Vi el video y realmente ese señor, está más perdido que payaso en funeral.
Decir que la creación
no se dio en una semana literal sin conocer la estructura y cultura del cercano oriente es absurdo. En el texto bíblico siempre que la palabra día (Yom) se acompañaba de un numeral ordinal (1ro, 5to, etc), indica un día de 24, dentro de la concepción y cultura judía (ver Ex 20:11). En segundo lugar, fechar la escritura de Genesis en el periodo de Salomón (fuente J, Wellhausen vs tablas de Ras Shamra), no tiene validez de datación histórica o arqueológica. Por otro lado, afirmar que solo porque Dios ve al hombre solo, y dice que ¨no es bueno¨ que este solo, se atreve a decir que es porque la creación no es un bien de Dios. O que Dios se equivocó al crear al hombre en soledad, olvidando el lenguaje antropomórfico, donde el autor emplea el lenguaje del hombre para atribuirlo a la figura divina como un medio de compresión y semántica. Wow! La verdad es que no se en que seminario estudio ese señor, pero su formación académica no está a la altura. Utiliza un montón de analogías, tradiciones y teorías para aplicarla al relato de Genesis, pero no puede sostenerla en el texto o la retórica y la hermenéutica seria (texto, contexto textual, contexto histórico, estilo del personal, etc). Su método de interpretación, es alegórico, te invito a revisar sus fundamentos. En cuanto al tema de si es una parábola debo decir lo siguiente: la cultura hebrea y semítica al igual que la cultura actual, empleó varios géneros literarios, tanto en sentido general, así como figuras literarias. Eso no niega el hecho de que dentro de los géneros aparezcan claramente las figuras. Por ejemplo, el libro de Genesis posee corte de género narrativo, bañado de algunas figuras literarias. Como en la mayoría de los escritos antiguos, u obras literarias que recogen historias y tradiciones de los pueblos. No obstante, una figura no define la validez de un libro o su género. De paso, no existe ninguna figura de corte parabólico, estrictamente hablando en el libro de Génesis. A pesar de no negar el contexto vital (sitz im Leben), y ser abanderado de la crítica literaria. Ampliamente cuestionada por algunos; considerando las formas como algo extrínseco a los contenidos conceptuales de los textos. Sin embargo, el mismo Alonso Schokel reaccionó siempre con lucidez, defendiendo y demostrando científicamente el valor esencial de las formas literarias para determinar el contenido de una obra. Solía decir, que, si para las ciencias la forma sirve al sentido, en literatura no es así, sino que la forma crea el sentido, de tal manera que no es posible alcanzar el pleno significado de una obra artística prescindiendo de sus formas lingüísticas y estilísticas. No solo eso, sino que siendo filólogo, exegeta, lingüista, poeta y traductor (dominaba de forma sorprendente: griego, hebreo y castellano), colocó el Genesis dentro del género narrativo, dando como base la conexión del texto con múltiples tradiciones orales y un claro contexto histórico (no-cronológico) para la época patriarcal (XIX-XVI a. C vs IX-X a. C). Antes de colocar dicho contexto históricos, coloco la sugerencia del mismo Shokel sobre una aceptable traducción literaria de las Escrituras bíblica, diciendo lo que no se debe hacer o evitar: Hay que evitar en primer lugar el literalismo, es decir hacer una traducción interlineal, palabra por palabra. Como también son desdeñables las paráfrasis que pretenden explicar lo que las palabras, que se van escogiendo en la propia lengua, no aciertan a decir de por sí. Y, en este sentido, hay que evitar caer en la tentación de querer hacer la traducción más clara que el original, intentando injustamente mejorar el texto primitivo. No; hay que saber aceptar también las imperfecciones y lagunas del texto que se traduce. Por último, hay que rechazar también ese otro tipo de traducciones realizadas a base de gramáticas y diccionarios. Y es que, para nuestro autor, no es nada recomendable ponerse a traducir si no se dominan bien las dos o tres lenguas en cuestión. Finalmente, dejo el contexto histórico del libro de Genesis y por qué dicho contexto encaja con la vida patriarcal y la concepción cosmogónica bíblica. La historia profana no nos suministra un cuadro donde situar los relatos del Génesis. Las eras geológicas no encajen en la semana laboral y estilizada de Génesis 1. El capítulo 4 expone unos orígenes de la cultura dónde surgen simultáneamente agricultores y pastores, donde la edad de bronce y la de hierro se superponen dejando entrever o sospechar una era sin metales. Los patriarcas tienen geografía, pero no historia y el intento de Génesis 14 no mejora la información. José está bien ambientado en Egipto, sin distinguirse por rasgos de época o Dinastía. ¿Ahora, quien dice que la narrativa de la creación debe coincidir con los elementos presentados por la teoría evolucionista? Al final, es otra teoría que trata de explicarlo todo. Resaltando en efecto, que los relatos del Pentateuco no persiguen en primer lugar iluminar la historiografía de Israel, sino brindar los elementos constitutivos de su existencia como pueblo del Señor y, por lo mismo, transmitir el mensaje de salvación que esta realidad significa. Por eso, para captar su significado, el lector debe diferenciar entre la historia narrada y la situación vital a la que esta historia pretende dar respuesta. Esta situación es la que más importa al intérprete y al historiador, pues explica por qué fue escrito un determinado texto, explica su sentido histórico. Los datos mejor fundados van en aumento, eso sí, en la medida que se avanza en el decurso de la historia, precisamente porque aumentan las posibilidades de rastro historiográfico gracias a la existencia de fuentes extrabíblicas que documentan los mismos hechos. Pero se impone cada vez con mayor claridad, que a partir de los datos historiográficamente comprobados presentes en los cinco primos libros de la Biblia no es posible conformar un relato completo y coherente de los orígenes de Israel. Para conseguirlo, es necesario, como decíamos antes, recurrir a datos aportados por el estudio de fuentes extrabíblicas y por las disciplinas auxiliares de la ciencia histórica, especialmente de la arqueología. El proceso puede ser calificado como la normalización de la historia de Israel. Algo parecido sostenía G. von Rad. Comparando Enuma Elish, célebre mito cosmogónico babilónico, y el relato bíblico de los orígenes, el exégeta de München hacía notar que el primero termina con la fundación de Babilonia, la capital de un imperio y, por lo mismo, se autorrevela en el fondo como una explicación justificante de un poder temporal. El segundo, en cambio, desemboca en una explicación que se extiende al destino universal de la humanidad, pues finaliza en la así llamada tabla de las naciones (Gn 10). En ella, Israel no entiende su destino desvinculado del resto de los pueblos. La particularización de la historia de los orígenes solo adviene con las narraciones referidas a Abrahán, pero tampoco ellas resultan ser una restricción de la dispensación del favor divino, sino, por el contrario, la puesta en marcha con más decisión de un designio de salvación que incumbirá a todos pueblos. Un ejemplo analógico iluminará lo que estamos tratando de decir. Si consultamos distintos libros para estudiar la Independencia de un país, los acontecimientos serán narrados de forma diferente según sean tanto los diversos puntos de vista de los autores, como las necesidades de los destinatarios a los que las diferentes obras históricas están dirigidas. Así, por ejemplo, un libro de 1830 contará los episodios con tono de epopeya, los patriotas serán héroes y los realistas, traidores. Si el libro proviene de 1910, el primer centenario patrio, los acontecimientos continuarán siendo sustancialmente los mismos, pero ahora se dará más importancia a la trascendencia republicana de los mismos, pues los destinatarios perciben los hechos de 1810 como el irreversible inicio de la república. Si el libro fuera actual, en el año del bicentenario, la presentación de los mismos hechos históricos de la Independencia muy posiblemente estaría mediada por los intereses de los destinatarios contemporáneos. Tal vez, se matizarían las diferencias entre los bandos enfrentados y se haría referencia con mayor precisión a los factores externos que influyeron en el desencadenamiento de los acontecimientos. La arqueología ha podido reunir unos cuantos datos, documentos, monumentos, pinturas, en cuyo cuadro genérico encajan bien los patriarcas bíblicos; ese cuadro se extiende varios siglos (XIX-XVI a. C). Hay que citar sobre todos los archivos de Mari (siglo XVIII), los de Babilonia, testimonio de una floreciente cultura religiosa, literaria y legal, heredada en gran parte de los sumerios. Este material nos ofrece un magnífico marco cultural para leer el génesis, aunque no ofrece un marco cronológico. Cuando se piensa que los semitas han sucedido a los sumerios, que los amorreos (=occidentales) dominaban en Babilonia y desde allí en Asiria, y que la cultura babilónica se transmite por medio de los hurritas al imperio indoeuropeo de los hititas, se comprende mejor qué es la concentración narrativa del Génesis. A eso se debe agregar el descubrimiento de los rollos del mar muerto (972 manuscritos, año 1946), copias casi exactas de los documentos que poseemos con respecto al Antiguo Testamento. Esta sección (Génesis) intenta dar respuesta a grandes enigmas del hombre: el cosmos, el mismo hombre, la vida y la muerte, el bien y el mal, el individuo y la sociedad, la familia, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta no teórica o doctrinal, sino narrativa, de acontecimientos. De la humanidad no decide una teoría, sino una historia, y de esa historia es responsable la humanidad. La creación está construida con las divisiones de una ciencia elemental, repartida como tarea de una semana de trabajo; tareas realizadas por medio de órdenes soberanas y eficaces. La historia del pecado está construida según el esquema clásico de la experiencia israelita: don de Dios-rebelión humana-castigo limitado-nuevo comienzo. Algunos materiales parecen de ascendencia mística, mientras que el problema del origen del mal está planteado en clave sapiencial.