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El presente ensayo analiza al arbitraje como uno de los mecanismos legales para dar por
terminado un conflicto. Este método alternativo juega un papel importante ya que permite,
por un lado, descongestionar los despachos judiciales y, por otro lado, lograr un sistema de
justicia más participativo. Además, actúa como un sistema complementario al estatal, esto en
virtud del principio de mínima intervención.
El arbitraje es una forma de acceso a la justicia, pero dada la vulnerabilidad de los derechos
laborales es necesaria la implementación de medidas de carácter sustantivo o procesal para
que se materialice tanto lo acordado como la protección a los derechos. En este sentido, en
materia laboral la Corte Constitucional colombiana ya se ha pronunciado sobre la tutela
judicial que debe atender tanto a la solución de conflictos individuales de trabajo como los
colectivos, pues la vulneración latente no puede escudarse con la falta de competencia
arbitral.
La legislación colombiana se inclina por un arbitraje voluntario, con ello busca restringir el
derecho a la huelga y la libertad de negociar colectivamente. En cambio, la legislación
ecuatoriana al carecer de experiencia en la utilización del arbitraje no propone aspectos
claros, sin embargo, su enfoque apunta a un arbitraje voluntario, sin perjuicio de que pueda
existir en el contrato colectivo, pues solo entonces se debe cumplir lo estipulado.
Metodología
La arbitrabilidad objetiva es una limitante a la voluntad del arbitraje, pues únicamente los
conflictos susceptibles de transacción pueden ser resueltos bajo este proceso. También se
habla del debido proceso como una garantía mínima que debe ser observada por las partes y
el árbitro, a fin de que no se empeore o favorezca de manera desproporcionada la situación.
El arbitraje se caracteriza por ser herocompositivo, es decir, exige que los árbitros tengan la
facultad para pronunciarse sobre el fondo del problema (Jara, 2016). En este sentido, el laudo
no se basa en una mera opinión, sino en una resolución fundamentada en derecho o equidad,
cuyo cumplimiento resulta ser obligatorio para cada una de las partes, razón por la cual en
algunas legislaciones se asimila a una sentencia judicial, pues pasa a considerarse como cosa
juzgada, sin que exista la posibilidad de desconocer sus implicaciones.
El arbitraje en la materia laboral deriva a lo que se conoce como “arbitraje objetivo”, en otras
palabras, es lo que puede ser conocido por los árbitros y a la vez se configura como uno de
los límites al principio de autonomía de la voluntad. Bajo este contexto, las legislaciones han
establecido que los conflictos laborales susceptibles de arbitraje deberán ser transigibles.
Lo transigible no debe confundirse con la renunciabilidad, pues se entiende que los derechos
son irrenunciables, sin embargo, la aplicación de la transacción laboral se enfoca en los
derechos que se encuentran pendientes de definición como, por ejemplo, aquellos que son la
consecuencia de un despido intempestivo (González, 1978).
Uno de los objetos que persigue gran parte de los conflictos colectivos de trabajo es la
suscripción del contrato colectivo, que puede ser comprendido como aquel acuerdo en el que
participa la parte empleadora y la asociación de trabajadores, y es en donde se pretende fijar
la prestación de servicios y su remuneración. La materialización del contrato colectivo de
trabajo es el mayor objetivo de las negociaciones, pues con ello mejoran las condiciones
laborales y se satisfacen los intereses.
El contrato colectivo de trabajo se destaca por sus características generales y específicas, las
primeras apuntan a un convenio de paz social que ponga fin o evite cualquier conflicto,
mientras que, las segundas persiguen la aplicabilidad de los principios como el de inmediatez,
vigencia incondicionada, inderogabilidad y flexibilidad.
El conflicto de intereses se origina cuando tanto los trabajadores como los empleadores no
están conformes con las condiciones a las cuales se ha llegado en la negociación, razón por la
cual intentan modificar los derechos nacidos en la ley, contratos o pactos colectivos como,
por ejemplo, cuando se solicita que a los trabajadores cursantes de la universidad se les
cancele un bono o se solicita que los turnos rotativos de trabajo sean rotativos (Monesterolo,
2011).
Los conflictos laborales se sitúan en una relación de trato continuo, la cual puede verse
afectada con el pronunciamiento del juez al no satisfacer el interés de ambas partes, sin
embargo, aquí aparecen los mecanismos extrajudiciales como el arbitraje que supone un
acuerdo de voluntad para normalizar la relación luego de la resolución del conflicto, lo que
favorece a la paz laboral y la productividad de la empresa.
Para finalizar este apartado es relevante mencionar que el sometimiento al arbitraje no debe
ser utilizado como medio para esquivar un proceso judicial. En todo caso, la libertad para
acudir al arbitraje permite que se materialice la tutela efectiva, lo cual significa que existe el
acceso a la justicia y, por consiguiente, la protección de los derechos motivo del conflicto.
Defender los derechos laborales a través de la vía judicial se convierte, en muchas ocasiones,
en deficiente, ya que existe dilatación en los procesos, lo que ocasiona que el usurario
desconfíe de su accesibilidad a la justicia y se vea en la situación de abandonar su acción o
demanda. Por el contrario, los métodos alternativos de solución de conflictos están diseñados
para atender aquellas falencias que el sistema ordinario no lo puede enmendar de manera
eficaz (Serna, 2015).
El artículo 116 de la Constitución Política colombiana reconoce a los árbitros habilitados por
las partes para dictar fallos conforme derecho o en equidad, esto conforme lo establezca la
ley. Bajo estas consideraciones el Código Sustantivo del Trabajo contempla dos modalidades
de arbitraje en materia de conflictos laborales como: el arbitraje obligatorio (impuesto por la
ley) y el arbitraje voluntario (convencional).
La legislación colombiana contempla que los conflictos puedan someterse al arbitraje por
solicitud acordada por las partes o por iniciativa del organismo arbitral previo consentimiento
de las partes. Cualquiera que sea su forma de acceder al arbitraje conlleva el compromiso de
las partes finalizar en un acuerdo que responda a sus intereses, más no a sus posiciones.
El arbitramiento se centra en dos ámbitos: la huelga y el desacuerdo para finalizar el periodo
de negociación, sin embargo, omite considerar la actuación clásica de los medios alternativos
de solución de conflictos respecto a la aplicación e interpretación del contrato colectivo, lo
cual conduce automáticamente a un arbitraje obligatorio.
El artículo 448 numeral 3 CST de cierta manera se adelanta al indicar que, una vez declarada
la huelga, el sindicato que conformen la mayoría de los trabajadores o constituyan la
asamblea general podrán someter a votación si desean o no sujetar el conflicto a una decisión
arbitral. En este sentido, se ha detectado únicamente disposiciones que promueven
mecanismos institucionales de resolución extrajudicial y no convenciones sectoriales (Díaz,
2014).
Por otro lado, el artículo 1 de la Ley 1210 promulgada en 2008 menciona que las partes
pueden recurrir a cualquier mecanismo en caso de producirse una huelga de al menos sesenta
días calendario, pero la misma ley prevé que en caso de existir imposibilidad de recurrir
voluntariamente al arbitraje, la intervención de estos mecanismos será de oficio o a petición.
La Sentencia C-330/12 respecto al artículo 139 del Código Procesal del Trabajo y la
Seguridad Social faculta a las partes a establecer, por sí mismos, comisiones de arbitraje de
manera permanente, esto no puede confundirse con el funcionamiento de manera continua
como los despachos, sino que requieren ser convocados solo cuando se presente la
controversia laboral. La postura que toma la Corte es importante porque permite que las
partes se empoderen y lleguen a configurar mecanismos propios sin la intervención estatal ni
de un tercero.
Ahora bien, en España al igual que Colombia las resoluciones extrajudiciales se manifiestan
en dos formas: la Ley y la voluntad. En este sentido, su institucionalización favorece a la paz
laboral y, de manera indirecta, refuerza la productividad nacional ya que evita judicialización
de conflictos. Por otro lado, el dispositivo legal debe regirse a la autonomía colectiva y no al
servicio de intereses empresariales o sindicales porque el crecimiento de algún antagonista
podría crecer y provocar mayor conflictividad.
Jara, M. (2016). El arbitraje desde la perspectiva del derecho a la tutela efectiva en Ecuador.
Programa de Doctorado en Derecho. Quito, Ecuador: Universidad Simón Bolívar.
Serna, S. (2015). Análisis crítico del arbitramiento laboral en Colombia desde los principios
del derecho laboral. Bogotá: Universidad Católica de Colombia .