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Actividad 4 del primer parcial

En media cuartilla elabora un resumen del siguiente texto. Para hacerlo identifica la idea
central, la perspectiva desde la que se aborda el tema y la información más importante que da
la autora.

La psicofarmacología del Chocolatei

Diane Aeckerman

¿Qué comida le pide su cuerpo? Haga la pregunta con suficiente énfasis en el verbo, y la
respuesta muy probablemente será “chocolate”. Comenzaron a consumirlo los indios de
América Central y del Sur. Los aztecas lo llamaban xocóatl: lo tenían por un don del dios de
la sabiduría y el conocimiento, Quetzalcóatl, y servía como bebida en la corte, pues el poder
que confería sólo podía ponerse en manos de gobernantes y soldados. Los toltecas honraban
la bebida divina con rituales en los que sacrificaban perros color chocolate. A las víctimas de
los sacrificios humanos de Itzá solía dárseles una taza de chocolate para santificar su tránsito.
Lo que encontró Hernán Cortés alrededor de Moctezuma, fue una sociedad de adoradores del
chocolate que solían condimentar la bebida con pimienta, pimientos, vainilla o especias, y
servirlo hirviente y espeso como la miel, en tazas de oro. Para curar la disentería le agregaban
huesos molidos de sus antepasados. En la corte de Moctezuma se bebían dos mil tazas de
chocolate al día, y al emperador le gustaba disfrutar de un helado de chocolate que se hacía
vertiendo la bebida sobre nieve traída de las montañas por correos que iban a pie.
Impresionado por la opulencia y los poderes restauradores del chocolate, Cortés lo introdujo
en España en el siglo XVI. No tardó en causar sobre los europeos el efecto de una droga,
Carlos V decidió mezclarlo con azúcar, y los que podían permitírselo lo bebían espeso y frío;
también ellos le agregaban ocasionalmente naranja, vainilla o diversas especias. Brillat
Savarin informa que: “las damas españolas del Nuevo Mundo son locamente afectas al
chocolate, hasta tal punto que, no contentas con beberlo varias veces al día, incluso se lo
hacen servir en la iglesia”. Hoy, los zombis del chocolate circulan por todas las ciudades del
mundo, soñando todo el día con ese pequeño bocado de chocolate que les espera camino a
casa una vez terminado el trabajo. En Viena, los más lujosos pasteles de chocolate están
decorados con hoja de oro comestible. Más de una vez me he sentido seriamente tentada a
volar a París sólo por una tarde, nada más que para ir a Angelina, un restaurante de la rue de
Rivoli donde funden una barra-gramo de chocolate entera en una taza de chocolate caliente.
¿cuántas golosinas no contienen el chocolate? El chocolate, que empezó siendo una bebida de
la clase alta, se ha “desclasado”, ha seguido las modas, y suele aparecer en formas degradadas
que no merece. Por ejemplo, un aviso de la Chocolatier Magazine ofrece una réplica de un
diskette de computadora de 5.25” realizado “con cien gramos de chocolate”. De hecho, la
compañía puede proveer “todo un sistema informático compuesto por un monitor de
chocolate, un tablero de chocolate, chips de chocolate y bytes de chocolate”. Su eslogan es:
“Archive en su boca, no en su diskettera”. Durante un fin de semana de septiembre de 1984,
el Hotel Fontainebleau de Miami ofreció un Festival de Chocolate con tarifas, menús y
eventos especiales. Se podía pintar con chocolate, asistir a conferencias sobre el chocolate,
probar chocolates de todas las compañías elaboradoras, aprender técnicas para cocinar con
chocolate o ver a un actor de televisión nadar en más de dos mil quinientos litros de chocolate
líquido. Asistieron cinco mil personas. Los festivales de chocolate son comunes en ciudades
de todo el país, y también se realizan giras turísticas por Europa con la mira puesta en el
chocolate. El mes pasado en Manhattan, oí a una señora invitar a otra usando la jerga de la
droga: “¿Nos chutamos un chocolate?”.
Por ser el chocolate un alimento tan unido a las emociones, algo que comemos cuando
estamos triste, angustiados, antes de la menstruación o en general necesitados de TLC, los
científicos se han preocupado de investigar su química. En 1982, los doctores Michael
Leibowitz y Donald Klein, psico farmacólogos propusieron una explicación del motivo por el
cual las personas que sufren mal de amor se vuelven devoradoras de chocolate. En el curso de
su trabajo con mujeres de sensibilidad intensa y consiguientes intensas depresiones,
descubrieron que todas tenían en común un hecho remarcable: en su fase depresiva todas
comían grandes cantidades de chocolate. Especularon que el fenómeno podía estar
relacionado con la feniletilamina cerebral (FEA), que es la sustancia que nos hace sentir esa
marejada pasional que asociamos con el enamoramiento, una sensación análoga a la que
produce una anfetamina. Pero cuando la marejada refluye, y el cerebro deja de producir FEA,
seguimos ansiando su intensidad natural, su velocidad emocional. ¿Dónde podemos encontrar
esa sustancia voluptuosa y creadora de amor? En el chocolate. De modo que es posible que
mucha gente coma chocolate porque reproduce el sentimiento de bienestar del que
disfrutamos cuando estamos enamorados. Un astuto novio que tuve llegó una vez a mi casa
con tres naranjas de chocolate Droste, y cada gajo que comí durante las dos semanas
siguientes, dejándolo deshacer en la boca, me llenaba de pensamientos amorosos hacia él.
No todos están de acuerdo con esta hipótesis. La Asociación de Fabricantes de
Chocolates dice que:
El contenido de FEA en el chocolate es extremadamente bajo, especialmente en comparación con otros
alimentos consumidos habitualmente. La porción normal de cien gramos de fiambre ahumado contiene
6.7 mg de feniletilamina; la misma porción de queso chedar contiene 5-8 mg. La porción normal de
cincuenta gramos de chocolate (el peso de una barrita) contiene mucho menos de 1 mg (0.21 mg).
Obviamente, si la teoría del doctor Leibowitz fuera cierta, la gente comería fiambre y queso en
cantidades mucho mayores.

Y el mismo doctor Leibowitz, en La Química del amor, se preguntaba con respecto a


la demanda del chocolate:

¿Podría tratarse de un intento de subir el nivel de FEA? El problema es que la FEA presente en la
comida se descompone rápidamente en el cuerpo, de modo que no llega a la sangre, y mucho menos al
cerebro. Parar probar el efecto de la ingestión de FEA, investigadores del Instituto Nacional de Salud
Mental comieron kilos de chocolate y después midieron el nivel de FEA en su orina durante los días
siguientes; los niveles no aumentaron.

En mi calidad de “chocoalcohólica” confesa, debo decir que como mucho queso. El


fiambre ahumado me parece tan insalubre que ni siquiera lo tengo en cuenta. La Sociedad del
Cáncer ha sugerido que habría que evitar comidas ahumadas o que contengan nitritos. De
modo que es enteramente posible que el queso llene mi necesidad de FEA. ¿Qué más comen
los chocoalcohólicos? En otras palabras, ¿cuál es el consumo total de FEA proveniente de
todas las fuentes? El chocolate, aun cuando es una fuente más pobre de FEA, puede ser más
atractivo por sus asociaciones adicionales con el lujo y la recompensa. El estudio del Instituto
Nacional de Salud Mental trabajó con gente promedio, pero habría que preguntarse si la gente
que necesita chocolate no será ajena al promedio. ¿Acaso no habría que partir de esa idea?
Leibowitz dice que la FEA puede descomponerse demasiado rápido como para que afecte al
cerebro. Todavía sabemos muy poco acerca de los modos misteriosos como algunas drogas
llegan al cerebro, así que no convendría descartar enteramente la relación del chocolate con la
FEA.
Wurtman y otros argumentan que necesitamos chocolate porque es un carbohidrato
que, como otros carbohidratos, estimula al páncreas a producir insulina, que, en última
instancia, lleva a un incremento en el neurotransmisor de calma; la serotonina. Si esto fuera
cierto, un plato de pasta, o de papa, o cierta porción de pan, serían igualmente satisfactorios.
El chocolate también contiene teobromina (“la comida de los dioses”), una sustancia suave,
análoga a la cafeína, por lo que, en beneficio de la discusión, podemos decir que lo que
necesitamos es sólo la serotonina y la parienta de la cafeína, es decir, una estimulación
calmada, un oxímoron culinario que pocas comidas pueden proporcionar. Podría explicar
incluso por qué algunas mujeres necesitan chocolate cuando se acerca el momento de la
menstruación, pues las mujeres que sufren de síndrome premenstrual tienen niveles menores
de serotonina, y las mujeres en general, en el momento premenstrual, comen un treinta por
ciento más de carbohidratos que en otros momentos del mes. Pero si fuera así de simple, una
rosquilla y una taza de café bastarían. Además, hay una enorme diferencia entre la gente a la
que le gusta el chocolate, las mujeres que lo desean en cierto momento del mes, y los
chocoalcohólicos graves. Los chocoalcohólicos no quieren pasta ni papas frías, quieren
chocolate. Los sustitutos no le bastan. Sólo el chocoalcohólico en una casa donde no hay
chocolate, en una noche de tormenta cunado la nieve ha hecho intransitables las calles, sabe
lo específica que es su necesidad. No sé por qué algunas personas necesitan el chocolate, pero
estoy convencida de que se trata de una necesidad específica y, en consecuencia, es la clave
para resolver un misterio químico específico al que algún día encontraremos solución.

Referencias bibliográficas
Brillant-Savarin, Anthelme. Fisiología del gusto. España: Mediterráneo, 1996.
Farb, Peter y Georges Armelagos. Consuming passions. Nueva York: Washington Square
Press, 1970.
Leibowitz, Michael. The chemistry of love. Nueva York: Berkeley Books, 1984.
i
Recuperado de Palou, Pedro Ángel en “Redacción II”. Texto editado con fines didácticos.

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