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Ponencia para el Seminario “Engels Actual.

A propósito de su
centenario”. Facultad de Derecho y Ciencias Políticas,
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, octubre, 1996.

Índice de contenido

I. INTRODUCCIÓN............................................................................................................2
II. CARACTERIZACIÓN DEL OBJETIVO DE LA HISTORIA........................................3
III. LA CONTRADICCIÓN ENTRE PARENTESCO Y FAMILIA..................................4
IV. LA MUJER, BASE DEL COMUNISMO PRIMITIVO...............................................7
V. LOS CONCEPTOS DE PERÍODO ÉTNICO Y CONDICIÓN SOCIAL.........................8
VI. PROPIEDAD PRIVADA Y REVOLUCIÓN...............................................................9
I. INTRODUCCIÓN

Cuando Engels escribió El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1966),


su propósito era muy claro y explícito. Él y Marx habían conocido la obra del
norteamericano Lewis Henry Morgan La sociedad primitiva y le concedían gran
importancia. Marx “se disponía a exponer personalmente los resultados de las
investigaciones de Morgan en relación con las conclusiones de su (hasta cierto punto,
puedo llamarlo nuestro) análisis materialista de la historia, para esclarecer así, y solo
así, todo su alcance”, para ello había realizado una gran cantidad de “glosas críticas” al
respecto (Engels 1966: 168). Pero murió sin haber conseguido realizar su intención.
Engels quería cumplir este legado de Marx. Por esto, su intención fue presentar las
principales conclusiones de Morgan, con base en las anotaciones de Marx, y agregar las
suyas propias.

En su opinión, los descubrimientos de Morgan revestían para la historia primitiva


importancia semejante a la que tuvieron la teoría de la evolución de Darwin para la
biología y la teoría de la plusvalía de Marx para la economía política. Su valor consistía
en introducir un orden en la prehistoria de la humanidad y encontrar las principales
bases del mismo, así como bosquejar una historia de la familia desde el matrimonio por
grupos a la monogamia, a través de las familias consanguínea, punalúa, sindiásmica y
patriarcal, con el consiguiente derrocamiento de la gens de derecho materno por la de
derecho paterno.

Engels no vaciló en afirmar que Morgan, investigando en América, había llegado a las
mismas conclusiones fundamentales que Marx; es decir, había descubierto por su cuenta
y a su modo la teoría materialista de la historia. Aunque, en su criterio, la
argumentación económica de Morgan era suficiente para los fines que este perseguía,
pero no para los suyos propios, por lo cual debió rehacerla por completo.

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Por esta razón, para referirme al texto de Engels, voy a hacerlo comparándolo con la
obra de Morgan, que no se limita a La sociedad primitiva, sino que comprende también
otros escritos de importancia, entre ellos Sistemas de afinidad y consanguinidad de la
familia humana, La Liga de los Ho-de’-no-sau-nee o Iroqueses —que Engels también
cita—, Casas y vida doméstica de los aborígenes americanos.

En El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado es posible distinguir dos


partes: una en la que Engels sigue en lo fundamental los planteamientos de Morgan y
otra en la cual expone sus propios criterios y conclusiones. La primera se refiere a las
características y desenvolvimiento de las sociedades primitivas, en especial la familia y
el parentesco, así como a la sociedad gentilicia de la antigüedad, aquella de salvajes y
bárbaros. La segunda abarca principalmente los desarrollos posteriores de la gens, en
especial entre celtas y germanos, y las condiciones histórico-sociales en que esta dio
paso a la aparición de las sociedades de clases y al estado.

II. CARACTERIZACIÓN DEL OBJETIVO DE LA HISTORIA

Es importante tener en cuenta una primera distinción en relación con el campo de


estudio de Marx y Engels y el de Morgan, de donde van a derivarse no solo algunas
diferencias en sus metodologías, sino también, y por lo tanto, en sus respectivas
conclusiones. Los primeros centran su atención en las sociedades de clases, en especial
en la sociedad capitalista, pues les interesa conocer sus leyes para poder conseguir
revolucionarla. Su atención en las sociedades anteriores a ella es secundaria, pues no
creen que los orígenes de la sociedad y de sus elementos componentes puedan explicar
el presente. Al contrario, establecen que en el presente se encuentran las claves que
pueden dar cuenta del pasado:

Las categorías que expresan las relaciones de esta sociedad [capitalista] y aseguran la
comprensión de sus estructuras, nos permiten al mismo tiempo entender la estructura y
las relaciones de producción de todas las sociedades pasadas [...] La anatomía del
hombre da la clave de la anatomía del mono (Marx 1971: 47).

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Una vez construyen las categorías de la sociedad capitalista, van hacia el pasado para
hallar sus gérmenes y entender el desarrollo de sus formas. Así ocurre, por ejemplo, con
la forma simple de expresión del valor, el trueque, cuya forma general es el dinero, y
con la mercancía misma.

Morgan, en cambio, concentra su atención en las sociedades primitivas, anteriores a la


civilización, aquellas que denominó salvajes y bárbaras. Por supuesto, también tiene en
cuenta la sociedades de clases, que denominó conceptualmente como civilizaciones
antigua y moderna, para ver su surgimiento a partir de la sociedad gentilicia y su
desarrollo a través del desenvolvimiento de la propiedad. O para explicar el paso del
sistema de parentesco clasificatorio al descriptivo, o de la gens de derecho materno a
aquella de derecho paterno. Pero su objetivo no es esta clase de sociedad. Lo cual no le
impide plantear las consecuencias generales del predominio de la propiedad privada
sobre la sociedad presente y la necesidad de su paso hacia una forma social nueva y más
elevada, que represente el volver a las antiguas gentes, pero a un nivel de desarrollo más
alto.

En lo fundamental, su metodología general va también, como la de Marx y Engels,


hacia el pasado a partir del presente. Es así como el conocimiento de la monogamia,
forma de familia con el predominio absoluto de las parejas simples, le permite encontrar
su germen en el matrimonio por grupos, en el cual también se presentan ocasionalmente
y en forma transitoria tales parejas; y ver en su desarrollo el hilo conductor que le
posibilita ordenar la secuencia completa de las formas de familia y parentesco en la
historia humana.

III. LA CONTRADICCIÓN ENTRE PARENTESCO Y FAMILIA

Es importante señalar cómo Marx, al desarrollar el respectivo análisis, encuentra en la


monogamia, la familia moderna como la llama, el germen —concepto que también
emplea Morgan— de las contradicciones de la sociedad de clases: “La familia moderna
contiene en germen, no solo la esclavitud, sino también la servidumbre... Encierra, en

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miniatura, todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y en
su Estado” (citado por Engels 1966: 216). De ahí que Engels (1974: 198-222) vea que la
monogamia “entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro”;
ella “es la forma celular de la sociedad civilizada, en la cual podemos estudiar ya la
naturaleza de las contradicciones y de los antagonismos que alcanzan su pleno
desarrollo en esta sociedad”.

De acuerdo con Morgan (1970a: 370-371), la familia es la base activa de la vida social
en las sociedades que estudió, en tanto que el parentesco surge de la familia y es pasivo,
pues se desarrolla con retraso respecto a ella. Hay así en el seno de la sociedad una
contradicción entre familia y parentesco, pues, cuando ha surgido ya una nueva forma
de familia, el parentesco todavía corresponde al tipo de familia anterior. Morgan
establece aquí una clara analogía con la relación que Marx y Engels encuentran entre
base económica y superestructura, aunque más adelante va a ir más allá de esta
apreciación.

De este modo, tanto en Morgan como en Engels hay un rompimiento anticipado con los
caminos que siguió luego la antropología, la cual se mueve en un dilema sin lograr
definirse entre ambos campos. Las corrientes estructuralistas y similares orientan su
estudio sobre el parentesco, dando a la familia un lugar mínimo en sus consideraciones,
cuando le dan alguno. Las funcionalistas, al contrario, se enfocan sobre la familia,
subvalorando por completo el parentesco. La visión de Engels y Morgan nos indica que
se hace necesario retomar ambos elementos de la vida social, confiriendo a cada uno su
lugar y dando un tratamiento correcto a las relaciones que existen entre ellos.

Morgan considera, y así lo hace también Engels, que la familia es la célula básica de la
vida social en las sociedades antiguas, pues constituye la unidad en cuyo seno se
presentan su producción y reproducción, en dos niveles: la producción de los medios de
existencia y la producción de la vida misma en la reproducción humana. Por eso “el
orden social en que viven los hombres en una época o en un país dados, está
condicionado por esas dos especies de producción: por el grado de desarrollo del

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trabajo, de una parte, y de la familia, de la otra” (Engels 1966: 169). Esta última es de
gran importancia, pues cuanto menor es el desarrollo de las fuerzas productivas (del
trabajo, dice Engels), “más restringida es la cantidad de sus productos, y, por
consiguiente, la riqueza de la sociedad, con tanto mayor fuerza se manifiesta la
influencia dominante de los lazos de parentesco sobre el régimen social” (Engels 1966:
169). Es decir que en esta época el ser humano mismo y su producción constituyen la
principal fuerza social. Sin que emplee explícitamente el concepto, resulta clara la
visión de las relaciones de parentesco como relaciones de producción y de la familia
como una fuerza productiva.

Además, agrega Morgan (1970b: 12), este escaso desarrollo de las fuerzas productivas
materiales hace del grupo de parientes la única defensa del ser humano ante un entorno
hostil, en especial frente a los animales de presa; por eso se precisa del sistema de
parentesco clasificatorio, que retiene a un amplio grupo de parientes alrededor de la
persona, en lugar de dispersarlos como hace el parentesco descriptivo. Lo cual no
implica que el tamaño de la familia pueda ser ilimitado, pues, al mismo tiempo, ese
mismo bajo nivel de las fuerzas productivas materiales en la economía doméstica fija
una extensión máxima de la comunidad familiar. El parentesco resulta ser así un
mecanismo de relación, de cooperación entre los humanos.

Cabe mencionar aquí que esta es también la concepción de los guambianos del Cauca,
quienes dicen que “el derecho nace de las cocinas” y muestran cómo a partir de ellas, de
ese centro de la vida que es el fogón, se desenrolla todo hasta llegar a la comunidad, esa
gran familia, y al territorio, esa gran casa, tal como ocurría también entre los iroqueses,
según nos cuenta Morgan (1962: 51-53).

En mi concepto, en este campo es más acertado hablar de grupo doméstico, como lo


hace Morgan, quien se refiere todo el tiempo al grupo que habita en la gran casa
colectiva. Y como hará más tarde, al constatar que la familia patriarcal comprende
también, además del grupo de aquellos unidos sobre la base de los lazos de sangre, a los
sirvientes y esclavos. Por eso, Engels (1966: 217) afirma que “la unidad doméstica

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primitiva no es la familia aislada en el sentido moderno de la palabra, sino una
comunidad familiar”.

IV. LA MUJER, BASE DEL COMUNISMO PRIMITIVO

Cabe destacar aquí el papel que otorgan Morgan y Engels a la mujer en la vida social.
Como eje del hogar comunista en una sociedad de derecho materno, la mujer ocupa en
la vida de su grupo una posición central, privilegiada. Para Morgan, ella es la base de la
vida comunista en el ejercicio de su control sobre el almacén colectivo de cada vivienda
comunal, en la preparación y distribución de la comida, no solo para el grupo que habita
en su casa, sino para todo visitante, lo cual extiende la redistribución, en términos de la
“ley de la hospitalidad”, a círculos muy amplios más allá del grupo doméstico, a toda la
comunidad (Morgan 1965: 45-66).

Por ello, la descomposición de la comunidad primitiva, la apropiación privada, el


derrocamiento del derecho materno, constituyen, en palabras de Engels (1966: 215) “la
gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo” y el comienzo de la
dominación de clases en el seno de la familia.

La misma causa que había asegurado a la mujer su anterior supremacía en la casa —su
ocupación exclusiva en las labores domésticas—, aseguraba ahora la preponderancia del
hombre en el hogar; el trabajo doméstico de la mujer perdía ahora su importancia,
comparado con el trabajo productivo del hombre (Engels 1966: 311).

De paso, sienta las bases para una crítica del feminismo superficial que busca
caracterizar como inferior la posición de la mujer en las sociedades indígenas con base
en un exceso del trabajo a su cargo:

Los relatos de los viajeros y de los misioneros acerca del excesivo trabajo con que se
abruma a la mujer entre los salvajes y los bárbaros, no están de ninguna manera en
contradicción con lo que acabo de decir. La división del trabajo entre los dos sexos
depende de otras causas que nada tienen que ver con la posición de la mujer en la

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sociedad. Pueblos en los cuales las mujeres se ven obligadas a trabajar mucho más de lo
que, según nuestras ideas, les corresponde, tienen a menudo mucha más consideración
real hacia ellas que nuestros europeos (Engels 1966: 208).

V. LOS CONCEPTOS DE PERÍODO ÉTNICO Y CONDICIÓN SOCIAL

Cuando Engels estructura su visión histórica global tomando en cuenta solamente la


serie histórica de Morgan: salvajismo inferior, medio y superior, barbarie inferior,
media y superior y civilización antigua y moderna, introduce un efecto reduccionista y
empobrecedor sobre las concepciones de Morgan, pues éste enmarca la serie dentro de
una conceptualización que Engels no recoge, la categoría de período étnico, que
constituye el fundamento de la misma.

El concepto de período étnico guarda estrechas similitudes teóricas con el de modo de


producción de Marx y Engels. También para Morgan, los períodos étnicos se
constituyen con unas características puras, abstractas, homogéneas; no existen en sí
mismos en ninguna sociedad, ninguna de ellas se encuentra en el período étnico del
salvajismo superior, de la barbarie media o de la civilización moderna, pues se trata de
conceptos teóricos, de construcciones conceptuales a partir del estudio de la realidad
(Vasco 1994b: 76-80).

En la historia, en la realidad concreta, las sociedades pueden ubicarse dentro de lo que


Morgan denomina condición social. Una condición social corresponde a un período
étnico, pero no porque en ella se presenten todos y solo los rasgos que conforman ese
período étnico; al contrario, en una condición social dada coexisten elementos
correspondientes a diversos períodos étnicos, pero, entre todos, se destacan porque
predominan y determinan a los demás los de uno solo de ellos, el que caracteriza esa
condición social. Es decir que si una sociedad se encuentra en la condición social de la
barbarie media, eso quiere decir que en ella pueden encontrarse también rasgos de la
barbarie inferior y/o de la superior, incluso de algún momento del salvajismo o de la

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civilización, pero los de la barbarie media constituyen el núcleo de la vida de aquella
sociedad y determinan a los demás, sirven de eje que los estructura (Vasco 1994b: 105-
109).

Así, el concepto de condición social tiene el mismo estatus teórico de aquel de


formación social o formación económico social que plantea el marxismo:

En todas las formaciones sociales, una producción dada es la que asigna a todas las otras
su rango y su importancia: las relaciones esenciales juegan un papel determinante
respecto a otras relaciones. Se obtiene así una iluminación general que baña todos los
colores y modifica su tonalidad particular; dicho de otro modo: un éter especial
determina el peso específico de cada una de las formas de existencia (Marx 1971: 49).

Es posible que Engels no haya captado este aspecto de la concepción de Morgan; pero
también pudo ocurrir que no considerara importante recogerlo al tener él y Marx su
propia conceptualización al respecto. De todas maneras, esto hace parecer la concepción
de Morgan como si fuera evolucionista.

VI. PROPIEDAD PRIVADA Y REVOLUCIÓN

En el desarrollo de la sociedad, desenvolvimiento lo llama él, Morgan dio importancia a


la producción de excedentes, posibles por las invenciones y descubrimientos que
producen la aparición y crecimiento de nuevas artes de subsistencia. Formuló, entonces,
la hipótesis de que es posible que estas hayan sido la base que explica el
desenvolvimiento de la historia humana; pero consideró que la investigación científica
no había avanzado lo suficiente como para permitir su comprobación. Sabemos que
Marx y Engels pudieron comprobar esa hipótesis mucho antes que Morgan la planteara,
lo cual muestra que sí había las bases de conocimiento necesarias para ello. La razón
fundamental de la insuficiencia de Morgan habría que buscarla en otra parte, en las
condiciones del desarrollo del capitalismo en los Estados Unidos de mediados del siglo
pasado, todavía incipiente, y en el consiguiente bajo desarrollo de la ciencia en ese país,
en especial de la economía política y la historia.

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Aun así, Morgan valora la aparición y crecimiento de la propiedad —que considera
como propiedad privada— y su transmisión de una generación a otra a través de las
leyes de la herencia, como factores de desenvolvimiento social, pues para preservarla y
transmitirla de padres a hijos se hace necesario remplazar la gens de derecho materno
por la paterna y, más adelante, pasar del parentesco clasificatorio al descriptivo. Así lo
reconoce también Engels (1966: 232): “La monogamia nació de la concentración de
grandes riquezas en las mismas manos —las de un hombre— y del deseo de transmitir
esas riquezas por herencia a los hijos de este hombre, excluyendo a cualquier otro”. Sin
embargo, Morgan no logró aclarar suficientemente las bases de su aparición y de su
predominio. Para Marx y Engels, las formas de división social del trabajo, posibles en la
medida en que el desarrollo de las fuerzas productivas posibilita la producción de
excedentes, tuvieron el papel central y determinante en este proceso.

En Morgan, en cambio, no aparece el concepto de división social del trabajo, pese a que
para él es importante la diferencia entre el campo y la ciudad, aunque la enfoca de otra
manera. La sociedad gentilicia es en lo esencial una sociedad rural —campo específico
de ejercicio de la etnología—, cuya base la constituyen las relaciones de parentesco
clasificatorio y la gens de derecho materno. La ciudad está construida sobre el
fundamento de las relaciones de vecindad; es decir, se trata de una sociedad cimentada
en el principio territorial y corresponde al advenimiento de la civilización. Aunque en la
sociedad clanil existe también una base territorial, ésta no es la predominante; lo propio
ocurre con los lazos de parentesco en la civilización, en la cual existen subordinados a la
vecindad. Hay un período de transición en las primeras ciudades, como Tenochtitlán por
ejemplo, donde el asentamiento territorial inicial ocurre sobre la base de grupos de
parientes, cada uno de los cuales se ubica en un barrio diferente, aunque guardan entre
sí relaciones que el parentesco determina (Vasco 1994b: 58-62). Así lo concibieron
también Engels y Marx (1968: 21, 55):

La segunda forma [de propiedad] está representada por la antigua propiedad comunal y
estatal, que brota como resultado de la fusión de diversas tribus para formar una ciudad,
mediante acuerdo voluntario o por conquista.

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[Se trata de un hecho nuevo en el progreso de la historia humana y que marca el
advenimiento de la moderna sociedad de clases]: La más importante división del trabajo
físico y espiritual es la separación de la ciudad y el campo. La contradicción entre el
campo y la ciudad comienza con el tránsito de la barbarie a la civilización, del régimen
tribual al Estado, de la localidad a la nación.

La concepción del estado como una estructura de relaciones políticas a través de la cual
las clases dominantes garantizan su explotación y ejercen su dominio está ausente en
Morgan; su visión es otra. Si bien muestra cómo en esas sociedades de clases el régimen
familiar está por completo sometido a las relaciones de propiedad, en su visión sobre la
manera como habrá de desaparecer la dominación de la propiedad sobre la sociedad no
hay lugar para el concepto de revolución y, por el contrario, cae en la ilusión de
considerar que será el estado (el actual, no otra clase de estado) la entidad que someterá
la propiedad al control de los miembros de la sociedad.

Sin embargo, eso no excluye al pueblo como base principal de las grandes
transformaciones que ocurren en la historia, pero su papel no es revolucionario en el
sentido de una lucha de clases que busca reconstruir la sociedad de acuerdo con su
proyecto político.

Para Morgan, un cambio radical de la sociedad implica dos momentos. En el primero,


relativamente prolongado, el pueblo va originando elementos nuevos a través de su
actividad cotidiana en busca de satisfacer las nuevas necesidades que surgen en el
desenvolvimiento de la sociedad; otros penetran en ella por medio del contacto con
otros pueblos, son préstamos culturales. Todos estos elementos constituyen la base
esencial del nuevo orden social, pero están sueltos, desarticulados en el seno de lo viejo,
determinados por aquellos que van caducando. Para que, en un segundo momento, se
articulen, se conviertan en determinantes y puedan constituir una nueva condición
social, es preciso que aparezcan grandes hombres, grandes reformadores que tengan la
capacidad de percibir tales elementos y articularlos al plasmarlos en una nueva
constitución. Cuando esto ocurre, la sociedad alcanza un nuevo nivel en su avance. La
acción del pueblo es la base del cambio social, él crea los elementos de la nueva
sociedad, pero no es el que la constituye (Vasco 1994b: 136-143).

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Aun así, Morgan considera la propiedad como producción humana que se levanta frente
al ser humano como un poder extraño que lo domina, en una nítida caracterización de la
alienación de la sociedad de clases, en especial de la capitalista, pero no tiene claridad
acerca de la manera como la propiedad ejerce ese dominio. La ve como una propiedad
privada en manos privadas que enfrentan a un estado que defiende los intereses públicos
del conjunto de la sociedad. De ahí sus ilusiones sobre el papel del estado para romper
tal dominio, no con la supresión de la propiedad privada, sino con su control.

Quizá el contexto histórico-social de cada uno fue determinante para esta diferencia tan
marcada. Marx y Engels pertenecían y se movieron en sociedades donde la dominación
de las clases a través del estado se acercaba ya a los veinte siglos de vigencia. Morgan
era norteamericano. El estado de su país era todavía joven; no cumplía todavía un siglo
desde su fundación. Además era, en comparación con los estados europeos, un estado en
el cual la democracia burguesa todavía era “joven” y llena de posibilidades, como por lo
demás lo anotaron también Marx y Engels y, más tarde, el propio Lenin, Algunos rasgos
de su Constitución, aquella que surgió a raíz de la independencia y que fue redactada
por Washington, fueron tomados de características de la constitución de la Liga de los
Iroqueses, circunstancia que Morgan valoró altamente en el momento de caracterizarla.

En su análisis del crecimiento de la barbarie superior y sus contradicciones, que


desemboca en la civilización, Engels lleva mucho más allá que Morgan el peso de los
factores económicos en tales procesos, pero coincide con él en la importancia del
estudio de las formas concretas —la historia es siempre concreta, de otra manera sería
una filosofía de la historia— de entrelazamiento de los elementos que corresponden a
ambos tipos de sociedad, en el interés de dilucidar el entroncamiento de los orígenes de
la sociedad de clases en la sociedad gentilicia, en los avances y retrocesos en la lucha
entre los dos principios por dominar el conjunto del tejido social, en las implicaciones
de sus numerosas superposiciones reales.

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Así, por ejemplo, en lo que implicó la invasión y conquista de la Europa esclavista, en
especial del imperio Romano, por los germanos. Los pueblos germánicos se
encontraban aún en el estadio superior de la barbarie, es decir que su sociedad era
gentilicia, se basaba todavía en el parentesco y se encontraba en pleno vigor. La
conquista germana implicó para la Europa subyugada un proceso vivificador, una
inyección de vida sobre la sociedad esclavista corrupta y decadente, una revitalización
de toda la vida social. “Toda la fuerza y la vitalidad que los germanos aportaron al
mundo Romano, era barbarie. En efecto, solo bárbaros eran capaces de rejuvenecer un
mundo senil que sufría una civilización moribunda” (Engels 1966: 307).

Esta influencia no podía implicar un retroceso, una vuelta atrás de la sociedad de clases
esclavista hacia la barbarie, pues el gentilismo era incompatible con la conquista al no
tener la capacidad de asimilar dentro de su estructura de parentesco a pueblos extraños
enteros ni poder dar cabida a nuevas relaciones sociales y unidades nuevas de
producción diferentes al grupo de los gentiles. Condiciones que elevaban fuertes
restricciones a su influencia. De ahí que esta vivificación desembocó en la
conformación de la sociedad feudal, pero con una servidumbre mitigada, al distribuir los
caudillos la tierra ocupada entre sus capitanes de guerra y los gentiles más cercanos, que
constituían su corte, y erigirse ellos mismos como príncipes y reyes.

Pero la consideración acerca de la influencia positiva de la barbarie sobre la


civilización, incluso de su capacidad para llevar al conjunto de la sociedad a nuevas
formas de organización, queda resonando con fuerza por sus implicaciones para
nosotros, cuando nuestra corrupta y decadente sociedad de clases se encuentra en
permanente contacto con nacionalidades indígenas, en las cuales predominan todavía las
formas de organización basadas en la familia y el parentesco, y existen aún con peso
importante formas comunitaristas y de reciprocidad. ¿No podría su incidencia traer
nuevos aires de vida a nuestra sociedad, no podría indicar caminos posibles para nuestro
futuro?

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Aquí es necesario recordar la valoración de la comuna campesina rusa que hizo Marx.
Para este, en un momento de su época, esa comuna ofrecía la posibilidad de
construcción del comunismo sin necesidad de pasar por los dolores del sistema
capitalista. Aun después de la revolución de octubre, la comuna tuvo un papel central en
los procesos de conformación de los koljoses, las granjas colectivas, en algunas regiones
de Rusia.

También es preciso traer a cuento una circunstancia nuestra, latinoamericana. En la


primera mitad de este siglo, José Carlos Mariátegui, fundador del Partido Comunista del
Perú, consideró la posibilidad de avanzar en la construcción del socialismo en su país
sobre la base de los ayllu, comunidades indígenas que en la época precolombina habían
constituido la estructura de base de la sociedad incaica y que continuaban existiendo
cuatro siglos después, aunque bastante transformadas.

Engels termina su obra con una extensa cita de Morgan que considera recoge el mismo
programa revolucionario de los marxistas:

Desde el advenimiento de la civilización ha llegado a ser tan enorme el acrecentamiento de la propiedad,


sus formas tan diversas, tan extensa su aplicación y tan hábil su administración en beneficio de los
propietarios, que esa riqueza se ha constituido en una potencia indomable opuesta al pueblo. La
inteligencia humana se ve impotente y desconcertada ante su propia creación. Pero, sin embargo, llegará
un tiempo en que la razón humana sea suficientemente fuerte para dominar la propiedad, en que fije las
relaciones del estado con la propiedad que este protege y las obligaciones y los límites de los derechos de
los propietarios. Los intereses de la sociedad son absolutamente superiores a los intereses individuales, y
unos y otros deben concertarse en una relación justa y armónica. El destino final de la humanidad no será
una mera carrera hacia la propiedad, si el progreso ha de ser la ley del futuro, como lo ha sido la del
pasado. El tiempo que ha transcurrido desde el advenimiento de la civilización no es más que una
fracción ínfima de la existencia pasada de la humanidad, una fracción ínfima de las épocas por venir. La
disolución de la sociedad se yergue amenazadora ante nosotros, como el término de una carrera histórica
cuya única meta es la propiedad, porque semejante carrera encierra los elementos de su propia
destrucción. La democracia en el gobierno, la fraternidad en la sociedad, la igualdad de derechos y
privilegios y la educación universal, harán vislumbrar la próxima etapa superior de la sociedad, a la cual
tienden firmemente la experiencia, la ciencia y el saber. Será una reviviscencia de la libertad, la igualdad
y la fraternidad de las antiguas gentes, pero bajo una forma más elevada (Morgan 1970a: 475-476).

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