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Introducción
Friedrich Nietzsche (1844-1900), se presenta como acontecimiento, faro y bisagra, que tanto
ilumina el cuestionamiento a los enfoques de sus predecesores, como desbroza el camino al
porvenir de la problematización de la cuestión del sujeto. En un contexto de abordaje de los
problemas de la filosofía a la luz del eje de la subjetividad, la pregunta por quiénes y cómo
somos, sus abordajes modernos y contemporáneos en trayectoria histórica, Nietzsche integra
el corpus de las modificaciones y críticas de la subjetividad en la contemporaneidad.
Para orientarnos dentro de las prescripciones de los estudios nietzscheanos, propone Gianni
Vattimo en su Introducción a Nietzsche (2012), que si seguimos a Heidegger, lo ubicaremos
dentro mismo de la historia de la metafísica, y lo leeremos en relación con Aristóteles, y el
problema del ser. Los primeros intérpretes valoraban su escritura aforística y su crítica de la
cultura. Wilhem Dilthey en Crítica de la razón histórica (1954) lo ubicaba como filósofo escritor
de la vida, junto a los poetas, dada su exposición no sistemática sino expresiva. Quizás un
abordaje “literario” favorezca al lector el imbuirse de un tono, entrar en clima, para luego
permitirse intentar interpretar ligazones al interior de la problemática metafísica.
En este capítulo abordaremos la lectura de unos escasos textos primarios. Son fragmentos de
fragmentos de los cuales valernos para el encuentro con quien, siguiendo la Premisa de
Giorgio Colli en su Introducción a Nietzsche (1983), “en el pensamiento del último siglo, ocupa
un puesto […] único e incomparable”. Para escucharlo hemos de hacer frente al “desafío de
acogerlo en su totalidad y unidad” (pp. 9-11).
Sobre la filosofía nietzscheana que aborda la relación entre la crítica de la civilización europea
y la meditación sobre el ser: hay coincidencia en la periodización tripartita de la obra de
Nietzsche (cf. Vattimo, 1985: p 93):
1.- Obras juveniles: crítica de la civilización y elogio del arte, “metafísica del artista” en el
contraste Dionisos/Apolo, propuesta de renacimiento de la “cultura trágica”.
2.- Pensamiento genealógico: desde Humano, demasiado humano (2007a [1878-1879]) hasta
La gaya ciencia (2011 [1882]), problematización del concepto de decadencia, el arte como fase
superada, elaboración de las relaciones entre el arte, la ciencia y la civilización, y su
valorización basada en la crítica de las actitudes, un modelo de pensamiento no fanático. Es la
filosofía del amanecer, con que concluye el Humano, demasiado humano, donde plantea la
liberación de apropiarse de la historia, el temple necesario para la asunción de errores, que
prepara el camino para el advenimiento del espíritu libre.
3.- Filosofía del Eterno Retorno: desde Así habló Zarathustra (2003 [1883 1884]). Liquidado el
mundo verdadero y con él, el aparente; el peso más pesado, el amor fati. Voluntad de Poder y
transvaloración de todos los valores.
En el presente capítulo haremos un recorrido de lectura por algunos textos de sus épocas
segunda y tercera, deteniéndonos en las preguntas y planteos revulsivos que cuestionan todos
los supuestos metafísicos (abajo en cursivas).
1. Genealogía de la verdad
En Sobre verdad y mentira en sentido extramoral (1994 [1873]), Nietzsche emprende su crítica
al sujeto, cuestionando que el hombre pueda conocer algo ni conocerse a sí mismo, dadas las
limitaciones del intelecto, su intrincación con el orgullo y la soberbia que crean una niebla
cegadora. En el Prefacio de Genealogía de la Moral (1998 [1887]) dice que no nos conocemos
porque no nos buscamos, nos da la pista de que “donde está nuestro tesoro allí también está
nuestro corazón”, y concluye que: “De ninguno estamos más lejos que de nosotros mismos” (§
19. 1). Sostiene en Aurora (2000a [1881]) que el hombre se desconoce, “la acciones no son
nunca lo que parecen” (§ 116). Se ríe de Platón, por colegir que al conocimiento recto le sigue
la recta acción, y al platonismo de la moral provisional de Descartes, que en el Discurso del
Método (2009 [1637]), Tercera Parte, dice: “basta juzgar bien, para actuar bien”, seguro en
que el conocimiento cierto obtenido mediante método, le proveerá la verdad que por fin guíe
sus acciones...
Cuando se pregunta por el origen del impulso a la verdad, Nietzsche lo revela como acuerdo
convencional, mentira útil para la convivencia, consensuada significación de los nombres de las
cosas. Propone sujeto y objeto como inconmensurables y distintos, entre los cuales hay sólo
una relación estética. Reconstruye el olvidado origen de las palabras y su relación con las
cosas, como mediadas por dos sustituciones metafóricas: el sonido y la representación de la
percepción. Da la imagen de impermanencia con las figuras de Chladni, creadas mediante
experimentos acústicos con arena sobre una plancha, en que los cambios en la vibración
sonora van produciendo bellos dibujos geométricos cambiantes.
Cuando leemos sus textos en forma aforística, que opone a la forma explicativa, cuestiona en
acción al pensamiento lógico-deductivo, como presenta en Humano, demasiado humano
(2007a) cuando propone al hombre de ciencia como desarrollo ulterior del artista (§ 222). Es el
olvido en tanto activo, propuesto como más originario que la memoria, no en tanto ausencia
sino en tanto potencia de inhibición, un tema que aparece en el estudio genealógico del
lenguaje, acerca de la constitución de lo verdadero en relación con lo falso, así como en el
estudio de la moral, donde se trata de la división entre verdad y mentira.
En Crepúsculo de los Ídolos. O cómo se filosofa con el martillo (2001 [1888]), Nietzsche
reconstruye las etapas de la filosofía europea con la presentación genealógica del mundo
dividido en verdadero y aparente. Justifica paso a paso la creación de un tal mundo que nace
como idea platónica, donde el mundo verdadero es accesible sólo a aquellos que sean capaces
de contemplar las ideas, por sabiduría o por virtud. El mundo verdadero es el premio moral
prometido sólo en virtud de méritos, no es accesible. La idea de este mundo no es
demostrable, aunque el sólo pensarla consuele al piadoso. El mundo verdadero se convierte en
imperativo kantiano, Nietzsche lo caracteriza como sol inalcanzable tras una niebla conceptual;
la idea deviene y cuando se conoce desconocida, al canto positivista del gallo del amanecer,
pierde poder de coacción. Luego, la idea ha envejecido, ya no vale nada, y amanece por fin
para los espíritus libres que desayunan. Al concluir esta historia ya es mediodía: no queda
mundo ni verdadero ni aparente, la división misma se revela como un error.
La diferencia entre la filosofía del amanecer y la filosofía del mediodía parece consistir en la
desaparición de la división entre el mundo aparente y el verdadero, y este punto se puede
relacionar con una actitud promovida desde el Humano, demasiado humano: la actitud del
hombre liberado en § 34, que se ve libre de lo que valoran los demás, “se viviría ante los
hombres y uno mismo como en la naturaleza, sin alabanzas, reproches ni entusiasmos […] Nos
libraríamos del énfasis y no sentiríamos ya el aguijón de este pensamiento: que no somos más
que naturaleza, o que somos más que naturaleza”. Es en La Gaya Ciencia donde habla de “el
peso más grande” (pesado, abrumador). Nietzsche pregunta al lector: ¿qué sucedería si un
demonio irrumpiese en tu soledad y te dijese que la vida tal y como la vivís y has vivido,
deberás vivirla en adelante, placer por placer, dolor a dolor, en todo, según el giro de la
clepsidra vaya marcando los retornos? (§ 341).
Es la filosofía del “eterno retorno” la que exige una transvaloración de todos los valores, al
máximo, ya que el único que puede superar la prueba del demonio es un ser vital y feliz, que
ame la vida en su placer y su dolor, tanto, como para querer que se repita eternamente. El otro
requisito tiene que ver con la refutación del tiempo lineal, tiempo de metas y finalidades,
donde los momentos se acumulan en función teleológica.
En el Prólogo del Crepúsculo de los ídolos, Nietzsche llama a mantener la alegría como a
realizar una hazaña (2001: pp. 33-35). Con espíritu desafiante dice que este libro es una
declaración de guerra; a continuación propone que de la herida nacen fuerzas curativas, y
también convoca otra cura: la de auscultar los ídolos mediante el martillo diapasón: el oído
diagnosticará si están huecos, vacíos. Cuenta que en este libro el martillo acusa a ciertos ídolos
eternos. ¿Se tratará de los que llama “los cuatro grandes errores”? En tal caso son errores
tanto gnoseológicos como morales, como se lee en la confusión de la causa con la
consecuencia.
Al despliegue del error de la causa falsa, propone que erramos al suponer que causamos
nuestra voluntad, que nuestros motivos causan nuestro accionar; que nuestras acciones son
gobernadas por la conciencia; y que un tal yo es causa del pensamiento. Considera que el
hombre proyecta sus hechos internos: voluntad, espíritu y yo, en las cosas, imputándoles por
lo tanto ser causas.
El error de la causa imaginaria, que ejemplifica con el relato del sueño, en el que se interpretan
sucesos casuales ocurridos al dormir, como causados con razón. Y la necesidad psicológica de
causa, que consiste en reducir lo desconocido a lo conocido, para disminuir el temor y sentir
que se tiene algo de poder. Así desenmascara que es el temor del hombre el que ha creado la
moral, echando abajo sus pretendidos fundamentos en el deber (Kant), la utilidad (Spencer) o
la compasión (Schopenhauer). Critica Nietzsche como “moral del rebaño”, la que mide el valor
del hombre por la opinión de su prójimo.
Continuando con los errores, Nietzsche ubica las formaciones de la religión y la moral,
enteramente originadas por causas imaginarias, o en las cuales se confunde causa con efecto,
o se cree verdad el efecto de lo creído, o un cierto estado se cree causado. En cuanto al error
de la llamada voluntad libre, la relaciona con el querer encontrar culpables a quienes castigar.
Si el hombre es libre, es imputable de castigo. Nietzsche propone la inocencia del devenir.
Concluye con que el hombre no se da a sí mismo la existencia, ni es consecuencia de una
voluntad orientada o finalidad, y en esta formulación propone una redención o liberación.
3. La voluntad de poder
Y aquí llegamos a la “Voluntad de Poder”, uno de cuyos nombres es el devenir mismo. La moral
como efecto de sumisión de la vida a valores “trascendentes”, expresa la dificultad del hombre
para su vida práctica. En Humano, demasiado Humano, Nietzsche realiza el análisis químico del
origen del error primero que, dice, es considerar que existan acciones morales. En § 1 presenta
una ristra de oposiciones producto de la sublimación del humano. Se pregunta allí: “¿cómo
puede nacer una cosa de su contraria, por ejemplo, lo racional de lo irracional, lo vivo de lo
muerto, la lógica del ilogismo, la contemplación desinteresada del deseo ávido, el vivir para los
demás del egoísmo, la verdad del error?” (Humano, demasiado Humano: § 1). En el Tratado I
de Genealogía de la Moral, luego de diagnosticar la fatiga de la humanidad, y lamentar que por
temor al hombre hayamos olvidado amarlo diferencia lo bueno y lo malvado mediante la
comparación de las aves rapaces con quienes son sus presas. Denuncia el exceso de
interpretación que implica la atribución de bondad al corderito, por oposición a la supuesta
maldad de los depredadores. “Exigir de la potencia que no quiera dominar […] es algo tan
disparatado como exigir de la debilidad que se manifieste como poderío” (§13).
Una moral que identifica la mala conciencia con las inclinaciones naturales, divide el hombre
contra sus propias inclinaciones. Se pregunta Nietzsche si “[…] sería factible en sí un intento
opuesto, mas, ¿quién es lo suficientemente vigoroso para concretar eso?” (loc. cit.). Dilema
entre dejarse llevar como todos, los hombres buenos, los cómodos, los reconciliados, los
soberbios, o asumir una gran salud, de la cual se interroga si es posible en su actualidad.
Entonces envía el llamado al hombre futuro, a quien nos liberará del ideal, de la “enorme
náusea”, del nihilismo, y a continuación se manda callar. Para que hable un sujeto más
vigoroso: Zarathustra.
El esfuerzo genealógico de reconstruir la trayectoria de la moral hasta sus orígenes, revela sus
valores como derivados. En relación con Aurora aparece el anhelo de salvación humana como
dependiente del pleno conocimiento del origen de las cosas. Además allí mismo cuando dice:
“Con el pleno conocimiento del origen aumenta la insignificancia del origen, mientras la
realidad está más próxima, lo que está alrededor y dentro de nosotros, comienza poco a poco
a mostrar aspectos y bellezas y enigmas y riquezas de significado […]” (Nietzsche, 2000a: § 44),
se revela la pérdida del valor de la experiencia viva, al otorgarlo a la ilusión de un supuesto
grandioso origen. Esta división arbitraria de mundos visible en el devenir moral, revela la
división interna de quien sacrifica algo de sí en pos de un ideal. En Humano, demasiado
humano: “En moral, el Hombre no se trata como un individuum sino como un dividuum”
(Nietzsche, 2007a: § 57).
Esta división moral, entre las acciones morales y su origen en la utilidad común, en nuestra
necesidad de seguridad, entra en el olvido. También la encuentra Nietzsche en el origen del
lenguaje: en cuanto olvidamos que se trata de metáforas, al cabo, puras mentiras.
NIETZSCHE
LA GENEALOGÍA LINGÜÍSTICA DEL SUJETO.
Se podría creer que Nietzsche con la genealogía busca el origen de las cosas, su
fundamento, pero no es así. Para Nietzsche, mientras más se busque el origen, más
aumentará la plena conciencia de lo inservible que resulta buscarlo. En cambio el
pensamiento genealógico, como Nietzsche lo expresa, se abre plenamente a lo que
aparece, a lo que deviene, a la historia, a lo real.
Ya instalados en el ámbito del lenguaje, la genealogía viene a ser más que un análisis
de las palabras, una especie de semiótica en donde se percibe con ojo agudo el
movimiento, las vicisitudes, la emergencia, la modificación de códigos lingüísticos e
ideologías y cómo se han transformado en nuevos códigos, en nuevas formas de
expresión en nuevos campos semánticos. Todo esto estudiado en varios niveles:
etimológico, cultural, sociológico, histórico, etc.
Nietzsche descubre también "que el lenguaje, puente para comprender la vida y la
cultura de un pueblo, se formaba en una sociedad concreta y estaba sometido a las
variantes que aconteciesen en la comunidad de esos hablantes" (Jiménez; c.6; p.122) y
que era necesario investigar críticamente cómo la lengua –y en concreto el signo
lingüístico- como manifestación cultural se ha originado y cómo está actuando sobre la
vida de los hombres en el seno de lo social.
Por ello Nietzsche propone someter a las palabras a un análisis para observar la
significación que de manera sociológica se les atribuye, esto dentro del campo de la
convivencia y sus propias consecuencias, y lo más importante: qué efectos ejercen
sobre el emisor-receptor, sobre el sujeto parlante en su realidad individual y también
como hombre ya insertado dentro del ámbito de lo social.
La genealogía se abre a la observación de fuerzas en el lenguaje, desenmascara,
desmitifica falsas ideologías y –¿por qué no?- especula, duda y abre nuevos caminos de
interpretación. La genealogía ve cómo surgen las palabras en una cultura determinada,
y no sólo informa si hubo una aceptación o un cambio de significación, sino que de
manera más profunda, busca, incluso, si hubo una lucha de poderes por la palabra
misma, por apropiársela, por imponerla, si se rechazó, qué intereses se jugaban de por
medio, qué giros lingüísticos nuevos ha encontrado. La genealogía también descubre
estructuras ocultas dentro de la lengua, encuentra figuras retóricas donde antes no se
habían encontrado, de lo que había pasado por desapercibido. La genealogía se apoya
en la historia y la sacude.
DEL MUNDO VERDADERO A LA FÁBULA.
1. El mundo verdadero está al alcance del sabio, del piadoso, del virtuoso, los cuales
viven en él, se identifican con él.
(Forma más antigua de la idea, relativamente cuerda, simple, convincente. Paráfrasis
de la proposición “yo, Platón, soy la verdad”.)
2. El mundo verdadero es por lo pronto inaccesible, pero está reservado al sabio, al
piadoso, al virtuoso (“al pecador arrepentido”).
(Progreso de la idea; ésta se torna más sutil, más problemática e inasible, se convierte
en mujer, se vuelve cristiana...)
3. El mundo verdadero no es accesible ni demostrable; no puede ser prometido; pero
al ser concebido es un consuelo, una obligación, un imperativo.
(En el fondo, el antiguo sol, pero visto a través de niebla y escepticismo; la idea se ha
vuelto sublime, pálida, nórdica, kantiana.)
4. El mundo verdadero, ¿es inaccesible? En todo caso no está logrado. Y, por ende, es
desconocido. En consecuencia, tampoco conforta, redime ni obliga, pues ¿a qué podría
obligarnos algo que nos es desconocido?...
(Alba. Primer bostezo de la razón. Canto del gallo del positivismo.)
5. El “mundo verdadero” es una idea que ya no sirve para nada, que ya no obliga
siquiera; una idea inútil y superflua, luego refutada. ¡Suprimámosla!
(Mañana; desayuno; retorno del bons sens y de la alegría; bochorno de Platón;
batahola de todos los espíritus libres.)
6. Hemos suprimido el mundo verdadero; ¿qué mundo ha quedado?, ¿acaso el
aparencial? ... ¡En absoluto! ¡Al suprimir el mundo verdadero, hemos suprimido
también el aparencial!
Está polemizando con Platón y su teoría del mundo «verdadero», ideal, asequible sólo
al filósofo, al sabio, que elige «renunciar» al mundo «real», que sólo contiene
apariencias ...
Está polemizando, también, con el escepticismo y con el positivismo, que se desligan
de la trascendencia metafísica y empujan al hombre a la «naturaleza» o al mundo de la
«práctica» ...
Está polemizando, por último, con el mundo verdadero de la «fe», que debilita la razón
y promete un mundo cierto para después de la muerte ...
Entonces, Nietzsche postula esos enunciados como «fábulas» ... el mundo verdadero
YA NO ES una idea, no es una obligación ni un dogma ... ¿Qué ha quedado del mundo
«verdadero? se pregunta ... No existen mundos «aparentes», «verdaderos» sólo para
la «práctica», en el «más allá» o en el más acá ... existe un mundo sin rodeos ... el
mundo DE LA VIDA ... ¿el resto? ... Una fábula... dice ... y nace Zaratustra ...