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ESCUELA DE PSICOLOGIA
Autor:
C.I. V-22.519.536
Sección: 1M
3.3.- Intercambio social.
Agresión y agresividad
Ayuda: implica asistir a otro individuo o grupo para que alcance algún
objetivo o finalidad, a veces suministrandoles lo que necesita materialmente para tal fin.
El comportamiento altruista tiene que ver con la motivación o sea los estados y
procesos interiores que impulsan, dirigen o sostiene la actividad de un individuo. Se da la
paradoja altruista, según la cual aún el acto más desprendido ocasiona una recompensa
psicológica a quien lo realiza.
Se han averiguado qué factores sociales y psicológicos están en el origen del altruismo:
3. La emoción empática que nos lleva a adoptar la perspectiva del otro y a ver
el mundo tal como él lo ve. Al ponernos en el lugar de la otra persona que sufre una
necesidad, aumenta la probabilidad de que reconozcamos esta última y actuemos en
consecuencia.
La identidad personal también deriva de las bases sobre las cuales somos criadas
las personas, de la familia a la que pertenecemos, los valores inculcados, entre otros.
Por tanto, según se identifique cada persona como ser individual, también llevará a
cabo el desarrollo de su identidad social.
Henry Tajfel inició sus trabajos de percepción categorial en la década de los 50.
Posteriormente, con algunos colaboradores, desarrolló el paradigma experimental del
grupo mínimo.
Autoconcepto
Tajfel planteó que el autoconcepto de una persona está formado en gran parte por
su identidad social. Esta es el “el conocimiento que posee un individuo de que pertenece
a determinados grupos sociales junto a la significación emocional y de valor que tiene
para él/ella dicha pertenencia”. (Tajfel, 1981).
Es este pensamiento el que muchas veces nos lleva a creer y considerar los
sucesos que complementan la vida como un hecho ilusorio, como un conjunto de hechos
fantásticos e irreales.
Este pensamiento está determinado por la influencia de los grupos a los cuales
una persona pertenece, es decir es el grupo y el contexto en que se encuentra ya que
hace que relacionen y analicen dichos eventos futuros de manera favorable para ellos y,
así pues, los consideren como insignificantes para ellos mismos.
De acuerdo con Myers y según las teorías de la identidad social el grupo en el que
uno se encuentra y con el que más se identifica nuestro yo individual sigue la línea de
nuestros pensamientos, actitudes y comportamientos.
Es dentro del grupo social en el que el individuo constituye parte de su
autoconcepto y se define a través de las imágenes sociales recibidas sobre sí mismo
dentro de su entorno.
De este modo cada individuo predecirá los hechos bajo el rango de optimismo
ilusorio. Ya que cada individuo reconoce y destaca de sí mismo y de su grupo los mejores
pensamientos, actitudes y habilidades; y es cuando se aceptan con alegoría los
resultados positivos, tanto así que se da la tendencia de alargar esta visión de éxito hacia
eventos futuros asignándoles la vulnerabilidad de los mismos ignorando la posibilidad de
fracaso.
Los discursos identitarios de las primeras décadas del siglo XX, desde nuestra
óptica, cumplieron el rol de reafirmar u conocerse a sí mismo. Que estos discursos
identitarios se hayan construidos en un proceso de inter-textualidad a partir del
movimiento cultural modernista, no hace más que reafirmar el carácter intersubjetivo de la
tarea de reafirmación. Así también, su carácter ambiguo, al insertarse en una “estética de
lo bello” homogeneizadora e idealizadora de la ciudad de las letras. Los “discursos-
tópicos” de la identidad que, como muestran Moyano y Aguilar, “cargaron a la lectura de
Ariel de un ‘americanismo’ que no necesariamente se refracta con esa fuerza identitaria
en el texto original”, no pueden ser entendidos sin alusión al momento históricopolítico en
curso, de inserción de América Latina en el capitalismo mundial pero también de
resistencia al naciente expansionismo norteamericano.
El texto de Rodó, más allá de las intenciones de su autor y de los marcos estético-
literarios, al ser leído en la cadena discursiva que reivindicaba a la América Latina como
“Nuestra América” (Martí), se constituyó sin embargo en un operador eficaz de sentido en
diferentes constelaciones políticas que abrieron el horizonte de la construcción, demorada
hasta el siglo XXI, de una Comunidad Latinoamericana de Naciones. Ni reflejo pasivo de
una realidad previa, ni palabra demiúrgica inventora de una realidad imaginada, los
discursos identitarios son momentos reflexivos en una red inter-narrativa e inter-subjetiva
de palabras, gestos y actos que afirman y constituyen a un grupo humano como sujeto
político y cultural. Un sujeto plural en permanente proceso de re-afirmación de sí frente a
otros en situación de diálogo o dominación. Las lecturas de-constructoras de Moyano y
Aguilar forman parte de la necesaria apropiación crítica, no ingenua, de las posibilidades
alumbradas en nuestra tradición intelectual. Un sujeto político y cultural que se tiene como
valioso para sí y que tiene como valioso el