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COUNSELING Y PATHOS:
EL DESARROLLO EVOLUTIVO DE LA CORPOREIDAD EN EL NOMBRE
“La religión y el arte son las instituciones que tienen la pretensión tradicional más
enfática sobre el cultivo de la numinosidad [el aura hace a la presencia bipolar: ‘yo’
y ‘otro’] como puede discernirse observando los detalles de rituales mediante los
cuales lo numinoso es compartido con una congregación de otros ‘yoes’”
Con esto, entre líneas del soliloquio de una protagonista que, en su nadir,
el “punto bajo” de su existencia, nos comparte una autorreflexión y en ella
los ecos de todo lo glosado por la psicología del desarrollo propuesta por
Erikson en torno a los cambios del pensamiento, vivencias y conductas que
experimenta toda persona en el discurrir de sus ciclos vitales por poseer un
“principio organísmico” (epigénesis) que se va desplegando a lo largo de un :
GATES, ROMÁN
Cada ciclo vital conlleva una crisis, y cuya resolución trae consigo una
virtud que hace al sentido de la fuerza vital necesaria para que tal ciclo de
la vida se vincule también al ciclo de las generaciones (antecedentes y
consecuentes) Este encuentro ensimismado y de plenitud vital consigo
misma, aunque sea por un instante, no es más que la resultante de un
proceso madurativo que integra no solo lo orgánico (corporal) sino también
lo anímico (afectivo) y del cual es posible reconstruirlo desde una arqueología
biográfica a partir desde la analepsis (flashback) que nos lleva a un primer
recuerdo: Ernestina, la adolescente, como corporeidad que afronta las
desesperanza propia y ajena mediante la virtud de la fidelidad.
La primera señora fue muy buena. Yo tenía 16 años (…) Tenía una pieza
para mí, sin ventana (…) Era como una princesa, ahí, en mi pieza, después
del trabajo. Estaba sola, nadie me molestaba, salvo Tito que a veces se
despertaba con pesadillas y me llamaba: ‘¡Ernestina! ¡Ernestina!’…
(…)
No quise cuidar a otro chico, una se encariña y es tonto, porque los chicos
no son de una (Se toca el vientre)
Porque más allá de ingresar con una debilidad anímica al ciclo de la adultez
mayor con la imposición a ser Eleonora: “Ni siquiera quise ese nombre,
Eleonora. Se lo dejé a ella. (Se balancea canturreando, pero pronto abre la
boca y el canto se transforma en un largo, interminable grito)” Este
sentimiento de turbación no es más que la expresión máxima de saber que
hay un querer-ser-con-un-otro, y ese haber encontrado la identidad
personal hace que su vociferación la enraíce aún más con su corporeidad y
con ello una percepción más vívida, más sentida del sentimiento (pathos)
angustiante, que le permite valorar(se) desde una actitud (ethos) humana.
BIBLIOGRAFÍA
BERMEJO, J. C. (2013) El sanador herido, eco de la empatía.
ERIKSON, E. (1988) El ciclo vital completado, Paidós, México.
_____________ (1881) La adultez, FCE, México.
GAMBARO, G (2009) “El nombre” en Teatro por la identidad, Colihue,
Buenos Aires.
ROVALETTI, M. L. (2018) La afectividad como pathos: la vuelta a la
experiencia originaria, Revista NUFEN, Belém.
____________________ (2012) La existencia como tonalidad afectiva, Actas del
V Coloquio Latinoamericano de Fenomenología, Lima.