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Apuntes asignatura completa
Grado en Derecho
Facultad de Derecho
Universidad Pablo de Olavide
Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su
totalidad.
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El punto de partida en este sentido está constituido sin duda por la regulación que el CC hace
en su art. 609: «La propiedad se adquiere por la ocupación. La propiedad y los demás derechos
sobre los bienes se adquieren y transmiten por la ley, por donación, por sucesión testada e
intestada, y por consecuencia de ciertos contratos mediante la tradición. Pueden también
adquirirse por medio de la prescripción».
Puede decirse sin temor a equivocarnos que este precepto contiene todas las formas
transmisivas de derechos reales que se conocen en Derecho: ocupación, ley, donación,
Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
sucesión hereditaria, contratos y prescripción (adquisitiva, aunque también la extintiva es un
mecanismo de consolidación de otra transmisión).
Ejemplo 1:
– Ocupación: cosa mueble, realmente, abandonada (portátil, teléfono, etc.) o animal cazado
(ciervo, pez, etc.).
– Ley: por ejemplo, un retracto legal de comuneros (arts. 1521 y ss.
– Donación: La donación de un bien, si se acepta, supone la adquisición por un 3º.
– Sucesión: adquisición a través de una herencia; Pepe, hijo de José, hereda la casa.
– Contrato: Claudia y Julia acuerdan la compraventa de la bicicleta.
– Prescripción: a través, por ejemplo, de una usucapión (núm. de años+ posesión).
Hay que tener en cuneta que en nuestro derecho funciona la llamada teoría del título y del
modo.
Título = contrato y Modo= entrega.
En no pocas ocasiones puede ocurrir que una cosa se haya transmitido (modo) a un tercero,
pero el acuerdo (título) que da pie a esa transmisión esté viciado de nulidad: ¿qué ocurre
entonces?
Ejemplo 3: Se compra un objeto de gran valor —una joya, un ordenador…— a un menor sin el
consentimiento de su tutor legal: según el art. 323 del CC, este contrato podría ser anulado (no
entramos en el debate de si se trata de un contrato nulo o anulable). En tal caso, ¿qué ocurre
si el comprador revendió a un 3º– Ley: por ejemplo, un retracto legal de comuneros (arts. 1521
y ss.)
La regulación del art. 1303 del CC parece clara en cuanto a los efectos: «Declarada la nulidad
de una obligación, los contratantes deben restituirse recíprocamente las cosas que hubiesen
sido materia del contrato, con sus frutos, y el precio con los intereses, salvo lo que se dispone
en los artículos siguientes». Este artículo, recientemente, ha dado lugar a un vivo debate en
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relación con la devolución de los intereses en los casos de la denominada “cláusula suelo
bancaria”. Al principio, en STS 13.05.2013, el Tribunal Supremo que solo se deberían los
intereses desde el momento en que la sentencia reconocía el vicio o defecto de nulidad.
Y, para engarzarlo con la idea de que la cosa ya no estuviese en poder del adquirente, según el
1307 CC: «siempre que el obligado por la declaración de nulidad a la devolución de la cosa no
pueda devolverla por haberse perdido, deberá restituir los frutos percibidos y el valor que
tenía la cosa cuando se perdió, con los intereses desde la misma fecha».
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propósito de la nulidad de las cláusulas-suelo. Declarada la nulidad de dicha cláusula, deberían
desplegarse los efectos contenidos en el precepto; en este caso, devolución de los intereses
desde la consumación del contrato. Sin embargo, inexplicablemente, el Tribunal Supremo ha
dictaminado que los intereses se devuelven con efecto retroactivo desde el 9 de mayo de
2013.
Parece que la doctrina mayoritaria se inclina por esta segunda posibilidad, de modo que el
proceso transmisivo no se completó, con lo que ha de devolverse la cosa —con sus frutos e
intereses— si está en poder del adquirente, y su precio, si no lo está.
Nemo dat quod non habet, nemo plus iuds in aliis transferre potest quam ipse haberet: nadie
da lo que no tiene, ni transmite más de lo que tiene.
Es curioso cómo, en no pocas ocasiones, las reglas propias del Derecho romano tienen
traducción en el Derecho actual y vigente. El art. 636 del CC, referido a las donaciones—
recuérdese, un modo de adquisición derivativa—, matiza que «no obstante lo dispuesto en el
artículo 634, ninguno podrá dar ni recibir, por vía de donación, más de lo que pueda dar o
recibir por testamento».
Esta idea de legitimación es una concreción del principio general y superior de seguridad de los
derechos. El establecimiento y consagración de este tipo de principio supone la percepción en
el tráfico jurídico y económico de que existe una cobertura adecuada para que las
transmisiones se produzcan, con certeza y fluidez.
Sin embargo, el CC, consciente de esta posibilidad, previó en el mismo artículo la posibilidad
de sanar el título cuando éste adolece de algún defecto que lo hace inservible para la
transmisión efectiva del derecho real. Nos referimos a la llamada prescripción adquisitiva, más
conocida como usucapión.
Ejemplo 4: Julia posee un ordenador, pero no tiene título (no lo ha comprado, ni lo tiene en
préstamo, etc.); si transcurren los plazos del CC (3 o 6 años, según los casos. Puede consultarse
en el tema correspondiente de este Manual), el ordenador será propiedad de Julia (es decir,
habrá consumado una adquisición —propiedad—).
Claudia ocupa una vivienda abandonada. Pasados los plazos legales, dado que no tiene título
(no adquirió del propietario anterior), podrá consumar la adquisición del bien (posesión +
años: 10, 20 o 30 años, según los casos).
Las exigencias del tráfico llevan a considerar que un rigor excesivo en la comprobación de que
el transmitente tiene el poder de disposición suficiente para consumar la transmisión del
derecho real que ostenta puede implicar una pretensión compleja y contraria a los intereses
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de la seguridad y dinamismo del tráfico a que nos hemos referido antes.
Precisamente por ello, se tutela al adquiriente sobre la base de la existencia de una apariencia
de titularidad transmitente, aunque dicha apariencia no se corresponda con la realidad.
De forma que tenemos, en el ordenamiento jurídico, dos mecanismos para dar publicidad a los
derechos reales: la posesión y el Registro. Es muy difícil explicar en la calle por qué se protege
a un «ocupa». La reacción suele ser: «¡Pero, si la casa no es suya…¡¡es mi casa!! ¿Cómo voy a
tener que ir a denunciar a alguien que se ha metido en mi casa para echarlo?». La respuesta
sólo puede ser jurídica: porque tiene una apariencia de titularidad en su favor.
Por ello, según hemos dicho antes, puede darse la posibilidad de que alguien, que no es
realmente propietario, pero que tiene en su haber la apariencia posesoria, pueda transmitir,
dando lugar a lo que en Derecho se conoce como adquisición a non domino, esto es,
adquisición de quien no es propietario. IMPORTANTE.
Nos desmentimos ahora. La regulación del CC —art. 464.1—no ayuda a resolver su regulación:
«La posesión de los bienes muebles, adquirida de buena fe, equivale al título. Sin embargo, el
que hubiese perdido una cosa mueble o hubiese sido privado de ella ilegalmente, podrá
reivindicarla de quien la posea».
Ejemplo 1: Julia decide prestarle su Ipad a Claudia por 2 días. Claudia lo lleva ala universidad, y
María, creyendo que Claudia es propietaria, le propone comprárselo, aceptando Claudia, por lo
que, en aplicación de las normas jurídicas transmisivas, María es la nueva propietaria. Se han
escrito muchas líneas —y se seguirán escribiendo— intentando explicar e interpretar este
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precepto. Las teorías históricas para desarrollar este fenómeno y concretar las consecuencias o
efectos jurídicos de su regulación, se han dividido tradicionalmente en dos: la tesis romanista y
la germanista.
Es oportuno dejar sentado que esta regulación del art. 464 del CC se refiere a los bienes
muebles. Para los bienes inmuebles actúa el art. 34 de la Ley Hipotecaria.
Que la buena fe equivalga al título significa, para esta teoría, que el título es la combinación de
posesión y buena fe. Es decir, la formulación de la tesis romanista es que posesión + buena fe
= título. De forma que quien tiene ambos elementos, tiene título para poseer. Es decir, que la
regulación del art. 464.1 significa que quien tiene posesión y buena fe tiene título para
usucapir (los defensores de esta tesis dicen que nunca puede ser un título para adquirir la
propiedad, solo para usucapir) el derecho de que se trate.
El 3º de buena fe no adquiere, según esta tesis, de quien no es propietario. Sólo tendría título
para usucapir (adquirir por el transcurso del tiempo). Por lo que su posición no es
irreivindicable; si la cosa es reclamada por su verdadero propietario, éste debería poder
recuperarla.
Los defensores de esta teoría dicen que si el art. 464 hubiera querido referirse a título de
propiedad, lo hubiera expresado así, y al no haberlo hecho de ese modo no puede entenderse
que se trate de un derecho de dominio. Por tanto, según esta interpretación, no cabe una
adquisición a non domino de una cosa mueble, pudiendo ésta ser reivindicada de quien la
adquirió, aunque desconociera que el vendedor no podía disponer del bien.
Por el contrario, esta tesis afirma que el título al que hace referencia el art. 464 del CC ha de
entenderse como título de propiedad. Esto significa que la posesión de los bienes muebles
confiere ex lege al tercero de buena fe, la propiedad, aunque el vendedor careciera de poder
de disposición, por lo que se produce una adquisición a non domino que excluye la
reivindicación del bien mueble por el anterior titular desposeído, salvo en los casos de pérdida
o privación ilegal, y sin perjuicio de las acciones personales que siempre estará asistido el
perjudicado frente al vendedor de la cosa ajena.
Sin embargo, la eficacia de esta adquisición puede resultar obstaculizada por la excepción a la
irreivindicabilidad con respecto a las cosas muebles perdidas —extraviadas— o en los casos en
que el verus domino hubiese sido privado de ella ilegalmente. La interpretación germanista
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establece que esa privación ilegal se corresponde perfectamente, en claro paralelismo, con la
idea de cosa sustraída, a los supuestos de hurto o robo, basándose en una doble remisión a los
art. 1.955 y 1.962 del CC, reduciendo entonces a tales casos la posibilidad de reivindicarlos
bienes muebles.
En tal situación, es como siempre la jurisprudencia quien se decanta por la vigencia de una u
otra teoría. En los albores del siglo XX, nuestro Tribunal Supremo se alineó con la doctrina
romanista, entendiendo que se trataba de una posesión para usucapir. A fecha actual, la
jurisprudencia del TS se ha venido debatiendo entre ambas tesis, aunque se viene admitiendo
por el Alto Tribunal, que si bien en un principio se mostró reacia a la admisión de la validez del
contrato de venta de cosa ajena, hoy se puede considerar afirmada, por la reiterada
jurisprudencia, la que le concede eficacia en los límites aludidos, esto es, que la posesión de
bienes muebles sea adquirida de buena fe, y en concepto de dueño, y además que éstas no
hayan salido de la posesión del demandante mediante pérdida, o privación ilegal. El
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comprador entonces de un bien mueble que desconocía que el vendedor carecía de poder
para venderlo, y pagó un precio de mercado por él, adquiere la propiedad de éste, y lo hace
irreivindicable del anterior propietario, cuya acción solo prosperaría en el supuesto de que
pruebe que perdió la posesión de la cosa por extravío, o privación ilegal entendido en un
sentido restrictivo como hurto o robo, pero no en casos diferentes.
La jurisprudencia del Tribunal Supremo, si bien, como hemos avanzado, durante una primera
época defendió la tesis romanista (SSTS de 31 diciembre 1910, 13 enero 1927 y 10 junio 1945),
en la actualidad parece inclinarse claramente por la germanista (SSTS de 3 marzo 1980, 26
junio 1984,15 febrero 1990 y 25 febrero 1992).
La STS de 19 mayo de 2015, donde se aborda la quaestio iuris relacionada con una doble
inmatriculación de fincasen el Registro de la Propiedad, analiza el alcance de la tesis de la
neutralización recíproca de los principios registrales y protección del tercero del artículo 34 LH;
en particular, el principio de buena fe registral.
Por contra, para la segunda línea de configuración, que requiere la convicción de no lesionar
legítimos derechos o intereses ajenos, la noción de buena fe responde a una actuación
diligente conforme a unos criterios o pautas de comportamiento que resulten socialmente
aceptados.
Pues bien, en este contexto valorativo, debe precisarse que la calificación de la buena fe
como presupuesto de la usucapión ordinaria no puede quedar reconducida, únicamente, a
una interpretación literalista del artículo 1950del Código Civil en favor de su delimitación como
un mero estado psicológico consistente en la «creencia» de que el transferente era titular del
derecho real y venía legitimado para transferir el dominio.
Así las cosas, y dada la presunción de buena fe que declara el artículo 34 LH en su desarrollo
normativo, la cuestión de la carga ética de diligencia que debe emplear el tercero adquirente
Sólo nos queda añadir que, aunque nada se diga en el precepto que está siendo objeto de
análisis, la correcta aplicación de una u otra tesis requiere que el poseedor de buena fe lo sea
a título oneroso, debido a que, si se protegiera al adquirente de la posesión derivado de un
acto gratuito, estaríamos amparando todo tipo de fraude y abuso de derecho.
Ejemplo 2: Julia recibe en préstamo un ipad de Claudia. Julia lo dona a María. El sentido común
jurídico —y la norma también— exigen que la adquisición de María no sea irreivindicable,
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como lo sería si aplicamos la tesis germanista vigente.
STS de 25 febrero 1992 «La más reciente jurisprudencia de esta Sala interpreta que la
equivalencia significa titularidad dominical (S. 26-6-1984); que se sienta la regla de
irreivindicabilidad de la cosa mueble cuya posesión se haya adquirido de buena fe, por lo que
el inciso primero del párrafo primero del art. 464del Código Civil se refiere a título de dominio
(S. 3-3-1980);que atendiendo a la interpretación germanista que, aunque no en una línea
pacífica y uniforme, predomina en la jurisprudencia, la equivalencia entre posesión y título es
igual a título de dominio, que hace a las cosas irreivindicables (S.15-2-1990)».
– Tesis germanista: Julia no ha cometido ningún robo o hurto, aunque ha frustrado el fin
contractual del préstamo (lo que le permitirá la reclamación de daños y perjuicios), pero María
consolida su adquisición porque es un 3º que adquiere a título oneroso y de buena fe.
Art 34 LH: “El tercero que de buena fe adquiera a título oneroso algún derecho de persona que
en el Registro aparezca con facultades para transmitirlo, será mantenido en su adquisición, una
vez que haya inscrito su derecho, aunque después se anule o resuelva el del otorgante por
virtud de causas que no consten en el mismo Registro.
La buena fe del tercero se presume siempre mientras no se pruebe que conocía la inexactitud
del Registro.
Los adquirentes a título gratuito no gozarán de más protección registral que la que tuviere su
causante o transferente. “
Si uno de los principales mecanismos creados de apariencia jurídica era la posesión, para los
bienes inmuebles es el RP.
La cuestión resuelta por el art 34 LH. El que adquiere de un titular registral adquiere de un
propietario.
Por tanto, para que se produzca la adquisición a non domino de un bien inmueble es
necesario que concurran conjuntamente los siguientes requisitos fundamentales: que el
accipiens o adquirente tenga la condición de tercero, que haya adquirido su derecho a título
oneroso, con buena fe y de persona que conforme al RP tenga facultades para transmitirlo, y
que además haya inscrito su adquisición.
Si se produce una venta que no se inscribe en el RP y más tarde, por el titular registral que ya
no es propietario, una segunda transmisión (por venta o embargo) que sí se inscribe, venta de
cosa ajena, se da lugar a una adquisición a non domino por este segundo comprador y una
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pérdida de la propiedad del primero. Puede parecer una injusticia, pero se mantiene en el
Derecho en aras a la seguridad jurídica y a la confianza que debe tenerse en el RP por la
presunción de exactitud registral, que en este caso es el principio de fe pública registral que
proclama el art 34 LH.
Por tanto, venta de cosa ajena, válida y eficaz entre partes e ineficaz a la propietaria
vendedora. Se produce una adquisición a non domino por el tercero hipotecario en aras al
principio de fe pública que proclama el art 34 LH y representa la llamada eficacia ofensiva de la
inscripción, en beneficio de tercero que es llamado tercero hipotecario.
El Derecho protege al último adquirente, dando primacía a su interés jurídico, sobre aquél que,
pudiendo, no inscribió.
Eso sí, han de darse los siguientes requisitos: