Está en la página 1de 3

Las principales manifestaciones de la conducta antisocial son:

- AGRESIVIDAD: falta de acatamiento de las reglas y normas sociales, incidiendo


tanto en la resistencia como en la indisciplina ya sea verbal o física. El estilo
personal de agresividad incluirá tanto la agresividad física manifiesta (vandalismo
y agresión física) y oculta (acoso sexual y bullying), como conductas disruptivas en
el aula y problemas de atención (relacionadas con hiperactividad, impulsividad,
indisciplina, absentismo y falta de habilidades sociales) pero sin manifestación
física de agresividad.

- RETRAIMIENTO O INHIBICIÓN: falta de habilidad tanto en el desarrollo y


mantenimiento de relaciones sociales, como falta de energía e iniciativa tanto
social como individual. Abandonan sus derechos ante cualquier conflicto, no
permiten que los demás sepan lo que piensan, tienden a deprimirse y considerarse
heridos.

ORIENTACIÓN Y TRATAMIENTO.

Los PROGRAMAS DE PENSAMIENTO PROSOCIAL constituyen un conjunto de estrategias


y técnicas conductuales y de habilidades sociales que pretenden conseguir las habilidades
necesarias para un comportamiento asertivo (ser capaz de defender los derechos propios
y manifestar las necesidades y opiniones sin transgredir los de los demás).

Van dirigidos, sobre todo, a menores en situación de riesgo potencial o constatado y se


caracterizan por:

- Estar altamente estructurados, basados en técnicas de tratamiento específicas y


centradas en áreas y habilidades concretas.
- Estar dirigidos a personas con riesgo medio-alto, delito o reincidencia.
- Partir de una perspectiva integradora, que implica en su aplicación a personas
previamente entrenadas.
- Complementarse, si se trata de programas residenciales, con actuaciones en la
comunidad para conseguir efectos más duraderos.
- Incluir un componente cognitivo dirigido a los valores o actitudes que mantienen
la conducta antisocial. Es decir, son multimodales, con estrategias de intervención
plurales.
- Evaluar en base a criterios de éxito y no sólo de reincidencia.
- Considerar las peculiaridades de los sujetos a los que van dirigidos.
- Procurar actuar de forma coordinada con todas las agencias sociales.
- Proponer una intervención intensiva, con una mayor frecuencia de contactos.

Por comportamientos prosociales se entiende:

- Comportamientos que, sin la búsqueda de recompensa externa, favorecen a otras


personas, grupos o fines sociales. Esto requiere la interiorización de adecuadas
normas morales que motiven tales comportamientos.
- Comportamientos que aumentan la probabilidad de generar una reciprocidad
positiva, de calidad solidaria en las relaciones interpersonales y sociales. La
exposición a modelos produce con el tiempo una serie de condicionamientos que
modifican la orientación del comportamiento.
- Comportamientos que salvaguardan la identidad, la creatividad y la dignidad
profunda de las personas o grupos implicados. Se trata de una condición
irrenunciable sin la cual la mejor intención solidaria puede perder su valor al ser
utilizada como instrumento de propaganda.

22
Según Garrido y López, la capacidad cognitiva y el entrenamiento en habilidades
prosociales, sirve de protección contra la marginación y la conducta delincuente. Las
habilidades cognitivas pueden ayudar a las personas a enfrentarse a presiones
ambientales o personales hacia un comportamiento antisocial y a relacionarse de una
forma más adaptada.

Los programas de pensamiento prosocial son programas cognitivo-conductuales usados


para el entrenamiento y aprendizaje de las habilidades y valores que se requieren para la
competencia social: habilidades antagonistas de la conducta antisocial.

Las técnicas son:

- REESTRUCTURACIÓN COGNITIVA:

o Terapia racional emotiva.


o Autoinstrucciones.
o Reestructuración semántica.

- HABILIDADES DE AFRONTAMIENTO:

o Inoculación de estrés.
o Modelado encubierto.

- SOLUCIÓN DE PROBLEMAS:

o Terapia de solución de problemas.


o Ciencia personal.
o Puesta en práctica de las técnicas elegidas.

PREVENCIÓN.

Aunque ya se ha mencionado que las principales formas de intervención están dirigidas a


la rehabilitación, es necesario apuntar la necesidad de establecer medios para la
prevención de este tipo de conductas. A continuación se reflexionará sobre ello.

El desarrollo de la personalidad ha sido estudiado a fondo por renombrados psicólogos


como Piaget, Erikson, Margaret Mahler o Bowlby. A grandes rasgos, la personalidad se
empieza a forjar desde el primer día de vida. Sabemos que a los pocos días de nacer, el ser
humano sano ya se relaciona activamente con su entorno y asimila estímulos externos. Las
influencias físicas, psicológicas y sociales del medio en el que crecemos y nos adaptamos,
especialmente las primeras relaciones con las figuras privilegiadas, contribuyen a moldear
nuestra manera de ser.

De pequeños imitamos e incorporamos a nuestra personalidad muchos de los rasgos que


vemos en las personas del entorno inmediato. Paralelamente, las circunstancias y
experiencias, tanto positivas como negativas, que vivimos durante la niñez, guían nuestra
adaptación y nos ayudan a construir nuestra personalidad.

Las normas sociales y las tradiciones culturales suponen una aportación más para forjar
los ideales, valores, aspiraciones y costumbres que definirán un día la esencia de nuestras
actitudes y comportamientos.

23
La formación adecuada de la personalidad requiere la satisfacción razonable de ciertas
necesidades esenciales y primarias (alimento, seguridad, cobijo…). Igualmente importante
es la presencia estable de adultos que sirvan de modelos y proporcionen apoyo, ánimo,
comprensión, disciplina y que enseñen a discriminar entre lo correcto e incorrecto.

Si las necesidades biológicas y emocionales se satisfacen, el niño comienza a desarrollar el


sentido de seguridad, la confianza en sí mismo y en los demás. Un entorno familiar, escolar
y social saludable estimula la autoestima, el sentimiento de pertenencia al grupo, el placer
del juego en equipo y la capacidad de empatía.

Por el contrario, bajo condiciones perjudiciales de abandono, inseguridad, privación, falta


de afecto y abuso físico o psicológico, los niños tienden a adoptar un talante desconfiado,
dubitativo y temeroso. Se sienten inferiores, inadecuados, se desmoralizan y sienten odio
hacia sí mismos en un mundo cargado de rechazo y hostilidad.

Ante estas circunstancias adversas, muchos niños muestran gran dificultad para discernir
entre lo correcto y lo incorrecto, no adquieren la capacidad de autocrítica o de
remordimiento, no sienten compasión hacia el sufrimiento ajeno ni llegan a apreciar
totalmente el valor de la vida. Además, puede que no hayan alcanzado aún el concepto de
irreversibilidad de la muerte.

Este entorno nocivo altera la capacidad de controlar los impulsos y trastorna las
relaciones con los demás, la disposición para la intimidad, la habilidad para verbalizar
sentimientos y la aptitud para adoptar el punto de vista de los otros.

Todos los seres humanos nacemos con las simientes de la bondad, la racionalidad, la
tolerancia, la compasión y la generosidad, pero también todos nacemos con las del odio, la
xenofobia, la agresión y la crueldad.

Dependiendo de la calidad del medio, estas simientes pueden mantenerse latentes o


germinar con fuerza. Un axioma básico sobre el desarrollo de la personalidad es que el
amor engendra más amor y la violencia genera más violencia.

La educabilidad y plasticidad del ser humano hacen posible que las influencias externas
moldeen nuestra constitución y configuren nuestra personalidad.

La violencia se aprende durante los primeros años de vida. Los comportamientos


agresivos se fomentan a través de mensajes tangibles y simbólicos que sistemáticamente
reciben los niños de los adultos, del medio social y de la cultura.

La experiencia que más predispone al ser humano a recurrir a la fuerza bruta para aliviar
sus frustraciones o resolver situaciones conflictivas es haber sido objeto o testigo de actos
de agresión repetidamente durante la niñez. Innumerables estudios han demostrado que
los niños que crecen entre abusos y humillaciones tienden con frecuencia a volverse
emocionalmente insensibles a los horrores, a asumir que la violencia es la respuesta
autómatica ante las contrariedades.

La cadena infinita de violencia no es casual ni es incontrolable ni inevitable, se puede


interrumpir. Muchos de los factores que contribuyen a su existencia estan bajo nuestro
control. Nuestra sociedad, a través del patriarcado, ha construido 3 firmes
racionalizaciones culturales para justificar la agresión:

24

También podría gustarte