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1. Enfoque canónico
Partiendo de la constatación de que el método histórico-crítico a veces lucha por alcanzar
el nivel teológico en sus conclusiones, el método "canónico", que nació en Estados
Unidos hace unos veinte años, se enfoca directamente en la tarea de interpretación
teológica, comenzando por un claro marco de fe: toda la Biblia. Para ello, interpreta cada
versículo de la Biblia en relación con el canon de la Escritura, la Biblia aceptada por la
comunidad de creyentes como norma de fe. Intenta colocar cada versículo en el diseño
único de Dios para la restauración de la Biblia para nuestro tiempo. La intención no es
reemplazar el método crítico histórico, sino complementarlo. El enfoque canónico se
opone con razón a sobrevalorar lo que debe ser crudo y original como si sólo
fuera real. La Biblia inspirada es la norma aceptada de la fe de la iglesia. En este sentido,
uno puede ceñirse a la forma final de cada libro tal como existe actualmente, o insistir en
que formen una colección de cánones. El libro es sólo la Biblia a la luz de todo el canon.
El enfoque normativo aborda más de un tema, particularmente al definir el
"proceso normativo". ¿Cómo podemos decir que un texto es canónico? Esto se puede
decir cuando la comunidad le ha dado autoridad normativa a un texto, incluso antes
de que ese texto haya sido finalizado. Podemos hablar de hermenéutica "normativa",
porque la repetición de las tradiciones se realiza teniendo en cuenta nuevos aspectos de la
situación (religión, cultura, teología), preservando así la identidad del mensaje. Pero
surge la pregunta: ¿el proceso de interpretación que condujo a la formación del canon es
considerado hoy como la ley de interpretación de las Sagradas Escrituras? Por otro lado, la
compleja relación entre los cánones judíos y cristianos plantea muchos problemas de
interpretación. La Iglesia cristiana aceptó como "Antiguo Testamento" los escritos que
tenían autoridad en la sociedad judía helenística, pero algunos de ellos no existen o
aparecen de forma diferente en la Biblia hebrea. Por eso el cuerpo es diferente. Por tanto,
la interpretación canónica no puede ser idéntica, ya que cada texto debe leerse en relación
con el cuerpo en su conjunto, pero sobre todo, la Iglesia lee el Antiguo Testamento a la
luz de los acontecimientos pascuales, muerte y resurrección de Jesús. , que trae una
novedad radical y con la más alta autoridad da a las Sagradas Escrituras un sentido
decisivo y definitivo (cf. Dei Verbum, 4. Esta nueva regulación del sentido es parte
integrante de la fe cristiana. Sin embargo, esto no debe quitar toda la esencia de
la interpretación canónica anterior, es decir, la interpretación anterior a la Pascua
cristiana, ya que cada paso en la historia de la redención debe ser respetado. Vaciar el
Antiguo Testamento de su contenido es privar al Nuevo Testamento de sus
raíces históricas.
En el judaísmo existe la Torá oral y la Torá escrita, ambas fueron dadas a Moisés
por Dios en el Monte Sinaí. Todo precepto, toda interpretación, toda filosofía
judaica se desprende de esas dos fuentes.
La Torá escrita: Permanece como siempre ha sido a través los Sifrei Torá (rollos
de Torá) que se encuentran en cada sinagoga.
La Torá oral: Consiste en enseñanzas diseñadas para ser trasmitidas de padres a
hijos, se admite que podría haber llegado a sufrir algún cambio mínimo con el
tiempo.
Había una prohibición explícita de escribirla, pero debido a la persecución que
vivieron nuestros sabios en la diáspora se corrió el riesgo de perder toda la Torá oral
y sus enseñanzas. Por eso se decidió escribirla y fijar así su significado a lo largo de
los años. El resultado es lo que conocemos actualmente como Talmud. Los
midrashim (plural de midrash) son parte de la Torá oral; son enseñanzas contadas en
forma de historias, que explican pasajes y leyes toraicas.
En el Talmud, en textos previos y posteriores al mismo y en recopilaciones
especiales, los más conocidos son los siguientes:
Midrash Hagadol: Escrito en el siglo XIII por Daniel ben Amram Adani, está
escrito en verso y contiene midrashim halájicos que no se encuentran en otras
compilaciones.
Midrash Rabá: Es la compilación más importante que se ha hecho de midrashim se
hizo a lo largo de varios siglos, contiene historias que datan desde el sigo IV e.c.
hasta relatos del siglo XIII.
Midrash Tanjuma: Fue compilado en el siglo XVI, es un libro meramente de
análisis.
Midrash Agadá: Son los midrashim que explican partes de la Torá de forma
filosófica. Muestran información que falta de la Torá escrita. Es decir, son historias
que complementan a la Torá escrita y que dan un panorama más amplio de la
misma; muestran cosas de las escrituras que es difícil notar sin ellos.
Ejemplo: «lo que soñó Jacobo antes de emprender el viaje al país de su padre, lo que
vio Tzipora al hacerle la circuncisión a su hijo, lo que le dijo Dios a los astros al
crearlos, entre otros»
Midrash Halajá: Son todas las historias que explican la ley toraica y los mandatos
divinos. Es decir, son historias de los momentos en que Dios dictó ciertas leyes y
por qué; o historias de los rabinos que conservaron la halajá, y por qué se decidió
tomar esa medida en particular; o de cómo resolvieron cierto caso en una corte.
4. Revisamos las referecias de estos textos evangélcios a textos y tradiciones del Antiguo
Testamento -podemos ayudarnos de las notas y referncias de la Biblia de Jerusalem-.
Muchas de estas tradiciones están directamente relacionadas con el libro del profeta Isaías,
podría ayudar también leer algún comentario a estos textos.
Mt: Gn 16 7; Is 7 14; Jc 19, 1-2; Za 6 12; Mi 5, 1-3; Num 9, 17; Is 9, 1-2; Tb 13 14; Ex
2, 15; Jr 26, 21: 43; Ex 4, 22; Num 23, 22; 24, 28; Os 11, 1.
Lc: So 3, 14-15; Za 2, 14; Rt 2, 4; Is 7, 14; Is 9, 6; Gn 18, 14; Jr 32, 27; Jdt 13 18; Is 29,
19 Is 61, 10; Jb 12, 19; 5, 11; Is 41, 8-9; Lv 12, 3; Ex 24, 16; Is 9, 5; Ez 3, 12; 19, 38; Is
1, 3; 2, 51; 1, 59; 1, 31; Lv 12, 2-4; Ex 13, 2; 13, 11; Is 40; 42, 1; Ex 30, 22; 2, 20; Is
52, 10; 46, 13; Is 42, 6; 49, 6; Jdt 8, 4-5; Dt 16, 16; Ex 12; 4, 22.
5. Elaboramos un comentario a estos textos resalando el uso de las tradiciones del Antiguo
Testamento y la manera como estas tradiciones se actualizan para las comunidades de
lucanas y mateanas.
Mt 2, 10-11
Comenzamos por la Adoración de los Magos (Mt 2,1). Jesús ha nacido y ¿qué hace
el Señor al nacer? Manifestar su presencia en medio de nosotros, escondido primero en el
seno de María, manifestado a partir de su nacimiento. El Señor se hace presente entre los
hombres de una manera nueva: “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. El Señor
está, y ahora vamos a ver cómo Dios Padre a través del Espíritu Santo va a ir moviendo a
los hombres para que descubran la presencia salvadora de Dios encarnado en medio del
mundo.
Los magos nos dicen que, cuando se encuentra a Cristo, es necesario saber detenerse
y vivir profundamente la alegría de la intimidad con Él. “Entraron en la casa, vieron al niño
con María su Madre y, postrándose, lo adoraron”, sus vidas habían sido entregadas ya para
siempre a aquella Criatura por la cual habían afrontado las asperezas del viaje y las insidias
de los hombres. Hay que hacer experiencia de Cristo. Solo los que saborean a Dios, los que
le han experimentado, pueden dar verdadero testimonio de Él, porque si no… Solo
hablamos de cosas que sabemos, pero qué distinto es hablar de cosas que hemos
experimentado, que hemos vivido, ¡qué distinto es! Pues esto es lo que tenemos que
aprender a vivir: hay que detenerse, sentarse, arrodillarse, postrarse y vivir profundamente
la alegría de la intimidad con Cristo.
No hay cristianismo si no hay encuentro con Cristo. El cristianismo nace del
encuentro con Cristo, pero no nace de una sola vez, cuando tú te encuentras con el Señor,
para luego vivir ya por independiente, ¡no! El cristianismo nace y se regenera, es decir, está
naciendo continuamente a partir de la contemplación de la gloria de Dios que resplandece
en el rostro de Cristo. Nuestra vida cristiana nace y se regenera continuamente a partir del
encuentro con Él. Y, no obstante, como sucedió a los Magos, esta inmersión en la
contemplación del misterio no impide caminar, antes bien obliga a reemprender un nuevo
tramo de camino, en el cual nos convertimos en anunciadores y testigos. “Volvieron a su
país por otro camino”. Los Magos fueron en cierta manera los primeros misioneros. El
encuentro con Cristo no los bloqueó en Belén, sino que les impulsó nuevamente a recorrer
los caminos del mundo. Es necesario volver a comenzar desde Cristo.
La Iglesia intenta desempeñar aún con mayor interés, para sus hijos y para la
humanidad, la función de la estrella que orientó los pasos de los Magos. La Iglesia no vive
para sí misma, sino para Cristo. Intenta ser la “estrella” que sirva como punto de referencia
para ayudar a encontrar el camino que conduce a Él. Como la luna, no brilla con luz propia,
sino que refleja a Cristo, su Sol. ¡Cristo es la luz de los pueblos! Quiera el Señor que, en el
nuevo milenio, crezca cada vez más en la santidad, para ser en la historia verdadera
“epifanía” del rostro misericordioso y glorioso de Cristo, el Señor.