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Las palabras ásperas hieren más que una flecha

envenenadas
- Proverbio africano
EL PODER RESTAURATIVO DESDE LA ORIENTACIÒN EDUCACIONAL:
DE LOS VÌNCULOS VIOLENTOS A LO VÌNCULOS AFECTIVOS

Es innegable que ante el actual estado disfuncional de las instituciones (familia, educación, salud, política) que actúan como
sistemas que, desde lo comunicativo, son capaces de quitarle el poder de ser a las personas, una experiencia que se expresa
en un sentimiento de orfandad e impotencia tal traducida en violencia. Así, toda intervención capaz de devolverle el poder a la
persona resultará no solo funcional en la vida de las instituciones en general, sino restaurarle el poder a las personas para
generar vínculos afectivos tal como lo propone todo Enfoque Humanìstico Integrativo a partir del ejercicio del counseling.
En el marco de las organizaciones educativas, las cuales son las primeras en exponer la trama de la violencia social y
disfuncional en la que habitan las personas en las actuales sociedades, es posible insistir en la idea de instituir en la comunidad
educativa una orientación psico-educativa desde el ECP Humanístico integrativo para generar el movimiento positivo
necesario en los sentimientos y comportamientos de apegos malogrados de base en la vida de los estudiantes.
Ahora bien, antes de hacer foco en el modo de intervención en los vínculos en el marco de la comunidad educativa, es necesario,
desde una lectura gestáltica, entender el concepto de apego como la primera realidad fenomenológica que transita el infante y
su cuidador primario desde las diferentes modalidades de contacto-relación como ser: a) pre-contacto (desde una “confluencia
primaria” de un nosotros hacia una paulatina “diferenciación” al yo-tu); b) toma de contacto (introyección, proyección,
retroflexión); c) contacto final (egostismo sano); d) post-contacto (“confluencia sana” y la asimilación de la experiencia) Un
proceso que, dependiendo de la solidez y fragilidad del mismo, influirá en el adecuado o inadecuado desarrollo y maduración
psicoevolutivo en torno al concepto de sí mismo, del mundo y del vínculo que asume con éste.
Desde este encuadre, la teoría del apego puede entenderse como aquel poder y tendencia que todo ser ejerce para satisfacer
sus necesidades de déficit y de desarrollo (Maslow) de acuerdo al lazo afectivo generado con sus sus cuidadores. Por lo tanto,
esta figura es la que determinará entre un: a) apego seguro, cuya presencia activa del cuidador ante el infante le permite
desarrollar sentimientos de pertenencia, aceptación de sí y confianza de base capaz de expresarse en una autoestima esperable
y con posibilidad de generar relaciones significativas en su vida adulta; b) apego ambivalente, siendo el cuidador una persona
percibida por el infante como poco disponible para atender sus necesidades y que lo lleva a captar su atención acentuando la
angustia en su vida adulta; c) apego evitativo, constituido por un cuidador el cual solo satisface el mínimo necesidades generando
en el infante un desarrollo inseguro hasta el punto de renunciar a sus emociones para evitar el sentimiento de rechazo al punto
de experimentar en su adultez carencias y vulnerabilidades; y d) apego desorganizado, a causa de un cuidador con miedo o de
comportamiento impredecible para con las necesidades del infante al punto de desarrollar éste un mecanismo de disociación a
lo largo de su vida que de adulto se expresará en un rol agresivo o de maltrato en torno a sus relaciones.
En este sentido, es posible entender cómo con el malogrado apego se producirá la imposibilidad de regulación emocional de
base en infantes, adolescentes y adultos en torno a sus vínculos violentos. Unos que desde la tesis de Rollo May, quien en
Fuentes de la violencia (1974) sostiene que “buena parte de la vida humana puede ser considerada como el conflicto entre el
poder por una parte y la impotencia por otra” Con esto, la condición humana al ser despojada del poder de ser es cuando “la
violencia echa raíces en la impotencia” si se entiende la palabra poder desde su raíz latina posse que significa “ser capaz”.
Y si bien la violencia se manifiesta desde el momento en el que todo infante padece el trauma de nacimiento al asistir a la
experiencia primigenia de la angustia (Otto Rank), éste, sin embargo, tiene el poder desde el momento que abre los ojos para
gritar y patalear para conseguir que lo alimenten. Y, por ende, esta “capacidad del infante para hacer frente a las necesidades
se convierte, a medida que el adulto crece, en la lucha por la autoestimación y por el sentido de significación en cuanto persona”
Así, desde una mirada humanista integrativa la autoestimación y la autoaserción son cualidades de toda persona que se obtienen
a partir de satisfacer las necesidades relacionales enunciadas por Erskine (2016) con “…el contacto interpersonal y del apego
tales como la sintonía afectiva y rítmica, la influencia mutua y la validación, y el uso compartido del lenguaje para comunicar la
experiencia fenomenológica. Algunas de las múltiples dimensiones de las necesidades relacionales son: la sensación de
seguridad en la relación, la validación del afecto propio y de la experiencia interna, la sensación de confianza, fiabilidad
y consistencia de otra persona significativa, la experiencia compartida, la autodefinición…” Así, cuando no se satisfacen
estas necesidades relacionales o bien la persona no las percibe como cercanas ésta puede manifestar frustración, ira o agresión.
Y en el marco de los vínculos violentos observados por los actores sociales integrantes de la comunidad educativa, entendida
ésta como una organización concreta que cumple la función social de educar, un sentimiento de impotencia, y por ende de
violencia generalizado, impacta de forma transversal a escuelas tanto de gestión privada como pública, laicas y confesionales,
periféricas y centrales. A causa de esto, los roles de directivos y de docentes se tornan disfuncionales debido a que todo acto
tendiente a generar aprendizajes significativos se encuentra vulnerado por los imponderables diarios que exponen los
estudiantes (ausentismo, apatía, embarazos prematuros, consumos problemáticos…) que no hacen más que ser emergentes
de los actuales sistemas sociales que replican fallas en el nivel pragmático de lo comunicativo (manipulaciones, dobles sentidos,
falsos compromisos, alianzas fraudulentas, etc…)
Es por ello que la orientación educacional, aquella práctica facilitadora de un proceso de ayuda en el que el orientador acompaña
al estudiante en su autodefinición (vocacional, emocional y existencial) y crecimiento en el ámbito escolar, puede asumir un rol
funcional desde un enfoque humanístico integrativo dado que permite enfocarse en la persona desde un modelo de intervención
susceptible de explorar en lo que le pasa al educando y el mismo pueda explorar cómo se autopercibe a sí, a los otros y el
mundo, es decir, que pueda comunicar cómo transita su trayectoria educativa con otros miembros de la comunidad educativa.
Y, a sabiendas que la violencia es generada por la impotencia de habitar en escenarios sociales incapaces de brindarles las
necesidades relacionales, será el conunselor en su rol de orientador educacional que, posicionado desde este encuadre
tendrá la posibilidad de brindar un espacio para que los estudiantes puedan suturar esas heridas de base, como lo son los
apegos malogrados y con ello los sentimientos de orfandad presentes a lo largo de su desarrollo psicoevolutivo, ayudando a
poner en palabras “eso” que les impide asumir una actitud más flexible y asertiva.
A razón de esto, para que se inicie una oportunidad restaurativo de vínculos afectivos es posible retomar con las condiciones
necesarias postuladas por Carl Rogers en torno a una actitud aceptante, comprensión empática y autenticidad/congruencia que
hacen a la escucha activa que guía el horizonte del orientador educacional hacia el ofrecimiento de una matriz vincular estable
y seguro para que el estudiante pueda tomar contacto con un clima de calidez y confianza al punto tal de ser restaurativa y
funcional para devolverle el poder de reparar sus vínculos dañados sea por un apego malogrado de base o por
condicionantes sociales. La orientación educacional hace de las palabras filosas, agujas para coser con amor el dolor.
BIBLIOGRAFÌA
Bandala Lara, Miranda Cecilia (23/11/2020) El vínculo afectivo, resignificaciòn y sanación a través de la relación terapéutica
mediante el uso de habilidades humanistas. Recuperado de la web: https://www.instituto-integra.com/el-vinculo-afectivo-
resignificacion-y-sanacion-a-traves-de-la-relacion-terapeutica-mediante-el-uso-de-habilidades-humanistas/
May, Rollo (1974) Fuentes de la violencia, emecé, Buenos Aires.
Sarrió, Clotilde (9/01/2017) Teoría del Apego y Terapia Gestalt, Recuperado de la web: https://www.gestalt-terapia.es/teoria-del-
apego-y-terapia-gestalt/

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