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Prólogo a la nueva edición

Viendo la luz: un feminismo


visionario

El movimiento feminista sigue siendo una de las lu-


chas más potentes por la justicia social que tienen lugar
hoy en el mundo. Terminé el primer borrador de mi
primer libro feminista, Ain’t I a Woman: Black Women
and Feminism, cuando tenía diecinueve años. Se publicó
casi diez años más tarde. En esos diez años, me impli-
qué cada vez más en la elaboración de teoría feminista.
A menudo, cuando las personas hablan o escriben acer-
ca del movimiento feminista contemporáneo lo pre-
sentan como si hubiera un cuerpo fijo de principios y
creencias feministas que desde el inicio hubieran cum-
plido su función como cimientos. En realidad, cuando
a finales de la década de 1960 empezaron a surgir las
revueltas feministas, estas se manifestaron en diversos
escenarios, entre mujeres que a menudo no tenían si-
quiera conocimiento de la existencia de las demás. No
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había una plataforma claramente definida.


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Mientras que Betty Friedan escribía acerca del «pro-


blema sin nombre», refiriéndose a la manera en la que
la discriminación sexista afectaba a las mujeres blancas
de clases privilegiadas con alto nivel educativo, Septi-
ma Clark, Ella Baker, Fannie Lou Hamer y Ann Moody,
junto con otras mujeres negras a título individual a lo
largo y ancho del país, desafiaban el sexismo dentro del

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movimiento negro por los derechos civiles. Apropián-


dose de los términos de la liberación negra, las mujeres
blancas llamaron liberación de la mujer a su resistencia
frente al sexismo.
No sabemos quién uso «primero» el término «libe-
ración de la mujer». Esto no es lo importante. Lo que
sabemos, de forma significativa, a partir de la cartogra-
fía de la historia del movimiento feminista contemporá-
neo, es que las mujeres se estaban rebelando de manera
individual contra el sexismo en todas partes. Cuando
esas mujeres empezaron a reunirse y hablar, esa rebe-
lión colectiva acabó por conocerse como liberación de
la mujer; más tarde, evolucionaría hasta convertirse en
el movimiento feminista. La lucha feminista tiene lugar
en cualquier momento o lugar en el que una mujer o un
varón se resiste contra el sexismo, la explotación sexista
y la opresión. El movimiento feminista ocurre cuando
grupos de personas se juntan según una estrategia orga-
nizada para actuar con el fin de eliminar el patriarcado.
Adquirí mi conciencia feminista en el hogar patriar-
cal en el que me crié. El pistoletazo de salida de mi re-
belión feminista fue optar por la educación superior,
en contra de las creencias patriarcales de mi padre y
de los miedos de mi madre de que demasiada educa-
ción me «incapacitara» para ser una mujer de verdad.
Me uní al movimiento feminista en el segundo año de
universidad. En todos los campus, las mujeres jóvenes
que se implicaban en la política radical (la lucha por
la liberación negra, el socialismo, el antimilitarismo,
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los derechos medioambientales) estaban dirigiendo su


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atención hacia el género. Partiendo de la obra de las


activistas que habían impulsado la liberación de la mu-
jer, escribiendo manifiestos y artículos de opinión, a las
estudiantes de todos los lugares se les animaba a ana-
lizar el pasado, a descubrir y a desvelar nuestras histo-
rias ocultas, nuestros legados feministas. Y, mientras se
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hacía esa labor, surgía otro campo académico centrado


en las mujeres: la teoría feminista.
A diferencia de la rama académica feminista que se
centraba en recuperar la historia pasada, las heroínas
olvidadas, las escritoras, etc., y a diferencia de la obra
que trataba de documentar, desde una perspectiva pro-
pia de las ciencias sociales, las realidades actuales de
las vidas de las mujeres, la teoría feminista fue, en un
primer momento, el lugar del cuestionamiento crítico,
donde volver a imaginar los roles de género sexistas.
Sería lo que proporcionaría los mapas revolucionarios
para el movimiento, aquellos que, si los seguíamos, nos
conducirían en la dirección adecuada a fin de transfor-
mar la cultura patriarcal. A finales de la década de 1970,
las pensadoras feministas ya estaban emprendiendo la
crítica dialéctica del pensamiento feminista que había
surgido a finales de la década de 1960. Esa crítica for-
mó las bases de la teoría feminista revisionista.
El pensamiento y la práctica feminista experimen-
taron una decisiva alteración cuando las mujeres radi-
cales de color y las mujeres blancas aliadas empezaron
a desafiar con rigor la noción de que el «género» era
el factor principal que determinaba el destino de una
mujer. Aún recuerdo cuanto molestó a todo el mundo
en la primera clase de estudios de mujer a la que asis-
tí —una clase en la que todas menos yo eran mujeres
blancas y, en su mayoría, procedentes de un entorno
privilegiado— cuando interrumpí un debate acerca de
los orígenes de la dominación en el que se afirmaba
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que, cuando un bebé sale del vientre de su madre, el


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factor que se considera más importante es el género. Yo


afirmé que, cuando el bebé de dos progenitores negros
sale del vientre de su madre, el factor que primero se
tiene en cuenta es el color de la piel y después el género,
puesto que la raza y el género decidirán el destino de
ese bebé. Considerar la naturaleza interconectada del
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género, la clase y la raza fue la perspectiva que cambió


la dirección del pensamiento feminista.
En los comienzos del movimiento feminista, des-
cubrimos que era más sencillo aceptar la realidad de
que el género, la raza y la clase combinados de-
terminaban el destino femenino y mucho más difícil
entender cómo esto debería concebirse y conformar la
práctica feminista. Mientras que las feministas habla-
ban a menudo acerca de la necesidad de construir un
movimiento feminista de masas, no había unos cimien-
tos sólidos sobre los que estructurar ese movimiento.
El movimiento de liberación de la mujer no solamente
se había estructurado sobre una plataforma muy estre-
cha, sino que había llamado la atención principalmente
acerca de los temas que eran relevantes para las mu-
jeres (en su mayoría blancas) con privilegios de clase.
Necesitábamos una teoría que cartografiara un pensa-
miento y una estrategia para un movimiento de masas,
una teoría que analizara nuestra cultura desde un pun-
to de vista feminista arraigado en una comprensión del
género, la raza y la clase. En respuesta a esa necesidad
escribí Teoría feminista: de los márgenes al centro.
Hoy en día se ha vuelto un lugar tan común para
las personas que trabajan en el feminismo evocar el gé-
nero, la raza y la clase que, a menudo, se olvida que,
en un primer momento, la mayoría de las pensadoras
feministas, muchas de las cuales eran blancas y con un
origen de clase privilegiado, se mostraban hostiles a
adoptar esa perspectiva. Las pensadoras radicales/re-
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volucionarias feministas que querían hablar del género


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desde una perspectiva raza/clase/género eran acusa-


das de traición, de querer destruir el movimiento, de
estar desplazando el foco. A menudo nuestro trabajo
era ignorado o criticado sin piedad, considerado no lo
suficientemente académico o demasiado polémico. En
aquellos días las mujeres negras/mujeres de color so-
lían ser animadas por las compañeras blancas a hablar
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sobre la raza mientras que nuestras ideas acerca de to-


dos los demás aspectos del movimiento feminista eran
ignoradas. Nosotras protestamos efectivamente contra
esta guetización de nuestras perspectivas, compartien-
do nuestro compromiso con la creación de una teoría
feminista que abordara un amplio abanico de preocu-
paciones feministas. Ese compromiso es la base ética
de Teoría feminista: de los márgenes al centro.
Uno de los aspectos más positivos del movimiento
feminista ha sido la creación de un entorno intelectual
donde se ha producido una crítica y un intercambio dia-
léctico sostenido. Al escuchar las voces de las pensadoras
radicales (entre ellas las mujeres de color), el rostro de la
teoría y la práctica feminista cambió. Muchas mujeres
blancas ignorantes derribaron el muro de la negación y
empezaron a examinar de nuevo cómo habían hablado
y escrito acerca del género en el pasado. Ningún otro
movimiento por la justicia social en nuestra sociedad
ha sido tan autocrítico como el movimiento feminista.
La disposición feminista a cambiar de dirección cuando
hacía falta ha sido una de las mayores fuentes de forta-
leza y vitalidad de la lucha feminista. Esa crítica interna
es esencial para cualquier política de transformación. Al
igual que nuestras vidas no son fijas ni estáticas, sino
que siempre cambian, nuestra teoría debe seguir siendo
fluida, abierta, receptiva ante la nueva información.
Cuando Teoría feminista: de los márgenes al centro se
publicó por primera vez, fue bienvenida y apreciada
por pensadoras feministas que querían una visión
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nueva. Incluso así, hubo lecturas individuales que


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juzgaron que la teoría que ofrecía era «provocativa»,


«inquietante». Hubo personas que reseñaron el libro
y emplearon palabras como «disección implacable».
En aquel momento el feminismo hegemónico se li-
mitó a ignorar este libro y cualquier otra teoría femi-
nista que se percibiera como «demasiado crítica» o
«demasiado radical».
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En tanto obra visionaria, Teoría feminista: de los márge-


nes al centro se presentó ante un mundo feminista que
todavía no estaba preparado para ella. Lentamente, a
medida que más pensadoras feministas (en especial
más mujeres blancas) aceptaron pensar el género des-
de la perspectiva de la raza, el sexo y la clase, esta
obra empezó a recibir la atención que merecía. Ahora
ocupa su lugar entre otros textos visionarios que esta-
ban alterando, de una manera positiva y constructiva,
el pensamiento feminista contemporáneo.
Las claves para un movimiento feminista que se
presentan en este libro son sorprendentemente sólidas.
Tan relevante para nuestra situación actual como lo era
hace años, ofrece unas directrices acerca de cómo cons-
truir ese movimiento feminista de masas que aún ne-
cesitamos desesperadamente. Escrito en un lenguaje
que es mucho más accesible que la mayor parte de la
teoría feminista actual, encarna la esperanza feminis-
ta de que podamos encontrar lenguajes comunes para
predicar la palabra. Desde que se publicó por prime-
ra vez, la teoría académica feminista se ha alejado aún
más de las vidas de la mayoría de las personas de esta
sociedad. Y esta distancia es lo que hace que a la ma-
yoría de las personas el pensamiento feminista le pa-
rezca remoto e irrelevante. En el libro yo señalo que
necesitamos una escritura feminista que hable a todo
el mundo, que sin ella no puede educarse la conciencia
crítica en el feminismo.
El movimiento feminista ha producido cambios
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profundos y positivos en las vidas de los chicos y de


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las chicas, de las mujeres y de los hombres que viven


en nuestra sociedad, en el marco de un sistema polí-
tico patriarcal imperialista, supremacista blanco y ca-
pitalista. Y aun cuando meterse con el feminismo sea
un tópico, la realidad es tozuda: todo el mundo se ha
beneficiado de las revoluciones culturales que el mo-
vimiento feminista contemporáneo ha planteado. El
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movimiento feminista ha cambiado cómo entendemos


el trabajo, cómo trabajamos y cómo amamos. Y, aún
así, el movimiento feminista no ha generado una revo-
lución feminista prolongada. No ha terminado con el
patriarcado ni ha erradicado el sexismo, ni la explota-
ción y la opresión sexista. Como consecuencia de ello,
las conquistas feministas están siempre en peligro.
Estamos presenciando ahora grandes retrocesos en
el campo de los derechos reproductivos. La violencia
hacia las mujeres aumenta. La fuerza de trabajo está
día a día recuperando los sesgos de género. Los críticos
feroces del feminismo culpan al movimiento de la vio-
lencia familiar, piden a las mujeres y a los hombres que
den la espalda al pensamiento feminista y vuelvan a
adoptar los roles de género definidos de manera sexis-
ta. Los medios de comunicación de masas patriarcales
o bien censuran el feminismo, o bien le dicen a la opi-
nión pública que es un movimiento muerto e innecesa-
rio. Las mujeres oportunistas aplauden el éxito del fe-
minismo y después nos dicen que el movimiento ya no
es necesario porque «todas las mujeres han mejorado
sus vidas». Nos dicen esto, en un mundo en el que las
mujeres se están convirtiendo rápidamente en la ma-
yoría de los pobres de nuestro país, donde las madres
solteras son patologizadas, donde no hay ayuda estatal
disponible para ayudar a los necesitados e indigentes,
donde la mayoría de las mujeres de todas las edades
no tiene acceso a los servicios de salud básicos. Pero a
pesar de estas calamitosas realidades, el discurso femi-
nista visionario cada vez más se restringe únicamente a
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los pasillos de la élite culta. Si se queda ahí, el mensaje


feminista no será escuchado y, con el tiempo, el movi-
miento feminista morirá.
Para empezar de nuevo la lucha feminista, para
garantizar que nos movemos hacia unos futuros femi-
nistas, todavía necesitamos una teoría feminista que
nos hable a todas, que nos haga saber a todas que el
22 Teoría feminista: de los márgenes al centro

movimiento feminista puede cambiar nuestras vidas.


Esta teoría, como el análisis que ofrece Teoría feminista:
de los márgenes al centro, siempre nos desafiará, nos sacu-
dirá, nos provocará, desplazará nuestros paradigmas,
cambiará nuestra forma de pensar, nos dará la vuelta.
Esos son los efectos de una revolución. Y necesitamos
una revolución feminista para vivir en un mundo sin
sexismo; donde la paz, la libertad y la justicia triunfen;
donde no haya dominación. Si seguimos un sendero fe-
minista, llegaremos allí. Teoría feminista: de los márgenes
al centro seguirá siendo una luz que ilumine el camino.

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