En la antigüedad clásica aparecieron las figuras de
médicos curanderos conocidos como iatromantes, magos o demiurgos, quienes desarrollaron sus trabajos y derivaron sus prácticas precisamente de la cultura de la Mantica Inspirada. Gracias a Hipócrates nos han llegado noticias importantes sobre estas figuras, que él mismo cita en el texto dedicado a la epilepsia con el título Discurso sobre la enfermedad sagrada. Estos personajes hunden sus raíces culturales y sus iniciaciones en la Cultura Mágico-Alquímica Egipcia y Hermética y en la Cultura Iatromántica de Asia Menor, devotas del dios Apolo y desembarcadas en Grecia desde la tierra de Hiperbórea (Siberia del Norte). La palabra “mago” lleva consigo la raíz lingüística indoeuropea magh-, que significa: “que posee un poder especial”. Esta raíz la encontramos nuevamente en bases lingüísticas como la lengua griega donde se convierte en “mekar-, mekos-“: medicina; el lenguaje védico, donde se convierte en “maghà-“: regalo, recompensa; o en iraní “maga-“: recompensa. Como es bien sabido, Kremmerz dio una definición más completa de la misma, de acuerdo con la práctica mágica. Sobre el movimiento de esta línea cultural se desarrollaron las Escuelas Arcaicas de Medicina, todas dirigidas originalmente por médicos estudiantes de Asclepio, quienes con el tiempo se convirtieron en corporaciones de magos-curanderos estructuradas en torno a un contexto iniciático. La figura mítica de Asclepio es la de un semidiós hijo de Apolo y guardián de la Tradición Médica Original transmitida directamente por su padre. La propia tradición dice que fue Apolo quien encomendó la educación de su hijo al centauro Quirón. El nombre Asclepio, en su etimología griega aisakòn+analabéin significa literalmente “sostener la varita”, en clara alusión a los instrumentos utilizados por los magos en las prácticas médicas, instrumentos contenidos en el símbolo de Asclepio, el bastón con una serpiente enroscada, que es luego integrado por la cultura hermética que llevó a Grecia el Caduceo, el bastón de Hermes con la serpiente doblemente enroscada, símbolo de la unión mística de las Fuerzas internas del individuo (calor-frío, masculino-femenino, luz-sombra - Simpático y Parasimpático nervioso). sistema), como resultado de la curación completa. Las diversas prácticas, diferentes según las características de la Escuela, se centraban en una práctica base común para todos, la Incubación. En ella, quien realizaba el rito de curación (no necesariamente enfermo del cuerpo) debía acostarse en un lugar preparado para la ocasión como una gruta, una cueva, una habitación preparada para el evento o directamente en el templo de Asclepio, y allí a dormir después de someterse a las prácticas rituales de purificación. En tal ocasión el dios, en diferentes formas posibles, aparecía directamente en un sueño, y a través de sucesivas prácticas de oniromancia se estudiaba la simbología que aparecía para el durmiente y así se ejercía una función mantico-oracular que a través del arte mayéutico se llegaba a la solución a utilizar. como terapia Es evidente que la función oracular no era absolutamente diferente de la de curar, porque al médico-sacerdote se le pedía necesariamente la capacidad de ir más allá de las manifestaciones corporales y así identificar las verdaderas causas de la aparición de la enfermedad: disfunciones psíquicas y espirituales. causas Entonces el ritual preveía una doble práctica preliminar: - el interior, con la preparación de purificación de unos días, que se basaba en contener la energía sexual del paciente eliminando las relaciones sexuales, los alimentos pesados y las actividades agotadoras, con el objetivo de conservar la energía del individuo para poder utilizarla durante el práctica de incubación y oniromancia; - el exterior, con los rituales de sacrificio de animales a Apolo y Asclepio. O ritual previa enfim beber uma “poção”, preparada com mel, óleo e trigo, cuja origem, segundo a Tradição, foi atribuída à filha de Asclépio, Ygea ou Yyieia), deusa da Saúde, cujo nome deriva de “igiés: são, en buen estado". De hecho, la tarea de la “poción” era llevar el estado físico del practicante a una condición de salud, nutrición y bienestar, necesaria para enfrentar el ritual. Finalmente, es importante recordar que en el lugar donde se efectuó la incubación, estuvieron presentes las serpientes, animales sagrados para toda la cultura médica, pues son animales del Inframundo y de la Ciencia Nocturna, guardianes ancestrales del Poder Curativo, cuya figura es no por casualidad se usa tanto en la vara de Asclepio como en el caduceo de Hermes. El rito posterior se basó en tres fases específicas para cada viaje de iniciación y sanación: 1- preparación ascético-purificadora; 2- muerte y sacrificio iniciáticos; 3- curación por obra de una Fuerza divina Superior y palingenesia espiritual. Las deidades a las que se encomendó el paciente nos dan simbólicamente el significado de que Orden se pedía para la reintegración física, psíquica y espiritual del consultante: Apolo, representante solar de una Mente Superior y padre de la medicina; Tìke, la Suerte o disposición favorable de lo divino hacia el ser humano; Mnemosyne, la Memoria Original de la Armonía antecedente de la enfermedad; Themis, el Orden Universal que sustenta el macro y el microcosmos. Estas prácticas, originalmente propias de la cultura curativa chamánica, se retomaron en la época clásica (siglos V y IV a. C.) y se transformaron en rituales de curación exotérica iniciática a nivel social, en los que se practicaban prácticas mánticas y iatricas, dos artes atribuidas a Asclepio y Apolo. Otra categoría de curanderos, recordada por Hipócrates, era la de los agurtes, un tipo particular de sacerdotes mendigos que incluso Platón cita en algunos textos y de los que nos dice que curaban mediante prácticas chamánicas en las que recitaban “conjuros y encantamientos”. En definitiva, eran hombres que tenían un buen conocimiento de las Fuerzas del mundo astral, que lograban gobernar mediante el uso de fórmulas mágicas y cantaban o recitaban mantras que actuaban como un código en ciertas frecuencias vibratorias, capaces de modificar el psíquico, estado emocional y físico del ser humano enfermo. Luego ejercieron poderes teúrgicos. A Agurtes se le otorgó una interesante habilidad: remover el “miasma” presente a nivel genealógico y transgeneracional en una familia, generado por la culpa provocada o causal de un derramamiento de sangre. Otra categoría bien conocida era la de los Catárticos, que se ocupaban precisamente de la Catarsis Purificadora, disciplina para la cual la dimensión psíquica de una “culpa”, o impureza, decae con el tiempo en la dimensión física, convirtiéndose en lo que se considera su manifestación o síntoma material: la enfermedad. Promueven rituales de purificación y expiación, por lo que son personal médico especializado en intervenciones que son a la vez purificadoras de los cuerpos energéticos y del cuerpo físico. Esta categoría de personajes interpreta la profunda exigencia de la cultura griega de la época, de carácter puramente interior y religioso, que encuentra su origen en la afirmación de una conciencia más profunda, que desea purificarse no sólo de la enfermedad física sino también de las manchas de la “culpa” a través de los instrumentos de la medicina sagrada. Pero aquí no se debe hacer ninguna confusión, “culpa” no tiene en modo alguno el significado de “pecado” tal como se estructurará en sucesivos monoteísmos. Esta “culpa” nada tiene que ver con la mancha moral, que para la cultura de este mundo y de esta época era totalmente desconocida. La “culpa” de la que habla no es aquella que se encuentra en el corazón del individuo o en su emotividad por algún acto o hecho malo que ha realizado y que de alguna manera lo lleva a sentirse culpable (el concepto de “malo” no existe aquí), sino lo que está unido al individuo como algo externo a él, que no es parte de su verdadera naturaleza esencial, y que se encuentra en una fuerza particular que se ha apoderado de él, que lo llevó a realizar una determinada acción, y que ahora debe ser liberado para abandonarlo si no ha de volver a actuar. Las Fuerzas de las que se habla son precisamente aquellas demoníacas, chthoneales, personificadas en la cultura homérica como deidades del inframundo, un puñado de fuerzas que si son evocadas llevan al individuo (incapaz de dominarlas) a realizar actos nocivos. Son Fuerzas de naturaleza inferior que se alimentan del odio, la envidia, la venganza, el rencor… Pero nada tienen que ver con el ser humano, para quien éstas son en realidad meras adversidades que, mediante los instrumentos de la catarsis, deben ser eliminadas. Es importante señalar que estas figuras de magos-curanderos conocían bien el aspecto kármico, o causa-efecto, de las acciones realizadas directa o indirectamente por las personas que se dirigían a ellos. Leer los “signos” que revelan la presencia de estas entidades es arte de todos los médicos que pertenecen a estas congregaciones, las cuales, a pesar de variar en nombre o definición, en realidad pertenecen al mismo aquelarre original y utilizan el mismo modelo técnico-operativo. En lengua griega el verbo curar deriva del verbo iàomai (iàopai), de donde se obtiene la palabra iatèr (iatr-) curador, médico. El verbo iàomai está ligado al sánscrito isa-iati, ligado a la palabra isiràh que significa sagrado, refiriéndose a una fuerza agente especial como poder vital dador de vida que nutre y fortalece las funciones sagradas, como forma motivo ancestral que cura y vivifica . Con los términos Curación y Restauración, se entiende aquí la restauración psíquica de las Fuerzas propias del individuo, a través de operaciones teúrgicas, y no una simple actividad de restauración del estado de salud física. El médico era lo contrario de los que se llamaban idiotas, es decir, los profanos, de los que se distinguía por sus conocimientos técnico-operativos y su función sacra, de purificador. En estos aspectos radica la diferencia entre esta categoría de médicos arcaicos y la sucesiva categoría de médicos hipocráticos: de hecho, los primeros afirman que la enfermedad es el resultado de la presencia de una fuerza particular llamada “daimon”, que indica un cierto tipo de desarmonía que se materializaba en los mundos energético y físico, mientras que los otros, los hipocráticos, derivan cualquier alteración energética y física por causas puramente materiales de desequilibrio humoral. En la medicina sagrada de la época, por lo tanto, eran necesarias habilidades espirituales (neumáticas), derivadas de una preparación interior particular, fruto de una metodología iniciática y ascética. Esta tipología de médicos practica una vida apartada del ascetismo, se abstiene del mundo superficial y de la vida mundana en general, practica la continencia y, dado el vasto conocimiento en los campos herbolario y fitoterapéutico, utiliza plantas medicinales para la curación. La práctica más significativa para la que fueron llamados estos médicos es la cura de la manía de locura, que a menudo afectaba a las mujeres de las ciudades helénicas, especialmente en el grupo de las devotas de los cultos lunares y de los cultos dionisíacos de orgías y éxtasis. Ellos, a causa de estos rituales, a menudo se contagiaban de verdaderas obsesiones, psicosis o neurosis, debido a la intensificación a nivel psíquico de entidades del mundo astral (formaciones de miedo, ira, depresión aguda, odio, etc…). Por lo tanto, la reconstitución del estado anterior requería a veces la acción de una fuerza perteneciente a un mundo sutil superior a aquel del que emanaban estas entidades. Es en este contexto que debe situarse el uso de los epodos, fórmulas sagradas de carácter apotropaico que acompañaban a los rituales curativos del médico, además del uso del eléboro, Entre los médicos arcaicos se incluyen como “iatromantes” [de la etimología iatèr: médico, mantis: profeta, adivino, vate] epíteto del mismo Apolo, el destructor que cura y el sanador que destruye. La iatromance aparece en la Grecia arcaica, particularmente en las áreas de Jonia (Asia Menor, Turquía) y Magna Graecia (Sur de Italia), dentro de esos reservorios culturales de las colonias de Poleis, donde la cultura de la patria se integraba con las tradiciones locales. La cultura iatromántica es encarnada y llevada adelante en esta época por hombres que provenían de experiencias desarrolladas en estrecho contacto con las fuentes sapienciales de Egipto y Oriente, fusionadas con las tradiciones de las cepas Iperborea y Atlantis. Los iatromantes y su cultura chamánica son el resultado de este encuentro, una milenaria fusión de pueblos y tradiciones que tuvo lugar en las aguas y tierras de la Antigua Grecia alrededor de los siglos X y IX a.C. Los iatromantes cumplen el papel de puente, instrumento de conexión entre el mundo manifestado y el mundo causal que lo determina. Conocen los mundos multiformes que, en estratos, constituyen la realidad, gracias a prácticas ascéticas que les permiten contemplar el plano de manifestación desde un lugar de Verdad Profunda. Intervienen en situaciones límite (a veces patológicas) convirtiéndose en instrumento de sanación, poniéndose al servicio de la Fuerza Superior que todo lo mueve, que así opera en el plano de la realidad fenoménica, transformando y resolviendo enredos energéticos y disfunciones psíquicas y físicas. Uno de los exponentes del linaje Iatromantes presente en Grecia entre los siglos VII y VI a.C. es Abaris el Hiperbóreo, el epíteto con el que fue llamado permite orientar sus orígenes en la tierra de Hiperbórea, lugar místico y mágico, que dio origen a los pueblos de los hiperbóreos, que se encuentran en el norte de Grecia, hoy probablemente identificables con Europa del Este y las primeras tierras de Rusia. Este pueblo y su tierra fueron considerados por los griegos como lugares divinos y sagrados en los que reinaba el mismísimo dios Sol- Apolo y en los que se encontraba la cuna de la cultura iatromántica. Herodoto y Licurgo cuentan en sus textos la historia de Abaris, así llamado por los pueblos griegos que se encontraban en la necesidad de vencer hambrunas, pestilencias y conflictos. Se dice que Abaris, poniéndose al servicio del dios Apolo y habiendo aprendido de él el arte de la oratoria, viajó por toda Grecia recitando profecías, infundiendo valor a las ciudades griegas. Es definido por fuentes antiguas como “enthòus”, poseído por el dios, porque después de esta posesión estática se le dota de facultades proféticas y curativas. Es bueno aclarar que tales posesiones divinas no deben identificarse con estados particulares de conciencia o extrañas experiencias místicas inducidas o provocadas por sustancias psicoactivas, sino que se refieren a estados precisos de Conciencia Superior alcanzados a través de una aplicación constante de principios de vida ascética y contemplativa. Esta estirpe de iatromantes llegó al sur de Italia y se asentó en la Magna Grecia, en algunas ciudades presentes en la actual costa de Campana, entre ellas la ciudad de Vélia (o Elea en griego, nombre original), hoy Ascea, en la provincia de Salerno. Elea fue fundada alrededor del 540 a. C., como posesión de parte del pueblo foceano que escapaba de las tierras nativas de Asia Menor invadidas por el ejército persa del rey Ciro. Las confirmaciones de la llegada de los iatromantes a Elea vienen dadas por los descubrimientos arqueológicos, obtenidos a través de los restos arquitectónicos de la antigua ciudad. En particular, las excavaciones han sacado a la luz evidencias de la identificación entre la cultura iatromántica que se desarrolló en Elea y la Escuela Filosófica de Parménides que se desarrolló allí desde el siglo VI al siglo I a.C. Se encontraron inscripciones entre 1958 y 1960 que parecen demostrar la estrecha conexión entre Parménides y un grupo de iatromantes. Parece que no sólo el filósofo de Elea formó parte de este grupo, sino que se le consideró el fundador, fundador de una escuela de iatromantes que permaneció activa durante al menos quinientos años. Parménides nació en Elea alrededor del 510 a. Las fuentes históricas confirman su discipulado con el pitagórico Ameinias, quien, continuando la obra de su Maestro Pitágoras, difundió la cultura chamánica de la Grecia oriental en las colonias griegas de Italia. Fue Ameinias quien inició a Parménides en la práctica iatromántica de “Esykìa”, término traducido por “silencio”, “vida tranquila”, “paz”. Esta práctica enseña el arte de la inmovilidad física, vital y mental y el arte de la incubación, tomados de las técnicas de la medicina arcaica de las Asclepiades. Los médicos iatrománticos que vivían en este territorio se llamaban “pholàrcoi” y “uliàdes”, nombre de Apolo. El primero de estos términos deriva de la unión de las palabras “pholeòs” “cueva, caverna” y “arcòs” “guardián, señor”, que significa “señor o guardián de la caverna”, lugar privilegiado donde se desarrollaban las prácticas de Sanación Sagrada. lugar. La práctica de la Incubación se realiza como en la medicina de las asclepiades, en un lugar dedicado a ella, y el practicante se envolvía en las espirales de las serpientes, bajo el control y guía del iatromante, quien contribuía a activar en el practicante la procesos energéticos de emergencia de la Fuerza que opera la Cura. Las prácticas se refieren a la capacidad teúrgica de despertar, en el practicante, la Fuerza Ancestral de la Serpiente, el Ojo de Osiris, es decir, su propia energía sexual, única Fuerza capaz de producir, si es conocida y gobernada, una cura concreta. Gran parte de estas prácticas tienen su origen en los cultos mistéricos de las Escuelas Iniciáticas. Las plantas utilizadas, a menudo durante el ayuno que precedía a la práctica, eran malva y asfódelo, que servían para predisponer energética y físicamente al practicante a la aparición de poderes particulares. El término Ouliades, en cambio, deriva del epíteto que la tradición atribuye a Apolo llamándolo “Oùlios”, lo que confirma la estrecha conexión entre Apolo, su hijo Asclepio y los iatromantes.
Sana tu Cuerpo, Calma tu Mente: Desintoxicar Hígado, Intestino Permeable, Salud Hormonal, Curación Emocional, Relajación, Ansiedad y Sanidad mental, Atención Plena, Psicoterapia y Nutrición
Dieta Para El Reflujo Biliar y Gastritis Alcalina - Incluye 20 Deliciosas Recetas Libres de Gluten y de Lácteos Para Tratar y Aliviar el Reflujo Biliar y Sus Molestos Síntomas