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Clase 3: El sustrato cultural y la sociedad civil.

1. Dimensiones de la vida política:

La vida política no se reduce a las decisiones de los gobiernos ni a las


elecciones, ni tampoco a la vida de los partidos políticos. La actividad política es

natural en el hombre. Aristóteles (s. IV a.C.) enseña que el hombres es un


“animal político” (zoon politikon: en el libro I de la Política). Por lo tanto su

despliegue en la vida pública arranca mucho antes que su participación en un


partido político o en un gobierno.

Hablamos de tres dimensiones fundamentales de la vida política: 1) la


dimensión propia del poder político, 2) la dimensión de la vida social

organizada (desde la familia hasta los gremios y otros cuerpos intermedios) y 3)


la dimensión de los hábitos y costumbres de las personas que viven en una

sociedad. Estas tres dimensiones definen cómo se maneja en concreto la vida


política de una sociedad. La primera de estas dimensiones, la del poder político,

se refiere más a la causa formal del orden político. Las otras dos a la causa
material, pero terminan condicionando todo el ejercicio del poder, porque si el

gobernante no tiene en cuenta cómo está organizada la sociedad que le toca


conducir, seguramente cometerá errores enfrentándose a las distintas

organizaciones de esa sociedad que funcionan como “grupos de presión”. Y si el


gobernante deja de considerar los hábitos y costumbres propios de un pueblo,

entonces se enfrentará (y seguramente fracasará) al mismo pueblo.

2. La realidad política: la “sociedad política” o estructura de poder político;


la “sociedad civil” y el sustrato cultural.

1
Estas tres dimensiones de la vida política, de las que hemos hablado
arriba, hacen que la realidad política haya que considerarla en tres niveles

distintos de acción y de influencia1.

a) La “sociedad política” o estructura de poder político

El primero, que se corresponde con el poder político y la causa formal del orden
político, es lo que llamamos la “sociedad política”, que está conformada por el

estado, las estructuras de gobierno y toda la organización política de un país.

b) La “sociedad civil”

El segundo nivel es la “sociedad civil”, que está conformado principalmente por


los cuerpos intermedios, que actúan, en distinto grado, como los principales

actores de la organización social, y también actúan en algunos casos como


grupos de presión del poder político.

c) El sustrato cultural

El tercer nivel, más profundo que los otros dos, es lo que llamamos el “ sustrato

cultural”, y está conformado principalmente por los agentes de cultura, sobre


todo los más influyentes del momento (en la educación, el arte, la religión, etc.),

que terminan siendo el nivel más influyente de la política, porque siembra las
ideas y valores que nutren los dos niveles superiores.

3. El Sustrato Cultural

A) Qué es la cultura

Para hablar de “cultura”, hay que distinguir primero entre “hechos naturales”
y “hechos culturales”. El hecho natural es algo que sucede por las mismas

leyes naturales; el hecho cultural es aquel producido por el hombre, a partir


de sus decisiones libres, que transforma la naturaleza.

1
Cf. en este punto el pensamiento de Antonio Gramsci.

2
La palabra cultura proviene del latín, y se refiere al cultivo de la tierra. De
esta noción se traslada al cultivo de la persona, y este es el sentido

etimológico de la palabra cultura: aquellos medios que el hombre busca y


crea para el desarrollo de la persona en sociedad. Podemos ver ya en el

origen etimológico de la palabra, que cultura no es simplemente “lo que


hace el hombre”, sino que se refiere antes que nada a su “cultivo”, es decir, si

eso que hace le permite crecer, desarrollarse, en todas sus facultades. La


cultura es “el efecto de la creación humana en la naturaleza. Es todo lo que

el hombre hace, conforma y crea… la manifestación del modo de vivir y


proceder de un grupo humano, con su lengua, su artesanía, sus trajes, sus
danzas, sus cantos”.2

¿Hay culturas mejores que otras? ¿Se puede aspirar a una mejor cultura?

Desde una visión profunda, filosófica de la persona humana, decimos que sí.
Si bien hay “pluralidad de culturas”3, según las diversas escalas de valores

que inspiran diversos estilos de vida y costumbres, hay culturas mejores que
otras según la idea de perfección que cada cultura tiene. Arriba veíamos la

visión integral de la persona humana (Aristóteles, Boecio) y las visiones


“fragmentadas”. Cada una de estas visiones tienen ideas distintas de

perfección de la persona humana, y solamente una visión integral puede


llevarnos a una cultura que busque su perfección. En este sentido, podemos

decir que la cultura es la “la labor de una inteligencia ayudando a una cosa a
alcanzar su perfección en la línea de su naturaleza”4.

B) Cultura y bien común

2
Fr. Dr. Aníbal Ernesto Fosbery O.P.; LA CULTURA CATÓLICA; Tierra Media; Bs. As., 1999; página 87.
3
Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” sobre la Iglesia en el mundo actual, n.
53.
4
Fr. Mario José Petit de Murat O.P.; UNA SABIDURÍA DE LOS TIEMPOS; ediciones del Cruzamante; 1995;
pág. 35
3
El concepto de “bien común” es muy importante en la política. Vamos a
verlo luego con mayor detenimiento, pero por ahora podemos decir que

el bien común es “el conjunto de aquellas condiciones de vida social con


las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con
mayor plenitud y facilidad su propia perfección”5. El hombre en su
actividad vital manifiesta un “afán de ser”, quiere ser siempre más hombre.

Tiene una idea de perfección que quiere alcanzar. Esta idea de perfección
humana que es el fin de una comunidad política no es necesariamente fija,

va cambiando con el tiempo en la medida que los miembros de una


comunidad van adquiriendo la experiencia de la vida, guiados por este
“afán de ser” más hombre. Esta idea se hace concreta en un conjunto de
bienes de toda índole de que se proveen los hombres en sociedad para

alcanzar su plena realización en esta búsqueda: es lo que llamamos bien


común. El conjunto de estos bienes constituye la cultura: de modo que
para nosotros la cultura no es solamente un “adorno” de la vida social, sino
que es el núcleo de los principios y estilos de vida fundamentales que

constituyen el “bien común” de una sociedad. Si la cultura falla, si este


conjunto de bienes son insuficientes para el desarrollo integral de la

persona humana, puede andar bien la economía, la política exterior, etc.,


pero la sociedad va a ir muriendo de a poco, como sucedió con grandes

imperios que iniciaron su decadencia en sus períodos de mayor esplendor


económico.

C) Bien común y felicidad humana

Por eso una pregunta que no podemos dejar de hacernos es: ¿En qué
consiste la felicidad humana? ¿En qué radica su perfección? Es una

5
Concilio Vaticano II, Const. Apostólica Gaudium et Spes, n. 74.
4
pregunta difícil, y quizás la respuesta no la hallemos de un modo
“perfecto”. Pero sí es importante que busquemos esta verdad

fundamental de la vida, porque allí estará la respuesta del bien común,


de los bienes principales que hay que conseguir y proveer a la persona

humana para que se desarrolle. Porque si no caminamos hacia la


felicidad, ¿de qué nos vale acumular riquezas y éxitos de todo tipo?

Y antes que nada debemos responder algo que es de sentido común,


pero no todos se detienen a pensarlo: la felicidad es algo que el hombre

no tiene, y por eso la busca. Alguno podrá decir que tiene “momentos de
felicidad”, pero aquí no estamos hablando de eso, sino de una felicidad
que sea perfección, plenitud de la vida; algo que una vez encontrado, ya
quedemos saciados totalmente y no necesitemos nada más. Parece que

estamos hablando de un imposible, y sin embargo el hombre hace todo


lo posible por encontrar esa felicidad que tanto ansía. Diversas corrientes

filosóficas han puesto la felicidad del hombre en diversas realidades de


su vida: las riquezas, los honores, la fama o la gloria, el poder, las cosas

del mundo, el placer, los bienes del alma (como la inteligencia, el arte,
etc.).

Para tener una visión “integral” de la felicidad humana, de acuerdo a la


visión integral de la persona humana que hemos visto arriba, acudimos a

Santo Tomás de Aquino, quien en la Suma Teológica hace un análisis


excelente del tema, que concluye de este modo6:

“Es imposible que la felicidad del hombre esté en algún bien de la


creación. Pues la felicidad es el bien perfecto, que aquieta totalmente los
apetitos del hombre, de otro modo no sería fin último, si quedara algún
apetito por satisfacer. Ahora bien, el objeto de la voluntad (que es apetito

6
Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica I-II, q. 2.
5
propiamente humano) es el bien universal, así como el objeto de la
inteligencia es la verdad universal. Y este bien universal no se encuentra
en nada creado, sino que está solamente en Dios, porque toda creatura
tiene una bondad participada (es decir, limitada). Por lo tanto, solamente
Dios puede satisfacer plenamente el deseo de la voluntad humana, como
dice el Salmo 102, 8: „Él colma de bienes tus anhelos‟. Por lo tanto, la
felicidad del hombre consiste en solo Dios”.

Al decir que la felicidad consiste en Dios, no estamos dando una visión

únicamente religiosa de la cultura y del bien común, como si todo tuviera


que ser “religioso” en la vida. Pero sí estamos mostrando cuál es la
orientación de toda la cultura y el bien común. Y es que si no termina
siendo Dios y los bienes espirituales, el ser humano termina “endiosando”

cosas que no son Dios: la libertad, el estado, el dinero, algún líder


político, etc. Y esto termina limitando, mutilando, las capacidades de

desarrollo de la persona humana.

D) Cultura inmanentista y cultura trascendente

Por todo lo dicho, terminamos viendo que hay dos modos de ver la

naturaleza, la perfección y felicidad del hombre:

1. una visión “inmanentista”, que “endiosa” las cosas de este mundo

(la libertad, el estado, el dinero, alguna persona humana, etc.) y


limita las capacidades de la persona humana;

2. una visión “trascendente”, que reconoce que Dios está fuera de


este mundo, y por eso tiene la capacidad de generar una cultura

que no limita a la persona, sino que la enriquece en la búsqueda


de todos los bienes: espirituales y materiales, y descubre en el
Creador y en su sabiduría, el origen y el sentido de todas las cosas.
6
E) Dos modos de encarar la tarea política: la observación de la realidad

como punto de partida para el discernimiento del bien común, o la


revolución cultural

De todo lo dicho podemos sacar una primera conclusión: hay dos modos
de encarar la actividad política.

a) Uno nace de la observación de la realidad, sobre todo de la


persona humana en su integralidad de espíritu y cuerpo, en sus

capacidades y limitaciones reales, y lleva a un estilo de política que


vamos a llamar “realista”.

b) El otro nace de una idea del individuo pero que pretende encerrar
toda la realidad en esa idea. Son las visiones “fragmentadas” de la

persona que hemos visto arriba. Reducen la persona y llevan a un


estilo de política que vamos a llamar “ideológico”, porque parte de

una idea y quiere que todo se ajuste a esa idea.

Dejaremos para la próxima clase la restante dimensión de la política. Aquella


que tiene que ver con la estructura del poder político.

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