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ARMADO RESPUESTAS 

1) ¿Cómo la influencia del contexto histórico y social produce el concepto


de adolescencia?
 
Para dar cuenta de la influencia del contexto histórico y social sobre el concepto de
adolescencia es necesario recorrer y analizar las diferentes perspectivas de cada autor
al teorizar sobre la adolescencia. En Souto Kustrin encontramos un recorrido donde se
evidencia que el concepto de juventud se nutrió de diferentes situaciones
históricas de la sociedad, planteando la existencia de la juventud como grupo
definido no como un fenómeno universal sino como una construcción social e
histórica.
Por ejemplo, la autora afirma que la juventud necesitó de la industrialización, para
que se les prestara atención como un grupo definido. Se suman a estos movimientos
sociales las dos Guerras Mundiales, que tuvieron mucho impacto en el pensamiento
de este grupo determinado, que cada vez se politiza más, pidiendo participar y opinar.
Como dato relevante podemos agregar que el proceso de formación de la juventud
como grupo social, en Europa, se inició recién a finales del siglo 18 y principios
del 19 contribuyendo a formar este periodo de juventud el periodo de educación
obligatoria, la creación de ejércitos nacionales y la regulación del derecho de
voto. Los jóvenes no han formado nunca un todo homogéneo sino que han reflejado
las condiciones económicas, sociales, políticas y culturales existentes en la sociedad.
 
Desde la perspectiva de Pujó encontramos que aborda la adolescencia desde la
noción del discurso, y reconoce tres tipos: la adolescencia como entidad discursiva, los
múltiples discursos que se dan sobre la adolescencia, y en tercer lugar, el discurso del
propio adolescente sobre sí. Esto denota que la concepción de la adolescencia
depende del contexto social, cultural, político, económico e ideológico. 
El lazo social permite nombrar a la adolescencia de una u otra forma, pero estas
fronteras no son fijas, sino que varían con el tiempo y contexto. No es un dato menor,
que este autor nos ofrezca la consideración de la adolescencia como una moratoria,
donde el medio (la familia por ejemplo) sustenta económicamente al joven mientras se
prepara para un ingreso a las obligaciones del mundo adulto, pero mejor preparado.
Esta demora y preparación, para Pujó, existe tanto en el ámbito laboral, como en el
ámbito de la sexualidad, donde la sociedad impone una oportunidad culturalmente
apropiada para la materialización de un encuentro amoroso. En este autor tampoco
pasa desapercibido, y coincide en este punto con Erikson, en que ser adolescente
conlleva una búsqueda de identidad a través de la reestructuración de las
identificaciones. Es un período de crisis, pero de vital importancia.
 En este sentido, podemos mencionar a Doltó, quien considera a la adolescencia como
una fase de mutación donde las proyecciones recibidas de los adultos, sumado a los
límites impuestos por la sociedad, delimitará la prolongación de esa juventud.
La importancia de las identificaciones, de la resignificación de esas identificaciones en
la pubertad, la sexualidad, la dependencia económica, las crisis, los constructos
sociales, las instituciones, la afirmación de sí mismo; parecen ser cuestiones que
rondan alrededor del concepto de adolescencia. Concepto que, en pocas palabras, se
va modificando y tiene muchos ejes que la atraviesan, por lo cual permite múltiples
lecturas desde diferentes perspectivas.
2) ¿Cómo se constituye subjetivamente el niño y qué sucede con esto en el
despertar sexual?

Con el advenimiento de la pubertad comienzan las transformaciones que han de llevar


la vida sexual infantil hacia su definitiva constitución normal. El instinto sexual, hasta
entonces predominantemente autoerótico, encuentra por fin el objeto sexual. 
En la constitución subjetiva del recién nacido no encontramos un “yo”, sino un “yo
mítico” o “yo primitivo”. Este debe recorrer tres niveles de autoerotismo, donde en el
último nivel, yo-realidad final, el sujeto llega a una clara diferenciación entre él y el
mundo exterior.
Primeramente, nos encontramos con un yo-realidad inicial, etapa de discernimiento
como yo y no-yo. En este recorrido, a través del principio de fuga, se reconoce lo
huible como no-yo, y de lo que no se puede escapar como algo yo. En este punto, los
estímulos y las pulsiones marcan a la psiquis con sus diferentes características a este
sitio topográfico inicial, que primeramente distinguirá el mundo exterior del interior.
Un punto importante del autoerotismo como momento inicial de la estructuración de
las pulsiones, donde aún no existe lo placentero y lo displacentero; sino que existe la
polaridad entre displacer y ausencia de placer. Existe el displacer y la indiferencia: el
mundo exterior no le satisface por lo que no hay interés en él, de ahí el autoerotismo.
El yo se relaciona con el placer, mientras que el mundo exterior queda indiferente.  El
placer autoerótico está regulado por el cumplimiento alucinatorio del deseo. En el
autoerotismo las pulsiones se van a satisfacer vía las zonas erógenas del propio
cuerpo. Es indiferente al mundo exterior porque las pulsiones no están dirigidas hacia
el mundo exterior. Los cumplimientos alucinatorios del deseo se dan, por ejemplo, con
el chupete, sólo que el bebé aún no lo reconoce como tal.Esta indiferencia para con el
mundo exterior se pierde cuando se rompe la continuidad entre la necesidad y el
deseo, en la satisfacción alucinatoria del deseo.

La segunda etapa se conoce como yo-placer purificado donde se suma, al principio


de fuga, el principio de placer. En este se expresa que todo aumento de tensión dentro
del aparato psíquico va a ser sentido como displacentero, y toda disminución sentida
como placentera. Lo placentero se va a identificar con el yo, que antes era lo no
huible. Aquello que provoca placer se identifica directamente con lo que es el yo. En
este punto, yo actual y yo ideal coinciden: lo placentero soy yo, lo displacentero
es no-yo.  El ideal del yo es el sustituto del narcisismo de la infancia, un ideal con el
que medirá su yo actual. Este narcisismo primario es desplazado y posee todas las
perfecciones valiosas, y el amor que gozó el yo real en la infancia, por lo que desea
recobrar la perfección narcisista proyectándola en un sustituto, el ideal del yo. En este
ideal del yo se va a instalar la conciencia moral, además de ser el encargado de la
censura y desfiguración onírica. Un censor yoico encargado de la observación de sí y
de la autocrítica.
Comienza a operar la polaridad placer-displacer, y el yo expulsa todo lo
displacentero y retiene lo placentero. El yo se constituye por identificación con lo
placentero como el primer objeto, en función del principio de placer. Se introyecta el
objeto amado, pero significa ser el objeto, no tenerlo. 
Las pulsiones de autoconservación necesitan del mundo exterior, de otro que satisfaga
sus necesidades que no puede hacer de forma autoerótica. En esa trabazón se
consuma el tercer y último desarrollo del yo, a través de la pérdida del yo ideal y la
llegada del principio de realidad. Como resultado, tenemos un yo realidad final que
rompe con el cumplimiento alucinatorio del deseo y va a permitir una discriminación
entre un interior y un exterior pero no ya como placer-displacer. Para que se constituya
un objeto, primero se debe perder. Todas aquellas cosas que fueron representadas
con cualidades placenteras-displacenteras, ahora van a quedar como
representaciones (huellas-mnémicas), y estas representaciones van a ser
reencontradas en el exterior. 
La aparición de una nueva acción psíquica que se suma al autoerotismo, denominada
identificación,  permite que se constituya el narcisismo primario, y por ende un yo. Esta
identificación primaria es el primer lazo libidinal del sujeto con el otro, previa a toda
elección de objeto. Esta ligazón incluso desempeña un papel en la prehistoria del
complejo de Edipo, del que después nos ocuparemos.
La identificación primaria toma al otro como un modelo, y es pre-edípica. Hay un
querer ser que se diferencia de la elección de objeto (querer tener). Contemporánea a
esta identificación primaria, el niño emprende una cabal investidura de objeto, y se
dirige en la primera relación con la madre de tipo analítica o de apuntalamiento, pero
aún sin entrar en conflicto con la ligazón del padre. Durante un tiempo avanza sin
contradicciones, pero el avance de la vida anímica los lazos confluyen y nace el
Complejo de Edipo, con la rivalidad frente a su padre. La identificación ambivalente da
comienzo a un conflicto y el niño quiere eliminar al padre. Es de notar que, en la
primera fase oral el objeto amado es incorporado por devoración, se ama a través de
la destrucción de ese objeto.
La elección de objeto es un querer tener, y la identificación un querer ser. La
identificación aspira a configurar el yo, a semejanza de otro tomado como modelo.

Ahora bien, la identificación secundaria modifica este carácter total del modelo y se
permite una identificación parcial, tomar un rasgo de ese modelo. Se da en la salida
del Edipo, donde esa elección debe caer, el sujeto no sigue en una relación
amorosa/incestuosa con la madre. Consumada la neurosis esto se reprime, y como
efecto de esa represión quedan identificaciones al otro. Por eso hay una regresión de
la elección del objeto a una identificación. Se pasa de sustituir una ligazón libidinosa
de objeto por vía regresiva mediante la introyección del objeto en el yo 
"A este yo ideal se consagra el amor ególatra de que en la niñez era objeto el yo
verdadero". El narcisismo aparece desplazado sobre este nuevo yo ideal adornado,
como el infantil, con todas las perfecciones. En el yo ideal recae el amor de sí
mismo que en la infancia gozó  el yo real. El hombre se demuestra aquí incapaz
de renunciar a una satisfacción ya gozada alguna vez. No quiere renunciar a la
perfección de su niñez y ya que no pudo mantenerse ante las enseñanzas recibidas
durante su desarrollo y ante el despertar de su propio juicio intenta conquistarla de
nuevo bajo la forma del yo ideal.
Aquello que proyecta ante sí como su ideal es la sustitución del perdido narcisismo de
su niñez, en el cual era el mismo su propio ideal. Esto lo realiza a través de la
sublimación y la idealización del objeto de amor. 
Parte b). Influencia duradera de la elección infantil de objeto: 
Un claro eco de esta fase evolutiva está constituido por el hecho de que, como suele
ser muy frecuente, el primer amor del adolescente recaiga en una mujer ya madura,
así como el que la muchacha en un hombre entrado en años y revestido de autoridad,
osea, en uno y otro sexo, personas que para el sujeto presentan analogía con la
madre o el padre, respectivamente.
Este tipo de elección de objeto es la que denomina Freud como anaclítica o por
apuntalamiento donde elegimos nuestros futuros objetos de amor apuntalados en
estos primeros objetos narcisistas; y la narcisista, donde el objeto va a ser elegido, ya
no según la figura de estos primeros objetos de amor edípicos, sino teniendo en
cuenta a sí mismo como objeto. 
Tipos de elección narcisística conforme a:
- lo que uno es (a sí mismo): Según él 'yo' actual, con características que poseen en el
presente.
- lo que uno fue: se elige el objeto según el yo ideal, con características que el yo tenía
y dejó de tener.
- lo que uno quisiera ser: características de lo que el yo no posee, del 'ideal del yo'.
(Futuro).
- a la persona que fue parte de uno mismo. Hijos.
La inclinación infantil hacia los padres es quizás el más importante , pero no el único
de los sentimientos, que , renovados en la pubertad, marcan después el camino a la
elección de objeto.
La normalidad de la vida sexual se produce por la confluencia de las dos corrientes
dirigidas sobre el objeto sexual y el fin sexual, la de ternura y la de sensualidad. La
pulsión sexual se pone ahora al servicio de la función reproductora. Aparece aquí el
peligro de perturbaciones morbosas por defectuosa constitución de estos nuevos
órdenes. Todas las perturbaciones morbosas de la vida sexual pueden considerarse
justificadamente como inhibiciones del desarrollo. 

3- Diferenciar el cuerpo biológico del cuerpo erógeno


El “cuerpo biológico” corresponde a la realidad material y somática, siendo también
una realidad asimbólica; el cuerpo biológico se caracteriza por recibir estímulos del
exterior que operan de un solo golpe y se pueden despachar mediante una única
acción adecuada cuyo tipo ha de discernirse en la huida motriz ante la fuente de
estímulo. Biológicamente el sistema nervioso del cuerpo tiene el cometido de dominar
los estímulos, de sustraerse de ellos mediante movimientos musculares de los que
uno de ellos alcanza la meta por ser el adecuado al fin.
El segundo concepto, el de “cuerpo erógeno” es perteneciente a la realidad psíquica,
en donde se expresan las necesidades como deseos. Toda región corporal tiene la
capacidad de constituir una fuente de una excitación sexual, es decir, de comportarse
como zona erógena. Si bien todos los órganos tienen la capacidad de constituirse
como fuente de excitación, Freud distingue la primacía de algunas zonas erógenas a
través del desarrollo libidinal infantil. 
Con el término erogeneidad hacemos referencia a la facultad de una parte del cuerpo
de enviar a la vida anímica estímulos sexualmente excitantes. Esta es una cualidad
general de todos los órganos, pudiendo hablar entonces de la intensificación o
disminución de la misma en una determinada parte del cuerpo. Podemos decir que el
cuerpo biológico se convierte en cuerpo erógeno a partir de las primeras funciones
vitales del cuerpo.

Erogeneidad, diccionario del psicoanálisis de Laplanche


Capacidad que posee toda región corporal de constituir la fuente de una excitación
sexual, es decir, comportarse como zona erógena. Término creado por Freud en
“Introducción al narcisismo”. En este texto, la erogeneidad se define como “la
actividad sexual de la que es susceptible una parte del cuerpo”. 
Freud concibe la erogeneidad como un factor cuantitativo, susceptible de aumentar o
disminuir, e incluso de modificar su distribución en el organismo en virtud de
desplazamientos. 
1-Etapa oral. Boca. primer órgano que aparece como zona erógena y propone una
exigencia libidinosa. Con el chupeteo se observa una necesidad de satisfacción
independiente de la nutrición (por eso debe ser llamada sexual). Con la aparición de
los dientes, entran en escena unos impulsos sádicos aislados.
2-Etapa sádico-anal. En la cual la satisfacción es buscada en la agresión y función
excretora. Donde el placer se obtiene en relación a la retención y la liberación de las
eses. 
3-Etapa fálica. Apogeo de la sexualidad de la primera infancia y se aproxima a
sepultarla. Desempeñan un papel los genitales masculinos (falo). Los genitales
femeninos son ignorados por un tiempo. Se pone el intelecto al servicio de la
investigación sexual (premisa universal del pene). En esta etapa también tiene lugar el
complejo de castración que implica el miedo a la pérdida del pene en el caso del
niño y la envidia del pene en el caso de la niña.
Significa el principio de ordenamiento de las aspiración general de placer dentro de la
función sexual.
4-Fase «genital»:
1) Se conservan muchas investiduras libidinales tempranas;
2) Otras son acogidas dentro de la función sexual como unos actos preparatorios cuya
satisfacción da por resultado el ‘placer previo’;

Con este recorrido queremos evidenciar que no toda satisfacción pulsional se agota en
la genitalidad, sino que partiendo de pulsiones aisladas y de zonas erógenas que,
independientemente unas de otras, buscan como único fin sexual determinado placer
de órgano. Recién en la etapa genital aparece un nuevo fin sexual, a cuya
consecución tienden de consumo todos los instintos parciales, al paso de las zonas
erógenas se subordinan a la primacía de la zona genital. 

4) ¿Qué procesos realiza el adolescente para resignificar el cuerpo infantil? 

En la vida adulta, se produce una serie de recuerdos, de vivencias de seducción, que


ocurrieron en la infancia. Esos recuerdos no van a tener que ser específicamente algo
que haya ocurrido realmente, sino que pueden estar moldeados por la fantasía.
La sexualidad infantil en sí misma siempre es traumática, siempre entra en exceso
porque justamente el niño la vive con aquellos personajes que “están prohibidos”, en
un periodo de vida donde todavía el niño no está a la altura de la posibilidad del
encuentro sexuado, de la reproducción sexuada, pero todas estas vivencias infantiles
son sexuales, y esto es lo que da pie al complejo de Edipo. Este amor muy intenso por
el primer objeto materno y la necesidad de separación de él, bajo la ley de prohibición
del incesto, (que es la que establece un “orden” a cargo de un agente que va a cumplir
una función simbólica de la paternidad que le sirve al niño para poder salir de esa
“crisis edipiana”), se trata de un momento en el que el niño está perdidamente
enamorado de su madre, y debe poder encontrar la manera de elegir un objeto
amoroso, no incestuoso. El niño en este período de “latencia”, comprende que no
podrá encontrar su objeto de amor en la familia.
La generación de la neurosis sirve para construir una “realidad”, que Freud llama
realidad psíquica, donde simplemente el encuentro con el otro abona esta
construcción de fantasías que están relacionados con esa vida sexual infantil. La vida
sexual infantil va a entrar en un periodo que establece una separación, entre la
infancia y la pubertad, llamado período de latencia. En este momento la sexualidad
infantil cae bajo la represión. Hay una disminución de la exteriorización de las
actividades sexuales y una desexualización de las relaciones de objeto. Aparecen los
‘diques psíquicos’ como el pudor, el asco, la moral y la estética. Es decir, que esta
especie de “historia sexual de la infancia” va a caer en la amnesia infantil. Es olvidada,
y van a surgir o aparecer una serie de recuerdos que son resignificados, desde una
nueva posición subjetiva, en la pubertad. Efectos ‘residuales’ de la contracción de la
neurosis por la crisis edípica, se ven expresados en el interés fijado en una persona
según la sombra de la figura de la madre o el padre, según en quién se apuntaló
anaclíticamente (quién fue su primera elección de objeto sexual en el transcurso del
Edipo). 

En cuanto al pasaje de la adolescencia a la adultez, no existe un acuerdo establecido,


un consenso global. 
Los autores abordados en la unidad 1 de la materia, afirman que el pasaje se da de
una u otra forma, en diversos ámbitos, habiendo una mayor coincidencia en ubicarlo
en la inserción al mundo laboral, la adopción de nuevas y múltiples
responsabilidades, y la consolidación de la idea de que el encuentro sexual con
el objeto de amor, u objeto sexual, puede acarrear la reproducción y las
responsabilidades que ésta conlleva.
. Rascovan establece que se da un pasaje de las identificaciones con los modelos
de la infancia hacia modelos fuera de lo familiar. El adolescente, en su búsqueda
de identidad, muchas veces se carga de oposición contra el adulto en un intento de
autoafirmación. Buscando grupos que lo afirmen en su identidad, así como ideologías,
personas, creencias, etc. Si bien la pubertad y lo biológico trae cambios, esto “abre” a
lo social; este empuje fisiológico le permite insertarse en el mundo adolescente, que es
el paso previo para introducirse en el adulto. Pasaje: consolidación de una
identidad. 
. Pujó tiene una peculiar e interesante mirada para definir el paso de la niñez a la
adolescencia. Este autor afirma que se es adolescente cuando acude a un análisis por
decisión propia, es decir, no por la demanda de un tercero. Pagar el propio análisis
atestigua una determinada posición del sujeto sobre sí.
. Aberastury diría que el yo busca una continuidad a través de una personalidad
sentida por el individuo y reconocida por otros. Busca un sentimiento de identidad, y
en esta búsqueda se dan diferentes identificaciones. Las identificaciones y la
experiencia grupal es necesaria para la transición hacia su identidad adulta.

Entonces, en conclusión, en el pasaje de la niñez a la adolescencia, podemos hablar


de una “crisis” y una “búsqueda de identidad”, que está condicionada por un empuje
fisiológico que brinda un sustento o refuerzo a los demás cambios que brinda el
contexto.
Otro punto a destacar es el asignado a la identificación y proyección en estas etapas, y
la salida de las identificaciones o deseos dentro del círculo familiar (endogámico) hacia
lo exogámico, lo social fuera de esos primeros vínculos infantiles.
Consideramos que dependiendo dónde cada autor y autora ponga el énfasis, o acento
teórico, le permitirá hacer un tipo de lectura según los aspectos destacados. 

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