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OPCIÓN “A”

Cuando se demuestra la causa por el efecto, es imprescindible emplear


el efecto como definición de la causa, y esto sucede particularmente cuando
se trata de Dios. La razón es porque en este caso, para probar la existencia de
alguna cosa, es preciso tomar como medio “lo que su nombre significa” y no
“lo que es”, ya que antes de preguntar “qué es” una cosa, primero hay que
averiguar “si existe”. Pues bien, los nombres que damos a Dios los tomamos
de sus efectos, y, por tanto, para demostrar la existencia de Dios por sus
efectos, podemos tomar como medio el significado de la palabra “Dios”.

(TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología)

CUESTIONES:

1. Exponer las ideas y la estructura argumentativa del texto propuesto.

2. Explicar el problema de Dios en Tomás de Aquino y desarrollar


sistemáticamente las principales líneas de su pensamiento.

3. Relacionar el pensamiento de Santo Tomás con su marco histórico, socio-


cultural y filosófico.

4. Explicar el tratamiento del problema de Dios en un autor o corriente


filosófica que no pertenezca a la época medieval.
CUESTION 1.

El texto propuesto presenta la distinción tomista entre “esencia” y


“existencia” (o “acto de Ser”), en la que cifra la posibilidad de proceder a
una demostración concluyente de la existencia de Dios. Dicha demostración
habrá de ser “a posteriori” (esto es, tal como se afirma en la línea 1, “cuando
se demuestra la causa por el efecto”), única opción plausible para un
planteamiento empirista, que es el que Santo Tomás hereda de Aristóteles.
En consecuencia, es el efecto que produce el que nos sirve para caracterizar a
aquello que lo causa: lo que mueve, por ejemplo, es motor, y en esa medida,
Dios (“… esto sucede particularmente cuando se trata de Dios.”, líneas 2-3),
creador del mundo, puede ser conocido no en su esencia, de modo directo,
sino en su obra, que a El remite.

Una demostración “a posteriori” invierte, por tanto, el orden del Ser,


en el que la causa precede al efecto, para operar desde el orden del conocer,
en el que lo primero captado es el efecto, y desde él nos remontamos en el
tiempo para encontrar la causa que lo explica.

Los seres creados están compuestos de esencia y existencia, que se


relacionan entre sí como la potencia y el acto. Ahora bien, la existencia en
acto no se deduce inmediatamente de su esencia en lo que a ellos atañe (tal
circunstancia sólo se da en Dios, ser necesario que no puede dejar de existir).
Los seres creados son realidades contingentes. Por su parte, no hay un acceso
inmediato a la esencia de Dios, desconocida para el hombre, por lo que
cuanto de El sabemos (su omniscencia, omnipotencia, providencia, etc.) se
deducen de su Creación. Dado que la esencia de Dios (lo que es) es
inabarcable para el entendimiento humano, es precisamente la afirmación de
su existencia lo que se deriva de un razonamiento adecuado, que sabemos
que Sto. Tomás -adelantándonos a lo que el párrafo anuncia- desarrolla en
cinco argumentos o Vías.

Por otra parte, el nombre de algo, o mas bien, “lo que su nombre
significa” (línea 4) es, en principio, expresivo de una esencia (o, al menos, de
lo que de una esencia es accesible a nuestro entendimiento, puesto que ya
queda dicho que la esencia de Dios es inabarcable para el hombre). Es este
hecho el que lleva a Santo Tomás a señalar que en un razonamiento
encaminado a probar la realidad de Dios es necesario presuponer algún
significado al modo en que lo designamos: “para demostrar la existencia de
Dios por sus efectos, podemos tomar como medio el significado de la palabra
“Dios” (líneas 7-8).
CUESTION 2.

El texto comentado, perteneciente a la ´”Summa Theologiae”,


responde al esfuerzo tomista por mostrar la esencial compatibilidad entre fe y
razón en lo referente a una serie de cuestiones tan esenciales como la
existencia de Dios que, no siendo evidente para el entendimiento de modo
inmediato, sí resulta accesible al mismo mediante cinco razonamientos “a
posteriori”, sus famosas “Vías”, todas las cuales parten de un hecho de la
experiencia (el movimiento, la causalidad eficiente, la existencia de seres
contingentes, los grados de perfección y el orden del mundo), remontándose
luego a la causa originaria que lo ha producido, que identifica con Dios,
caracterizado, pues, como primer motor, causa incausada, ser necesario, ser
perfectísimo y gobernador del mundo.

La demostración de la existencia de Dios abre el camino a la


resolución del problema de la creación, que Santo Tomás explica recurriendo
a la distinción entre esencia y existencia (que toma del pensamiento árabe, en
concreto, de Avicena): el único ser cuya esencia incluye la perfección de
existir es Dios; el resto de los seres “participan de la existencia” por
donación del Creador, que los hace pasar de la simple posibilidad (esencia) a
la existencia real.

Este acceso puramente racional a un orden de verdades constitutivas


de una “teología natural” manifiesta la importancia que Santo Tomás
concede a lo que llama “preámbulos de la fe”, cuestiones de índole
intelectiva que muestran que la fe es conciliable con la razón (en sí misma la
creencia es suprarracional, pero nunca irracional). Estos “preámbulos de la
fe” son un ámbito intermedio de verdades reveladas que, sin embargo,
pueden ser demostradas racionalmente. Con ello Santo Tomás establece una
mediación entre la filosofía y la teología, tan confusamente mezcladas en el
pensamiento cristiano que le precede. Santo Tomás considera que el terreno
filosófico es el ámbito de las verdades racionales, en el que toda
argumentación debe basarse en el principio de razón suficiente. Por encima
está el ámbito de las verdades teológicas, reveladas a quienes gozan del don
de la fe. En este ámbito es todavía el principio de autoridad el que funda la
verdad de un argumento. Sin embargo, el mérito de Santo Tomás es el de
establecer la autonomía del saber filosófico, terreno en el cual vuelve los ojos
al pensamiento de Aristóteles, del cual es el gran valedor en el mundo
cristiano.
El hombre es una sustancia hilemórfica compuesta por una materia,
que es el cuerpo, y una forma subsistente que es el alma racional. Esta es
capaz de conocimiento en la medida en que mediante un proceso de
abstracción el entendimiento agente puede “despojar” de lo material a los
objetos percibidos por los sentidos, quedándose con su forma universal, por
lo que conocemos esencias en la medida en que el entendimiento paciente
puede “reconocer” lo universal que hay en cada objeto concreto.

La ética en Santo Tomás sigue también a Aristóteles al afirmar la


felicidad como bien supremo del hombre, si bien a la propuesta aristotélica
de lograr ese fin mediante una vida acorde con nuestra naturaleza racional -lo
que se traduce en la práctica de las virtudes intelectuales-, Santo Tomás
añade la idea de que sólo la contemplación de Dios colma al hombre, por lo
que sin el concurso de las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), éste
no puede alcanzar su fin sobrenatural.

Finalmente, el concepto de ley natural vertebra la teoría política de


Santo Tomás. Si el hombre es un ser sociable deberá buscar la felicidad
dentro de la sociedad, pero ésta necesita una ley positiva que concrete los
preceptos genéricos de la ley natural, con la que no puede entrar en conflicto
so pena de perder su legitimidad.

CUESTION 3.

La vida de Santo Tomás se desarrolla a mediados del Siglo XIII, época


caracterizada por el resurgimiento cultural de Europa, gracias al auge de las
ciudades y del comercio, el florecimiento del arte gótico -que se expresará,
entre otras manifestaciones, en magníficas catedrales-, y en la fundación de
las primeras universidades, a las que la formación y posterior docencia de
Santo Tomás está vinculada, puesto que estudia en París y Colonia y enseña
en Nápoles y, nuevamente, París. En esta época, como contrafigura de
órdenes “acomodadas”, como la de los dominicos, en la que profesa desde su
primera juventud, surgen las órdenes mendicantes, como la de los
franciscanos, a la que pertenece John Peckham, con quien polemiza en
diversos debates públicos.

Es también el siglo en que se produce en Europa un fortalecimiento del


poder real frente a los poderes feudales, lo que lleva a un novedoso reparto
de fuerzas que va a llevar al papado a tratar de imponerse al poder secular,
como ocurrió al enfrentarse el Papa Inocencio IV al expansionismo en suelo
italiano del emperador Federico II de Alemania. Es a la corte gibelina que
éste instala en Nápoles a la que se vincula la familia de Tomás de Aquino, de
origen normando, y a quien su vocación religiosa aparta de ser un hombre de
armas y de corte.

El ideal de una cristiandad universal se ve favorecido por un clima de


comunicación intelectual abierta y vibrante, con el latín como vehículo de
entendimiento entre los espíritus cultos de toda Europa, pese a que nos
encontramos en un momento en que las lenguas nacionales se van afianzando
(el siglo XIII es también el de la redacción de la “Divina Comedia” de Dante
Alighieri, escrita en el dialecto toscano que con el tiempo se consolidará
como lengua nacional de Italia). Se dan numerosos intercambios culturales
entre el mundo islámico y el cristiano, propiciados por las Cruzadas y por la
labor de la Escuelas de Traductores, como la que Alfonso X de Castilla
funda en Toledo. Este contacto introdujo las obras de Aristóteles y de su
comentarista Averroes en Occidente, donde desde el siglo XI se desarrolló el
saber filosófico en el marco de la escolástica. Dichas obras fueron asimiladas
por los pensadores cristianos, bien en la versión radical del averroísmo
latino, bien en la versión moderada y compatible con la fe propuesta por
Tomás de Aquino.

La “escolástica” es, más que una doctrina concreta -lo que sí es el


tomismo-, un sistema de enseñanza. El término remite a las “scholas”,
escuelas eclesiásticas decisivas para la conservación y transmisión de la
cultura clásica. Los escolásticos impartían sus enseñanzas alternando
lecciones (clases magistrales) y discusiones.

Tomás de Aquino es el máximo representante de la escolástica, siendo


su maestro San Alberto Magno, comentador de la obra de Aristóteles e
introductor de Santo Tomás en el pensamiento de éste, de cuyo sistema
adopta aspectos de su ontología (teoría del ser, categorías, hilemorfismo),
antropología (cuerpo y alma), gnoseología (conocimiento por abstracción a
partir de la experiencia), ética (eudemonismo) y política (sociabilidad natural
del hombre y bien común).

También recibió la influencia del platonismo agustiniano,


especialmente en aquellos aspectos en que la filosofía aristotélica resultaba
más difícilmente conciliable con el cristianismo, como lo referido al alma
inmortal, los grados de perfección o la idea de participación. Asimismo, sus
“Vías” recogen demostraciones ensayadas por filósofos anteriores:
Aristóteles, Avicena, Maimónides, etc.
CUESTION 4

Dios es para Nietzsche el concepto que sintetiza y fundamenta la suma


de los valores de una tradición cultural que, negando la vida, ha conducido al
vacío moral y existencial. La expresión “Dios ha muerto” viene a
diagnosticar, por tanto, el fracaso de todo un modo de simbolizar la realidad.
Bien es cierto que la expresión no es de nuevo cuño, había aparecido ya en
un contexto religioso en Ekhardt, Lutero y Hegel para significar la pérdida de
la visión cristiana de la existencia, es decir, el proceso de secularización de la
cultura.

Este abandono es patente en la sustitución progresiva de la idea de


Dios como sentido del mundo, garante del orden moral, respaldo de la
autoridad establecida, etc. por ideas como la razón (la Diosa Razón de la
Francia revolucionaria), el progreso, etc.

Dios representa una determinada ontología, un modo de concebir la


realidad que niega “el sentido de la tierra” y sitúa las expectativas humanas
en un plano ilusorio, soporte de una moral de renuncia y de negación de la
realidad espacio-temporal. Dios es “el vampiro de la vida”. Su eliminación
supone el fin de los valores absolutos, y abre la posibilidad de una
transformación radical del horizonte humano. La “muerte de Dios” significa
una crítica radical de la religión, la moral y la metafísica, y la liberación del
hombre de una carga abrumadora que ha gravitado sobre él desde que el
cristianismo consagrara el dualismo platónico mundo aparente-mundo
“verdadero”, inventando un trasmundo ideal (una ilusión “óptico-moral”)
para desvalorizar el mundo terreno, lo que hace del cristianismo una especie
de “platonismo para el pueblo”.

El cristianismo, en la radical visión de Nietzsche, supone una negación


de la vitalidad, del instinto y del goce, estigmatizado como “pecado”.
Significó el fin del mundo antiguo y aniquiló las formas y valores más nobles
de la vida, convirtiendo toda verdad en mentira.

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