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Lectura y comentario de Sofı́a de (Rousseau).

Teorı́a y crı́tica feminista: Tema 2. Bases conceptuales. Ciudadanı́a,


DDHH y paradojas.

Sofı́a Moreno Escudero

31 de marzo de 2021

Nuestra lectura de El Emilio de Rousseau (1762 ) se apoya en otro texto del Lectura
mismo autor: el Discurso sobre las ciencias y las artes. En esta segunda obra — e inter-
escrita antes que la primera—, Rousseau (1986, p 151-152) caracteriza a su propio preta-
siglo, el siglo ((de las luces)), como una época corrompida por el progreso de las artes ción del
y las ciencias. A través de argumentos históricos Rousseau (ibı́d., p 153) defiende texto de
que la caı́da de los imperios y las civilizaciones se han producido por la proliferación Rous-
del lujo y el abandono de las costumbres sencillas e ingenuas. seau.
Rousseau (ibı́d.) hace una distinción entre los maestros que verdaderamente han
contribuido al crecimiento de la humanidad (p 174) y los que al obrar para agradarse
unos y a otros son esclavos de su dependencia mutua (p 149). Entre aquellos que
utilizan el arte y la ciencia como forma de ostentación incluye a los académicos de
las universidades y a autores como Spinoza o Hobbes que, con las más perniciosas
extravagancias, han prostituido el progreso humano (ibı́d., p 173).
A diferencia de estos, están los grandes hombres a los que su época ha llamado a
destacar. De una forma parecida a Sor Juana (s.f., p 63), argumenta que hay ciertos
hombres que han sido elegidos por naturaleza para crear las más gloriosas obras para
el espı́ritu humano. Hombres con talento en los que ciencia y virtud se reconcilian.
Sin embargo Rousseau (1986, p 173) pone un requisito para que los hombres sabios
lo sean: el poder1 .
Los hombres sabios en este sentido, serán aquellos que consigan aumentar la
fortaleza y el poder de su población en tanto que la fuerza y la independencia es lo
que nos convierte en cuidadnos libres (ibı́d., p 171, 176).
Pero a diferencia de Sor Juana (s.f.), Rousseau negará a las mujeres la posibilidad
de convertirse en sabias. Las mujeres carecen de poder por definición:

el destino especial de la mujer es agradar al hombre. Si recı́procamente el


hombre debe agradarle a ella, es una necesidad menos directa; el mérito
del varón consiste en su poder, y solo por ser fuerte agrada. (Rousseau
1762 , p 249)
1
((Mientras el poder esté sólo a un lado, y las luces y la sabidurı́a solas a otros, raramente
pensarán los sabios grandes cosas, más raramente aún las harán bellas los prı́ncipes, y los pueblos
continuarán siendo viles, corrompidos y desgraciados)) (Rousseau 1986, p 175)
El papel de la mujer es complacer al otro. Ella debe entregarse y convertirse en
dependiente de él pero él no de ella. Por esta definición la mujer reúne las carac-
terı́sticas opuestas a las del ciudadano. Sofı́a se define por todo lo que no es Emilio.
En el caso de que, como en la República de Platón, las mujeres desempeñasen los
mismos ejercicios que los hombres, estas dejarı́an de ser consideradas mujeres y serı́a
hombres (Rousseau 1762 , p 252)
Aunque varón y mujer tiendan a un mismo fin social –entendemos que se trata
de la reproducción–, la forma en la que ambos concurren es diferente (ibı́d., p 249).
Es por ello que el matrimonio no debe funcionar con reciprocidad.
Según nuestra interpretación, Rousseau dice lo siguiente al respecto de cómo
deberı́an ser las mujeres en sociedades libres y sencillas: La división de papeles en
función del género responde a las leyes de la naturaleza mismas (ibı́d., p 249). Al
mismo tiempo, también considera natural que las mujeres tengan posibilidad de no
dejarse domeñar: aprovechándose de sus atractivos y del deseo del hombre, ella le
subyuga; ((la naturaleza armó al débil para que esclavizase al fuerte))2 (ibı́d., p 249).
Pero aunque la mujer es capaz de dominar al hombre su deber es no hacerlo.
Al igual que las hembras humanas repelen al macho, las mujeres deben contener
los impulsos del hombre a través del pudor y el recato (ibı́d., p 249-250). El poder
que la naturaleza le ha dado a las mujeres les permite doblegar al varón, pero la
ley del ((Ser Supremo)) la obliga al recato (ibı́d., p 250)3 . En esta doble exigencia
se encuentran la libertad y el bien de la mujer: libertad para elegir adecuarse a los
mandatos de Dios. La libertad de la mujer casada es la libertad de su marido en
tanto en cuanto ella es dependiente de él.
Las transgresiones a este orden del matrimonio y la ley divina deben ser castiga-
das: tanto para el hombre que intente usurpar los derechos del marido (ibı́d., p 250)
como si la mujer ignora las normas de recato (ibı́d., p 250-251).
Este mandato se encuentra en oposición con lo que Rousseau se encuentra en su
tiempo. Rousseau (ibı́d., p 251) critica de la sociedad moderna es que los hombres
han conquistado a las mujeres, no por su poder, sino con galanterı́as. Los hombres
se han vuelto dependientes de complacer al otro al igual que las mujeres. Ellos se
han afeminado, han perdido su poder y son las mujeres las que manejan con su
influencia el mundo (ibı́d., p 253). Las sociedades urbanas y cultivadas han primado
los talentos agradables sobre los que son útiles a las sociedad (Rousseau 1986, p 171).
Han perdido la pureza de corazón y la medida de la virtud (ibı́d., p 176).

Pueblos civilizados y cultivados: Esclavos felices, les debéis ese gusto


delicado y fino del que os jactáis; esa dulzura de carácter y esa urbanidad
de costumbre que entre vosotros vuelve el trato comunicativo y tan fácil;
2
Aunque Rousseau dice esto de las mujeres, a lo largo del texto no parece que les atribuya
ningún tipo de voluntad o maldad propia que les lleve a corromper a los hombres. Parece que
se trate más bien de un resultado de una organización social o una tendencia natural. De hecho,
dirı́amos más bien que no parece que le atribuya a las mujeres ninguna voluntad en general.
3
Si Rousseau negase todo poder a la mujer, esta no se distinguirı́a del esclavo. Una postura
como esta serı́a mucho más débil frente a los argumentos a favor de la emancipación de la mujer.
La mujer ha sido creada por Dios al igual que el hombre: en tanto que tiene alma tiene que tener
también libertad. Rousseau no niega que las mujeres puedan elegir, pero considera que el camino
de la verdad y el bien es uno (Rousseau 1986, p 161): el que pone a las mujeres a disposición de los
hombres. No podemos ilustrar esta interpretación con referencias explı́citas, pero nos parece que
podemos apollarnos en Condorcet (s.f., p 101)
en un a palabra, las apariencias de todas las virtudes sin tener ninguna.
(Rousseau 1986, p 149)

Cuando Rousseau (1762 , pág. 253) nos habla de incluir en la escuela pública a
las niñas, nos dice: ((No tienen escuelas públicas, ¡qué desdicha! Si los muchachos
no las tuviesen, se educarı́an con más juicio y mayor honestidad)). Porque Rousseau
considera que los jóvenes deberı́an aprender aquello que les hiciera ((útiles)) para
la comunidad. Y que las mujeres aprendieran las virtudes que les son propias, en
contraposición a las de los hombres. (ibı́d., p 253)
El estudio de lo humano en un primer momento buscó el bien del hombre, pero
al convertirse en una disciplina de hombres que pierden el tiempo y se aprovechan
del del resto, las artes y las ciencias acaban por promover el lujo y envilecer las
sociedades (Rousseau 1986, p 163). El espı́ritu galante y cortesano ha feminizado a
los hombres. ((El estudio de las ciencias es más propio para amollecer y afeminar los
brı́os que para afirmarlos y animarlos)) (ibı́d., p 168).
Resumiendo lo dicho, en la critica de Rousseau a la sociedad moderna se dan estos
dos procesos conjuntamente: por un lado la pérdida de la sencillez y la ignorancia
que ha derivado en el lujo y por otro la ostentación y la feminización de la sociedad.
Apoyándonos en los textos extraemos la siguiente interpretación: Rousseau considera
que son verdaderamente las mujeres las que tienen el poder en la sombra y que
esa feminización va de la mano con la degeneración de la sociedad. Los hombres,
al buscar agradar a los otros descuidaron su poder. Al comportarse los hombres
como mujeres, ellas han obtenido el poder. ((Convencidos los hombres de que sus
gustos dependı́an más de la voluntad del bello sexo de lo que habı́an creı́do, han
cautivado esta voluntad por medio de condescendencias que ha remunerado con
usura [a las mujeres])) (Rousseau 1762 , p 251). El poder en las mujeres es sinónimo
de degeneración. El viraje de las costumbres y la moral hacia el sedentarismo y la
cortesanı́a ha acabado con la libertad y la virtud del hombre.

Estas tesis de Rousseau han sido cuestionadas desde la propia ilustración. Mary Contra-
Wollstoncraft4 en su Vindicación de los derechos de la mujer encontrará un problema argu-
fundamental de la argumentación del autor: dicho resumidamente, el problema de mentos
Sofı́a es que está basado en una falacia naturalista. El francés considera como natural posibles
aquello adquirido por educación: la ((tan agradable y delicada inteligencia)) (ibı́d., desde
p 253), su pasividad y su debilidad (ibı́d., p 249), el papel de unificadora de la familia esta
(ibı́d., p 251), todo ello lo atribuye a las leyes naturales, y al hacerlo confunde lo época.
que las mujeres son de facto con lo que pueden llegar a ser.
Desde nuestro punto de vista, esto nos lleva a otra crı́tica que la misma Sor
Juana (s.f.) podrı́a plantear –aunque ella no lo hubiera explicado tan directamente,
sino como más capacidad y sutileza. Rousseau no se hace cargo de su posición y sus
prejuicios, sino que los asume como verdaderos. Creyéndose tan sabio, argumenta
desde la arrogancia. Se considera con derecho a definir la naturaleza de todas las
mujeres y a determinar cuales son la leyes divinas: sin hacerse cargo de lo que la
costumbre nos ha enseñado, sin hacerse cargo de aquellas mujeres que en la historia
fueron iluminadas y demostraron tener talento (ibı́d., p 62-63).
4
Por motivos prácticos no hacemos referencia directa a esta obra. Solo extraemos de ella esta
idea general.
Además de esto, podemos decir que en el texto de Rousseau hay una falacia de
generalizaición apresurada. El francés generaliza con leyes la naturaleza que rigen
la vida de todas las mujeres, pero narraciones como la de la propia Sor Juana (s.f.,
p 46) son ejemplos de como el instinto materno no tiene porque operar y el impulso
hacia el conocimiento se puede imponer y la persona ha sido elegida por Dios. Aun
ası́ Rousseau afirmará que estos casos concretos de mujeres que no son madres o
no están embarazadas no pueden cambiar que ((las leyes generales)), puesto que si
ninguna mujer fuera madre perecerı́a el género humano (Rousseau 1762 , p 252).
Pero Rousseau no solo asevera que los seres humanos deben reproducirse, sino
que además asigna un papel de madre, servicial y agradable. Afirma que todas las
mujeres son o deberı́an ser de una cierta manera, incurriendo en una simplificación
burda de la realidad. ¿Cuál es la génesis de esta generalización? ¿no será posible,
que Rousseau confunda sus costumbres con certezas? Por su manera de hablar de
las mujeres, ¿no es posible que, Rousseau no se haya desprendido de los prejuicios
infantiles? y más allá, haciéndonos cargo de la genealogı́a que hace Barre (1993,
p 80) del prejuicio ¿es posible que Rousseau haya transferido lo que sabe sobre su
relación con su propia madre o con unas pocas chicas, a todas las mujeres?
Estos argumentos cuestionan que la validez de las premisas de Rousseau o que
hayan sido adecuadamente extraı́das. Además de estos, desde Condorcet (s.f., p 103)
podemos traer otros argumentos que cuestionen sus consecuencias.
Si es deber de las mujeres criar a los hijos y educarlos en la verdad, ellas serı́an
más aptas si la educación fuera la misma (ibı́d., p 105) –entendamos aquı́ educación,
no solo como el transmitir conocimientos a los niños, sino también todo lo que tiene
que ver con la transmisión de valores durante la crianza. Frente a esta demanda de
dar a las mujeres la misma educación Rousseau (1986, p 253) dice ((cuanto más se les
quieran parecer [las mujeres a los hombres], menos los gobernarán, y entonces sı́ que
serán ellos los amos)). Pues bien, si el objetivo es impedir que los haceres femeninos
infecten la sociedad, parece que Rousseau deberı́a estar a favor de no hacer diferencias
entre la educación de niños y niñas. Si las mujeres tienen el poder en la sobra, como
afirma Rousseau, ((esta influencias... será mucho más temible en secreto que en la
discusión pública)) (Condorcet s.f., p 104). Si lo que buscamos es una sociedad más
verdadera y sencilla, Rousseau deberı́a oponerse a estas influencias ocultas y luchar
porque la educación de hijos e hijas fuera igual; aunque esta educación no los formase
en artes y ciencias, sino en la utilidad y las leyes de la naturaleza, de manera que
pudieran evitar ser arrastrados y arrastradas por las costumbres.
En el hecho de que Rousseau no responda a la cuestión de la educción de las
niñas encontramos un indicio que refuerza la observación por la cuál decı́amos que
el texto se fundamenta en prejuicios y no en un razonamiento correcto.

En conclusión consideramos que hay razones para sospechar que para Rousseau Exposi-
las mujeres no son seres humanos en el sentido ilustrado del término. En Sofı́a apa- ción de
recen como fetichizadas, reducidas a lo que ((las leyes naturales)) las hacen ser, e nuestra
indivisiblemente adscritas a su papel en la familia y la sociedad. Carecen constituti- propia
vamente de las caracterı́sticas propias del ciudadano: libertad, igualdad e indepen- tesis.
dencia.
La mujer se define por oposición al hombre –como veı́amos: poder-debilidad,
activo-pasivo, agradable-fuerte, etc. La mujer es el opuesto en beneficio del hombre,
que encarna al ciudadano. Dicho de otra forma: el ciudadano se identifica con la
masculinidad. Diremos que en cierto modo, esta diferencia hombre-mujer salvaguar-
da la supervivencia de las sociedades. Ası́ hemos visto también como Rousseau en
su texto Sobre las artes y las ciencias asocia a las sociedades modernas corrompidas
con una feminización de las costumbres. Como si –ya sea causa o consecuencia– la
diferencia entre hombres y mujeres se hubiera diluido a la par que se han perdido la
pureza y la sencillez de otros tiempos.
Es sobre esta base sobre la que nos apoyamos para sostener la siguiente tesis al
respecto de la cual ya hemos ido aportando ideas: entre los pilares de la obra de
Rousseau está el no reconocer a las mujeres como iguales. La masculinidad racional
y autónoma se opone a la dependencia femenina. Sobre este mito de los géneros
puede articularse una creencia en las infinitas capacidades humanas y en el progreso.
Colocando en la mujer toda la pasividad y la fragilidad humana, creen haber liberado
al hombre de estos atributos. El hombre en este sentido, en tanto que carente de todo
lo asociado con la feminidad, será un ciudadano racional y libre capaz de establecer
un contrato social.
Esta tesis que aquı́ planteamos no ha sido comprobada en este texto y está
todavı́a en proceso de investigación. Creemos que las reflexiones de otras autoras
feministas posteriores a la ilustración podrán ayudarnos encajar nuestras tesis. Por
ejemplo, pensamos que serán de ayuda El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir.
Aún no tenemos conocimientos suficientes para hacernos cargo de esta obra, pero
pensamos que a través de ella podremos explicar cómo y para qué se construye el
género. Nos preguntaremos si la diferencia de los géneros cumple una función en las
premisas de la ilustración y en Rousseau.
BIBLIOGRAFÍA
Barre, Poullain de la (1993). ((De la Educación de las Damas)). En: Madrid: Cátedra.
Cap. Segunda conversación, págs. 73-95.
Condorcet, N. (s.f.). ((Sobre la admisión de las mujeres al derecho de ciudadanı́a)).
En: La Ilustración Olvidada: La polémica de los sexos en el siglo XVIII. Ed. por
A.H. Puelo. Anthropos, págs. 100-107.
Rousseau, J.J. (1986). Discurso Sobre las Ciencias y las Artes. Madrid: Alianza
Editorial, págs. 148-176.
— (1762 ). ((El Emilio o de la Educación)). En: cap. Libro Quinto: Sofı́a o la Mujer,
págs. 248-253.
Sor Juana (s.f.). En: cap. Respuesta a sor filotea, págs. 44-53.

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