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A principios del siglo XVI, la astronomía, no logra resolver problemas como el del
calendario.
A finales del siglo XVIII, la química, no logra solucionar la combustión del oxígeno.
La crisis, de la física, a fines del siglo XIX (que preparó el camino para el surgimiento
de la teoría de la relatividad)
La crisis en la ciencia tiene varias consecuencias, los científicos afectados por la crisis,
los que advierten anomalías, son que ejecutan las revoluciones científicas, que según
Kuhn, “son episodios extraordinarios en que tienen lugar esos cambios de compromiso
profesionales”. La revolución científica, crea un nuevo paradigma, que satisface los
interrogantes que había llevada al anterior a la crisis. En el momento de crisis conviven
dos paradigmas: el viejo y el nuevo en tratamiento; lo que conlleva al abandono del
antiguo paradigma y el comienzo de un nuevo periodo de ciencia normal con su
respectivo paradigma.
Esta ciencia normal en el futuro, a su vez, también deberá soportar crisis y así se
repetirá el proceso, como hemos señalado. Se advierte que este proceso, implica la
aparición de “episodios de desarrollo no acumulativo” que a su vez producen
modificaciones substanciales en el trabajo del científico según lo destaca este autor:
“aunque el mundo no cambia de paradigma, el científico después trabaja en mundo
diferente”. Este acontecimiento hace que los iniciadores del nuevo paradigma estén
siempre en pugna con los sostenedores del antiguo paradigma; se trata, ciertamente de
dos visiones incompatibles entre sí referidas a la misma realidad.
Finalmente, cabe señalar, que el nuevo paradigma debe satisfacer como mínimo tres
requisitos para desplazar al anterior:
El nuevo paradigma debe ser idóneo para resolver al menos algunos de los problemas
que llevaron al anterior a la crisis.
El nuevo paradigma debe proporcionar a los investigadores el sentido de lo elegante,
apropiado y simple.
El nuevo paradigma debe contener más “potencial para expansión” que el antiguo,
atributo fundamental para Kuhn.
Ya hemos apuntado que Kuhn se dedicó inicialmente a la física y por ello no debe
extrañar que la mayoría de los ejemplos que maneja para fundamentar sus
argumentaciones provengan de ese campo científico, los ejemplos restantes son siempre
de las denominadas “ciencias exactas”, dado que rara vez hace referencia a las ciencias
sociales. Por ello la clase se centrará, ahora, en la aplicación de las ideas de Kuhn, a la
historiografía positivista del siglo XIX , Materialismo histórico del siglo XIX y la
escuela de los Annales del Siglo XX
Positivismo:
Los hombres del XIX atestiguaron la transformación acelerada del mundo. Ésta
comprendió no sólo la producción y sus recursos sino las formas hasta entonces
dominantes de entender la realidad e interactuar en y con ella. La secularización de la
política se impuso lo mismo que el derrumbe de los ídolos hasta antes intocados. El
dogma y la metafísica perdieron peso frente a los argumentos de la ciencia y la razón.
Los cientistas naturales avanzaron en el conocimiento de las leyes que determinaban la
regularidad de los comportamientos de la materia. Las hipótesis centrales basaban en la
evidencia, la experimentación y la capacidad comprobatoria la verdad de sus hipótesis.
La posibilidad de controlar el futuro se encuentra en el fondo del optimismo de los
hombres y sus triunfos sobre la naturaleza. Estas preocupaciones se encuentran
presentes también en las ciencias sociales y, por ende, en la historiografía positivista
que se proponen encontrar las leyes generales reguladoras del devenir social.
Resultado de imagen para RANKELa búsqueda de la verdad y de la objetividad
absoluta son consideradas condiciones recíprocas que imponen un cierto tratamiento a
los problemas que se plantean, las herramientas que utilizan y/o descartan. De ahí que la
preocupación central de esta historia sea, como afirma Ranke, "sólo mostrar Io que
realmente aconteció". El culto a los hechos deriva en Inglaterra, Francia y Alemania
principalmente. en una tradición empírica que supone que el historiador debe entonces
centrarse en recabar documentos que registren y verifiquen los acontecimientos. Otra
preocupación tiene que ver con la pertinencia de estos hechos en relación con la
regularidad, que es, a fin de cuentas, el asidero de la predictibilidad, es decir, de la
capacidad anticipatoria de la ciencia histórica positiva basada en leyes generales que
explican la particularidad y le dan sentido.La evolución natural, el progreso como sino
de la marcha histórica, la sociedad pensada en términos de organismo vivo, son los
asertos sobre los cuales se construye esta mirada de la historia. Fuera de ella quedan la
contradicción, la paradoja y la violencia. Fuera —también—, la interpretación subjetiva,
regresión, el particular inexplicable.
Los positivistas decimonónicos (propio del siglo XIX), influidos por el pensamiento
predominante de su tiempo, ven con optimismo el futuro que ofrece la posibilidad de
ascenso de la humanidad a estadios cualitativamente superiores de vida. Su confianza se
centra en la racionalidad y la certeza, por esta razón se sumergen en un laberinto de
documentos, actas, registros y luego enuncian con precisión la historia como hechos.
Sin duda, la ruptura epistemológica que estos científicos lograron respecto de la religión
y sus dogmas trazó caminos innovadores y supuso búsquedas y respuestas ahí en donde
sólo podían escucharse las voces de la divinidad. ciencia y sus instrumentos fueron la
base argumentativa de esta nueva mirada y la historia se constituyó en un quehacer que
se supuso riguroso, sistemático, objetivo.
La formación en la academia trasladó al historiador del taller a la universidad y mudó su
oficio de crónica e interpretación, a historia oficial que enumera, mide, cuenta, consigna
minuciosamente. De este esfuerza surgen las biografías del poder, las batallas, los
héroes y las conmemoraciones. La Historia entra al palacio por la puerta consagrada de
la memoria y se encarga de describir para la posteridad a los grandes hombres, los
remos y sus majestades. Ligados pronto a la clase gobernante, algunos representantes
del positivismo trabajaron abiertamente a favor del orden establecido, no faltaron
grupos que se integraron incluso como intelectuales orgánicos dentro de las esferas
burocráticas, fácilmente identificables, corrieron más o menos la misma suerte que los
bloques de poder a los que se adscribieron.
Materialismo Histórico
Casi paralelamente al ascenso de los dueños del capital, la fábrica y sus operarios harían
surgir otra historia. Con la mirada puesta en ese otro lado del espejo, Carlos Marx se
encuentra con la miseria y la explotación, pero también con el socialismo como
imaginario de sociedad futura en la que los obreros serán la vanguardia orgánica
responsable de reconstruir el mundo.
Resultado de imagen para MARX La apuesta teórica de Marx se asienta en la
contradicción, la dialéctica y la lucha de clases. Por ello es a la vez propuesta teórica-
metodológica y convocatoria política. No se trata, dice el joven Marx, sólo de describir
desde una actitud contemplativa lo que ocurre en el mundo, se trata de transformar por
la vía de la praxis y de resolver a favor de los desposeídos el nudo contradictorio del
capitalismo. Piensa entonces el filósofo en la revolución posible, y construye la
poderosa utopía que más tarde pueblos enteros perseguirán como destino.
Desde la perspectiva de la producción, el enfoque materialista que Marx propone
resignifica la historia e intenta rebasar tanto el empirismo descriptivo —fundado en
hechos— como el idealismo interpretativo que dota al historiador del poder suficiente
como para superponerse a su objeto de estudio. Por ello, porque contradice radicalmente
los argumentos del poder, este paradigma nace excluido de la historia oficial y durante
mucho tiempo permanecerá marginado de los recintos académicos.
Igual que el positivismo, las tesis de Marx apuntarán al descubrimiento de las leyes
generales rigen la vida social. Como él, supondrá un futuro mejor pero no como
resultado de una evolución natural sino de una serie de rupturas. La revolución
entendida como conflagración violenta mediante la cual los sujetos históricos
construyen la nueva realidad es, pues, la alternativa para la marcha ascendente de la
historia. También Marx tiene confianza en la ciencia y en la razón, por eso alude al
socialismo científico y al materialismo histórico como propuestas centrales que, al lado
del método dialéctico, se constituyen en formas de entender el mundo, articular
explicativamente sus comportamientos estructurales y propositivamente sus
planteamientos políticos.
Sus preocupaciones centradas en el presente desconocen la naturaleza histórica del
mundo. Sus hipótesis tienden también a predecir y Io hace a partir del análisis del
capitalismo como modo de producción y de las sociedades de su tiempo como
formaciones sociales determinadas históricamente. Su agudeza crítica, su convicción
política, su lucidez, le llevan a la comprensión de la lógica subyacente que mueve
industrias y mercados, que dan sentido al dinero y explican los contratos, los salarios, la
ganancia. También la explotación, la desesperanza y su resolución dialéctica en la lucha
de clases primero y después en el ascenso de la clase obrera como vanguardia
revolucionaria.
Marx aspiró a conocer la realidad como totalidad compleja, sus propuestas
metodológicas para aprehender los procesos sociales en su historicidad plena se
encuentran desarrolladas a Io largo de su obra, pero los textos clave para entender la
metodología que aplica al análisis de un momento específico es, sin duda, la lucha de
clases en Francia, 1848-1851 y El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. En estos
documentos, que Marx revisa una y otra vez críticamente, resuelve el estudio de
coyunturas de corto alcance y de un pasado inmediato a partir de una mirada con la que
la matriz económica, los escenarios políticos, las fuerzas sociales; los contenidos
ideológicos y culturales presentan enlazados en un complejo contradictorio que se
resuelve en función de un equilibrio inestable, en devenir anclado en una correlación de
fuerzas multideterminada.
La importancia de este esfuerzo sistemático para explicar los procesos históricos, el
concurso de los actores sociales, su devenir y su saldo no reside en el afán erudito de
describir al detalle los hechos en sucesión, ni en interpretarlos subjetivamente, sino en
realizar una lectura interesada del pasado para trazar, desde una perspectiva racional,
tácticas y estrategias de clase que lleven al proletariado a la conducción revolucionaria.