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Dentro del cual podemos encontrar tres grupos principales con características
concretas de cada uno de ellos:
Los sujetos afectados por este trastorno tienen la imperiosa necesidad de ser
admirados, y la incapacidad de empatizar con los demás. Sobrevaloran sus
capacidades, cualidades, logros…lo que les hace jactarse de ello cuando se sienten
heridos al no reconocerse su valía. Se consideran superiores, únicos, por lo que
esperan que los demás les traten según esta idea.
Poseen una gran preocupación por sus fantasías de éxito, poder, belleza…hasta
el punto de pensar que sólo se pueden relacionar con personas de su mismo estatus.
Buscan demasiado los elogios y las alabanzas, así como un trato especial,
creyendo que sus necesidades priman sobre las de los demás. No se dan cuenta de
los sentimientos de otras personas, exhibiendo actitudes y conductas arrogantes y
altivas.
Le resulta muy difícil tomar decisiones solo, para cualquier cosa cotidiana, para
lo que necesita el consejo de otros. Su dependencia es tal, que puede hacer que otros
tomen decisiones importantes para el propio sujeto (el trabajo a desempeñar, sus
amistades…) Ante cualquier discrepancia, oculta sus sentimientos por temor al
abandono, e incluso para evitarlo, es capaz de soportar malos tratos y vejaciones.
Cuando finaliza una relación sentimental busca rápidamente a otra persona para
suplir el lugar de la persona que antes era su pareja y que pueda hacerse cargo de
ella y de su cuidado.
Trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad
Dentro de este grupo se incluyen aquellos en los que se dan algunas de las siguientes
características:
Para finalizar este apartado habría que hacer una pequeña puntualización: existe una
gran relación entre las patologías del “Eje I” y las de la personalidad, pero los trastornos
de la personalidad sólo se pueden diagnosticar cuando los síntomas aparecen antes de la
edad adulta y no se limitan a patologías pasajeras.