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Tiempos hay en que se dan juntos el hombre racional y el hombre intuitivo, aquel temiendo a la

intuición y éste, mofándose de la abstracción; el segundo, tan irracional cuan antiartístico el


primero. Uno y otro pretenden gobernar la vida: aquél, sabiendo hacer frente, por previsión,
prudencia y regularidad, a los apremios principales; éste, pasando por alto, como "héroe pletórico
y alegre", esos apremios y tomando como real únicamente la vida acondicionada en ficción y
belleza.
Cuando, como en los primitivos tiempos de Grecia, el hombre intuitivo manipula sus armas en
forma más potente y victoriosa que su contrincante, de ser favorables las circunstancias, puede
desarrollarse una cultura y establecerse el señorío del arte sobre la vida. Entonces, esa negación
de la indigencia, ese esplendor de las concepciones metafóricas y, en términos generales, esa
inmediatez del engaño acompañan todas las manifestaciones de la vida. Entonces, ni la vivienda ni
el andar, la indumentaria ni la tinaja revelan que son producto de la necesidad; parece que en
todo esto hubiera de expresarse una dicha sublime y una radiante serenidad olímpica y, por
decirlo así, un jugar con la seriedad.
En tanto que el hombre guiado por conceptos y abstracciones meramente previene por medio de
ellos la calamidad, sin extraer de las abstracciones una felicidad, aspirando, nada más, a librarse en
lo posible del dolor, el hombre intuitivo, desenvolviéndose en medio de una cultura, deriva de sus
mismas intuiciones, aparte de la defensa con el mal, un constante caudal de claridad, cielo
despejado y redención.

F.W. Nietzsche: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.

Actividades:

1. ¿En qué se diferencia el hombre intuitivo del hombre conceptual? Justifique su respuesta
a partir de ideas propias aduciendo a propósito de ellas ejemplos cotidianos en donde
aplique dicha diferencia.

La nueva Alemania representa una gran cantidad de capacidades heredaras y adquiridas (…)
Mucho buen humor y mucho respeto de sí, mucha seguridad en el trato, en la reciprocidad de los
deberes, mucha laboriosidad, mucha constancia, y una moderación hereditaria, que más que del
freno necesita del acicate. Añado que aquí todavía se obedece sin que el obedecer humille…Y
nadie desprecia a su adversario (…)
Los alemanes ‒en otro tiempo se los llamo el pueblo de los pensadores: ¿continúan pensado
hoy?‒ se aburren ahora con el espíritu, los alemanes desconfían ahora del espíritu, la política
devora toda seriedad para las cosas verdaderamente espirituales. “Alemania, Alemania por
encima de todo”, yo temo que esto haya sido el final de la filosofía alemana…” ¿Hay filósofos
alemanes?, ¿hay poetas alemanes? ¿Hay buenos libros alemanes?”, me preguntan en el
extranjero. Yo me sonrojo, pero con la valentía que me es propia incluso en casos desesperados
respondo: “¡Sí, Bismarck!”

F.W. Nietzsche: El crepúsculo de los ídolos.


2. ¿Qué signos evidencian la decadencia cultural?

Tesis contra el idealismo.

Se me estará agradecido si condenso un conocimiento tan esencial, tan nuevo, en cuatro tesis: así
facilito la comprensión, así provoco la contradicción.

Primera tesis. Las razones por las que “este” mundo ha sido calificado de aparente fundamentan,
antes bien, su realidad ‒otra especie distinta de realidad es absolutamente indemostrable‒.

Segunda tesis. Los signos distintivos han sido asignados al “ser verdadero” de las cosas son los
signos distintivos del no-ser, de la nada ‒a base de ponerlo en contradicción con el mundo real es
como se ha construido el “mundo verdadero”: un mundo aparente de hecho, en cuanto es
meramente una ilusión óptico-moral‒.

Tercera tesis. Inventar fabulas acerca de “otro” mundo distinto de éste no tiene sentido,
presuponiendo que no domine en nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de
recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la fantasmagoría de
“otra” vida distinta de ésta, “mejor” que ésta.

Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo “verdadero” y en un mundo “aparente”, ya sea al


modo del Cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristiano alevoso), es
únicamente una sugestión de la decadencia ‒un síntoma de vida descendente‒. El hecho de que el
artista estime más la apariencia que la realidad no constituye una objeción contra esta tesis. Pues
“la apariencia” significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada, reforzada, corregida…
El artista trágico no es un pesimista ‒dice precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible,
es dionisíaco‒.

F.W. Nietzsche: El crepúsculo de los ídolos.

3. Explica el significado de la frase “los signos distintivos que han sido asignados al “ser
verdadero” de las cosas son los signos distintivos del no-ser, de la nada”.
4. ¿Qué intenta señalar Nietzsche cuando habla de un mundo “verdadero” y un mundo
“aparente”?

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