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Cátedra Historia de las Artes Visuales V. 2010 Prof.

María Eugenia Costa

La mentalidad jurídico-política de la conquista de América

La conciencia jurídica del conquistador europeo estaba inspirada en la religión. Como cristiano, creía tener
un mejor derecho de posesión que los infieles. Igualmente la actitud de los cristianos ante los paganos dependía
de ciertas circunstancias. Podía tratarse de reinos poderosos, bien organizados, entonces el conquistador debía
entregarles al soberano cartas de salutación y recomendación de la pareja real española, en la que se expresen
sentimientos amistosos. Completamente distinto fue la actitud con los infieles de las Islas Canarias o del Africa
tropical, que vivían al margen de la “civilización” y no tenían un ordenamiento jurídico y estatal racional. Los
europeos no tuvieron escrúpulos en despojar y esclavizar a esos habitantes, a quienes les negaban personalidad
jurídica. Los viajes de exploración europeos respondían a una difundida tesis jurídica de la época, según la cual
era lícito apropiarse de los países recién descubiertos que pertenecían a príncipes no cristianos. En el caso de
islas deshabitadas la práctica coincidía con la concepción jurídica de res nullius (bienes deshabitados, sin dueño).
Las mismas pertenecían ahora a quienes las descubrían y ocupaban (la prioridad temporal del descubrimiento
otorgaba el mejor título jurídico). Pero cuando los territorios estaban habitados la situación acerca de la
legitimación de los títulos jurídicos se complejizaba.
Cuando los conquistadores llegaron a América, no pudieron utilizar las antiguas fundamentaciones
jurídicas para la toma de posesión de los territorios. Las naciones europeas que habían realizado los
descubrimientos se esforzaron por obtener el reconocimiento de principios jurídicos generales (derivados del
derecho romano y canónico) en los cuales sustentar sus pretensiones. Por ello, tanto portugueses como
españoles, hicieron confirmar sus derechos mediante bulas papales1. Sin embargo, con el transcurso del tiempo,
el derecho de ejercer la autoridad sobre las nuevas tierras no se siguió aceptando como el poder del más fuerte o
superior y se suscitaron controversias jurídico-políticas y religiosas. Surgieron nuevas ideas que cuestionaban los
intereses políticos o económicos de los imperios coloniales.
Cuando abordamos los documentos relativos a la Conquista española en América (religiosos, oficiales o
escritos por particulares) observamos que el fuerte interés económico de la empresa conquistadora, no excluye los
planteamientos filosóficos o religiosos sobre el avance de la Cristiandad a costa de los pueblos gentiles o infieles. 2
Un concepto previo muy influyente fue la idea medieval de la “reconquista”, concebida como restauración del
poder cristiano sobre la religión islámica y reunificación de los territorios. La llamada “reconquista” hispana
ensanchó los límites de la fe y abrió la puerta a la expansión de los europeos por las costas de África, las islas
Canarias, Asia y América. Este avance territorial fue acompañado por un desplazamiento de conceptos, como
“ecos” de la lucha entre cristianos e infieles que desgarró a España durante tantos siglos. Ya desde el siglo XIII la
lucha contra los sarracenos revestía signos de intransigencia religiosa. La ley de las “Siete Partidas” de Alfonso X
de 1265 enumera entre las causas justas de guerra “la primera por acrescentar los pueblos su fe et para destroir
los que la quisieren contrallar” Este enunciado encuentra su continuación ideológica en un documento del siglo
XV, donde los Reyes Católicos explican “enviamos cierto nuestros capitanes e gentes a la conquista de la Grand
Canaria, contra los canarios infieles, enemigos de nuestra santa fe católica que en ella están, los cuales dichos
canarios están en grand aprieto para se tomar” . En la segunda década del siglo XVI, en plena fase culminante de
la conquista de México, Hernán Cortés justifica su accionar diciendo que pelea “en aumento de nuestra fe y con
gente bárbara”(...)”La causa principal a que venimos a estas partes es por ensalzar y predicar la fe en Cristo,
aunque juntamente con ella se nos sigue honra y provecho, que pocas veces caben en un saco”. Bernal Díaz del

1
Las bulas son documentos donde el pontífice concede ciertas gracias o privilegios en asuntos administrativos y judiciales
2
Frente al musulmán, infiel por rechazar la religión cristiana, se presenta la figura del indígena americano, pagano y no infiel al no poder
rechazar el cristianismo por el hecho de no conocerlo.
Castillo habla de los buenos servicios que prestaron los conquistadores “a Dios y a su Majestad y a toda la
Cristiandad”. Vasco de Quiroga habla del Imperio como vía de extensión de la fe de la siguiente manera “Plugo a
la divina Voluntad, poner al frente de los Reinos de las Españas a héroes tan célebres, que no sólo vencieron a las
espadas y máquinas de guerra de los bárbaros, sino que, pródigos de su vida y su patrimonio, penetraron -en
compañía de una gran multitud de cristianos-por regiones incógnitas y remotísimas y, vencido el monstruo de la
idolatría, plantaron por todas partes, entre los aplausos y felices augurios de la religión cristiana, el Evangelio de
vida, haciendo triunfar universalmente la bandera de la Cruz”

Al principio, los monarcas españoles quisieron saber cuáles eran los títulos justos que amparaban su
dominio sobre América y cómo debían gobernar a las gentes recién “descubiertas”, o mejor dicho, conquistadas y
dominadas. Consultaron a sus teólogos y letrados, entre los que se destacaba Juan López de Palacios Rubios.
Este jurista de la Corte y consejero de Fernando el Católico sostenía que Cristo, como soberano espiritual y
temporal, delegó estas facultades en el Papa. El Sumo Pontífice, como vicario de Cristo, tenía potestad no sólo
sobre los cristianos sino también sobre los paganos. Por ello, los reinos de los infieles no tenían independencia
frente a la Sede romana y estaban obligados a someterse si así se los pedía. De las bulas papales de 1493 (Inter
Caetera y Piis Fidelium) se dedujo que la soberanía del Pontífice sobre los paganos del Nuevo Mundo pasaba
ahora a los monarcas de España. Luego, la bula Sublimis Deus de 1537, contribuyó a legitimar la conquista. Esta
proclamaba la capax dei, es decir, los indígenas, al igual que otros pueblos ya conocidos como los musulmanes,
eran capaces de asimilar a Dios y, por tanto, eran susceptibles de conversión. Ya no se trata de paganos, sino de
infieles y, por lo tanto, culpables.

El mencionado Palacios Rubios fue autor de un famoso instrumento jurídico llamado “requerimiento”.
Antes de emprender acciones militares contra los indígenas, los capitanes de conquista debían leer a los
naturales, ante un escribano público y algunas veces por medio de un intérprete, un extenso y retórico documento
que los exhortaba a convertirse al cristianismo y aceptar la autoridad soberana del papado y de los reyes
hispánicos. Este “requerimiento” se usó en las conquistas del Darién, México, Nueva Galicia y Perú. Por ejemplo,
en las instrucciones dadas a Cortés se le recomendaba que usase las vías pacíficas y que “antes de emprender
guerra a los naturales les hagais los requerimientos necesarios a los naturales para que vengan a nuestra
obediencia”.
En el requerimiento se comenzaba a explicar sumariamente la doctrina cristiana, a fin de que los infieles
supieran quién era Cristo, quién el Papa, y qué derecho tenían los cristianos para exigirles la sujeción a su poder.
El último párrafo revela el sentido coactivo de esta demanda: se les pide que reconozcan a la Iglesia y al Papa, y a
los reyes de España como superiores en estas tierras por donación papal. Si se someten, se les recibirá con amor
y caridad, se les dejarán sus mujeres, hijos y haciendas libres, se les darán mercedes y no se les compelerá a
convertirse (salvo si, informados de la verdad, así lo desean). Si se niegan a obedecer, el capitán, con la ayuda de
Dios, les hará la guerra, tomará sus personas y las de sus mujeres e hijos, los hará esclavos y los venderá como
tales. No se “obliga” a los infieles a que sean cristianos, según se puntualiza en el texto, porque la conversión
tiene que ser “voluntaria”. Sí se les reclama la sujeción a la autoridad soberana de Roma -delegada por bulas a los
monarcas españoles-, ya que la Iglesia tiene una potestad no sólo espiritual sino también de orden temporal.
A pesar de las instrucciones emanadas de la Corona y de los procedimientos exigidos por el
requerimiento, en su aplicación surgieron dificultades y abusos, ya sea por la incomprensión de los indios a
causas de la diferencia de lenguas y de costumbres con respecto a los europeos o por la falta de escrúpulos de
los soldados encargados de aplicar las cláusulas del texto. No faltaron conquistadores que, impulsados por el afán
de un rápido enriquecimiento, leían la fórmula del requerimiento en una lengua que los indígenas no entendían. El
cronista Fernandez de Oviedo, relata que el gobernador Pedrarias Dávila le dio documento para que se lo lea a los
indios y viendo su reacción dijo irónicamente “Señor, paréceme que estos indios no quieren escuchar la teología
de este requerimiento, ni vos tenéis quien se la de a entender. Mande vuestra merced guardarle hasta que
tengamos algunos de estos indios en la jaula para que despacio lo aprendan”
Las consecuencias que se derivan de la negativa de los infieles a someterse al dominio cristiano caen
dentro de las ideas sobre la “guerra justa”, siendo la esclavitud un resultado de ella. 3 Lo que se procura con el
requerimiento es justificar ideológicamente el procedimiento bélico, le otorga una sanción moral. Todo depende,
en último término, de la amplitud que se concede al derecho de jurisdicción de la Cristiandad sobre los infieles.
Cabe señalar que esta esclavitud era para los españoles de orden legal. En otra sección de su tratado de 1514,
Palacios Rubios explicó la existencia de dos tipos de servidumbre, la natural y la legal. En principio los hombres
nacen libres y legítimos. Dios concedió la libertad a todo el género humano, pero las guerras, la separación de
pueblos, la fundación de reinos y la distinción de dominios fueron introducidas por el derecho de gentes. Este
autorizó a que los hombres que se capturen en guerra, como premio de la victoria, fuesen esclavos del vencedor.
Se incitó la defensa de la patria y a conservar vivos a los vencidos en vez de matarlos, para obtener un beneficio
económico. De esta manera el derecho de gentes estableció los títulos jurídicos que podían invocar los españoles
para dominar a los indígenas.
Palacios Rubios y también Ginés de Sepúlveda aplicaron también concepciones aristotélicas sobre la
“servidumbre natural”, entendida como una “jerarquía racional” donde unos hombres aventajan a otros en
inteligencia y capacidad; algunos parecen nacidos para el mando y la dominación y otros (salvajes por naturaleza)
parecen destinados a obedecer y servir a los dotados de razón. Esta concepción de la servidumbre se aplica al
requerimiento, cuando los infieles no oponían resistencias y admitían a los predicadores de la fe. Como los indios
(según la mirada y la conveniencia de los españoles) eran unos ineptos e incapaces que no sabían gobernarse,
podían considerarse siervos. Debían servir a los que sabían, como súbditos de los señores. O sea, contra el infiel
que se resiste, se apela a la guerra y a la esclavitud legal; contra el obediente puede argumentarse la servidumbre
natural fundada en la ineptitud y la barbarie.4 Palacios Rubios sostiene que “esta servidumbre fue introducida por
obra del derecho de gentes, ya que es conveniente para el hombre imperito ser gobernado por el sabio y
experimentado”. En la práctica, la concepción de la “servidumbre natural” justificó la explotación indígena a través
del régimen de encomienda.5 Los europeos debían subyugar a los pueblos del Nuevo Mundo, pertenecientes a
estadios culturales inferiores. Se discutía incluso que los aborígenes fueran seres racionales o que tuvieran alma;
se los caracterizaba como animales que hablaban.
Juan Ginés de Sepúlveda era un humanista discípulo de Poliziano. En su obra Democrates secundus
Sepúlveda expone cuatro "justos títulos" o argumentos para legitimar la guerra y conquista. En primer lugar por el
“derecho de tutela” esgrime el argumento de la esclavitud natural de los indígenas, ya que son incapaces de
regirse por sí mismos, de tener una vida social, etc. y les conviene la regencia castellana. En segundo lugar, las
conductas antinaturales que practican los indígenas (antropofagia, sodomia, poligamia, etc.) hacen necesaria una
intervención exterior, aunque sea por la fuerza. En tercer lugar, las víctimas inocentes sacrificadas a los dioses
falsos merecen ser salvadas. Por último sostiene que es necesario predicar la verdadera fe
Pero algunos españoles fueron críticos de esta actitud dominante de los españoles y de sus cruentas
acciones. Algunos religiosos denunciaron estos actos de violencia y bregaron por defender los derechos de los
indígenas. Entre ellos se destacan los misioneros dominicos fray Antonio de Montesinos y fray Bartolomé de Las

3
Estas ideas se relacionan con algunas teorías vigentes en la época, que sostenían que siendo los indios naturalmente siervos, bárbaros,
incultos e inhumanos, se negaban a obedecer a otros hombres más perfectos; por lo tanto era justo sujetarlos por la fuerza y por la guerra
4
Puede parecer una paradoja, pero la doctrina cristiana de la época era compatible con la esclavitud y la servidumbre
5
A través de esta institución un español recibía un grupo de indígenas para ser afectados al trabajo personal con la obligación de alimentarlos,
vestirlos y evangelizarlos. Para ello el
Casas. Este último fue un ferviente opositor del “requerimiento” y de la encomiendo y sostuvo que el principio de la
“guerra justa” era ilícito y contrario a la fe cristiana. Polemizó entre 1550-1551 con Ginés de Sepúlveda y sostuvo
que las conquistas españolas eran “ynvasiones violentas de crueles tiranos, condenadas no sólo por la ley de
Dios, sino por todas las leyes humanas” Imbuido por el espíritu humanístico de Erasmo y por la Utopía de Tomas
Moro, De Las Casas veía a los indios como “un pueblo que vive pacíficamente y que está preparado para recibir el
culto de Dios.” A su vez, cuestionaba la supuesta irracionalidad de los indígenas e intentaba demostrar su grado
de civilización, fundamentalmente en el caso de los aztecas. Por otra parte sostenía que las jurisdicciones de los
caciques indígenas podían armonizarse con la soberanía española.
En contrapartida, el teólogo y jurista español Francisco de Vitoria estableció una diferencia entre la guerra
injusta y justa (la cual De Las Casas rechazaba) observando que “solo es lícito oponer fuerza contra la fuerza”. La
guerra se justificaba cuando los infieles oponían resistencia violenta o impedían el comercio y la libertad general
de circulación y residencia por parte de los españoles. 6Francisco de Vitoria desechaba como ilegítimos el dominio
temporal universal del Papa y el Emperador “antes de la llegada de los españoles a las Indias eran los bárbaros
verdaderos dueños”. El legitimaba el derecho a la comunicación natural entre pueblos (que no implicaba
necesariamente una dominación política), la propagación de la fe (que podía ser pacífica y dejar a salvo las
posesiones de los infieles si no la resisten) y la preservación de la fe recibida por elección voluntaria “si los
bárbaros, comprendiendo la inteligente y prudente administración y la humanidad de los españoles,
espontáneamente quisieran recibir por Príncipe al Rey de España” En suma, Francisco de Vitoria rechazaba el
derecho de ocupación por la pura aplicación de la fuerza Frente al derecho de aplicar la coacción en la
evangelización, defendido por Sepúlveda, Vitoria reclama para los indígenas el derecho a ser evangelizados.
A lo mediados del siglo XVI se abandonó el “requerimiento” y se promulgaron ordenanzas donde se
sustituyó el término “conquista” por “pacificación”. En la Recopilación de las Leyes de Indias de 1680 la guerra fue
proscripta legalmente como instrumento de penetración religiosa y política en el Nuevo Mundo (extraño y
paradójico corolario de las brutales conquistas efectuadas en el siglo XV). Se revisó la teoría a favor del poder
temporal del Papa, se limitó la jurisdicción universal del Emperador y se consideraron ciertas prerrogativas de los
indígenas como la libertad personal y el derecho de propiedad (igualmente los propósitos institucionales se
enfrentaron con el afán de lucro del grupo colonizador). También se ordenó el respeto a las costumbres de los
indios cuando estas no fuesen contrarias a la fe cristiana. Pero la evangelización misma fue, desde el punto de
vista indígena, una forma de agresión y dominación, ya que colaboró en la desestructuración de todos los
sistemas (político, moral y cultural) que regían a las masas indígenas antes de la Conquista.
En el plano jurídico7 el indígena, como súbdito y vasallo de la Corona española, era un ser libre y
respetado, pero no así en el orden social donde el mismo era maltratado y explotado. Surgió así una confrontación
entre la ley escrita y la práctica. Aunque los pueblos autóctonos no lograron abolir la estructura opresiva como un
todo, su resistencia, sus adaptaciones creativas, sus sincretismos culturales, desafiaron en algún sentido a los
colonizadores. Una de las estrategias indias fue utilizar con gran destreza las mismas instituciones y los
mecanismos judiciales españoles para socavar algunas prácticas explotadoras.

Bibliografía consultada:
-Bethell, L. (ed.) Historia de América Latina. Vol. 1. Barcelona, Crítica, 1990
-Konetzke, R. América Latina. Vol. II La época colonial. México, Siglo XXI, 1987. Cap 2 Títulos jurídicos de la colonización en
América
-Zabala, S. La filosofía política en la Conquista de América. Buenos Aires, F.C.E, 1992. Cap. III y IV

6
Vitoria defendía la pretensión española a un monopolio comercial y político en América
7
La Corona promulgó una serie de medidas protectoras contra los abusos en la explotación indígena: Leyes de Burgos (1512) Leyes Nuevas
(1512) y las ordenanzas reales de 1573 y 1601

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