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TEMA 10.

LA GUERRA COLONIAL Y LA CRISIS DE 1898

1. INTRODUCCIÓN
A fines del XIX España aún era una potencia colonial por la situación de sus territorios (no por su
extensión), poseyendo en América dos islas clave del área antillana: Cuba y Puerto Rico. Además, su
posición peninsular junto a las plazas norteafricanas de Ceuta y Melilla, le permitía el control del
estrecho de Gibraltar. Añadido a ello, también poseía algunos territorios en la costa atlántica africana:
Río de Oro y Guinea; así como el archipiélago de las Filipinas y los pequeños grupos de las Islas
Marianas, Palaos y Carolinas en el Pacífico.

De ellos, Cuba era la que concentraba los mayores intereses económicos en torno a la producción de
azúcar, cacao y otros cultivos tropicales. Su negocio estaba en manos de peninsulares, pero también
había contribuido a formar una burguesía criolla próspera y culta (sacarocracia), que comenzaba a
ver en España un estorbo para la soberanía nacional y sus intereses particulares. Por su parte, Puerto
Rico presentaba rasgos muy similares a los cubanos, con una economía basada en la agricultura de
exportación. En el caso filipino, la población española era escasa y los capitales invertidos poco
relevantes, manteniendo la soberanía por la fuerza militar y las órdenes religiosas. Aquí el interés se
fundamentaba en que las islas podrían servir de base para el mercado continental asiático. Respecto
a los archipiélagos de Carolinas, Marianas y Palaos, su situación los hacían interesantes como bases
de aprovisionamiento para diversas rutas hacia Asia.

Con todo, la crisis del 98, motivada por la pérdida de estas colonias (salvo las africanas), supone el
comienzo del fin del sistema de la Restauración, propiciado desde el punto de vista político y moral.
Ésta estalló durante la regencia de María Cristina, dando el resquebrajamiento de las bases del sistema
y planteando la necesidad de regenerar la vida política y social del país. Además, se inserta en el
contexto internacional de fines del XIX, cuando las principales potencias económicas protagonizaban
la carrera colonial que conformó sus inmensos imperios, principalmente en África y Asia. Asimismo,
EE.UU. desarrolló su política imperialista dirigida hacia el continente americano y el Pacífico, bajo
la doctrina Monroe (“América para los americanos”). Ésta se negaba a cualquier intromisión europea
en América, por lo que su intervención en 1898 en la independencia de las colonias españolas se
explica por su intención de querer controlar Cuba y Puerto Rico.

2. LA GUERRA EN ULTRAMAR
Dada la importancia de los hechos, dividiremos el apartado entre las contiendas cubana y filipina, sin
dejar de lado la situación puertorriqueña.

-El Conflicto Cubano.


-Antecedentes y causas. En 1868 y coincidente con la Revolución de la Gloriosa, se produjo la
insurrección cubana, promovida por la burguesía criolla. Ésta perseguía la democracia y un amplio
programa de derechos (al igual que los revolucionarios peninsulares); pero también la autonomía
isleña dentro de un proyecto federalista, participación criolla en el gobierno cubano, libertad
comercial y abolición de la esclavitud. Los estadounidenses, quienes habían intentado comprar la isla
desde 1843, hicieron una nueva oferta en 1869 y ante la negativa, ayudaron a los insurgentes con
armas y dinero, por lo que el conflicto se prolongó durante la Guerra de los 10 Años (1868-1878),
persistiendo desde el Sexenio Revolucionario hasta el inicio de la Restauración.

Acabada la Tercera Guerra Carlista, Cánovas envió a Cuba al general Martínez Campos, quien logró
la Paz del Zanjón (1878). Ésta imponía una capitulación sin condiciones de las tropas cubanas, sin
garantizar ninguno de los objetivos de la guerra; pero prometía amnistía, abolición de la esclavitud y
representación en las Cortes.
Al hilo de esto, en Cuba apareció el juego político con el Partido Liberal Autonomista, fundado en
1878 por miembros de la burguesía local, que abogaban por la autonomía, representación en las
Cortes y reformas económicas. Para contrarrestarlo se creó el Partido de la Unión Constitucional
(1878-1898), compuesto por mayoría de peninsulares y defendiendo una unión más fuerte entre la
isla y la península. No obstante, algunos de sus componentes evolucionaron ideológicamente y se
separaron creando el Partido Reformista (1893).

Tras la Paz de Zanjón los cubanos albergaron esperanzas de reformas por parte de España (igualdad
de derechos políticos, participación en el gobierno isleño y cumplimento de las promesas dadas), pero
éstas nunca llegaron por la oposición de los grandes propietarios, negreros y comerciantes
peninsulares. Así, se produjo la Guerra Chiquita (1879-1880), iniciada por algunos líderes cubanos y
la sublevación de los “mambises” (guerrilleros), siendo sofocada por el ejército español, debido a su
superioridad y la falta de apoyos y escasez de armamento cubanos.

Algunas de las peticiones cubanas se cumplieron, pues en 1880 las Cortes aceptaron una
representación de diputados cubanos y en 1888 Sagasta abolió formalmente la esclavitud. En 1893,
Antonio Maura, ministro de Ultramar, propuso un proyecto de autonomía que se rechazó al considerar
que atentaba contra la unidad nacional. Así, cuando en 1895 se concedió una ley autonómica, ya era
demasiado tarde, los cubanos no la aceptaron y al poco estalló la sublevación. Por tanto, la
incapacidad de la Administración para introducir reformas en la isla estimuló los deseos de
emancipación, y la maduración del movimiento independentista hizo que ganase posiciones frente al
autonomismo.

No obstante, el retraso de concesiones y autonomía venía impuesto por la fuerte política


proteccionista comercial sobre Cuba, alentada por los propietarios de plantaciones y comerciantes
peninsulares, que no querían perder sus ingresos. Además, la incapacidad económica española para
abastecer de manufacturas a Cuba (debido a su atraso industrial) y para absorber plenamente su
producción de azúcar y otros productos, propició que EE.UU. suministrase recursos a la isla y
obtuviese el resto de la producción.

En este sentido, en 1891 el gobierno español aumentó los aranceles para las importaciones no
españolas a Cuba (arancel Cánovas), dificultando el comercio de productos estadounidenses. Para
1894 EE.UU. había adquirido el 88,1% de las exportaciones cubanas, pero sólo se beneficiaba del
32% de sus importaciones, por lo que protestó ante la situación y amenazó con cerrar las puertas al
mercado cubano, si España no modificaba su política arancelaria. Así se inició el respaldo
propagandístico y armamentístico estadounidense.

Mientras, en la isla crecía el sentimiento patriótico y en 1892, el intelectual José Martí fundó el Partido
Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era alcanzar la independencia. Éste consiguió inmediatamente
el apoyo de EE.UU., así como progresivamente el de antiguos caudillos revolucionarios y guerrilleros,
quienes habían participado en la Guerra de los 10 Años y se habían negado a los acuerdos de Zanjón
(Máximo Gómez, Antonio Maceo y Calixto García).

-La Tercera Guerra de Cuba. En 1895 se produjo el Grito de Baire, dando lugar a un levantamiento
generalizado en Cuba, dirigido por el Partido Revolucionario Cubano. La rebelión empezó en las
sierras orientales de la isla, propagándose pronto a Santiago de Cuba y después a la zona occidental
isleña y La Habana. Martínez Campos fue enviado con nuevos contingentes para iniciar
conversaciones con los insurrectos, pero la vía diplomática fracasó y comenzó la ofensiva, favorable
para los cubanos, dada su estrategia de guerrillas contra el ejército español.

Ante esto, en 1896 el general Valeriano Weyler relevó a Martínez Campos, por deseo de Cánovas, e
inició una férrea represión:
·Política de Reconcentración: reunión de la población civil rural en zonas especiales bien controladas,
de las que no estaba permitido salir bajo amenaza de muerte, para evitar su contacto con los
guerrilleros.
·Estrategia de Trochas: dividió la isla en compartimentos estancos, separados por líneas fortificadas
de mar a mar, que incomunicaban los reductos rebeldes y permitían ir reduciéndolos uno a uno.

Con todo, la guerra fue desigual, pues los españoles tuvieron más de 200.000 efectivos muy
superiores a los mambises quienes, aunque potencialmente eran numerosos, no poseían armas y
municiones para todos. Los españoles también disponían de mandos cualificados y equipamiento,
además del control de las ciudades y principales vías de comunicación. Sin embargo, combatían en
territorio selvático (la manigua), hostil y de visibilidad reducida, en un clima insano para ellos. Así,
fueron más las bajas por enfermedad del ejército español, que las producidas por la guerra; mientras,
los guerrilleros conocían el terreno, estaban habituados al clima y la selva, y su aprovisionamiento de
armas y municiones estaba garantizado por parte de EE.UU.

En 1897, con el asesinato de Cánovas y el fracaso de la vía represiva de Weyler, el gobierno de Sagasta
lo destituyó y trató un nuevo acercamiento diplomático mandando al general Blanco. La estrategia de
conciliación decretó la autonomía de Cuba, igualdad de derechos entre insulares y peninsulares,
autonomía arancelaria y el sufragio universal masculino. Pero las reformas llegaron demasiado tarde
y los independentistas no aceptaron y continuaron luchando.

-La intervención de EE.UU. Hasta la llegada a la presidencia del republicano William McKinley
(1896-1901), EE.UU. había evitado la intervención directa, limitándose a suministrar armas y
municiones a los independentistas. Desde entonces el contacto entre los líderes cubanos y el gobierno
estadounidense se estrechó; al tiempo que la prensa, sobre todo las poderosas cadenas Pulitzer y
Hearst, subvencionadas por las compañías azucareras, iniciaron una campaña para mover a la opinión
pública estadounidense a favor de la intervención militar en Cuba.

Así, con el pretexto de proteger los intereses de los ciudadanos, el 25 de enero de 1898 el acorazado
Maine fondeó en la bahía de La Habana, siendo explosionado y hundido con la mayor parte de su
tripulación el 15 de febrero. Los estadounidenses nombraron una comisión investigadora para
averiguar las causas del suceso y ésta determinó que se había hundido a consecuencia de una mina o
torpedo procedente del exterior. Sin embargo, la comisión española defendió que la explosión había
sido interna, hipótesis más veraz y actualmente comprobada.

En cualquier caso, todo ello predispuso a la opinión estadounidense al conflicto, pues la prensa
sensacionalista no esperó los resultados de la investigación, y se apresuraron a publicar que el
hundimiento se había debido a un artefacto secreto del enemigo. McKinley propuso un ultimátum en
el que se exigía a España la retirada inmediata de la isla y su venta por 1 millón de dólares, o la guerra.
Sagasta, tras la consulta a la regente María Cristina, no lo aceptó y amenazó a EE.UU. con la guerra
si invadía Cuba, a pesar de conocer la inferioridad militar española.

Así, en 1898 comenzó la Guerra Hispano-Estadounidense. La escuadra del almirante Cervera fue
derrotada en la batalla de Santiago de Cuba, donde sus antiguos navíos se enfrentaron con acorazados
modernos. Perdido el dominio marítimo, la resistencia terrestre era inútil, pues la enfermedad se había
cebado con los españoles y sólo quedaban 62.000 soldados. EE.UU. atacó por la zona peor defendida,
en torno a Santiago, y la derrota fue rápida y aplastante.

-El Conflicto Filipino.


En el caso de este archipiélago, la población española era escasa y la presencia militar débil, si bien
existía un gran número de misioneros. Ello se debía a los menores intereses económicos, teniendo
sólo en cuenta la producción de tabaco y su potencial para el mercado asiático.
No obstante, a lo largo del periodo hubo un aumento del sentimiento patriótico (alentado también por
los intereses de EE.UU.) y se desarrolló un movimiento nacionalista más tardío, que tomó impulso
con la apertura del Canal de Suez. Así, en 1892 José Rizal fundó la Liga Filipina, que defendía la
expulsión de los españoles y las órdenes religiosas, así como la confiscación de sus latifundios para
lograr la independencia efectiva. También se creó la sociedad secreta del Katipunán, que apoyaba a
la Liga. Ambas contaban con una base social compuesta por la burguesía mestiza hispanohablante y
los grupos indígenas.

En 1896 se inició una rebelión que dio lugar a la Guerra de Filipinas (1896-1898), cuyo levantamiento
fue promovido por la Liga Filipina y el Katipunán. Para sofocarla, el general Polavieja reprimió
duramente la rebelión y fusiló a Rizal, que fue sustituido por Emilio Aguinaldo en el movimiento
independentista.

En 1897, el gobierno de Sagasta nombró al general Fernando Primo de Rivera (tío de Miguel Primo
de Rivera), que promovió la negociación con los jefes insurrectos, logrando una pacificación
momentánea. Sin embargo, con el inicio de la Guerra Hispano-Estadounidense, EE.UU. atacó
primero a Filipinas con su moderna escuadra, abastecida por los ingleses en Hong Kong. Ésta destrozó
con facilidad a la vieja armada de madera, a cargo del almirante Montojo, en la batalla de Cavite
(Bahía de Manila, Filipinas).

-El Caso Puertorriqueño.


En Puerto Rico se produjo un proceso similar al cubano durante el principio del Sexenio
Revolucionario. El movimiento iniciado con el Grito de Lares fue una insurrección armada, liderada
por Manuel Rojas en septiembre de 1868, que sólo consiguió la abolición de la esclavitud en 1873,
durante la I República.

Controlado el alzamiento con rapidez, la isla vivió varias reformas políticas hasta fines del XIX. La
lucha por la autonomía llegó casi a alcanzar su propósito en noviembre de 1897, cuando se aprobó la
Carta Autonómica que concedía un amplio autogobierno a la isla. Pero con la Guerra Hispano-
Estadounidense, EE.UU. ocupó Puerto Rico el 25 de julio de 1898.

-La Cesión Colonial y su Venta.


El 26 de julio de 1898 España pidió la paz a EE.UU. y en diciembre se firmó la Paz de París, donde
España reconoció la independencia de Cuba y cedió Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a EE.UU.,
que pasaron a ser protectorados. Así, EE.UU. lograba su objetivo de extenderse por el Caribe y el
Pacífico, mientras se producía la repatriación de muchos españoles.

Por su parte, el resto de las posesiones españolas: las Islas Marianas, Palaos y Carolinas, fueron
vendidas a Alemania en 1899 por 25 millones de marcos.

3. LAS CONSECUENCIAS DEL DESASTRE DEL 98


El Desastre del 98 comportó diversas repercusiones, dando lugar a una crisis de envergadura en
distintos ámbitos:

-Humano. El Desastre fue un gran drama que comportó notables pérdidas, en su mayoría soldados de
reemplazo que no podían pagar su redención. Éstos llegaban a Cuba sin entrenamiento ni adaptación
ambiental, muriendo unos 60.000 durante la guerra, de los que menos del 5% fueron en combate. El
resto murió por enfermedades tropicales. Asimismo, miles de jóvenes fueron heridos, mutilados o
enfermos para siempre, condenados a vivir en la marginación y mendicidad.
Esto causó un fuerte impacto moral e ideológico en la sociedad, a la vez que la derrota sumió a la
clase política y la sociedad españolas en una frustración por la destrucción del mito del Imperio
Español. La visión de una España moribunda con un ejército ineficaz y un sistema político corrupto
e incompetente, caló en la opinión pública animada por la prensa extranjera.

-Militar. A la hora de buscar culpables para el desastre, el ejército fue considerado el primero,
aumentando más el antimilitarismo con la llegada de miles de soldados repatriados en pésimas
condiciones de salud. En los meses siguientes se organizaron Tribunales de honor y Consejos de
guerra para depurar responsabilidades entre los mandos militares, por algunos hechos bélicos o para
aclarar actuaciones deshonrosas. Predominaron las absoluciones, pero las pequeñas condenas
minaron la moral del ejército.

En respuesta al antimilitarismo, una profunda ola de victimismo inundó los cuarteles, considerándose
los militares traicionados y humillados por el poder político. Así, dentro del ejército fue tomando
cuerpo el corporativismo y convencimiento de que debían tener mayor presencia y protagonismo en
la vida política. Respondieron al desdén social con hostilidad y suspicacia hacia todo lo civil, político
y parlamentario.

-Económico. A raíz del desastre no se produjo una fuerte crisis económica, a pesar de la pérdida de
los mercados coloniales protegidos y de la deuda causada por la guerra. A corto plazo, la desaparición
de los mercados coloniales perjudicó a las exportaciones textiles catalanas, harineras castellanas, la
pequeña maquinaria y otros productos; encareciendo los bienes importados de las antiguas colonias.

Pese a todo, la crisis se superó con rapidez y a inicios del XX las estadísticas muestran una inflación
baja, reducción de la deuda pública y una considerable inversión de los capitales repatriados, que
estimularon la creación de nuevos bancos y empresas: el Hispano-Americano, Vizcaya o Banesto;
Altos Hornos de Vizcaya, Papelera Española o Azucarera Española. Además, el ministro Fernández
Villaverde reformó la hacienda, incrementando la presión fiscal para subir la recaudación. A medio y
largo plazo la crisis fue favorable, pues obligó a una cierta renovación de la estructura productiva,
fomentando el crecimiento de la producción industrial y el cambio energético (electricidad).

-Político. A pesar de la envergadura del desastre, no hubo una gran crisis política, pues el sistema de
la Restauración sobrevivió continuando el turnismo. Sin embargo, sí que desgastó a la clase política
y aceleró el relevo generacional de los principales partidos, donde los nuevos gobernantes intentaron
aplicar las ideas del Regeneracionismo.

En 1899 María Crsitina entregó su confianza al nuevo líder del Partido Liberal Conservador,
Francisco Silvela, quien convocó elecciones y en cuyo equipo se hallaba Polavieja. El gobierno inició
una cierta regeneración desde arriba, admitiendo nuevas figuras y propulsando una política reformista
con proyectos de descentralización administrativa, nuevas cargas fiscales (Villaverde), etc.
Asimismo, desde la Unión Nacional, Santiago Alba y Joaquín Costa influirían en las Cámaras de
Comercio y la Liga Nacional de Productores.

Con la llegada de Alfonso XIII (1902-1931) comenzó la desintegración de la Restauración, pues la


política reformista continuó, pero no realizó modificaciones profundas, sino que dejó que el sistema
siguiese funcionando con cambios mínimos.

El nuevo líder del Partido Liberal Conservador fue Antonio Maura (1907-1910), con un programa de
gobierno de corte regeneracionista:
·Ley de Administración Local, para acabar con el caciquismo y favorecer la representatividad de las
clases medias rurales y urbanas; y el proyecto de creación de mancomunidades, que no se aprobó.
Sin embargo, el gobierno caerá a raíz de los sucesos de Melilla y la Semana Trágica de Barcelona.
Debido al reparto colonial, España logró mayor presencia en la zona norteafricana marroquí,
empezando a construir un ferrocarril entre Melilla y las minas de Beni Bu Ifrur, pero sus obreros
fueron atacados en julio de 1909 por las cabilas opositoras a la penetración extranjera. El gobierno
decretó el envío de las Brigadas Mixtas de Cataluña, Madrid y el Campo de Gibraltar para acabar con
la rebelión rifeña. Pero incluyó en la orden de movilización a los reservistas, medida muy mal acogida
por las clases populares, pues no podían pagar el canon de redención, pues en su mayoría eran padres
de familia de clase obrera.

Derivado de ello, los sindicatos convocaron una huelga general, especialmente álgida en Barcelona,
donde se desató el anticlericalismo y antimilitarismo, habiendo incidentes graves en el embarco de
tropas. Posteriormente, el desastre del Barranco del Lobo (1.200 bajas), coincidió con la
radicalización de las protestas y el enfrentamiento entre huelguistas, policía y ejército. No obstante,
la represión realizada fue aún mayor, con registros, detenciones, procesos, destierros y condenas a
muerte (Francisco Ferrer i Guardia); que provocaron protestas internacionales. Por tanto, Alfonso
XIII retiró a Maura; mientras que el resultado favoreció al crecimiento del nacionalismo, la
movilización obrera y el republicanismo.

Se dio paso al gobierno de José de Canalejas (1910-1912), líder del Partido Liberal Fusionista, que
morirá en un atentado anarquista en 1912. Éste intentó el Regeneracionismo interviniendo en materia
social con diferentes reformas:
·Ley de accidentes de trabajo, Cajas de Pensiones y Retiros, reducción de la jornada laboral,
regulación del trabajo infantil y femenino, descanso dominical, etc.
·Servicio militar obligatorio, supresión de los consumos, laicismo (ley del candado), Ley de
Mancomunidades (descentralización), etc.

Con todo, se entró en una fase de desintegración de los partidos dinásticos, con la parte conservadora
dirigida por Eduardo Dato y la liberal por Romanones y García Prieto, enlazados en un turnismo cada
vez más desprestigiado, hasta el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923. A su vez, cambiaron
las fuerzas antidinásticas, pues la Unión Republicana (1903) se dividió entre el Partido Radical de
Alejandro Lerroux y el Partido Reformista de Melquíades Álvarez. Por su parte, el movimiento obrero
creó la C.N.T. (1910) y la alianza electoral de la Conjunción Republicano-Socialista proporcionó al
P.S.O.E. su primer escaño (1910).

Asimismo, la crisis estimuló los nacionalismos, sobre todo en Cataluña y el País Vasco. Éstos habían
aparecido durante el periodo anterior de la Restauración debido a la uniformización y centralización
del Estado, para conservar o recuperar los particularismos institucionales. A todo ello contribuyó el
renacimiento cultural y acceso de las lenguas vernáculas a formas de expresión literaria, junto con
razones socioeconómicas y políticas.

En el caso catalán, la reacción a la política centralizadora de Cánovas fue la Renaixença, que motivó
el nacionalismo cristalizado en la Lliga Regionalista (1901, Cambó y Prat de la Riba). En 1914 se
creó la Mancomunidad Catalana durante el gobierno de Canalejas y en 1922 apareció un catalanismo
menos burgués, con el sindicato Unió de Rabassaires, fundado por Lluis Compayns, y el partido Estat
Catalá, fundado por Francesc Maciá. Del lado vasco, se originó en el Carlismo y en 1895 Sabino
Arana fundó el P.N.V., siendo una reacción a la inmigración por la industrialización (maketos), el
centralismo y la abolición foral.

-Ideológico. Fue el aspecto más importante, causando un fuerte impacto psicológico entre la
población, debido a la relegación de España como potencia decadente y secundaria. Ello se agudizó
por la prensa extranjera, que hablaba de España como país moribundo, de ejército ineficaz y clase
política corrupta e incompetente, una visión compartida por muchos españoles.
Con todo, surgió el Regeneracionismo, un movimiento intelectual y cultural que hunde sus raíces en
la Revolución de 1868 y su fracaso, donde los intelectuales vieron una ocasión perdida para
modernizar el país y empezaron a hablar de la necesidad de regenerarlo. Éstos se reunían en la
Institución Libre de Enseñanza, creada en 1876, por el abandono universitario de muchos catedráticos
al prohibirse la libertad de cátedra. Dicha institución estaba profundamente influida por el Krausismo
y fue la gran impulsora de la reforma de la educación en España, en cuya labor destacó Francisco
Giner de los Ríos (contacto directo con la Naturaleza, clases experimentales, gradualismo, laicidad).

En general, los intelectuales consideraron que la sociedad y la política estaban sobreinfluidas por la
doctrina católica, lo que no favorecía la modernización cultural ni el desarrollo científico. Uno de los
más activos fue Joaquín Costa (jurista, historiador y profesor de la Institución Libre de Enseñanza),
quien propugnaba el abandono del pasado glorioso, la modernización del ámbito socioeconómico y
la alfabetización de la población. A su vez, defendía el desmantelamiento del caciquismo, la
transparencia electoral y el abandono del turnismo; sintetizados en su obra Oligarquía y Caciquismo
como la forma actual de gobierno en España.

Por otro lado, los literatos y pensadores de la Generación del 98 analizaron el problema con un sentido
muy crítico y pesimista. Su preocupación común fue la de definir la identidad española en crisis,
sobresaliendo Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz “Azorín”, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu,
Antonio Machado y Ramón María del Valle-Inclán. Aunque de procedencias e ideologías
heterogéneas, todos confluyeron en denunciar el alejamiento entre la política y la realidad,
concienciando del atraso respecto a Europa y la necesidad de regeneración moral, social y cultural.

4. CONCLUSIÓN
El Desastre del 98 significó la caída de España internacionalmente y el fin del sistema de la
Restauración tal y como Cánovas lo diseñó, dando lugar a una nueva generación de políticos,
intelectuales, empresarios, activistas, etc.; que actuarán a lo largo del reinado de Alfonso XIII.

Si bien la pérdida colonial no provocó el cataclismo político por sí misma, los conflictos de ultramar
(y más aun el de Cuba), sí que aumentaron las tensiones que habían comenzado a minar el sistema
canovista, acelerando el despertar de una opinión pública incompatible con el turnismo. El cambio
político se hacía inevitable, pero el Regeneracionismo y su política reformista no dio modificaciones
profundas, continuándose con un sistema que seguía funcionando deficientemente.

Asimismo, el ejército fue acusado por parte de la opinión pública de tener gran responsabilidad en el
Desastre Colonial, creciendo el antimilitarismo en determinados sectores. A su vez, el ejército culpó
de todo a la ineficacia y corrupción de los políticos, encerrándose en sí mismo y adoptando posturas
más autoritarias, intransigentes y corporativistas. Así, comenzaron a reclamar una mayor presencia y
protagonismo en la vida política, que culminará con los golpes de Estado de Miguel Primo de Rivera
(1923) y Francisco Franco (1936).

Pero la mejor consecuencia del Desastre del 98 fue el surgimiento de una Edad de Plata de la cultura
española: la Generación del 98, que supuso un florecimiento del pensamiento, la literatura y las artes.

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