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UNIVERSIDAD PRIVADA SAN JUAN BAUTISTA

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA SALUD

PROGRAMA DE PREGRADO DE MEDICINA-PPM

“Dr. Wilfredo Erwin Gardini Tuesta”

“PATOLOGÍAS DEL PERÚ ANTIGUO"

PRESENTADO POR:

● Balbuena Campos Dhasul Jesminne


● Escobedo Paredes, Morelia Lucía
● Salvatierra Quispe, Leidy Meilyn
● Sánchez Castillo, Francesca Pierina
● Trillo Llancari, Giselle Fernanda

DOCENTE:

Mg. Ditta Doris Astorayme Delgado

CHINCHA – PERÚ

2022-2
ÍNDICE

I. INTRODUCCIÓN 3
II. PATOLOGÍAS 4
A. LA EPILEPSIA 4
Epilepsia en la etapa precolombina 4
Epilepsia en la etapa virreinal 7
B. PARÁLISIS FACIAL 12
Malformaciones y parálisis faciales en la cerámica de las culturas precolombinas
Moche y Lambayeque 12
C. DIVERSAS ALTERACIONES ÓSEAS 13
Presencia de paleopatologías en las representaciones mochica 13
D. EL MAL DE POTT 15
Antecedentes históricos 15
Etapa de la aplicación 18
E. DEFORMACIONES CRANEANAS ENCONTRADAS EN MOMIAS 22
La cultura Paracas 23
La cultura Nazca 25
La cultura Inca 25
I. INTRODUCCIÓN

Analizar y revisar la medicina en el antiguo Perú es una tarea difícil debido a la

inexistencia de un trabajo sistematizado. Hay monografías y artículos diversos que no

llegan a explicar, y menos a agotar el tema. El Perú precolombino tuvo en desarrollo y

cultura trazos variados que en su contexto, por falta de escritura, algunos aspectos se

quedaron en la leyenda y tradición oral.

La Conquista con la escritura castellana evitó un mayor caos, y las crónicas de la

época nos describen diversos sucesos sociales, entre ellos la medicina. Algunos

escritos tienden a ser compasivos y otros censuran las costumbres. Los cronistas

tenían no solamente que traducir lo que veían y oían al español, sino que eran, en

ocasiones, incapaces de traducir conceptos primarios en quechua y, además,

transmitirlo a la cultura renacentista europea y al conocimiento médico que

acompañaba a los conquistadores.

La medicina de la Conquista evolucionó en una etapa en la que poco se sabía sobre el

funcionamiento de los órganos. La interpretación de las enfermedades se basaba en

ideas teóricas cimentadas en la interrelación compleja de los humores y los

temperamentos. En la curación se administraban elementos provenientes de plantas y

animales. A esto hay que agregar el sentimiento de plantas y animales. A esto hay que

agregar el sentimiento religioso que da origen al culto terapéutico de los santos.

Después, se llega a la etapa del Renacimiento que transforma el conocimiento y la

ciencia del curar.


Uniendo las descripciones de los cronistas a lo que las tumbas antiguas nos desvelan y

a aquello que los curanderos indígenas actuales han logrado rescatar trataremos de

ofrecer una visión parcelar; el tratar de enfocar los aspectos neurológicos puede

suscitar entusiasmos y controversia. En la presente revisión es nuestro objetivo

analizar la concepción de las enfermedades epidemiológicas que azotaron en el Perú

precolombino y en el Virreinato.

II. PATOLOGÍAS

A. LA EPILEPSIA

Epilepsia en la etapa precolombina

El peruano precolombino era altamente religioso y su universo estaba poblado

y lleno de fuerzas sobrenaturales benéficas, que le ayudaban a vivir, y

maléficas, que le castigaban y a veces le explicaban algunos aspectos

misteriosos. Para las culturas ancestrales lo externo es visible, como la fractura

de un miembro, una herida, y, en estos casos, la cura está orientada a

contrarrestar la acción del objeto y calmar el dolor. Pero el hombre en

ocasiones cae súbitamente y pierde la conciencia, y aquí no hay causa, la

interpretación de estos fenómenos da origen al desarrollo que la sociología

denomina mágico-religiosa.

En el Perú precolombino la epilepsia se atribuyó a causas sobrenaturales y, por

tanto, su curación debía efectuarse por medios mágicos-religiosos. Todos estos

hechos y creencias han llegado a nuestros días a través de mitos, creencias,

prácticas curativas y costumbres, pues no existe material arqueológico de

referencia sobre la epilepsia. El documento más antiguo que conocemos es el


que figura en el libro El primer nueva crónica y buen gobierno de los incas de

Guamán Poma de Ayala acerca de los ataques del "mal del corazón" que tuvo

la emperatriz Chimbo Mama Cava, esposa del inca Capac Yupanqui. Los

ataques tienen indicios de ser epilépticos, motivan el repudio y la separación

Los conceptos de sonko (corazón) y huañuy (muerte) parecen vinculados a un

intento de los antiguos pertianos por comprender el trance de un ataque

epiléptico en que cesa la conciencia y la actividad voluntaria. Se señalan dos

causas principales de la enfermedad dadas y contenidas en dos fábulas de

explicación etiológica: El mito de Llaqui (llaqui; aflicción, pena). Se cree que

el origen del mal es un intenso sufrimiento a raíz de un hecho desgraciado

como la muerte de un ser querido, un desengaño amoroso, etc. que cuando es

grave y prolongado enoja a las divinidades de la tierra que castigan y

condenan a sufrir ataques ya que la tristeza llegará a sonko. El mito de Aya

Huayra (aya: cadáver, huayra: viento). Una proveniente de huaca o

enterramiento sagrado que se ha pisado, ataca a sonko paralizando al individuo

y lo abate. Pero resucita y de nuevo el aire lo tumbará. Pagará su culpa y

sufrirá nuevos ataques. Estos mitos revelan el origen según dos factores: uno

físico (aya huayra), que podría interpretarse como el aura, y otro psicológico

como la tristeza (llaqui). Se trata de una dualidad causa que podría o no tener

una correlación, si bien en ambos contextos es no dejarse dominar por la pena

y no violar huaca, y el castigo en ambos tienen el mismo objeto: afectar a

sonko (corazón).
En cuanto a la sintomatología existen diversas intuiciones semiológicas que

concuerdan con los diferentes tipos de crisis de clasificación moderna,

expresadas en vocablos quechuas: sonko-nanay (mal del corazón epilepsia),

sonko piti (ataque de gran mal), aya huayra (cadáver-viento), tutayachicuy

(oscurecimiento, anochece la conciencia), patatay (temblor), nahuin-ampin

(oscurecimiento de la vista), chapchicuy (convulsión), upayacurim

(atontamiento-ausencia), kontiyak (tonto explosivo-crisis temporal).

El diagnosticar y reconocer la epilepsia (sonko-nanay) es de sentido clínico y

el sentido de esta observación de hampicamayoc (médico curandero) es

notable, pero en algunos casos requiere de métodos mágicos. El más

sistematizado es cuy (cobaya) que al ser pasado por el cuerpo del enfermo

permite reconocer dónde está la enfermedad y, en ocasiones, es un rito para

extraer el mal. El pasador de cuy se denomina cuy recuy, el cual al apretarlo

contra el cuerpo del paciente provoca la muerte del animal, lo abre y

sonko-nanay se reconoce por formaciones espumosas en el tejido celular, pues

la espuma es el signo seguro de la enfermedad de epilepsia. Otro método es

kutipa o la adivinación según el aspecto de las hojas de coca y/o indicios en el

acto de chacchar (masticar coca). Las medicinas para la curación son producto

de los tres reinos, sin probada actividad antiepiléptica y de significado

probablemente simbólico y mágico.

La cura por la piedra se administra en forma de polvillo obtenido por raspado

de piedras. Sonko-rumi (piedra del corazón) es la que goza de mayor crédito;

se basa en un principio del indígena peruano por el cual lo parecido evoca lo


parecido, es decir, lo parecido actúa sobre lo parecido. Se trata de la similitud

del pensamiento parecido: sonko-rumi (piedra del corazón) actúa con nivel

curativo sobre sonko-nanay (enfermedad del corazón). También se empleó el

polvo de los picapedreros; rurnipa shonkon (granito) y pasac (piedra caliza).

En los derivados del reino animal se usó carne o sangre de cóndor, llama,

golondrina, zorzal, puma y perro. Entre las plantas tuvieron preferencia las

odoríferas que incluye el toronjil, pimpinela, alhelí, maqué, ruda y también

huayruro que son pepitas de dos colores.

En cuanto a la cirugía practicada por sircay (cirujano) se realizaba dos tipos: la

ficticia consiste en efectuar una herida superficial en el área o zona afectada a

fin de que salga el espíritu o el humor causante del mal.

Epilepsia en la etapa virreinal

En la etapa posterior a los incas cabe hablar de dos períodos: la conquista y el

Virreinato. En ambas hay diferencias de hechos, algunos violentos en la

Conquista y de sosiego cortesano en el Virreinato. Este último período

igualmente dividido en tres siglos: el XVI de organización y de forja, el XVII

de enclaustramiento místico y opulencia económica y el XVIII de inquietud

filosófica y de disolución virreinal.

En cuanto a la concepción de epilepsia en el Perú virreinal no se puede

comprender si no se analiza brevemente la medicina en España, porque es el

inicio forzoso e importante por el que debe empezar el estudio de la medicina

del período colonial.


Hay que recordar que España vivió una época importante derivada del apogeo

de su poder en Europa y en el mundo; fueron años valiosos en cultura y en

medicina. Al amparo de éstos, prosperaron escuelas médicas como las de

Valladolid, Alcalá de Henares, Salamanca, Toledo o Córdoba. Algunas

cultivaban la rutilancia de la medicina árabe y otras recibían corrientes de

París, Montpellier o Bolonia. Esto ocurrió entre los siglos XV y XVI. Esta

etapa de oro de la península tuvo como consecuencia un incremento de

poderío en lo político, de expansión geográfica, y fue incentivo para que al

conquistar América, tierra de misterio, acudieron conquistadores, aventureros,

médicos y otros.

En la etapa virreinal los gobernantes impulsaron el culto de lo divino en las

iglesias y también se prestó atención a lo humano a través de la caridad de

hospitales encomendados a médicos españoles. Marcan en Perú dos hechos

importantes: La Real Cédula fechada en Valladolid el 12 de mayo de 1551

oficializando la construcción y creación de la Universidad de San Marcos de

Lima y la posterior creación de la Cátedra de Medicina de San Fernando. Otro

hecho importante fue la llegada de la primera imprenta a América cuyo

destino fue Lima hacia 1514.

La epilepsia en la etapa virreinal recibió diversos nombres: mal caduco,

perlesía o alferecía, mal divino, fea enfermedad, mal del corazón, mal del

santo, mal divino, fea enfermedad, mal del corazón, mal del santo, mal de San
Valentín originado probablemente en Italia, mal sagrado, mal de tierra y mal

de San Juan de origen francés.

Cuando las crisis eran muy intensas se llamaba paroxismo, cuyo término,

según Valdizán, era empleado en crisis graves o en pacientes mentales muy

agitados. Se denominaba pasi-no como sinónimo de parálisis. Además, había

el llamado ``pasmo de herida, que eran crisis hipertónicas en una herida en

cicatrización y que correspondía al tétanos.

En ocasiones, cuando los pacientes epilépticos llegaban al paroxismo, eran

recluidos en las alquerías de San Andrés con cadenas, pero si estas crisis eran

consideradas endemoniadas caían en manos del Santo Oficio, de larga, triste y

trágica historia, cuyo apogeo iniciado en Perú hacia 1570 duró hasta la

independencia en 1821, y que en procesos de justicia de una causa santa

flagelaba y/o encarcela a los epilépticos.

En el mercado de esclavos el vendedor estaba obligado a declarar la

enfermedad epiléptica pues, en caso de presentar crisis, debía devolver el

importe y deshacer el trato.

Ricardo Pairnaffi, autor de las Tradiciones Peruanas, en un capítulo titulado

Cristo de la agonía describe aspectos de la vida del pintor quiteño Miguel de

Santiago, quien para pintar el Cristo agónico utilizaba como modelo a un

alumno; al no conseguir la expresión que deseaba, de forma súbita, con los

ojos fuera de la órbita y erizado el cabello atravesó con una lanza al alumno y
se puso a pintar, pero, de pronto, como quien despierta de un sueño fatigoso,

unido a la enormidad de su crimen, huyó espantado. Estaba extrañado de su

conducta y no recordaba. Es interesante este relato efectuado por un escritor y

donde se describe una crisis psicomotora.

Un distinguido médico peruano, Hipólito Unanuel, explicaba las convulsiones

como propiedad de los nervios débiles por ser movibles y afectarse con el

menor grado de excitación de un modo convulsivo, fuerte y tenaz. Las

histerias dan pruebas repetidas de esta verdad. Se destaca así, desde el punto

de vista neurológico, la confusión que había entre epilepsia e histeria y que ha

perdurado muchos años. Pensaba que la debilidad comenzaba en la digestión y

en el clima, y que repercutió en las convulsiones infantiles, afirmando,

además, que las mujeres eran propensas a esta enfermedad. Las convulsiones

en las mujeres al parecer las confunden con las crisis histéricas en relación con

las represiones con que las mujeres eran sometidas en la colonia.

En 1804, otro médico peruano, M Tafur, sostenía que la epilepsia era incurable

y decía: "La medicina tiene sus límites y a las veces muy estrechas, que no es

lícito propasar y que se deben respetar para conservar el concepto y no

atormentar al enfermo con una medicina infructuosa y vana, ni apresurar su

muerte por el indiscreto prurito de recetar".

Hacia 1807, otro médico peruano, M Tafur, sostenía que la epilepsia era

incurable y decía: "La medicina tiene sus límites y a las veces muy estrechas,

que no es lícito propasar y que se deben respetar para conservar el concepto y


no atormentar al enfermo con una medicina infructuosa y vana, ni apresurar su

muerte por el indiscreto prurito de recetar".

Hacia 1807, casi al culminar la colonia, J M Valdés 18 presenta su tesis

Disertación médico-quirúrgico sobre varios puntos importantes. Iniciaba su

trabajo afirmando que a esta enfermedad epiléptica los griegos la llamaron

eclampsia y los latinos convulsiones. Hacía referencia también al trismus de

los recién nacidos, denominado barreta, y que se acompañaba de opistótonos;

igualmente describe otras convulsiones en los recién nacidos. El "mal de los

siete días" o barreta corresponde a tétanos por infección M cordón umbilical.

De las convulsiones de los lactantes decía que eran graves y en ocasiones

mortales, y que no quedaba otro remedio para salvarles que los votos y

oraciones de sus padres. Agregaba que su origen se remontaba a la ingestión

de alimentos en el estómago, acompañado de vómitos y evacuación. Entonces

el mal lo arroja a los brazos de la muerte, una serie de movimientos

extraordinarios se suceden por todo el cuerpo, los ojos se pasan fijos, o

tiemblan a los niños los párpados, los carrillos y los labios; se le hincha el

vientre y el pulso es de tal calidad y celeridad en un movimiento de 150

golpes. Refiere finalmente que las convulsiones serían el resultado de los

esfuerzos que realizaría el organismo para arrojar elementos tóxicos ingeridos,

pero, que si las fuerzas no son suficientes para que se consiga arrojar, sucumbe

a la violencia de su propia agitación.

En la terapia para la epilepsia o alferesía (entre otros nombres) se

recomendaba tomar agua caliente y administrar bálsamo de copaiba, que era


un purgante y gozaba de las ventajas de expurgar el cuerpo de materias

heterogéneas que se hallan en el mismo vientre. Bottoni, un médico italiano

citado por Lastres, informaba que con la introducción de remedios en la sangre

para corregir, alterar o espiritualizar, se conseguía la curación de pertinentes

males como la calentura y alferecía; todo esto, agregaba, no admite dudas.

Unanue recomendaba el cambio de clima, ya que Lima, por el temperamento

caliente y húmedo de la ciudad, hacía que los habitantes fueran de hábito flojo

y débil.

B. PARÁLISIS FACIAL

Malformaciones y parálisis faciales en la cerámica de las culturas

precolombinas Moche y Lambayeque

La parálisis facial es una pérdida total o parcial del movimiento voluntario de

los músculos de un lado de la cara. Ocurre porque el nervio facial está dañado,

lo que deja de transmitir los impulsos nerviosos a los principales músculos de

la cara. Cabe recalcar que entre las culturas Moche (100-700 d.C.) y

Lambayeque o Sicán (750-1100 d.C.); que fueron culturas precolombinas del

período en el que se desarrollaron los estados regionales en el norte del Perú,

se pueden obtener información verídica sobre su religión, medicina y su vida

cotidiana, todo esto a través del estudio de la cerámica encontrada en las

tumbas de los gobernantes y sacerdotes Moche en las waca, pirámides, torres

sagradas y templos.

Por lo tanto, es posible ver que en la cerámica se representan sujetos con

parálisis facial periférica, deformidades faciales (labio hendido) y espasmos


hemifaciales. Siendo así los principales objetos que se muestran en la cerámica

Moche y Lambayeque, la parálisis facial periférica y las deformidades faciales

como el labio hendido. Es por ello, que estas representaciones constituyen una

de las primeras descripciones de estas patologías en las culturas precolombinas

de América del Sur.

C. DIVERSAS ALTERACIONES ÓSEAS

Presencia de paleopatologías en las representaciones mochica

Se lograron determinar nuevas patologías presentes en la cerámica mochica y

a su vez refutar antiguas denominaciones que no guardan relación entre lo

representado en la cerámica y el padecimiento asociado. La representación

denominada como acromegalia o bocio exoftálmico estaría asociada según las

características presentes con el Síndrome de Crouzon, como son las orbitas

oculares prominentes y un claro prognatismo mandibular. Se descarta el

padecimiento de bocio puesto que siendo observado lateralmente la pieza no

presenta la inflamación típica debajo del cuello y en el caso de la acromegalia

no se evidencia ninguna manifestación de este padecimiento en la vasija,

puesto que esta enfermedad se caracteriza por un aumento desproporcionado

que conlleva a cambios faciales (mandíbula y nariz) y acrales (extremidades).

De igual manera asocian las alteraciones presentes en la nariz y el labio

superior con el síndrome de Robinow , quedando completamente descartada

esta propuesta ya que el padecimiento referido no presente ningún tipo de

deformación en la boca o nariz como la representada en la cerámica (Díaz et al

1996). En el análisis se determinó que la vasija antes mencionada corresponde

a un individuo con leishmaniasis, siendo las afectaciones en la boca y nariz el

resultado del proceso de destrucción en los tejidos afectados. La presencia de


alteraciones en la columna se encuentra manifestada en la cerámica mochica,

en cual se representan al individuo sentado con protuberancias que sobresalen

del pecho y la espalda patología conocida como lordosis o cifoescoliosis

diferenciandolo de la curvatura anormal que se encuentra en la región lumbar

de la columna vertebral que se refiere a la Cifosis lumbar. En el caso del Pie

Zambo varo equino una condición donde el pie tiene una rotación interna, en

la mixedema está relacionado con la obesidad ya que existe la inflamación en

los tejidos por una acumulación de líquido (edema).

Existen otros tipos de representaciones son las alteraciones corporales

relacionadas con la violencia interpersonal como la mutilación de miembros

inferiores y superiores que sirvieron para el tratamiento de infecciones y/o

enfermedades infecciosas. Las demás patologías representadas como siameses,

leishmaniasis, parálisis facial, sífilis, discapacidad visual esto se debe a que las

vasijas se elaboraron considerando los rasgos más resaltantes de los

padecimientos y producto de su alto nivel en los detalles permite una acertada

aproximación de la patología plasmada. De todas las patologías identificadas

en la cerámica se observa que la más recurrente es la leishmaniasis donde se

conoce que la zona de transmisión de esta enfermedad es endémica y que

durante la conquista española lo reportan como un mal que destruye la nariz y

las cavidades nasales, afectando a los indígenas en la ladera este de la

Cordillera de los Andes, en los valles calientes y húmedos donde se cultiva la

coca.
D. EL MAL DE POTT

Antecedentes históricos

La tuberculosis acompaña al hombre desde la más remota antigüedad. Se han

registrado sus huellas en momias egipcias e incaicas en forma de caries

vertebrales características del llamado Mal de Pott, es decir de tuberculosis de

la columna. Más aún, se han encontrado bacilos de Koch en el frotis de un

absceso de personas en un niño inca, tan momificado como el bacilo mismo,

lo que ha sido confirmado con las modernas técnicas moleculares. Las

microbacterias son muy abundantes en la naturaleza y con frecuencia afectan a

los animales; con el correr de los siglos, paulatinamente, una de ellas parece

haberse especializado hasta transformar al hombre en su comensal favorito.

Aunque ya el más antiguo código conocido, el del rey Hammurabi de

Babilonia, menciona una enfermedad pulmonar crónica que probablemente era

la tuberculosis, esta afección sólo aparece claramente identificada en tiempos

de Hipócrates (460-370 a.C.), quien acuñó el término de "tisis" o consunción.

En realidad, en muchos textos clásicos, desde la más lejana antigüedad y en

todas las culturas, aparecen descripciones sugerentes de esta enfermedad y en

sus dibujos, esculturas y escritos, claras alusiones a ella. Es significativo que

estas señales predominen en asentamientos urbanos, lo que explicaría que la

tuberculosis apenas aparezca mencionada en la Biblia, que transcurre en

poblaciones predominantemente rurales.

En efecto, cada vez que gran número de individuos se ven confinados a

espacios reducidos, se acorta la distancia boca a boca, lo que facilita la

transmisión de la infección. Al mismo tiempo, tienden a empeorar las

condiciones de vida, lo que favorece el paso de la infección a enfermedad.


Este fue el caso de las civilizaciones egipcias, griegas, romanas e incaicas y el

sino de las grandes ciudades desde los inicios de la Revolución Industrial. Se

hacen así más comprensibles las epidemias de tuberculosis que se siguen

produciendo en la actualidad, con las migraciones desde regiones o países de

baja densidad de población, a ciudades donde el contacto inter-individual es

más intensivo y las condiciones de vida frecuentemente mucho más precarias.

La mayoría de los médicos antiguos creía que la tuberculosis era hereditaria,

pero ya Aristóteles (384-322 a.C.) y subsecuentemente Galeno (131-201),

Avicena (980-1037), Francastoro (1478-1553), Morgagni (1682-1771) y

muchos otros, pensaron que se trataba de una enfermedad infecciosa y

contagiosa. Pero, fue principalmente Villemin (1834-1913) quien pudo

demostrarlo en sus brillantes experimentos, con la inoculación de material

casero a diferentes animales de experimentación. Sus hallazgos causaron

grandes controversias y se nombró una comisión, la que después de analizar

sus experimentos, concluyó: "Estas ideas no se asientan sobre bases firmes".

No pasó mucho tiempo sin que sus hallazgos se confirmaran y fueran

aceptados por todos.

Sin embargo, hay que tener presente que el hombre primitivo consideraba que

todos los fenómenos que no comprendía se regían por poderes sobrenaturales.

Así, la creencia que predominaba era que la tuberculosis, al igual que otras

enfermedades, era causada por los malos espíritus y su tratamiento se basaba

en rituales mágicos, variables según las distintas culturas. Los tuberculosos

tampoco se libraron de los tratamientos habituales de esas épocas: sangrías,

sanguijuelas, vomitivos y lavativas.


En la actualidad, cuando en extensas regiones del planeta conviven sociedades

más o menos civilizadas con grupos humanos poco favorecidos, en ocasiones

tan primitivos como nuestros antepasados prehistóricos, debemos tener

presente, comprender y enfrentar a pacientes que no entenderán y menos aún

creerán las actuales explicaciones sobre el origen de sus enfermedades. Para

ellos el "mal de ojo", por ejemplo, es mucho más comprensible que el

contagio, y cualquier tratamiento mágico o "natural", más asequible y

razonable que todas las complicadas terapias modernas. Sólo teniendo en

cuenta las supersticiones propias de cada conglomerado humano se podrán

adecuar los actuales programas de control a la realidad de una medicina

primitiva no tradicional, con pleno conocimiento de la influencia que siguen

ejerciendo en ella sus curanderos locales.

Por otra parte, aunque ya nadie duda de la etiología infecciosa de la

tuberculosis, los avances en genética han reactualizado la importancia de una

predisposición hereditaria a desarrollar, lo que explica que sólo uno de cada 10

infectados progrese a enfermedad a lo largo de su vida.

Parece ahora increíble que los más sesudos científicos, a lo largo de más de

veinte siglos, hayan derrochado sus mejores energías en bizantinas

discusiones, cuando no en francas peleas, entre los partidarios de las teorías

"unicista" y "dualista" de la tuberculosis, tan estériles como la controversia

sobre cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler.

Ahora sabemos que cuando el bacilo de Koch entra en una población

anteriormente virgen de infección tuberculosa determina una forma subaguda

de la enfermedad, parecida a la tifoidea, con predominio de las diseminaciones

hematógenas, lo que determina una elevada mortalidad en los sujetos más


susceptibles. Los genéticamente más resistentes sobreviven a expensas de

formas de tuberculosis más crónicas, pero también más contagiosas. El M.

tuberculosis se ha introducido en diferentes períodos en los distintos países, de

modo que el mundo tiene actualmente poblaciones en contacto reciente con la

enfermedad, otras en etapa de tuberculización masiva, con elevadas tasas de

infección, morbilidad y mortalidad, y un número creciente de individuos

genéticamente más resistentes, porque sus antepasados fueron sometidos a una

selección natural que favoreció la conservación de genes protectores que les

permitieron sobrevivir y reproducirse sin desarrollar la enfermedad.

Tenemos que reconocer, con humildad, que distintos microorganismos nos han

ido seleccionando, a lo largo de la historia y que en realidad somos meros

sobrevivientes, genéticamente privilegiados, de las grandes epidemias del

pasado.

Etapa de la aplicación

Después de la Segunda Guerra Mundial Europa se encontró con una gran

epidemia de tuberculosis y tuvo la suerte que los mejores cerebros se dedicaran

a buscar las técnicas más eficaces para enfrentarla.

Styblo, desde la Unidad de Investigación de Vigilancia Epidemiológica

(TSRU) de La Haya y los Comités Científicos de la UICT de París, sentó las

bases de la epidemiología moderna de la tuberculosis, elemento esencial de los

actuales programas de control de la enfermedad.

Crofton, desde Edimburgo, en la década de los sesenta, inflamó nuestra

imaginación al demostrar que la tuberculosis era curable sólo con


quimioterapia. La famosa "curva de Crofton" mostraba cómo la población

bacilar iba disminuyendo en la expectoración de los enfermos, hasta

desaparecer, a medida que pasaban los meses de tratamiento, aun con los

esquemas subóptimos de la época. Se puede decir que Crofton sentó las bases

de la quimioterapia moderna, estableciendo los principios ahora

universalmente aceptados de que los tratamientos deben ser asociados y

prolongados.

Canetti, Rist y Grosset del Instituto Pasteur de París, descubrieron los

principios esenciales en los cuales asienta la moderna quimioterapia de la

enfermedad y nos han legado el método más empleado en el mundo para medir

la sensibilidad del bacilo a los distintos fármacos.

Fox y Mitchison, desde el British Medical Research Council (BMRC) de

Londres, no sólo contribuyeron también a sentar las bases bacteriológicas del

tratamiento, sino que dieron un salto más allá al demostrar que el reposo

sanatorial no era necesario, que el tratamiento podía ser administrado en forma

intermitente y al descubrir e insistir en la importancia de los tratamientos

totalmente supervisados que ahora llamamos "tratamientos bajo observación

directa". La quimioterapia moderna de la tuberculosis descansa en gran parte

en modelos de investigación científica que fueron demostrando, primero en

Madrás, en la India, que el reposo en cama no agregaba nada a la

quimioterapia y, posteriormente, a través de investigaciones modelo efectuadas

principalmente en África del Este, Hong Kong y Singapur, el papel de cada

droga y de cada asociación medicamentosa y las bases de sus notables

propiedades bactericidas y esterilizantes.


Por fin, las grandes organizaciones internacionales, primero la UICT y, más

tarde, la Organización Mundial de la Salud (OMS) crearon, perfeccionaron y

ayudaron a implementar los modernos Programas de Control de la

Tuberculosis basados en la llamada estrategia DOTS, a escala mundial.

DOTS es un acrónimo que significa "Direct Observed Treatment

Short-Course", es decir tratamiento bajo observación directa de corta duración.

Lo de "corta duración" se refiere a que, con el empleo de rifampicina, se logra

abreviar notablemente la duración de la quimioterapia. Sin embargo, la

estrategia DOTS tiene implicaciones mucho más vastas. Comprende cinco

medidas fundamentales, que cuando son bien aplicadas, determinan una

importante disminución del problema de la tuberculosis, sean cuales fueren las

condiciones socio-económicas de cada país:

1. Compromiso político de los gobiernos de crear y financiar una estructura

adecuada que asegure el éxito de las medidas que siguen;

2. Diagnóstico basado en la baciloscopía, mediante la localización de casos de

tuberculosis en los enfermos "sintomáticos respiratorios" que consultan

espontáneamente en los Servicios de Salud con tos de más de dos semanas de

duración;

3. Tratamiento acortado y supervisado por personal de salud especialmente

entrenado para observar cómo el enfermo ingiere los medicamentos prescritos;

4. Suministro regular de fármacos e insumos de laboratorio, y


5. Sistemas uniformes de registros e información que permitan la evaluación

de la marcha del programa y la aplicación de medidas correctivas que lo

perfeccionen. Por ejemplo, es esencial medir los resultados del tratamiento a

través del estudio de cohortes de todos los enfermos que inician la terapia.

No hay duda que la estrategia DOTS es efectiva; el problema es que su

implementación a nivel mundial ha sido lenta e imperfecta, de modo que

actualmente menos de un tercio de la población del planeta se beneficia de

ella.

En Chile hemos sido afortunados de haber iniciado y mantenido, con otros

nombres, todos los elementos de la estrategia DOTS, lo que se ha traducido en

la disminución mantenida de la incidencia de la tuberculosis en los últimos

decenios. Chile es uno de los pocos países de la región que ha alcanzado el

llamado "umbral de la etapa de eliminación de la tuberculosis" que se alcanza

cuando la incidencia anual de la enfermedad es menor de 20 casos nuevos por

100.000 habitantes. Sin embargo, en Chile existe un grave problema de

equidad: en tanto en algunas regiones, como en el área oriente de Santiago, la

incidencia de la tuberculosis es comparable a la de los países más

desarrollados de occidente, en otras, como Arica, las cifras son similares a las

peores de los países de África o del Sudeste asiático.

El desafío actual es intensificar las medidas de control de esta enfermedad en

nuestro país, incorporando nuevas tecnologías que permitan acercarnos a la

fase avanzada de eliminación de la tuberculosis, es decir menos de 10 casos

nuevos por 100.000 habitantes, que el Ministerio de Salud ha fijado para el

año 2010. No es un objetivo fácil si consideramos que la ley de los


rendimientos decrecientes establece que cuanto más cerca estamos de

controlar un problema de salud, tanto mayores son los esfuerzos que demanda

su erradicación. Por otra parte, siempre existen autoridades de salud poco

informadas, que partiendo de la falsa premisa de que la tuberculosis ha dejado

de ser un problema en Chile, en circunstancias que siguen muriendo

anualmente de esta enfermedad más enfermos que de todas las enfermedades

infecciosas juntas, incluyendo el SIDA, proponen recortes increíbles en

medidas básicas de control que tan exitosas han sido hasta ahora.

Las llamadas Reformas de la Salud, que en esencia consisten en disminuir los

programas públicos y aumentar el aporte financiero de los llamados usuarios,

es de temer que en el caso de la tuberculosis interfieran con los éxitos que

hasta ahora han tenido nuestros programas.

E. DEFORMACIONES CRANEANAS ENCONTRADAS EN MOMIAS

En el antiguo Perú diversas sociedades practicaron la trepanación craneana.

Éste era el procedimiento quirúrgico para eliminar hematomas o retirar partes

de huesos del cráneo fracturas probablemente durante combates rituales o

enfrentamientos guerreros. También se llevaba a cabo para aliviar dolores u

otras dolencias de la cabeza. Los cráneos trepanados que muestran

regeneración ósea tras la operación indican que algunos individuos

sobrevivieron a estos procedimientos. Se utilizaron herramientas diversas para

la trepanación, como cuchillos de obsidiana (vidrio natural) o de metal (cobre

o aleación de cobre).

La deformación craneana ha sido una práctica ampliamente usada en las

poblaciones humanas de todos los continentes y efectuada con muy diversos


propósitos. Algunas de las ideas más generalizadas son que la deformación

craneana constituye un rasgo estético, un indicador de posición social (status)

entre las sociedades o un marcador de pertenencia a un grupo social. En

Beaverdam (Georgia) la deformación craneana fue practicada solamente en la

población femenina aparentemente con propósitos cosméticos. En King

(Georgia) todos los cráneos enterrados en el sector público tenían deformación

craneana y estaban asociados a artefactos de guerra; esta evidencia sugirió que

el estatus de guerrero parece haber sido adscrito y realzado con la

modificación del cráneo.

La deformación craneana reportada en Oruro (Bolivia) parece haber tenido el

propósito de diferenciar castas: la forma tabular erecta correspondía a las

“castas superiores”, la deformación tabular oblicua fue practicada a “grupos de

determinada jerarquía” y la deformación anular oblicua y erecta al común de

la población dado que era la más extendida. Existen referencias sobre dichas

prácticas en diferentes grupos étnicos, pero la carencia de contextos

arqueológicos apropiados no ha permitido contemplar este rasgo dentro de

cada sociedad.

La cultura Paracas

La cultura Paracas fue una de las culturas sudamericanas que practicó las
deformaciones craneanas, esta costumbre floreció entre los años 700 a. C. y
200 d. C.

Los estudios realizados señalan que las deformaciones craneanas fueron


realizadas por la nobleza, donde los niños eran sometidos a esta práctica a muy
temprana edad, debido a que los huesos del cráneo todavía estaban en
formación. Las deformaciones craneanas eran procedimientos que se
utilizaban para deformar el cráneo de forma artificial. Para esto utilizaron
varias técnicas que mencionaremos más abajo, como la utilización de dos
tablas, una en la frente y otra en la nuca, la cual amarraban fuertemente.
Gracias a esto lograron cráneos alargados. En las excavaciones se encontró
fardos funerarios con muchas ofrendas y finos mantos paracas, lo cual era
propio de la nobleza. Al retirar los mantos se dieron con la sorpresa que tenían
la cabeza alargada, los cráneos más famosos fueron encontrados en chongos,
cerca de la ciudad de Pisco. Estos cráneos alargados tenían un 25% más de
capacidad craneal y pesaban un 60% más con respecto a un cráneo sin
deformación. También las cavidades orbitales eran significativamente mayores
que las de cráneos contemporáneos y la mandíbula más grande y gruesa. Esto
dio como resultado a todo tipo de especulaciones sobre su origen, incluso
atribuyéndole un origen extraterrestre, pero solo se trataba de una deformación
artificial. Las deformaciones craneanas no solo fue practicado por la cultura
Paracas, en todo el mundo diferentes culturas realizaron la deformación
craneana. La finalidad y razón principal que tuvieron los paracas para hacer
esto fue para mostrar su alto estatus como nobleza, esto era un signo de
distinción y también para justificar en muchos casos su origen divino el cual
les permitía gobernar.

La cultura Paracas utilizaba 2 métodos, la deformación craneana de cuna y la


de llautu.

La deformación craneana de cuna: Utilizaba un mecanismo que aplastaba la


cabeza del bebe mediante unas tablas.

La deformación craneana con la técnica llautu: se realizaba colocando un


gorro y las tablas en la parte delantera y posterior de la cabeza, amarrados de
forma firme. La deformación craneal se realizaba a los recién nacidos hasta los
6 meses de edad, esto debido a que a esa edad los huesos del cráneo todavía
están en formación y pueden ser moldeados. La deformaciones craneanas en
adultos era poco común porque los huesos de la cabeza ya están formados
dificultando su deformación.
Existen 4 formas de deformación del cráneo.

● El Modelado bilobular
● Modelado cuneiforme
● El Modelado tabular
● Modelado anular

El aplanamiento y alargamiento se producía mediante el vendaje de dos placas


a ambos lados de la cabeza. La cultura más antigua en practicar las
deformaciones craneanas artificiales fue la cultura Paracas y esta práctica se
realizó en los periodos de cavernas y necrópolis.

En resumen, las deformaciones craneanas en Paracas tuvieron como finalidad


la demostración de poder y estatus, gracias a ello, la nobleza reafirmaba su
poder y dominio sobre el pueblo de Paracas.

La cultura Nazca
La cultura Nazca heredó de la cultura Paracas sus prácticas de deformaciones
craneanas por lo cual realizaban las mismas técnicas y procedimientos.

La cultura Inca
La cultura Inca realizaba estas prácticas hasta la llegada de los españoles, fue
entonces cuando el virrey Toledo observó una alta tasa de mortalidad infantil
al realizar estas prácticas y prohibió su realización.

Durante el apogeo del imperio Inca esta práctica estaba reservada a la nobleza,
como símbolo de distinción de su estatus.

Muchos de estos hallazgos se encuentran en museos como:

● Museo de Sitio Julio C. Tello.


● Museo de Historia de Paracas .
● El Museo Regional de Ica «Adolfo Bermúdez Jenkins».
● Museo Juan Navarro.

III. BIBLIOGRAFÍA

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