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Análisis del discurso Sobre las ciencias y las artes

“Nada hay que cueste menos de adquirir hoy día que el nombre de filósofo;
una vida oscura y retirada, ciertas apariencias de sabiduría, un poco de lectura,
bastan para otorgar este nombre a personas que se honran en ello sin
merecerlo”
¿Ha contribuido el restablecimiento de las ciencias y de las artes a depurar o a
corromper las costumbres?
Sobre las ciencias y las artes es el primer discurso publicado de Rousseau
(1712-1778). Lo escribió en 1750 para presentarlo a un concurso de ensayo de
la Academia de Dijon cuyo tema era si las artes y las ciencias debían
considerarse beneficiosas para la moral humana. Rousseau ganó este concurso
con un discurso en el que dejaba claro que para él las artes y las ciencias
corrompen las costumbres de los hombres. Como apunte, quiero dejar
constancia del colorido relato de Rousseau sobre la inspiración que le llevó a
escribir este texto y el recuerdo que guardaba Denis Diderot (1713-1784) sobre
este episodio: “Debes tomar el camino que nadie va a seguir.”
Este Rousseau joven se nos presenta como una cerilla recién encendida,
brillante, deslumbrante e inconsciente, de lo fácil que va a consumir su
combustible, muy diferente del Rousseau maduro que no pudo terminar Las
ensoñaciones del paseante solitario. Frente al aplauso inicial de su obra,
Rousseau fue encontrándose cada vez con más detractores, lo cual irá
transformándole en un filósofo más complejo que no se ve obligado a seguir
los motivos de sus anteriores trabajos, pudiendo desarrollar su filosofía desde
otros frentes como la biografía más intimista e incluso vinculada cada vez más
a un amor a la naturaleza. Sin embargo, en este trabajo nos ocuparemos del
Rousseau aprendiz, ganador del concurso de ensayo de la Academia de Dijon,
y cómo esta síntesis tan polémica en su publicación sembrará el germen de las
ideas de otros autores.
En primer lugar, Rousseau establece dos polos: la sociedad docta europea del
siglo XVIII y el estado natural del ser humano. Para él, antes que el Arte hubiera
dado forma a nuestras maneras, nuestras costumbres eran rústicas, aunque
naturales, los hombres hallaban su seguridad en la facilidad de convencerse
recíprocamente, y esta ventaja, cuyo precio ya no sentimos les ahorraba
muchos vicios. Con esta sentencia Rousseau ya se posiciona a favor del estado
natural del hombre, culpando a las artes y las ciencias del deterioro de la
moral. La sociedad está viciada desde que el hombre antepone la cultura a la
virtud innata, porque eso es lo que añora este discurso: una virtud inocente,
idílica, cimentada como recuerdo de lo no ocurrido.
En contraposición a esta sociedad del vicio, Rousseau defiende la imagen que
tiene construida del mundo clásico. Parece tener una visión demasiado
romántica con respecto a la antigüedad. Para él, Grecia y Roma eran una
utopía que fue pervertida por las artes y las ciencias. La astronomía ha nacido
de la superstición; la elocuencia, de la ambición, del odio, de la adulación, de
la mentira; la geometría, de la avaricia; la física, de una vana curiosidad; todas,
la moral incluso, del orgullo humano. Ciencias y artes deben, pues, su
nacimiento a nuestros vicios.
Es evidente que Rousseau reniega del conocimiento en este texto que nos
ocupa, estableciéndolo como foco de los males de la sociedad. Abraza la
ignorancia como un estado natural y de felicidad, pero este estado es
imposible de alcanzar porque siempre habrá un sujeto inquieto que necesite
respuestas para su realización personal frente a aquellos que con la erudición
no han alcanzado la felicidad.
Aunque considero que Jean Jaques Rousseau erró en la forma de exponer su
discurso y realizó comentarios desafortunados para defender su teoría, así
como tampoco estoy de acuerdo con que todas las artes y todas las ciencias se
fundamenten en vicios, sí considero que el restablecimiento de las ciencias y
de las artes no nos han convertido en mejores hombres. La cultura, el uso de
la razón, la inteligencia, nos ha hecho libres lleva implícito que el saber nos
hará libres, y así lo creo, pero la razón, el saber y el, también nos corrompe.
Conocer demasiado nos despoja de la inocencia infantil que nos
proporcionaba de una ávida curiosidad y admiración por lo nuevo, y esto nos
puede llevar al desánimo y al desencanto por la vida (saber lo ruin que el ser
humano es, lo injusta que es la vida, las dificultades que se nos presentan para
lograr nuestros objetivos parece absurdo frente a la finitud de la vida). Pero el
saber, la cultura y las artes también nos pueden llevar a la posición contraria:
hacia la vanidad.
“Pero el Arte va aún más lejos, imitando la obra más racional y excelente de la
Naturaleza que es el hombre pues mediante el Arte se crea ese gran Leviatán
que se llama una república o Estado, y que no es sino un hombre artificial,
aunque de estatura y fuerza superiores a las del natural, para cuya protección
y defensa fue pensado”

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