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Mònica Erika Pèrez Piña

Noviembre 2022.

El discurso filosófico de la modernidad, Jürgen Habermas.

Capítulo 1 “La modernidad: su conciencia del tiempo y su necesidad de


autocercioramiento”

Los procesos de aprendizaje implican la movilización y problematización de


conocimientos culturales, morales, teóricos, prácticos etc. (Habermas, 1989. pp.
11). La construcción cultural desarrollada en las sociedades y por ende en el
ámbito educativo se genera en mayor parte por presión social. Es decir, las ideas
y pensamientos que generalmente desarrollan las personas son influidas por
otros factores que determinan en la forma de vivir de los individuos y sobre todo
moldean sus formas de percibir y comprender el mundo.

Esta hegemonía que las clases o culturas dominantes aplican sobre las
sociedades es asegurada a través de la producción de símbolos,
representaciones y prácticas de vida social. Estas culturas proporcionan
conceptos, categorías, imágenes e ideas a la gente, para que ésta construya del
mundo un sentido social y político, en conveniencia a las clases sociales
dominantes. Esta dominación, a la vez, es producto de la ignorancia de las
personas que únicamente se creen capaces de cerrar los ojos a lo que horrorizada
mente no quieren conocer.

La constante transformación de procesos estructuras sociales exige la


reorganización administrativa de los núcleos educativos. Incluso la
reestructuración de la identidad propia en sentido del reconocimiento laboral, en
este caso del docente en pos de la modernidad. (Habermas, 1989. pp. 13). La
pedagogía crítica, está en contra de esta hegemonía. En donde a los
conformadores de cada sociedad se le ha otorgado la negación de su propia
personalidad, libertad y humanidad. “El campo educativo es la apertura al poder
de transformación individual y colectiva en una sociedad democrática”. La
pedagogía crítica pretende proporcionar a maestros e investigadores mejores
medios para comprender el papel que desempeñan en realidad las escuelas. La
transformación de la sociedad.

“Para lograr una transformación social, es necesario primero generar una


transformación individua consciente”. La constante transformación de procesos
estructuras sociales exige la reorganización administrativa de los núcleos
educativos. Incluso la reestructuración de la identidad propia en sentido del
reconocimiento laboral, en este caso del docente en pos de la modernidad.
(Habermas, 1989. pp. 20).

Si el docente interiormente no es consciente de lo que pasa fuera y dentro de la


enseñanza, de los factores que influyen en ésta ¿Cómo puede lograr una
conciencia en su exterior? En cambio, si el docente es consciente de lo que
sucede dentro y fuera de sí, quizá pueda crear soluciones. Según la pedagogía
crítica, si el educador se encuentra intelectualmente armado podrá construir una
percepción critica, analítica y reflexiva de la realidad que vive cada educando,
impidiendo caer en la heterogeneidad”. La opresión que genera el docente hacia
los alumnos al imponer ciertas ideas, creencias e indicaciones, sin tomar en
cuenta sus necesidades al mismo tiempo genera resistencia de los alumnos hacia
el docente. Esto dificulta hacer de los alumnos unos ciudadanos críticos, capaces
de pensar dialécticamente. (Habermas, 1989. pp. 21).

Pensar dialécticamente es hacer buscar en los alumnos sus propias


contradicciones bajo las cuales crea sus propios conocimientos, de tal forma que
al ir descubriendo estas contradicciones requieran generar nuevos pensamientos
constructivos. Fomentar en los individuos principalmente la reflexión, cambiando
esquemas y acciones. Generar en los alumnos la construcción de conocimientos
críticos, relevantes y sobre todo transformadores.

El educador crítico aprueba ideas dialécticas que reconocen los problemas de la


sociedad como más que simples hechos aislados de los individuos o estructuras
sociales. Pretende crear las condiciones bajo las cuales la irracionalidad, la
dominación y la opresión puedan ser transformadas y superadas por la acción
deliberada y colectiva, asentando fundamentos para la justicia e igualdad.
Las diversas culturas que las personas van adoptando a través de su historia,
reflejan los modos en que éstas se han ido adaptando a la organización de las
relaciones sociales bajo las cuales se desarrollan, así como las diferentes formas
de percibir y definir las realidades, de pensar sobre el mundo, de interpretarlo y de
expresarlo. En esta forma de interpretar al mundo siempre han de influir las
costumbres, normas, vestimenta, religión, rituales, y creencias que históricamente
han sido impuestas en las sociedades. Estas ideologías con las que
históricamente las personas se van desarrollando es lo que al mismo tiempo va
reproduciendo su cultura actual. (Habermas, 1989. pp. 24).

Cita bibliográfica

J. Habermas (1989). El discurso filosófico de la modernidad. Taurus


Humanidades. pp. 462

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