y,
por tanto, se necesitó escoger → DIÁCONOS (ministros o servidores) que supervisaran este
ministerio, sin sobrecargar a los apóstoles. Esteban se distinguía entre aquellos por estar «lleno de
fe y del Espíritu Santo». Los nombres griegos indican que, con la excepción de Nicolás, «prosélito
de Antioquía», los diáconos eran judíos → HELENISTAS. Hechos 6.8, 10 indica que Esteban se
destacaba por la gracia, poder y sabiduría que manifestaba en su ministerio que fue mucho más
amplio que el de diácono. Su ministerio provocó la hostilidad de los judíos y su irrefutable
argumentación los irritó aun más (6.11–15). La acusación contra Esteban fue casi la misma que se
lanzó contra el Señor (Mc 14.58) y que más tarde blandirían contra Pablo (Hch 21.28). Su
autodefensa, no calculada para obtener su libertad, fue una reinterpretación de las tradiciones
judaicas a la luz de la nueva perspectiva cristiana y en ese sentido pudieron ser verdaderamente
amenazantes para los grupos judíos presentes en el juicio. Esteban afirmó que quienes hacía poco
habían dado muerte a Cristo y ahora resistían su evangelio eran los legítimos hijos de los que
siempre se opusieron a los profetas. Luego, cuando Esteban declaró que veía a Cristo a la diestra
de Dios, la multitud furibunda lo sacó de la ciudad y lo apedreó. En su muerte, Esteban manifestó
un espíritu semejante al de Cristo al pedir que se perdonara a sus enemigos. Fue el primero de los
mártires (en griego, testigos). Fuera legal o no la ejecución, parece que Pilato, que por lo general
vivía en Cesarea, no mostró interés en el asunto. El discurso de Esteban es el más largo del libro de
Hechos (7.2–53), lo cual indica la importancia que tuvo para el autor, Lucas. El sumario de la
historia judía contradice los cargos de los falsos testigos (6.11, 13), puesto que revela la reverencia
de Esteban hacia Dios y su respeto por Moisés, el gran legislador de Israel. El propósito del
discurso era probar que la presencia y la gracia de Dios no se limitaba a un país ni a un santuario
en particular. La persecución que trajo como resultado redundó en la extensión del evangelio
fuera de Jerusalén (Hch 8.14; 11.19). Tal vez el martirio de Esteban influyó en la conversión de
Pablo, quien colaboró en la ejecución (7.58; 8.1, 2; 22.20). Es claro que Esteban comprendió a
cabalidad el rompimiento completo y necesario del cristianismo con las ceremonias judaicas. En
esto preparó el camino para la exposición de Pablo y del autor de Hebreos sobre este asunto.

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