Está en la página 1de 6

La última dictadura militar en Morón 

(1976-1983)

ANTECEDENTES

El 6 de septiembre de 1930 se iniciaba un ciclo de inestabilidad política en la Argentina que iba


a marcar gran parte del siglo XX, con seis golpes de Estado encabezados por las Fuerzas
Armadas (FFAA). Los gobiernos civiles vieron interrumpidos sus mandatos por golpes militares
en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976. Pero el último golpe cívico-militar fue diferente,
porque ejecutó un plan sistemático de tortura y exterminio que configuró el terrorismo de
Estado.

Hacia 1976, Morón era un partido que estaba completamente urbanizado, con más de 500.000
habitantes, más de 25.000 operarios en establecimientos industriales, y varias grandes fábricas
con cientos o miles de empleados en cada una, como La Cantábrica, la Textil Castelar, o las
textiles Alfa e Italar. Además, aún se mantenían en pie para 1976 las entidades que habían sido
el eje de la sociabilidad urbana y barrial durante más de medio siglo: 80 Sociedades de
Fomento y 62 Clubes deportivos.

En cuanto a la vida cultural moronense, se editaban regularmente 17 periódicos zonales y los


vecinos podían concurrir a 11 bibliotecas públicas. También es para destacar el amplio arco de
instituciones educativas, que iban desde el nivel inicial hasta el universitario. Por todo lo
dicho, para los militares golpistas, el viejo partido de Morón (con Ituzaingó y Hurlingham)
tenía una alta concentración de elementos subversivos que serían el blanco del plan de
exterminio implementado a partir de marzo de 1976.

SE INICIA EL «PROCESO DE REORGANIZACIÓN NACIONAL»

Hacia diciembre de 1975, en distintas reuniones las FFAA diagramaron los objetivos generales
del inminente golpe de Estado. Los militares entendían que el nuevo gobierno de facto debía
resolver de una vez y para siempre los problemas argentinos, entre ellos el fundamental desde
la visión castrense: el exterminio de todo vestigio de subversión en el marco de la Doctrina de
Seguridad Nacional. Por lo tanto no podía ser un golpe más, sino “el golpe” que acabara con
todos los golpes. Los plazos de las distintas etapas serían vistos más adelante, ya que la
dictadura no tenía plazos sino objetivos.[1] Para cumplir estos objetivos fueron involucradas
las FFAA en su totalidad. Concretamente buscaron dominar todos los pliegues del poder para
completar el plan de exterminio integral contra los “enemigos internos”.

Los meses previos al golpe, en Morón la prensa local ya reflejaba un clima político de
derrumbe y cambio inminente. En ese sentido el periódico La Tribuna planteaba: “…el
enfrentamiento dialéctico entre ricos y pobres, patrones y obreros, adultos y jóvenes, padres e
hijos, profesores y alumnos, iglesia jerárquica e iglesia carismática, fuerzas armadas y pueblo,
ejércitos de ‘liberación’ y fuerzas de represión… éste es el futuro que quiere para nuestra
Patria la guerrilla: destruir todo aquello que nos ate con el pasado, con nuestra tradición
cristiana… porque cristiano fueron San Martín y Belgrano… y cristiano fue siempre el valeroso
soldado criollo, que ayer dio su vida para expulsar al ‘hereje inglés’, y que hoy la ofrece para
expulsar al ‘ateo marxista’…”[2]
Hubo sectores de la población que vieron el golpe de 1976 con simpatía. Durante más de
cuatro décadas, los militares habían intervenido en la política con frecuencia, derribando
gobiernos democráticos o proscribiendo a los partidos mayoritarios. En Morón, no faltaron
sectores de las distintas clases que vieron con alivio la caída del débil y desprestigiado
gobierno de María Estela Martínez de Perón. Al día siguiente del golpe, por ejemplo, el diario
local El Cóndor anunciaba: “Llega a su término una situación que agravia a la Nación y
compromete su futuro”, y agregaba: “Nuestro pueblo ha sufrido una nueva frustración. Ante
una irreparable pérdida del sentido de grandeza y de fe las F.F.A.A. – en cumplimiento – han
asumido la conducción del Estado”.[3]

La intendencia de Morón se mantuvo dos días acéfala. No fue hasta el 26 de marzo, que el
brigadier José María Romero, jefe de la VII Brigada Aérea y flamante Jefe del Área de
Seguridad de Morón, se hizo presente en el Palacio Municipal y nombró intendente al
comodoro retirado Raúl Pires Apolonia. Las primeras víctimas de la dictadura en Morón serían,
justamente, los empleados municipales. El primer decreto del intendente de facto, firmado el
29 de marzo, suspendió el Estatuto del Trabajador Municipal. Ese mismo día, el personal fue
declarado en su totalidad “en comisión”: en caso de juzgarlo conveniente, el intendente podría
trasladarlos a otros sectores de la administración o removerlos de sus empleos. A partir de
entonces, los empleados perderían la estabilidad adquirida en las tres décadas anteriores.

En la provincia de Buenos Aires, la gobernación recayó en manos del General retirado Ibérico
Saint Jean, un hombre cercano al Presidente de facto Jorge Rafael Videla y al ministro del
Interior Albano Harguindeguy. Saint Jean orientó su política hacia los municipios en frentes
complementarios: fortalecer la figura de los intendentes y promover la municipalización y el
“vecinalismo” como forma de legitimación. Por ello, y siguiendo tradiciones militares de las
dictaduras previas, el Proceso prestó especial atención a los municipios como el escenario para
la refundación política, económica y social del país.

Las políticas de “municipalización” implicaban el traslado de servicios e infraestructura con


presupuesto provincial a manos de los distritos, quienes luego debían privatizar la mayor
cantidad posible. Por el otro, las asociaciones vecinalistas fueron vistas como una escuela de
funcionarios y la herramienta privilegiada para articular los intereses comunales, al tiempo que
la forma de legitimar al régimen. Del “fomentismo” debían surgir los nuevos líderes políticos
por fuera de los partidos tradicionales, y los intendentes debían ser controlados por la
comunidad de la cual formaban parte.[4]
En 1979 se produjo un recambio de autoridades, con la aparición de intendentes civiles para el
conurbano. La elección para Morón recayó en el doctor Ernesto Enrique Rodríguez, que
asumió a fines de octubre. En marzo de 1981 asumió un nuevo Gobernador militar, Oscar
Gallino, que reorientó los vínculos de los intendentes hacia los dirigentes del fomentismo
tradicional de la Confederación de Entidades Fomentista, creada en 1974.[5] El intendente
Rodríguez, por su parte, fortaleció las Delegaciones Municipales como forma de participación
política en las distintas localidades y herramienta de legitimación de su gestión. Repetía el
esquema del gobierno militar de la Revolución Argentina: las entidades reconocidas de cada
localidad formaban ternas de candidatos para ocupar las Delegaciones, de las cuales el
intendente realizaba la elección final. Además, impulsó una fuerte política de subsidios para
sanear clubes y asociaciones.

En 1982, los militares nombraron un Gobernador civil para la provincia de Buenos Aires, que
sería Jorge Aguado. El lineamiento que siguieron los intendentes la gestión Aguado fue
fomentar la creación de partidos municipalistas o apoyar a los partidos de derecha, intentando
opacar las dirigencias vecinales que cada vez se politizaban más. En un contexto de cierta
reactivación de la vida política y de protestas vecinales, pero de fuerte crisis económica,
Rodríguez renunció por derogar un aumento de las tasas municipales impulsado desde la
gobernación. Su sucesor, el civil Juan Jesús Blasnick terminó de manera similar ante una gran
protesta popular en la plaza San Martín contra un nuevo aumento de tasas, debiendo
renunciar a favor de Santiago Cahill, el último Intendente de facto de Morón. [6]

EL TERRORISMO DE ESTADO EN MORÓN

En el entramado del poder clandestino del terror, el oeste del conurbano bonaerense se
ubicaba en la Zona 1,  y quedó bajo la órbita represiva de la Fuerza Aérea, ya que Morón tenía
dos importantes bases militares: La VII Brigada en Castelar y la Base Aérea de El Palomar. Sólo
en Morón hubo más de trescientos desaparecidos. A este circuito represivo los militares lo
denominaron Subzona 16, integrado por los partidos de Morón (en su anterior conformación
con Ituzaingó y Hurlingham), Merlo y Moreno, e incluía a la Primera Brigada Aérea de El
Palomar, la VII Brigada Aérea de Morón y las Comisarías 1ª (seccional Morón), 2ª (seccional
Haedo) y 3ª de Morón (seccional Castelar). El principal Centro Clandestino de
Detención, Tortura y Exterminio fue conocido como «Mansión Seré» o «Atila», que
funcionó entre diciembre de 1976 y fines de marzo de 1978 en el antiguo casco de la quinta de
la Familia Seré.

La Subzona 16  (fuerza de tareas 100) 

Por medio de la Orden de Operaciones Provincia (junio de 1976), el Ejército delegó en la Fuerza
Aérea Argentina (FAA) el control del operativo de la denominada Subzona 16, que comprendía
los partidos de Merlo, Moreno y el  viejo partido de Morón  (Hurlingham e Ituzaingó incluídos).
Hasta el momento se han identificado dentro de sus límites  14 Centros Clandestinos  de
Detención (CCDs) y otro sitio, la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (R.I.B.A). Es
importante señalar que las comisarías de la Policía Bonaerense se encontraban subordinadas a
la FFAA.

ÁREAS. 160:  Viejo Partido de Morón, excepto zona norte del mismo (localidad de El Palomar).
161: Localidad de El  Palomar. 162: Partido de  Moreno.163: Partido de Merlo. En  VII Brigada
Aérea la Fuerza Aérea ejercía el Comando del Área 160.  Desde 1988 la VII Brigada tiene su
asiento en la Base Aérea de Moreno, y actualmente en la Base Aérea de Morón funciona el
Instituto Nacional de Aviación Civil, el Museo Aeronáutico Nacional y el Aeródromo Morón.
LUGARES EMBLEMÁTICOS DEL TERRORISMO DE ESTADO

El Chalet (Hospital Posadas)

Durante la dictadura, el Hospital Posadas fue objeto privilegiado de las prácticas represivas del
gobierno de facto. Entre los militares se agitaba el fantasma del “Hospital guerrillero”, la
fantasía de que la subversión se había servido de él como centro de operaciones. El 30 de
marzo de 1976, el ejército se presentó con tanquetas y personal armado. Se nombró
interventor al médico Agatino De Benedetto, que dejó en claro que su objetivo era “acabar
definitivamente con las actividades subversivas que tienen lugar en el hospital”, valiéndose
para justificarse del argumento de que “el hospital era un nido de subversivos”. Poco después
fueron detenidos varios jefes y cesanteados casi un centenar de trabajadores al aplicarse la ley
21.260 de represión de las actividades subversivas. Esta medida trajo como consecuencia el
exilio de un importante número de médicos.[7]

También se buscaron túneles que conectaran el Hospital con el Barrio Carlos Gardel, porque se
decía que había quirófanos clandestinos y que los médicos atendían a los guerrilleros. La
acusación era esa: que “los médicos eran guerrilleros”. Pero según explicaría más tarde el
Doctor Julio Sabio, jefe del servicio de Clínica Médica del Posadas, era imposible atender
clandestinamente a un paciente en un Hospital como el Posadas, con más de 1.500 miembros
de personal.

La Mansión Seré, Atila

Entre 1977 y 1978 fue uno de los centros clandestinos más importantes de la zona oeste del
conurbano. En la jerga de los represores la casa fue bautizada con las denominaciones
de Atila o La Mansión. Por él pasaron centenares de personas, torturadas bajo la
responsabilidad de la Fuerza Aérea Argentina, dependencia que comandaba la represión ilegal
en la Subzona 16 (Oeste del Gran Buenos Aires).

Los operativos contaron con la utilización de otros edificios en la región como El Chalet en el
Hospital Posadas, la Regional de Inteligencia de Buenos Aires (RIBA) La Casona (I Brigada Aérea
de El Palomar) y la VII Brigada Aérea de Morón. El aparato represivo contó además, con la
complicidad de la Policía Bonaerense, sobre todo a través de las comisarías 1era, de Morón,
3era de Castelar y 2da de Haedo.

La fuga: Cuatro detenidos-


desaparecidos lograron escapar de
la Mansión Seré, hecho a partir del
cual la historia del edifico dio un
vuelco inesperado.  El 24 de marzo
de 1978, Claudio Tamburrini, Daniel
Russomano, Guillermo Fernández y
Carlos García pudieron evadirse,
descolgándose con frazadas atadas
desde una ventana del primer piso.
Todos estaban esposados y
prácticamente desnudos, a pesar de
lo cual eludieron los controles y
salieron de la propiedad en plena
noche, envueltos en una lluvia
torrencial que obligó a replegar la
búsqueda de sus captores. Pocos
días después de la fuga parte de los
detenidos que quedaron en la
Mansión fueron trasladados a otras
dependencias o liberados. Luego la propiedad fue incendiada y más tarde dinamitada para
borrar los restos del horror y las pruebas del plan de exterminio. Cuando fue devuelta a sus
dueños, más de un 80% de la propiedad estaba en ruinas.[8]

EL FIN DE LA DICTADURA Y LA VUELTA A LA DEMOCRACIA

El caos socioeconómico reinante y la derrota en la Guerra de Malvinas, dejó a la dictadura


militar en un estado de crisis terminal que abrió las puertas para la vuelta de la democracia. En
Morón, por ejemplo, el conflicto bélico del Atlántico Sur se vivió intensamente.

Durante ese periodo, los vecinos vivieron con temor la posibilidad de un ataque, ya que el
partido estaba ubicado entre dos bases militares, la de la VII Brigada Aérea de Morón y la I de
El Palomar. Los colegios de la zona, por ejemplo, hacían ensayos para evacuar los edificios
escolares en el menor tiempo posible. De noche se cortaban todas las luces de las calles en los
alrededores de las Bases. Un grupo de vecinos se había autoconvocado para colaborar, y
pintaban los cordones de las veredas de color blanco, para que los aviones pudieran, en caso
de ser necesario, aterrizar de noche. También se hizo un registro de dadores de sangre, donde
se preguntaba a los vecinos su grupo sanguíneo para ponerlo a disposición de Defensa Civil.

Del antiguo Partido de Morón 270 jóvenes fueron enviados a las islas. De ellos, 17 perdieron la
vida y muchos más resultaron heridos. En Morón los conscriptos fueron convocados
mayoritariamente al Regimiento 3 de Tablada, del que casi mil conscriptos fueron a Malvinas
en cinco compañías. El segundo grupo más numeroso fue el Grupo de Artillería de Defensa
Aérea 101 – Batería “B”, con asiento en Ciudadela.

Hacia 1983, luego de la derrota de Malvinas, con los militares desprestigiados y en retirada, la
política volvió a las calles y renació la participación ciudadana.  Nuevamente se realizaron
elecciones sin condicionamientos y en aquellos comicios de 1983 triunfó en Morón el
candidato del Movimiento de Renovación y Cambio de la UCR, Norberto García Silva, que
había sido Concejal durante la gestión de Merino.

Durante la intendencia de García Silva el HCD funcionó con normalidad y realizó una intensa
labor. A raíz del legado trágico de la dictadura, en estos años se hizo especial hincapié en el rol
que cumplía esta institución como “primera instancia de la democracia” y “escalón donde el
hombre está más cerca del funcionario”. En ese sentido, se destaca la creación de la Comisión
de Derechos y Garantías del Ciudadano, basada en el Ombudsman de los países nórdicos. La
Comisión buscaba evitar violaciones a los derechos humanos así como hacer respetar los
derechos y garantías constitucionales.[9]

También podría gustarte