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Sobre las ciencias y las artes es el primer discurso publicado de Rousseau
(1712-1778). Lo escribió en 1750 para presentarlo a un concurso de ensayo de la
Academia de Dijon cuyo tema era si las artes y las ciencias debían considerarse
beneficiosas para la moral humana. Rousseau ganó este concurso con un
discurso en el que dejaba claro que para él las artes y las ciencias corrompen las
costumbres de los hombres. Como apunte, quiero dejar constancia del colorido
relato1 de Rousseau sobre la inspiración que le llevó a escribir este texto y el
recuerdo que guardaba Denis Diderot (1713-1784) sobre este episodio: “Debes
tomar el camino que nadie va a seguir.”
Este Rousseau joven se nos presenta como una cerilla recién encendida,
brillante, deslumbrante e inconsciente, de lo fácil que va a consumir su
combustible, muy diferente del Rousseau maduro que no pudo terminar Las
ensoñaciones del paseante solitario2. Frente al aplauso inicial de su obra,
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En el mismo momento de leer esto, vi otro universo, y me convertí en otro
hombre. Si alguna vez ha habido algo semejante a una inspiración súbita, fue la
conmoción que esta lectura provocó en mí: súbitamente sentí mi espíritu
deslumbrado por mil luces, enjambres de ideas vivas se presentaron al mismo
tiempo con una fuerza y una confusión que me sumieron en una turbación
inexpresable; siento mi cabeza presa de un aturdimiento semejante a la
embriaguez. Una violenta palpitación me oprime, me agita el pecho; al no poder
respirar andando, me dejo caer bajo uno de los árboles de la avenida, y
permanezco media hora sumido en una agitación tal que al levantarme noté toda la
parte delantera de mi chaqueta mojada por las lágrimas, sin haber notado que
lloraba. Si hubiese podido escribir la cuarta parte de lo que vi y sentí bajo aquél
árbol, con qué claridad habría mostrado todas las contradicciones del orden social.
(...) Todo lo que pude recordar de aquellas grandes verdades que, durante un
cuarto de hora, me iluminaron bajo aquel árbol, fue débilmente esparcido en mis
tres escritos principales, a saber, el primer discurso, el de la desigualdad y el
tratado sobre la educación obras que son inseparables y forman un todo. (...) He
aquí cómo, cuando menos lo esperaba me convertí en autor casi a pesar mío. (Jean
Jaques Rousseau. Segunda carta a Malesherbes, 12 de enero de 1762)
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Forzado a abstenerme de pensar, por miedo a pensar en mis infortunios a pesar
mío; forzado a contener los restos de una imaginación risueña aunque
languideciente, que al cabo podrían amedrentar tantas angustias; forzado a tratar
de olvidar a los hombres, que me abruman con ignominias y ultrajes, por miedo a
que la indignación me agriare finalmente en contra suya, no puedo, sin embargo,
concentrarme por entero en mí mismo, porque mi alma expansiva busca, bien a mi
pesar, extender sus sentimientos y su existencia por sobre otros seres, y no puedo
ya como antaño arrojarme a cierra ojos en el basto océano de la naturaleza, porque
mis facultades debilitadas y relajadas no encuentran ya objetos lo bastante
determinados, lo bastante fijos, lo bastante a mano para apegarse de firme a ellos,
y porque no me siento ya con el suficiente vigor para nadar en el caos de mis
antiguos éxtasis. Mis ideas no son casi más que sensaciones, y la esfera de mi
entendimiento no sobrepasa los objetos de que estoy inmediatamente rodeado.
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Rousseau fue encontrándose cada vez con más detractores, lo cual irá
transformándole en un filósofo más complejo que no se ve obligado a seguir los
motivos de sus anteriores trabajos, pudiendo desarrollar su filosofía desde otros
frentes como la biografía más intimistas e incluso vinculada cada vez más a un
amor a la naturaleza. Sin embargo en este trabajo nos ocuparemos del Rousseau
aprendiz, ganador del concurso de ensayo de la Academia de Dijon, y cómo esta
síntesis tan polémica en su publicación sembrará el germen de las ideas de otros
autores.
En primer lugar, Rousseau establece dos polos: la sociedad docta europea del
s.XVIII y el estado natural del ser humano. Para él, antes que el Arte hubiera
dado forma a nuestras maneras (…) nuestras costumbres eran rústicas,
aunque naturales. (…) los hombres hallaban su seguridad en la facilidad de
convencerse recíprocamente, y esta ventaja, cuyo precio ya no sentimos les
ahorraba muchos vicios. Con esta sentencia Rousseau ya se posiciona a
favor del estado natural del hombre, culpando a las artes y las ciencias del
deterioro de la moral. La sociedad está viciada desde que el hombre antepone la
cultura a la virtud innata, porque eso es lo que añora este discurso: una virtud
inocente, idílica, cimentada como recuerdo de lo no ocurrido.
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No voy a decir, como dijo Jules Lemaitre (1853-1914) en su crítica a Rousseau
(disponible en http://www.gutenberg.org/files/18996/18996-h/18996-h.htm)
que este discurso sea uno de los mayores errores del siglo XVIII y XIX, pero sí
difiero casi completamente con la opinión del joven Rousseau. ¿Qué clase de
sociedad nos propone? Aquella en la que se elogie la ignorancia, donde se
desprecien nuestras vanas ciencias. ¿Qué clase de mundo sería éste donde no
hay cabida para las artes y las letras?
He de confesar que cuando leí por primera vez este tratado pensé que se trataba
de un magistral ejercicio de ironía. Entre otras cosas, porque me pareció
irrisorio cómo relaciona temas que nada tienen que ver entre sí para defender su
teoría. Por ejemplo:
“Si las ciencias depurasen las costumbres, si enseñaran a los hombres a verter
su sangre por la patria, si animasen el valor, los pueblos de China deberían ser
sabios, libres e invencibles. Pero si no hay vicio que no los domine no crimen
que no les sea familiar; si ni las luces de los ministros ni la pretendida
sabiduría de las leyes, ni la multitud de habitantes de ese vasto imperio han
podido garantizarla del yugo del tártaro ignorante y grosero, ¿de qué le han
servido todos sus sabios? ¿Qué fruto ha sacado de los honores de que están
colmados? ¿Sería el de estar poblado de esclavos y de malvados?”
La instrucción en las ciencias no tiene por qué estar reñida con, por ejemplo, el
patriotismo. Ni siquiera el mismo Rousseau expone una relación directa con
estos temas. Él habla sobre los vicios que crean en la sociedad las artes y las
ciencias, pero ¿no se darían estos mismos vicios en sociedades no instruidas?
¿No dice el mismo Rousseau que es –en sí- la sociedad, la que ha esclavizado y
corrompido al hombre (mito del buen salvaje)?
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más cercano a lo que ellos consideran al estado natural). Locke dice que “es éste
[el estado de naturaleza] un estado de perfecta libertad para que cada uno
ordene sus acciones y disponga de posesiones y personas como juzgue
oportuno, dentro de los límites de la ley de naturaleza, sin pedir permiso ni
depender de la voluntad de cualquier otro hombre” pero esto sólo nos sirve
para ilustrar una vez más la inocencia de este pensamiento: no se ha
documentado sobre ninguna sociedad en la que el estado natural haya
funcionado. El ser humano es gregario y, para mantener un orden en la manada,
acepta líderes que imponen sus decisiones sobre el resto. De este modo, el
pensamiento libre, individual…, queda siempre cercenado, incluso para la casta
dirigente, que depende de la aprobación, miedo o cooperación del resto de
integrantes de la comunidad para mantener su liderazgo. Esta posición estaría
más cerca de la defendida por Thomas Hobbes (1588-1679) quien dice que el
estado de naturaleza es un estado de guerra y sólo la instauración de la sociedad
civil y de un poder absoluto puede traer paz y evitar el caos.
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- Segundo principio: En el hombre (como única criatura racional sobre la
tierra) aquellas disposiciones naturales que tienden al uso de su razón
sólo deben desarrollarse por completo en la especie, mas no en el
individuo.
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civil de la especie humana tiene que ser considerado como posible y hasta
como elemento propiciador de esta intención de la Naturaleza.
Según estos principios, vemos que Kant aboga por una construcción del
individuo frente al colectivo y una construcción del colectivo a través de la
Naturaleza.
Es evidente que Rousseau reniega del conocimiento en este texto que nos ocupa,
estableciéndolo como foco de los males de la sociedad. Abraza la ignorancia
como un estado natural y de felicidad, pero este estado es imposible de alcanzar
porque siempre habrá un sujeto inquieto que necesite respuestas para su
realización personal frente a aquellos que con la erudición no han alcanzado la
felicidad. Como dice Kant (ibem.) “De ahí que sean muy pocos quienes han
conseguido, gracias al cultivo de su propio ingenio, desenredar las ataduras
que les ligaban a esa minoría de edad y caminar con paso seguro.”
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Para finalizar, tratemos de responder la pregunta que planteó el concurso de
ensayo de la Academia de Dijon: ¿Ha contribuido el restablecimiento de las
ciencias y de las artes a depurar o a corromper las costumbres?
“Pero el Arte va aún más lejos, imitando la obra más racional y excelente de la
Naturaleza que es el hombre pues mediante el Arte se crea ese gran Leviatán
que se llama una república o Estado (Civitas en latín), y que no es sino un
hombre artificial, aunque de estatura y fuerza superiores a las del natural,
para cuya protección y defensa fue pensado”. 5
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Nos llevábamos vuestros trabajos artísticos porque pensábamos que nos
permitirían ver vuestra alma. O para decirlo de un modo más sutil, para demostrar
que teníais alma. Kazuo Ishiguro. Nunca me abandones.
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Bibliografía:
- Jean – Jaques Rousseau. Del Contrato social. Sobre las ciencias y las
artes. Sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los
hombres. Alianza Editorial, 2010.
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Thomas Hobbes. Leviatán o la materia, forma y poder de un estado eclesiástico y
civil. Alianza Editorial, 2009.
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