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Constitución escrita y no escrita: aquí se atiende a la forma externa; parece haber sido
acuñada para distinguir al constitucionalismo inglés del restante y ha caído en desuso a partir de
considerar que todas las constituciones son escritas o por lo menos parcialmente escritas aunque
no estén reunidas en un solo texto o código; ha sido reemplazada por otra clasificación más
moderna que distingue entre constitución codificada y dispersa o no codificada.

Constitución rígida y constitución flexible: esta clasificación fue elaborada por James Bryce
y atiende al procedimiento de reforma. La constitución es rígida cuando su reforma se hace
por un procedimiento distinto a que se sigue para el dictado de la legislación ordinaria, ya sea
porque interviene un órgano especial y distinto del órgano legislativo ordinario (por ej. una
Convención reformadora, ej. Argentina) o porque aún cuando la modificación la haga el órgano
legislativo ordinario, sigue un procedimiento especial, más complejo como por ej. la ratificación
por los Estados como sucede en EE.UU donde las enmiendas pueden solicitarse de dos formas
(por el Congreso o por las Legislaturas estaduales pero además se necesita de la ratificación por
¾ de los Estados de la Unión (a través de sus legislaturas o de convenciones); en Brasil (donde
se requiere que la enmienda sea votada por el Congreso en dos rondas de votación y con una
mayoría agravada de 3/5 de los miembros de cada Cámara); en México, la Constitución puede
ser adicionada o reformada y para ello se necesita que las modificaciones sean acordadas por el
Congreso con por una mayoría de 2/3 de los presentes y luego aprobadas por la mayoría de las
legislaturas estaduales.

El carácter rígido de la Constitución se vincula con el principio de separación de los poderes al


diferenciarse entre poder constituyente y poder constituido y con la supremacía de la
Constitución que -siendo suprema- no puede contrariada por normas o actos inferiores ya que si
se admitiera que la Constitución sea contrariada por leyes o actos emanados de los poderes
constituidos, ello implicaría aceptar su reforma por un procedimiento ordinario, distinto al
establecido en ella para su modificación.

La constitución es flexible cuando puede ser reformada por las leyes ordinarias. Ej. la
constitución inglesa; en Inglaterra la supremacía corresponde al Parlamento que concentra el
poder legislativo ordinario y lo que podríamos llamar el poder constituyente pero como hemos
señalado oportunamente, no hay en Inglaterra (ni en el Reino Unido) una Constitución
codificada, una ley distinta y suprema respecto de las legislación ordinaria. En verdad, todas las
leyes serían “constitucionales”, integrantes de la Constitución británica y en todo caso su
carácter fundamental, su relevancia, estará dada por la materia o contenido de la ley (ej. Carta
Magna de 1215; el Agreement of de poeple, de 1647, el Instrumento de gobierno, de 1653, la
ley de hábeas corpus, la Petición de Derechos de 1628, la Declaración de Derechos de 1689,
etc.). A lo que hay que agregar el common law y los precedentes judiciales (ver especialmente
material indicado: "LA EXPRESIÓN INGLESA (O BRITÁNICA) DEL
CONSTITUCIONALISMO".

Constituciones codificadas y dispersas o no codificadas, que ya hemos mencionado y


sustituyó al de escritas y no escritas. La constitución codificada supone un conjunto de normas
sistematizadas, ordenadas y reunidas en un único texto o código, de tal forma que en ese texto
se establecen los principios, las pautas de la organización del poder, se proclaman derechos de
los habitantes, deberes, etc. Ej. Constitución de EE.UU., Constitución de Francia, España,
Argentina, Brasil, Alemania, etc. En cambio la constitución dispersa o no codificada cuando
no consta en un único cuerpo normativo sino que se conforma o descansa en un conjunto de
actos de diversa naturaleza que incluye leyes, convenciones, estatutos, precedentes, etc. Ej.
Inglaterra, Israel, Nueva Zelanda.
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Constituciones genéricas y analíticas, según el contenido de las cláusulas de la constitución y


entonces, son constituciones genéricas aquellas cuyas normas son laxas, no detallistas,
amplias, con lo cual dan un amplio margen de interpretación. Estas constituciones son más
fácilmente adaptables a los cambios de circunstancias. Ej. la Constitución de EE.UU.,
Argentina.

La constitución es analítica cuando sus cláusulas son más detallistas y reglamentarias, sin dejar
lugar a mayor interpretación. Ej. Constitución de México 1917, Alemania 1919; España 1931 y
1978; Brasil 1988, y las constituciones de las provincias argentinas y la Constitución de la
Ciudad de Buenos Aires; también algunas disposiciones incorporadas a la Constitución
Argentina en 1994 (ej. art. 37, segunda parte).

Constituciones originarias y derivadas: son originarias las que fundan o establecen un nuevo
régimen político (consagran principios, estructuras y reglas nuevas); ej. la Constitución de
EE.UU pues antes de esta no se registraban formas republicanas presidencialistas ni Estados
federales. En cambio, una constitución es derivada cuando imita, adopta un modelo ya
existente: ej. la CN en relación a la Constitución estadounidense y en general las constituciones
latinoamericanas. También se puede decir que la Constitución de la República Argentina de
1826 al reeditar el modelo unitario sancionado en la Constitución de las Provincias Unidas de
1819, era derivada de ésta.

Constitución normativa, nominativa y semántica: es una clasificación acuñada por Karl


Loëwenstein a partir de la relación entre la constitución formal y la realidad del poder. Así, una
constitución es normativa cuando hay una perfecta adecuación entre constitución y realidad; la
constitución es como “un traje a medida, que queda bien”. Son constituciones vividas
efectivamente por la comunidad. La constitución nominativa es aquella que aunque no ha sido
derogada y es formalmente válida, no hay correspondencia entre el texto de la constitución y la
realidad vigente Sería el caso del “traje que queda grande” y entonces hay que esperar que
haya un crecimiento para que quede justo. En el caso de la constitución puede ser por la falta de
educación y la escasa cultura política. Hay muchos ejemplos en América Latina. La
constitución semántica es aquella que se limita a formalizar una estructura de poder. Son como
una fachada y enmascaran un ejercicio autocrático del poder. Ej. varias constituciones de
Estados africanos.

Constituciones definitivas y de transición: esta clasificación atiende a la mayor o menor


perduración de sus cláusulas en relación a las generaciones futuras y así son definitivas aquellas
constituciones que apuntan a conservar un sistema ya consolidado (en general se tienen por tales
a todas las constituciones). En cambio son constituciones de transición las que se dan países
en formación o las que se sancionan para afrontar una determinada situación coyuntural; ej. la
Ley Fundamental de Bonn o Constitución de Alemania de 1949 (cuando el país estaba dividido
en RFA y RDA). Alberdi en su obra “Bases y puntos de partida…”, refiere a las
constituciones de transición y de creación y de constituciones definitivas.

Constituciones republicanas y monárquicas: aquí se toma en cuenta la forma de gobierno que


se establece pero se ha criticado pues agrupa constituciones que se corresponden con regímenes
políticos muy distintos: ej. la constitución inglesa (liberal, democrático) y la de Arabia Saudita
(régimen de monarquía absoluta).

Constitución federal y unitaria: en función de la forma de Estado; es federal cuando se


consagra la distribución del poder sobre una base territorial y es unitaria cuando se concentra
territorialmente el poder en un único centro de autoridad. Ej. Constituciones federales:
Constitución de EE.UU., Brasil 1988; Rusia (1991); Alemania (1949); Argentina; ej.
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Constituciones unitarias: Francia, España, Portugal, Italia; Uruguay, Chile, Bolivia, Colombia,
Panamá.

TIPOLOGÍAS Y CLASES DE CONSTITUCIÓN

La doctrina brinda un sin número de conceptos sobre la constitución, a tal punto que el Dr.
Mario Midón considera que se trata de uno de los conceptos más polémicos del derecho
público.

Como consecuencia de ello, diversos autores, tratadistas, buscando determinar la naturaleza


jurídica de la constitución, buscando precisar el elemento típico, aquello que hace que la
constitución sea lo que es y no otra cosa, han elaborado distintas tipologías que podemos
diferenciar en tipologías clásicas y tipologías modernas.

Tipologías clásicas: aquí podemos mencionar la tipología que elabora Adolfo Posada quien
considera que la constitución política es la expresión jurídica del régimen del Estado con
respecto a la organización de los poderes o instituciones fundamentales y en consecuencia
entiende que las constituciones pueden ser: * un pacto, **una carta o ***un estatuto. La
constitución es pacto: cuando resulta de un acuerdo entre el monarca y el pueblo sobre las
reglas o condiciones de convivencia (por ej. la Constitución francesa de 1830, la Constitución
española de 1876); ** es una carta cuando resulta de una concesión graciosa del monarca a
favor de sus súbditos reconociéndoles algunas prerrogativas o libertades (ej. carta magna de
1215 y la Carta francesa otorgada por Luis XVIII) y la constitución es ***un estatuto cuando
surge de una asamblea de representantes del pueblo (EE.UU. 1787, Argentina 1853, Brasil
1988, Perú 1979) o cuando resulta de una imposición popular vía referéndum (ej. Suiza 1874)

Otra tipología clásica desarrolla García Pelayo (y recogida entre nosotros por Germán Bidart
Campos) distingue el tipo racional-normativo, el tipo historicista y el tipo sociológico.

Tipo racional-normativo: conforme al tipo racional normativo, la constitución se define como


un conjunto de normas sistematizadas y reunidas en un único código. (ej. la Constitución
Argentina, la Constitución de los EE.UU., la Constitución de Francia, la Constitución de Brasil,
etc). Esta concepción parte de creer que la razón humana es capaz de ordenar
constitucionalmente a una comunidad y al Estado y cree también en la fuerza estructuradora de
la ley, de manera tal que la realidad es como las normas dicen que es.

Así, la constitución se afirma también como un plan, un programa que pretende subsumir y
encuadrar el régimen político y la vida social en sus previsiones normativas. Históricamente
este tipo se corresponde con el constitucionalismo clásico del s. XVIII y XIX.

Tipo historicista: surge como respuesta, en contraposición al racional normativo pues responde
a la idea de que una constitución es el producto de la tradición de una sociedad, de tal manera
que cada Estado tiene “su” constitución, que resulta de su propia historia, costumbres y
tadiciones, siendo imposible la elaboración de un modelo racional y general susceptible de
aplicarse a diversas realidades.

El tipo historicista hace hincapié en las costumbres, usos y tradiciones de los pueblos y en
consecuencia la ordenación constitucional debe adaptarse a la idioscincracia y espíritu de cada
pueblo con lo cual destaca el error que supone importar o imitar instituciones jurídicas y
políticas. Dentro de la posición historicista hay 2 vertientes: la conservadora (Burke) que
niega que la razón pueda influir en la historia y la liberal moderada (Humboldt) que admite
que la razón pueda moldear la historia aunque no crearla. Consecuentemente, la constitución
tiene que fundarse, enraizarse, recoger –diría- la experiencia del pueblo donde habrá de regir o
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donde pretende regir. Esta visión dentro del historicismo ejerció gran influencia en Alberdi,
Gutierrez y Esteban Echeverría que a su vez tuvieron también su influencia en el proceso
constituyente de 1853, superando la concepción extremadamente iluminista que está en la base
de las fallidas constituciones de 1819 y 1826. En realidad, no sirve o no alcanza con sancionar
una constitución técnicamente perfecta, sino la mejor posible. Alberdi decía (en Bases.....pág.
212) que una constitución no es una inspiración de artista, un producto del entusiasmo (incluso
da el ej. del entusiasmo de Rivadavia con el modelo francés o el entusiasmo de Dorrego con el
modelo estadounidense pero señala que ambos extremos no respondían a nuestra realidad) sino,
aclara que una constitución es obra de la reflexión fría, del cálculo y del examen aplicados al
estudio de los hechos reales y de los medios posibles.

Tipo sociológico: considera que la Constitución “es un modo de ser”. El tipo sociológico,
toma en cuenta lo que se llama constitución material, es decir el sistema político real, tal como
funciona actualmente en cada sociedad, como derecho actualmente vigente. Coincide con el
historicista en que (a diferencia del racional normativo) la constitución resulta del medio social
pero se diferencia del historicista en que éste atiende al factor tiempo pues afirma la legitimidad
de la constitución en la tradición, mientras que el tipo sociológico prescinde de ese elemento y
solo le interesa la vigencia actual, presente y real más allá de si es o no reciente o si está
afianzada en el tiempo.

TIPOLOGÍA, CLASE Y ESTRUCTURA DE LA CONSTITUCIÓN NACIONAL.

Tipología y clase de la Constitución de la Nación Argentina: En función de


los distintos tipos de Constitución que hemos expuesto (historicista, racional-
normativo y sociológico), la Constitución Argentina se ubica en el tipo racional-
normativo.

Ella importa un intento de planificación racional, se presenta como un plan,


como un programa que se anticipa en el preámbulo, se refleja en la parte
dogmática y se complementa con la parte orgánica que ofrece los
procedimientos, las vías para concretar ese programa.

Tengan presente que el modelo racional-normativo se corresponde con el


llamado constitucionalismo clásico o moderno de fines del siglo XVIII y del siglo
XIX; precisamente nuestra Constitución fue sancionada en 1853.

Pero también nuestra Constitución encaja en el tipo historicista en el sentido


de que no se limita a una planificación apriorística; no se limita a copiar e
importar un modelo de Constitución que se aplica directamente a nuestra
realidad sino que también recoge la experiencia histórica de la misma sociedad
en la que va a regir. En este sentido, recuerden lo que explica Juan Bautista
Alberdi en su obra “Bases y Puntos de partida para la organización de la
República Argentina”, en cuanto al fracaso de los intentos constitucionales
que se limitaron a imitar o que pretendieron transplantar los modelos francés y
estadounidense automáticamente. En este sentido, tengan presente también lo
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que explica en el capítulo XVII de su obra cuando aclara que así como los
individuos no eligen su contextura física (ser altos, bajos, delgados o gruesos,
nerviosos o sanguíneos) sino que eso le viene dado, lo mismo sucede con los
pueblos que por su sola voluntad no pueden darse una constitución
monárquica o republicana, federal o unitaria sino que esas disposiciones le
vienen dadas al nacer, en función del suelo, del número y características de su
población, de las instituciones anteriores, su historia, etc.; es decir de un
conjunto de elementos o factores que hacen al medio físico, cultural, histórico,
poblacional, etc. etc.).

De allí es que podemos afirmar- sin temor a equivocarnos- que nuestra


Constitución es típicamente argentina, es producto de la realidad geográfica,
cultural, histórica, la escasa población, las instituciones que funcionaron antes
de la Revolución de 1810 y durante la emancipación y que nos vienen de
España. Todos estos elementos se amalgaman en la Constitución y explican
por ej. la forma de nuestro federalismo y el reconocimiento a los municipios, la
posición del culto católico; la adopción de la forma republicana de gobierno, la
exaltación de la libertad en todas sus formas y rigiendo las más diversas
actividades. Todos estos elementos que incluso para algunos autores
constituyen contenidos pétreos (es decir irreformables) tiñen todo el articulado
de la Constitución; los encontramos en el Preámbulo, en la parte dogmática y
en la orgánica, trasuntando la ideología de la Constitución que tiene en la
libertad, la igualdad y la justicia sus valores supremos como soportes del
reconocimiento a la dignidad humana.
Si procuramos encuadrarla dentro de los tipos que distingue Adolfo Posada, la
Constitución Nacional es en esencia un estatuto desde que fue sancionada
mediante una convención formada con representantes del pueblo.

¿Qué clase de Constitución es la Constitución Nacional?

En el marco de las distintas clases de constitución que distingue la doctrina,


decimos que la Constitución de la Argentina es

a) según su forma externa, codificada pues está reunida en un único texto o


código.
b) de carácter rígido pues se reforma por un procedimiento distinto al que se
sigue para la formación y sanción de leyes.
c) es también derivada pues como se ha señalado reiteradamente fue vaciada
en el molde de la Constitución de los EE.UU. sin perjuicio de las adaptaciones
a las que hemos hechor referencia y que se notan por ej en las características
de nuestro federalismo y también en las facultades presidenciales o en la
regulación del gabinete ministerial.
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d) Es genérica pues sus cláusulas- han sido redactadas sin entrar en detalles,
usándose formulaciones amplias que dan lugar a interpretación.
e) En función de su forma de gobierno y de Estado, es republicana y federal y
f) según su grado de vigencia y de relación entre sus normas y la realidad
efectiva del poder, nominativa pues no es una constitución vivida plenamente
por la sociedad y los detentadores del poder; en cierta época fue meramente
semántica pues se mantenía solo formalmente, y a modo de fachada su
vigencia pero, no regía en los más mínimo (ej. durante los gobiernos de facto).

Estructura de la Constitución: abriendo el texto constitucional, en primer


lugar aparece el Preámbulo.

El Preámbulo:

¿Qué significa preámbulo?: prólogo, prefacio. “Prámbulo” viene de pre


ambulare, es decir antes de comenzar a andar.

Lógicamente el preámbulo se ubica al principio; en el se reflejan los valores y


grandes principios que animan el programa que nos propone la Constitución;
también le da su fundamento jurídico y político y fija los grandes objetivos que
explican la formación del Estado argentino que nace con la Constitución.

Comienza diciendo “Nos, los representantes del pueblo de la Nación


Argentina reunidos en Congreso General Constituyente…”, significa que el
pueblo, a través de sus representantes y no directamente concurren a una
reunión general para dictar una Constitución pero se aclara que lo hacen “…
por voluntad y elección de las provincias que la componen…”, lo cual
confirma que son los pueblos de las provincias que forman la Nación, los
titulares de la soberanía y que han delegado el ejercicio de ese poder en
representantes pero también nos está anticipando algo que viene en el párrafo
siguiente: que las provincias son anteriores a la formación del Estado Nacional.
De este párrafo surge claramente que la Nación es preexistente al Estado y
que son los pueblos repartidos en las distintas provincias los que decidieron vía
representantes dar nacimiento a un único Estado Nacional a través de una
Constitución. Cabe aclarar que esos representantes concurrieron al Congreso
sin estar sujetos a mandatos o instrucciones imperativas; no eran mandatarios
sino representantes; así surge del pacto de San Nicolás que es donde se fija la
convocatoria al Congreso de Santa Fe.;

“y en cumplimiento de pactos preexistentes…” nos da 1) el fundamento


jurídico político del Congreso que se reúne, es decir una serie de pactos entre
las provincias argentinas que hasta ese momento estaban separadas pues no
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formaban un Estado Nacional pero son preexistentes al Estado Nacional y 2)


se confirma una vocación de siempre de esas provincias de unificarse en un
solo Estado, estando esa vocación planteada a través de diversos pactos que
van desde el pacto de Benegas, el Tratado del Cuatrilátero; el pacto del Pilar; el
Pacto Federal de 1831 (al que alude el pacto de San Nicolás como ley
fundamental de la República) y por supuesto el Acuerdo de San Nicolás (de
1852) donde se acordó la convocatoria al Congreso Constituyente para 1853.

Luego el preámbulo desarrolla los fines de la Constitución que no se agotan o


limitan (como explica Alberdi en su obra “Bases y puntos de partida para la
organización de la República Argentina”) en asegurar la independencia o la
seguridad del país (como se desprende de las fallidas Constituciones de 1819 y
1826) sino que se plantean objetivos económicos que aseguren el progreso de
la Argentina.

“…constituir la unión nacional”, es decir integrar a la Nación, reunir en un


solo Estado a los pueblos argentinos que –con sus particularidades- se sentían
partes de un todo. Por cierto, la secesión porteña pues la provincia de Buenos
Aires no participó del Congreso, habría de postergar la realización efectiva de
este objetivo hasta 1860. En efecto, después de la segunda batalla de Cepeda
(noviembre de 1859), donde las tropas nacionales vencieron a las porteñas, se
celebró el pacto de Unión o de San José de Flores que abrió cauce a la
reforma de 1860 y la reincorporación de de Buenos Aires que se había
separado de la Confederación y no participó de la Convención Constituyente,
en 1853. Por tal motivo, parte de la doctrina en realidad considera que con la
reforma de 1860 se cierra el ciclo constituyente originario abierto 7 años ante,
en 1853 pues en la Constitución de la Confederación Argentina (sancionada en
1853) se prohibía su reforma hasta pasados 10 años desde la jura por los
pueblos, y de allí que –parte de la doctrina- refiera a la Constitución originaria
como Constitución de 1853/60. No obstante, cabe aclarar que la publicarse el
texto definitivo de la Constitución reformada en 1994, en el Boletín Oficial, se
hace referencia a la Constitución de la Nación Argentina con sus reformas de
1860, 1866, 1898, 1957 y lógicamente, de 1994. Es decir que se asume que en
1860 hubo una reforma de la Constitución y no un cierre del proceso originario.
Asimismo, queda asimismo excluida la reforma de 1949.

“…afianzar la justicia”, implica consagrar este valor como esencial para regir
la vida del país. Esta valoración se confirma con la atribución de la
administración de justicia a un órgano independiente del poder estatal.

“…consolidar la paz interior…” pues se busca terminar desde ese momento


y hacia el futuro con los graves enfrentamientos y las luchas civiles que habían
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desangrado al país. Por supuesto que conserva actualidad pues, una sociedad,
un Estado necesita de un ambiente de paz (por supuesto combinada con la
justicia) para progresar y desenvolverse.

“…proveer a la defensa común…” que importa proteger, defender todo lo


que nos es común y compartimos: el territorio nacional, la libertad, la
Constitución, etc.

“…promover el bienestar general…” que es un objetivo central del Estado: lo


que también se llama bien común. Se dicta la Constitución y crea un Estado
para alcanzar el bien de todos en el orden material y espiritual.

“ ..y asegurar los beneficios de la libertad…” evidencia el convencimiento


de que la libertad derrama beneficios, es beneficiosa en todos los órdenes del
quehacer humano: económico, moral, en la industria, la navegación, el
pensamiento, etc. Es decir que para el progreso de las personas y del país
debe asegurarse la libertad; deben eliminarse trabas. La libertad es un valor
supremo en la Constitución que impregna todo su articulado; el federalismo
(como forma de Estado) y el republicanismo (como forma de gobierno) son
expresiones de la libertad pues ambos apuntan a limitar al poder. Por
supuesto, que debe conjugarse la libertad con otros valores: la igualdad y la
justicia pues la Constitución se propone asegura a todos los beneficios de la
libertad; en definitiva la libertad de unos termina donde comienza la libertad de
los demás.

“…para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del
mundo que quieran habitar el suelo argentino”, confirma la pretensión de
estabilidad y permanencia de la Constitución que se corresponde con el tipo
racional normativo pues el plan propuesto por la Constitución tiene afán de
perdurar hacia el futuro. Además se hace una convocatoria a “todos los
hombres del mundo…”; sobre este párrafo vale señalar por un lado que se
corresponde con un objetivo político ideológico establecido en la Constitución:
poblar el país, crear un mercado y para ello se adoptan diversos mecanismos
como la libre navegación, la libertad de cultos, etc.; es decir se busca atraer
población atento su escasez pero, además, cabe consignar se pretendía que
fuera europea (anglosajona); por supuesto que ese objetivo sigue en pie en
orden a la falta de población. El otro comentario es que aquí se diferencia del
modelo estadounidense pues el preámbulo de la Constitución de EE.UU. nada
dice al respecto. No es abierta al mundo: se limita a decir “..para nosotros
mismos y para nuestros descendientes…”
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Hacia el final dice: “invocando la protección de Dios, fuente de toda razón


y justicia…” viene a confirmar lo que ya dijimos: en alguna medida el carácter
historicista de nuestra Constitución pues con esta frase recoge el elemento
religioso que está arraigado en los habitantes. Ese aspecto nos viene del
tiempo de la colonia y perdura en todos los antecedentes constitucionales que
consideraban a la religión católica como oficial del Estado. De todas manera
debemos aclarar que la expresión del preámbulo no se refiere a un culto en
particular más allá de que el art. 2 CN establezca una relación especial entre el
gobierno federal y la religión católica y que hasta la reforma del ‘94 se exigiera
que presidente y vice profesaran esa religión; hay que tener presente que la
libertad de cultos está expresamente consagrada. Alberdi- que tanto influyó en
los convencionales del ’53- en su obra “Bases…” destaca el papel ordenador y
estructurador que en la sociedad cumple la religión.

Esta afirmación que se hace en el Preámbulo importa también reconocer que la


medida de los justo y de lo razonable proviene de Dios…que el derecho
positivo tiene su estándar en el derecho natural. Y seguramente implica
también una plegaria, un ruego para que Dios ilumine y guíe a la Nación que se
está constituyendo en Estado reflejando- al mismo tiempo- ese elemento
cultural que está en varias cláusulas del texto constitucional.

Y cierra el preámbulo con una frase: “…ordenamos, decretamos y


establecemos esta Constitución para la Nación Argentina” y así después
de reseñar el por qué de la Constitución, su fuente de legitimidad y sus fines,
los constituyentes dan nacimiento al Estado Nacional y ordenan y decretan
esta Constitución que entonces ha de ser obedecida.

Alcance jurídico del preámbulo: La doctrina no es pacífica acerca del valor y


el alcance jurídico del preámbulo es uno de los temas más controvertidos y
tiene que ver con otro debate: ¿el preámbulo forma parte o no de la
Constitución?.

De la jurisprudencia emana que el preámbulo no puede ser invocado para


ensanchar los poderes del gobierno federal o de alguno de sus departamentos.

También se considera que no debe exagerarse su valor como elemento de


interpretación, siendo ineficaz para dar a una norma un sentido distinto al que
surge del claro texto de ella. Se considera, que sólo sirve para la interpretación
cuando el pensamiento de los redactores no aparece de forma nítida y
definitiva.
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La CSJN ha señalado que alguna de sus disposiciones –ej. afianzar la justicia-


es operativa habiéndola aplicado directamente en sus sentencias. Así en el
caso “Di Benedetto c/Jockey Club” (1982), consagró que una de las
características del régimen republicano es garantizar la administración de
justicia con independencia de las posibilidades económicas de los gobernados
y que ello deriva del principio de igualdad ante la ley consagrado en la
Constitución y del mandato de afianzar la justicia contenido en el preámbulo.

La parte dogmática y la parte orgánica de la Constitución. Las


disposiciones transitorias.

Al Preámbulo, le sigue la primera parte que dividida en 2 capítulos la parte


dogmática de la Constitución. El Capítulo I contiene “Declaraciones, derechos y
garantías” que son preceptos de diversa naturaleza y que en conjunto
constituyen un baluarte en defensa de la libertad para frenar o contener al
poder; esta parte dogmática ha sido bautizada como el derecho constitucional
de la libertad. Este texto viene de la Constitución originaria y condensa el
pensamiento liberal clásico que nutre a la Constitución. Recuérdese que ella
fue sancionada a mediados del siglo XIX y es un claro producto del
constitucionalismo liberal que exalta los derechos individuales frente al poder
del Estado. En forma coherente, la parte orgánica consagra una tajante división
o separación de poderes.

Las declaraciones son enunciados formales y solemnes proclamados respecto


de cuestiones políticas fundamentales; así, por ej. se declara la forma de
Estado y de gobierno, la cuestión de la capital, la posición del a religión, la
validez de los actos públicos y judiciales de las provincias y la supremacía del
orden federal sobre los ordenamientos locales. Los derechos importan
prerrogativas, potencias de las que gozan los individuos (en incluso grupos
sociales) permitiéndoles exigir incluso coactivamente su respeto por el Estado
como por los demás individuos y grupos sociales. Estos derechos están
reconocidos en la Constitución; no son concesiones; se tienen por derechos
humanos, inherentes a las personas. Algunos derechos están expresamente
reconocidos: arts. 14, 14 bis (incorporado en 1957), 15, 16, 17, 19, 20, etc.
Pero los derechos no se agotan en ellos sino que el art. 33 CN admite que
pueden reconocerse otros que no están enumerados pero derivan de la forma
republicana de gobierno y el principio de la soberanía del pueblo (derechos
implícitos). El capítulo segundo, sobre Nuevos Derechos y Garantías, fue
agregado con la reforma de 1994. Se optó por este mecanismo –agregar un
nuevo capítulo a la primera parte del texto constitucional- dado que la
declaración de la necesidad de reforma sancionada en diciembre de 1993 (ley
24.309) -en su art. 5- prohibía la modificación de los primeros 35 artículos de la
Constitución Nacional. En esta parte se reconocen además de otros derechos
individuales –derechos políticos, en particular el sufragio- se da recepción a la
llamada tercera generación de derechos con la consagración del derecho al
ambiente sano, derechos de usuarios y consumidores, contra la discriminación,
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etc.. Se receptan también las garantías necesarias para la protección de los


derechos y libertades en general y de los derechos de tercera generación pues
se incorporan constitucionalmente el amparo, el amparo colectivo u según
interpretación de la Corte, la acción de clase (primero y segundo párrafo del art.
43 CN) así como el hábeas corpus y el hábeas data. En esta segunda parte, se
deja traslucir el constitucionalismo propio del Estado social y democrático de
Derecho que se consolida en el mundo luego de la segunda guerra mundial.

En cuanto a las garantías son mecanismos que sirven para asegurar la


vigencia efectiva de los derechos. Garantías relativas al proceso penal surgen
del art. 18 (ej. nadie puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior
al hecho del proceso, ni ser arrestado sin orden escrita emanada de autoridad
competente); el art. 23. En el art. 43 CN, agregado en 1994, se dio lugar
expreso a garantías ya reconocidas implícitamente en la Constitución, en la ley
y la jurisprudencia: amparo (sobre los derechos y libertades en general),
amparo colectivo (en relación a los derechos de incidencia colectiva), hábeas
data (sobre los datos e información relativa a los individuos) y hábeas corpus
(relativo a la libertad física).

Le sigue la segunda parte que es la parte orgánica (que se conoce como


derecho constitucional del poder) que -en armonía con la parte dogmática y con
el objetivo del constitucionalismo de contener o limitar al poder y preservar la
libertad, complementa la realización de estos objetivos - acude a la distribución
orgánica o funcional del poder (es decir que se distribuyen las distintas
funciones estatales entre distintos órganos formados por personas distintas y
así la función legislativa se atribuye al Congreso, la función ejecutiva al
presidente y la función jurisdiccional a la Corte y demás tribunales inferiores y
se vale también del sistema de frenos y contrapesos o de “checks and
balances” que implica que los distintos órganos del poder estatal se controlan
mutuamente, recíprocamente, procurando evitar la concentración del poder en
pocas manos, en un solo órgano. Se instrumenta la forma republicana de
gobierno, conf. art. 1. Además aparece como mecanismo de control un órgano
extrapoder, es decir ubicado por fuera de la tríada clásica de separación de
poderes (en la sección 4ª del título 1º) que es el Ministerio Público.

También, en la segunda parte, se organiza el poder en relación al territorio, es


decir se instrumenta la forma de Estado Federal que se adopta en el art. 1. Así,
se busca evitar la concentración en un solo lugar. Allí se establece la regla de
reparto de competencias entre la Nación y las provincias y la Ciudad de
Buenos Aires; están establecidas las competencias reservadas por las
provincias y de la ciudad de Buenos Aires (investida de un status jurídico
especial), bajo el título “de los gobiernos de provincias”. Finalmente y como
consecuencia de la última reforma –del año 1994- aparecen disposiciones
transitorias. A través de ella se regula la transición entra la Constitución
Nacional (antes de su reforma) y después. Asimismo, cabe señalar, que la
primera disposición transitoria corresponde a una declaración relativa a la
soberanía nacional sobre las Islas Malvinas y demás islas del Atlántico Sur.
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