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NIETZSCHE O LA MORAL A MARTILLAZOS

1. Caracterización general de su pensamiento: vitalismo y “sospecha”

El pensamiento de Nietzsche se suele enmarcar dentro del vitalismo filosófico. El


nombre de vitalismo se usa para referirse a la corriente de pensamiento que considera que la
vida misma es la realidad básica o fundamental, valor absoluto y supremo: nada tiene valor
sino en la vida y por la vida o, dicho de otra manera, la vida es un fin en sí misma y no hay que
buscar ningún sentido fuera de ella. El vitalismo es una corriente de pensamiento crítico que
nace en el siglo XIX como reacción frente al racionalismo y al positivismo cientificista de la
época. Los rasgos característicos del pensamiento vitalista pueden resumirse como sigue:

- Desconfianza y rechazo hacia filosofías idealistas y esencialistas que pretendan establecer


sistemas universales de pensamiento

- Valoración de la experiencia estética como posibilidad de creación filosófica, así como de


aspectos psicológicos, emotivos o intuitivos (frente a conceptuales / racionales) Lo emocional,
lo impulsivo, lo vivencial e incluso lo “irracional” se convierten en objeto de la (racional)
reflexión filosófica

- Importancia y valoración de la genialidad individual (el superhombre de Nietzsche…) frente a


la “mediocridad de la masa”

- Aceptación plena de la vida en todas sus manifestaciones y su complejidad, que lleva


aparejada una ampliación del concepto mismo de razón, que deja de ser ya la diosa Razón
(facultad suprema que pretendía entenderlo y abarcarlo todo, dar cuenta de toda la realidad, y
que había encontrado su expresión más depurada en el aserto hegeliano: “todo lo racional es
real y todo lo real es racional”) para pasar a ser estudiada, por ejemplo, como “razón vital”,
“razón íntegra”, “razón sentiente” o “razón histórica”

Por otra parte, el filósofo y antropólogo francés Paul Ricoeur acuñó la expresión
“maestros de la sospecha” para referirse a Marx, Nietzsche y Freud, pues a su entender todos
ellos, cada uno a su manera, habrían contribuido a “arrancar las máscaras” y a poner de
manifiesto la insuficiencia de la noción tradicional de sujeto: si Marx desenmascara la ideología
como falsa conciencia y Freud descubre lo inconsciente, Nietzsche, por su parte, es el
encargado de cuestionar los falsos valores morales. Es necesario desenmascarar al individuo
actor:

“En qué medida es el hombre un actor: supongamos que el hombre individual recibe un papel
que desempeñar: va poco a poco adaptándose a él. Tiene al final los juicios, los gustos, las
inclinaciones que hacen juego con su papel, incluso la usual medida del intelecto admitida para
eso: primero como niño, joven, etc., luego el papel que es propio del sexo, luego el de la
posición social, luego el del oficio, luego el de sus obras. Pero, si la vida le da la oportunidad de
cambiar, desempeña entonces otro papel.1

1
Fragmentos póstumos. En Sánchez Meca, D.: “Historia de la filosofía moderna y contemporánea”
1
2. Los temas principales

La crítica de la cultura occidental: la decadencia

Para Nietzsche los valores principales de la cultura occidental son, en realidad,


antivalores. No solo atentan contra la vida y la voluntad de poder2, sino que, además, la
cultura dominante los justifica apelando a conceptos tales como verdad, racionalidad,
objetividad o universalidad, entre otros, olvidando los aspectos fundamentales de la vida: el
devenir, lo contingente, la temporalidad cíclica, el sufrimiento… Con Sócrates y Platón, los
grandes “enemigos de la vida”, habría comenzado la decadencia de la cultura occidental,
decadencia que habría ido a más con el cristianismo hasta que, con la modernidad y la
separación definitiva de filosofía y teología se habría preparado el camino para el
descubrimiento fundamental: la muerte de Dios. Sócrates y Platón son, pues, los primeros
“culpables” de la decadencia, y el juicio de Nietzsche no puede ser más severo. Pirrón (y hasta
cierto punto, también Epicuro), en cambio, se salva:

431. Este cambio del gusto en favor de la dialéctica es un gran signo de interrogación: ¿qué
sucedió realmente? Sócrates, el que lo realizó, llegó a vencer un gusto principesco, el gusto de
lo noble: el pueblo venció por medio de la dialéctica. Antes de Sócrates la buena sociedad
rechazaba la dialéctica; se creía que ella nos hacía vulnerables; se prevenía a la juventud contra
ella. ¿A qué este aparato de razonamientos? Contra los demás se tiene la autoridad. Se manda
esto y basta. Entre sí, inter pares, se tiene la tradición, aun sin la autoridad; y, en último
término, se «comprenden». No quedaba lugar para la dialéctica. También se desconfiaba de
aquella facilidad para encontrar argumentos. Las cosas honestas no tenían su razón tan a
mano. Es algo indecente mostrar los cinco dedos de la mano. Lo que se puede demostrar tiene
poco valor. Se desconfía de la dialéctica y el instinto de todos los oradores de todos los partidos
sabe que es poco persuasiva. Nada es más fácil de destruir que un efecto dialéctico. La
dialéctica sólo puede ser un arma de defensa. Hay que estar en un apuro, se tiene que ver

2
Me parece preciso aclarar aquí que “la voluntad de poder no hace alusión (…) a una voluntad que
quiera algo ya dado y representado llamado “el poder”. Contra las concepciones pesimistas que
enfatizan el dolor de la voluntad, Nietzsche considera que el querer es liberador y alegre. Contra la
imagen de una voluntad que sueña en hacerse atribuir valores ya en curso, apuesta por crear nuevos
valores”. Según Germán Cano Cuenca, del estudio introductorio a las obras de Nietzsche, en Biblioteca
de grandes pensadores: Nietzsche, vol. I, Gredos, Madrid, 2009 La voluntad de poder es afirmación de la
vida (y en la vida), aceptación plena del devenir y expresión máxima de la autonomía humana. Es, en
definitiva, lo que permite la aparición del nuevo ser humano, el superhombre. La muerte de Dios era la
condición necesaria para que pudiera surgir la presencia de un devenir que ya no puede justificarse
fuera de sí apelando a ningún sentido trascendente. La nueva perspectiva, la del superhombre, se
expresa como voluntad de poder o esencia de la vida, y como pluralidad de perspectivas.
No se trata entonces, como en Schopenhauer, de una mera voluntad de vivir, de un impulso ciego e
irracional que domina toda la naturaleza y que se manifiesta en todos sus dominios, persiguiendo
únicamente su perpetuación. Para Nietzsche la posición pesimista de Schopenhauer es aún expresión de
una actitud reactiva y resentida contra la vida. La vida no es sino un caso particular del vasto impulso
que es la voluntad de poder, concebido por Nietzsche como biológico y orgánico a la vez y expresión de
la superación y consumación del nihilismo. No se trata, como señala Cano Cuenca en el fragmento
citado, de un afán por apoderarse de nada ni dominar a nadie (una lectura “política” de la voluntad de
poder no es pertinente), sino que es creación e impulso que lleva a encontrar la forma superior de todo
lo existente y a afirmar el eterno retorno, que separa las formas superiores o afirmativas de las
inferiores o reactivas.

2
pisoteado el propio derecho; antes no hay que hacer uso de ella. Los judíos eran por eso
dialécticos; el zorro lo es, Sócrates lo fue. Se tiene en la mano, con ella, un instrumento
despiadado. Se puede tiranizar con ella. Quien vence queda indefenso. Se abandona a su
víctima la prueba de que no se es un idiota. Se exaspera a la gente permaneciendo fríos como
la razón vencedora; se despotencializa la inteligencia de sus adversarios. La ironía del dialéctico
es una forma de la venganza popular: los oprimidos tienen su ferocidad en la fría punta de
acero del silogismo.

Para Platón, como hombre de excesiva sensibilidad y de fantasía, el encanto del concepto fue
tan grande que divinizó y reverenció involuntariamente el concepto como forma ideal. La
embriaguez dialéctica, como conciencia de adquirir por ella un señorío sobre sí mismo, como
instrumento de la voluntad de poderío.

437. Los verdaderos filósofos, entre los griegos, son los que precedieron a Sócrates (con
Sócrates hay algo que se transforma). Son personajes distinguidos que se colocan aparte del
pueblo y de las costumbres, que han viajado mucho, serios hasta la austeridad, con la mirada
lenta, instruidos en los asuntos de Estado y en la diplomacia. Ellos anticipan por encima de los
sabios todas las grandes concepciones de las cosas: representan ellos mismos esas grandes
concepciones, ellos mismos se hacen sistema. Nada da una más alta idea del espíritu griego
que esta fecundidad repentina en tipos, esta integralidad involuntaria en la serie de las grandes
posibilidades del ideal filosófico. Yo no veo más que una gran figura entre los que siguen
después; figura tardía y necesariamente la última: el nihilista Pirrón; su instinto va dirigido
contra todo lo que, en el intervalo, alcanza supremacía, los socráticos, Platón (Pirrón vuelve,
por encima de Protágoras, a Demócrito...).

La «sabia» fatiga: Pirrón. Vida humilde entre los humildes, nada de orgullo. Vivir de la manera
vulgar; venerar y creer todo lo que los demás creen. Guardarse de la ciencia y del intelecto, de
todo lo que hincha. Ser, sencillamente, de una paciencia indescriptible, ser indiferente y dulce.
Un budista de la Grecia, crecido entre el tumulto de las escuelas; tardí, fatigado; la protesta del
cansancio contra el celo de los dialécticos; la incredulidad que inspira a las almas fatigadas la
importancia de todas las cosas. Ha visto a Alejandro, ha visto a los penitentes indios. Sobre
tales hombres, tardíos y refinados, todo lo que es bajo, todo lo que es pobre, todo lo que es
idiota ejerce seducción. Esto narcotiza, esto distiende (Pascal). Por lo demás, viven y sienten
con las gentes, al unísono de las gentes, tienen un poco de afecto para todo el mundo, tienen
necesidad de calor, esos hombres fatigados... Superar la contradicción; nada de lucha; no
desear las distinciones honoríficas; negar los instintos griegos (Pirrón vivía con su hermana, que
era comadrona). Disfrazar la sabiduría para no llamar la atención, cubrirla con un manto de
pobreza y de harapos: ir al mercado a vender cerdos de la India... La dulzura, la caridad, la
indiferencia: despreciar las virtudes que necesitan «pose»: colocarse a un nivel uniforme, aun
en la virtud; última victoria sobre sí mismo, última indiferencia.

Pirrón es semejante a Epicuro: representan el uno y el otro dos formas de la decadencia griega.
Están emparentados por su odio a la dialéctica y a todas las virtudes histriónicas -las dos cosas
reunidas se llamaban entonces filosofía-; con intención, estimaban poco todo lo que amaban
los filósofos; escogían para designarlo los nombres más vulgares y más despreciados;
representar un estado en el que no se está ni enfermo, ni sano, ni muerto, ni vivo. Epicuro es

3
más ingenuo, más idílico, más reconocido; Pirrón más experimentado, más bajo, más nihilista...
Su vida fue una protesta contra la gran doctrina de la identidad felicidad, virtud, conocimiento).
No se acelera la vida verdadera por la ciencia: la sabiduría no nos hace «sabios»... La vida
verdadera no quiere la felicidad, se desinteresa de la felicidad...3

La “muerte de Dios”

Nietzsche anuncia así la muerte de Dios, expresión con la que se refiere a la muerte de
los viejos valores e ideales de la cultura occidental. Muerte que posibilitará luego un nihilismo
no negativo, sino activo, inspirador, creativo, superador. “Por “muerte de Dios” entiende la
pérdida, en las sociedades contemporáneas de Occidente, de la fe en la religión cristiana y de la
influencia social del poder de la Iglesia. Esta pérdida de la fe en Dios representa que los valores
de la moral, el bien y el mal, pierden su fundamento trascendente. Y esta ha sido una de las
conmociones que más gravemente han afectado al mundo contemporáneo y al rumbo de la
historia occidental. Porque con la “muerte” del Dios cristiano desaparece la autoridad
incuestionable, “divina” de la verdad y del bien. Nuestra vida deja de tener puntos de
referencia absolutos, desaparecen las metas trascendentes y tanto los valores de la moral
como las verdades del saber dejan de ser algo establecido eternamente y para siempre por
Dios, para aparecer como meras creaciones de los hombres, quienes colectivamente las han ido
produciendo para satisfacer las exigencias de su existencia en el mundo. Esto es lo que
Nietzsche piensa como “irrupción del nihilismo”, al que califica como “el más inquietante de
todos los huéspedes””4

El nihilismo

El nihilismo es lo que acontece tras la muerte de Dios, y es el movimiento


propio de la historia de nuestra cultura. En efecto, la fuerza del espíritu occidental, agotada
por los valores inadecuados y ficticios de su “verdadero mundo” (del mundo del “más allá”), se
torna nihilista. El advenimiento del nihilismo es inevitable. Sin embargo, el nihilismo presenta
un carácter dialéctico. De una parte, significa el ocaso de la civilización occidental cristiana y
de sus valores decadentes. De otra, será lo que permita despejar el camino hacia un nuevo
horizonte caracterizado por la aparición de un nuevo y superior tipo de ser humano, el
superhombre. Por tanto, el nihilismo niega para afirmar, destruye para crear, aniquila para
producir. Adquiere así dos significados distintos:

- negativo: es el nihilismo como símbolo de la decadencia y desintegración de los valores. La


destrucción de la fe en los valores morales cristianos “clásicos” expone al hombre
occidental al peligro del nihilismo, ya que la mayoría de ellos no conocen otros valores y se
quedan sin unas normas que les indiquen cómo conducirse y comportarse. La cultura queda
así sin sentido, sin guía o meta aparente, y con ello se llega a la decadencia y al pesimismo.
La aceptación pesimista de la ausencia de valores y de la falta de sentido de la vida
constituye un nihilismo pasivo.

3
La voluntad de poder, en Textos de los grandes filósofos: edad contemporánea, Herder, Barcelona
1990, p.82-88. Textos de Diccionario Herder de Filosofía
4
Sánchez Meca, D.: “Historia de la filosofía moderna y contemporánea”, Dykinson, Madrid, 2010
4
- positivo: es el nihilismo como signo de la voluntad de poder, que es la característica
peculiar de la vida. Se trata de un nihilismo activo encarnado en el método genealógico
nietzscheano que desenmascara los falsos valores y proclama alegremente la muerte de
Dios. Busca destruir todo aquello en lo que antes se creía con el fin de implantar nuevos
valores basados en la afirmación de la vida. En su “Zarathustra” Nietzsche simboliza en la
figura del león el espíritu capaz de emprender esta tarea demoledora, como un martillo, de
los valores tradicionales.

E incluso presenta un tercer aspecto: “Dice Nietzsche que, aunque tras la “muerte de Dios”
estamos en disposición de sentirnos libres para aceptar o rechazar lo que son meros
convencionalismos útiles para vivir en sociedad, eso es precisamente lo que no hacemos. O sea,
no hacemos uso de nuestra libertad sino que, generalmente, aunque ya no creamos en ese Dios
cristiano como fundamento metafísico de la verdad y del bien, seguimos comportándonos ante
la moral y ante la ciencia como si sus valores y sus verdades fueran absolutos e indiscutibles.
¿Por qué? Nietzsche responde: “porque algún sentido es mejor que ningún sentido, y porque el
hombre prefiere incluso querer la nada a no querer en absoluto”. En otras palabras, tendemos
a llenar ahora ese hueco que ha dejado el Dios muerto con otras máscaras, sin duda peores, de
la nada. Es decir, la “muerte de Dios” no supone una superación automática del nihilismo.
Seguimos haciendo de la nada la guía de nuestra existencia, porque tras dos mil años de
educación en los valores del cristianismo el ser humano se encuentra desnaturalizado,
debilitado, sin la fuerza necesaria para asumir su mera condición de ser mundano y de vivir de
acuerdo con valores que tengan su fundamento en esta vida y en la libertad que le es propia” 5:

“No se abandona una posición extrema por una posición moderada sino por otra igualmente
extrema, pero contraria. Y así es como la creencia en la inmortalidad absoluta de la naturaleza,
en su falta de sentido y de fin, se apodera de nosotros como una pasión psicológicamente
necesaria, cuando ya no puede mantenerse la creencia en Dios y en un orden esencialmente
moral del universo. El nihilismo aparece entonces, pero no porque la desgana por la vida sea
mayor que antes, sino porque nos hemos vuelto desconfiados hacia todo tipo de «sentido»
atribuido al mal e incluso a la existencia. Una interpretación entre otras ha naufragado, pero
como se creyó que era la única interpretación posible, parece que la existencia ya no tenga
sentido, que todo sea en vano. Queda por demostrar que este «todo es en vano» caracteriza al
nihilismo actual. La desconfianza respecto a nuestros antiguos juicios de valor llega a plantear
esa pregunta: ¿Todos los «valores» no serían medios de seducción destinados a prolongar la
comedia sin llegar nunca al desenlace? Si es verdad que «todo es en vano», si no hay objetivo ni
fin, la duración se convierte en el pensamiento más paralizador, sobre todo si uno se siente
engañado y sin la fuerza necesaria para no dejarse engañar”6

5
Ibíd. Este tercer aspecto que señala Sánchez Meca puede considerarse, sin duda, como un resultado
del nihilismo negativo o pasivo. Erich Fromm, en una línea relativamente similar, denunciará más
adelante el “conformismo pasivo” del hombre occidental como una alienación de nosotros mismos que
nos impide asumir la libertad
6
En torno a la voluntad de poder, Península, Barcelona 1973, p.157-162. Textos del Diccionario Herder
de Filosofía

5
La crítica del cristianismo

Para Nietzsche la moral cristiana es “antinatural”. En efecto, se trata de una moral que
se opone a la auténtica vida (“dionisiaca”) al afirmarse en valores contrarios a los instintos
vitales. El error de la moral tradicional consiste en tratar de imponer leyes e imperativos contra
los instintos primordiales de la vida. Además, la base filosófica en la que se fundamenta la
moral cristiana es el platonismo, que defiende la existencia de un “mundo del más allá” (el
mundo inteligible, de las Ideas o las Formas) en el que se basan sus valores, y que constituye la
meta final a la que debe tender y aspirar el ser humano (contemplación del Bien). Ello significa
negar valor una vez más a la vida terrena, natural. Y, por si eso no bastara, el fundamento de la
moral cristiana es un Dios (trascendente) que existe fuera de la vida. Para Nietzsche no sería
sino el resentimiento hacia la vida lo que lleva al cristianismo a admitir la existencia de ese
Dios y de unas leyes morales exteriores y ajenas a la vida misma. Es preciso negar a ese Dios si
queremos realmente defender la vida y redimir el mundo. La filosofía de Nietzsche rechaza así
el resentimiento de los débiles y nociones como la culpa y el pecado, así como cualquier moral
que, como la cristiana, esté constituida por un conjunto de normas que determinen lo que está
bien y lo que está mal, lo permitido y lo prohibido7. A partir de ahí, distinguió dos “clases de
moral”:

- moral de los señores: es la moral de la “vida ascendente”, la que corresponde a los


dominadores, a los fuertes, a quienes afirman la “voluntad de poder”. Características de
esta moral son la arrogancia que se funda en la propia fuerza, la euforia de la propia
conducta, la confianza en el destino (amor fati), la confianza en uno mismo, la
“insensibilidad”, la actividad, etc. Es, en definitiva, una moral noble que recuerda en
muchos aspectos a la moral griega de la época prepolítica (anterior, por tanto, al comienzo
de la decadencia, tal y como Nietzsche lo entendía). Moral de la fuerza y la excelencia, de
héroes “semidivinos”, que debe reivindicarse siempre frente a cualquier “moral de los
esclavos”.

- moral de los esclavos: es la moral de la “vida descendente”, la que corresponde a los


dominados, a los débiles, a quienes se quedan en la resignación, la obediencia sumisa y la
renuncia. Características de esta moral son la humildad, la resignación, la renuncia, etc. Es
una moral perniciosa, dominada por el resentimiento y por la envidia hacia los fuertes y
poderosos. Al imponerse históricamente la moral cristiana, que es una moral de esclavos,
“los instintos de decadencia se han impuesto a los instintos de ascensión”. Por ello, y para
que puedan advenir el nihilismo (positivo) y el superhombre, se hace necesario una
inversión total y absoluta de la escala de los valores cristianos vigentes, una
“transvaloración de todos los valores”

“La rebelión de los esclavos en la moral comienza cuando el resentimiento mismo se vuelve
creador y engendra valores: el resentimiento de aquellos seres a quienes les está vedada la
auténtica reacción, la reacción de la acción, y que se desquitan únicamente con una venganza
imaginaria. Mientras que toda moral noble nace de un triunfante sí dicho a sí mismo, la moral

7
Un precedente notable en el rechazo a cualquier moral “normativa” fue el francés Jean Marie Guyau,
cuyo “Esbozo de una moral sin obligación ni sanción” (recientemente traducido y editado en España por
KRK) Nietzsche habría leído y anotado profusamente.
6
de los esclavos dice no, ya de antemano, a un «fuera», a un «otro», a un «no-yo»; y ese no es lo
que constituye su acción creadora. Esta inversión de la mirada que establece valores este
necesario dirigirse hacia fuera en lugar de volverse hacia sí -forma parte precisamente del
resentimiento: para surgir, la moral de los esclavos necesita siempre primero de un mundo
opuesto y externo, necesita, hablando fisiológicamente, de estímulos exteriores para poder en
absoluto actuar- su acción es, de raíz, reacción. Lo contrario ocurre en la manera noble de
valorar: ésta actúa y brota espontáneamente, busca su opuesto tan sólo para decirse sí a sí
misma con mayor agradecimiento, con mayor júbilo -su concepto negativo, lo «bajo»,
«vulgar», «malo», es tan sólo un pálido contraste, nacido más tarde, de su concepto básico
positivo, totalmente impregnado de vida y de pasión, el concepto «¡nosotros los nobles,
nosotros los buenos, nosotros los bellos, nosotros los felices!» Cuando la manera noble de
valorar se equivoca y peca contra la realidad, esto ocurre con relación a la esfera que no le es
suficientemente conocida, más aún, a cuyo real conocimiento se opone con aspereza: no
comprende a veces la esfera despreciada por ella, la esfera del hombre vulgar del pueblo bajo;
por otro lado, téngase en cuenta que, en todo caso, el efecto del desprecio, del mirar de arriba
abajo, del mirar con superioridad, aun presuponiendo que falsee la imagen de lo despreciado,
no llegará ni de lejos a la falsificación con que el odio reprimido, la venganza del impotente
atentarán contra su adversario -in effigie [en efigie], naturalmente-. De hecho en el desprecio
se mezclan demasiada negligencia, demasiada ligereza, demasiado apartamiento de la vista y
demasiada impaciencia, e incluso demasiado júbilo en sí mismo, como para estar en
condiciones de transformar su objeto en una auténtica caricatura y en un espantajo. No se
pasen por alto las nuances [matices] casi benévolas que, por ejemplo, la aristocracia griega
pone en todas las palabras con que diferencia de sí al pueblo bajo; obsérvese cómo
constantemente se mezcla en ellas, azucarándolas, una especie de lástima, de consideración,
de indulgencia, hasta el punto de que casi todas las palabras que convienen al hombre vulgar
han terminado por quedar como expresiones para significar «infeliz», «digno de lástima»
(véase *,[miedoso], *, [cobarde], [vil], [mísero], las dos últimas caracterizan propiamente al
hombre vulgar como esclavo del trabajo y animal de carga) -y cómo, por otro lado, «malo»,
«infeliz», no dejaron jamás de sonar al oído griego con un tono único, con un timbre en el que
prepondera «infeliz»: y esto como herencia de la antigua manera de valorar más noble,
aristocrática, la cual no reniega de sí misma ni siquiera en el desprecio (-a los filólogos
recordémosles en qué sentido se usan [miserable], [desgraciado], [resignado], *[fracasar, tener
mala suerte], [desdicha]). Los «bien nacidos» se sentían a sí mismos cabalmente como los
«felices»; ellos no tenían que construir su felicidad artificialmente y, a veces, persuadirse de
ella, mentírsela, mediante una mirada dirigida a sus enemigos (como suelen hacer todos los
hombres del resentimiento); y asimismo, por ser hombres íntegros, repletos de fuerza y, en
consecuencia, necesariamente activos, no sabían separar la actividad de la felicidad -en ellos
aquélla formaba parte, por necesidad, de ésta (de aquí procede el ,[obrar bien, ser feliz]) -todo
esto muy en contraposición con la felicidad al nivel de los impotentes, de los oprimidos, de los
llagados por sentimientos venenosos y hostiles, en los cuales la felicidad aparece esencialmente
como narcosis, aturdimiento, quietud, paz, «sábado», distensión del ánimo y relajamiento de
los miembros, esto es, dicho en una palabra como algo pasivo. Mientras que el hombre noble
vive con confianza y franqueza frente a sí mismo («aristócrata de nacimiento», subraya la
nuance [matiz] «franco» y también sin duda «ingenuo»), el hombre del resentimiento no es ni
franco, ni ingenuo, ni honesto y derecho consigo mismo. Su alma mira de reojo; su espíritu ama

7
los escondrijos, los caminos tortuosos y las puertas falsas, todo lo encubierto le atrae como su
mundo, su seguridad, su alivio; entiende de callar, de no olvidar, de aguardar, de
empequeñecerse y humillarse transitoriamente. Una raza de tales hombres del resentimiento
acabará necesariamente por ser más inteligente que cualquier raza noble, venerará también la
inteligencia en una medida del todo distinta: a saber, como la más importante condición de
existencia, mientras que, entre hombres nobles, la inteligencia fácilmente tiene un delicado
dejo de lujo y refinamiento: -en éstos precisamente no es la inteligencia ni mucho menos tan
esencial como lo son la perfecta seguridad funcional de los instintos inconscientes reguladores
o incluso una cierta falta de inteligencia, así por ejemplo el valeroso lanzarse a ciegas, bien sea
al peligro, bien sea al enemigo, o aquella entusiasta subitaneidad en la cólera, el amor, el
respeto, el agradecimiento y la venganza, en la cual se han reconocido en todos los tiempos las
almas nobles. El mismo resentimiento del hombre noble, cuando en él aparece, se consuma y
agota, en efecto, en una reacción inmediata y, por ello, no envenena: por otro lado, ni siquiera
aparece en innumerables casos en los que resulta inevitable su aparición en todos los débiles e
impotentes. No poder tomar mucho tiempo en serio los propios contratiempos, las propias
fechorías- tal es el signo propio de naturalezas fuertes y plenas, en las cuales haya una
sobreabundancia de fuerza plástica, remodeladora, regeneradora, fuerza que también hace
olvidar (un buen ejemplo de esto en el mundo moderno es Mirabeau, que no tenía memoria
para los insultos ni para las villanías que se cometían con él, y que no podía perdonar por la
única razón de que -olvidaba). Un hombre así se sacude de un solo golpe muchos gusanos que
en otros, en cambio, anidan subterráneamente; sólo aquí es también posible otra cosa,
suponiendo que ella sea en absoluto posible en la tierra el auténtico «amor a sus enemigos».
¡Cuánto respeto por sus enemigos tiene un hombre noble! -y ese respeto es ya un puente hacia
el amor... ¡El hombre noble reclama para sí su enemigo como una distinción suya; no soporta,
en efecto, ningún otro enemigo que aquel en el que no hay nada que despreciar y sí muchísimo
que honrar! En cambio, imaginémonos «el enemigo» tal como lo concibe el hombre del
resentimiento -y justo en ello reside su acción, su creación: ha concebido el «enemigo
malvado», «el malvado», y ello como concepto básico, a partir del cual se imagina también,
como imagen posterior y como antítesis, un «bueno» -¡él mismo!...”8

La “transvaloración (o transmutación) de todos los valores”:

Como ya dijimos, para Nietzsche los valores clásicos de la cultura occidental son, en
realidad, antivalores. Por eso es necesario operar una inversión radical de los mismos. Es decir,
no se trata sin más de transformarlos, sino precisamente de superarlos dialécticamente y
ponerlos literalmente patas arriba, recuperando la unidad armónica originaria entre el hombre
(el superhombre, ahora) y la Naturaleza:

“Suprimamos el mundo verdadero: para hacer esto, tenemos que suprimir los valores
superiores que tiene en curso hasta aquí la moral... Basta demostrar que la moral ella también
es inmoral, en el sentido en que la inmoralidad ha sido condenada hasta aquí. Cuando
hayamos roto de esta manera la tiranía de los valores que han tenido curso hasta aquí, cuando
hayamos suprimido el mundo-verdad, un nuevo orden de valores aparecerá naturalmente.

8
La genealogía de la moral. Traducción de Andrés Sánchez Pascual, Alianza, Madrid 1980, p. 42-46.
Textos de Diccionario Herder de Filosofía

8
El mundo-apariencia y el mundo-mentira: he ahí la contradicción. Este último fue llamado
hasta ahora mundo-verdad, «verdad absoluta», «Dios». Éste es el que hemos suprimido.

Lógica de mi concepción:

1) La moral como valor superior (dueña de todas las fases de la filosofía, hasta del
escepticismo). Resultado: este mundo no vale nada, no es el «mundo-verdad».

2) ¿Qué es lo que determina el valor superior? ¿Qué es exactamente la moral? El instinto de


decadencia; para los agotados y los desheredados, es una manera de vengarse. Prueba
histórica: los filósofos son siempre decadentes... al servicio de la religión nihilista.

3) El instinto de decadencia que se presenta como voluntad de poderío. Prueba: la inmoralidad


absoluta de los medios en toda la historia de la moral.

No hemos reconocido en toda la corriente más que un caso de la voluntad de poderío: la moral
misma es un caso especial de inmoralidad.

Innovaciones fundamentales

462. En lugar de valores morales, valores meramente naturalistas. Naturalización de la moral.

En lugar de «sociología», una doctrina de los modelos de señorío.

En lugar de «sociedad», el progreso de la cultura como mi interés preferido (primero en su


conjunto, pero luego, preferentemente, en sus partes).

En lugar de la «teoría del conocimiento», una doctrina de perspectiva de los efectos (a la cual
corresponde una jerarquía de los afectos: los afectos transfigurados: su superior ordenación, su
«espiritualidad»).

En lugar de la metafísica y de la religión, la doctrina del eterno retorno (ésta como medio de
disciplina y selección).

463. Mis precursores: Schopenhauer: en qué medida he profundizado el pesimismo y se me ha


impuesto ante todo por el descubrimiento de sus más altas contradicciones.

Luego, los artistas ideales, aquellos retoños del movimiento napoleónico.

Luego, los europeos superiores, precursores de la gran política.

Luego, los griegos y su nacimiento.

464. He citado a mis predecesores inconscientes. Pero, ¿dónde iría yo a buscar, con alguna
esperanza filosófica de mi estilo, por lo menos filósofos que respondieran a mis exigencias?
Solamente allí donde reinase una manera de pensar aristocrática, que considerase la esclavitud
y cualquiera otra clase de dependencia como un supuesto de toda alta cultura; donde reinase
una manera de pensar creadora que no viese en el mundo un lugar de paz, el «sábado de todos
los sábados», sino ahora, y en estado de paz, el medio para la guerra. Una manera de pensar

9
que mirase al futuro y tratase al presente con dureza y tiranía; una manera de pensar sin
escrúpulos, inmoral, que quisiese administrar en grande las buenas y malas cualidades del
hombre, porque confía en saber emplearlas diestramente. Pero el que busca hoy filósofos de
esta clase, ¿qué probabilidades tiene de encontrar lo que busca? ¿No es probable que,
agarrado a la linterna de Diógenes, se pasase día y noche buscando inútilmente? Esta época
camina en dirección contraria; quiere, además, la comodidad; quiere, ante todo, publicidad y
aquel tolle-tolle del mercado que tan de su gusto es; quiere, en tercer lugar, que todos nos
prosternemos con vil servilismo ante las más burdas patrañas: una de ellas es la «igualdad de
los hombres», y honra exclusivamente las virtudes democráticas. Pero estas circunstancias son
radicalmente opuestas a la producción del filósofo tal como yo lo entiendo. De hecho todo el
mundo se lamenta de la suerte de los filósofos, estrangulados entre autos de fe, malas
conciencias y arrogantes doctrinas eclesiásticas. Sin embargo, la verdad es que estas mismas
condiciones fueron más favorables para la producción de una espiritualidad poderosa y rica
que las de la vida actual. Hoy reina otra clase de espíritu, a saber: el espíritu demagógico, el
espíritu de comediante, quizá también el espíritu de las víboras y de las hormigas, propio de los
sabios o, por lo menos, favorable a la producción de los sabios. Pero tanto peor para los
grandes artistas. ¿No se precipitan todos ellos en la sima por una interior falta de disciplina? Ya
no se sienten tiranizados exteriormente por la imposición de un decálogo cortesano o
sacerdotal, pero tampoco saben educar a su «tirano interior», a su voluntad. Y lo que decimos
de los artistas puede decirse en un sentido superior y más fatal de los filósofos. ¿En dónde
encontramos hoy espíritus libres? ¡Mostradme hoy, por ventura, un espíritu libre!”9

El superhombre

Superhombre (Übermensch) es el término acuñado por Nietzsche para


referirse a la superación del ser humano, particularmente del “último ser humano”, y cuya
posibilidad misma de existencia surge al asumir plenamente la muerte de Dios y por la
“transvaloración de todos los valores”. Sus características son las siguientes:

- asunción plena de la vida: el superhombre personifica el valor supremo de la vida. El


superhombre es el amor a la vida:

“Cuando Zaratustra llegó a la primera ciudad, situada al borde de los bosques, encontró
reunida en el mercado una gran muchedumbre: pues estaba prometida la exhibición de un
volatinero. Y Zaratustra habló así al pueblo: Yo os enseño el superhombre. El hombre es algo
que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo?

Todos los seres han creado hasta ahora algo por encima de ellos mismos: ¿y queréis ser
vosotros el reflujo de esa gran marea, y retroceder al animal más bien que superar al hombre?

9
La voluntad de poder, “Textos de los grandes filósofos: edad contemporánea”, Herder, Barcelona 1990,
p.88-92. Textos de Diccionario Herder de Filosofía

10
¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que
el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa.

Habéis recorrido el camino que lleva desde el gusano hasta el hombre, y muchas cosas en
vosotros continúan siendo gusano. En otro tiempo fuisteis monos, y aun ahora es el hombre
más mono que cualquier mono.

Y el más sabio de vosotros es tan sólo un ser escindido, híbrido de planta y fantasma. Pero ¿os
mando yo que os convirtáis en fantasmas o en plantas?

¡Mirad, yo os enseño el superhombre!

El superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad: ¡sea el superhombre el sentido


de la tierra!

¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de
esperanzas sobreterrenales! Son envenenadores, lo sepan o no.

Son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados, la tierra
está cansada de ellos: ¡ojalá desaparezcan!

En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con El han
muerto también esos delincuentes. ¡Ahora lo más horrible es delinquir contra la tierra y
apreciar las entrañas de lo inescrutable más que el sentido de aquélla!

En otro tiempo el alma miraba al cuerpo con desprecio: y ese desprecio era entonces lo más
alto: -el alma quería el cuerpo flaco, feo, famélico. Así pensaba escabullirse del cuerpo y de la
tierra.

¡Oh!, también esa alma era flaca, fea y famélica: ¡y la crueldad era la voluptuosidad de esa
alma!

Mas vosotros también, hermanos míos, decidme: ¿qué anuncia vuestro cuerpo de vuestra
alma? ¿No es vuestra alma acaso pobreza y suciedad y un lamentable bienestar?

En verdad, una sucia corriente es el hombre. Es necesario ser un mar para poder recibir una
sucia corriente sin volverse impuro.

Mirad, yo os enseño el superhombre: él es ese mar, en él puede sumergirse vuestro gran


desprecio”10

- afirmación del sentido de su existencia en la tierra: su más alta manifestación es la


“voluntad de poder”, o “voluntad de dominio”. El ser humano tiene capacidad y exigencia de
superarse, y en tanto que mantiene ese anhelo tiende hacia el superhombre. Es expresión del
inconformismo con la situación degradada del presente, busca conseguir algo mejor a través

10
“Así habló Zaratustra”, Alianza, Madrid 1981, 9ª ed., p. 34-36.Textos del Diccionario Herder de
Filosofía

11
del esfuerzo. El mismo proceso evolutivo de la especie humana tendería a la producción de
individuos fuertes y superiores:

“¡Escuchad mis palabras, vosotros, los más sabios! Confirmad seriamente si yo me he deslizado
hasta el mismo corazón de la vida y hasta las raíces de su corazón!

Donde encontré algo viviente, encontré voluntad de poder; y aun en la voluntad del que sirve
encontré la voluntad de ser señor.

Al más débil le persuade su voluntad de que sirva al más fuerte, ya que ella quiere a su vez ser
dueña de lo más débil: no le gusta renunciar a este único placer.

Y al igual que lo más pequeño se entrega a lo más grande, para tener placer y poder sobre lo
mínimo: así se entrega también lo máximo y por amor al poder -¡arriesga la vida!

Ésta es la entrega de lo máximo, ser riesgo y peligro y un juego de dados con la muerte.

Y donde hay sacrificio y servicio y miradas de amor, también hay voluntad de ser señor. Por
caminos tortuosos se desliza lo más débil hasta el castillo y hasta el corazón del más poderoso
–y allí le roba poder.

Y la vida misma me reveló este secreto: “Mira, dijo, yo soy lo que tiene que superarse siempre a
sí mismo””11

- crea sus propias normas y valores: el superhombre mantiene su autonomía y pleno dominio
sobre sí mismo y sobre los demás. No cree en la igualdad entre los seres humanos, invención
de los débiles y los fracasados, ni tolera que le impongan desde fuera normas, valores, fines u
obligaciones, ya que él mismo es voluntad creadora de valores y representa el fin supremo de
la humanidad. La vida que conduzca a él será ascendente, y la que se aparta de él será, por el
contrario, antinatural y descendente (es decir, decadente y disgregadora):

“Los más preocupados pregunta hoy: “¿Cómo se podrá conservar el hombre?” Mas Zaratustra
es el único y el primero que pregunta: “¿Cómo se supera al hombre?”

Amo al superhombre, para mí él es lo primero y lo único, -y no el hombre: no el más allegado,


ni el más pobre, ni el que más sufre, ni el mejor-.

¡Oh, hermanos míos!, lo que puedo amar en el hombre es que es un tránsito y un ocaso 12 . Y
también en vosotros hay mucho que me hace amar y tener esperanza.

Que hayáis despreciado, hombres superiores, eso es lo que me da esperanzas. Los grandes
despreciadores son los grandes veneradores.

En que hayáis desesperado hay mucho que honrar. Pues no habéis aprendido cómo resignaros,
no habéis aprendido las pequeñas sutilezas.

11
“Así habló Zaratustra. Edición de José Rafael Hernández Arias”, Valdemar, Madrid, 2005
12
También en la primera parte, donde aparece la célebre expresión: “el hombre es una cuerda tendida
entre el animal y el superhombre, -una cuerda sobre un abismo”
12
Hoy, en efecto, la gente pequeña se ha convertido en soberana: todos predican sumisión y
astucia y esfuerzo y consideración y el largo etcétera de las pequeñas virtudes.

Lo que es de naturaleza femenina, lo que procede de estirpe servil y en especial la mezcla


plebeya: eso es lo que quiere ser soberano de todo el destino humano - ¡Oh,
náusea!¡Náusea!¡Náusea!

Eso pregunta y pregunta y no se cansa: “¿Cómo se puede conservar el hombre, de la mejor


forma, más tiempo, de la manera más agradable?” –Por esto- ellos son los soberanos de hoy.

Superadme a esos soberanos de hoy, ¡oh, hermanos míos!- a esa gente pequeña: ¡ellos son el
mayor peligro del superhombre!

¡Superadme, hombres superiores, las pequeñas virtudes, las pequeñas astucias, las
consideraciones insignificantes, el pulular de las hormigas, el deplorable bienestar, la “felicidad
de la mayoría”!

Y antes estar desesperados, que someteros. ¡Y, en verdad, yo os amo porque hoy no sabéis
vivir, hombres superiores! Así es como vivís -¡de la mejor manera!”13

- está “más allá del bien y del mal”14: el superhombre “es su propia norma de conducta”,
impermeable a la lisonja y la compasión. Cuando ayuda a los desgraciados lo hace por
sobreabundancia de fuerzas, porque así lo desea, y no porque sea un deber para con ellos.
Puede obrar según le plazca. Además, “lo natural” es que los débiles y fracasados sucumban. El
superhombre no acepta la idea de Dios. Al contrario, para devenir en superhombre el ser
humano debe expulsar de sí a Dios. Y ello no supone precisamente (como podría pensarse) una
divinización del ser humano, sino sencillamente la sustitución de Dios por el superhombre.
Solo así podrá convertirse el ser humano en un ser con pleno poder y dominio sobre sí mismo
y sobre los demás. Nietzsche narra las transformaciones sucesivas del espíritu, que pasa de ser
camello o asno (animal sumiso inclinado ante la ley moral y la omnipotencia de Dios) a león
destructor de los valores tradicionales, para, finalmente, llegar a convertirse en niño (que será
luego el hombre –superhombre- capaz de crear y proyectar nuevos valores):

“Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el


camello en león, y el león, por fin, en niño.

Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, paciente, en el que habita la
veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas.

¿Qué es pesado? así pregunta el espíritu paciente, y se arrodilla, igual que el camello, y quiere
que se le cargue bien.

13
“Así habló Zaratustra. Edición de José Rafael Hernández Arias”, Valdemar, Madrid, 2005
14
Recordemos que “Más allá del bien y del mal: preludio para una filosofía del futuro” es el título de una
obra de Nietzsche publicada privadamente en 1886, tres años después de publicar la primera parte de
“Así habló Zaratustra”. Nietzsche escribe en su correspondencia que el libro “dice las mismas cosas que
mi Zaratustra, solo que de manera diferente, muy diferente”
13
¿Qué es lo más pesado, héroes? Así pregunta el espíritu paciente, para que yo cargue con ello
y mi fortaleza se regocije.

¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería
para burlarse de la propia sabiduría?

¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas
montañas para tentar al tentador?

¿O acaso es: alimentares de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el
alma por amor a la verdad?

¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos,
que nunca oyen lo que tú quieres?

¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar de si
las frías ranas y los calientes sapos?

¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere
causarnos miedo?

Con todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente: semejante al
camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.

Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se
transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y ser
señor en su propio desierto.

Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el
gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.

¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? «Tú
debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo quiero».

«Tú debes» le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus
escamas brilla áureamente el « ¡Tú debes! ».

Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así:
«todos los valores de las cosas brillan en mí».

«Todos los valores han sido ya creados, y yo soy todos los valores creados. ¡En verdad, no debe
seguir habiendo ningún 'Yo quiero!'». Así habla el dragón.

Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la
bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?

Crear valores nuevos -tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad para un
nuevo crear- eso sí es capaz de hacerlo el poder del león.

14
Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el
león.

Tomarse el derecho de nuevos valores -ése es el tomar más horrible para un espíritu paciente y
respetuoso-. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de rapiña.

En otro tiempo el espíritu amó el «tú debes» como su cosa más santa: ahora tiene que
encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de su
amor: para ese robo se precisa el león.

Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido
hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?

Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí
misma, un primer movimiento, un santo decir sí.

Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora
su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.

Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y


el camello en león, y el león, por fin, en niño.

Así habló Zaratustra. Y entonces residía en la ciudad que es llamada: La Vaca Multicolor.”15

- vive el tiempo como un eterno retorno, lo que es desesperante para la masa gregaria que no
ama la vida. El “eterno retorno de lo mismo” no significa para Nietzsche la repetición de las
cosas individuales (como en las cosmologías antiguas), sino que es más bien el sí trágico y
dionisiaco a la vida pronunciado por el propio mundo, unido a la noción del amor fati o“amor
al destino”: “Mi fórmula para expresar la grandeza en el hombre es amor fati [amor al
destino]: el no querer que nada sea distinto, ni en el pasado, ni en el futuro, ni por toda la
eternidad. No sólo soportar lo necesario, y menos aún disimularlo -todo idealismo es
mendacidad frente a lo necesario-, sino amarlo”16. La idea del eterno retorno es en sí misma
deprimente y opresiva, y constituye una “prueba selectiva moral”, una prueba de fortaleza, de
capacidad de decir sí a la vida tal y como es. Es decir, una prueba de la voluntad de poder, de
superación. Decir sí al eterno retorno es decir sí a la vida. El ser humano verdaderamente
fuerte, dionisiaco, afirmará la vida con coraje, firmeza y alegría, despreciando las falsas
ilusiones de quienes admiten la existencia de “otro mundo” o se refugian en un ilusorio “más
allá”:

“Vamos a suponer que cierto día o cierta noche, un demonio se introdujera furtivamente en la
soledad más profunda y te dijera: «Esta vida, tal como tú la vives y la has vivido tendrás que
vivirla todavía otra vez y aun innumerables veces; y se te repetirá cada dolor, cada placer y
cada pensamiento, cada suspiro y todo lo indeciblemente grande y pequeño de tu vida.
Además todo se repetirá en el mismo orden y sucesión... y hasta esta araña y este claro de luna

15
“Así habló Zaratustra”, Alianza, Madrid 1981, 9ª ed., p. 34-36.Textos del Diccionario Herder de
Filosofía
16
“Ecce Homo”, Alianza, Madrid 1988, p. 54.Textos del Diccionario Herder de Filosofía

15
entre los árboles y lo mismo este instante y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia
se le dará la vuelta siempre de nuevo, y tú con él, corpúsculo de polvo». ¿No te echarías al
suelo, rechinarías los dientes y maldecirías al demonio que así te hablase? O puede que hayas
tenido alguna vez la vivencia de un instante prodigioso en el que responderías: «¡tú eres un
dios y nunca oí nada más divino!».

Si aquel pensamiento llegase a apoderarse de ti, te trasformaría como tú eres y acaso te


aplastaría. Se impondría como la carga más pesada en todo tu obrar la pregunta a cada cosa y
a cada paso: «¿quieres que se repita esto otra vez y aun innumerables veces?». O ¿cómo
tendrías tú que ser bueno para ti mismo y para la vida, no aspirando a nada más que a
confirmar y sellar esto mismo eternamente?”17

17
“El Gay Saber”, Narcea, Madrid 1973, p. 344-5. Textos del Diccionario Herder de Filosofía

16
ESQUEMA-RESUMEN DE LAS IDEAS ÉTICAS DE NIETZSCHE

 LA FILOSOFÍA DE NIETZSCHE ES UN VITALISMO: LA IDEA GENERAL ES QUE NADA


TIENE VALOR SINO EN LA VIDA Y POR LA VIDA, QUE ES UN FIN EN SÍ MISMA. NO HAY
QUE BUSCAR NINGÚN SENTIDO FUERA DE ELLA. TAMBIÉN SE CONSIDERA AL AUTOR
UN “MAESTRO DE LA SOSPECHA”, YA QUE TRATA DE DESENMASCARAR LOS FALSOS
VALORES MORALES

 NIETZSCHE CRITICA LA DECADENCIA MORAL DE LA CULTURA OCCIDENTAL POR


ATENTAR CONTRA LA VIDA Y LA VOLUNTAD DE PODER. ASÍ, ANUNCIA LA “MUERTE
DE DIOS”, EXPRESIÓN CON LA QUE HACE REFERENCIA PRECISAMENTE A LA MUERTE
DE LOS VIEJOS Y FALSOS VALORES E IDEALES DE ESTA CULTURA

 LA “MUERTE DE DIOS” POSIBILITA EL NIHILISMO, QUE TIENE DOS SENTIDOS:


NEGATIVO O PASIVO (LA PÉRDIDA DE LOS VALORES CLÁSICOS LLEVA AL SINSENTIDO
Y AL PESIMISMO) Y POSITIVO O ACTIVO (DESCUBRIMIENTO Y CREACIÓN DE NUEVOS
VALORES BASADOS EN LA AFIRMACIÓN DE LA VIDA)

 CON LA CRÍTICA DEL CRISTIANISMO, NIETZSCHE DENUNCIA LA MORAL DE LOS


ESCLAVOS, O “MORAL DE LA VIDA DESCENDENTE”, CARACTERIZADA POR EL
RESENTIMIENTO, LA ENVIDIA Y LA SUMISIÓN. FRENTE A ELLA PROPONE UNA
TRANSMUTACIÓN O TRANSVALORACIÓN DE LOS VALORES QUE CONDUZCA A UNA
MORAL DE LOS SEÑORES, O “MORAL DE LA VIDA ASCENDENTE”, CARACTERIZADA
POR LA FUERZA, LA EXCELENCIA Y LA CONFIANZA EN EL DESTINO (“AMOR FATI”)

 ASÍ SE LLEGARÍA AL SUPERHOMBRE, EXPRESIÓN CON LA QUE NIETZSCHE SE


REFIERE A LA SUPERACIÓN “DEL ÚLTIMO SER HUMANO”, Y CUYOS RASGOS MÁS
SOBRESALIENTES SERÍAN: EL AMOR PLENO A LA VIDA, LA AFIRMACIÓN DEL SENTIDO
TERRENAL DE LA EXISTENCIA, LA CREACIÓN DE NORMAS Y VALORES PROPIOS, EL
SITUARSE “MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL” (A TRAVÉS DE LA TRANSFORMACIÓN DEL
ESPÍRITU, QUE LE LLEVA DE SER PASIVO “CAMELLO” A CREATIVO “NIÑO”, PASANDO
POR LA ETAPA INTERMEDIA DEL “LEÓN” QUE SE AFIRMA EN LA VIDA –“YO QUIERO”-
AL PELEAR CONTRA EL DRAGÓN DEL “TÚ DEBES…”) Y EL VIVIR EL TIEMPO COMO UN
ETERNO RETORNO DE LO MISMO (LLEGAR A SER LO QUE SE ES SIN QUERER SER
NADA DIFERENTE DE ESO)

17
ACTIVIDADES

1- Lee detenidamente el siguiente fragmento y el comentario que aparece a continuación.


Responde luego a las preguntas que se plantean al final:

“¡El horror!, ¡el horror!”

Muchos han especulado sobre lo que llevó al coronel Kurtz a proferir esas célebres palabras
finales. La respuesta está en lo que descubrió justo antes de expirar. En ese momento,
comprendió que el pasado, el presente y el futuro eran puras ilusiones. Ningún instante se
pierde. Todo cuanto acontece existe para siempre.

Eso significaba que su inminente muerte no sería el fin. Su vida, una vez vivida, existiría
siempre. Y así, en cierto sentido, la vida que había vivido sería vivida una y otra vez, en
eterna repetición, cada vez exactamente igual y sin esperanza alguna de aprender, de
cambiar, de rectificar errores pasados.

Si su vida hubiera sido un éxito, Kurtz habría soportado ese descubrimiento. Habría
contemplado su obra, habría pensado que era buena y se habría ido a la tumba sereno por
su triunfo sobre la muerte. El hecho de que reaccionara en cambio con horror atestiguaba su
fracaso a la hora de superar los desafíos de la existencia mortal. “¡El horror!, ¡el horror!”
¿Reaccionaríamos de otra manera ante la idea del eterno retorno?

(…)

La hipótesis del eterno retorno y nuestra reacción ante él es un interesante recurso


para examinarnos a nosotros mismos. Aun cuando nuestra vida no esté predestinada a
repetirse infinitamente, nuestra capacidad de soportar la idea de que lo estuviese es, para
Nietzsche, una prueba de que hemos “vencido” a la vida. Solo el “superhombre”, que posee un
pleno autodominio y control sobre su destino, podría contemplar su vida con suficiente
satisfacción para aceptar su eterno retorno.

Es importante recordar que Nietzsche no está hablando de una especie de Atrapado en


el tiempo. En esa película, Bill Murray se encontraba en el mismo día una y otra vez, pero en
cada ocasión tenía la oportunidad de hacer las cosas de otra manera 18. Por tanto, tenía la
posibilidad de redimirse, de escapar del ciclo, aprendiendo finalmente a amar. En el retorno
nietzscheano, uno no es consciente de estar haciendo lo mismo de nuevo, ni tiene la
oportunidad de hacerlo de otra forma. Se trata exactamente de la misma vida, vivida una y
otra vez.

Nietzsche puede haber llegado demasiado lejos al sugerir que solo el superhombre,
que jamás ha existido, podría aceptar eso. De hecho es interesante cuánta gente, incluso
quienes han pasado un auténtico calvario, dice: “si pudiera volver atrás, volvería a hacer lo
mismo. No cambiaría nada”. A primera vista, eso contradice directamente la tesis de Nietzsche
sobre la intolerabilidad del eterno retorno. Sin embargo, quizá no es Nietzsche quien se
equivoca, sino quienes aceptan alegremente sus errores pasados. Pues cuando realmente

18
Algo similar sucede en el argumento de la excelente novela de Lauren Oliver “Si no despierto”, donde
Samantha, la protagonista, se ve enfrentada a la repetición sucesiva de su último día de vida
18
intentamos imaginar las malas experiencias de nuestro pasado, los terribles errores cometidos,
las cosas perjudiciales que hicimos, las humillaciones que sufrimos, ¿no resulta
insufriblemente doloroso? ¿No es simplemente la falta de imaginación, o al menos nuestra
capacidad de borrar los recuerdos dolorosos, lo que evita que nos venza “el horror” del
pasado? El superhombre acepta la idea de la repetición sin las anteojeras y filtros que nos
protegen del dolor del recuerdo. Por eso creía Nietzsche que el superhombre era tan
excepcional, y por eso el resto de nosotros reaccionaríamos como Kurtz ante la idea de que la
historia se repita una y otra vez. 19

Cuestiones sobre el texto:

- Explica con tus propias palabras, a partir de lo leído en el tema y en el texto, la tesis del
“eterno retorno”

- ¿Crees que si pudieras volver atrás, volverías a hacer lo mismo que has hecho hasta ahora?
Razona tu respuesta

2- Comenta el siguiente texto y contesta a las preguntas que aparecen a continuación del
mismo:

Fortaleza y debilidad

“Que los débiles sean felices es el lema del progreso. Esta opinión no gustaría a
Nietzsche, pero se trata de una cuestión decisiva en nuestro siglo, bendito siglo si se sigue
pensando en ello. Decía el filósofo alemán en uno de sus Fragmentos póstumos de 1888, el 12
[120] y también en El Anticristo: “¿Qué es malo? Todo lo que procede de la debilidad”, pero
este juicio es unilateral, pues la mayoría no puede acceder a la fortaleza.

En algunas ocasiones somos débiles y cobardes, y pretender lo contrario sería una


fantasía como la de los libros de caballería que puede hacerse nociva para la buena vida de los
hombres. Podríamos replicar a Nietzsche con estas palabras de Voltaire en su Tratado sobre la
tolerancia, donde concluye: “La naturaleza dice a todos los hombres: os he hecho nacer a
todos débiles e ignorantes, para vegetar algunos minutos en la tierra y para abonarla con
vuestros cadáveres. Puesto que sois débiles, socorreos; puesto que sois ignorantes, ilustraos y
soportaos”.

El grado de civilidad de una sociedad me parece que se hace evidente por el nivel de
respeto y cuidado que tiene para con los débiles, para los enfermos y los discapacitados, ya
que todos podemos encontrarnos inesperadamente en esa circunstancia sea cual sea nuestra
situación.

El hombre es el único animal que puede contravenir la mecánica de la naturaleza y dar


amparo a algunos de los miembros del grupo en situación de debilidad. Los estudios actuales
han reunido suficientes datos como para poder aceptar que el hombre primitivo, a pesar de las
situaciones de dureza en las que vivió, ayudó a quienes tenían algún tipo de discapacidad y que

19
Tomado de Baggini, J.: El cerdo que quería ser jamón, Paidós, Barcelona, 2007
19
hubieran muerto prematuramente y con dolor de no ser auxiliados por sus congéneres. Por el
contrario, entre los animales, este comportamiento altruista solo se da en el cuidado de las
crías, pero nunca se observa entre los animales adultos.

Las situaciones de debilidad son muy comunes, y en todas las épocas han sido el origen
de desdicha por el abuso o escaso respeto que aquellos que son más fuertes y poderosos
pueden infligir al débil. El ser humano, como todos los seres vivos, es muy vulnerable y se
encuentra con frecuencia en situaciones de debilidad. El dolor y el daño, muchas veces la
injusticia, lo debilitan y doblegan, y le hacen infeliz, más infeliz todavía si, además, cree que
debe ser fuerte.

Todos los humanos, a menudo tienen miedo y pocas veces son valientes y esforzados;
tienen miedo de la fuerza de los demás, pero casi siempre ocultan su temor. El humano usa
una máscara, un disfraz para ocultar la cobardía porque teme que aumentará su debilidad si se
muestra miedoso. Incluso el poderoso que exhibe su fuerza puede caer en cualquier
circunstancia y quedar vencido como un polluelo. Lo que era fortaleza o jactancia se derrumba
y el fuerte puede empezar a lloriquear, y, muchas veces, el que aparece como fuerte no es más
que un ser en exceso e innecesariamente competitivo por miedoso. Asustadizo en el fondo,
como los gatos que, a su vez, se sienten fuertes con los ratones, así el hombre que se cree
poderoso con aquellos que son más débiles que uno mismo.

También los poderosos o los que aparecen como fuertes esconden sus debilidades,
como Napoleón, uno de los héroes de Nietzsche, débil ante las infidelidades de su mujer
Josefina que tanto le hacía sufrir y de la que no se pudo separar más que cuando creyó
necesitar un príncipe descendiente. En La genealogía de la moral el filósofo alemán dijo:
“Napoleón, esa síntesis de inhumanidad y superhombre”. Pero no hay superhombres ni los
puede haber. ¿Sería mejor que los hubiera o deberíamos esforzarnos para serlo? ¿Por qué no
aceptamos nuestra debilidad y miedo si seremos más felices al ser más coherentes? ¿Es mejor
cultivar la fortaleza que la coherencia? ¿El sabio lo es por su fortaleza o por el reconocimiento
de su debilidad?”20

Cuestiones sobre el texto

- Comenta la siguiente frase y expresa razonadamente tu opinión (acuerdo / desacuerdo)


sobre la misma: “que los débiles sean felices es el lema del progreso”

- El texto se titula “Fortaleza y debilidad”. Recuerda que la fortaleza ha sido entendida como
una virtud ética central por muchos filósofos. ¿Puedes recordar quienes enfatizaban la
importancia de esta virtud y con qué argumentos?

- ¿Estás de acuerdo con la idea de que “la mayoría no puede alcanzar la fortaleza”? Razona tu
respuesta teniendo en cuenta tu respuesta a la pregunta anterior

- Investiga sobre la vida y obra del filósofo francés Voltaire y escribe una redacción sobre ella

20
Armengol, R.: “Felicidad y dolor: una mirada ética”, Ariel, Barcelona, 2010
20
- ¿Estás de acuerdo con que la frase de Voltaire que se cita en el texto puede constituir una
buena réplica a Nietzsche? ¿Por qué?

- “Entre los animales el comportamiento altruista (de ayuda mutua y desinteresada) solo se da
en el cuidado de las crías, pero nunca se observa entre los animales adultos” Investiga esta
afirmación del autor y aporta pruebas a favor o en contra de la misma. No olvides mencionar
siempre la fuente de tus datos

- ¿Crees que es cierto que ocultamos nuestros miedos y debilidades porque tenemos miedo de
que mostrarlos aumenta nuestra debilidad? Justifica tu respuesta

- ¿Podrías hacer una lista con los miedos / debilidades que consideras más frecuentes en el ser
humano? Justifica el orden en que los escribes

- Cuando el autor dice “no hay superhombres ni los puede haber”, ¿crees que se está
refiriendo al superhombre tal y como Nietzsche lo entiende? Justifica tu respuesta

- Contesta razonadamente a las cuatro preguntas que el autor plantea al final del texto

21

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