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Anhedonia (la incapacidad de sentir placer)

Por Sergio Oliver Burruel

Psicoterapeuta

El origen de este trastorno aún se encuentra en discusión, ya que para


los psiquiatras y médicos obedece a un origen biológico-eléctrico del
cerebro y su cura o tratamiento es atendido con fármacos clasificados
en la familia de los antidepresivos, ya que consideran que la persona
con este padecimiento caracterizado por la falta de interés y de placer
en las cosas y personas que se encuentran a nuestro alrededor, son
sujetos con una clara alteración biológica atribuible en gran parte a la
herencia.

Las personas con este padecimiento son incapaces de experimentar


placer y disfrute en ninguna circunstancia, mientras, en otros casos
con el mismo trastorno, el problema se reduce a aspectos concretos,
como el apetito por la comida, las relaciones sexuales, las relaciones
sociales o las actividades de ocio, situaciones que antes les resultaban
placenteras. De cualquier forma, existen grados, por lo que hay
quienes sufren una incapacidad total de disfrutar y obtener placer y
otros sólo un descenso en dicha capacidad.

Cuando una persona sufre una depresión profunda, nada le motiva ni


le alegra o le hace disfrutar. La persona deprimida se queda
“congelada” emocionalmente, incluso respecto a las personas que
más quiere o las actividades que más le hacían disfrutar. Si vas a una
fiesta verás que la gente se trasforman en niños, es igual lo que
hagan: compiten, bailan, comen, juegan, desfilan.... Hagan lo que
hagan les divierte; se ríen y se les ve felices y contentos. A ti todo esto
te parece ridículo y, por supuesto, no te hace feliz, no te hace gracia
no disfrutas ni sientes placer, aún más, los criticas…

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De todos los placeres de la vida, el mejor o al menos uno de los
mejores es el estar en compañía, el conversar con los amigos. Esto
nos hace sentir bien, nos anima, nos lleva a la alegría de vivir.

Esta misma historia se repite en bodas, comidas de la


empresa....Mención aparte merece los encuentros con amigos o
familiares o fiestas navideñas, donde la gente disfruta de la
compañía...donde tú no solamente no disfrutas sino que estos
encuentros se te convierten en un problema.

Hay cosas simples, actividades rutinarias como comer, pintar, estrenar


zapatos nuevos, cocinar, comprar algo, pasear.... con las que mucha
gente confiesa :” ¡Qué bien me lo he pasado!”, menos para el
anhodino porque para el estas actividades no significan nada, no
encuentra placer en ellas, o si consigue algo de entusiasmo, es débil o
queda limitado a pocas actividades.

En mi experiencia profesional he observado que personas con


adicción de más de 10 años y que por circunstancias de la vida han
decidido parar su consumo e iniciar un proceso de recuperación,
aparece este trastorno de forma muy clara, aunada a la depresión en
cualquiera de sus niveles.

Aquella persona que antes le gustaba las fiestas, compañías, viajes,


asistir a juegos deportivos, conocer gente, interactuar con los suyos,
de pronto al dejar de consumir su droga de predilección se topa con
que ya nada le interesa, e inclusive evita visitar o hacer las cosas que
antes le producía algún tipo de placer, incluyendo la parte sexual que
es tan poderosa.

Como señalo al inicio de esta colaboración los investigadores creen


que es debido a una alteración del sistema dopaminérgico, que es el
mecanismo por el que la dopamina (una sustancia química que se
encuentra en el cerebro) produce sensaciones de placer y satisfacción
al comer, al tener relaciones sexuales y se potencia al consumir
alcohol o drogas. En el anhodino al parecer, este sistema

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dopaminérgico se bloquea, y no es capaz de producir placer,
satisfacción y bienestar al individuo.

Sabemos que cuando el consumo de drogas ha sido muy intenso,


principalmente con la cocaína, ésta sustituye las funciones de la
dopamina, por lo que la elaboración de la misma en el cerebro se ve
bastante disminuida ocasionando con ello una baja en la modulación
del estado de ánimo apareciendo la depresión y su prima hermana la
anhedonia; ésta sería la explicación mas racional para explicar este
trastorno.

Ahora bien ¿qué hacer?, las alternativas para tratar esta disfunción
generalmente se trata por dos vías que rigurosamente son
complementarias, una de ellas es la farmacológica, para ayudar al
sistema dopaminergico con estimulación química no adictiva y la otra
es trabajar desde la psicoterapia cognitivo conductual apoyándose
con técnicas filosóficas de corte existencial.

Finalmente mi querido lect@r bien vale la pena trabajar en el


restablecimiento emocional a través del aprendizaje y desarrollo de
nuevas habilidades, dicho en otras palabras una nueva forma de ver y
sentir r la vida. ¿O no? ¡La batalla no está perdida!
Mtro. Sergio Oliver Burruel
Psicoterapeuta 
Cédula profesional UNAM 1104356 
Cédula Maestría UNO3425172  

Citas (662)2564064
paecoliver@gmail.com
Sergio1oliver@psicom.uson.mx

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