Está en la página 1de 8

Fuente: biblioteca de babel

SANTO TOMÁS (c. 1225-


1274)

Resumen mínimo de su
 
pensamiento

Buscar

MINDFULNESS
Curso de entrenamiento de la compasión y el amor benevolente: "Mindfulness para la
buena vida" - En Casa Asia - Abril-Junio. Este curso se centra en el uso de las
herramientas y actividades mindfulness para que el alumno descubra sus habilidades en
el cuidado de su mente y desarrolle sus capacidades naturales para vivir con plenitud su
vida y sus relaciones con otras personas. El alumno se ejercitará en la gestión de sus
emociones y pensamientos, en poner freno a las reacciones mecánicas de su mente,
observar sus estados y procesos mentales y responder con sabiduría y amabilidad a las
distintas circunstancias de la vida. El recurso principal será la meditación, con la que el
alumno podrá cultivar su habilidad para estar atento, concentrado y en conexión con sus
recursos naturales para el amor y el autocuidado. Trabajaremos principalmente con las
meditaciones y actividades de atención plena que nos ayuden a conectar con nuestro yo
verdadero, y con nuestra fuente interior de amor, compasión y generosidad.
El curso está inspirado en tres programas de entrenamiento de la compasión y la
autocompasión, programas validados por la comunidad científica y de creciente interés
en psicoterapia, la educación y el llamado “desarrollo personal”: el Mindful self-
compassion (MSC) creado por Christopher K. Germer y Kristin Neff; el Compassion
Cultivation Training (CCT) del CCARE de la Universidad de Stanford, y la Compassion
Focused Therapy (CFT) de Paul Gilbert.

 
 
HOMBRE Y DIOS EN EL PENSAMIENTO MEDIEVAL: SANTO
TOMÁS

INTRODUCCIÓN

El cristianismo no es filosofía, pero algunos de los elementos más


importantes que utiliza en su propuesta de salvación han sido objeto
tradicional de la filosofía, por lo que no es extraño que los creyentes hayan
usado esta disciplina como fundamento de algunas de sus creencias. Una de
las preocupaciones más importantes del pensamiento medieval fue
la relación entre la teología y la filosofía, entre la fe y la razón. El
problema es discernir cuál es la relación entre el conocimiento sobrenatural
del hombre, alcanzado por revelación, y el conocimiento natural, logrado a
través del intelecto y los sentidos.

I. EL PROBLEMA DE LA RELACIÓN FE Y RAZÓN

Para Santo Tomás, la distinción filosofía/teología descansa en la


separación entre orden natural y sobre- natural: el orden de conocimiento
natural procede de la razón humana, da lugar a la filosofía y tiene carácter
demostrativo; el orden sobrenatural procede de la revelación y de la fe y es
un conocimiento oscuro; algunas de sus verdades están al alcance de la
razón, y otras la exceden. Ambos conocimientos provienen, en último
término, de Dios, por lo que entre ellos no puede haber contradicción. Entre
las dos esferas de conocimiento cabe la colaboración, dando lugar a
la teología: la revelación puede orientar a la razón y le permite evitar
errores; la razón le sirve a la fe para aclarar y defender los misterios de la
revelación. Algunas creencias nunca podrán ser demostradas por la razón y
otras sí, como los preámbulos de la fe (existencia de Dios e inmortalidad del
alma). Habrá dos tipos de teología: la racional o natural, que llega a Dios
utilizando una capacidad ligada a la naturaleza humana, la razón; y
la teología cristiana o sobrenatural: su fundamento es la doctrina revelada
y la fe, pero usa también de la razón para conseguir un orden científico y
como arma dialéctica.

II. LA EXISTENCIA DE DIOS

1. El problema de su demostración. Podríamos pensar que Dios puede


ser perceptible directamente por la razón, al modo como vemos las verdades
del tipo "los triángulos tienen tres lados"; a estas proposiciones las denomina
Sto. Tomás evidentes en sí mismas; en ellas el predicado se incluye en el
sujeto pues en la esencia de sus objetos se encuentra la propiedad referida en
la proposición. Son, además, evidentes para nosotros cuando las vemos
como verdaderas con solo comprender el concepto sujeto. Si la existencia de
Dios se incluyese en su esencia, entonces podríamos captar la verdad de la
proposición “Dios existe” con la mera comprensión del término "Dios";
algunos filósofos (S. Anselmo p. ej.) creerán que se puede mostrar la
existencia de Dios basándose en ese supuesto (el "argumento ontológico").
Sto Tomás mantendrá, por el contrario, que no cabe una argumentación de
ese género porque la esencia de Dios no nos es dada con la misma claridad
que por ejemplo, la esencia del triángulo. Ello quiere decir que la proposición
"Dios existe" no es evidente para nosotros, aunque sea evidente en sí misma
(pues es verdad que la existencia se incluye en la esencia de Dios).

2. Las cinco vías. Según Sto. Tomás, la demostración meramente


racional de la existencia de Dios no es la adecuada pues no es acorde a las
facultades humanas; debemos llegar a Dios a partir de lo más conocido para
nosotros, de la experiencia sensible. Sus pruebas (las Cinco Vías) tienen
antecedentes en Aristóteles y Platón y son demostraciones a posteriori:
parten de los efectos de la actuación de Dios en el mundo para remontarse a
Él como causa última. La Tercera Vía comienza destacando uno de los rasgos
más importantes de todos los objetos finitos, la radical insuficiencia de su ser,
la contingencia: todos los seres existen pero podrían no existir; si existen y
podrían no existir es pensable un tiempo en el que no existían; y si nada más
que ellos existiera en la realidad, ahora nada tendría que existir. Como este
no es el caso, es preciso suponer que exista un ser necesario, un ser que
tenga la razón de su existencia en sí mismo y no en otro, y ese ser es Dios.
La Quinta Vía parte de la existencia de orden en el mundo natural y de la
necesidad de que exista siempre una inteligencia que dirija el comportamiento
de aquellos seres que tienen conducta final, conducta ordenada a un
propósito. Es el caso de que los seres naturales no disponen de inteligencia,
luego han tenido que ser creados por otro ser que les haya dado su
disposición al comportamiento más adecuado para alcanzar los fines que les
son propios; en conclusión, debe existir una Inteligencia Ordenadora a la
que cabe llamar Dios.
III. LA ESENCIA DE DIOS

Santo Tomás quiere defender la posibilidad del conocimiento de Dios sin


rebajar la calidad de su ser, evitando dos extremos: afirmar la posibilidad del
conocimiento de Dios a costa de aproximar demasiado su ser a las cosas del
mundo (con el peligro de su antropomorfización); y separar radicalmente a
Dios del mundo, negando con ello la posibilidad de su conocimiento racional.
Para ello empleará varios recursos: la afirmación: afirmaremos de Dios
únicamente aquellas propiedades puras que no traen consigo imperfección; la
negación: obtenemos un concepto negativo de Dios negando de Dios las
propiedades de las criaturas que implican imperfección; la
eminencia diremos que Dios posee de forma infinita las perfecciones que
encontramos en las criaturas. Por su parte, la analogía nos recuerda que las
palabras empleadas para pensar a Dios no tienen exactamente el mismo
significado que poseen cuando las empleamos para referirnos a las cosas
finitas (no tienen un significado unívoco), pero tampoco equívoco, sino
analógico, en parte igual y en parte distinto.

Las Cinco Vías suministran otros tantos predicados de Dios: Motor


inmóvil, Causa incausada, Ser necesario y perfectísimo, Inteligencia suprema.
El constitutivo formal es el atributo fundamental, el primero
ontológicamente y del que se derivan los demás. El constitutivo formal de
Dios es el mismo ser subsistente: en Él la esencia se identifica con la
existencia. Esta propiedad es la raíz de todas las demás perfecciones y
aquello por lo cual su esencia se distingue de los seres creados, en todos los
cuales la esencia es distinta de la existencia . Los atributos divinos pueden ser
entitativos u operativos. Los atributos entitativos de Dios se refieren a su
ser (simplicidad, perfección, infinidad, inmutabilidad, unidad, bondad,
omnipresencia y eternidad) y todos ellos hacen de Dios un ser trascendente al
mundo. Los atributos operativos de Dios se refieren a su obrar y son el
entender, querer y poder, que dan lugar a su vida divina. Los efectos de la
voluntad divina son el amor y el gozo, y sus virtudes la justicia, la
misericordia y la liberalidad. La potencia activa de Dios se manifiesta de tres
maneras: la creación, la conservación y la gobernación (providencia).

IV. LA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE

1. La estructura de la realidad creada. El Aquinate parte de


la contingencia de todo ser finito: la indigencia radical de todo ser finito
exige un ser que sea fundamento de sí mismo y de todo lo real, Dios. Todas
las criaturas tienen una composición metafísica de esencia y existencia (son
contingentes, limitadas) frente al único ser necesario e infinito, Dios, que es la
causa de su existencia. Partiendo de Dios, Sto Tomás nos ofrece una visión de
la realidad creada en forma jerárquica. Para referirse a los seres creados
(compuestos) se sirve de conceptos aristotélicos: acto y potencia, sustancia y
accidentes, materia y forma, añadiendo la distinción esencia/existencia.
La jerarquización de los seres vendrá dada por su mayor o menor simplicidad
y su mayor cercanía al puro existir de Dios. En la cúspide de la creación están
los ángeles (compuestos de esencia y existencia), después
los hombres (con un alma que es su forma sustancial, unida a una materia).
Las sustancias del mundo corpóreo están compuestas de materia y forma.
En el hombre la "forma" es su alma y puede existir con independencia del
cuerpo; en cambio, los seres sensitivos ―como los animales― o los
puramente vegetativos ―como las plantas― tienen formas corruptibles y
dependientes de la materia. Las formas de los seres inertes y las formas
de los elementos primeros son las más imperfectas. En un grado inferior
están las formas accidentales (que necesitan de las substancias para
existir) y la absoluta potencialidad de la materia prima, que es pura
capacidad de ser.

2. El hombre, imagen de Dios. El hombre se compone


de cuerpo y alma espiritual; por el cuerpo se vincula con el mundo sensible
y por el alma con el mundo espiritual. Es lo más perfecto en el orden sensible
y lo menos perfecto en el orden de las sustancias intelectuales. La concepción
del hombre tomista combina la óptica aristotélica y el pensamiento cristiano:
a los vivientes les corresponde un conjunto de operaciones distintas de los no
vivientes: nacer, nutrirse, crecer, reproducirse, moverse localmente y morir, y
en los grados superiores sentir, pensar y querer. Santo Tomás define
el alma como el principio de la vida y como la forma de un cuerpo físico
que tiene vida en potencia. Es lo que distingue a los vivientes de los no
vivientes. Hará mención también a las facultades o potencias activas del
alma con los que realiza las operaciones vitales: corpóreas (requieren un
órgano corporal), o incorpóreas (el entendimiento y la voluntad). Además
del intelecto, dividido en teórico y práctico, el alma humana contiene tres
facultades: la voluntad o apetito racional, las facultades de la
sensación (vista, oído...) y la sensualidad o apetito sensible. Santo Tomás
defiende el dualismo antropológico, pero su posición es más moderada que
la platónica al entender que la palabra "hombre" designa la unidad de cuerpo
y alma, y no únicamente alma, como era el caso de Platón.

3. El hombre hacia Dios. El hombre se encuentra en el orden


sobrenatural por la gracia divina, merced a la cual alcanza un estado de
perfección al que no puede llegar por sí mismo, pero ninguna esferas de la
actividad humana se pueden comprender sin la referencia de lo humano hacia
Dios:

a) Dios como objeto último del conocimiento: la vocación intelectual


del hombre hacia Dios se cifra en el hecho de que la teología es la ciencia
suprema y la máxima perfección de nuestra inteligencia, pero también porque
el conocimiento se ordena a la verdad y Dios es la suprema verdad. Toda
verdad está conectada con Dios, pues es el creador, sostenedor y lo que da
inteligibilidad a todo lo real; además, conocemos a Dios en todo lo que
conocemos, pues el mundo es la "revelación física" de Dios. Finalmente, el
objetivo supremo del hombre es la visión de Dios en la otra vida, es decir, un
conocimiento puramente intelectual y directo de Él.

b) Dios como objeto último de la voluntad: Dios, por ser el ser


superior, es la bondad perfecta e infinita. También la vida moral está dirigida
hacia el logro de la beatitud: Santo Tomás defiende un punto de
vista teleológico o finalista del universo, pero el hombre es el único ser que
tiene conciencia de los fines y de los medios y que puede ser impulsado a la
acción por ideas de lo bueno y de lo correcto. La voluntad tiende
naturalmente a buscar el bien, búsqueda que sería totalmente caótica sin la
intervención de la razón. En relación con Dios (el bien perfecto), Dios mueve
la voluntad humana necesariamente. Pero respecto de los bienes menos
perfectos, la voluntad no está obligada necesariamente a ir hacia ellos
(es libre). La ética se centra en los bienes que permitan al hombre alcanzar
su bien último o Dios. En su teoría de las virtudes, el Aquinate sigue
a Aristóteles, añadiendo algunos elementos de su perspectiva cristiana.
Las virtudes son los hábitos gracias a los cuales el alma puede realizar bien
cada uno de los fines a los que tiende. Puesto que en el alma encontramos
distintas partes, habrá también distintos tipos de virtudes:
las intelectuales o perfecciones del intelecto (arte, prudencia, inteligencia,
ciencia y sabiduría), y las morales o perfecciones de las facultades apetitivas
(la justicia de la voluntad, y la fortaleza y templanza, del apetito inferior,
irascible y concupiscible), y que consistirán en el justo medio entre dos
vicios, uno por defecto y otro por exceso. A esas virtudes añade las virtudes
sobrenaturales o teologales (fe, esperanza y caridad), que tienen como
objetivo Dios mismo, perfeccionan la disposición humana hacia al orden
sobrenatural y son infundidas en nosotros por Dios.

c) El hombre hacia Dios por la conducta social: la doctrina política de


Sto. Tomás es una síntesis de la política aristotélica y de sus creencias
cristianas. El hombre tiene un fin sobrenatural, pero debe conseguirlo
mediante su actividad y su vida en el Estado, aunque de forma completa, sólo
lo alcanza en la otra vida. El Estado es una institución natural fundamentada
en la naturaleza del hombre. El hombre es un ser político que vive en
comunidad lo cual exige un gobierno que mire por el bien común. Tanto la
sociedad como el gobierno, por ser connaturales al hombre, tienen en último
término justificada su existencia en Dios, creador de la naturaleza humana.
Como el fin sobrenatural del hombre consiste en conseguir la beatitud
eterna, que es competencia de la Iglesia, el Estado, aún siendo autónomo,
queda supeditado indirectamente a aquella. Así, el Estado debe guiar y
legislar para que los ciudadanos vivan virtuosamente y alcancen el fin que les
es propio: la salvación eterna. Las leyes (mandatos que descansan en la
razón y según los cuales algo es inducido a obrar), deben, pues, orientarse
hacia la consecución del bien común.

Santo Tomás distingue tres clases de leyes: la natural, la positiva y la


eterna. La ley natural dirige y ordena los actos de los seres naturales para la
adecuada realización de los bienes que les son propios. El Aquinate toma del
pensamiento griego la noción de naturaleza como principio dinámico
intrínseco que determina el comportamiento ordenado de los seres naturales,
a la vez que la idea de que puede utilizarse el criterio de la “naturalidad” para
distinguir la conducta buena de la mala: lo bueno es lo natural y lo malo lo
contrario a ella. Pero añade a esta idea griega la tesis de que las inclinaciones
naturales descansan en último término en Dios, quien por su providencia
gobierna todas las cosas y les da las disposiciones convenientes para su
perfección. En los seres irracionales la ley eterna inscrita en su naturaleza
determina sus acciones de manera pasiva y necesaria, en los hombres
descansa en su razón y se realiza a partir de su voluntad y libertad. Santo
Tomás interpreta la ley natural como la ley moral, y la identifica con la razón
humana que ordena hacer el bien y prohíbe hacer el mal. La ley moral es
racional pues es dictada por la razón y natural porque la razón es un rasgo
de la naturaleza humana y porque describe las acciones convenientes para los
fines inscritos en nuestra naturaleza. La ley natural contiene los preceptos
básicos que rigen la vida moral, el primero de los cuales es “debe hacerse el
bien y evitarse el mal” y en el que se fundan todos los demás preceptos de la
ley moral. Dado que la ley natural se fundamenta en la naturaleza humana, y
ésta en Dios, la ley natural no es convencional, es inmutable y la misma para
todos (universal). La ley positiva (ley que promulgan los Estados) debe ser
expresión de la ley natural para ser justa y buena y, por tanto, no será
convencional. La ley natural tiene su origen y fundamento en un orden más
amplio: el orden del Universo, orden que es expresión de la ley eterna, ley
inmutable que descansa en la propia razón de Dios y de la cual derivan todas
las demás leyes. Dios ordena todas las acciones, tanto humanas como no
humanas, hacia su fin.

También podría gustarte