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El acto de comer es una actividad que las personas, igual que el resto de los
animales, realizamos cotidianamente. Los seres humanos comemos cuando tenemos
hambre, pero también por placer, por costumbre, para festejar, porque estamos
aburridos, por muchos motivos diferentes. No siempre somos conscientes de que comemos para
satisfacer una necesidad fisiológica ni de la importancia que tiene nuestra alimentación para el
crecimiento, durante la niñez y la adolescencia, o para nuestro bienestar y salud, tanto actual
como futura.
Pero... ¿Por qué necesitamos comer? Como estudiamos, el organismo está constituido por
unidades llamadas células; el latido del corazón, correr, pensar, respirar, son el resultado de la
actividad de millones de células. Para construirse a sí mismas y para funcionar, las células deben
incorporar continuamente una cantidad de sustancias que no pueden sintetizar: los nutrientes. Los
alimentos que componen la dieta son las fuentes de donde obtenemos algunos nutrientes como
los lípidos, las proteínas y los glúcidos.
El sistema digestivo es el encargado de la incorporación de los alimentos y de la
transformación de los mismos, posibilitando que los nutrientes contenidos en aquéllos ingresen al
medio interno. Una vez en el medio interno, los nutrientes están accesibles a las células, donde
son asimilados.
El sistema digestivo también se ocupa de la eliminación de los componentes del alimento
que no se incorporan al medio interno, junto con los cuales se desechan algunos residuos del
proceso digestivo.
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Figura 1. Anatomía del Sistema Digestivo
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La mucosa es una capa de tejido epitelial en contacto con la luz de los órganos. El tejido epitelial
se adapta a distintas funciones y presenta diferentes formas según el órgano. Se especializa en la
protección, la secreción de moco, la secreción de enzimas y la absorción. Apoya sobre una lámina basal o
lámina propia.
En el límite externo de la mucosa se halla la muscular de la mucosa (“muscularis mucosae”),
formada por tejido muscular liso.
La submucosa está formada por tejido conectivo. Posee abundante irrigación sanguínea e
inervación nerviosa. El tejido nervioso forma el plexo submucoso o plexo de Meissner. La submucosa está
recorrida por glándulas que se invaginan desde la capa mucosa adyacente.
La muscular consta de tejido muscular liso dispuesto típicamente en dos capas: una interna de
disposición circular y otra externa, de disposición longitudinal. Una variante se encuentra en el estómago,
donde se agrega una capa de fibras musculares dispuestas en forma oblicua. También se diferencia el
intestino grueso, en el cual la capa de músculo longitudinal es discontinua, formando bandas. En la
muscular se encuentra el plexo de Auerbach o mientérico (mio: músculo; enterón: intestino).
El tejido muscular liso de esta capa es responsable de la motilidad del tubo digestivo. Se halla
inervado por el sistema nervioso autónomo simpático y parasimpático.
En el tercio superior del esófago las fibras musculares son estriadas.
La muscular forma los esfínteres, que regulan el avance del alimento desde un órgano a otro:
· El esfínter esofágico superior (EES), en el inicio del esófago.
· El esfínter esofágico inferior (EEI), en el límite entre el esófago y el estómago.
· El píloro, ubicado entre el estómago y el duodeno.
· La válvula ileocecal, que separa al intestino delgado del ciego, la primera porción del intestino
grueso.
· El esfínter anal. Éste tiene dos partes: el esfínter anal interno, formado por músculo liso, y el
esfínter anal externo, formado por músculo estriado, de control voluntario.
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La serosa está formada por tejido epitelial y reviste todos los órganos del tubo ubicados en la
cavidad abdominal (estómago, intestino delgado e intestino grueso).
La capa serosa es una dependencia del peritoneo. Esta membrana posee dos hojas: una visceral, que
envuelve a los órganos, y otra parietal, que se aplica contra las paredes internas de la cavidad abdominal.
Los mesos son las porciones del peritoneo que conectan a los órganos con las paredes del abdomen. A
través de los mesos los órganos reciben irrigación e inervación.
Entre las hojas visceral y parietal del peritoneo existe una cavidad virtual, la cavidad peritoneal.
Además del tubo digestivo, también el hígado y el bazo se hallan envueltos por el peritoneo.
En el esófago, que atraviesa el cuello y el tórax, la serosa está reemplazada por un tejido conectivo
que forma la capa adventicia.
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Boca: digestión bucal
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Cada diente posee una corona, un cuello y una raíz, la cual está inserta en el alvéolo
dentario, cavidad excavada en el hueso maxilar.
De afuera hacia adentro, un diente presenta tres capas: el esmalte, la dentina o marfil y la
pulpa. En esta última se ubican los vasos y nervios del diente.
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Figura 10. Resumen en red conceptual
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estimulación de la faringe por el bolo alimenticio, la deglución se convierte en un acto reflejo
(involuntario). Se desencadena entonces una serie de mecanismos que ayudan al avance del bolo
alimenticio por el tubo digestivo. Al mismo tiempo, cierran la vía respiratoria para evitar que el
bolo se desvíe hacia la misma. Por lo tanto, la respiración queda interrumpida durante el instante
en que ocurre la deglución.
Los mecanismos reflejos de la deglución incluyen:
- La elevación del velo del paladar, que cierra las coanas.
- El ascenso de la laringe y el cierre de su orificio superior, la glotis, que queda cubierta por
un cartílago a modo de tapa (la epiglotis).
- La contracción de los músculos faríngeos, que empujan el bolo hacia abajo.
- La relajación del esfinter esofágico superior, para permitir el ingreso del bolo alimenticio.
Una vez en el esófago, el bolo avanza gracias a los movimientos peristálticos, ondas de
contracción que recorren el órgano en sentido descendente. La llegada de las ondas peristálticas a
la zona del EEI ocasiona la relajación del mismo, permitiendo el ingreso del bolo alimenticio al
estómago.
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Estómago: Digestión gástrica
El estómago (gastros) es una porción dilatada del tubo digestivo, cuya forma se compara con una
gaita o una letra J mayúscula. Se encuentra entre el esófago y el duodeno, con los cuales se comunica a
través de sendos orificios: el cardias y el píloro. Desde el punto de vista anatómico se divide en tres
regiones: el fundus, el cuerpo y el antro.
El estómago se comporta como un reservorio, pues adapta su capacidad (de aproximadamente
1500cc) para recibir distintas cantidades de alimento. En él, el bolo alimenticio se mezcla con el jugo
gástrico hasta convertirse en una pasta llamada quimo.
En la formación del quimo se combinan fenómenos mecánicos y fenómenos químicos: La
digestión mecánica consiste en movimientos de mezcla que diluyen el bolo alimenticio en el jugo
gástrico y trituran las partículas sólidas de alimento hasta que alcanzan un tamaño muy pequeño. En la
digestión química participa el jugo gástrico, secretado por la mucosa gástrica.
La composición del jugo gástrico es diferente cuando el estómago está en reposo o en actividad. El
jugo gástrico en reposo tiene una composición similar al plasma. Las células mucosas superficiales
también secretan una
gruesa capa de moco el
cual protege a la mucosa
de la acidez del jugo
gástrico, cuando el
estómago se halla en
actividad.
Fallas en la
barrera mucosa del
estómago pueden
provocar una lesión de
sus paredes, como la
llamada úlcera péptica.
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El ácido clorhídrico, además de actuar como un potente bactericida, es necesario en el jugo
gástrico para la conversión del pepsinógeno en pepsina.
La pepsina reduce proteínas y polipéptidos a moléculas más cortas, de diversos tamaños.
El jugo gástrico contiene también una lipasa (lipasa gástrica), enzima que degrada
triacilglicéridos de cadena corta, aunque su actividad sólo cobra importancia en casos de
insuficiencia pancreática.
Figura 16.
Activación del
pepsinógeno
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Las células hepáticas (hepatocitos) secretan la bilis en forma continua
y se acumula en la vesícula biliar, un receptáculo ubicado en la cara inferior
del hígado. La vesícula biliar es un reservorio de bilis, que se contrae ante
diversos estímulos, durante y después de las comidas, expulsando la bilis
hacia el duodeno. La bilis llega al duodeno en forma intermitente, a través
del conducto cístico y del colédoco, continuación del conducto hepático.
El colédoco termina en la ampolla de Vater, junto con el conducto
pancreático principal.
La bilis es un líquido amarillo-verdoso que contiene agua, electrólitos, sales biliares, colesterol,
fosfolípidos y los pigmentos bilirrubina y biliverdina. Estos últimos, que le otorgan su color, son
productos de desecho provenientes del metabolismo del grupo hemo (hemoglobina de la sangre).
La bilis se concentra en la vesícula biliar aunque las sales biliares son el componente activo de la
bilis; son sintetizadas en el hígado a partir del colesterol. Las sales biliares son como “detergentes”,
moléculas con una parte hidrofílica y otra parte hidrofóbica (anfipáticas), que actúan como
emulsionantes de los lípidos de la dieta. Estas rompen las grandes gotas de lípidos (insolubles en agua) en
gotas más pequeñas o micelas; éstas se mantienen suspendidas en el medio acuoso de los jugos digestivos,
formando una emulsión. La emulsión de los lípidos es necesaria para la acción de las lipasas, enzimas que
actúan en la digestión química de los lípidos.
Las sales biliares también se combinan con los productos de la digestión de los lípidos,
aumentando su absorción a nivel intestinal. El déficit de sales biliares ocasiona
una malabsorción de grasas.
Se requiere una pequeña cantidad de sales biliares, ya que la mayor parte
de las mismas es reabsorbida en el íleon (la última porción del intestino
delgado) y reciclada en el hígado.
La litiasis biliar es una enfermedad causada por la formación de piedras o
cálculos (litos) por precipitación de los componentes de la bilis. Si se extirpa la
vesícula biliar (colecistectomía), la bilis se secreta de forma constante y lenta
hacia el duodeno, permitiendo la digestión de cantidades moderadas de grasas
en la dieta.
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El jugo pancreático contiene sodio y bicarbonato, llevando el pH intestinal a 6 ó 7. La
secreción alcalina del páncreas no solo protege a la mucosa duodenal de la acidez del quimo, sino
que también brinda un pH óptimo para la actividad de las enzimas pancreáticas.
El jugo pancreático es rico en enzimas digestivas que actúan sobre todos los
macronutrientes: los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas. Por esta razón, la digestión no
se completa si la secreción de enzimas pancreáticas hacia el intestino delgado es defectuosa.
Cuando la aptitud de la glándula para sintetizar o secretar las enzimas se ve comprometida,
se afectan la digestión y absorción de distintos componentes de la dieta. En estas circunstancias
aumenta la cantidad de hidratos de carbono y proteínas en las heces. Sin embargo, el efecto
predominante de la deficiencia de enzimas pancreáticas es la esteatorrea, o sea la aparición de
grandes cantidades de grasa sin digerir en la materia fecal.
Varias de las enzimas pancreáticas se secretan en forma inactiva y se activan en el lumen
intestinal; de esta forma la glándula se protege de la autodigestión.
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La mucosa del intestino delgado presenta una serie de pliegues que hacen de ella una estructura
altamente especializada para la función de absorción. Se calcula que la superficie total de la mucosa
intestinal, gracias a dichas estructuras, es equivalente a la de una cancha de tenis. Esta amplísima superficie
optimiza la posibilidad de absorber los nutrientes que se liberan en la luz del intestino a medida que se
lleva a cabo la digestión química.
La sustancias absorbidas generalmente deben atravesar el enterocito (vía transcelular) para llegar
hasta la circulación, pues la vía paracelular (entre las células) se encuentra ocluida por las uniones
estrechas.
La membrana plasmática de los enterocitos posee una superficie apical, en contacto con la luz, por
donde ingresan los nutrientes. Éstos abandonan el enterocito a través de la superficie basal, en contacto
con vasos sanguíneos y linfáticos. En ambas superficies, apical y basal, se ubican diferentes transportadores
a través de los cuales se realiza la absorción.
En el interior de cada vellosidad se encuentran capilares sanguíneos y linfáticos, hacia donde se
dirigen los nutrientes.
Los capilares sanguíneos pertenecen al sistema de la arteria
mesentérica superior y confluyen luego en la vena mesentérica
superior, tributaria de la vena porta. La vena porta transporta
hasta el hígado los nutrientes absorbidos en las
microvellosidades.
Los quilíferos son los capilares linfáticos que ocupan el
centro de las microvellosidades. Hacia ellos se dirige la mayor
parte de los lípidos obtenidos de la dieta.
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Digestión en el intestino delgado
En el intestino delgado hay procesos de digestión química y de digestión mecánica.
El intestino delgado recibe el quimo. Al duodeno se vuelcan también la bilis y el jugo
pancreático, los cuales actúan sobre el quimo en la luz del intestino. Esta fase de la digestión
química intestinal, que transcurre en la luz del órgano, se conoce como digestión luminal.
En el duodeno se completa la digestión química de los glúcidos y de las proteínas, iniciada
en la boca y el estómago, respectivamente. A ello contribuyen las diversas enzimas del jugo
pancreático. También se lleva a cabo la digestión de las grasas, gracias a la acción emulsificante de
las sales biliares y la actividad hidrolítica de la lipasa pancreática.
Las células de la mucosa intestinal, los enterocitos, presentan una superficie apical plegada,
formando microvellosidades; a esta superficie se la conoce como “el ribete en cepillo”. Las
membranas del ribete en cepillo poseen diversas enzimas que participan en la digestión química.
Como resultado de la acción de estas enzimas, los glúcidos de la dieta se reducen a
monosacáridos y las proteínas a tripéptidos, dipéptidos y aminoácidos libres.
Después de su paso por el intestino delgado, todos los componentes del alimento han sido
expuestos a la totalidad de las enzimas presentes, de manera que alcanzan el máximo grado de
hidrólisis que dichas enzimas posibilitan, y están en condiciones de ser absorbidos.
Además de la digestión química, el intestino delgado realiza movimientos musculares que
toman parte en la digestión mecánica. En el intestino delgado se producen movimientos de
segmentación y movimientos de avance (peristálticos).
Los movimientos de segmentación ayudan a la mezcla del contenido luminal. Al mezclar
el quimo con la bilis, el jugo pancreático y las secreciones intestinales, aumentan la interacción de
los componentes del alimento con las sales biliares y las enzimas. También favorecen el contacto
con la mucosa intestinal. Esto facilita la digestión de superficie, a nivel del ribete en cepillo, y la
posterior absorción de los productos de la digestión.
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El ciego está conectado con el apéndice, el cual tiene agregados de tejido linfático. El
apéndice tiende a obstruirse e inflamarse, exigiendo su extirpación quirúrgica para evitar su rotura
y una peritonitis.
El colon se divide en las siguientes porciones: colon ascendente, colon transverso, colon
descendente y colon sigmoideo o ileopélvico; dichas porciones describen un marco alrededor de
las asas intestinales.
El intestino grueso es de mayor calibre que el delgado, pero más corto que éste.
El músculo longitudinal del intestino grueso no forma una capa continua, sino que está
dividido en bandas longitudinales, las tenias. Como dichas bandas son más cortas que la capa
muscular circular, provocan la formación de unos pliegues (haustras) en la pared del intestino
grueso.
El canal anal posee dos esfínteres. El interno es un engrosamiento del músculo liso circular
y su control es involuntario. El esfínter externo, de control voluntario, está formado por músculo
estriado.
La mucosa del intestino grueso no presenta pliegues. Contiene numerosas glándulas
tubulares rectas con células caliciformes. Las células de revestimiento, los colonocitos, están
especializadas en la absorción de agua y electrólitos.
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El volumen fecal estimula el peristaltismo, de allí la importancia del consumo de fibra para
mantener una defecación regular.
La necesidad de defecar se percibe cuando el contenido fecal distiende las paredes del recto. Este
Este estímulo relaja temporalmente el esfínter interno. Si el esfínter externo no se relaja voluntariamente,
voluntariamente, el esfínter interno se contrae nuevamente y la
urgencia de la necesidad de defecar desaparece por un tiempo.
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mezcla con el jugo gástrico en la formación del quimo. En el estómago no hay hidrólisis de los
hidratos de carbono. Los polisacáridos que no pudieron hidrolizarse en la boca son atacados en el
duodeno por la amilasa pancreática, la cual posee la misma acción que la amilasa salival. Las
dextrinasas y disacaridasas del ribete en cepillo completan la hidrólisis hasta la obtención de
monosacáridos.
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