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Concepto de adolescencia: es una fase de mutación: el adolescente pasa por una muda
respecto de la cual nada puede decir y esto es para los adultos un objeto de
cuestionamiento que están cargados de angustia. La adolescencia se va a prolongar
según las proyecciones que reciben los jóvenes de los adultos y según lo que la sociedad
les impone como límite de exploración. El adulto ayuda al joven a entrar en las
responsabilidades y a no ser un adolescente retrasado.
El adolescente en esta etapa deja de prestar atención a sus padres, les prestaría si fuera
uno de sus compañeros. Los padres dejan de ser su valor de referencia. También,
personas secundarias van a desempeñar un papel importante aunque estos no estén
encargados directamente de su educación.
11 años como punto de máxima fragilidad: entre los 11 y 13 años se reconoce como la
época mas difícil ya que se preparan para su primer experiencia amorosa, en donde
sienten que hay un riesgo el cual temen pero a la vez lo desea. El primer amor es
experimentado como la muerte de la infancia. Lo mas importante de esta etapa y que
marca la ruptura con la infancia es la posibilidad de diferenciar entre la vida imaginaria de
la real, de los sueños y de las relaciones reales. A los 11 años se manifiestan los primeros
indicios de la sexualidad que son la aparición del semen y la menstruación.
Primer vida imaginaria: se inicia entre los 3 y 4 años con personas de su grupo familiar.
Solo le interesa esto y no el mundo exterior. Segunda vida imaginaria: se interesa por el
mundo exterior pero tienen a sus padres como referencia. Encontrara sus modelos en el
exterior, su familia será un valor refugio pero no siente que ocupa un papel entonces sale
a buscarlo afuera, en búsqueda de triunfar socialmente. Dirigiendo su energía hacia los
compañeros del colegio, club, o la vida imaginaria que le da la televisión, los juegos o
lecturas. Entra asi a la adolescencia saliendo de la familia e involucrándose con grupos
que tendrán un papel de sostén extrafamiliar. Son relevos.
Donde niño era, adulto ha de devenir. La paráfrasis indica un tránsito y una mutación. Los
mismos no serán ni naturales ni sin estaciones de trasbordo. La adolescencia es ese
fenómeno que indica dicha mutación y es a la vez la estación de trasbordo. De hecho, la
categoría de adolescencia no existía antes de la modernidad, y aun hoy existen reductos
culturales en el mundo donde la misma no existe, y no se la puede pensar reduciéndola a
un fenómeno puramente evolutivo. Sin embargo los cambios hormonales, físicos y
anatómicos en tanto significan la posibilidad de concreción real de las fantasías
incestuosas siempre han confrontado a lo largo de la historia a los sujetos con una
transformación a realizar.
Shakespeare nos remite a los trabajos psíquicos a que se ve obligada la psique de los
que dejan atrás la infancia:
La puesta en ejercicio de la sexualidad genital
La discriminación de las generaciones anteriores que debería comenzar por vía de
la rebeldía
Tramitar la excitación sexual de algún modo.
La autora agrega otros dos trabajos psíquicos:
Remodelación identificatoria
Cambios en el interior de las instancias psíquicas y sus relaciones
Dice Freud en Tres Ensayos, en el ensayo dedicado a “La metamorfosis de la
pubertad”: “Contemporáneo al doblegamiento y la desestimación de estas fantasías
claramente incestuosas, se consuma uno de los logros psíquicos más importantes, pero
también más dolorosos del periodo de la pubertad: el desasimiento respecto de la
autoridad de los progenitores, el único que crea la oposición para el progreso de la
cultura, entre la nueva generación y la antigua. Un número de individuos se queda
retrasado en cada una de las estaciones de esta vía de desarrollo que todos deben
recorrer. Así hay personas que nunca superaron la autoridad de los padres…” Freud
plantea como un logro necesario para el progreso de la cultura, ni más ni menos, el
desasimiento de la autoridad de los padres.
Una mirada que solo tenga en cuenta lo evolutivo como solo lo social, en el caso del
fenómeno adolescente seria reduccionista. La adolescencia debe ser pensada no solo
desde lo que la biología marca como tarea a realizar.
Propongo pensar algunos de los efectos y desenlaces posibles de este fenómeno
complejo en el aparato psíquico y en la subjetividad. Aparato psíquico y subjetividad no
son sinónimos.
La adolescencia es un momento de la vida en el que el aparato psíquico se encuentra
especialmente fuera del equilibrio. El embate puberal somete al psiquismo a un esfuerzo
de trabajo ya que deberá procesar el mismo.
El aparato psíquico es un sistema abierto, autoorganizador, sus vías de entrada
permanecen abiertas a lo real, el cuerpo, los otros y el mundo. Si siempre los duelos
abren las posibilidades de neocreaciones en la subjetividad, en la crisis adolescente
marcada por las pérdidas y duelos a procesar, se produce no solo una remodelación
identificatoria sino también cambios en el interior de las diversas instancias psíquicas y en
la relación entre ellas.
La constitución exógena del psiquismo, del inconsciente y la pulsión, ubica a la realidad
en un lugar fundante respecto de la subjetividad. La realidad compleja y heterogénea
incide siempre en el psiquismo aunque debemos diferenciar los momentos de la
constitución de los modos en que ingresa una vez constituido el mismo. Silvia Bleichmar
dice: “Realidad exterior que opera desdoblada bajo dos modos una vez constituido el
sujeto psíquico: por un lado como realidad significada o significable – en términos de
Castoriadis: insustituible – capturada por el lenguaje y – esto lo consideramos
fundamental – no solo por el lenguaje como código organizador sino por los discursos
significantes que le dan forma y la transforman en instituyente, y por otro lado la realidad
no significada, no capturable, exterior no solo a la subjetividad sino a los modos con las
cuales el discurso socialmente producido permite su captura, pero que ejerce sin
embargo, impacto traumático en el borde mismo de lo significable.”
Definiré realidad como un constructo complejo, no dada por sí misma, que se captura en
la medida en que se la inviste. No hay realidad en bruto, si a la psique llega algo en bruto,
es decir, no significado ni significable, entra en la categoría de lo traumático. No toda la
realidad se inscribe en el aparato.
Podemos pensar en la adolescencia, representaciones que estaban en espera, aun no
retranscriptas, y dado los cambios que se operan en esa época, pueden reensamblarse
de un modo novedoso. El ingreso de nuevas representaciones, produce ligazones y/o
desligazones, retranscripciones. Tanto en el Inc. como en el Yo se producen intensos
cambios.
A nivel del inconsciente reensamblaje de las huellas mnémicas cuyo sobreinvestimiento
produce angustia. El inc sufe e impacto de la realidad exterior, esta abierto a la realidad
pero no a la realidad significada. Todo lo que es del orden externo al aparto ingreso por
dos polos al mismo tiempo: desarticulado del lado del inc, pero le da “sentido” a lo que
ingresa sin que ello implique “significarlo”; y del lado del polo perceptivo interpretando el
mundo exterior.
Es en la adolescencia, a partir de la definitiva instalación del pensamiento abstracto que
los procesos de autorreflexión e historizacion podrán realizarse. El preconsciente aporta la
lógica de los enunciados y el Yo la significación emocional de los mismos. El Yo, es una
masa libidinal, lugar habitado por el sujeto, es el que aporta la significación.
Las identificaciones que tiene que ver con el género se consolidaran definitivamente,
dando una identidad sexual estable, en la medida que la salida exogámica es posible. Y el
Superyó? Si bien no tiene contacto directo con la realidad exterior, cuestión en la que
Freud cambio su perspectiva a lo largo de la obra, sigue transmitiendo de generación en
generación los mandatos que regulan la circulación del deseo y las prohibiciones que
gobiernan los intercambios entre los humanos. Será del lado del Ideal Del Yo donde habrá
que buscar los profundos cambios que se producen en el ámbito de lo que será
trasgredido o acatado por cada generación, valorizado o ignorado.
Si bien subjetividad no es sinónimo de aparato psíquico, los cambios en la subjetividad
producen cambios en cada una de las instancias y en la relación entre ellas. Los cambios
en la subjetividad (que derivan del lado del yo) producirán cambios en el Inc.
Se pensará la propia muerte en la medida en que la infancia se convierte en un trayecto
historizable.
Resulta difícil hablar de transferencia. Los modos en que la transferencia se despliega en
el interior de un análisis o una psicoterapia, dependen de cada paciente y del momento
singular por el que atraviesa y con ese analista en particular.
Si el tiempo de la adolescencia es el tiempo de la búsqueda de un lugar en el mundo, el
espacio analítico tiene que ser un lugar de acogida benevolente y no bobona del sujeto
que transita esa búsqueda.
La devaluación y muchas veces la caída del adulto impide que el adolescente pueda
rebelarse contra la autoridad paterna, que como Freud nos proponía es la consumación
de un logro psíquico muy importante si culmina en un posicionamiento autónomo.
Autonomía y no independencia porque nadie es independiente de sus objetos de amor. El
problema no es la dependencia amorosa sino el modo en que se experimenta en los
vínculos.
El espacio analítico es hoy por hoy un lugar privilegiado para propiciar la producción de
subjetividad, además de sus objetivos terapéuticos.
Freud, S. (1905) Tres ensayos de teoría sexual En Obras Completas Amorrortu
editores, Vol. VII. Tercer ensayo. Metamorfosis de la pubertad
Con el advenimiento de la pubertad se introducen los cambios que llevan la vida sexual
infantil a su conformación normal definitiva. La sexualidad infantil se caracteriza por el
autoerotismo; las pulsiones y zonas erógenas singulares que de forma independiente
buscan placer. En la pubertad todas las pulsiones cooperan para una nueva meta sexual.
Las diferentes zonas erógenas se subordinan a la zona genital. La nueva meta sexual
asigna a los dos sexos funciones diferentes; el desarrollo sexual varía. Debe darse la
coincidencia de las dos corrientes dirigidas al objeto y a la meta sexual: la tierna y la
sensual.
La nueva meta sexual consiste para el varón en la descarga de los productos genésicos.
La pulsión sexual se pone ahora al servicio de la función de reproducción.
Este aparato debe ser puesto en marcha mediante estímulos; los estímulos pueden
alcanzarlo por tres caminos: desde el mundo exterior, por excitación de las zonas
erógenas que ya sabemos; desde el interior del organismo, siguiendo vías que aun hay
que investigar, y desde la vida anímica. Por estos tres caminos se provoca lo mismo: un
estado que se define como de “excitación sexual” y se da a conocer por dos clases de
signos, anímicos y somáticos. El signo anímico consiste en un peculiar sentimiento de
tensión, de carácter en externo esforzante; entre los múltiples signos se sitúa en primer
término una serie de alteraciones en los genitales, que tienen un sentido indubitable: la
preparación, el apronte para el acto sexual. (La erección del miembro masculino, la
humectación de la vagina).
El estado de excitación sexual presenta el carácter de una tensión; debo sostener que un
sentimiento de tensión tiene que conllevar el carácter de displacer. Las zonas erógenas
se insertan en un nuevo orden. Sobre ellas recae un importante papel en la introducción
de la excitación sexual.
Mecanismo del placer previo: Las zonas erógenas se aplican para brindar, mediante
estimulación, un cierto monto de placer; producen incremento de la tensión, la cual tiene
que ofrecer la energía motriz necesaria para llevar a su término el acto sexual. Luego, la
estimulación apropiada de una zona erógena (la zona genital misma) por el objeto más
apto para ello; y bajo el placer que esta excitación procura, se gana la energía motriz
requerida para la expulsión de las sustancias genésicas. Este placer último es el máximo
por su intensidad, y diferente de los anteriores por su mecanismo. Es provocado
enteramente por la descarga, es en su totalidad un placer de satisfacción, y con él se
elimina temporariamente la tensión de la libido.
Diferencia de naturaleza entre placer previo, provocado por la excitación de las zonas
erógenas, y el placer final o placer de satisfacción de la actividad sexual (producido por el
vaciamiento de las sustancias sexuaes). El placer previo es lo mismo que ya podía
ofrecer, aunque en escala reducida, la pulsión sexual infantil. El placer final es nuevo, y
por tanto depende de condiciones que solo se instalan con la pubertad. La fórmula para la
nueva función de las zonas erógenas sería: son empleadas para posibilitar, por medio del
placer previo que ellas ganan como en la vida infantil, la producción del placer de
satisfacción mayor.
Peligros del placer previo: Se presenta cuando, en cualquier punto de los procesos
sexuales preparatorios, el placer previo demuestra ser demasiado grande, y demasiado
escasa su contribución a la tensión. Falta entonces la fuerza pulsional para que el proceso
sexual siga adelante; todo el camino se abrevia, y la acción preparatoria correspondiente
remplaza a la meta sexual normal. La experiencia nos dice que este perjuicio tiene por
condición que la zona erógena respectiva, o la pulsión parcial correspondiente, haya
contribuido a la ganancia de placer en medida inhabitual ya en la vida infantil. Sumado a
otros factores este sería el mecanismo de muchas perversiones, que consisten en una
demora en actos preparatorios del proceso sexual. Las exteriorizaciones infantiles de la
sexualidad no marcan solamente el destino de las desviaciones respecto de la vida sexual
normal, sino el de su conformación normal.
Libido yoíca: esta excitación sexual no es brindada sólo por las partes llamadas
genésicas, sino por todos los órganos del cuerpo. Sólo se vuelve accesible al estudio
analítico cuando ha encontrado empleo psíquico en la investidura de objetos sexuales,
vale decir, cuando se ha convertido en libido de objeto.
La libido narcisista o libido yoíca se nos aparece como el gran reservorio desde el cual
son emitidas las investiduras de objeto y al cual vuelven a replegarse; y la investidura
libidinal narcisista del yo, como el estado originario realizado en la primera infancia, que
es sólo ocultado por los envíos posteriores de la libido, pero se conserva en el fondo tras
ellos.
La pubertad, que en el varón trae aparejado aquel gran empuje de la libido, se caracteriza
para la muchacha por una nueva oleada de represión, que afecta justamente a la
sexualidad del clítoris. Es un sector de vida sexual masculina el que así cae bajo la
represión. Y más tarde, cuando por fin el acto sexual es permitido, el clítoris mismo es
excitado, y sobre él recae el papel de retransmitir esa excitación a las partes femeninas
vecinas. A menudo se requiere cierto tiempo para que se realice esa trasferencia. Durante
ese lapso la joven es anestésica. Toda vez que logra trasferir la estimulabilidad erógena
del clítoris a la vagina, la mujer ha mudado la zona rectora para práctica sexual posterior.
En cambio, el hombre la conserva desde la infancia. En este cambio residen las
principales condiciones de la proclividad de la mujer a la neurosis, particular a la histeria.
Estas condiciones se entraman entonces, y de la manera más íntima, con la naturaleza de
la feminidad.
Objeto sexual del período de lactancia: De estos vínculos sexuales, resta, aun luego de
que la actividad sexual se divorció de la nutrición, una parte considerable, que ayuda a
preparar la elección de objeto y, así, a restaurar la dicha perdida. El trato del niño con la
persona que lo cuida es para él una fuente continua de excitación y de satisfacción
sexuales a partir de las zonas erógenas, y tanto más por el hecho de que esa persona —
por regla general, la madre— dirige sobre el niño sentimientos que brotan de su vida
sexual, lo acaricia, lo besa y lo mece, y claramente lo toma como sustituto de un objeto
sexual de pleno derecho.
Angustia infantil: Los propios niños se comportan desde temprano como si su apego por
las personas que los cuidan tuviera la naturaleza del amor sexual. La angustia de los
niños no es originariamente nada más que la expresión de su añoranza de la persona
amada; por eso responden a todo extraño con angustia; tienen miedo de la oscuridad
porque en esta no se ve a la persona amada, y se dejan calmar si pueden tomarle la
mano.
En esto el niño se porta como el adulto: tan pronto como no puede satisfacer su libido, la
muda en angustia; y a la inversa, el adulto, cuando se ha vuelto neurótico por una libido
insatisfecha, se porta en su angustia como un niño: empezará a tener miedo apenas
quede solo (vale decir, sin una persona de cuyo amor crea estar seguro) y a querer
apaciguar su angustia con las medidas más pueriles.
La barrera del incesto: Cuando la ternura que los padres vuelcan sobre el niño ha evitado
despertarle la pulsión sexual prematuramente y despertársela con fuerza tal que la
excitación anímica se abra paso de manera inequívoca hasta el sistema genital, aquella
pulsión puede cumplir su cometido: conducir a este niño, llegado a la madurez, hasta la
elección del objeto sexual. Lo más inmediato para el niño sería escoger como objetos
sexuales justamente a las personas a quienes desde su infancia ama, por así decir, con
una libido amortiguada. Pero, en virtud del diferimiento de la maduración sexual se ha
ganado tiempo para erigir, junto a otras inhibiciones sexuales, la barrera del incesto, y
para implantar en él los preceptos morales que excluyen expresamente de la elección de
objeto, por su calidad de parientes consanguíneos, a las personas amadas de la niñez. El
respeto de esta barrera es sobre todo una exigencia cultural de la sociedad.
Prevención de la inversión: Una de las tareas que plantea la elección de objeto consiste
en no equivocar el sexo opuesto. Como es sabido, no se soluciona sin algún tanteo. Con
harta frecuencia, las primeras mociones que sobrevienen tras la pubertad andan
descaminadas (aunque ello no provoca un daño permanente). Ej. Apasionadas amistades
de los adolescentes, varones y niñas, por los de su mismo sexo. El gran poder que
previene una inversión permanente del objeto sexual es, sin duda, la atracción recíproca
de los caracteres sexuales opuestos. Pero ese factor no basta por sí solo para excluir la
inversión; vienen a agregarse toda una serie de factores coadyuvantes. Sobre todo, la
inhibición autoritativa de la sociedad: donde la inversión no es considerada un crimen,
puede verse que responde cabalmente a las inclinaciones sexuales de no pocos
individuos. Además, en el caso del varón, cabe suponer que su recuerdo infantil de la
ternura de la madre y de otras personas del sexo femenino de quienes dependía cuando
niño contribuye enérgicamente a dirigir su elección hacia la mujer. Y que, al mismo
tiempo, el temprano amedrentamiento sexual que experimentó de parte de su padre, y su
actitud de competencia hacia él, lo desvían de su propio sexo. Pero ambos factores valen
también para la muchacha, cuya práctica sexual está bajo la particular tutela de la madre.
El resultado es un vínculo hostil con su mismo sexo, que influye decisivamente para que
la elección de objeto se haga en el sentido considerado normal. La educación de los
varones por personas del sexo masculino parece favorecer la homosexualidad; la
frecuencia de la inversión en la nobleza de nuestros días se vuelve tal vez algo más
comprensible si se repara en el empleo de servidumbre masculina, así como en la escasa
atención personal que la madre prodiga a sus hijos. En muchos histéricos, la ausencia
temprana de uno de los miembros de la pareja parental (por muerte, divorcio o
enajenación recíproca), a raíz de la cual el miembro restante atrajo sobre si todo el amor
del niño resulta ser la condición que fija después el sexo de la persona escogida como
objeto sexual y de esta manera, posibilita una inversión permanente.
Lewkowicz, I. (1997) Historización en la adolescencia. En Cuadernos de APdeBA N°1
Departamento de niñez y adolescencia. Asociación psicoanalítica de Bs. As.
20 de agosto de 1997.
La tercera posibilidad, que es la que para nosotros es la más actica dentro del terreno del
discurso histórico, es la que dice la segunda marca historiza solamente si se inscribe
después de una primera, pero altera a la primera. Es decir: viene a alterar a la primera. Lo
que aparece aquí no es la realización de lo que en 1 era en potencia, sino que algo ocurre
en 2 que hace que 1 pierda su omnipotencia, pierda su capacidad de totalización, pierda
su hegemonía, pierda su capacidad integral de significarlo todo. Distintas maneras de
decir que 2 tiene una eficacia sobre 1 o que 2 suplementa a 1, viene a introducir un
término suplementario, es decir que viene a introducir algo que destotaliza yendo más allá
de lo que era solamente aquí habrá historizacion.
La significación de las etapas vitales depende de tres términos, uno: son las marcas
reales corporales, hay algo biológico que inexorablemente se da y a la vez exige una
significación. Lo biológico exige una significación pero no postula la significación, sino que
más bien absorbe y excede cualquier significación que se le ofrezca. El segundo término
serían las prácticas sociales y la significación socialmente ofrecida.
El tercer término es este, es el sujeto; hay unas marcas biológicas que exigen y exceden
las significaciones, hay unas marcas sociales y unas significaciones prácticas que se
instituyen sobre esos elementos biológicos, pero tanto las marcas biológicas como las
marcas sociales producen un plus, es decir producen un sujeto que tiene que significar
eso, que tiene que absorberlo, que tiene que armar con eso una biología y una ideología,
una vida.
Las marcas sociales que subrayan e instituyen los momentos de la vida decisivos y las
significaciones sociales atribuidas a esos momentos alterar la naturaleza del momento
biológico; no es lo mismo cualquier práctica de institución de la adolescencia y no es lo
mismo cualquier significación socialmente ofrecida para la adolescencia, en el sentido de
que no es una relación a solas entre el cuerpo del pobre individuo y el individuo tratando
de significarlo, sino que los elementos socialmente ofrecidos para instituir y significar son
decisivos en la constitución de la esencia de eso que podríamos llamar en este caso la
adolescencia.
Caso Emma: "siendo una niña de 8 años, fue por 2 veces a la tienda de un pastelero para
comprar golosinas, y este caballero le pellizco los genitales a través del vestido. No
obstante la primera experiencia, acudió allí una segunda vez. Luego de la segunda vez,
no fue más. Ahora bien, se reprocha haber ido por segunda vez, como si de ese modo
hubiera querido provocar el atentado. Probablemente ante la emergencia de la tensión
genital, "Emma", anticipó las manifestaciones del orgasmo al cual no puede acceder
mediante el "hacerse pellizcar" los genitales, principalmente ella retorna allí en búsqueda
del goce no logrado. Es decir, que la sexualidad intenta responder anticipadamente a un
interrogante por el placer genital. Estas exteriorizaciones son sostenidas por el pensar
anticipatorio de un desempeño que el joven logrará obtener posteriormente. Estos
pensamientos, que generan un efecto retardado podemos llamarlos actos a posteriori y
frecuentemente generan un resultado traumático. En "Emma", nos encontramos que el
segundo recuerdo (la escena del pastelero) que habíamos visto como un sustituto del
goce no alcanzado en la prepubertad, accede a otra comprensión con el advenimiento de
las alteraciones propias de la pubertad, lo que posibilita el desprendimiento de un afecto
ausente en el momento de la vivencia del "atentado" y deriva en un trauma de efecto
retardado.
En cuanto a la condición suficiente, puedo decir que Freud toma como tal no una sola
condición sino un conjunto de enunciados a los cuales llama series complementarias.
En el acoplamiento de la vivencia con la pulsión puedo discriminar dos series, una primera
que implica la predisposición por fijación libidinal y el llamado vivenciar accidental que
tiene un carácter traumático, y una segunda serie que deriva de la descomposición de la
predisposición por fijación libidinal en la constitución sexual, que incluye el vivenciar
prehistórico del sujeto y el vivenciar infantil.
El termino adolescencia, que había sido acuñado para aludir a un tiempo particular del
sujeto, por los antiguos habitantes del Lacio.
Así, nos encontramos que se hace derivar la palabra adolescente del verbo castellano
adolecer. Este verbo encontraría su fundamento en el verbo latino adoleceré, que
implica… padecer alguna dolencia habitual: caer enfermo; fig. tener o estar sujeto a vicios,
pasiones o afectos, o tener malas cualidades, causar enfermedad o dolencia. En
ocasiones, también se lo suele vincular al verbo crecer.
Si bien es cierto que en latín el verbo doleo vinculado al griego doléo remite al significado
doler y al incoativo dolesco que implica afligirse, apesadumbrarse. Este verbo no se
articula con la partícula ad para componer el termino adolecer, sufrir ni tampoco para
construir la palabra adolescencia.
Por el contrario, el termino adolescentia en latín deriva del verbo adolezco que
llamativamente no proviene de la articulación entre la partícula ad y doleo, sino de ad y
oleo y su incoativo olesco. Este verbo hace referencia a el crepitar de los fuegos
sagrados; los que llevan y transmiten el fuego: el crecer, desarrollarse, desenvolverse la
razón, el ardor.
El joven Prometeo.
Inferir una redistribución del goce basada en la renuncia de Prometeo a apagar el fuego,
en un vínculo social determinado.
Freud rescata tres elementos en el estudio de esta saga: la manera en que el joven
Prometeo trasporto el fuego, el carácter de la hazaña y el sentido de su castigo.
Entre los múltiples usos puedo citar que le permite al hombre trabajar los metales,
conservar los alimentos, afrontarlas inclemencias del tiempo, vencer la oscuridad.
Indudablemente se trata de un bien cultural. En este contexto Prometeo se instaura como
un héroe cultural.
El joven narciso:
La ruptura con el destino del Otro, implica la constitución del sujeto en otra posición. Un
sujeto que en su singularidad remite a una relación con el deseo del adolescente.
Moreno, A. y Del Barrio, C. (2000) “La experiencia adolescente: a la búsqueda de un
lugar en el mundo” Ed. Aique Capítulos 1 ”Las concepciones de la adolescencia” y
4 “El desarrollo del auto concepto y cambios en la identidad”
El fin de esta etapa esta asociada con el proceso de emancipación, osea el logro de la
independencia económica, la administración de recursos, autonomía personal y un hogar
propio.
Grecia: efebia: los hombres realizaban una especie de servicio militar donde se brindaba
aprendizaje y preparación para la vida colectiva con una disciplina severa. Esto fue
perdiendo validez con el tiempo hasta llegar a la paideia: la cual se vinculaba con ideas de
eros, de amistad y reforma. Las mujeres tenían ritos de iniciación en donde les
enseñaban actividades como danza, poesía y gimnasia.
Roma: se hacia una ceremonia en donde los jóvenes varones entre 15 y 16 años se
despojaban de los signos de la infancia, el amuleto que llevaban desde el nacimiento y la
toga purpura para pasar a usar una toga blanca y acudían al foro, iniciando su
incorporación a asuntos públicos. El rito de iniciación femenino era el matrimonio, su
función social de esposa y madre. Las vírgenes ofrecían sus muñecas a los dioses
familiares y vestían la túnica recta el dia antes del matrimonio.
Edad media y moderna: la naturaleza del fenómeno que hoy conocemos como
adolescencia se produjo con la llegada de la industrialización y los cambios sociales que
esta produjo. Surge en Europa y en EEUU como una etapa diferenciada y que produjo
transformaciones sociales en diversos ámbitos, como la esfera jurídica (donde se dan
reformas legales que son la enseñanza obligatoria hasta los 16 años, las leyes sobre el
trabajo infantil y la edad mínima y la promulgación de leyes especiales de la delincuencia
infantil), familiar (la extensión de la educación obligatoria y la salida del mercado laboral
que termino con una semi independencia con respecto a los padres) y educativa. (en
donde la educación no tenía el valor que tiene ahora sino que consistía en el aprendizaje
de tareas específicas con utilidad inmediata).
Los ritos de iniciación: incluyen un conjunto de ritos, ceremonias y prácticas que señalan
el paso de la infancia a la edad adulta. Lo fundamental de estas ceremonias de paso es
que una vez terminadas transmitieron a la persona las reglas de la comunidad y le
asignaron papeles domésticos, sociales y religiosos
También estos ritos incluyen un conjunto de pautas fijas y concretas que debe seguir para
integrarse a la edad adulta. La adolescencia se vive de diferentes maneras dependiendo
de la cultura en la que uno pertenece.
Estudio de la adolescencia
La perspectiva del ciclo vital: necesidad de considerar en el estudio del desarrollo humano
tres tipos de influencias: las influencias normativas dependientes de la edad influencias
normativas dependientes de la historia y las influencias no normativas relacionadas con
acontecimientos vitales.
En tercer lugar el adolescente capta la complejidad de su yo. Reconoce que aun siendo
una única persona puede describirse de acuerdo a diferentes ambientes y facetas.
El desarrollo de la identidad del adolescente pasa por un largo proceso inconsciente que
comienza en el nacimiento y prosigue durante toda la vida. En la adolescencia tienen que
enfrentarse a sus propios cambios internos de tipo biológico y cognitivo y compaginarlos
con sus nuevas relaciones sociales y las demandas poco claras que vienen de los
adultos. Puede pasar que algunos encuentren muy difícil esta tarea y atraviese por una
crisis de identidad, en el cual se encuentran distintas opciones posibles:
El sentimiento de aislamiento: no logra establecer relaciones intimas y desea distanciarse
de los otros como una forma de combatir el miedo a perder su identidad.
La adopción de una identidad negativa: rechaza los valores transmitidos hasta ese
momento por su familia o por su entorno social.
Moratoria: se halla en un estado de crisis y como no pudo resolverla busca elegir entre
diversas opciones para alcanzar su propia identidad.