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Mó dulo I: INTRODUCCIÓ N AL CAMPO DE LAS PSICOTERAPIAS.

Unidad 1: Fundamentos y orígenes de las psicoterapias


El surgimiento de la psicoterapia y sus desarrollos actuales. El nacimiento de la clínica y el tratamiento del
sufrimiento psíquico. La cura por la palabra: fundamentos epistemoló gicos, teó ricos, clínicos, técnicos y
éticos de las intervenciones psicoterapéuticas. Inconmensurabilidad de los paradigmas y diversidad de
modelos psicoterapéuticos. La interdependencia entre teoría y técnica: límites a la pretensió n integrativa y
extravíos del eclecticismo. Controversias en torno a los modelos diagnó sticos y los sistemas clasificatorios
contemporá neos. Significatividad de la relació n entre terapeuta y paciente en el proceso psicoterapéutico.
Dinamismos y niveles de cambio en psicoterapia

1. Este mó dulo introductorio apunta a exponer los orígenes y desarrollos de los diversos modelos
psicoterapéuticos a partir del surgimiento de la clínica como campo de intervención ante el sufrimiento
psíquico.
Texto Roji y Saul (2012) 
2. La prá ctica de la psicoterapia constituye un dispositivo cultural, basado en la influencia
interpersonal, cuya funció n consiste en equilibrar las relaciones entre el individuo y el
grupo. Se lleva a cabo en una sociedad concreta y depende de las particularidades de dicha
cultura, se concibe como un tipo de prá ctica sociocultural, orientada a mejorar lo que
actualmente consideramos salud mental y calidad de vida, es un tipo de actividad
profesional y cada tratamiento psicoló gico se inserta de una manera específica en la red de
creencias, actitudes y valores propios de la cultura en que tiene lugar. 
3. Los tratamientos psicoló gicos constituyen tanto productos, como procesos culturales, que
tienen entre sus funciones reforzar dogmas culturales particulares, constituyéndose en
agentes de socializació n promoviendo mejoras individuales y grupales. 
4. Cada tipo de tratamiento psicoló gico se inserta de una manera específica en la red de
creencias, actitudes y valores propios de la cultura que tiene lugar, por eso, un criterio de
objetivació n y evaluació n crítica de la psicoterapia consiste en analizar el conjunto de
presuposiciones culturales que mantiene vigente sus teorías y procedimientos.
5.  Para la caracterizació n de los tratamientos psicoló gicos existen dos tipos de
presuposiciones culturales relevantes: ● Las presuposiciones de cará cter axioló gico
(relacionada con los valores) y doxá stico (relacionada con las opiniones). ● Las
presuposiciones de caracteres epistemoló gicos, relacionadas con las concepciones de la
naturaleza del conocimiento humano. Ambas clases de presuposiciones se han cruzado de
manera específica en cada periodo histó rico concreto, y si bien es cierto que han sufrido una
clara evolució n, también lo es que han tendido a preservar el nú cleo fundamental de
creencias actitudes y valores que la caracteriza.
6. Evolució n histó rica de las presuposiciones culturales que sustentan los tratamientos
psicodiná micos: Se distinguen dos etapas, premodernidad y modernidad ( primera
modernidad y  segunda modernidad). Importate variable tiempo como condicionante. 
7. Si consideramos como un todo de la actividad clínica de los psicoterapeutas podemos decir
que está caracterizada por: ● La existencia de varias concepciones de la intervenció n
terapéutica, que mantienen entre sí diferencias notables en tres niveles de aná lisis distintos:
el epistemoló gico, el teó rico y el técnico. ● Una cierta tendencia a la integració n de algunos
de estos presupuestos. ● La existencia de un acuerdo creciente entre los profesionales
respecto a la relevancia de ciertos aspectos del proceso de cambio terapéutico, sobre todo
en lo relativo a las condiciones de la alianza y la relació n terapéutica. 
8. La psicoterapia consiste siempre en un proceso de influencia interpersonal, y una manera de fomentarla
es que no llegue a convertirse en ejercicio arbitrario del poder, debe de pasar por el conocimiento y el
reconocimiento, por parte de los terapeutas, del conjunto de presuposició n es que subyacen los distintos
tipos de tratamientos psicoló gicos, ademá s de conocer y reconocer có mo se relaciona el paciente consigo
mismo, los demá s y el mundo. 

Línea de tiempo.

Prehistoria hasta el 1500 aproximadamente: ● El hombre es un elemento má s de la naturaleza. ● El control


de la conducta humana está en gran medida fuera del alcance del hombre está en las manos de la voluntad de
los dioses/dios. ● La enfermedad mental constituye un ejemplo paradigmá tico del comportamiento sujeto a
un control externo. Y dicho control es de naturaleza trascendente. ● El hombre y la naturaleza, así como los
dioses y Dios, forman parte de la realidad la cual existe objetivamente, es decir, que existe con independencia
del conocimiento humano.La realidad solo es parcialmente cognoscible para la inteligencia humana. ● Las
enfermedades mentales eran consideradas como castigos de los dioses, posesiones o problemas del alma. Su
tratamiento era exclusivamente fisioló gico con una explicació n anató mica, por ende se le atribuía un estado
mental a cierto desorden corpó reo, o determinado ó rgano. 

Premodernidad importante: Cuando la cultura carecía de escritura la visió n del mundo solía articularse a
las creencias má gicas, por lo tanto la medicina, la psicoterapia y lo religioso solía constituir una prá ctica
indiferenciada, donde la  influencia de fuerzas no observables tenían un poder sobrenatural. Posteriormente,
cuando se conoció la escritura, comenzaron a establecerse formas de intervenció n que respondían a criterios
netamente racionales, así las prácticas médicas se dedicaron a una combinació n de prescripciones con
rituales, con normas higiénicas y recomendaciones naturalistas. Todos estos pensamientos fueron
moldeados a lo largo de la historia, desde los Griegos con su medicina, siguiendo luego por los Romanos con
sus leyes, pero, se puede denotar que a partir de la caída del imperio romano, se da lugar a la Iglesia como la
encargada de establecer los ó rdenes sociales, sus funciones, sus roles, sus leyes, los tratamientos para los
enfermos, entre otros. Se da en este momento una diná mica de orientació n represora caracterizada por el
hecho de que, junto a ciertos enfermos mentales, se consideraban poseídos por el diablo y propagadores de
sus males a todos aquellos que de una u otra forma alimentaban ideas subversivas contra el estado contra los
valores morales consagrados como verdades inamovibles. Luego, en el decaimiento de la iglesia al final de la
edad media, se da paso las reformas protestantes, a la ilustració n, y luego a la contrarreforma eclesiá stica,
pero esta nueva época ya implicaba un cambio de paradigma, ya el foco no se pone en Dios, sino en las
ciencias, y esto evolucionó hasta las transformaciones económicas, culturales y políticas que
surgieron en Europa en los siglos XV y XVI para así llegar a lo que hoy en día conocemos por
Modernidad.

Modernidad Importante:
En esta nueva etapa denominada modernidad podemos ver que el desarrollo cultural de occidente va a tener
una nueva visió n del mundo: ● Se produce la secularizació n de la visió n del mundo, es decir, se da una
desmitificació n con respecto a las ideas má gicas y también a las creencias doctrinarias de la iglesia, se da una
especie de descristianizació n del mundo. ● Se da una decadencia progresiva de las prá cticas religiosas como
dispositivo de equilibració n en las relaciones entre el individuo y grupo, a su vez, por un lado, se desplazan
las expectativas de equilibració n hacia la filosofía y el arte, pero por otro lado, al mismo tiempo hay un
fracaso de ambas para elegirse en dispositivos dominantes de equilibració n. Por esto mismo se da el
surgimiento de los actuales tratamientos psicoló gicos como prá cticas culturales vinculadas simultá neamente
a la pluralidad ideoló gica, el conocimiento positivo y el control empírico de su eficacia. ● Hay una
transformació n de las sociedades agrícolas en sociedades industrializadas, con la consiguiente
transformació n de las estructuras sociales. ● La acumulació n de informació n sancionada socialmente se
reconoce como un conocimiento fiable ya no será un conocimiento otorgado por Dios sino por los hombres
mismos.
Dentro de la modernidad, conviene hacer la diferenciació n entre primera modernidad (1500 - 1850) y
segunda modernidad (1850 - 1970). Durante este periodo de primera modernidad el reconocimiento de la
dignidad del enfermo mental será mucho má s teó rico que prá ctico. En el comienzo de esta primera etapa, se
produjo una recuperació n progresiva de las antiguas tradiciones médicoracionalistas y con eso una
recuperació n de la orientació n empírica, pero también, por otro lado se retornó al tratamiento de ciertos
trastornos psicoló gicos a base de dietas, eméticos y sangrías, por lo tanto todavía se veían aspectos de
actitudes represoras. Con las influencias de la reforma, la contrarreforma y el renacimiento, podemos ver que
de a poco se adoptó una postura, cultural mas enfocada en el individuo, en la introspecció n, en la
autoobservacion, pero no así para los tratamientos psicoterapéuticos, los cuales siguieron implementá ndose
bajo una ló gica empírico-racional, dá ndose asi la hegemonía de la razó n y el individualismo. 

La locura será conceptualizada como una oposició n a la razó n, no explicable ni abordable por ella, sera una
persona que debe de aislarse de la sociedad, en instituciones o en los campos, y esto, no solo incluía a lo que
hoy conocemos como personas padecientes de trastornos mentales, sino que todo aquel que sea incó modo
socialmente, como criminales, vagabundos, rebeldes políticos, prostitutas, etc. En estos lugares, se los
obligaba a estar haciendo trabajos forzosos, a veces con ningú n justificativo, la idea era que hagan algo para
no desperdiciar su tiempo, vivían en condiciones de aislamiento deplorables, con poca higiene, poca luz y con
afinamiento, los tratamientos que se les aplicaban van a estar llenos de violencia y abuso físico, para así
“controlar” de forma represora. Se da un cambio considerable de estas condiciones con Pinel y Tuke con sus
tratamientos morales, donde se le devuelve un poco de dignidad y respeto por el enfermo, Pinel consideraba
que no era necesario el castigo físico ni la violencia física, pero aun asi, su tratamiento moral, incluía cierta
violencia psicoló gica, ya que se le aplicaban castigos o reprendas a través de juicios verbales o el ignorar
completamente. Por otro lado, Tuke consideraba que los enfermos mentales necesitaban una especie de
retiro espiritual, el cual constituía en que el enfermo debía de enfrentarse a sus pasiones, estos solían ser
tratados como niñ os ya que eran vigilados férreamente y veían reforzada su autoestima a través de 
la realizació n de pequeñ os trabajos físicos. 

En la ú ltima etapa de esta primer modernidad, y en el comienzo de la segunda modernidad, se va a dar


cambios considerables, durante las primeras décadas de siglo XIX se mantuvieron las creencias de que los
locos eran seres humanos de rango inferior, insensibles al dolor físico y sumisos solo si se les administraba
fuertes drogas. 

Se consideraba imposible la curació n de sus pacientes, pero, a medida que fue avanzando el siglo, los avances
de la neurología dieron pie a las creencias de que las enfermedades mentales eran causadas por lesiones
orgá nicas, patologías del cerebro y del sistema nervioso. Ademá s, con algunos casos de éxito, se instaló la
creencia de que cuanto antes se administraban los tratamientos, má s efectivos eran para la curació n, se
cambió la perspectiva, ahora se podía tratar y recuperar al sujeto. Esta pujanza entre neurología y
psiquiatría, y la aparició n de esta tanto en el ámbito médico como social, dieron al origen de las nuevas
creencias sobre los locos, ahora se los consideraría como uno má s entre todos, como una criatura sensible, al
calor, al frío, al dolor, a las presiones emocionales y ambientales a las que se los sometían, así a mitad de
siglo, comenzaron movilizaciones de la conciencia social a favor de los cuidados que necesitan los enfermos
psicoló gicos. 

Ya para llegar a la segunda modernidad, la cual es de nuestro conocimiento ya que los autores má s
importantes de la psicología se ubican en este tiempo, pero, es importante recalcar los aspectos que quizá s
fueron má s influyentes en la Psicología. Franz Anton Mesmer puso los antecedentes al nombrar una curació n
a través de un supuesto fluido magnético de naturaleza física que vincule a todos los elementos de la
naturaleza, las ideas no prosperaron, pero, uno de sus alumnos Puysèguer descubrió de manera accidental lo
que hoy llamamos hipnosis, entonces así, se produjo el primer eslabó n de una cadena de acontecimientos
que van a jalonar la historia entera de los tratamientos psicoló gicos. Ya que la ideas de este autor, fueron la
base de las teorías hipnó ticas de Berheim, de Liêbault, y luego de Charcot quien luego, con sus técnica s atrajo
a un médico de Viena llamado Sigmund Freud. En cualquier caso, a lo largo de todo el siglo XX, y de manera
especial a largo de la segunda mitad, la profesió n del psicoterapeuta fue recibiendo un reconocimiento social
creciente, ya que, la sociedad occidental fue depositando en su psicoterapeutas 
un conjunto creciente de demandas que a su vez fueron asumidas por estos como retos a afrontar.

A consecuencia del mutuo ajuste entre demandas sociales y actividad terapéutica, el poder social de quienes
ejercen la psicoterapia se ha incrementado durante el ú ltimo siglo en la misma medida en que su actividad
profesional se ha ido haciendo indispensable para la sociedad en la que viven, ya que funcionan como
dispositivos de equilibració n social y cultural. 

Texto Fiorini, H. (2004)


1. El campo de las psicoterapias emerge en los ú ltimos añ os portador de problemá ticas de una complejidad
creciente. Tres aspectos se nos han presentado como má s urgidos de una tarea elaborativa que apunta a
ahondarlos:1)La necesidad de afinar la descripció n y explicació n de sus técnicas; 2) el del trabajo sobre
ciertos pilares teó ricos en los que pueda asentarse y a los que pueda a su vez enriquecer la prá ctica
técnica; 3) el del cuestionamiento ideoló gico de las teorías y de las técnicas, que pueda colocarlas en
relació n con determinaciones del contexto social má s amplio. Es decir, enfoque que intenta constituir una
teoría de las técnicas de psicoterapia que incluya una consideració n crítica de algunas de sus bases
ideoló gicas. 
2. Es importante: ✪✪Entenderlo como un campo en estado experimental pleno, ocasió n de una diversidad
de aperturas, seno de una dispersió n creadora antes que lugar de anclaje de sistemas acabados.
✪✪Identificar  como puntos de urgencia la necesidad de construir teoría, arriesgarnos a inventar
conceptos y modelos de procesos ✪✪Partir de la necesidad de inscribir toda teoría psicoló gica y
psicopatoló gica y toda conceptualizació n referente a métodos terapéuticos en el marco de una teoría del
hombre, de una concepció n antropoló gica totalizadora. ✪✪Profundizar todo esfuerzo de descripció n de
los hechos que emergen en la experiencia psicoterapéutica. Este trabajo de descripció n rigurosa tiene
relevancia científica e ideoló gica. ✪✪Conceder importancia especial en la formació n del terapeuta a la
experiencia de vivir y estudiar má s de una técnica de psicoterapia, donde se adquiere plena noció n del
sentido y los alcances de cada una de las técnicas ✪✪A pesar del creciente desarrollo de técnicas
grupales en virtud de sus mayores posibilidades de alcance social. Cabe plantearse por qué pueden, no
obstante, las técnicas individuales seguir concertando nuestro interés (los métodos individuales, aunque
limitados en sus alcances asistenciales, siguen constituyendo instancias de investigació n teó rico-técnica
capaz de nutrir en ciertas dimensiones incluso la tarea con grandes grupos. ✪✪Problemá tica del lenguaje
es otra de las direcciones importantes para el desarrollo de nuestro campo. También surge el problema
del lenguaje en sus relaciones con el cuerpo y con la acció n. -✪✪Incluir una nueva línea de experiencias
grupales, psicodramá ticas, de trabajo corporal, subrayando la necesidad de actuar, de comprometer
también el cuerpo para poder sentir-pensar-verbalizar con una intensidad y veracidad nuevas. ✪✪La
problemá tica ideoló gica de las psicoterapias se abre en varios frentes. Obliga a rever el hecho de que las
técnicas y sus teorías vengan construidas por una capa social, aislada en claustros académicos de las
luchas, vicisitudes y pautas culturales de los demá s estratos sociales. Esta problemá tica viene unida al
hecho de que las técnicas se han forjado en las metró polis colonizadoras y han sido aplicadas sin respetar
condiciones de regionalizació n, es decir, al margen de há bitos, tradiciones, subculturas urbanas,
suburbanas y rurales.✪✪Otro nudo de cuestiones reside en cuestionar estilos terapéuticos, modalidades
de vínculos propuestos entre paciente y terapeuta que pueden estar asentados en el modelo de las
diferencias de clases y de las relaciones de poder establecidas por esas diferencias. Aspectos
complementarios de esta problemá tica se abren con el estudio de las instituciones en las que se aplican
las psicoterapias y en las que se enseñ an, cuyas funciones ideoló gicas van siendo progresivamente
develadas. 
3. Es posible que, como resultado de estos replanteos, las técnicas de psicoterapia que conocemos deban
ser parcial o totalmente cambiadas, conduciendo a niveles má s altos de elaboració n científica en salud
mental. Hacerse cargo de esta complejidad se convierte en otra de las direcciones principales del trabajo
teó rico y de las prácticas que configuran este campo. Se trata de comprender el entramado de factores
sociales, econó micos, jurídicos, políticos y culturales que hacen a la constitució n de la subjetividad en las
sociedades actuales. El campo de las psicoterapias debe abrirse actualmente a estos desafíos. 
4. Los ejes del proceso en psicoterapia en términos de: producir en el paciente una activació n de sus
funciones yoicas, mediante las cuales se haga posible elaborar de modo focalizado la problemá tica inserta
en una específica situació n vital, en base a la guía, el estímulo, y las realizaciones simbó licas del vínculo
vivido en una relació n de trabajo personificada con el terapeuta, con la correlativa activació n de las
funciones yoicas de este ú ltimo. 
5. Tres pilares sobre los que se monta un sistema de influencias de cambio: activación yoica,
elaboración de un foco, relación de trabajo. Constituyen el trípode de sustentació n del proceso;
actú an instalando una estructura de tensiones activadoras recíprocas: es necesario un yo activado para
focalizar la tarea, de lo contrario ésta se difunde sin límites; a su vez el trabajo en un foco refuerza al yo al
proporcionarle un á rea en la que concentrar sus funciones; la relació n de trabajo solicita la cooperació n
de las capacidades yoicas y les ofrece como guía el modelo de la activació n yoica del terapeuta. Si no se
cuenta con un potencial de funciones yoicas activables, si no existe posibilidad de delimitar un foco, si la
relació n de trabajo es excesivamente interferida por obstá culos transferenciales- contratransferenciales,
será escasa la eficacia que logre una psicoterapia de esclarecimiento, haciéndose recomendable el empleo
de otro tipo de recursos técnicos. Si esta caracterizació n del proceso es correcta se puede realizar
psicoterapias breves (3-6 meses), una de plazo moderado (7-17 meses), o una prolongada (má s de 18
meses) en la medida en que no surjan complicaciones transferenciales que interfieran en exceso la
relació n de trabajo.
6. Otro aspecto a destacar es el de la heterogeneidad de las zonas de cambio, los mismos pueden
operar de modo simultáneo o sucesivo sobre aspectos interpersonales o situacionales. El objeto de
las psicoterapias no es el individuo tomado aisladamente, sino inserto en grupos y situaciones concretas. 
7.  Influencias y dinamismos de cambio en psicoterapias Se destacó el papel de la relació n de trabajo
personificada como experiencia emocional correctiva en la que se concentran dinamismos
transferenciales (proyecció n en la figura del terapeuta de objetos internos, así como de objetos
protectores, reparatorios) y diferenciales (rectificació n de rasgos negativos vinculados a las imagos
parentales, alivio de la persecució n del superyó por la conducta efectivamente permisiva y comprensiva
del terapeuta) en buena medida originales, propios de una relació n sin precedentes (un diá logo
prolongado, abierto y veraz con un experto que guía en la concentració n de atenció n y en el ensayo de
métodos de indagació n sobre sí mismo). 
8. Un aspecto de gratificació n emocional importante es la experiencia de ser comprendido por el terapeuta,
en la actitud de éste que va al encuentro de lo má s personal e íntimo del paciente, de zonas no só lo
desconocidas sino "solitarias", necesitadas de contacto con el otro. A su vez el trabajo de indagació n y
verbalizació n de lo vivido, instala un proceso original de creciente objetivació n, sobre el cual se
consolidan también los reforzamientos yoicos.
9. Los efectos de aquellas influencias y dinamismos de cambio Los efectos observables del proceso
terapéutico, de amplitud e intensidad variables, comprenden diversos niveles del cambio. a)
Modificaciones en el nivel de los síntomas, supresió n o alivio de los mismos. b) Variaciones correlativas
en el empleo del repertorio defensivo, con la posibilidad de que defensas má s primitivas (disociació n,
negació n, identificaciones proyectivas masivas) cedan lugar a otras de mayor valor adaptativo c) Logros
de un mayor ajuste y gratificació n en las relaciones interpersonales, por ruptura de estereotipos previos
y emergencia de una comunicació n má s eficiente, mayor discriminació n entre lo propio y lo ajeno en la
interacció n, mayor adecuació n de las exigencias dirigidas hacia sí mismo y hacia los otros d) Adquisició n
de una autoestima má s realista, vinculada a una mayor comprensió n de sus dificultades.Emergencia de
una relació n del sujeto consigo mismo, activada por el proceso terapéutico, capaz de integrar algunos
nuevos soportes de la identidad. e) Destacamos antes los cambios en la conducta de los otros cercanos,
correlativos al nuevo repertorio de mensajes que es capaz de transmitir el paciente en base a los cambios
en él operados. f) Mayor eficiencia en otras tareas adaptativas, productividad, creatividad, recreació n,
planificació n. Puesta en juego de aptitudes en otros momentos reprimidas, negadas o interferidas por
conflictos. g) Ampliació n de la conciencia de posibilidades y trabas personales, una conciencia de sí
mismo en parte nueva
10.  Encadenamiento autónomo de influencias y efectos del proceso terapéutico.  Ciertas
intervenciones terapéuticas (apoyo, esclarecimiento, correcció n de algunas modalidades de vínculo
conflictivo, proposició n de ciertas conductas alternativas) pueden actuar entonces no mera-mente
produciendo acciones puntuales, sino que, frenando el deterio-ro de algunos eslabones, e invirtiendo su
signo, consiguen influir sobre el conjunto del ciclo o reacció n en cadena. Ciertas acciones terapéuticas
logrará n su efecto no só lo por mejorar cierta zona de la situació n, sino que actuando sobre esa zona
podrá n ayudar a rees-tructurar el conjunto. El proceso de mejoría puede ser comprendido como la
inversió n de signo (esto es de direcció n) de un ciclo, con promoció n de un ciclo orientado hacia la
recuperació n y el crecimiento, en el cual los efectos, ahora positivos, se eslabonan en una nueva escalad.
Un modelo de ciclos de cambio permite, dar precisió n a lo que ciertos autores de manera vaga han
descrito como la existencia en todo paciente de "impulsos autó nomos hacia la salud".

Corbella, S. & Botella, L. (2003).


1. La psicoterapia no se puede concebir al margen del establecimiento de una relació n interpersonal entre
cliente y terapeuta. La calidad emocional y relacional del vínculo entre ambos es una parte
imprescindible del éxito del proceso psicoterapéutico y, de hecho, resulta ser un aspecto determinante de
la eficacia de la terapia.
2. Desarrollo histó rico del concepto de alianza terapéutica La conceptualizació n del término alianza
terapéutica fue desarrollá ndose a lo largo del siglo XX. 
 Freud, planteó la importancia de que el analista mantuviera un interés y una actitud comprensiva hacia
el paciente para permitir que la parte má s saludable de este estableciera una relació n positiva con el
analista. Describió el afecto del paciente hacia el terapeuta como una forma beneficiosa y positiva de
transferencia que revestía de autoridad al analista. Este aspecto transferencial favorecía la aceptació n y
la credibilidad de las explicaciones e interpretaciones del terapeuta. Má s adelante consideró que una
transferencia positiva podía distorsionar la relació n real existente entre ambos. De este modo, Freud
destacó la importancia del trabajo con las interpretaciones de la transferencia del paciente y de las
capacidades y aptitudes de la porció n de consciencia intacta de este para desarrollar un compromiso con
el terapeuta “real” en cuanto a la realizació n del tratamiento. 
 Zetzel distinguió entre transferencia y alianza sugiriendo que la alianza era la parte no neuró tica de la
relació n entre terapeuta y paciente que posibilita el insight y el uso de las interpretaciones del terapeuta
para distinguir entre las experiencias relacionales del pasado y la relació n real con el terapeuta. Desde el
psicoaná lisis, la transferencia del paciente facilita o dificulta el trabajo de la alianza. 
 Otros autores son partidarios de no diferenciar entre alianza y transferencia dado que la relació n entre
el terapeuta y el paciente es la manifestació n de la transferencia neuró tica del paciente, por lo que
separar un concepto del otro reduciría la importancia de la interpretació n de la transferencia. Respecto a
la visió n de la alianza como transferencia se plantea el debate sobre hasta qué punto las relaciones
pasadas del cliente influyen en la alianza con el terapeuta. Se plantea que la alianza abarca incluso las
transferencias maternales má s infantiles, consideran la situació n terapéutica como una nueva relació n de
objeto donde el cliente desarrolla la capacidad de formar una relació n positiva con el terapeuta. 

El concepto de alianza terapéutica ha sido incorporado por la mayoría de las escuelas psicoterapéuticas, pero
distanciados de la lectura transferencial proporcionada por el contexto psicoanalítico. 
 Desde el movimiento humanista se prestó una especial atenció n al papel de la alianza terapéutica en el
proceso psicoterapéutico. Ser empá tico, congruente y aceptar incondicionalmente al cliente eran las tres
características fundamentales que debía tener el terapeuta segú n Rogers para establecer una relació n
terapéutica efectiva con el cliente. Desde la modificació n de conducta clá sica se planteaba la terapia como
un proceso en el que el paciente aprende o modifica ciertas conductas o há bitos, por lo que se postulaba
que la calidad técnica de las intervenciones del terapeuta era el elemento esencial. 
 La orientación cognitiva (y má s concretamente las perspectivas constructivistas) han llegado a
considerar la alianza terapéutica como un aspecto central del proceso terapéutico. 

Podemos afirmar que la alianza terapéutica es el componente de la relación terapéutica cuya importancia
recibe más consenso en cuanto a la formación de la relación terapéutica. 

En ese sentido, probablemente dos de los autores má s influyentes en la concepció n actual de la alianza
terapéutica sean Bordin y Luborsky.
El primero (Bordin, 1976) definió la alianza como el encaje y colaboración entre el cliente y el
terapeuta e identificó tres componentes que la configuran: (a) acuerdo en las tareas, (b) vínculo
positivo y (c) acuerdo en los objetivos. Las tareas se refieren a las acciones y pensamientos que forman
parte del trabajo en el proceso terapéutico, de modo que la percepció n de estas acciones o tareas como
relevantes para la mejoría es una parte importante del establecimiento de la alianza. También el acuerdo
entre terapeuta y paciente respecto a cuáles son los objetivos a alcanzar con la psicoterapia, así como
compartir mutuamente confianza y aceptació n son elementos esenciales para una buena alianza. A pesar de
la importancia atribuida a la alianza terapéutica, Bordin afirmó que una alianza positiva no es curativa por sí
misma, sino que es un ingrediente que hace posible la aceptació n y el seguimiento del trabajo terapéutico. 
También Luborsky desarrolló una conceptualizació n de la alianza má s cercana a la visió n psicodinámica
original sugiriendo que es una entidad diná mica que evoluciona con los cambios de las demandas de las
diferentes fases de la terapia. Describió dos tipos de alianza en función de la fase o etapa de la terapia
de la que se trate: ● La alianza de tipo 1 se da sobre todo en el inicio de la terapia y se caracteriza por
la sensación que experimenta el paciente “sobre el apoyo y la ayuda que proporciona el terapeuta
como contenedor”. ● La alianza de tipo 2 se da en fases posteriores del proceso terapéutico y consiste
en la sensación de trabajo conjunto hacia la superación de los impedimentos y el malestar del
paciente. 

De este modo se considera que la alianza terapéutica es una construcción conjunta entre paciente y
terapeuta, de modo que las expectativas, las opiniones, las construcciones que ambos van
desarrollando respecto al trabajo que están realizando, la relación establecida y la visión del otro
resultan relevantes para el establecimiento de la alianza terapéutica, así como la alianza modula la
relación. 

Evaluació n de la alianza terapéutica: la colaboració n y el acogimiento (sentirse bien). 


Alianza y resultados de la psicoterapia: en la mayoría de estudios se encuentra una relació n significativa
entre la alianza y el resultado final de la psicoterapia. La alianza terapéutica resulta ser un buen predictor de
los resultados conseguidos por diferentes modalidades terapéuticas. Dentro de los componentes que
constituyen la alianza terapéutica, el factor de colaboració n y confianza es el que presenta una mayor
correlació n con los resultados.

La alianza es una cualidad intrínseca de la relación que contribuye al éxito de la terapia por encima de las
ganancias terapéuticas alcanzadas en el momento; por lo tanto, la alianza no es un reflejo de los resultados
beneficiosos ya que, el desarrollo y la resolución de problemas en el establecimiento de la alianza terapéutica no
es el prerrequisito del cambio, pero sí que se trata de una parte esencial del proceso de cambio. 

 Una de las investigaciones del proceso de cambio sugiere que la negociació n entre dos subjetividades
distintas como son las del terapeuta y del paciente es el nú cleo del mecanismo del cambio. 
 Las primeras sesiones son especialmente importantes para el establecimiento de una buena relació n con
el paciente o de lo contrario el paciente abandona prematuramente la terapia La valoració n de la alianza
terapéutica varía, en parte, segú n quién la evalú e. 
 La valoració n del cliente tiene má s peso para la predicció n del resultado final de la psicoterapia. 
 Ante el reto de conseguir una buena alianza con el paciente, la metacomunicació n es uno de los recursos
imprescindibles. La importancia de la relació n terapéutica genera la necesidad de usar la inspiració n y la
creatividad para facilitar el establecimiento de la alianza terapéutica en las primeras sesiones y
mantenerla a lo largo del proceso terapéutico. 
 La relació n terapéutica es producto del encuentro entre el terapeuta y el cliente, y está influida por las
características y la historia personal de cada uno de ellos. 
En relació n al terapeuta: 
 La empatía y la calidez del terapeuta son dos de las cualidades que la mayoría de investigadores
coinciden en considerar relevantes (pero no suficientes) para establecer una buena alianza terapéutica 
 El nivel de experiencia del psicoterapeuta ha sido otra de las variables evaluadas e investigadas; los
resultados constatan que la relació n entre la experiencia del terapeuta y la alianza no es significativa, sin
embargo, otros autores encontraron que el aumento de la formació n de los terapeutas influía
positivamente en el establecimiento de la alianza terapéutica cuando esta era evaluada por los
terapeutas, pero no cuando la alianza era evaluaba por el paciente 
 Las representaciones internas de las relaciones pasadas del terapeuta tenían un fuerte impacto en la
calidad de la alianza terapéutica con algunos paciente, se favorecía a la alianza terapéutica cuando el
terapeuta tenía la capacidad de aceptar parte de la responsabilidad por sus rupturas relacionales en
terapia y cuando se metacomunicaba con el paciente en relació n a posibles malentendido
En relació n al paciente:
 Variables interpersonales como el índice de eventos estresantes, las relaciones sociales y familiares del
cliente y las variables intrapersonales como la calidad de las relaciones de objeto, la motivació n,
expectativas y las actitudes, entre otras, tienen efectos significativos en la alianza. 
 Las expectativas del cliente de encontrar y establecer una relació n igualitaria con el terapeuta aumentan
la probabilidad de establecer una buena alianza terapéutica
  Los pacientes con apego ansioso puntuaban una menor alianza mientras que los pacientes con apego
confiado se asociaron con puntuaciones altas en la evaluació n de la alianza
 La severidad de los síntomas del paciente tiene poco impacto en el desarrollo del establecimiento de la
alianza terapéutica, sin embargo, se encontró que la sintomatología del paciente contribuía
negativamente a la alianza. 
 La defensividad, la desgana, la hostilidad y la dominancia del cliente se han relacionado con la dificultad
del paciente para crear una buena relació n de trabajo terapéutico 
 El perfeccionismo del paciente se ha relacionado negativamente con los resultados de la terapia. 

Etchegoyen, R. H. (2012).

1. Delimitació n del concepto de psicoterapia: El psicoaná lisis es una forma especial de psicoterapia, y la
psicoterapia empieza a ser científica en la Francia del siglo xix, cuando se desarrollan dos grandes
escuelas sobre la sugestió n, en Nancy con Liébeault y Bemheim y en la Salpetriére con Jean-Martin
Charcot. Por lo que acabo de decir, y sin á nimo de reseñ ar su historia, he ubicado el nacimiento de la
psicoterapia a partir del hipnotismo del siglo XIX. Se afirma con frecuencia y con razó n que la
psicoterapia es un viejo arte y una ciencia nueva; y es esta, la nueva ciencia de la psicoterapia, la que yo
ubico en la segunda mitad del siglo pasado. 
2. El arte de la psicoterapia, en cambio, tiene antecedentes ilustres y antiquísimos desde Hipó crates al
Renacimiento. Tienen que pasar todavía cerca de tres siglos para que a estos renovadores los continú en
otros hombres que, ellos sí, pueden ubicarse en los albores de la psicoterapia. Son los grandes psiquiatras
que nacen con y de la Revolució n Francesa. El mayor de ellos es Pinel y a su lado, aunque en otra
categoría, vamos a ubicar a Messmer: son precursores, aunque no todavía psicoterapeutas. En los ú ltimos
añ os del siglo xviu, cuando implanta su heroica reforma hospitalaria, Pinel (1745- 1826) introduce un
enfoque humano, digno y racional, de gran valor terapéutico en el trato con el enfermo. Má s adelante, su
brillante discípulo Esquirol (1772-1840) crea un tratamiento re-guiar y sistemá tico en que confluyen
diversos factores ambientales y psíquicos, que se conoce desde entonces como tratamiento moral. Este,
por su cará cter anó nimo e impersonal, no alcanza a ser psicoterapia, es decir, pertenece a otra clase de
instrumentos. Las audaces concepciones de Messmer (1734-1815) fueron extendiéndose rá pidamente,
sobre todo desde los trabajos de James -Braid (1795-1860) hacia 1840. Cuando Liébeault (1823-1904)
conviene su humilde consultorio rural en el má s importante centro de investigació n del hipnotismo en
todo el mundo, la nueva técnica, que veinte añ os antes habla recibido de Braid, un cirujano inglés,
nombre y respaldo, se aplica al par como instrumento de investigació n y de asistencia; Liébeault la usa
para mostrar «la influencia de la moral sobre el cuerpo» y curar al enfermo; y es tal la importancia de sus
trabajos que la ya citada obra de Zilboorg y Henry no vacila en ubicar en Nancy el comienzo de la
psicoterapia. Aceptaremos con un reparo esta afirmació n. El tratamiento hipnó tico que inaugura
Liébeault es personal y directo, se dirige al enfermo; pero le falta todavía algo para ser psicoterapia; el
enfermo recibe la influencia curativa del médico en actitud totalmente pasiva. Desde este punto de vista
má s exigente, el tratamiento de Liébeault es, pues, personal, pero no interpersonal. Cuando Hyppolyte
Bemheim (1837-1919), siguiendo la investigació n en Nancy, pone cada vez má s enfá sis en la sugestió n
como fuente del efecto hipnó tico y motor de la conducta humana, se perfila la interacció n médico-
paciente que es, a mi juicio, una de las características definitorias de la psicoterapia. En sus Nuevos
estudios (1891) Bemheim se ocupa, efectivamente, de la histeria, la sugestió n y la psicoterapia. Poco
después, en los trabajos de Janet en París y de Breuer y Freud en Viena, donde la relació n interpersonal
es patente, resuena ya la primera melodía de la psicoterapia. 
3. Como veremos en seguida, es mérito de Sigmund Freud (1856-1939) llevar a la psicoterapia al nivel
científico, con la introducció n del psicoaná lisis. Desde aquel momento, será psicoterapia un tratamiento
dirigido a la psiquis, en un marco de relació n interpersonal, y con respaldo en una teoría científica de la
personalidad.

Rasgos característicos que destacan la psicoterapia por su devenir histó rico. 


Por su método, la psicoterapia se dirige a la psiquis por la única vía practicable, la comunicación; Su
instrumento de comunicación es la palabra (o mejor dicho el lenguaje verbal y preverbal), «fá rmaco» y a
la vez mensaje; Su marco, la relación interpersonal médico-enfermo. Por ú ltimo, la finalidad de la
psicoterapia es curar, y todo proceso de comunicación que no tenga ese propósito (enseñanza,
adoctrinamiento, catequesis) nunca será psicoterapia.  

Importante: 
 En «Sobre psicoterapia» (1905o), una conferencia pronunciada en el Colegio Médico de Viena el 12 de
diciembre de 1904, que se publicó en la Wiener Medical Presse del mes de enero siguiente, Freud
establece una convincente diferencia entre el psicoaná lisis (y el método catá rtico) y las otras formas de
psicoterapia que hasta ese momento existían. Esta diferencia introduce una ruptura que provoca, como
dicen Zilboorg y Henry (1941), la segunda revolució n en la historia de la psiquiatría. Para explicarla,
Freud se basa en ese hermoso modelo de Leonardo que diferencia las artes plá sticas que operan per via
di porre y per via di levare. La pintura cubre de colores la tela vacía, y así la sugestió n, la persuasió n y los
otros métodos que agregan algo para modificar la imagen de la personalidad; en cambio el psicoaná lisis,
como la escultura, saca lo que está de má s para que surja la estatua que dormía en el má rmol. Esta es la
diferencia sustancial entre los métodos anteriores y posteriores a Freud.  
 Para que la trasferencia surja claramente y pueda analizarse, decía Freud en 1912, el analista debe
ocupar el lugar de un espejo que só lo refleja lo que le es mostrado (hoy diríamos lo que el paciente le
proyecta). Se comprende la coherencia que hay en este punto entre teoría y técnica; el médico no debe
mostrar nada de sí: sin dejarse envolver en las redes de la trasferencia, se limitará a devolver al paciente
lo que él ha colocado sobre el terso espejo de su técnica. Por esto dice Freud (1915a) al estudiar el amor
de trasferencia, que el aná lisis debe desarrollarse en abstinencia, y esto sanciona el cambio sustancial de
la técnica en la segunda década del siglo. Si no existiera una teoría de la trasferencia, no tendrían razó n
de ser estos consejos, del todo innecesarios en el método catá rtico o en el primitivo psicoaná lisis de la
coerció n asociativa. Vemos aquí pues, nuevamente, esta singular interacció n entre teoría y técnica que
señ alamos como específica del psicoaná lisis. 

Teoría, técnica y ética.

 Freud dijo muchas veces que el psicoanálisis es una teoría de la personalidad, un método de
psicoterapia y un instrumento de investigación científica, queriendo señ alar que por una condició n
especial, intrínseca de esta disciplina, el método investigació n coincide con el procedimiento curativo,
porque a medida que uno se conoce a sí mismo puede modificar su personalidad, esto es, curarse. 
 Esta circunstancia no só lo vale como un principio filosó fico sino que es también un hecho empírico de la
investigació n freudiana. Podría no haber sido así; pero, de hecho, el gran hallazgo de Freud consiste en
que descubriendo determinadas situaciones (traumas, recuerdos o conflictos) los síntomas de la
enfermedad se modifican y la personalidad se enriquece, se amplia y se reorganiza. 
 Así como hay una correlación estricta de la teoría psicoanalítica con la técnica y con la
investigación, también se da en el psicoanálisis, en forma singular, la relación entre la técnica y la
ética. Hasta puede decirse que la ética es una parte de la técnica o, de otra forma, que lo que da
coherencia y sentido a las normas técnicas del psicoaná lisis es su raíz ética. La ética se integra en la
teoría científica del psicoanálisis no como una simple aspiración moral sino como una necesidad
de su praxis.
 Las fallas de ética del psicoanalista revierten ineludiblemente en falencias de la técnica, ya que sus
principios bá sicos, especialmente los que configuran el encuadre, se sustentan en la concepció n ética de
una relació n de igualdad, respeto y bú squeda de la verdad. 
La disociación entre la teoría y la praxis, lamentable siempre, en psicoanálisis lo es doblemente
porque daña nuestro instrumento de trabajo. En otras disciplinas es hasta cierto punto factible mantener
una disociació n entre la profesió n y la vida, pero esto le resulta imposible al analista. Nadie va a pretender
que el analista no tenga fallas, debilidades, dobleces o disociaciones, pero sí que pueda aceptarlas en su fuero
interno por consideració n al método, a la verdad y al enfermo. Es que el analista tiene como instrumento
de trabajo su propio inconciente, su propia personalidad; y de ahí que la relación de la técnica con la
ética se haga tan apremiante e indisoluble.
 Uno de los principios que nos propuso Freud, y que es a la vez técnico, teórico y ético, es que no
debemos ceder al furor curandis; y hoy sabemos sin lugar a dudas que el furor curandis es un
problema de contratrasferencia. Este principio, sin embargo, no viene a modificar lo que acabo de decir,
porque no hay que perder de vista que Freud nos previene del furor curandis, diferente del deseo de
curar en cuanto significa cumplir con nuestra tarea.  El tema del furor curandis nos vuelve al de la
ética, porque la prevención de Freud no es más que una aplicación de un principio más general, la
regla de abstinencia. Esta regla se puede entender de muchas formas; pero, de todos modos, nadie
dudará de que Freud ha querido decir que el analista no puede darle al paciente satisfacciones directas,
porque en cuanto este las logra el proceso se detiene, se desvía, se pervierte. En otros términos, podría
decirse que la satisfacción directa quita al paciente la capacidad de simbolizar. Ahora bien, la regla
de abstinencia, que para el análisis es un recurso técnico, para el analista es una norma ética. 
 Desde el punto de vista del analista, lo que el analizado dice son sólo asociaciones, cumplen la regla
fundamental; y lo que asocia sólo puede ser considerado como un informe pertinente a su caso. Lo
que acabamos de decir abarca el problema del secreto profesional y lo redefine en una forma más
estricta y rigurosa, en cuanto pasa a ser para el analista un aspecto de la regla de abstinencia. En la
medida que el analista no puede tomar lo que dice el analizado sino como material, en realidad
este nunca le informa nada; nada que haya dicho el paciente puede el analista decir que ha sido
dicho, porque el analizado sólo ha dado su material. Y material es, por definición, lo que nos
informa sobre el mundo interno del paciente. 
 La atención flotante implica recibir en la misma forma todas las asociaciones del enfermo; y en
cuanto el analista pretende obtener de ellas alguna informació n que no sea pertinente a la situació n
analítica está funcionando mal, se ha trasformado en un niñ o (cuando no en un perverso) escoptofilia. La
experiencia muestra, además, que cuando la atención flotante se perturba es que está operando,
en general, alguna proyección del analizado. Lo que acabo de exponer no es só lo un principio técnico
y ético sino también una saludable medida de higiene mental, de protecció n para el analista. 
 Como dice Freud en «Sobre el psicoaná lisis "silvestre” » (1910/:), no tenemos derecho a juzgar a
nuestros colegas y en general a terceros a través de las afirmaciones de los pacientes, que debemos
escuchar siempre con una benevolente duda critica. En otras palabras, y esto es rigurosamente ló gico,
todo lo que dice el paciente son sus opiniones y no los hechos. No se me oculta lo difícil que es
establecer y mantener esta actitud en la práctica, pero pienso que en la medida que lo
comprendemos nos es más fácil cumplirlo. La norma fundamental es, otra vez, la regla de
abstinencia: en cuanto una información no viola la regla de abstinencia es pertinente y es
simplemente material; si no es así, la regla de abstinencia ha sido transgredida. A veces, es sólo el
sentimiento del analista, y en última instancia su contratrasferencia, lo que puede ayudarlo en
esta difícil discriminación.

Á vila Espada, A. (2013). 


Se formulan once premisas para la revisió n de la técnica de la psicoterapia psicoanalítica.
1. El psicoanálisis ha tendido a sustituir a la “persona” (intrínsecamente social) por “lo
inconsciente” (la metáfora de lo intrapsíquico). En consecuencia ha configurado un escenario de
“analista” y “analizando” en el que se pierde lo esencial de la naturaleza humana: la intersubjetividad. 
2.  Psicoterapia (psicoanalítica) y Psicoanálisis no son "tratamientos alternativos entre sí” ni
tampoco diferentes per se. Lo analítico surge (o no) en el contexto de la relació n terapéutica. El clínico
inicia un "Proceso terapéutico", bien intencionado pero inicialmente “ciego” porque no puede reducir la
persona a su supuesta “enfermedad”, y no puede decidir de manera cerrada qué ayuda necesita el otro.
La actitud clínica puede incluir diferentes niveles de acció n y estrategias de ayuda y para la promoció n
del cambio personal. Que el encuentro clínico tenga calidad analítica depende de que las personas
implicadas se abran a la autoexploració n y descubrimiento, a la experiencia de nuevas calidades de
vínculos (con uno mismo y con los otros), manifestá ndose como mayor (auto) reflexividad y
mentalizació n de má s calidad, construyendo narrativas má s abiertas y creativas para la propia
experiencia cambiante a través de los entornos vinculares co‐creados. Que tenga propiedades
terapéuticas es una de las consecuencias de facetas de todo lo anterior. No son dos formas diferentes de
intervenció n ni de fenomenología de la relació n, sino dos posibilidades de acció n y experiencia entre la
persona que es el clínico y la persona que pide ayuda.
3. El criterio de valor de una teoría no es el "Método" que usa (p.e. “científico”) sino la potencialidad
para hacer planteamientos, preguntas, describir fenómenos aun no bien conocidos, o proponer
explicaciones aún no demostradas. No podemos conocer la subjetividad humana, solo podemos
aproximarnos a una verdad de experiencia en la que participamos subjetivamente, y que cambia siempre
con cada sujeto. 
4. La técnica en psicoterapia (psicoanálisis) no es un procedimiento o saber instrumental. Es
inevitablemente subjetiva. El legado de experiencia (personal y transgeneracional) que cada uno ha
recibido y conformado en su vida, incluida su formació n clínica, es la base sobre la que se asienta todo
planteamiento técnico. Es decir, llevamos a cabo un tratamiento diferente con cada paciente diferente, y
en cada momento de experiencia y resonancia subjetiva de nuestra participació n como seres totales. La
imposibilidad de definir la técnica como tecnología, no impide que el acerbo de conocimiento que se
destila de generaciones de clínicos se pierda, pero no debemos “fijarla” y convertirla en un recetario de
estrategias, tá cticas y técnicas‐ herramienta. Allá donde esperamos usar la técnica, habremos de
encontrar la ética. 
5. La participación y el compromiso con el otro que sufre excluye toda ilusión de neutralidad, que
resulta ser un artefacto que si intentamos adaptarnos a él, dificulta notablemente nuestra tarea.
Si no es posible que seamos neutrales, abstinentes, anó nimos cobra entonces mayor significació n el
compromiso ético implicado en la indagació n empá tico‐introspectiva (Kohut, 1986), el espíritu de
indagació n (Lichtenberg, Lachmann y Fosshage, 2002), la investigació n detallada (Sullivan, 1959;
Levenson, 1972, 1983), la responsividad ó ptima (Bacal, 1998) y la mutualidad (Mitchell, 1993; Aron,
1996), planteamientos en los que el terapeuta (analista) se sabe presente, implicado y participante, pero
está a disposició n del otro aunque procure no perder la conexió n consigo mismo. Constatamos de paso,
que los dispositivos facilitadores de la neutralidad, como el divá n, han perdido su privilegiada posició n,
dando paso a escenarios mú ltiples y menos ritualizados, donde todas las facetas de la expresió n
comunicacional bidireccional entre paciente y analista son relevantes y pertinentes, incluida la acció n
espontá nea, la improvisació n y el juego.
6. Un terapeuta responsable y agente promueve un paciente responsable y agente
7. En el cambio (terapéutico), usamos la "dependencia para el crecimiento" (Winnicott, 1971).
Crecer es apoyarse en el Otro que nos sostiene, y a la vez nos brinda espacio para explorar
nuestras limitadas pero posibles capacidades de crecimiento y exploración, conociendo(se) con el
Otro. 
8. Construimos subjetividad “desmarcándonos” de los marcos de referencia que nos vienen dados.
Mucha de nuestra tarea como clínicos del sufrimiento humano consiste en dar lugar a un “espacio
potencial” donde a la vez contener la angustia ante la incertidumbre y sostener la generatividad derivada
de nuestra esperanza en el Otro y en uno mismo. La experiencia de la psicoterapia (psicoaná lisis) implica
la paradoja de requerir un marco definido (o encuadre) donde habitar la experiencia, y a la vez
desdibujar las coordenadas de cuá l es la direcció n deseable del cambio o sus manifestaciones.
9. Cambiar es un proceso ilimitado, lo que no implica que la participación activa del terapeuta lo sea.
Continuidad de experiencia ‐duradera, constancia vincular, trabajo participativo conjunto, configuran los
ejes de un proceso de cambio significativo. Por ello la "Larga duració n" es habitualmente necesaria como
posibilidad, no como prescripció n El terapeuta (analista) no es la garantía ni el ingrediente principal del
proceso de cambio, puede ser su “catalizador”. 
10. Resulta trascendental sentir la experiencia de descubrimiento que implica (re) conocer que el
estado mental de mi cuidador no es "mi" estado mental (como nos mostró Sullivan), y que en
consecuencia podemos expresar nuestras emociones como “agentes” sin priorizar la
equilibración de nuestros otros significativos. 
11. El potencial de cambio del ser humano es a la vez infinito y muy limitado. 

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