Arequipa, 15 de diciembre de 2015
Sesión Ordinaria
Medicina y Religión en el Incanato
La historia del Perú prehispánico está basada en relatos
de cronistas inicialmente españoles y luego mestizos.
Entre los primeros cronistas citaremos a Cleza de León, P.
Pizarro y Sarmiento Gamboa, entre otros. Posteriormente,
los relatos de Inca Garcilaso de la Vega, Blas Valera,
Santa Cruz Pachacutec y Guamán de Ayala, todos de
origen mestizo, contribuyeron al mejor conocimiento de la
antigua cultura prehispánica en Perú.
Durante el Virreynato no se supo que hubieron culturas
preincaicas; esto fue dado a conocer por Max Uhle,
a fines del S XIX. En el primer S XX se sumaron
conocimientos muy importantes gracias a la escuela
arqueológica peruana con el liderazgo de Julio C. Tello.
En el campo de la salud son importantes los trabajos de
Valdizán, Lastre, Olano, Escomel y Weiss.
El Imperio Incaico se inicia alrededor del año 1300 DC
y concluye en el año de 1537. Ocupó geográficamente
un área que corresponde a los Andes peruanos, la zona
boliviana cercana al Lago Titicaca, el norte de argentina
hasta Tucumán, el Ecuador y el sur de Colombia. Tenía
una estructura conformada por 4 niveles: Alta nobleza
(hereditaria), Baja nobleza (lograda por privilegios o
méritos y constituida por sacerdotes, jefes militares,
gobernadores y curacas), Artesanos y Campesinos (la
gran mayoría del pueblo, que vivían y trabajan en grupos
conocidos como Ayllus) y los Siervos o Yanaconas (que
eran prácticamente esclavos y además de manera
hereditaria)
La religión era politeísta. Había gran cantidad de
sacerdotes, pero el sumo sacerdote era el Wallac Umu.
Las principales divinidades de los Incas eran el Dios Sol
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(Intí), los dioses creadores como Wiracocha, la tierra
(Pacha mama), la luna (Quilla), las estrellas (Coyllur), el
agua (Mama Cocha) y el maíz (Mama sara).
Creían que había alma en los objetos, en los cerros y en
las rocas, en las plantas y en los animales. De allí que la
medicina en el Perú antiguo tuviera una fuerte influencia
mágico-religiosa, pero por otro lado era también
empírica y racional. La población inca era supersticiosa
y sufría a problemas psicosomáticos, que trataban de
mejorar mediante el culto a objetos como por ejemplo
los laquis (huesos de muertos) y las huacas (adoratorios
de piedra o montículos), los que eran abundantes y a
los que adoraban en el transcurso de sus actividades
diarias.
La mayoría de los trastornos eran de poca severidad y al
mejorar, probablemente por autosugestión, se reforzaban
sus creencias mágico-religiosas. Se pensaba que las
enfermedades venían por pecados cometidos por la
persona o sus antecesores y que se debían a la acción
de los dioses malos. Posteriormente, sin embargo se
evolucionó hacia una medicina empírico-racional, basada
en la observación y en la práctica. En la medicina de
las diversas culturas peruanas precolombinas se creía
en el origen sobrenatural de las enfermedades, por lo
que los métodos de tratamiento tenían una orientación
religiosa y un sentido mágico. Como la enfermedad
era vista como pecado, se exaltaba al hombre sano, se
ponderaba el trabajo y se fustigaba la pereza.
El papel del curandero no sólo incluía poner en
práctica sus conocimientos prácticos sino que también
era especie de intermediario entre el paciente y
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los dioses que causaban la enfermedad. Se hacía
terapéutica de sugestión, pero asistida por terapias
farmacológicas. La sugestión probablemente mejoraba
los aspectos funcionales de la enfermedad y las terapias
farmacológicas, generalmente de origen vegetal,
actuaban sobre los aspectos propiamente físicos de
la enfermedad. Por otro lado, si se consideraba la
enfermedad como resultante del pecado, el adorar a
la divinidad era una forma de terapéutica y también de
prevención de las enfermedades.
La medicina precolombina, como ocurre con toda la
medicina primitiva, no diferenciaba entre el cuerpo
y el alma, por lo que no existía la dicotomía entre
enfermedades físicas y mentales, que todavía no
logramos superar; la psicoterapia en su forma de
curación por la palabra, jugaba papel importante en el
acto médico.
Recursos Vegetales
Garcilaso narra que los indios en el tiempo de los Incas
eran grandes herbolarios que conocían las virtudes de
las plantas y que trasmitían su saber por tradición a
sus hijos. Monardes, en su publicación Herbolarias de
Indias de 1574, puso al alcance de la cultura europea los
secretos de la medicina tradicional americana. La quina
era conocida principalmente en Loja para tratar la fiebre
y los escalofríos (probablemente por paludismo)
Las hojas de coca fueron transportadas a Europa en
el Siglo XVII. Los Indígenas la llamaban cuca y los
españoles coca. Garcilaso, transcribiendo a Blas Valera
refiere “la cuca es un arbolillo del altar y grosor de la
vid. Es tan agradable que los indios posponen por ella
el oro, la plata y las piedras preciosas; los indios que la
comen, se muestran más fuertes y más dispuestos para
el trabajo… y muchas veces contentos con ella trabajan
el día sin comer”
En el libro de Monardes se menciona que los indígenas
toman almejas y conchas de ostras quemándolas y luego
las muelen y quedando como cal molida; luego, toman
unas hojas de coca, las mastican con el polvo de las
conchas y eso les quita el hambre y la sed… recibiendo
esta sustancia como si comieran. En 1858, en Alemania
se aisló de estas la metilecgonina o cocaína que fue el
primer anestésico local y a semejanza química de la
cual todos los anestésicos locales sintéticos modernos,
como la lidocaína.
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El cronista Padre José de Acosta relata que en el tiempo
de los Reyes Incas del Cuzco hubo muchos grandes
personajes en curar y medicinar con yerbas, raíces,
leños y plantas que crecen en América y de las cuales
los antiguos de Europa no tenían ningún conocimiento.
Hermilio Valdizán cita “es de creer que los indios tenían
el conocimiento de las virtudes de la cascarilla y el de
vegetales dotados de propiedades estupefacientes”
Garcilaso dice que los primitivos peruanos tenían
remedios para matar, alocar y atontar. También habían
hombre y mujeres, que daban ponzoña, ya sea para
matar con ella de presto o despacio, como también para
sacar de juicio y atontar a los que quisieran y para afear
sus rostros y cuerpos dejándolos remendados de blanco
y negro y tullidos de los miembros.
Para adormecer a los enfermos, como un anestésico
primitivo se le emborrachaba con chicha, lo que servía
también para horadar las orejas. Garcilaso menciona
que posteriormente “los españoles beben brebajes de
maíz, que había observado en los indígenas, para los
males de los riñones, retención de orina y problemas de
la vejiga y del caño.
Otras plantas que conocieron y que se usan incluso
hasta la actualidad fueron la ortiga que la empleaban
para la ciática y el payco como vermífugo. El mastuerzo
era antiescorbuto, el cardo santo para el dolor de
muelas, el gayruro para la melancolía, el tabaco en polvo
sumado a la coca para emborracharse y la chilca para
las articulaciones. Las flores del chamico y el floripondio
tienen estupefacientes, el sauco para afecciones de la
garganta y el sauce como antipirético.
Conocieron el efecto alucinógeno de ciertas plantas
para los rituales. Notaron que al beber las semillas del
niopo “ven visiones”. El niopo es la acacia, estudiada
por Humboldt como Piptadenía niopo. Así mismo,
conocieron la ayahuasca, el chamico y el floripondio.
El “espíritu animado de las plantas” actuaría
conjuntamente con pases y oraciones que aumentaban
el poder curativo de tal manera que mezclaban la
medicina mágica con acciones racionales (propiedades
farmacodinámicas de los principios activos de las
plantas).
En los templos como Coricancha en Cuzco y Pachamac
en la costa hubo también psicoterapia incipiente,
concentrada en los poderes mágicos porque allí se

encontraban los dioses, pero no existieron lugares
específicos con fines hospitalarios.
La extraordinaria y diferenciada farmacopea vegetal fue
seguramente el resultado de pacientes observaciones
y experiencias acumuladas. El descubrimiento de las
propiedades farmacológicas de muchas especies de
la flora peruana fue con toda seguridad el resultado de
prolongados periodos de observación y experimentación.
Recursos minerales
En el Diccionario de la Medicina Peruana de Valdizán
se menciona una larga lista de elementos curativos de
origen mineral, algunos de los cuales son: Collpa o Millu
(sulfato ferroso y sulfato de aluminio) que usaban como
purgativo, azufre (usado para la sarna de los animales),
sihuayru (óxido de hierro para las diarreas) y el chaco
(polvo de arcilla para las hemorroides, antiácido y en
lavado para los piojos) La maca con piedras de cal y
orina calentada y enfriada y polvo de azufre para las
heridas. Taco era el ocre amarillo el que debido con
chicha era usada para las diarreas con sangre.
El Médico
El “hombre de las medicinas” incaico era el
hampicamayoc (en quechua). Era propiamente el
equivalente del médico, encargado de la asistencia de
la minoría de linaje y de poder, de la atención del Inca
y la corte real; actuaban al lado de dos amautas (los
sabios consejeros que siendo médicos ejercían muy
rara vez) y los quipucamayoc (intérpretes de los quipus).
La profesión solía ser hereditaria y se iniciaba en la
juventud con ayunos y penitencias para continuar el
aprendizaje junto a su padre o maestro.
Los encargos de curar al común de las gentes eran los
ccamascas modalidad de curanderos prácticos. Los
sirkak eran equivalentes a los cirujanos, (trepanaciones,
fracturas y luxaciones, curación de heridas y sangrías).
Los masca o vilca eran médicos hechiceros que curaban
con supersticiones.
Había formas especiales de denominar a los hechiceros
según el medio a través del cual aliviaban o curaban.
Por ejemplo, habían los hechiceros del fuego o yarcaes
quienes hacían presagios de la enfermedad escuchando
la palabra de las llamas y examinando las contorsiones
del fuego.
Medicina y Religión en el Incanato
Más diferenciados eran 2 tipos de curanderos incaicos:
Los inchuri o confesores de pecados, de los que había
hombres y mujeres y los collahuayas, curanderos
itinerantes que portaban una bolsa grande con las
diferentes hierbas medicinales que utilizaban para curar
enfermedades. Los hacaricuc eran los que usaban el
cuy en su arte médico, el cual que persiste hasta la
actualidad.
En área de Moche a los doctores se les llamaba
Oquetlupauc equivalente al camayoc de los Incas. Eran
muy respetados, recibían muchos favores de la gente
y gozaban de muchos privilegios sociales, cuando con
hierbas, polvos y aguas, pero si mataban a un paciente
por ignorancia eran quemados y enterrados junto a la
persona a la que hubieran matado.
Las aplicaciones de terapias seguían procedimientos
de magia, suministrándose ciertos preparados como
harina hecha con maíz blanco, negro o de otros colores
mezclados con conchas molidas cuyo conjunto era
soplado con dirección al sol, con cantidades de hojas de
coca y polvillo de oro y plata, todo dirigido a Viracocha.
Las enfermedades eran también atribuidas a personas
muertas como causantes del mal. El enfermo entonces
tenía que dar de comer al muerto. Así, iban donde
el difunto poniéndole alimentos en la sepultura en la
creencia de la relación causal y tratamiento.
Las confesiones eran públicas, que además de las
catarsis que significaba, tenían el objetivo de aplacar la
ira del dios. Al confeso se le podía maltratar, amarrándole
las manos y pegándole con un palo de penitencia.
Restregándose la cabeza confesaban no haber adorado
al Sol o a la Luna en las fiestas (Raymis), haber fornicado
con mujer ajena, tener doncella sin consentirlo el Inca o
haber matado y hurtado.
El Inca no confesaba sus pecados a ningún hombre
sino sólo al Sol para que él le dijera al Viracocha que
le perdonase. El Inca completaba su confesión con un
baño de purificación con agua corriente (opacuna).
Bibliografia Principal
1. Valdizán H. Diccionario de la Medicina Peruana.
Anales de la Facultad de Medicina. Lima, 1959.
2. Inca Garcilaso de la Vega. Comentarios Reales de los
Incas. Editorial Andina, 1985.
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