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A propósito de su
centenario”. Facultad de Derecho y Ciencias Políticas,
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, octubre, 1996.
Índice de contenido
I. INTRODUCCIÓN............................................................................................................2
II. CARACTERIZACIÓN DEL OBJETIVO DE LA HISTORIA........................................3
III. LA CONTRADICCIÓN ENTRE PARENTESCO Y FAMILIA..................................4
IV. LA MUJER, BASE DEL COMUNISMO PRIMITIVO...............................................7
V. LOS CONCEPTOS DE PERÍODO ÉTNICO Y CONDICIÓN SOCIAL.........................8
VI. PROPIEDAD PRIVADA Y REVOLUCIÓN...............................................................9
I. INTRODUCCIÓN
Engels no vaciló en afirmar que Morgan, investigando en América, había llegado a las
mismas conclusiones fundamentales que Marx; es decir, había descubierto por su cuenta
y a su modo la teoría materialista de la historia. Aunque, en su criterio, la
argumentación económica de Morgan era suficiente para los fines que este perseguía,
pero no para los suyos propios, por lo cual debió rehacerla por completo.
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Por esta razón, para referirme al texto de Engels, voy a hacerlo comparándolo con la
obra de Morgan, que no se limita a La sociedad primitiva, sino que comprende también
otros escritos de importancia, entre ellos Sistemas de afinidad y consanguinidad de la
familia humana, La Liga de los Ho-de’-no-sau-nee o Iroqueses —que Engels también
cita—, Casas y vida doméstica de los aborígenes americanos.
Las categorías que expresan las relaciones de esta sociedad [capitalista] y aseguran la
comprensión de sus estructuras, nos permiten al mismo tiempo entender la estructura y
las relaciones de producción de todas las sociedades pasadas [...] La anatomía del
hombre da la clave de la anatomía del mono (Marx 1971: 47).
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Una vez construyen las categorías de la sociedad capitalista, van hacia el pasado para
hallar sus gérmenes y entender el desarrollo de sus formas. Así ocurre, por ejemplo, con
la forma simple de expresión del valor, el trueque, cuya forma general es el dinero, y
con la mercancía misma.
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miniatura, todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y en
su Estado” (citado por Engels 1966: 216). De ahí que Engels (1974: 198-222) vea que la
monogamia “entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro”;
ella “es la forma celular de la sociedad civilizada, en la cual podemos estudiar ya la
naturaleza de las contradicciones y de los antagonismos que alcanzan su pleno
desarrollo en esta sociedad”.
De acuerdo con Morgan (1970a: 370-371), la familia es la base activa de la vida social
en las sociedades que estudió, en tanto que el parentesco surge de la familia y es pasivo,
pues se desarrolla con retraso respecto a ella. Hay así en el seno de la sociedad una
contradicción entre familia y parentesco, pues, cuando ha surgido ya una nueva forma
de familia, el parentesco todavía corresponde al tipo de familia anterior. Morgan
establece aquí una clara analogía con la relación que Marx y Engels encuentran entre
base económica y superestructura, aunque más adelante va a ir más allá de esta
apreciación.
De este modo, tanto en Morgan como en Engels hay un rompimiento anticipado con los
caminos que siguió luego la antropología, la cual se mueve en un dilema sin lograr
definirse entre ambos campos. Las corrientes estructuralistas y similares orientan su
estudio sobre el parentesco, dando a la familia un lugar mínimo en sus consideraciones,
cuando le dan alguno. Las funcionalistas, al contrario, se enfocan sobre la familia,
subvalorando por completo el parentesco. La visión de Engels y Morgan nos indica que
se hace necesario retomar ambos elementos de la vida social, confiriendo a cada uno su
lugar y dando un tratamiento correcto a las relaciones que existen entre ellos.
Morgan considera, y así lo hace también Engels, que la familia es la célula básica de la
vida social en las sociedades antiguas, pues constituye la unidad en cuyo seno se
presentan su producción y reproducción, en dos niveles: la producción de los medios de
existencia y la producción de la vida misma en la reproducción humana. Por eso “el
orden social en que viven los hombres en una época o en un país dados, está
condicionado por esas dos especies de producción: por el grado de desarrollo del
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trabajo, de una parte, y de la familia, de la otra” (Engels 1966: 169). Esta última es de
gran importancia, pues cuanto menor es el desarrollo de las fuerzas productivas (del
trabajo, dice Engels), “más restringida es la cantidad de sus productos, y, por
consiguiente, la riqueza de la sociedad, con tanto mayor fuerza se manifiesta la
influencia dominante de los lazos de parentesco sobre el régimen social” (Engels 1966:
169). Es decir que en esta época el ser humano mismo y su producción constituyen la
principal fuerza social. Sin que emplee explícitamente el concepto, resulta clara la
visión de las relaciones de parentesco como relaciones de producción y de la familia
como una fuerza productiva.
Además, agrega Morgan (1970b: 12), este escaso desarrollo de las fuerzas productivas
materiales hace del grupo de parientes la única defensa del ser humano ante un entorno
hostil, en especial frente a los animales de presa; por eso se precisa del sistema de
parentesco clasificatorio, que retiene a un amplio grupo de parientes alrededor de la
persona, en lugar de dispersarlos como hace el parentesco descriptivo. Lo cual no
implica que el tamaño de la familia pueda ser ilimitado, pues, al mismo tiempo, ese
mismo bajo nivel de las fuerzas productivas materiales en la economía doméstica fija
una extensión máxima de la comunidad familiar. El parentesco resulta ser así un
mecanismo de relación, de cooperación entre los humanos.
Cabe mencionar aquí que esta es también la concepción de los guambianos del Cauca,
quienes dicen que “el derecho nace de las cocinas” y muestran cómo a partir de ellas, de
ese centro de la vida que es el fogón, se desenrolla todo hasta llegar a la comunidad, esa
gran familia, y al territorio, esa gran casa, tal como ocurría también entre los iroqueses,
según nos cuenta Morgan (1962: 51-53).
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primitiva no es la familia aislada en el sentido moderno de la palabra, sino una
comunidad familiar”.
Cabe destacar aquí el papel que otorgan Morgan y Engels a la mujer en la vida social.
Como eje del hogar comunista en una sociedad de derecho materno, la mujer ocupa en
la vida de su grupo una posición central, privilegiada. Para Morgan, ella es la base de la
vida comunista en el ejercicio de su control sobre el almacén colectivo de cada vivienda
comunal, en la preparación y distribución de la comida, no solo para el grupo que habita
en su casa, sino para todo visitante, lo cual extiende la redistribución, en términos de la
“ley de la hospitalidad”, a círculos muy amplios más allá del grupo doméstico, a toda la
comunidad (Morgan 1965: 45-66).
La misma causa que había asegurado a la mujer su anterior supremacía en la casa —su
ocupación exclusiva en las labores domésticas—, aseguraba ahora la preponderancia del
hombre en el hogar; el trabajo doméstico de la mujer perdía ahora su importancia,
comparado con el trabajo productivo del hombre (Engels 1966: 311).
De paso, sienta las bases para una crítica del feminismo superficial que busca
caracterizar como inferior la posición de la mujer en las sociedades indígenas con base
en un exceso del trabajo a su cargo:
Los relatos de los viajeros y de los misioneros acerca del excesivo trabajo con que se
abruma a la mujer entre los salvajes y los bárbaros, no están de ninguna manera en
contradicción con lo que acabo de decir. La división del trabajo entre los dos sexos
depende de otras causas que nada tienen que ver con la posición de la mujer en la
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sociedad. Pueblos en los cuales las mujeres se ven obligadas a trabajar mucho más de lo
que, según nuestras ideas, les corresponde, tienen a menudo mucha más consideración
real hacia ellas que nuestros europeos (Engels 1966: 208).
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civilización, pero los de la barbarie media constituyen el núcleo de la vida de aquella
sociedad y determinan a los demás, sirven de eje que los estructura (Vasco 1994b: 105-
109).
En todas las formaciones sociales, una producción dada es la que asigna a todas las otras
su rango y su importancia: las relaciones esenciales juegan un papel determinante
respecto a otras relaciones. Se obtiene así una iluminación general que baña todos los
colores y modifica su tonalidad particular; dicho de otro modo: un éter especial
determina el peso específico de cada una de las formas de existencia (Marx 1971: 49).
Es posible que Engels no haya captado este aspecto de la concepción de Morgan; pero
también pudo ocurrir que no considerara importante recogerlo al tener él y Marx su
propia conceptualización al respecto. De todas maneras, esto hace parecer la concepción
de Morgan como si fuera evolucionista.
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Aun así, Morgan valora la aparición y crecimiento de la propiedad —que considera
como propiedad privada— y su transmisión de una generación a otra a través de las
leyes de la herencia, como factores de desenvolvimiento social, pues para preservarla y
transmitirla de padres a hijos se hace necesario remplazar la gens de derecho materno
por la paterna y, más adelante, pasar del parentesco clasificatorio al descriptivo. Así lo
reconoce también Engels (1966: 232): “La monogamia nació de la concentración de
grandes riquezas en las mismas manos —las de un hombre— y del deseo de transmitir
esas riquezas por herencia a los hijos de este hombre, excluyendo a cualquier otro”. Sin
embargo, Morgan no logró aclarar suficientemente las bases de su aparición y de su
predominio. Para Marx y Engels, las formas de división social del trabajo, posibles en la
medida en que el desarrollo de las fuerzas productivas posibilita la producción de
excedentes, tuvieron el papel central y determinante en este proceso.
En Morgan, en cambio, no aparece el concepto de división social del trabajo, pese a que
para él es importante la diferencia entre el campo y la ciudad, aunque la enfoca de otra
manera. La sociedad gentilicia es en lo esencial una sociedad rural —campo específico
de ejercicio de la etnología—, cuya base la constituyen las relaciones de parentesco
clasificatorio y la gens de derecho materno. La ciudad está construida sobre el
fundamento de las relaciones de vecindad; es decir, se trata de una sociedad cimentada
en el principio territorial y corresponde al advenimiento de la civilización. Aunque en la
sociedad clanil existe también una base territorial, ésta no es la predominante; lo propio
ocurre con los lazos de parentesco en la civilización, en la cual existen subordinados a la
vecindad. Hay un período de transición en las primeras ciudades, como Tenochtitlán por
ejemplo, donde el asentamiento territorial inicial ocurre sobre la base de grupos de
parientes, cada uno de los cuales se ubica en un barrio diferente, aunque guardan entre
sí relaciones que el parentesco determina (Vasco 1994b: 58-62). Así lo concibieron
también Engels y Marx (1968: 21, 55):
La segunda forma [de propiedad] está representada por la antigua propiedad comunal y
estatal, que brota como resultado de la fusión de diversas tribus para formar una ciudad,
mediante acuerdo voluntario o por conquista.
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[Se trata de un hecho nuevo en el progreso de la historia humana y que marca el
advenimiento de la moderna sociedad de clases]: La más importante división del trabajo
físico y espiritual es la separación de la ciudad y el campo. La contradicción entre el
campo y la ciudad comienza con el tránsito de la barbarie a la civilización, del régimen
tribual al Estado, de la localidad a la nación.
La concepción del estado como una estructura de relaciones políticas a través de la cual
las clases dominantes garantizan su explotación y ejercen su dominio está ausente en
Morgan; su visión es otra. Si bien muestra cómo en esas sociedades de clases el régimen
familiar está por completo sometido a las relaciones de propiedad, en su visión sobre la
manera como habrá de desaparecer la dominación de la propiedad sobre la sociedad no
hay lugar para el concepto de revolución y, por el contrario, cae en la ilusión de
considerar que será el estado (el actual, no otra clase de estado) la entidad que someterá
la propiedad al control de los miembros de la sociedad.
Sin embargo, eso no excluye al pueblo como base principal de las grandes
transformaciones que ocurren en la historia, pero su papel no es revolucionario en el
sentido de una lucha de clases que busca reconstruir la sociedad de acuerdo con su
proyecto político.
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Aun así, Morgan considera la propiedad como producción humana que se levanta frente
al ser humano como un poder extraño que lo domina, en una nítida caracterización de la
alienación de la sociedad de clases, en especial de la capitalista, pero no tiene claridad
acerca de la manera como la propiedad ejerce ese dominio. La ve como una propiedad
privada en manos privadas que enfrentan a un estado que defiende los intereses públicos
del conjunto de la sociedad. De ahí sus ilusiones sobre el papel del estado para romper
tal dominio, no con la supresión de la propiedad privada, sino con su control.
Quizá el contexto histórico-social de cada uno fue determinante para esta diferencia tan
marcada. Marx y Engels pertenecían y se movieron en sociedades donde la dominación
de las clases a través del estado se acercaba ya a los veinte siglos de vigencia. Morgan
era norteamericano. El estado de su país era todavía joven; no cumplía todavía un siglo
desde su fundación. Además era, en comparación con los estados europeos, un estado en
el cual la democracia burguesa todavía era “joven” y llena de posibilidades, como por lo
demás lo anotaron también Marx y Engels y, más tarde, el propio Lenin, Algunos rasgos
de su Constitución, aquella que surgió a raíz de la independencia y que fue redactada
por Washington, fueron tomados de características de la constitución de la Liga de los
Iroqueses, circunstancia que Morgan valoró altamente en el momento de caracterizarla.
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Así, por ejemplo, en lo que implicó la invasión y conquista de la Europa esclavista, en
especial del imperio Romano, por los germanos. Los pueblos germánicos se
encontraban aún en el estadio superior de la barbarie, es decir que su sociedad era
gentilicia, se basaba todavía en el parentesco y se encontraba en pleno vigor. La
conquista germana implicó para la Europa subyugada un proceso vivificador, una
inyección de vida sobre la sociedad esclavista corrupta y decadente, una revitalización
de toda la vida social. “Toda la fuerza y la vitalidad que los germanos aportaron al
mundo Romano, era barbarie. En efecto, solo bárbaros eran capaces de rejuvenecer un
mundo senil que sufría una civilización moribunda” (Engels 1966: 307).
Esta influencia no podía implicar un retroceso, una vuelta atrás de la sociedad de clases
esclavista hacia la barbarie, pues el gentilismo era incompatible con la conquista al no
tener la capacidad de asimilar dentro de su estructura de parentesco a pueblos extraños
enteros ni poder dar cabida a nuevas relaciones sociales y unidades nuevas de
producción diferentes al grupo de los gentiles. Condiciones que elevaban fuertes
restricciones a su influencia. De ahí que esta vivificación desembocó en la
conformación de la sociedad feudal, pero con una servidumbre mitigada, al distribuir los
caudillos la tierra ocupada entre sus capitanes de guerra y los gentiles más cercanos, que
constituían su corte, y erigirse ellos mismos como príncipes y reyes.
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Aquí es necesario recordar la valoración de la comuna campesina rusa que hizo Marx.
Para este, en un momento de su época, esa comuna ofrecía la posibilidad de
construcción del comunismo sin necesidad de pasar por los dolores del sistema
capitalista. Aun después de la revolución de octubre, la comuna tuvo un papel central en
los procesos de conformación de los koljoses, las granjas colectivas, en algunas regiones
de Rusia.
Engels termina su obra con una extensa cita de Morgan que considera recoge el mismo
programa revolucionario de los marxistas:
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