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DOMINGO SAVIO MODULO: DEONTOLOGIA Y

PROSOCIALIDAD

UNIVERSIDAD DOMINGO SAVIO

ESTUDIANTES: Jhuliana Janneth Vilca Catata


Jhosselin Manrique Vedia
Jhanire Belen Marca Flores
María Elena Clavijo Gamboa
Rodrigo Alain Ramos Yapu
Nicolas Fernando Huanca Murillo
Damián Alex Veliz Delgado
DOCENTE: Mery Melania Vizalla Orcko

POTOSÌ-BOLIVIA
DOMINGO SAVIO MODULO: DEONTOLOGIA Y
PROSOCIALIDAD

Prosocialidad

1. Introducción

Los estudios sobre la prosocialidad inician en la década de los 60’ a partir del fenómeno
conocido como “efecto del espectador” dentro del campo teórico de la psicología social
(Moñivas, 1996).

Latané y Darley se corroboraron con evidencia científica su teoría y generó toda una línea
de investigación de la conducta de ayuda en contextos interpersonales, y se le denominó el
“efecto del espectador”. Se determinó por ejemplo, que es menos probable que la conducta
de ayuda se dé cuando supone un alto costo para el que ayuda y un bajo costo para la
víctima.

A mediados de la década de los 80’ reaparece un fuerte interés por la conducta prosocial,
pero esta vez desde el campo de la psicología evolutiva. Uno de los autores más
productivos es N. Eisenberg, quien ha investigado la conducta prosocial y la crianza, la
relación entre la simpatía y la ayuda, la empatía y conducta prosocial, el razonamiento
moral prosocial, la personalidad altruista y las reacciones ante la ayuda, etc.

2. Definición

Se entiende por conducta prosocial toda conducta social positiva con o sin motivación
altruista. Positiva significa que no daña, que no es agresiva. A su vez se entiende por
motivación altruista el deseo de favorecer al otro con independencia del propio beneficio.
Por el contrario, la motivación no altruista es aquella que espera o desea un beneficio
propio además del, o por encima del, ajeno. Como se ve, la definición incluye un aspecto
conductual (alude a conductas) y otro motivacional (alude a motivaciones).
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Aunque no existe una definición universal del concepto de conducta prosocial, hay un
elevado consenso en definirlo como un repertorio de comportamientos de carácter social y
positivo.

Debido a las diferencias de criterio sobre sin incluir el factor motivacional en la definición,
los autores consideran que existen dos tipos de conductas sociales positivas: las conductas
que reportan un beneficio para ambas partes implicadas y las conductas que solo benefician
a una de las partes.

Una propuesta de definición que integra tanto la vertiente comportamental como la


motivacional, afirma que toda conducta social positiva se efectúa para beneficiar a otro en
presencia (o no) de motivación altruista, como por ejemplo dar, ayudar, cooperar,
compartir, consolar, etc. Por su parte, Strayer propone una clasificación de cuatro tipos de
actividades para clarificar el fenómeno de la conducta prosocial:

 Actividades de dar, compartir, intercambiar o cambiar objetos con otros individuos.


 Actividades cooperativas.
 Tareas y juegos de ayuda.
 Actividades empáticas hacia el otro.

Atendiendo a esta propuesta, en la conducta prosocial el beneficio recae en la otra persona,


mientras que en la conducta cooperativa ambas partes se coordinan para obtener un
beneficio mutuo. Ahora bien, determinar cuánto gana cada una de las partes es en sí un reto
para la psicología y las ciencias del comportamiento en general. A fin de cuentas, la
voluntad de ayudar a alguien y la satisfacción de haberlo hecho son en sí factores que nos
hablan de una recompensa para el individuo altruista.

Definimos las acciones prosociales como comportamientos que, sin la búsqueda de


recompensas materiales, favorecen:

a) a otras personas o grupos, según el criterio de éstos.


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b) a metas sociales objetivamente positivas; y que aumentan la probabilidad de


generar una reciprocidad positiva de calidad en las relaciones interpersonales o
sociales consecuentes, mejorando la identidad, creatividad e iniciativa de los
individuos o grupos implicados (Roche, 1991).

Varios estudios revelan que quienes actúan de manera prosocial suelen ser más feliz, más
saludable, y vivir más años. Los que no actúan de manera prosocial suelen sufrir costos
psicológicos que vienen con sentimientos de culpabilidad.

El comportamiento prosocial es contagioso. Varios estudios muestras que los que ven a
otros actuar de manera prosocial son más propensos a comportarse de la misma menara.

Si una persona tiene la costumbre de ayudar o colaborar con los demás se trata de un
individuo con una conducta prosocial. De esta manera, se podría decir que esto comprende
a aquello que busca generar acciones positivas en beneficio de otros. Por lo tanto, los
comportamientos agresivos, egoístas o dañinos son contrarios a este tipo de pensamiento.

El deseo de favorecer al otro al margen del beneficio personal.

Cuando actuamos en la vida cotidiana muchas de nuestras acciones tienen dos caminos
posibles:

I. actuar para el propio beneficio.


II. actuar pensando en los demás.
3. Origen

La prosocialiad es un concepto surgido de la psicología como un antónimo del concepto


“anti-social”, que estudia y demuestra los factores y beneficios que las acciones de ayuda,
solidaridad, del dar y compartir, cooperación, tienen para todas las personas, grupos o
sociedades que se aplican en ellas como autores o receptores.
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La mayoría de autores lo utiliza como adjetivo. Robert Roche empezó a utilizar el


sustantivo Prosocialidad para referirse a este no solo para calificar acciones, si no, también
para denominar un modelo de pensamiento.

Los primeros antecedentes del estudio de la prosociaidad se origina en 1908, por


McDougal, quien argumenta que los comportamientos prosociales son el resultado de
“tiernas acciones” creadas por el instinto parental (Penner et al., 2005). Sin embargo, la
atención de los científicos para estudiar los comportamientos prosociales es más reciente,
surgido a partir del caso de Katherine “Kitty” Genovese en 1964, una joven brutalmente
asesinada ante la indiferencia de sus vecinos.

A partir de entonces, el estudio de la Prosocialidad se desarrolló desde diferentes


perspectivas, enfocándose más o en los procesos biológicos, motivacionales, cognitivos, o
en los procesos sociales implicados (Penner et al, 2005).

A nivel interpersonal, por ejemplo, a muchos autores les ha interesado examinar cuándo la
gente ayuda a los demás, las motivaciones de por qué la gente ayuda o simplemente por qué
hay gente que no ayuda. Sólo recientemente los científicos han comenzado a incluir la idea
de los comportamientos prosociales en el entorno laboral (organizaciones), donde se ha
demostrado tienen importantes implicaciones para el clima del grupo.

4. Precursores

El estudio de la conducta prosocial surge en el campo de la psicología social (Caprara,


Steca, Zelli, & Capanna, 2005), el cual se ha logrado posicionar como un área de estudio
prometedora para las ciencias sociales tanto para la investigación como la intervención,
especialmente en escenarios de infancia y juventudes. Su estudio ha tenido un inicio
reciente en la psicología, pues tradicionalmente la conducta agresiva y antisocial ha tenido
un papel protagónico en la investigación (Eisenberg & Morris, 2004), motivo por el cual, se
considera importante hacer una revisión del soporte conceptual de la categoría de
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prosocialidad, su desarrollo histórico, las variables relacionadas y las principales tendencias


investigativas y teóricas.

Finalmente, se introduce la noción de potenciales prosociales y se plantean algunas ideas


para la formulación de una propuesta alternativa, tanto para la investigación como para la
intervención, con niños, niñas y adolescentes desvinculados de grupos armados que están
en procesos de reincorporación a la vida social.

Por su parte, Martí Vilar (2011) establece dos tipos de definiciones: las conductuales y las
motivacionales. La primera, considera homónimos los conceptos de prosocialidad y
altruismo; reconoce, en el sentido amplio, que toda conducta prosocial siempre está
orientada al beneficio de los demás. La segunda, hace una distinción entre la conducta
prosocial y el altruismo; reconoce que una conducta prosocial puede orientarse a ayudar a
los demás, pero también pueden existir conductas prosociales al servicio del beneficio
propio.

El argumento de que la conducta prosocial y el altruismo tienen valor evolucionista para la


supervivencia de la especie, siendo la cooperación, la reciprocidad y el mutualismo
condiciones biológicas para la prosocialidad, como consideran algunos psicólogos sociales
evolucionistas y socio biólogos (Buss & Kenrick, 1998; Buss & Reeve, 2003; Dugatkin,
2007; Stevens, Cushman & Hauser, 2005) resulta hoy en día insuficiente para explicar el
comportamiento de ayuda y la prosocialidad. “Un problema con la teoría evolucionista
como única explicación para el altruismo es la falta de pruebas humanas convincentes […]
un caso como la falta de ayuda a Kitty Genovese es difícil de explicar a nivel biológico”
(Vaughan & Hogg, 2010,)

La conducta prosocial, como ya se indicó, se desarrolla en las primeras relaciones de apego


parental, con influencia del contexto social y educativo, y ciertos determinantes
psicológicos que posibilitan el desarrollo de la prosocialidad (Carlo et al, 2010; Martí Vilar,
2011; Richaud de Minzi, 2009). Sin embargo, en el caso de los niños, niñas y adolescentes
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desvinculados de grupos armados se ha configurado en contextos de alta vulnerabilidad


psicosocial, exposición a eventos violentos y potencialmente traumáticos, los cuales están
asociados al desajuste psicológico y diversas afectaciones emocionales (Blom & Pereda,
2009; Gutiérrez, 2015; Springer, 2012). Como lo afirman Mestre, Samper, Tur, Cortés y
Nácher (2006), “estudios realizados en la infancia y la adolescencia han concluido que
bajos niveles de conducta prosocial constituyen un factor de riesgo de problemas de
conducta y desórdenes afectivos” (p. 203). De igual manera, como lo plantea Bandura
(citado por Richaud de Minzi, 2014): los mecanismos específicos de socialización han sido
relacionados con la adquisición de nuevos comportamientos. Los niños que han sido
expuestos al modelado de comportamientos específicos tendrán más probabilidad de repetir
esos actos (especialmente si el modelo es admirado o se está íntimamente identificado con
él.

La investigación sobre la conducta prosocial surge en el campo de la psicología social


(Caprara et al, 2005; Roche, 2010). Este concepto es, además, una antítesis de la conducta
antisocial. Existe una gran variedad de referentes teóricos y fenómenos sociales que dieron
origen a esta categoría como objeto de estudio.

Uno de los referentes de mayor aceptación en la literatura científica se dio en los años
cincuenta, tras el asesinato de Kitty Genovese en New York (Carrera, Caballero & Oceja,
2003; Moñivas, 1996; Vaughan & Hogg, 2010), suceso que atrajo la atención de
investigadores y psicólogos sociales sobre el estudio del comportamiento de ayuda en
situaciones de emergencia.

El enfoque de estas investigaciones fueron los factores situacionales que influenciaban la


intervención del espectador ante una emergencia, es decir, el potencial socorrista de una
persona (Baron & Byrne, 2005; Dovidio, Piliavin, Schroeder & Penner, 2006; Gómez &
Gaviria, 2007). Como lo establece Vaughan & Hogg (2010) “Lo que hoy se sabe es que es
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más probable que el espectador solitario ayude a que lo haga uno de entre varios
espectadores, fenómeno conocido por el efecto espectador”.

Para Martorell et al. (2011) la conducta prosocial se define como la conducta voluntaria y
beneficiosa para los demás; que se relaciona con el desarrollo emocional y la personalidad;
y comprende acciones de ayuda, cooperación y altruismo.

Según Roche la conducta prosocial tiene las siguientes dimensiones: Ayuda física.
Conducta no verbal que procura asistencia física a otras personas para cumplir un
determinado objetivo, y que cuenta con la aprobación de las mismas

La definición de altruismo que aparece en el Diccionario de la Lengua Española (ed, 1984)


lo considera una “diligencia en procurar el bien ajeno aun a costa del propio”.

5. Importancia

La conducta prosocial se trata de todo comportamiento que se hace voluntariamente en


beneficio de los otros con independencia de que revierta en nuestro propio beneficio, se
revisa el concepto de la conducta prosocial destacando su vital importancia porque permite
potenciar desde edades tempranas conductas como la solidaridad, tolerancia, cooperación y
ayuda, además de prevenir comportamientos violentos, xenófobos o agresivos, entre otros.
Así, debido a la importancia que juegan las conductas prosociales en las relaciones sociales,
es vital comprender este constructo y, para ello, se necesita delimitar el concepto de lo que
es ser prosocial.

6. Contexto Mundial

El comportamiento prosocial ocurre cuando el individuo actúa para beneficiar a otros y no a


sí mismo. El altruismo, la cooperación, y el cuidado son algunos ejemplos del
comportamiento prosocial.
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El comportamiento prosocial es una parte central de la moralidad. Como menciona el


psicólogo Daniel Batson, una gran parte de la moralidad interpersonal involucra “darle
importancia a los intereses y deseos de los demás en situaciones en que nuestros intereses
pueden estar en conflicto.”

Varios estudios revelan que quienes actúan de manera prosocial suelen ser más feliz, más
saludable, y vivir más años. Los que no actúan de manera prosocial suelen sufrir costos
psicológicos que vienen con sentimientos de culpabilidad.

El comportamiento prosocial es contagioso. Varios estudios muestras que los que ven a
otros actuar de manera prosocial son más propensos a comportarse de la misma menara.

Las personas parecen tener una preferencia innata para el comportamiento prosocial. Por
ejemplo, en un estudio, hasta los bebés preferían jugar con una muñeca que veían actuando
de manera generosa a las que veían comportarse de manera egoísta.

El profesor de derecho Lynn Stout dice, “el comportamiento prosocial o no-egoísta es tan
común en la sociedad estadounidense que se suele ignorar.” De hecho, considera cuan
frecuente la gente ayuda a los demás al donar a organizaciones caritativas o al ser
voluntarios. Por ejemplo, en 2014 las donaciones caritativas llegaron a su auge de más de
$358 mil millones. El 45% de los voluntarios estadounidenses hacen que este país ocupe el
tercer lugar en cuanto al tiempo y talento dedicado a la ayuda de los demás.

Entonces mientras que el comportamiento prosocial no es tan notable, podemos deducir que
es una parte central de una sociedad justa y decente.

Frente a los conflictos o problemas, el comportamiento prosocial es una alternativa para


mejorar la convivencia en los diferentes contextos, como el hogar o el trabajo. Guevara
menciona la empatía como un elemento fundamental que “Además de involucrar un
proceso de reconocimiento emocional del otro, involucra una participación de los estados
afectivos de los demás”. Si se quiere promover un comportamiento prosocial desde los
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diferentes espacios, se puede comenzar por las pequeñas acciones, como idear proyectos
para ayudar a otros desde el trabajo, la familia, la iglesia o alguna organización social.
También “Intentar mostrar que, antes de criticar o juzgar a alguien, podemos imaginar
cómo se sentiría estar en su lugar”, explica la profesora Guevara, quien resalta la
importancia del diálogo para que nos lleve a “Reflexionar sobre las diversas situaciones que
se viven en el mundo y en el ámbito nacional, para conversar y reconocer en las relaciones
humanas la importancia de las virtudes, como la justicia, la honestidad, el optimismo, la
alegría, la responsabilidad, la solidaridad, el respeto, la amistad, entre otras”.

El primer paso para ello es preguntarse lo siguiente: ¿qué puedo hacer yo para que la
relación con mi familia mejore? En el caso de los padres de familia, pueden enseñarles a los
hijos a ponerse en los zapatos del otro. En conjunto con las instituciones educativas, se
debe crear conciencia sobre cómo los actos de cada niño o persona tienen consecuencias.

Finalmente, la profesora Ivón Guevara explica que “Las personas que mantienen relaciones
positivas significativas con los demás son más felices; ponerse al servicio de una causa más
grande que nosotros mismos, como un proyecto que ayude a la humanidad, otorga sentido a
la vida”.

7. Conclusiones

La conducta prosocial es importante en la edad adulta por distintos motivos: se


espera del adulto que pueda tener cierto grado de prosocialidad, ya que esto
contribuye a una mejor convivencia creando lazos solidarios, y, así, a un mayor
bienestar social y personal. El comportamiento prosocial es considerado valioso ya
que favorece los vínculos sociales y modera la agresividad), es un recurso
valorado por la sociedad. Las conductas prosociales pueden reforzar la autoestima
de otros y la del que la realiza por actuar conforme a determinados valores
morales. Asimismo es una competencia laboral relevante en muchas profesiones,
como ser las de ayuda humanitaria. Se hace necesaria la construcción de
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instrumentos de medición de la conducta prosocial en la adultez específicos para


distintos ámbitos, tales como el clínico, forense, educacional y laboral.

En el siguiente trabajo realizado pudimos estudiar sobre el origen de la


Prosocialidad, los distintos precursores de la misma como también el contexto
mundial.

Pudimos llegar a una conclusión que gracias al desarrollo de la Prosocialidad en


distintas relaciones, las habilidades sociales y a la motivación, las personas
pueden mejorar su autoestima. su relación con los demás. su seguridad. su forma
de afrontar los problemas y mejorar en los distintos ámbitos de su vida.

En este trabajo hemos querido demostrar algunas teorías para mejorar la


motivación, ya que sabemos que la seguridad en uno mismo y una autoestima
adecuada hace que disminuya el fracaso tanto en el ámbito educativo como en la
vida diaria. Como también en este trabajo demostramos la gran importancia que
las relaciones tiene, el trabajo cooperativo, la gestión de las emociones y la
empatía tienen en la vida de las personas. y por ello apostamos en hacer que el
alumno se sienta bien consigo mismo para así obtener unos mejores resultados
tanto en la vida cotidiana como en la educación.

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