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Dostoievski y la biblia
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INTRODUCCIÓN
El primer bloque está dedicado a los personajes y por supuesto presidido por parte de
los dos personajes principales, Raskolnikov y Sonia, para, en torno a ellos, hablar del resto.
El apartado destinado a los personajes masculinos encabezado por Raskolnikov englobará
una reflexión junto a otros dos personajes, Marmeladov y Svidrigailof. Se han buscado las
coincidencias en torno al concepto de culpa y ansia de redención que subsiste en los tres. Por
cuestiones de tiempo y espacio este criterio elimina del tratamiento a personajes básicos
como el fiel amigo Rasumikhine o el desconcertante inspector Porfirio Petrovitch.
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El segundo apartado es para los personajes femeninos, Sonia, Dunia, Lisbeth y
Pulqueria Alejandrovna, y el especial significado que cobran en cuanto a modelos de
abnegación y pureza.
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1.- PERSONAJES
Personajes masculinos.
Raskolnikov, estudiante de Petersburgo de 23 años, tiene una teoría. Una
elucubración enrevesada, pero que no le es exclusiva. Poco antes de ponerla en práctica la
escucha en una taberna, en labios de otro estudiante:
"Por un lado tenemos una mujer imbécil, vieja, enferma, mezquina, perversa, que
no es útil a nadie, sino que, por el contrario, es toda maldad y ni ella misma sabe
por qué vive. Mañana morirá de muerte natural. […] Por otro lado tenemos
fuerzas jóvenes, frescas, que se pierden, faltas de sostén, por todas partes, a
miles. Cien, mil obras útiles se podrían mantener y mejorar con el dinero que esa
vieja destina a un monasterio. Centenares, tal vez millares de vidas, se podrían
encauzar por el buen camino; multitud de familias se podrían salvar de la miseria,
del vicio, de la corrupción, de la muerte, de los hospitales para enfermedades
venéreas…, todo con el dinero de esa mujer. Si uno la matase y se apoderara de
su dinero para destinarlo al bien de la humanidad, ¿no crees que el crimen, el
pequeño crimen, quedaría ampliamente compensado por los millares de buenas
acciones del criminal?"
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tiene razón el Profeta cuando alinea sus tropas en la calle y mata indistintamente
a los culpables y a los justos, sin ni siquiera dignarse a darles una explicación."
"…le considero como uno de esos hombres que se dejarían arrancar las
entrañas, sonriendo a sus verdugos si lograsen encontrar una fe, un Dios".
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ofendidos" dostoyevskianos- mártir emparentado con el gran referente mártir de la religión
cristiana y con todos los mártires del mundo, aunque con matices.
Con sus palabras, Marmeladov adelanta también la esperanza cristiana que imperará al
final de la novela, al hablar del día en que llegue el Juicio final. Ese día Dios perdonará a su
hija Sonia, por lo mucho que ha amado y por su gran sacrificio, pero también le perdonará a
él:
"El vendrá el día del Juicio y preguntará: <<¿Dónde está esa joven que se ha
sacrificado por una madrastra tísica y cruel y por unos niños que no son sus
hermanos? ¿Dónde está esa joven que ha tenido piedad de su padre y no ha
vuelto la cara con horror ante ese bebedor despreciable?>> Y dirá a Sonia:
<<Ven. Yo te perdoné y ahora te redimo de todos tus pecados, porque tú has
amado mucho.>> […] Y nosotros oiremos también su verbo. […] Y él dirá:
<<¡Sois unos cerdos, lleváis el sello de la bestia y como bestias sois, pero venid
conmigo también!>> Entonces los inteligentes y los austeros se volverán hacía Él
y exclamarán: <<Señor, ¿por qué recibes a éstos?>> Y Él contestará: <<Los
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recibo, ¡oh, personas sensatas! Porque ninguno de ellos se ha considerado
jamás digno de este favor.>>"
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Svidrigailof gasta toda su riqueza en la propia Dunia y caritativamente en los
hermanastros de Sonia y en su joven prometida. Después se suicida. Los poseedores del
sello de la bestia no son diabólicos de forma absoluta, después de todo. Como señala
A.Levinson: "Dostoyevski triunfa mejor como abogado del diablo."
Personajes femeninos
Sonia comparte con María Magdalena su incondicionalidad hacia aquel a quién ama,
Rodia en la una, Jesús en la otra. Fidelidad que les acompañará hasta el pie de sus
respectivas cruces. Sonia, como María Magdalena, da mucho teniendo poco. Para R.
Guardini Sonia es « la criatura más pura y mansa de las figuras femeninas de Dostoievski »
Dentro del pasaje Jesús cuenta a Simón, molesto por los tratos de cordialidad del
huésped con María Magdalena, una parábola, estrechamente relacionada con las palabras de
Marmeladov sobre el día del Juicio Final:
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"Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro
cincuenta. Como no tenían para pagarle perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le
amará más?"
Respondiendo Simón que aquel a quién perdonó más, Jesús ensalza a María
Magdalena por el cuidado con el que le ha recibido, mientras que Simón se ha cruzado de
brazos. La conclusión será:
"Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha
mostrado mucho amor. A quién poco se le perdona, poco amor muestra."
De nuevo, la persona con capacidad de amar es la persona que recibe el perdón, apta
para la fe y la salvación:
Sonia, por lo tanto, pertenece a la serie de personajes del autor de una bondad innata,
pura, reflejo de la esencia divina. Sin su intervención, la salvación de Raskolnikov hubiese sido
imposible, como veremos al tratar el tema de la resurrección.
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2.- MOTIVOS SIMBÓLICOS Y RELIGIOSOS
"Tú has obrado como yo. Tú también has cruzado la línea. […] Hemos de seguir
la misma ruta, codo a codo. ¡Vente!"
"Allí estaban los dos, tristes y abatidos, como naufragos arrojados por el temporal
a una costa desolada."
El castigo, Caín.
Si el mayor castigo que se le impuso al fraticida Caín fue vivir sin ser castigado por el
crimen cometido, lo mismo se puede decir del papel que juega la conciencia en Raskolnikov.
Lo que Marmeladov había anticipado al principio de la novela, y que parecía tan sólo un burdo
lamento de borracho, se hace patente como denominador común del que es pecador, o del
que se siente pecador sin serlo, como ese pintor, Mikolka, que se acusa enfervorecido siendo
inocente. Está presente por lo tanto el mito de culpa universal. Porfirio Petrovitch, el
enigmático inspector, lo explica de esta manera a Raskolnikov:
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"Una vez en la cárcel, Mikolka ha vuelto a su anterior misticismo. Se ha acordado
del ermitaño y ha abierto de nuevo la Biblia. ¿Sabe usted, Rodion Romanovitch,
lo que es la expiación para ciertas personas? Es una simple sed de sufrimiento, y
si este sufrimiento lo imponen las autoridades, mejor que mejor. Conocí un preso
que era un ejemplo de mansedumbre. Estuvo un año en la cárcel y todas las
noches leía la Biblia. Y un día, sin motivo alguno, arrancó un trozo de hierro de la
estufa y lo arrojó sobre un guardián, aunque tomando precauciones para no
hacerle ningún daño. ¿Sabe usted la suerte que se reseva a un preso que ataca
con un arma cualquiera a un guardián de la cárcel? Aquel hombre obró tan sólo
llevado por su sed de expiación."
Existe una dependencia del ser humano de un sufrimiento real, pues el martirio interior
es mayor, indescriptible, silencioso y preferible el que se impone desde el exterior.
"Así les ocurre, sin duda, a los condenados a muerte: cuando los llevan al lugar
de la ejecución, se aferran mentalmente a todo lo que ven en su camino."
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En el capítulo central de la novela, IV de la cuarta parte, se desarrolla el primer
encuentro a solas entre Rodia y Sonia en la casa de esta. Rodia se comporta de una forma
violenta, cruel, desborda a la frágil muchacha de cuestiones delicadas, tratando de llegar a la
raíz de una esperanza que se le antoja malsana. Mutuamente se están considerando locos, el
uno al otro. Para Rodia, la única explicación de la resignación de Sonia es su fe. Esto le
provoca a partes iguales atracción y rechazo, aunque la manifestación es de odio, rechazo,
porque lo que le atrae, el amor, lo envidia, no lo posee, aunque lo querría.
La gran duda teológica del libro es planteada directamente por Rodia a Sonia:
Raskolnikov no puede entender qué considera una prostituta de dieciocho años que
hace dios por ella. Si consiente su sufrimiento, cómo puede creer en él, en un dios bueno, en
un dios justo. La respuesta la buscarán en el Evangelio, en el pasaje de la resurrección de
Lázaro. El relato es leído por Rodia y Sonia juntos. Dostoyevski transcribe tal cual la mitad del
texto y ofrece las partes más significativas, aunque omite también otras que resultan muy
útiles, por lo que hemos recurrido a la fuente directa (Juan 11) para las siguientes impresiones.
El relato contiene otro apunte que, quizás desde mi escasa capacidad hermenéutica,
caigo en el error de malinterpretar, pero que asocio a aspectos tratados en la novela que,
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aparentemente, nada tienen que ver con la resurrección de Lázaro. Me refiero a las
enigmáticas palabras de los versículos 9-10:
Llegado el momento clave del versículo 25, disponemos de mayor facilidad a la hora
de acertar en la interpretación:
Supone ésta una nueva visión de la muerte introducida con el Nuevo Testamento,
distinta de la concebida por Daniel, puesto que en el AT la resurrección era inexistente. Esta
nueva concepción basa su fundamento en la inmortalidad del alma. El alma no muere,
mientras que el cuerpo se corrompe en tierra.
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A partir de este momento surge una nueva posibilidad de interpretación de la novela. El
soporte evangélico ayuda al lector a iluminar las zonas más oscuras del texto. Claramente
podemos asociar, desde ese momento, al camino que recorre Raskolnikov como el tránsito
del AT al NT, a través de la mediación de Sonia.
Conocer a Sonia supone para Raskolnikov -aunque con reticencias: pese a lo que se
diga, Dostoyevski pocas veces es maniqueo, si bien es sentimentalmente pendular- abrirse al
Dios que ama al hombre, padre del Cristo, Dios de la resurrección no presente en el AT. En
cuanto Rodia acepta el desafío, inmediatamente, deja de ser un enfermo sin sentido para
convertirse en un mártir con una finalidad clara: la salvación. El modelo de composición para
el autor pasa entonces de ser Lázaro a ser Cristo. Raskolnikov está ahora destinado a beber
el cáliz de la amargura. copa de la expiación ofrecido por Sonia.
La segunda visita -capítulo IV, quinta parte- resultará igual de decisiva: Rodia confesará
a Sonia su crimen. El apoyo incondicional de ella será el punto de apoyo para que el criminal
emprenda su nuevo camino. Pero no deja de ser curioso el que Sonia, a pesar de que la
identifiquemos con María Magdalena, frente a un Rodia indeciso se asemeje más al propio
Jesús que a su compañera. Emplea sus palabras y su modo de hablar. Tras arrodillarse
Raskolnikov, después de la confesión, Sonia se dirige así, enérgicamente, al pecador:
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pensamientos dijo: <<¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es
más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"?
Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para
perdonar pecados -dice entonces al paralítico-: Levántate, toma tu camilla y vete
a tu casa.>> Él se levanto y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y
glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres."
Para Dostoyevski, como para Jesús, el verdadero milagro, el único posible es el perdón
de los pecados a través del amor. Esa concesión de Jesús a los incrédulos es lo que podría
llegar a irritar al autor -tema de "El gran Inquisidor"- que considera que el creyente no necesita
tales pruebas, y que observa desconsolado que el pueblo sí parece necesitarlas. El milagro es
que Sonia, o su hermana Dunia, perdonen a Raskolnikov. Y Dostoyevski está así proponiendo
la necesaria salvación del alma a su pueblo, alcanzar el milagro del perdón, antes que esperar
la multiplicación de los panes y de los peces.
"Su cuartucho se hallaba bajo el tejado de un gran edificio de cinco pisos y, más
que una habitación, parecía una alacena"
En esa alacena ha muerto mientras gestaba su terrible idea. Por eso, si en el lecho de
su cuarto es donde ha madurado, entre delirios, el crimen, y donde ha tenido que soportar las
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fiebres tras el delito, será al lecho a dónde regrese, esta vez al de Sonia, antes de realizar su
confesión. Para resucitar (confesar) ha de volver a la cama. Como si todo hubiera sido una
pesadilla. En el mismo lecho donde Sonia pierde su inocencia:
"De súbito una extraña y sorprendente sensación de odio hacia Sonia le traspasó
el corazón. Asombrado, incluso aterrado de este descubrimiento inaudito, levantó
la cabeza y observó atentamente a la joven. Vio que fijaba en él una mirada
inquieta y llena de una solicitud dolorosa, y al advertir que aquellos ojos
expresaban amor, su odio se desvaneció como un fantasma. Se había
equivocado acerca de la naturaleza del sentimiento que experimentaba: lo que
sentía era, simplemente, que el momento fatal había llegado.
Bajó de nuevo la cabeza y otra vez ocultó el rostro entre las manos. De pronto
palideció, se levantó, miró a Sonia y, sin pronunciar palabra, fue maquinalmente a
sentarse en el lecho. Su impresión en aquel momento era exactamente la misma
que había experimentado el día en que, de pie a espaldas de la vieja, había
sacado el hacha del nudo corredizo. Mientras se decía que no había que perder
ni un segundo."
Esa estructura circular, referida en torno a este trio de personajes, se repite al final de
la novela, cuando descubrimos que Rodia tiene en prisión la Biblia de Sonia, que a su vez, es
una Biblia que le regaló Lisbeth, asesinado por Rodia.
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Las aportaciones del relato de Lázaro se extienden también al citado doble o espejo de
Raskolnikov, Svidrigailof, del que, bajo esta nueva perspectiva, podríamos decir que no acudió
nadie a resucitarle, nadie le amó. A su muerte no le sucede resurrección alguna, lo que pone
de manifiesto que la resurrección dostoyevskiana es válida, en primer lugar, como símbolo de
expiación terrenal. Así, mientras que Rodia ya ha salido de su asfixiante cuchitril, Svidrigailof
se refugia en un hotel la noche antes de su suicidio.
"Señor -imploro- indícame el camino que debo seguir y renunciaré a ese maldito
sueño".
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"Raskolnikov no había vuelto a la comisaría desde su primera visita. Sus piernas
se negaban a obedecerle y le impedían avanzar. Se detuvo un momento para
tomar aliento, recobrarse y entrar como un hombre.
La entrega, el Calvario.
Dostoyevski estructura el capítulo VIII, que cierra la sexta parte, como un "via crucis",
el que emprende Raskolnikov para ir a entregarse a la policía, similar al "via crucis" de Cristo.
Y así, aunque la sucesión de los hechos no es exacta, encontramos una serie de paralelismos
marcados.
Antes de que emprenda ese "via crucis" a la comisaría, Rodia necesita su cruz. Será
Sonia quién se le cuelga del cuello, una cruz de la madera:
"…esto significa que acabo de cargar con una cruz. ¡Je, je! Como si fuera poco lo
que he sufrido hasta hoy… Una cruz de madera, es decir, la cruz de los pobres."
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"Una inmensa ternura se adueñó de él; las lágrimas brotaron de sus ojos. Sin
vacilar, se dejó hacer de rodillas en el suelo, se inclinó y besó la tierra, el barro,
con verdadero placer. Después se levantó y en seguida volvió a arrodillarse.
No deja de ser paradójico que las burlas a Jesús se debieran a lo que el profeta se
creía -Rey de los judíos- cosa que realmente es en el ámbito de la Biblia, cuando en Rodia se
da un sufrimiento interior, una sentimiento de ridículo que ha de sobrevenir por lo que él se ha
creído que es: un ser excepcional por encima de los demás. Pero, ¿quién nos dice que no es
un ser excepcional, como aquel era Rey de los judíos? ¿Juega Dostoyevski con esta
ambigüedad?
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3.- CONCLUSIÓN FINAL
Todo ahínco, por parte del autor, está dirigido a poner en marcha el que sería su motor
existencial, patente en la mayor parte de su producción: la fe y el amor como actitudes
existenciales fundamentan todo el universo dostoyevskiano.
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Dostoyevski nos dice: sin Dios no hay moral, sin Dios no hay civilización. Si Dios lo es
todo, sólo cabe una opción: contra Dios o en Dios. No cabe creer o no creer. El que está en
contra quedará asociado al diablo (primer Raskolnikov, Svidrigailof): creación del hombre a su
imagen y semejanza. El que sigue a Dios es el santo, el que aspira al bien.
Porque frente al diablo sólo es posible Cristo. El único que puede perdonarlo todo
porque ha sufrido por todos e infinitamente. El único que puede silenciar el escándalo moral.
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4.- BIBLIOGRAFIA
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