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 La petición de los apóstoles sobre un fortalecimiento de su fe surge, en esta

narración lucana del viaje, de una manera sorprendente y bastante abrupta.


 En los capítulos anteriores no hay la más mínima sugerencia que prepare esta
verdadera irrupción de la temática de la «fe»; en cuanto característica de la vida
cristiana, aparece aquí de repente —y por primera vez— en el curso de las
instrucciones durante el viaje a Jerusalén.
 Por otra parte, la máxima, en cuanto respuesta, no recoge directamente la
petición, sino que más bien enfrenta a los destinatarios con una situación
incómoda. Lo importante, viene a decir el Maestro, no es la cantidad de fe, sino su
calidad, es decir, su grado de autenticidad.
 Aunque la fe no sea mayor que un grano de mostaza, si es verdaderamente
auténtica, podrá realizar milagros.
 Al respecto Fytzmayer, nos dice que, ya en la misma formulación de la máxima se
entrevé una crítica sutil: la prótasis [Parte de la oración condicional que expresa la
condición o hipótesis y va introducida por la conjunción  si ; es la proposición subordinada] (ei
échete = literalmente, «si tenéis») —en castellano hay que emplear el pretérito
imperfecto de subjuntivo «si tuvierais»— está constituida por una condición
«real», mientras que la apódosis (elegete an = «diríais») se formula en condicional
«irreal», es decir, que existe poca probabilidad de que se realice la condición
expresada en la prótasis. Por tanto, la formulación en sí misma parece implicar que
la fe de los apóstoles es tan pequeñita, que ni siquiera llega a un grano de mostaza.
 Por otra parte, el versículo introductorio considera esa reacción a la palabra como
algo dinámico, algo que puede acrecentarse. Por eso, aunque la respuesta de Jesús
supone que la fe que por el momento tienen los apóstoles no llega ni siquiera a un
grano de mostaza, indica suficientemente que la actitud fundamental del discípulo
es precisamente pedir: «Auméntanos la fe».
 Pues bien: esa fe, con todas sus posibilidades de desarrollo, tiene poderes
ilimitados si es genuinamente cristiana; un poder tan ilimitado que —como se
expresa en la imagen— puede «arrancar una morera» y «plantarla en el mar»
El Evangelio según Tomás conserva ciertas resonancias de esta misma máxima. Así, por
ejemplo: «Jesús dijo: Si dos viven en paz (hacen las paces) en una misma casa, podrán
decir a una colina: 'Trasládate', y se trasladará» (EvTom 48). Y también leemos: «Jesús
dijo: Cuando logréis unificar la dualidad, seréis hijos de hombre; y si decís: 'Colina,
trasládate', se trasladará» (EvTom 106). El segundo texto, con su referencia a la unión de
los dualismos, es indudablemente gnóstico. Por otra parte, las dos citas del escrito
apócrifo dependen de Mt 17,20. Como se ve, ninguno de los dos textos alude a la noción
de «fe»; su interés se centra en el retorno a la unidad perdida.
El mensaje de la parábola, en su contexto actual, es claro: el discípulo, en cuanto doulos,
después de haber cumplido su obligación, debe considerarse simplemente como lo que
es, un «pobre criado». La recomendación de Jesús subraya dos aspectos:
a) La fidelidad del discípulo en el cumplimiento de sus obligaciones no comporta
necesariamente una garantía de su salvación. Después de haber realizado todo lo que se
espera de él, el discípulo no debe perder de vista que su destino, su recompensa, es única
y exclusivamente pura gracia.
b) La vanagloria humana es un sinsentido. Lucas pone en labios de Jesús una idea que
Pablo desarrollará con su propia terminología: kauchésis («engreimiento», «petulancia»,
«presunción»: cf. Rom 3,27; 1 Cor 1,29; Ef 2,9)
¿Yo mido mi fe en calidad o cantidad?
¿Mi fe nace de los ritualismos o de las ortodoxias?
¿Mi fe tiene la calidad de mover mi arrogancia?
¿Soy un siervo fiel al reino?

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