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Philippi.
Historia y Geografía.
Geografía.
Unidad 2: Construcción de una identidad mestiza.
Contenido: La conquista española.
Prof. Guía: Joel Lespai Silva.
Prof. Practicante: Camila Oñate Oyarzún.
Nivel: Segundo año de enseñanza media.
LA CONQUISTA ESPAÑOLA.
Aprendizajes esperados: - Distinguir las principales características de la empresa de Conquista de América y Chile.
- Reconocer los efectos que tuvo la conquista española en los pueblos indígenas.
EUROPA.
«Quien no poblare, no hará buena conquista, y no conquistando la tierra, no se convertirá
la gente: así que la máxima del conquistador ha de ser poblar.»
Estas palabras corresponden a uno de los primeros historiadores de las Indias, Francisco López de
Gomara. La filosofía que encierra es la de su señor, el más grande de los conquistadores, Hernán Cortés.
Filosofía que prevaleció en la empresa española de Ultramar en el siglo XVI e influyó mucho en la formación de
la América española. Pero su éxito no era inevitable, ni se consiguió sin luchas. Hay muchos caminos por los
cuales una sociedad agresiva puede expandir los límites de su influencia, y existen precedentes de todos ellos en
la España medieval.
La reconquista -el gran movimiento hacia el sur de los reinos cristianos de la península Ibérica para
recuperar la región ocupada por los moros- ilustró parte de las múltiples posibilidades de las que se podrían
extraer estos precedentes. En la lucha a lo largo de la frontera que separaba la Cristiandad del Islam, la
reconquista fue una guerra que ensanchó los límites de la fe. También ésta fue una guerra por la expansión
territorial, dirigida y regulada, si no siempre controlada, por la corona y las grandes órdenes militares y
religiosas, las cuales adquirieron vasallos a la vez que inmensas extensiones de tierra en el proceso. Fue una
típica guerra de frontera, con rápidas incursiones en busca del saqueo fácil, ofreciendo oportunidades para el
rescate y el trueque, y para premios más intangibles como el honor y la fama. Fue una emigración de la gente y
su ganado en busca de nuevos hogares y nuevos pastos. Fue un proceso de asentamiento y colonización
controlados, basado en el establecimiento de ciudades, a las cuales se concedían jurisdicciones territoriales
extensivas bajo privilegio real.
Conquistar, por lo tanto, puede significar colonizar, pero también puede significar invadir, saquear y
avanzar. Conquistar en el primer sentido da primicia a la ocupación y explotación de la tierra. En el segundo
sentido, se concibe como poder y riqueza en una forma mucho menos estática, en términos de posesión de
objetos portables, como el oro, los botines y el ganado, y de señoríos sobre vasallos más que de propiedad de la
tierra. Movilidad significaba aventura, y la aventura en una sociedad militar aumentaba enormemente las
oportunidades para mejorar la situación de uno mismo a los ojos de los compañeros. El deseo de «ganar honra» y
«valer más» era una ambición central en la sociedad de la Castilla medieval, basada en la conciencia del honor y
los límites que imponía el rango. El honor y la riqueza se ganaban más fácilmente con la espada y merecían
formalizarse en una concesión de status más alto por un soberano agradecido. De acuerdo con esta tradición,
Baltasar Dorantes de Carranza, escribió de los conquistadores de México que, aunque hubiera algunos hidalgos
entre ellos, «ahora lo son por presunción todos porque toda hidalguía de su naturaleza y cosecha tuvo sus
principios de los hechos y servicios del Rey».
La reconquista se interrumpió pero no se terminó al alcanzar poco a poco sus límites naturales dentro de
la propia península Ibérica. El enclave del reino de Granada permanecería en manos de los moros hasta 1492,
pero por otra parte, la reconquista cristiana de la península se completó al final del siglo xiii. Como los límites
de la expansión interna fueron alcanzados, las fuerzas dinámicas de la sociedad ibérica medieval comenzaron a
buscar nuevas fronteras a través de los mares, los catalanes y aragoneses principalmente hacia Sicilia, Cerdeña,
norte de África y el este del Mediterráneo; los castellanos, al igual que los portugueses, hacia África y las islas
del Atlántico.
Este movimiento expansionista de los pueblos ibéricos en el siglo xv, fue un doble reflejo de las
específicas aspiraciones ibéricas y las más generales aspiraciones europeas a finales de la Edad Media. En el siglo
xv, Europa era una sociedad que todavía sufría las desarticulaciones sociales y económicas causadas por los
estragos de la peste negra. Por tanto, había escasa oferta de trabajo; los ingresos de los aristócratas habían
disminuido; los monarcas y los nobles competían por poder y recursos. Era una sociedad, a su vez, que se sentía
amenazada a lo largo de sus fronteras orientales por la presencia amenazante del Islam y el avance del imperio
turco-otomano. Era una sociedad inquieta y relativamente móvil, a la vez inquisitiva y adquisitiva, inquisitiva
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hacia el mundo que estaba en su horizonte inmediato y adquisitivo en su deseo por lujos exóticos y productos
alimenticios, y por el oro que hiciera posible comprar estos artículos de Oriente, con quien se tenía
permanentemente una balanza comercial desfavorable.
La península Ibérica con su proximidad a África y su larga costa atlántica, estaba geográficamente bien
situada para tomar la delantera de un movimiento de expansión hacia el oeste, en un tiempo en que Europa
estaba siendo acosada por los turcos islámicos en el este. Se había desarrollado una tradición marítima ibérica
en el Mediterráneo y en el Atlántico, donde los pescadores vascos y cántabros habían adquirido una rica
experiencia para la futura navegación de los mares desconocidos.
Comienza así la búsqueda de nuevas rutas, cuyos primeros pasos los dan Portugal y España, que inician la
era de los descubrimientos.
EXPLORACIONES PORTUGUESAS:
Destaca la figura de Enrique el Navegante (1394-1460), quien deseoso de aumentar su poder político y
territorial y difundir la fe cristiana, consagró su vida y sus medios al estudio científico de la navegación en el
Atlántico y la exploración de las costas africanas. Fundó una escuela de navegación en Sagres y contrató a los
mejores capitanes y cartógrafos (1435). A su muerte, los portugueses habían penetrado 2.500 kilómetros hacia
el sur, en la costa occidental de África, y se habían adentrado en el Atlántico, estableciéndose en Madeira, las
Azores y las islas de Cabo Verde. Pero sin lugar a dudas que el principal interés de los portugueses recaía en
África, ya que era una fuente potencial de esclavos para trabajar en las plantaciones azucareras que surgían en
estas nuevas islas atlánticas anexionadas. La sociedad medieval mediterránea había logrado formar instituciones
y técnicas para el comercio, el esclavismo, la colonización y las conquistas, y la participación de los genoveses
en la expansión ibérica del siglo xv ayudó a asegurar la reaparición de estas mismas formas y técnicas en el
avance hacia la costa occidental de África y en el movimiento hacia las islas de la ruta a través del Atlántico.
Cabe destacar el modo de expansión empleado por los portugueses la Idifeitoria (factoría) hizo posible
prescindir de las conquistas y los asentamientos hechos a gran escala, permitiendo a los portugueses de los siglos
xv y xvi mantener su presencia en grandes extensiones del globo sin necesidad de profundas penetraciones en las
regiones continentales. Se trataba de un tipo de colonización que Colón, con su educación genovesa y su
experiencia portuguesa, había llegado a conocer perfectamente y que le proporcionaría un modelo apropiado
para aplicar cuando alcanzó las islas del Caribe.
No obstante, Portugal también aportó importantes descubrimientos que ampliaron el conocimiento de la
ciencia geográfica. En el año 1497 por ejemplo Bartolomé Díaz llegó hasta el extremo sur de África, al cual dio
el nombre de Cabo de las Tormentas. En julio de 1497 Vasco de Gama zarpó de Lisboa con cuatro barcos. En
noviembre del mismo año bordeo el Cabo navegando por la costa occidental de África hacia el norte y cruzó el
océano Índico. En mayo de 1498 llegó a Calcuta, en la India. Finalmente se descubrió una ruta marítima directa
a la India que permitió prescindir de todos los intermediarios y romper el monopolio de los comerciantes
asiáticos e italianos.
Inevitablemente, las expediciones de conquista mucho dependían del carácter del conquistador y de la
clase de apoyo que fuera capaz de conseguir (movilizar hombres y recursos, y después por su éxito en conducir a
sus hombres a la victoria). Sin embargo, el gran movimiento expansionista que llevó a la presencia española a
través del Atlántico era algo más que un esfuerzo masivo de una empresa privada que adopta temporalmente
formas colectivas. Más allá de la unidad individual y colectiva había otros dos participantes que colocaron un
sello indeleble en toda la empresa: la iglesia y la corona.
La Iglesia proveía la sanción moral que elevaba una expedición de pillaje a la categoría de cruzada,
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mientras el estado consentía los requerimientos para legitimar la adquisición de señoríos y tierras. La tierra y el
subsuelo se encontraban dentro de las regalías que pertenecían a la corona de Castilla y, por consiguiente,
cualquier tierra adquirida a través de una conquista por una persona privada no le correspondía por derecho,
sino por la gracia y el favor real. Era el rey, como supremo señor natural, quien disponía del repartimiento o
distribución de las tierras conquistadas o por conquistar, y el que autorizaba los asentamientos coloniales en los
territorios conquistados. Cuando los botines de guerra se tenían que dividir, un «quinto real» siempre tenía que
apartarse. Aunque los adelantados, o gobernadores militares de las regiones fronterizas, poseían un alto grado
de autonomía, eran gobernantes para el rey.
En estos y en muchos otros sentidos, la presencia real se hacía sentir. Era una sociedad patrimonial,
construida en torno a una concepción de obligaciones mutuas, simbolizadas en las palabras servicio y merced,
que se desmoronó a finales de la Edad Media, reconstruyéndose en Castilla durante el reinado de Fernando e
Isabel (1474-1504), y llevándose a través del océano para implantarse en las islas y en el continente americano.
Los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, fueron los monarcas de lo que era esencialmente una sociedad medieval
renovada.
Descubrimiento de América:
Cuando el obsesivo genovés visionario, llamado Cristóbal Colón, convenció finalmente a Fernando e
Isabel en 1491, de que patrocinaran y respaldaran su proyectado viaje hacia la Mar Oceana, se encontró cogido
en una tradición bien establecida que constituía la relación entre la corona y los jefes de expediciones.
En las capitulaciones aprobadas por los Reyes Católicos en Santa Fe, a las afueras de Granada, en abril
de 1492, fue autorizado siguiendo una fórmula tradicional, a «descubrir» o «ganar» «islas e tierras firmes... en
los dichos mares océanos...», es decir «conquistar» en el sentido de buscar y ocupar tierras deseadas. La corona,
en esta ocasión, estaba dispuesta a hacer una contribución financiera relativamente pequeña, y proporcionar los
barcos a Colón. Éste fue nombrado virrey hereditario y gobernador de cualquier nueva tierra que encontrara;
«virrey» era el título que los monarcas del Aragón medieval concedieran al diputado nombrado para gobernar los
territorios que el rey no podía administrar en persona. Colón fue nombrado también, debido a su especial
insistencia, Almirante hereditario de la Mar Oceana. Entre las recompensas que se le prometieron en caso de
éxito, estaba el derecho a nombrar oficiales judiciales (pero no administrativos) en el territorio de su
jurisdicción, junto con el 10 por 100 de las ganancias del tráfico y el comercio.
El 3 de agosto de 1492 Colón partió con tres barcos del puerto andaluz de Palos con la esperanza de que
si alcanzaba las «Indias» establecería un centro de distribución comercial al estilo portugués, basado en
pequeñas guarniciones, en beneficio de la corona de Castilla. El 12 de octubre de 1482 descubrió la isla de
Guanahani, una isla de las Bahamas. Luego siguió viaje a Cuba e Hispaniola (Haití) y regresó triunfante a España.
En tres viajes posteriores exploró gran parte de las Antillas y las costas de Venezuela y América Central.
Convencido de que había hallado el camino del Oriente dio a las tierras descubiertas el nombre de Indias.
Los reyes católicos, con el fin de asegurar sus derechos sobre las nuevas tierras, recurrieron al Papa
Alejandro VI, el cual en 1493 les entregó en las Bulas Intercaeteras, la posesión de todas las tierras firmes, islas
e islotes descubiertas y por descubrir que se encontrasen al oeste de la línea establecida a 100 leguas oeste Islas
Azores, y el Patronato Indiano. Posteriormente, en 1494, Juan II de Portugal y los reyes católicos, firmaron el
tratado de Tordesillas, mediante el cual se fijó una línea demarcatoria a 370 leguas al Oeste de las Islas de Cabo
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Verde. Así, la Corona de Castilla sería dueña de las tierras ubicadas al occidente de dicha línea, y Portugal de las
situadas al oriente. Esta empresa misionera, solemnemente confiada a la corona de Castilla se dotó así de una
justificación moral para la conquista y colonización, que a la vez reforzaban y superaban las concesiones en una
forma u otra obtenidas del primer descubrimiento.
Vespucio.
Su nombre sirvió para denominar el continente recién descubierto, América. Entre 1499 y 1502 realizó
varios viajes a América, se embarcó en Cádiz en 1499 en la flota de Alonso de Ojeda y Juan de la Cosa.
Siguiendo la ruta del tercer viaje de Cristóbal Colón, recorrió la costa norte de Sudamérica y llegó hasta el cabo
de la Vela (Venezuela) regresando en junio de 1500 a Cádiz. En 1501 se trasladó a Lisboa donde partió
nuevamente al Nuevo Mundo, esta vez bajo bandera portuguesa, en la expedición que dirigía Gonzalo Coelho a
instancias del rey de Portugal, en busca de la 'especiería', en las Molucas. Con salida desde Lisboa, tras pasar por
Cabo Verde, llegó a Brasil a finales del mismo año y, bordeando la costa en dirección sur, arribó a la Patagonia,
cerca del estrecho que poco después descubrió Fernando de Magallanes. Comprobó así que las tierras
descubiertas no eran una prolongación de la península asiática, sino un nuevo continente.
- Tradición y aculturación
Las tradiciones nativas se enfrentaron, bajo la dominación española, a nuevas prácticas que introdujeron
los europeos. Durante el proceso de conquista los resultados de la aculturación quedaron limitados en su
totalidad sólo a México y Perú, ya que la gran masa de la población nativa rechazó la mayoría de las prácticas
importadas por los españoles. En la acción recíproca que resultaba de continuidad y cambio, la tradición
prevaleció sobre la aculturación. En general, cuando los indios se apropiaron de los elementos de la cultura
foránea, tan sólo les añadieron elementos de su propia cultura o los usaron como un modo de simulación.
Por tanto, tenemos que aceptar que, tras el choque inicial de la conquista, tanto en Nueva España como
en Perú, este fue un largo proceso de reintegración a todos los niveles: económico, social, político, ideológico.
Según la herencia precolombina y la fuerza de las partes contrarias, el proceso con el tiempo tomó formas muy
diferentes: sincretismo, resistencia, hibridación, hispanización. Pero entre la cultura dominante española, que
intentó imponer sus valores y costumbres, y la dominada cultura nativa, que insistió en preservar sus propios
valores y costumbres, el conflicto llega a nuestros días.
“Luego como vieron los indios los españoles, de ver gente tan estraña y ver que no comían sus comidas de ellos,
llamábanlos tucupacha, que son dioses, y terepacha que son grandes hombres; y también toman este vocablo por
dioses, y acazecha, ques gente que traien gorras y sombreros. Y después andando el tiempo, los llamaron cristianos,
decían que habían venido del cielo los vestidos que traían, decían que eran pellejos de hombres como los que ellos se
vestían en sus fiestas; a los caballos llamaban venados, y otros tuycen, que eran unos como caballos que ellos hacían
en una su fiesta de cuingo, de pan de bledos; y que las crines que eran cabellos postizos que les ponían a los caballos.
Decían al cazoni los indios que primero los vieron, que hablaban los caballos, que cuando estaban a caballo los
españoles que les decían los caballos por tal parte habremos de ir”
A su vez, los invasores estaban admirados de las civilizaciones que encontraban, pero se horrorizaban al
descubrir huellas de sacrificios humanos. Cortés tuvo noticias de la existencia del pueblo Azteca que, desde la
ciudad de Tenochtitlán, dominaba a los pueblos mexicanos. Decidido a conocer a su emperador Moctezuma, se
puso en marcha hacia el lago Texcoco. Tenochtitlán asombró a los conquistadores por su tamaño y esplendor.
Cortés avanzó resueltamente, sabiendo que corría un gran riesgo. El emperador Moctezuma, seguido por un
cortejo brillante, salió a recibirle y ambos intercambiaron regalos. Los españoles fueron alojados en excelentes
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aposentos y recibieron un trato amistoso; pero luego surgió la resistencia y las hostilidades les pusieron en dura
situación. Cortés desplegó en todo momento una gran habilidad para mantener la disciplina entre sus hombres y
para tratar con los indígenas. Cuando fue necesario, aprisionó a Moctezuma y destruyó los ídolos de los templos.
Llegó un momento en que la permanencia en la capital se hizo insostenible y, como un recurso
desesperado, Cortés y sus hombres forzaron el paso en la noche para salir de la ciudad. El avance fue desastroso,
murieron muchos españoles, perdieron caballos y casi todo el equipo. Después de aquel suceso, conocido como
la noche triste, Cortés procuró rehacer sus tropas y con nuevos elementos reinició la lucha. Sitió la ciudad y
consiguió someter a los pueblos cercanos, que le facilitaron tropas auxiliares. Los Aztecas, capitaneados por
Cuauthemoc, opusieron una resistencia desesperada durante más de dos meses y los españoles debieron ganar la
ciudad casa por casa. Sobre las ruinas de Tenochtítlán, Cortés comenzó a construir su propia capital: ciudad de
México. Desde ese momento fue fácil extender la dominación hacia las costas del Pacifico y los territorios de
Centro América.
Poco antes de la conquista de México, varias expediciones exploraron las costas de Colombia y Panamá.
El capitán Vasco Núñez de Balboa comenzó a actuar como gobernador de estos territorios y, teniendo
conocimiento de la existencia del mar Pacífico por el informe de los indígenas, equipó una columna de soldados
y resueltamente emprendió la travesía del istmo (1513). La marcha fue muy dura y sólo al cabo de 19 días pudo
llegar a las costas del nuevo océano, que fue bautizado como Mar del Sur.
Los indígenas de Panamá hablaban de un rico imperio situado hacia el sur y describían sus ciudades. Eran
las primeras noticias sobre el Imperio de los Incas. Dos conquistadores que se habían destacado por su valentía y
empuje, Francisco Pizarro y Diego de Almagro, se propusieron buscar y conquistar aquel imperio. Navegaron
hacia la ciudad de Túmbez y recogieron valiosas informaciones. Las dimensiones y el poder del imperio incásico
les hicieron comprender que su conquista requería grandes esfuerzos y que, para evitar tropiezos con las
autoridades de Panamá, necesitarían el apoyo del rey.
Francisco Pizarro se trasladó a España y obtuvo de la corona el gobierno de las tierras que conquistase y
otros cargos y privilegios. De regreso en Panamá, se embarcó en tres pequeñas naves al mando de 180 hombres.
Desembarcó en la costa de Ecuador y siguió por tierra adentrándose en el imperio. En todas partes los indígenas
los dejaban pasar y colaboraban con alimentos, pero esta actitud apacible no era más que una táctica del inca
Atahualpa que, seguro de su poder, deseaba que los intrusos penetrasen en su reino para tenerlos a su merced.
Los conquistadores llegaron a Cajamarca y allí esperaron la visita de Atahualpa. Pizarro ideó un plan audaz y por
con menos de 200 hombres se apoderaron por sorpresa del jefe inca. Apresado el Inca y muerto después, la
dominación del imperio quedó consumada.
Desde aquel momento los conquistadores aseguraron su situación. El respeto que los indígenas tenían al
inca y la organización muy centralizada del imperio, permitieron a los españoles mantener la sumisión. Diego de
Almagro, que había llegado con refuerzos, reconoció los distritos del norte y fundó las ciudades de Quito y
Trujillo. Pizarro ocupó la ciudad del Cuzco y la dejó al mando de dos de sus hermanos, mientras se dirigía a la
región costera en busca de un lugar para fundar la capital. A orillas del río Rimac fundó la ciudad de Lima. Diego
de Almagro consideraba que el Cuzco pertenecía a la gobernación que la corona acababa de concederle al sur de
la de Pizarro.
Este hecho estuvo a punto de desatar una lucha entre los españoles. Afortunadamente, se llegó a un
acuerdo: Almagro saldría a la conquista de Chile mientras el rey decidía a quién pertenecía el Cuzco
Algunos capitanes reconocieron la región central y uno de ellos, Gómez de Alvarado, se dirigió al sur en
plena época invernal. Las lluvias eran intensas y los ríos se habían salido de sus cauces. Venciendo estas
dificultades, Gómez de Alvarado alcanzó hasta el río Itata y debió librar una batalla contra los indígenas en
Reinohuelén. Este fue el primer choque con el pueblo araucano.
Almagro y sus hombres comprendieron que Chile no era el país que había soñado y que la abundancia de
oro había sido un simple engaño de los Incas para alejarlos del Perú. Esta primera expedición a Chile fue un
fracaso que generalizó la idea de que éste era un territorio pobre e inhabitable. La desilusión se apoderó de los
expedicionarios y pronto se impuso la idea de volver al Perú, que aparecía como una región mucho más rica.
Almagro pensaba que valía la pena quedarse en Chile y fundar una colonia, pero, finalmente, siguió el parecer
de sus hombres. La columna volvió al valle de Copiapó y allí se decidió continuar por el camino de los desiertos
para evitar la travesía de la cordillera.
En el Perú, Almagro se apoderó de la ciudad del Cuzco y se vio envuelto en una lucha armada con su
antiguo compañero Francisco Pizarro y sus hermanos. Derrotado en la batalla de las Salinas, cayó prisionero de
sus enemigos que le dieron muerte al poco tiempo.
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CONQUISTA DE CHILE
La conquista de Chile fue una de las conquistas más duras y
prolongadas. Los historiadores actuales estiman que duró hasta fines
del siglo XVI, sin contar la lucha con los araucanos que se dilató
algún tiempo más.
Gobierno de García Hurtado de Mendoza (1557-1561): Junto a Hurtado de Mendoza llega un fuerte refuerzo,
con el que esperaba someter a los rebeldes araucanos. Desembarcó en Coquimbo y su primera medida fue
remitir al Perú a los dos rivales, sucesores de P. De Valdivia, Francisco de Aguirre y Francisco de Villagra. Inicia
de inmediato, la guerra contra los araucanos liderados por Caupolicán. En los encuentros de Lagunilla y
Millarague obligaron a los indígenas a replegarse al interior. García levanta nuevamente la ciudad de Concepción,
ordena repoblar Angol y Villarrica, funda las ciudades de Osorno y Cañete y explora hasta el seno de Reloncaví y
Chiloé, mientras Juan de Ladrillero y Francisco cortés Ojeda llegan hasta el estrecho de Magallanes (1558).
El poeta Alonso de Ercilla llega con Hurtado de Mendoza. En esa época muere en Cañete Caupolicán
(1558). Hurtado de Mendoza, considerando terminada la pacificación indígena y habiendo designado el Rey de
España a Francisco de Villagra para gobernador de Chile, se retira a Lima.
Francisco de Villagra (1561-1565): en este período Juan Jofré fundó la ciudad de San Juan de la frontera; y
Pedro de Castillo, Mendoza.
Rodrigo de Quiroga (1565-1575): (primer gobierno).
Gobierno de la Real audiencia (1567-1575): tuvo asiento en Concepción, con el fin de gobernar el Reino. Más
tarde, Melchor Bravo de Saravia asume como presidente de Audiencia.
Rodrigo de Quiroga, segundo gobierno (1575-1580): Martín Ruiz de Gamboa fundó Chillán.
Martín Ruiz de Gamboa (1580-1583): graves problemas con los indígenas, muestra de la necesidad de contar
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con un ejército profesional.
Martín García Oñez de Loyola (1592-1598): último gobernador del siglo XVI. Debido a las continuas
sublevaciones, procuró un entendimiento con los indígenas, fundando la ciudad de Santa Cruz en la confluencia
de los ríos Bío-Bío y Laja (1594). Bajo su período ocurre el desastre de Curalaba: en 1598 se dirigió a la ciudad
de Angol -seriamente amenazada-; levantó su campamento a orillas del río Lumaco, en un lugar llamado
Curalaba, donde fue sorprendido por el cacique Pelentaro, cuyos hombres mataron a todos los españoles, incluso
al gobernador.
- Destrucción de las ciudades al sur del Bío-Bío: Conforme iba pasando el asentamiento hispano los araucanos
se habían perfeccionado en el arte de la guerra a un extremo en que la caballería y la infantería eran armas
temibles para los españoles, que llegaban a enfrentarlos desprovistos por entero del primitivo temor de los años
iniciales de la conquista. Las estrategias que usaban los araucanos eran cada vez más numerosas, y terminaron
finalmente por desmoronar el poderío español desde el Bío-Bío al sur, en el continente, y pronto fueron ruinas
ciudades y fuertes, ya arrasados por los indios, ya despoblados por sus propios habitantes, impotentes ante el
alud de la guerra. Toda la vida construida en mas de medio siglo repentinamente cayó destrozada, las riquezas
estaban perdidas, casas, tierras y ganados aniquilados, las familias desintegradas en gran proporción, a veces
perdida la vida y a veces la libertad cambiada por duro cautiverio. La crisis incubada durante largo tiempo por la
estructura misma del sistema de conquista y de dominación se desencadenaba en una verdadera catástrofe.
- La Agricultura reemplaza la extracción del oro: La obtención de tributos no se podía lograr sino a base de
emplear compulsivamente el trabajo de los indios en faenas productivas de las cuales la más sencilla y directa
fue la labor de los lavaderos de oro. Desde el primer momento de la aventura americana y de la conquista se
encuentra la más amplia utilización de indígenas en trabajos de minas y lavaderos. De ese modo los empresarios
encomenderos pudieron acumular importantes fortunas, un ejemplo de ello fue Rodrigo de Quiroga.
Pese a todo, en poco tiempo se observa la rápida quiebra en la producción de metales preciosos donde
los españoles se vieron en la obligación de echar las bases de la producción local, debido a la escasez de
productos que vivió el país a fines del siglo XVI. Barros Arana nos explica que una de las causas que determinaron
la quiebra en la producción de metales preciosos y el reemplazo por la agricultura no fue tan sólo la escasez de
productos, sino que también lo fue la reducción de indios de servicios y el agotamiento creciente de las tierras
auríferas. Mientras que para Álvaro Jara el factor detonante sólo fue la guerra la cual condujo a un franco
exterminio de los indios, aquello lo comprueba diciendo que “a pesar de que en 1574 se descubrieron buenas
minas de plata, tales no se pudieron explotar, principalmente por falta de indios y por encontrarse la tierra en
guerra”.
Fue así como centraron una parte de su actividad económica en las tareas de la agricultura, la
ganadería, y la industria derivadas de ella, a fin de producir los elementos que escaseaban. Las labores agrícolas
eran desempeñadas con el trabajo de los indígenas, quienes estuvieron a cargo de los cultivos de vid, trigo, y
maíz, los que fueron atendidos con particular interés.
El cáñamo que se aprovechaba en la fabricación de mechas para arcabuces, sogas para sus arreos, de
jarcias para sus buques, fue cultivado en Serena y Aconcagua. Las únicas industrias manufactureras que se
establecieron desde los primeros años fueron las molineras, los telares u obrajes de paño, para tener la lana de
las ovejas y las curtiembres. Las limitaciones de las actividades productivas, así en la industria como en la
agricultura, no tenían más que un mercado exterior que era el Perú, con múltiples dificultades por la demora de
los barcos que traían los productos.
- Formación de un ejército profesional: Entendimos que la conquista de las indias significó una inclusión
directa de estas tierras al dominio de la Corona, cuyo interés marchaba paralelo con el de los vasallos
conquistadores. En el caso de Chile, a través del siglo XVI hubo muchísimas razones para socorrer al reino con
fondos estatales y cambiar el sistema bélico privado. Ciertamente hubo razones de orden teológico donde no se
podía abandonar a aquellos indios que ya se hubiesen convertido al cristianismo, pero así también razones de
conservación de orden y estabilidad en otras regiones ya sometidas, caso concreto del Perú.
A su vez se debía cuidar el Estrecho de Magallanes llave y puerta marítima de entrada por el sur. En la
corona se comprendió que a raíz de las excursiones de piratas y corsarios en cuanto peligro estaban las ricas
posesiones americanas, especialmente el Perú si se descuidaban el Estrecho y los terrenos colindantes.
Mas avanzado el tiempo, las cajas del reino comenzaron a estar constantemente vacías y eran las riquezas del
Perú la fuente principal de alimentación de la guerra de Chile. A su vez, las exigencias de la guerra eran cada
vez más fuertes por lo que incluían mayor cantidad de armamentos, contingentes humanos y dinero. Tales gastos
sobrepasaban las posibilidades de la sociedad encomendera. Agregar a ello, que toda la ayuda prestada tenía un
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carácter esporádico y fundamentado en la esperanza de que la pacificación definitiva no tardaría en llegar. Sin
embargo, cada vez eran mas frecuentes las continuas peticiones de auxilio hacia la corte y la entrega de noticias
alarmantes sobre la angustiosa situación creada por la rebelión general de los indígenas y de la presencia de los
corsarios en las costas del reino. Con la creación de este ejército eficiente se conseguiría aquello con que habían
soñado todos los gobernadores y que ninguno había dejado de prometer: “el sometimiento de los naturales”.
La transformación del ejército fue paulatina y su nueva estructuración duró varios años. Diversas razones
llevaron a Felipe III y a su Consejo al convencimiento de que el único remedio posible para salvar esta colonia
estaba en proveer los gastos de la guerra, a lo menos durante algún tiempo, y darle un nuevo estilo. Comenzó
con el primer gobierno de Alonso de Rivera y terminó con el de Alonso García de Ramón.
Por cédula el 21 de marzo de 1600, el monarca disponía que se auxiliara a Chile con los dineros del Perú,
por tres años, con la suma de 60.000 ducados anuales. Esto era ya un presupuesto de guerra, temporal, pero
concreto, y además, indispensable para el mantenimiento de los refuerzos que se enviaban desde España.
El primer gobernador que pudo aprovechar este presupuesto de guerra, cuya novedad residía en que se
lo autorizaba por tres años consecutivos, fue Alonso de Rivera, capitán que había adquirido su experiencia de la
milicia en las guerras de Flandes.
Según Rivera había que coronar Bío-Bío y fortalecer sus riberas para poner freno al enemigo como una
muralla que dividiese sus términos y los nuestros. Por lo que su visión era ajustar los planes a la realidad. El
empeño usado por el gobernador para demostrar el precario estado del ejército y del reino indujo a la
monarquía española a dar el paso definitivo de asumir por completo la responsabilidad en la guerra de Arauco.
Rivera transformó gran parte de la caballería en infantería y las mezcló y en 1575 permitió que no se llevase a la
guerra sólo en casos forzosos a los encomenderos.
Ido Alonso de Rivera, en 1605 se hacia cargo nuevamente de la gobernación de Chile, Alonso García
Ramón, bajo cuya mano el ejercito terminaría administrativamente de tomar su forma definitiva. En su deseo de
repoblar el sur, el gobernador García Ramón llegó incluso a hacer pregonar en Santiago el 22 de mayo de 1605
una provisión ordenando a los encomenderos de Valdivia, Osorno, Imperial, Villarrica, Angol, estados de Arauco y
Tucapel que se habían instalado a vivir en ella después de la ruina de sus ciudades, que se aprestaran para
octubre de ese mismo año para venir con sus casas y familia cada uno a su ciudad a poblarla y habitarla. Sin
embargo, el plan de García no fue posible, ya que el plan de Rivera de estabilizar una frontera en el río Bío-Bío
perduró en la práctica por largo tiempo.
En suma, el siglo XVII se inició en la esfera militar con una transformación profunda de las formas
bélicas, que en su esencia se mantuvieron a través de toda una centuria y que a partir de esa transformación ya
quedó definitivamente el ejército con su carácter estatal y permanente.
FUENTES
Documentos
- Transcripciones tomadas de cartas de Pedro de Valdivia, que tratan del descubrimiento y conquista de
chile, edición facsimilar dispuesta y anotada por José Toribio Medina.
Libros
- Historia de América Latina, Leslie Bethell, Ed, Crítica, Barcelona 2000, Tomo I.
- Guerra y sociedad en Chile, Álvaro Jara, Ed. Universitaria, Chile 1984.
- Historia del Pueblo Chileno, Sergio Villalobos, Ed. Zig-Zag, Chile 1980, Tomo I.
- Para una meditación de la conquista, Sergio Villalobos, Ed. Universitaria, Chile, 1977.
Internet
- http://www.angelfire.com/
- http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/contextos/1525.htm
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