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La normalidad estadística

En términos estadísticos, el hecho de definir la “personalidad/anormalidad”


psíquicas de un sujeto, en función de unos baremos obtenidos en relación a una serie de
variables conductuales, es algo muy simple. Dicha definición se toma de acuerdo con la
llamada “distribución normal” (o “Campana de Gauss”) según la proximidad o lejanía
de la puntuación obtenida por el sujeto a alguno de los extremos de la distribución.

El concepto de normalidad permanece oculto tras los distintos tipos de análisis


factoriales y dimensionales de la personalidad. De acuerdo con las obras de Eysenck y
otros investigadores, ocupados en hallar las diferencias de factores entre sujetos
anormales, neuróticos y psicóticos, los normales ocupan los intervalos intermedios, y
los afectados por alguna psicopatología, alguno de los extremos.

Este hecho puede ser criticado de forma severa, pues la estadística sólo muestra
“modelos formales” y no produce enunciados verdaderos o falsos “per se”. Y además,
no siempre el hecho de obtener en alguna variable una puntuación “extremista” no viene
a decir que el sujeto padezca algún tipo de patología o alteración, ya que ésta depende
de otros muchos factores (véase aquellos sujetos con un C.I. superior a la media).

Por su propia naturaleza, el análisis estadístico no define cuáles son las


dimensiones que diferencian la normalidad de la anormalidad, pues por meras
puntuaciones estadísticas (en función de que se acerquen o alejen de la media de la
población) no se puede tildar o etiquetar a un individuo. La anormalidad no va en
función de la puntuación, pues cada persona es un mundo, y no se ven alteradas de la
misma forma.

En estos casos (al igual que en muchos otros) habría que decir que la estadística
no resulta algo definitivo, (o que sentencie sobre la normalidad o anomalía psicológica
del sujeto) sino más bien resulta algo orientativo hacia las sinuosidades y rincones
ocultos del sujeto en sí.
Ajuste y adaptación

El tipo de concepción de “Salud Mental” más extendido (casi con total


seguridad) es la que se caracteriza por el ajuste o adaptación al entorno. Considera al
inadaptado como un sujeto “psicopatológicamente afectado”.

Es totalmente cierto que se constituye como la concepción de personalidad sana


más criticada, pero habría que puntualizar que la personalidad sana como tal (sana y
madura) se adapta al entorno operando sobre él para adaptarlo a sus proyectos de vida y
futuro, ya sea en lo político, tecnológico o en el propio cambio de un entorno por otro
nuevo.

De acuerdo con Jahoda, de los tres rasgos de salud mental, dos de ellos pueden
introducirse en el criterio de la adaptación:

1. La persona se percibe a sí misma y al mundo correctamente, reconociendo la


independencia de la realidad respecto a sus fantasías y necesidades.

2. La persona desarrolla un ajuste activo (y reactivo) controlando su entorno, sin


que ésta adaptación llegue a ser pasiva o de actividad indiscriminada.

En definitiva, la adaptación es la percepción verídica de la realidad del sujeto, y su


capacidad para hacerle frente con diversos métodos y técnicas.

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