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Orientación espacial

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Orientación espacial

El cerebro y la orientación espacial

Dr. Luis M. Labath

Nuestra habilidad para percibir el espacio y orientar y dirigir nuestros movimientos


(la función visuoespacial) es en apariencia algo natural y que experimentamos sin
ninguna dificultad.
Esta capacidad nos permite hacer cosas como encontrar el camino para llegar a
casa desde un nuevo vecindario o integrarse al tráfico.
Básicamente, el procesamiento visuoespacial es la aptitud de decir dónde están los
objetos en el espacio. Esto incluye las partes del propio cuerpo, aunque también
involucra saber qué tan lejos están los objetos de uno mismo y de los otros.
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Es evidente que nuestro cuerpo ocupa un lugar en el espacio y que se relaciona


con otros elementos en dicho ámbito, del mismo modo que parece indudable que
nuestro cerebro es capaz de realizar representaciones mentales de determinados
espacios y de manipular y modificarlas para desplazarse y relacionarse con su
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entorno.
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No obstante, cada sujeto posee su propia percepción del ambiente que lo rodea.
La posición en el espacio está representada en una especie de mapa interior en el
hipocampo cerebral, formado por grupos de neuronas llamadas células de lugar.
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El profesor John O’Keefe y el matrimonio de los neurocientíficos May-Britt Moser y
Edvard Moser recibieron el Premio Nobel en Medicina por descubrir las neuronas
que ayudan a "saber dónde estamos y a dónde queremos ir", que componen el
sistema de posicionamiento en el cerebro humano.
Han descubierto nuestro “GPS” interno dentro del cerebro y demostrado la
estructura detallada a nivel celular que es base de funciones cognitivas complejas.
La teoría de que el cerebro de los mamíferos contiene un mapa interior que
representa la posición del individuo en el espacio no es nueva: fue propuesta en
los años cuarenta por el psicólogo Edgard Tolman, de la Universidad de California,
en Berkeley. Tampoco es nueva la hipótesis de que ese mapa está relacionado con
el hipocampo cerebral, que ya fue avanzada en los años setenta.
En 1971, O'Keefe descubrió un tipo de células nerviosas que se activaban
alternativamente cuando una rata estaba en uno u otro punto de una caja de
vidrio. Se trataba de neuronas de posicionamiento que se encargaban de hacer un
mapa del lugar.
Esas "células de lugar" se encuentran en el hipocampo (la región del cerebro que
recibe su nombre por tener forma de caballito de mar), el cual está ubicado en una
de las partes más internas, mejor conservadas y primitivas del cerebro, con un
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papel esencial en la formación de memorias y también en la recolección de la base


de datos.
En 2005, el matrimonio Moser descubrió un nuevo componente del GPS cerebral
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llamado "células de red" o un sistema interconectado de neuronas que determinan


la posición y ayudan a encontrar un camino determinado.
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Los hallazgos de estos tres investigadores, sin dudas, ayudaron a responder una
pregunta que obsesionó a filósofos y científicos durante siglos: ¿cómo el cerebro
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crea un mapa del espacio y cómo nos ayuda a movernos por un entorno
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complejo?

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Los investigadores han podido averiguar así que justo cuando una rata decide qué
camino tomar para volver a casa las neuronas de lugar del hipocampo se disparan
en una secuencia que representa los puntos sucesivos de la trayectoria que
después seguirá. No se trata de una trayectoria recordada, sino de una verdadera
hoja de ruta, análoga a la que el GPS del coche ofrece al conductor confundido,
como una verdadera simulación mental de lo que ocurrirá a continuación.
Si bien los hallazgos se hicieron en animales, recientemente también se han
descubierto pruebas de que hay un sistema similar en el cerebro humano. Gracias
a las nuevas técnicas de imagen cerebral, y por estudiar pacientes que necesitaban
cirugía en el encéfalo, se pudo demostrar que el cerebro también tiene "células de
lugar y de red" que componen el GPS interno. Éstas están ubicadas en la corteza
entorrinal y se comunican con el hipocampo para que el sistema funcione
correctamente.
Actualmente, algunos estudios muestran que existe una menor activación de las
áreas cerebrales dedicadas a la orientación espacial con la utilización de un
navegador y se cree que ellos están debilitando la capacidad del cerebro para
orientarse. Evidentemente la interacción entre la estructura de la memoria espacial
y la estructura de la toma de decisiones se modifica y cuando se utiliza el GPS para
no estar pendiente del camino y de tomar decisiones se pierde el entrenamiento
para saber la ubicación espacial.
De la misma manera que las calculadoras o la agenda del teléfono han interferido
en las habilidades matemáticas o en la capacidad de recordar un número, estos
estudios muestran que el navegador del coche o del celular provoca que las áreas
cerebrales dedicadas a la orientación espacial y a la navegación reduzcan su
actividad.
A comienzos de siglo, un estudio ya clásico demostró que el cerebro de los taxistas
de Londres era más grande que el de otras personas y que una región cerebral, el
hipocampo posterior, mostraba una mayor densidad de materia gris. Esos
resultados fueron confirmados una década después con una muestra de taxistas
antes y después de que tuvieran que aprenderse el mapa de la ciudad de Londres,
con más de 25.000 calles londinenses y comprobar que tenían el hipocampo más
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desarrollado.
Paralelo a eso, también pudieron comprobar cómo intervienen otras áreas
cerebrales, en particular el córtex prefrontal, clave a la hora de planificar nuevas
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rutas y resolver problemas, como qué hacer si se toma un camino equivocado o


hay que buscar una nueva ruta.
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El estudio publicado en Nature Communications muestra que cuando los


voluntarios navegaban en modo manual tanto su hipocampo como el córtex
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prefrontal mostraban mayor actividad al llegar a una nueva calle. De hecho, el


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registro del escáner era mayor cuántas más opciones tenían ante sí. Sin embargo,
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este extra de actividad no se producía cuando se dejaban guiar por el navegador
del coche o del celular.
Los resultados de esta investigación confirman el papel clave del hipocampo en la
orientación espacial y la planificación de rutas. En concreto muestran cómo ayuda
ante nuevas situaciones: al llegar a una nueva calle camino de un objetivo, una
parte del hipocampo indexa las conexiones existentes mientras que otra área
identifica las características de la calle. Con los dos elementos, el cerebro puede
simular las distintas rutas mientras el córtex prefrontal ayuda a decidir cuál
escoger para llegar al destino.
En los enfermos de Alzhéimer esas dos áreas del encéfalo sufren daños. Por eso,
los pacientes tienen problemas para orientarse y llegan a perderse.
El descubrimiento del posicionamiento en el cerebro supone un cambio de
paradigma para entender cómo un grupo de células especializadas se encargan de
tareas cognitivas complejas y abre una vía para entender la memoria, el
pensamiento y nuestra capacidad de planear.

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Imagen: Designed by Evasplace / Freepik
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