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· En el Paleolítico la organización social era muy elemental con una estructura social
igualitaria, sin división del trabajo, en la que los individuos desempeñaban funciones diferentes
según la edad y el sexo, y en la que la cooperación de todos los miembros era indispensable para
la supervivencia del grupo.
· En el Paleolítico los grupos eran nómadas, no disponían de un hábitat estable, sino que se
desplazaban siguiendo las migraciones de las manadas de animales. Vivían en asentamientos
estacionales, al aire libre y, a partir de Paleolítico Medio, coincidiendo con la última glaciación
(Würm), favorecido por el conocimiento del fuego, en cuevas y abrigos.
En el Neolítico la agricultura obligó a los grupos humanos a hacerse sedentarios. Los grupos
especializados en la ganadería harían a su vez de transmisores de innovaciones entre esos grupos.
1. LOS ÍBEROS
La cultura íbera deriva de las influencias que ejercieron los griegos, los fenicios, los cartagineses y
Tartessos sobre la población indígena.
Habitaban toda la costa mediterránea, el valle medio del Ebro, las Islas Baleares y el valle del
Guadalquivir.
Los pueblos íberos -edetanos, contestanos, bastetanos, turdetanos, indigetes, ilergetes, lacetanos,
layetanos, baleáricos…- eran comunidades independientes que compartían la misma cultura. Sobre una
base demográfica autóctona a la que se habían agregado poblaciones llegadas tanto del norte de África
como del sur de Europa.
La economía se basaba en la agricultura (cereal, vid, olivo, hortalizas y frutales, lino y esparto) y la
ganadería (oveja, cabra, caballo y cerdo; trashumancia en la alta Andalucía). Conocían la metalurgia del
hierro con el que elaboraban armas (falcatas) y fabricaban tejidos (lana, lino y esparto) y cerámica a
torno. El comercio con griegos, fenicios y cartagineses fue muy importante; las ciudades íberas acuñaron
moneda propia y abrieron una ruta comercial terrestre -Vía Hercúlea- a lo largo del litoral mediterráneo.
La sociedad estaba fuertemente jerarquizada y en ella destacaba la aristocracia guerrera. Se trataba
de una sociedad tribal en la que varias familias formaban una tribu dirigida por un caudillo o jefe y en la
que adquirieron gran importancia las relaciones de dependencia personal y los valores guerreros y
heroicos.
La organización política era bastante desarrollada porque seguía el modelo de la polis griega. La forma
política más frecuente era la monarquía, si bien en algunos casos dominaba la oligarquía.
Los pueblos íberos alcanzaron un desarrollo cultural destacable ya que conocieron la escritura,
expresión de una lengua no indoeuropea que se escribía con diversos alfabetos, y un notable
desarrollo urbano con poblados situados en lugares elevados para su defensa, recintos amurallados con
plan urbanístico regular, donde no se han encontrado palacios, pero sí necrópolis y santuarios.
Los íberos rindieron culto a sus dioses en santuarios donde se han encontrado exvotos (estatuillas de
bronce o de piedra de la Madre Tierra) y practicaban la incineración -las cenizas eran recogidas en urnas
enterradas en fosas con los ajuares (armas-falcatas, joyas y objetos de uso cotidiano) -.
Las manifestaciones artísticas evidencian las influencias griegas y cartaginesas. Las obras más
representativas son esculturas con función religiosa y funeraria como las damas de Elche y de Baza y
la Bicha de Balazote.
El momento culmen de las culturas íberas se experimentó con la formación del reino de Tartessos
cuya formación aún permanece en el misterio pero que se remonta aproximadamente al 1200 a.C. y cuya
extensión en su periodo de máximo esplendor comprendía el sur peninsular desde el Tajo hasta el Segura
con límite al norte en Sierra Morena.
Su organización social se hallaba dividida en clases o castas: una clase mercantil enriquecida,
terratenientes, varias clases intermedias y en la base los esclavos.
Los tartesios practicaban una agricultura evolucionada, eran buenos navegantes y pescadores, trabajaban
los metales y conocían la escritura (teniendo un alfabeto similar al ibérico). La explotación minera (plata,
cobre, oro) y el tráfico del estaño (la ruta de las Cassitérides) los llevó a un activo intercambio comercial.
Hacia el año 1.100 a. C. (más tarde según otros autores) los fenicios de Tiro fundan Gadir para comerciar
con Tartessos especialmente atraídos por su riqueza en metales, a esta fundación se añaden otras
diversas situadas en la costa de Málaga y el bajo Guadalquivir (Sexi, Malaca, Abdera, Puerto Menestheo,
Spal). Se desconoce si la relación de los colonizadores con Tartessos fue siempre pacífica. El elemento
colonial fenicio a partir del 800 a.C. parece determinante en el esplendor de esta cultura, sin que se
conozca de momento su interrelación con el poder local.
En el siglo VII a.C., el rey Argantonio también entabla relaciones con los griegos de Focea. Invadida Focea
por los persas y derrotados en Córcega en la batalla naval de Alalia (535 a.C.) por una alianza ocasional
de etruscos y cartagineses, Cartago pudo adueñarse de la zona y establecer sus propias colonias en la
parte noroccidental de África y la zona sudeste peninsular. Cartago pronto cerró el estrecho de Gibraltar y
se adueñó del monopolio comercial con la rica Tartesos. Hacia el 500 a.C. el reino de Tartessos queda
aniquilado por la intervención de Cartago, por un declive comercial, circunstancias aún no bien aclaradas.
A partir del siglo V a.C. deja de tenerse constancia histórica de Tartessos. A partir de este momento se
vuelve al fraccionamiento de esta área (SO de la Península Ibérica) en estados de menor entidad y regidos
por reyezuelos de las tribus de llamados turdetanos o túrdulos, sucesores culturales de los tartesios.
2. LOS CELTAS
Son pueblos de origen indoeuropeo procedentes del centro y norte de Europa que llegaron a la
península a comienzos del I milenio y ocuparon la Meseta, el norte y el noroeste. Son pueblos muy
diversos (galaicos, astures, cántabros, vascones, lusitanos, vacceos, vetones...) con rasgos culturales
indoeuropeos comunes que conocían la metalurgia del hierro; conforman una cultura posiblemente
relacionada con la de los campos de urnas.
Sus poblados se localizan en zonas altas de fácil defensa y son asentamientos fortificados. Los más
representativos son los castros -Santa Tecla-, recintos amurallados defendidos por fosos en los que las
viviendas de planta circular no siguen un plan urbanístico.
La base de la economía era la ganadería lanar y vacuna -vetones-, si bien en las zonas fértiles de la
Meseta predominaba la agricultura cerealista -vacceos-.
Conservaban las viejas estructuras gentilicias y su organización social era tribal -basada en la gens- y
dominada por la aristocracia guerrera.
Los celtas hablaban una lengua indoeuropea y no conocían la escritura; uno de los rasgos más
peculiares son los verracos (Toros de Guisando).
3. CELTÍBEROS
Sobre un sustrato indígena proveniente del bronce final, las aportaciones, tanto poblacionales como
culturales de los pueblos celtas supusieron una estratificación social más marcada, con la creación de una
élite guerrera en estas sociedades asentadas en el reborde oriental de la meseta y sistema ibérico. E l
crecimiento demográfico llevaría a una creciente concentración de riqueza y poder por quienes controlan las
zonas de pastos, las salinas -abundantes en toda la zona y esenciales para la ganadería y la conservación de
alimentos- y la producción de hierro, favorecida por la proximidad de los importantes afloramientos del
Sistema Ibérico, que permitió desarrollar con prontitud en estas regiones un eficaz armamento. Por otra
parte, sus contactos con las sociedades íberas y tartésicas hacen aparecer en estas sociedades el urbanismo,
la escritura, la moneda, las leyes escritas y la cerámica de tipo íbero. El desarrollo de sus ciudades, con
importantes obras defensivas y edificios públicos nos informan de sociedades muy complejas de tipo
helenístico, con senado, magistrados y normas que regulan el derecho público.
ÍBEROS CELTAS
Origen
Localización geográfica
Economía
Sociedad
Organización política
Poblados
Cultura
Defina el concepto de romanización y describa los medios empleados para llevarla a cabo.
Concepto: La romanización es el proceso por el que los pueblos de la Península Ibérica asimilaron
la organización socioeconómica, las estructuras político-administrativas y el legado cultural de
Roma (derecho, latín, religión y arte), lo que supuso la transformación o pérdida de los rasgos culturales
que definían a los pueblos indígenas (aculturación).
Fue un proceso paralelo a la conquista, más rápido e intenso entre los pueblos íberos del este y del
sur, más lento y menos profundo en los pueblos del centro y del oeste, y prácticamente inexistente
en el norte (galaicos, astures, cántabros y vascones).
Entre los instrumentos o cauces para la romanización están:
- La construcción de una red de calzadas que facilitaba el control administrativo y militar del
territorio permitía el desplazamiento del ejército, facilitaba el transporte de mercancías, contribuía al
desarrollo del comercio y conectaba las ciudades.
Las más importantes eran la Vía Augusta, la Vía de la Plata, la Vía Trasversal y la del Norte.
- La presencia del ejército también fue un importante vehículo de difusión de la cultura romana.
Roma reclutó tropas auxiliares entre los pueblos indígenas, lo que facilitaba su contacto.
Además, los soldados reclutados, al término de su servicio militar, podían obtener la ciudadanía
romana y recibir lotes de tierras. Por otra parte, junto a los campamentos de las legiones, a
veces se formaron núcleos urbanos que con el tiempo se convirtieron en municipios romanos. Es
el caso de León que se desarrolló a partir del asentamiento de la Legio VII Gemina.
- La fundación de colonias. El asentamiento de ciudadanos romanos en colonias de nueva
creación o en tierras confiscadas a los indígenas, también extendió el modelo de vida romano. Por
lo general, consistía en la entrega de tierras a los soldados veteranos en pago por su servicio
militar. Mérida (Emérita Augusta), por ejemplo, fue fundada por orden del emperador Augusto para
asentar a los veteranos de las guerras cántabro – astures.
- La concesión de la ciudadanía romana por Caracalla (212 d. C.) suponía gozar de numerosos
derechos y privilegios, por lo que su concesión se utilizaba como reclamo para facilitar la
dominación romana.
- El modelo social hispanorromano quedó definido por la integración de las élites indígenas,
principalmente a través de la concesión de la ciudadanía romana, y por la estructura social que,
conforme al modelo romano, diferenciaba, según la situación jurídica, entre hombres libres (orden
senatorial y orden ecuestre, decuriones y plebe), libertos (esclavos manumitidos) y esclavos.
- El legado cultural romano contribuyó a la romanización: el latín, del que derivaron las lenguas
romances; el derecho que regulaba las relaciones privadas y las instituciones públicas; el
cristianismo, legalizado por el Edicto de Milán (313) y convertido en religión oficial del Imperio con
el Edicto de Tesalónica; la construcción de obras arquitectónicas (teatro de Mérida, anfiteatro de
Itálica, arcos de Bará y de Medinacelli, la Torre de Hércules, murallas de Lugo) y de ingeniería
(acueducto de Segovia, puente de Alcántara).
Resuma las características de la monarquía visigoda y explique por qué alcanzó tanto poder la
Iglesia y la nobleza.
· Características de la monarquía visigoda:
En la monarquía visigoda confluyeron las tradiciones tribales germánicas (poder electivo) y las
influencias del sistema romano bajoimperial y bizantino (poder absoluto y sacralizado).
La monarquía visigoda era electiva -los nobles elegían al rey-, lo que provocaba una constante
inestabilidad política, ya que las grandes familias aristocráticas rivalizaban por el poder, y fueron
frecuentes las conspiraciones, conjuras, rebeliones y golpes de Estado, así como los reyes derrocados o
asesinados por facciones rivales.
Por esta razón, a partir de Leovigildo, hubo una tendencia a reforzar la institución monárquica
convirtiéndola en hereditaria mediante la asociación de los herederos al trono -que aseguraba la
sucesión y evitaba enfrentamientos-; también la unción regia o sacralización de la figura del rey que
vinculaba a la monarquía y a la Iglesia, y la incorporación de la nobleza al Aula Regia contribuyeron a
una mayor estabilidad de la monarquía.
También para consolidar el poder y crear un Estado fuerte, los reyes llevaron a cabo un proceso de
unificación de las comunidades goda e hispanorromana, en el que destacaron Leovigildo -derogó la
ley que prohibía los matrimonios mixtos y promovió el Codex Revisus, intentó la unificación religiosa en
una Iglesia arriana, e inició la unificación territorial al expulsar a los suevos, luchar contra cántabros y
vascones y arrebatar territorios a los bizantinos-, Recaredo -consiguió la unidad religiosa al adjurar del
arrianismo y convertir el catolicismo en la religión oficial del reino en el III Concilio de Toledo (589 d. C.), y
Recesvinto -promulgó el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo-.
Los poderes del rey eran teóricamente amplios -militar, judicial, legislativo y de gobierno- aunque
la monarquía toledana apenas tuvo poder político real, ya que la concesión de latifundios a la nobleza
visigoda creó múltiples poderes locales prácticamente autónomos en un proceso de atomización del
poder político.
Las instituciones del poder central eran el Oficium Palatinum (un órgano de gestión formado
por cargos de alto rango, en el que también participaban los altos funcionarios territoriales -duces y
comités- y militares), el Aula Regia (consejo asesor del rey formado por nobles que estaban ligados al
monarca por vínculos de fidelidad y desempeñaban tareas de asesoramiento en la elaboración de las
leyes, la administración de justicia y en asuntos políticos y militares) y los Concilios de Toledo -
inicialmente fueron asambleas eclesiásticas de obispos que dictaban normas morales y prescripciones
políticas. Desde la unificación religiosa se convirtieron en una institución con carácter religioso y político
integradas por obispos y nobles que colaboraban con los reyes en los asuntos de gobierno y en las tareas
legislativas, al ratificar las decisiones reales y darles fuerza de ley; también los prelados actuaban como
jueces y apoyaban el acceso de los monarcas al poder, de forma que la vinculación entre la monarquía y
la Iglesia católica reforzaba a la institución real-.
En la administración territorial, el reino fue dividido en provincias gobernadas por duques y los
municipios fueron sustituidos por territorios dirigidos por condes, todos ellos nobles.
La monarquía visigoda propició el ascenso de una poderosa nobleza, ya que los reyes -en
una monarquía electiva- dependían de su apoyo para acceder al trono y mantenerse en el poder,
mientras que la nobleza y la Iglesia -que desde su legalización por Constantino (Edicto de Milán, 313)
había acumulado un gran patrimonio territorial y tras el III Concilio de Toledo (589) había adquirido una
gran influencia política- coincidían en impedir una monarquía fuerte que limitara su influencia y sus
privilegios. Así pues, las competencias de los reyes visigodos teóricamente eran muy amplias, pero
estaban limitadas por el poder de la nobleza y la Iglesia que integraban las instituciones de la
administración central -Officiun Palatinum, Aula Regia y Concilios de Toledo- y ocupaban los cargos
de la administración territorial como duques y condes.
Se estaban gestando los rasgos del modelo social feudal medieval caracterizado por la
atomización o división del poder político entre reyes y nobles, y el establecimiento de una red de
relaciones de dependencia personal basada en la desigual relación con la tierra.
BLOQUE 2. LA EDAD MEDIA: TRES CULTURAS Y UN MAPA POLÍTICO EN CONSTANTE CAMBIO
(711 – 1474). ESTÁNDARES DE APRENDIZAJE EVALUABLES.
Represente en una línea del tiempo desde 711 hasta 1474, situando en un eje los principales
acontecimientos relativos a Al Ándalus y en otro los relativos a los reinos cristianos.
Describa la evolución política de Al Ándalus.
Al-Ándalus fue el Estado que los musulmanes crearon en el territorio que ocuparon en la
Península Ibérica en la Edad Media, desde que en el año 711 derrotaron a don Rodrigo en la Batalla de
Guadalete hasta que en 1492 los Reyes Católicos reconquistaron el reino de Granada.
La invasión y rápida conquista de la Península Ibérica se enmarca en el proceso de expansión
del lmperio Islámico y fueron favorecidas por los conflictos internos de la monarquía visigoda, la
feudalización del reino y la capitulación de la nobleza visigoda.
En este contexto, la sucesión de Witiza provocó una guerra civil que enfrentó a don Rodrigo y
a Aquila, quien acudió a la intervención de las fuerzas musulmanas que consiguieron dominar todos
los territorios peninsulares, excepto la franja cantábrica y pirenaica donde se formaron los primeros
núcleos cristianos.
En la evolución política de Al-Ándalus se diferencian las siguientes etapas:
EL EMIRATO INDEPENDIENTE (756 - 929) fue una etapa de consolidación y reorganización del
poder musulmán de Al Ándalus.
Se inició con Abd al-Rahmán I (756 – 788), miembro de la dinastía Omeya depuesta por la
dinastía Abbasí, que se proclamó emir independiente, por lo que ejercía el poder político y militar de
forma autónoma y sólo acataba la autoridad religiosa del califa de Bagdad. Para consolidar el Estado y
afianzar el poder centralizó la administración y la recaudación fiscal, estableció el sistema sucesorio y
reclutó un ejército de mercenarios. Al-Ándalus adquirió una estructura estatal compleja y centralizada
amenazada por los intentos independentistas de las marcas (Toledo -jornada del foso-, Zaragoza y
Mérida), las rebeliones de la población mozárabe por la presión fiscal (revuelta del arrabal de Córdoba)
y de la población muladí por la intransigencia religiosa (los Banu Qasi y Omar Ibn Hafsun), además de las
disputas entre los árabes por el reparto de cargos y los ataques de los abbasidas y los francos.
EL CALIFATO (929 - 1031). Constituyó el momento culminante del poder político musulmán en la
Península Ibérica.
El emir Abd al-Rahman III (912 – 961) se proclamó califa, convirtiéndose en la máxima autoridad
política y religiosa, y rompió los vínculos con el poder central de Bagdad. Consolidó el aparato estatal y
el poder califal mediante la centralización fiscal, la reorganización del ejército con tropas mercenarias y la
creación de la aristocracia palatina, sometió a las marcas y a las coras, y sofocó las rebeliones
internas. Frenó el avance cristiano en la Meseta norte, a pesar de la derrota en Simancas; venció a los
reyes y condes cristianos en Valdejunquera y los sometió a vasallaje y al pago de parias. Estableció
relaciones con los Imperios Bizantino y Germánico e impuso su autoridad en el Norte de África
sobre el califato fatimí.
El califato fue una época de desarrollo económico, urbano y cultural que se afianzó con al-Hakam II
y con Hisham II y su hachib al- Mansur -Almanzor- (976 - 109), quien relegó del poder al califa y
estableció una dictadura militar basada en la reforma del ejército y en las razias -campañas de rapiña
para conseguir recursos económicos en forma de botín, castigar a los infieles y afianzar su prestigio- que
destruyeron Barcelona (985), Coimbra, Santiago de Compostela (997)…
Los sucesores de al-Mansur y los últimos califas no supieron imponer su autoridad ni evitar
las luchas internas entre los distintos grupos étnicos que intentaban escapar del control del califa y
del Estado.
Resuma los cambios económicos, sociales y culturales introducidos por los musulmanes en Al
Ándalus.
LA ECONOMÍA
En Al Ándalus convivían la economía rural y la economía urbana, si bien el campo se subordinaba a la
ciudad, donde alcanzaron un elevado grado de desarrollo el comercio y la artesanía, con lo que se
rompía la tendencia a la ruralización de la economía iniciada en el Bajo Imperio -a partir de la crisis del
siglo III- y acentuada en el reino visigodo.
ESTRUCTURA SOCIAL.
La implantación del Islam en la Península se llevó a cabo mediante la conversión de buena parte de la
población hispanovisigoda -parte de la nobleza hispanogoda y de la mayoría de la población
campesina-, a la que se unieron numerosos grupos islamizados (norteafricanos, egipcios, sirios,
persas…) que se integraron en la sociedad como soldados o campesinos arrendatarios.
La organización social presentaba un alto grado de complejidad y diversidad.
· En función de la composición étnica y religiosa, se diferenciaba la población musulmana -que
incluía una minoría árabe a la que se subordinaba la población bereber y los muladíes,
cristianos convertidos al Islam que quedaban exentos del pago de impuestos- y la no musulmana,
a la que pertenecían los mozárabes y los judíos; ambos grupos fueron minorías toleradas pero
subordinadas e incluso perseguidas posteriormente por los almorávides y los almohades.
- Los mozárabes, hispanogodos cristianos que permanecen en territorios de Al Andalus, inicialmente
constituían la mayoría de la población, pero su número disminuyó significativamente por las conversiones
al Islam y porque huyeron a los reinos cristianos debido a las persecuciones a las que se vieron sometidos
por los almorávides y los almohades a partir del siglo XI; aun así, en ciudades como Toledo, Córdoba o
Sevilla permanecieron comunidades mozárabes importantes que vivían en barrios separados. Sometidos a
fuertes cargas fiscales, se dedicaban al pequeño comercio, a oficios artesanales y a la agricultura como
colonos o aparceros.
- Los judíos eran una minoría con un estatus legal similar al de la población mozárabe, si bien las
conversiones al Islam en este caso fueron escasas, aunque muchos conocieron bien la cultura
musulmana. Su núcleo fundamental fue Granada, pero los judíos estaban presentes en todas las grandes
ciudades, donde vivían en juderías. Destacaron como comerciantes, médicos, orfebres, y algunos lograron
ocupar cargos públicos de relevancia, respaldados por la confianza personal de algún emir o rey, y
también participaron en las actividades culturales de las élites. A partir del siglo XI, debido a la
intransigencia almorávide y almohade, aumentaron las persecuciones antisemitas y muchos judíos se
vieron obligados a emigrar a tierras cristianas.
· En función del criterio jurídico y según la estructura socioeconómica se diferenciaban:
ü Los hombres libres, entre quienes destacaba la jassa o aristocracia árabe de grandes
propietarios de tierras, altos funcionarios de la administración central, provincial y local y jefes del
ejército, así como juristas-teólogos, seguida de la famnia -grupos intermedios de comerciantes,
artesanos, funcionarios de menor rango, propietarios de tierras, sabios, literatos y artistas- y por
último, la amma -plebe urbana y rural de muladíes, bereberes, mozárabes y judíos sometidos a
fuertes cargas fiscales dedicados al pequeño comercio, a oficios artesanales y a la agricultura
como colonos o aparceros.
ü Los libertos o clientes eran esclavos manumitidos -liberados- que seguían vinculados a su dueño
por una relación de clientela o patronato.
ü Los esclavos -negros africanos y eslavos blancos- lo eran por su nacimiento, por ser prisioneros
de guerra, por la piratería o el comercio (Europa, Oriente y África). Se dedicaban a la agricultura, a
la artesanía o al servicio doméstico, destinados a los harenes. El dueño no tenía sobre ellos el
derecho de vida o de muerte.
· En el ARTE, a la tradición romana se incorporan los aportes del arte islámico, sobre todo los
motivos decorativos geométricos, vegetales y epigráficos. Las manifestaciones más destacadas
corresponden a la arquitectura, definida por las columnas, los arcos de herradura y lobulados, las
cúpulas y las bóvedas de arista y de nervios; se conservan espléndidos ejemplo de arquitectura
civil y religiosa como la mezquita de Córdoba y el Palacio de Medina Azahara (Madinat al Zahra)
de época califal, la Aljafería de Zaragoza,y las alcazabas de Málaga y Almería de los reinos de
taifas, la Torre del Oro y el alminar de la mezquita de Sevilla -“La Giralda-” del período almohade, y
la Alhambra y el Generalife del arte nazarí, así como piezas decorativas de gran refinamiento.
Explique el origen de las Cortes en los reinos cristianos y sus principales funciones.
En la Edad Media, las Cortes eran una institución de representación estamental formada por
procuradores o representantes de los tres estamentos o brazos que deliberaban por separado, una vez
convocadas por los reyes.
El auge de las ciudades y de la burguesía ofreció a los monarcas una posibilidad de obtener sumas
de dinero y de contrarrestar el poder de la nobleza, pero la burguesía exigió en contrapartida su
incorporación en la Curia, hasta entonces reservada a los privilegiados. Así, el origen de las Cortes se
produjo cuando a los diputados nobles y eclesiásticos de la Curia se sumaron los delegados de las
ciudades y las villas, en representación del Tercer Estado, para aprobar los subsidios y los impuestos
extraordinarios solicitados por el rey, concesiones económicas pedidas por la Corona ya que los ingresos
fiscales ordinarios solían ser insuficientes para sufragar los gastos de la monarquía.
Las primeras Cortes fueron las de reino de León, reunidas en 1188 por Alfonso IX -rey de León- en
la ciudad de León.
Posteriormente los reyes de Castilla también convocaron Cortes del reino de Castilla, y al unirse los
reinos de Castilla y de León también se unificó esta institución como Cortes de la Corona de Castilla, un
órgano supeditado al poder real.
Las Cortes de la Corona de Castilla, formadas por tres brazos que reunían a los representantes
de la nobleza, del clero y de las ciudades- tuvieron un carácter consultivo y unas funciones limitadas a
votar los subsidios e impuestos extraordinarios, proclamar al heredero y prestar juramento al nuevo rey, ya
que carecían de capacidad legislativa.
En las reuniones de las Cortes, primero se votaban los impuestos extraordinarios y se aprobaban
los subsidios para financiar la política real, y después los procuradores de las ciudades presentaban sus
quejas y hacían sus peticiones al rey, que las atendía o no.
Las Cortes de la Corona de Aragón -Cortes de Aragón, de Valencia y de Cataluña- eran órganos
de representación estamental formadas por tres brazos, salvo las del reino de Aragón que estaban
integradas por cuatro brazos (alta nobleza, baja nobleza, clero y procuradores del común que
representaban a las ciudades o Estado Llano), si bien en ciertas ocasiones las Cortes de los diversos
reinos podían reunirse en Cortes Generales.
Las primeras fueron las Cortes de Cataluña (1214), después se convocaron las de Aragón (1247) y,
por último, las de Valencia (1283).
Ejercían una labor de control sobre la Corona, en defensa de los fueros y los privilegios de los
reinos, y disponían de poder legislativo.
Las reuniones de Cortes comenzaban con la presentación de agravios contra el rey o sus
funcionarios para después debatir los impuestos extraordinarios solicitados por los monarcas y votarlos;
también elevaban peticiones a la Corona y legitimaban la coronación de los reyes.
Comente el ámbito territorial y las características de cada sistema de repoblación, así como sus
causas y consecuencias.
La repoblación es el proceso de asentamiento de población cristiana en zonas ganadas a los
musulmanes para afianzar las conquistas, organizar su defensa militar y asegurar su control,
establecer una organización político-administrativa y social, y explotar económicamente las tierras,
a través de su colonización y roturación (puesta en cultivo).
Con estos objetivos se aplicaron diferentes sistemas de repoblación entre los siglos VIII – XIII:
· La repoblación por presura y aprisio fue aplicada en los siglos VIII, IX y X en las tierras situadas
al norte del Duero -entre la Cordillera Cantábrica y el Duero-, y en el piedemonte pirenaico (sur
de los Pirineos), un territorio de frontera, expuesto a las incursiones cristianas y musulmanas
de represalia y búsqueda de botín, que era considerado como propiedad real.
Esta primera fase repobladora se vio favorecida por ser territorios prácticamente despoblados
-“tierra de nadie”-, por lo que no requerían una conquista previa, y fue impulsada por la presión
demográfica existente en los reducidos núcleos cristianos iniciales.
El sistema de presura consistía en la ocupación de tierras sin dueño, ya que, según el Derecho
visigodo, la puesta en cultivo de un terreno despoblado otorgaba al que lo hiciera la propiedad del mismo.
Este procedimiento se realizó por iniciativa de grupos de campesinos o de nobles y
monasterios.
A partir de mediados del siglo IX, cuando la presión musulmana disminuyó, muchos campesinos
libres -gallegos, cántabros, vascos procedentes de las montañas del norte y mozárabes llegados desde Al
Andalus- ocuparon de forma espontánea la tierra y formaron comunidades de hombres libres
organizados en aldeas. Los reyes astur-leoneses, los condes aragoneses y catalanes y los reyes
navarros reconocieran la legalidad de estas ocupaciones y concedieron a los campesinos la
propiedad de la tierra. De esta forma se convirtieron en propietarios de alodios, con el compromiso de
roturarlas y cultivarlas, a la vez que la Corona afirmaba la autoridad sobre el territorio recién colonizado
y evitaba que los grandes nobles se apropiaran de él.
Sin embargo, en los siglos X y XI, cuando la frontera se había estabilizado, los señores se
apropiaron de la tierra e impusieron su poder feudal sobre los campesinos, que perdieron la tierra y
la libertad, convertidos en colonos y siervos, lo que mermó la autoridad real.
El resultado final fue el predominio de la pequeña y mediana propiedad de tierras.
· La repoblación concejil fue aplicada en los siglos XI y XII por Castilla en las tierras entre el
Duero y el Sistema Central -las extremaduras del Duero-, y entre el Sistema Central y el Tajo, en
el sector occidental, y por Aragón en las tierras al sur del Ebro, en el sector oriental. Ambas eran
zonas de frontera expuestas a las incursiones musulmanas, por lo que los reyes tuvieron que
incentivar la repoblación mediante la creación de concejos. Se trataba de limitar el poder
territorial de las grandes casas nobiliarias y asegurar el control de la población.
Esta segunda fase de repoblación estuvo favorecida por el crecimiento demográfico de los
núcleos cristianos, que habían iniciado una fase de recuperación y expansión.
Los concejos eran comunidades de colonos a los que la Corona entregó un alfoz -territorio del
concejo regido por una villa cabecera en la que se instalaba un representante del rey- y unos fueros -
cartas pueblas, cartas de población o cartas de franquicia-, que garantizaban libertades, privilegios
fiscales y jurídicos, y exenciones de cargas militares, encomendando a los campesinos la
explotación y la defensa del territorio.
A los nuevos pobladores se les concedía un solar para levantar su casa y tierras de cultivo, que,
con los años, pasaban a ser de su propiedad; también se les permitía disfrutar de las tierras y bienes
comunales. El grupo dominante eran los caballeros villanos, encargados de la defensa de los concejos,
una especie de aristocracia urbana que dirigía las cabalgadas contra los musulmanes, obtenían grandes
ingresos del botín de guerra y acaparaban los principales cargos de los concejos. Por debajo, artesanos y
campesinos pagaban impuestos y formaban las milicias urbanas.
La estructura resultante de la aplicación de este sistema se caracterizó por el predominio de la
propiedad mediana libre y numerosas tierras comunales.
· La repoblación protagonizada por las Órdenes Militares tuvo lugar en la primera mitad del
siglo XIII. Las zonas afectadas fueron el valle del Guadiana (Extremadura y La Mancha), en el
sector occidental, y la provincia de Teruel y el norte de Castellón, en el sector oriental.
Se trataba de zonas extensas y poco pobladas, menos fértiles que las tierras del Tajo y del Ebro,
en cuya reconquista habían destacado las Órdenes Militares (Alcántara y Santiago en Extremadura;
Calatrava en La Mancha). Estas recibieron grandes extensiones de tierra que dividieron en
encomiendas. En torno a los castillos de las Órdenes se fue concentrando la población que recibía la
protección de los cruzados a cambio de trabajar sus encomiendas en régimen feudal.
La estructura de la propiedad predominante fueron los latifundios dedicados a la explotación
ganadera, la solución más idónea para zonas extensas y con escasa población.
· La repoblación por repartimientos.
Este sistema se aplicó en la segunda mitad del siglo XIII en el valle del Guadalquivir, el litoral
levantino, Murcia y Baleares, últimas zonas reconquistadas.
Eran tierras fértiles con una importante población musulmana. Parte de esa población huyó a
Granada o al norte de África, pero la mayoría permaneció, aunque relegada a las zonas rurales. La
mayor parte de las viviendas y de las tierras fueron adjudicadas a los que habían intervenido en la
conquista mediante el sistema de repartimientos, por el que las propiedades disponibles eran
distribuidas en lotes de diferente tamaño según el rango social de quien los recibía. Los de mayor
tamaño (donadíos) fueron entregados a la alta nobleza y a los grandes obispados, y los de menor
tamaño (heredamientos), a la baja nobleza y a los caballeros de las ciudades y de la Corte que habían
participado en la conquista; también recibieron pequeñas parcelas los campesinos de las milicias
concejiles.
El resultado fue la creación de grandes latifundios en poder de la nobleza, las Órdenes
Militares y la Iglesia.
Explique el origen y las características del régimen señorial y la sociedad estamental en el ámbito
cristiano.
EL RÉGIMEN SEÑORIAL Y LA SOCIEDAD ESTAMENTAL.
A – EL RÉGIMEN FEUDAL
El feudalismo es una forma de organización social, política y económica basada en las relaciones
de vasallaje entre señores feudales y vasallos que se desarrolló en Europa en la Edad Media.
En la Península Ibérica el proceso de formación del feudalismo se desarrolló entre los siglos IV -
XI. Se inició con la decadencia del Imperio Romano a partir de la crisis del siglo III cuando la sociedad y
la economía experimentaron un proceso de ruralización y, en el contexto de inseguridad provocada por las
invasiones germánicas, los esclavos fueron sustituidos por colonos.
En el reino visigodo continuó el proceso de feudalización que se había iniciado en el Bajo Imperio
y, ante la debilidad del Estado visigodo, se consolidaron las relaciones de dependencia personal.
A partir de la invasión musulmana, la reconquista y la repoblación contribuyeron a la expansión
del sistema feudal, de la misma forma que en Europa lo hicieron las cruzadas. Las estructuras feudales
se desarrollaron rápidamente en los territorios de influencia franca -Marca Hispánica- y progresivamente
en el resto de la península con diferente grado de consolidación.
El régimen feudal se caracterizó por una economía fundamentalmente agraria y de
subsistencia, en la que la propiedad de la tierra pertenecía a la nobleza y a la Iglesia, y la explotación
la realizaban campesinos libres (colonos) o campesinos semilibres sujetos a la tierra (siervos), con
un desarrollo limitado de la artesanía y el comercio.
A nivel político el feudalismo se definió por la descentralización y la atomización del poder entre
los reyes y la nobleza -laica y eclesiástica-, pues, aunque el monarca representaba el máximo poder
feudal y era señor de todos los vasallos del reino, en realidad su soberanía se encontraba limitada por la
autonomía de los señoríos bajo jurisdicción de los nobles y por los privilegios de los estamentos
nobiliar y eclesiástico.
En el plano social, se implantaron las instituciones feudovasalláticas que crearon vínculos de
dependencia personal entre señores y vasallos, base del régimen señorial, que creaban
obligaciones mutuas y que se desarrollaron en dos niveles: entre el rey (señor) y los nobles (vasallos)
-el vasallo debía al rey lealtad, consejo y otros servicios, como ayuda militar, y, a cambio, el rey le
entregaba un feudo (tierra, título, cargo- y entre reyes y nobles (señores) y campesinos (vasallos) -para
la manutención del vasallo. Debido a la inseguridad creada por la expansión musulmana, el señor ofrecía
al campesino protección y éste debía entregar la propiedad de su tierra-.
Se consolidaron los señoríos de realengo, eclesiásticos y solariegos en los que los reyes, el
clero y la nobleza poseían la propiedad de la tierra y ejercían los derechos jurisdiccionales. Los señores
tenían la propiedad de los señoríos territoriales -explotaciones agrarias formadas por la reserva, los
mansos y las tierras comunales, trabajas por siervos y colonos que debían satisfacer prestaciones
personales (corveas o sernas) y entregar rentas en especie (censos) o dinero a su señor- y ejercían los
señoríos jurisdiccionales -atribuciones concedidas por los reyes a los nobles que les permitía
desempeñar en sus señoríos las funciones que hasta ese momento habían correspondido a los monarcas,
como administrar justicia, cobrar impuestos, nombrar autoridades, hacer levas y disponer de monopolios
(molino, lagar, horno, fragua…)-.
B – LA SOCIEDAD ESTAMENTAL.
En la Edad Media se constituyó una sociedad estamental que presentaba una estructura muy
jerarquizada en estamentos, también llamados órdenes o estados -grupos cerrados a los que se accedía
por nacimiento y que no permitían la movilidad social vertical, definidos por la desigualdad legal y por la
relación con la tierra-.
La sociedad feudal diferenciaba a los estamentos privilegiados (nobleza y clero), y el estamento
no privilegiado o pueblo llano. Desde el punto de vista jurídico había hombres libres y siervos, y
desde el punto de vista religioso cristianos, judíos y musulmanes.
1. La nobleza y el clero constituyeron los estamentos privilegiados, eran los bellatores y los oratores,
un grupo minoritario que basaba su poder en la propiedad de la tierra, estaba exento del pago de
impuestos y sometido a leyes y tribunales especiales. Este estamento poseía señoríos territoriales,
vinculados a las casas nobiliarias a través del mayorazgo, de cuya propiedad derivaba el derecho a
percibir sernas y rentas, y recibía privilegios del rey: la exención fiscal, el privilegio jurídico y los derechos
jurisdiccionales (administrar justicia, nombrar autoridades, cobrar impuestos, diezmos y primicias -
reservados a la Iglesia-…). La nobleza detentaba los cargos políticos y el clero participaba del poder
político. Estos grupos eran heterogéneos; dentro de ellos se distinguía la alta nobleza -con títulos (duques,
condes, marqueses y ricos hombres) y grandes propiedades- y el alto clero -obispos, arzobispos y abades,
que eran los segundones de la nobleza con grandes propiedades- de la baja nobleza -hidalgos y
caballeros en la Corona de Castilla e infanzones en la de Aragón, con escasas propiedades- y del bajo
clero, que se organizaba en clero secular (curas y párrocos) y clero regular (órdenes monásticas).
2. El Tercer Estado, pueblo llano, estado general o plebeyo constituía el grupo mayoritario de la
población, su función era trabajar -laboratores- y debían pagar impuestos (pecheros).
La mayoría eran campesinos: unos eran pequeños propietarios libres, que terminaron perdiendo sus
tierras; otros eran colonos sin tierras que las arrendaban y pagaban rentas a los señores, y otros eran
siervos adscritos a la tierra.
La burguesía era un grupo minoritario e incipiente dentro del Tercer Estado que vivía en los burgos o
ciudades, organizadas en concejos bajo dependencia del rey o de los señores. Dedicada a la artesanía y
al comercio, la burguesía financió a la monarquía a través de su representación en las Cortes y en los
concejos municipales. Este grupo social acabará controlando el gobierno de las ciudades y emparentando
con la nobleza.
En la Corona de Aragón los reyes mantuvieron la monarquía pactista, por lo que la autoridad
real estaba limitada por los fueros de los reinos y los privilegios de los estamentos representados
en las Cortes, que tenían cierta capacidad legislativa y de control del rey. Fernando el Católico tuvo
que aceptar una política pactista moderada, decidida en las Cortes de Barcelona (1480-1), que
obligaba al rey a jurar las leyes, pero le otorgaba capacidad para intervenir en las instituciones.
El Consejo de Aragón era órgano asesor para el gobierno de la Corona de Aragón que podía
actuar como alto tribunal de justicia, con jurisdicción en todos los territorios de la Corona.
El virrey era un delegado de los poderes reales que asumía las prerrogativas reales como
representante del monarca en los diferentes territorios de la Corona de Aragón (Aragón, Cataluña,
Valencia, Nápoles y Sicilia).
Las Cortes, unas para cada reino -las de Aragón, formadas por cuatro brazos, y las de Valencia y
Cataluña, formadas por tres brazos- eran asambleas estamentales con poder legislativo que controlaban la
política de los reyes.
La Diputación o Generalitat (Diputación del Reino en Aragón y Generalitat en Cataluña y
Valencia) era una comisión permanente de la Cortes para velar por el cumplimiento de las leyes y
gestionar los subsidios concedidos a la Corona.
Para la administración de justicia se crearon Audiencias o altos tribunales de justicia, una en cada
reino (Aragón, Cataluña y Valencia), y en el reino de Aragón, el Justicia Mayor era un magistrado que
actuaba de árbitro en caso de conflicto entre el rey y sus súbditos, en defensa de los privilegios de la
nobleza y de los fueros del reino.
En el gobierno de las ciudades importantes de la Corona de Aragón se impuso el sistema de
insaculación para elegir al gobierno municipal por sorteo, a partir de una lista aprobada previamente por
el rey, para limitar el poder de la oligarquía urbana en los ayuntamientos.
2. EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA.
Factores del descubrimiento de América
Al descubrimiento de América contribuyeron una serie de factores:
Factores políticos: la rivalidad de Castilla y Portugal en la expansión atlántica regulada en el
Tratado de Alcaçovas (1479).
Causas económicas: la búsqueda de oro -para la acuñación de moneda-, especias, materias
primas -para la actividad artesanal- y productos de lujo -seda, perfumes, piedras preciosas-, y la necesidad
de abrir una ruta marítima alternativa segura que permitiera el acceso directo a las Islas Molucas o Islas de
las Especias -Indonesia-, a la India y a la China, pues la vía tradicional había sido bloqueada por los turcos
que habían conquistado Constantinopla en 1453.
Causas técnicas: el desarrollo de los instrumentos de navegación y de orientación -timón,
astrolabio, cuadrante, brújula-, y de la construcción naval -nao y carabela-.
Causas científicas: los cálculos matemáticos referidos a las dimensiones terrestres -Toscanelli- y
la difusión de obras científicas -Geografía de Ptolomeo e Imago Mundi- que afirmaban la esfericidad de la
Tierra, en el contexto de la cultura humanista del Renacimiento.
Causas ideológicas como la curiosidad por lo desconocido y el ansia de aventuras, de fama y de
riqueza, estimuladas por los libros de viajes -El Libro de las Maravillas de Marco Polo- y por las leyendas -
el Preste Juan, las Siete Ciudades de Cibola y el Dorado-, así como el deseo de evangelizar a las
poblaciones paganas.
El descubrimiento de América
Cristóbal Colón -posiblemente un navegante genovés-, convencido de la esfericidad de la Tierra y
en base a los cálculos de Toscanelli -que dieron una distancia entre Europa y la India menor a la real-,
proyectó una nueva ruta para llegar a las Islas Molucas navegando hacia el oeste a través del
Atlántico.
Inicialmente, en 1484 presentó esta propuesta al rey de Portugal -Enrique II-, quien la rechazó
porque los portugueses habían avanzado mucho en la ruta africana hacia las Indias; además, la empresa
podía vulnerar el tratado de Alcaçovas, los cálculos de Colón parecían poco fiables y sus exigencias
económicas eran excesivas.
Después, en 1485, Colón -respaldado por los monjes de la Rábida- expuso su proyecto en la
Corte de Castilla, pero una comisión de expertos rechazó su propuesta; además los reyes estaban
inmersos en la Guerra de Granada y consideraron desmedidas sus condiciones. Finalmente, la
capitulación del reino nazarí y la rivalidad de Portugal en la expansión atlántica hicieron que los Reyes
Católicos aceptaran la empresa, de modo que el 17 de abril de 1492 firmaron las Capitulaciones de
Santa Fe con Colón, al que concedían los títulos de almirante de la mar océana, virrey y gobernador de las
nuevas tierras descubiertas; también le otorgaban la décima parte de las riquezas encontradas y la
posibilidad de costear la octava parte de la expedición.
La expedición de Colón, formada por tres navíos (La Santa María -capitaneadas por él mismo-,
La Niña y La Pinta -capitaneadas por los hermanos Pinzón-) y unos cien hombres, partió de Palos de
Moguer (Huelva) el 3 de agosto de 1492 e hizo escala en las Islas Canarias. Esta expedición arribó el 12
de octubre de 1492 a la isla de San Salvador (Guanahaní para los nativos y actual isla de Watling, en
Las Bahamas) y exploró las islas Juana (Cuba) y La Española (República Dominicana y Haití).
Colón realizó otros tres viajes más entre 1493 y 1504 para explorar nuevas tierras, colonizar las
tierras descubiertas, evangelizar a los indios y encontrar un paso hacia la costa de Cathay (China) y
hacia las Islas de las Especies, convencido de haber alcanzado las Indias orientales cerca de Cipango
(Japón).
Exploró las Antillas menores, San Juan Bautista (Puerto Rico) y Santiago (Jamaica), fundó la
ciudad de Santo Domingo, alcanzó tierra firme en la desembocadura del Orinoco, recorrió las costas de la
actual Venezuela, donde descubrió las islas Trinidad y Margarita y exploró las costas de América
Central -Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá-.
Como gobernador de las tierras descubiertas su gestión fue nefasta: se enfrentó a las autoridades
enviadas por los Reyes, no supo imponer su autoridad, permitió los enfrentamientos entre colonos y los
abusos sobre los nativos; acusado de abuso de poder fue apresado.
Compare los imperios territoriales de Carlos I y de Felipe II, y explique los diferentes problemas que
acarrearon.
LOS DOMINIOS TERRITORIALES.
Los dominios de Carlos I:
Hijo de Juana -heredera de los Reyes Católicos- y de Felipe de Habsburgo -hijo de Maximiliano I, de la
dinastía Habsburgo, archiduque de Austria y emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico, y de María
de Borgoña-, Carlos I heredó:
Por parte materna, los dominios de las Coronas de Castilla y de Aragón que incluían los territorios
peninsulares, excepto Portugal, incluidos Navarra y Granada que habían sido incorporados a la Corona de
Castilla, y Aragón, Cataluña y Valencia, que conformaban los territorios de la Corona de Aragón; los
territorios insulares de Baleares, pertenecientes a la Corona de Aragón, y los de Canarias,
correspondientes a Castilla; las posesionesos territorios americanoas, bajo soberanía castellana; así como
las plazas del norte de África, pertenecientes a Castilla, y los territorios italianos de Cerdeña, Sicilia y
Nápoles, que formaban parte de la Corona de Aragón-.
Por parte paterna, los territorios de Borgoña -los Países Bajos, LuxemburoLuxemburgo y Franco
Condado- y los territorios del Sacro Imperio Romano Germánico pertenecientes a la casa de
Austria que estaban vinculados al título imperial (Austria).
A estos territorios heredados, Carlos V incorporó el Milanesado (Lombardía, en el norte de Italia), los
territorios coloniales de América (virreinatos de Nueva España y del Perú) y del Pacífico (las islas
Carolinas), y algunas plazas del norte de África (Túnez).
Carlos V abdicó en 1556 y se retiró al monasterio de Yuste (Cáceres). Para evitar a su sucesor los
conflictos con los protestantes en Alemania, legó a su hermano Fernando Austria, Hungría y Bohemia
y el título imperial, y a su hijo Felipe II (1556-1598) le cedió el imperio hispánico, los dominios de
Borgoña y los italianos, lo que supuso la escisión de la dinastía Habsburgo en dos ramas: la
alemana y la española.
A los territorios heredados, Felipe II incorporó Portugal, tras ser reconocido como rey por las Cortes de
Tomar (1581), lo que significaba la unidad ibérica y la incorporación del imperio colonial portugués
Carlos V y Felipe II se propusieron mantener los territorios patrimoniales heredados y los que fueron
incorporados al imperio español, defender el catolicismo y garantizar la unidad de la cristiandad, conseguir
la hegemonía en Europa y proteger los intereses comerciales españoles en los territorios coloniales y en
las rutas oceánicas.
Carlos I y el rey de Francia, Francisco I, mantenían una enemistad personal desde que ambos
rivalizaron por la corona imperial. La tensión entre ambas potencias se incrementó al quedar Francia
bloqueada por los dominios de Carlos V. Ambos se enfrentaron por la hegemonía en Europa y por
Flandes, Borgoña y los territorios italianos, sobre todo por el Milanesado.
Como respuesta a un ataque francés contra Navarra, Carlos V formó una coalición con el Papa y las
ciudades italianas y venció en la Batalla de Bicoca, lo que supuso la retirada francesa del Milanesado.
Ante el intento francés por recuperar el ducado (Milanesado), Carlos V triunfó en la Batalla de Pavía
(1525), donde Francisco I fue hecho prisionero y obligado a firmar la Paz de Madrid (1526), confirmada
posteriormente por las Paces de Cambray (1529) y de Crépy (1544), por las que Carlos V renunciaba a
Borgoña y Francisco I a Flandes, Artois y a sus pretensiones sobre los territorios italianos (Saboya
y Nápoles).
De este modo, las guerras con Francia en Italia, entre 1521 y 1544, confirmaron la supremacía de
Carlos I y le permitieron incorporar el Milanesado a sus dominios.
En el reinado de Felipe II, la victoria de los tercios en la Batalla de San Quintín (1557), que permitió
firmar la Paz de Cateau-Cambresis (1559), sellada con el matrimonio de Felipe II e Isabel de Valois
(hija del rey de Francia).
El rey de España intervino en las guerras de religión que en Francia enfrentaron a hugonotes
(calvinistas) y católicos y en la crisis sucesoria por el trono francés, al presentar la candidatura de su
hija Isabel Clara Eugenia frente a Enrique de Borbón, quien -al convertirse al catolicismo- accedió al
trono como Enrique IV y fue reconocido por Felipe II en la Paz de Vervins (1598).
La defensa del catolicismo con un espíritu de cruzada frente al Islam, y la protección de los territorios
mediterráneos del imperio español y los orientales del Imperio Alemán, además de las rutas
comerciales del Mediterráneo condujeron al enfrentamiento con el Imperio Turco y los piratas
berberiscos:
En el reinado de Felipe II, el Imperio Turco, en su avance por el Mediterráneo, se había apoderado de
Túnez y de Chipre. España, Venecia y el Papa se unieron en la Liga Santa y su escuadra -dirigida por
don Juan de Austria- venció a la armada turca en la Batalla de Lepanto (1571), frente a las costas
griegas, lo que detuvo el avance otomano.
Carlos V se enfrentó en el Imperio Alemán a los príncipes luteranos. Inicialmente trató de alcanzar un
acuerdo y convocó las Dietas de Worms y Spira donde no consiguió que Lutero se retractara. Solicitó
al Papa la convocatoria de un Concilio que se reunió en Trento, al que no acudieron los príncipes
luteranos y que impulsó la Contrarreforma, lo que supuso la ruptura entre católicos y protestantes, y
la guerra que enfrentó a la Liga de Esmalcalda, formada por los príncipes alemanes protestantes, y a
las tropas imperiales en la Batalla de Mülhberg (1547); sin embargo, la victoria imperial no supuso la
unidad religiosa, ya que la Paz de Augsburgo (1555) otorgó la libertad religiosa a los príncipes
luteranos y permitió que éstos impusieran su religión en sus Estados, obligando a sus súbditos a profesar
la religión de su príncipe (cuius regio, eius religio), lo que supuso el fracaso definitivo de la idea de unidad
religiosa en Europa.
En los Países Bajos, la política represiva de Felipe II frente al calvinismo, el sentimiento nacionalista
que se desarrolló frente al dominio hispánico y la oposición a la política autoritaria de Felipe II, la falta
de respeto a las instituciones de gobierno y el desplazamiento de la nobleza flamenca relegada de
los cargos políticos, la fuerte carga fiscal y los abusos de los tercios españoles llevaron a la
sublevación, que se inició en 1566 con disturbios populares en las ciudades y saqueos contra las
iglesias. La rebelión, dirigida por la nobleza -el príncipe Guillermo de Orange y los condes de Egmont y
Horn-, contó con el apoyo de Francia, de Inglaterra y de los príncipes luteranos alemanes.
El duque de Alba sofocó la revuelta e impuso un régimen de terror a través del Tribunal de Tumultos
-Tribunal de la Sangre- que dictó numerosas sentencias de muerte, la confiscación de bienes y nuevos
impuestos.
Felipe II nombró a Luis de Requesens, don Juan de Austria y Alejandro Farnesio como gobernadores
e intentaron alcanzar un acuerdo con los rebeldes: el Edicto Perpetuo (1577) prometía la retirada de las
tropas españolas y el nombramiento de Guillermo de Orange como gobernador de los Países Bajos a
cambio de aceptar el catolicismo como religión oficial. Las provincias del norte lo rechazaron y se
declararon independientes.
El rey no reconoció la independencia, por lo que las provincias del norte -Provincias Unidas-,
mayoritariamente calvinistas, continuaron la lucha por la independencia, mientras que las provincias del
sur -Flandes-, católicas, se mantuvieron leales de Felipe II. El rey nombró a si hija Isabel Clara Eugenia
gobernadora con derecho a sucesión, pero al no tener descendencia, los Países Bajos revirtieron a la
Corona española en el siglo XVII y el conflicto se reabrió.
En el reinado de Felipe II, el ascenso al trono de Inglaterra de Isabel I condujo al enfrentamiento debido a
que la reina -anglicana- apoyó a los rebeldes holandeses calvinistas, persiguió a los católicos
ingleses, protegió a los corsarios británicos (Draque y Hawkins) que atacaban las posesiones
españolas en América y a la flota de Indias, y rivalizó por el control del comercio americano y de las
rutas atlánticas.
La ejecución de María Estuardo -reina católica de Escocia- provocó la ruptura de las relaciones entre
los dos Estados y Felipe II decidió invadir la isla mediante la Armada Invencible, una escuadra que
debía embarcar a los tercios en Flandes para atacar Inglaterra.
La operación (1588) fue un rotundo fracaso por las tempestades del Canal de la Mancha, el cierre de
los puertos por los rebeldes holandeses -que impidió embarcar a los tercios-, los ataques de la
armada británica y la inexperiencia del duque de Medina Sidonia, lo que obligó a la flota a regresar,
bordeando las Islas Británicas por el norte, perdiéndose muchos barcos.
Con esta derrota, las costas españolas y americanas quedaron expuestas a los ataques británicos
(La Coruña y Cádiz).
Las relaciones con el Papado no siempre fueron cordiales, a pesar de que los reyes españoles eran
grandes defensores del catolicismo. El gran poder que ejercieron sobre la Iglesia española permitió un
grado de autonomía respecto a Roma que los Papas consideraron una amenaza, y, recelosos de su
hegemonía, no dudaron en firmar alianzas con los enemigos de España.
El Papa Clemente VII formó una liga con Francisco I, Enrique VIII y las ciudades italianas contra
Carlos V; como castigo, éste ordenó el saqueo de Roma (1527).
Con Felipe II, una nueva coalición entre Francia -que mantenía sus aspiraciones sobre Flandes e Italia-
y el Papa fue respondida con la invasión de los Estados Pontificios por el duque de Alba, lo que obligó
al Papa a pedir la paz.
Bajo Carlos V, la relación de amistad con Portugal se selló con el matrimonio del rey e Isabel de
Portugal (madre de Felipe II) y la entrega de las Islas Molucas (también llamadas Islas de las Especias,
actual Indonesia).
Cuando el trono portugués quedó vacante, tras la desaparición de don Sebastián y la muerte de don
Enrique, Felipe II -hijo de Isabel de Portugal y nieto legítimo de Manuel I- hizo valer sus derechos frente a
don Antonio, prior de Crato-. Las tropas españolas, al mando del duque de Alba, invadieron Portugal y
avanzaron hasta Lisboa. Felipe II se comprometió a respetar los fueros del reino y a reservar los
cargos de gobierno para los portugueses, así como a proteger su comercio y los territorios
coloniales. Las Cortes portuguesas de Tomar (1581) reconocieron a Felipe II como rey de Portugal,
lo que supuso la unidad ibérica, si bien mantuvo la autonomía del reino.
Analice la política respecto a América en el siglo XVI y sus consecuencias para España, Europa y la
población americana.
La conquista americana.
La conquista se realizó mediante expediciones particulares a través de capitulaciones de
conquista, acuerdos por los que la Corona autorizaba a particulares a dirigir, organizar y financiar
expediciones, reclutar un ejército y conquistar un territorio -que quedaba bajo la soberanía de la Corona-; a
cambio, el rey concedía al conquistador el título de gobernador o capitán general y también parte de las
riquezas encontradas y de los beneficios obtenidos.
El proceso de conquista de América se inició con la conquista de las Antillas (1502-1519). Desde
La Española los españoles ocuparon Cuba -empresa en la que participaron Hernán Cortés y Bartolomé de
las Casas- y Jamaica; Ponce de León conquistó Puerto Rico. Las guerras, las enfermedades y la
explotación diezmaron a la población nativa, los españoles no se adaptaban al clima, tenían que importar
mercancías de Europa y, sobre todo, estas tierras no eran tan ricas en oro como se esperaba.
Las últimas conquistas -a partir de 1550- permitieron dominar los territorios del Sur de Estados
Unidos -California, Arizona, Nuevo México, Texas (Vázquez Coronado) y Florida-, la cuenca del Orinoco y
adentrarse desde el Río de la Plata hacia el interior de Argentina (Buenos Aires), Uruguay, Paraguay y
parte de Bolivia.
La administración colonial.
Los asuntos americanos fueron controlados a través de la Casa de Contratación -una institución
fundada en el reinado de los Reyes Católicos con sede en Sevilla bajo control de la Corona para gestionar
el comercio con América, inspeccionar el tráfico de mercancías y personas y asegurar la recaudación del
quinto real (20% de la producción mineral americana-sobre todo de oro y de plata-asignado a la Corona);
también era una escuela náutica de pilotos, centro de estudios geográficos y de cartografía- y Carlos I
fundó el Consejo de Indias, un órgano asesor del que dependían el gobierno y la administración de los
territorios americanos y que asumió la gestión de todos los asuntos relacionados con América -
nombramiento de cargos, justicia, hacienda y legislación-.
Para su administración, los territorios americanos fueron divididos en:
Virreinatos: circunscripciones de rango superior gobernadas por un virrey, máxima autoridad en
América. Los virreyes eran nombrados por la Corona, tenían amplios poderes, disponían de Corte propia y
estaban sujetos a inspección (visitas). Hasta el siglo XVIII hubo dos virreinatos: el virreinato de Nueva
España (1535), con capital en Ciudad de Méjico -construida sobre la antigua Tenochtitlán azteca- para
América Central, y el virreinato del Perú (1544), con capital en Lima -ciudad que sustituyó a la antigua
capital inca, El Cuzco- para América del Sur.
Gobernaciones y capitanías generales: circunscripciones administrativas similares a las
provincias, donde los gobernadores ejercían funciones administrativas, judiciales y militares. Cuando eran
fronterizas o conflictivas y requerían presencia militar se denominaban capitanías generales.
Corregimientos: distritos similares a las gobernaciones en cuanto a funciones, pero de menores
dimensiones, bajo la autoridad de los corregidores que presidían los cabildos o ayuntamientos.
Cabildos o ayuntamientos de las ciudades: unidad administrativa básica cuya organización era
equivalente a la de los municipios castellanos. Los cabildos estaban controlados por las oligarquías
locales, formadas por españoles y sus descendientes (criollos).
Las Audiencias eran tribunales superiores de justicia, cuyas decisiones obligaban a los virreyes y
que asumían las funciones de gobierno cuando el cargo de virrey estaba vacante. En el siglo XVI se
crearon diez Audiencias.
El impacto en Europa:
La apertura de nuevas rutas comerciales hacia América, Asia y África estimuló la expansión
económica favorecida por: el aumento de oro y plata disponible, la demanda de productos procedente
de los mercados exteriores, un fuerte incremento del comercio y un abaratamiento del crédito.
Se desarrolló el capitalismo comercial: América enviaba a Europa oro y plata, a cambio de
productos agrarios e industriales; Europa enviaba parte del oro y la plata americanos a Extremo Oriente, a
cambio de especias; y parte a África, para comprar esclavos que se llevaban a América, con lo que se
creaba un circuito comercial a nivel mundial, lo que estimuló el crecimiento del sector financiero, de
la banca y del crédito.
El Atlántico se convirtió en el área comercial más activa a través de los puertos de mayor
tráfico (Lisboa, Sevilla, Amberes y Londres).
Parte del oro y de la plata americanos eran desviados desde España a Europa como pago a los
productores y comerciantes europeos que abastecían a los mercados americanos, y como aval y
pago de los préstamos concedidos por los banqueros europeos (alemanes, italianos y flamencos)
para financiar la política imperial de los Austrias.
Los recursos americanos también llegaban a Europa por otras vías como el contrabando y la
piratería, que vulneraban el monopolio ejercido por Castilla en el comercio con las Indias, cuestionado por
potencias como Inglaterra y Holanda que habían quedado al margen del mercado americano.
La llegada de grandes cantidades de oro y plata, primero a España y después a Europa,
provocó un proceso inflacionista conocido como “revolución de los precios” -el aumento de la cantidad
de oro y plata en circulación, provocó la devaluación del oro y el incremento espectacular y continuado
de los precios-.
El impacto en América.
La conquista y la colonización provocaron una elevada mortalidad entre la población nativa debido
al contagio de enfermedades de origen europeo -viruela, gripe, sarampión, tifus-, al trabajo forzoso en la
tierra y en las minas a través de los sistemas de explotación impuestos por los conquistadores y los
colonos españoles -la encomienda y la mita-, a las guerras, a las matanzas, a la presión tributaria y a la
desposesión de las tierras a la que fueron sometidos.
La pérdida de población indígena fue compensada desde el siglo XVI con esclavos negros
procedentes de África en el área caribeña y con población de origen europeo en Chile y Argentina, de
forma que disminuyó el número de indios y aumentó el de europeos, africanos y mestizos.
Se produjo un fuerte mestizaje entre indígenas, blancos y negros: mestizos (hijos de blancos e
indios), mulatos (hijos de blancos y negros) y zambos (hijos de indios y negros), mientras que los criollos
eran los descendientes de la población española, convertidos en una élite de grandes propietarios que
monopolizaban los cargos de la administración y del gobierno colonial.
También hubo un importante choque y contacto de culturas, en el que se acabó imponiendo la
cultura hispana que dejó en el continente su lengua, su religión y su arte, lo que provocó un proceso de
aculturación, con la destrucción de las formas tradicionales de las civilizaciones indias en algunas zonas,
o de mestizaje cultural en otras, lo que ha permitido una rica diversidad cultural.
La extensión entre la población indígena de un espíritu pesimista de derrota y de desgana vital, que
se tradujo en suicidios y en una notable caída de la natalidad.
Explique los principales factores de la crisis demográfica y económica del siglo XVII, y sus
consecuencias.
LA EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA.
Desde 1580 se venía observando una desaceleración, y, en algunos casos, incluso un
descenso del crecimiento económico. A lo largo del siglo XVII, la población española se estancó e,
incluso, disminuyó; hacia 1700 ascendía a unos siete millones de personas, cifra ligeramente inferior a la
registrada a principios de la centuria -unos ocho millones de habitantes-. La población descendió hasta
las décadas centrales del siglo y después inició una lenta recuperación hasta alcanzar a finales del
XVII los niveles demográficos de finales del XVI.
El descenso demográfico presentó ritmos y características diferentes en los distintos territorios de
la monarquía, ya que el campo, en general, se recuperó de la crisis demográfica mejor que las
ciudades y la recesión demográfica fue mayor en el interior que en la periferia. Las mayores pérdidas
de población se registraron en las dos Castillas, Extremadura, Andalucía, interior de Galicia, sur de Álava,
Navarra y Aragón donde se produjo una crisis demográfica profunda y dilatada que supuso una
disminución demográfica de un 12%. Sin embargo, las zonas periféricas experimentaron cierto
crecimiento: en la zona cantábrica se produjo un crecimiento sostenido que permitió un ciclo expansivo,
localizado entre 1630 y 1680, en el que la población se incrementó en un 50% y un 64%, gracias al cultivo
del maíz que permitió una mejora en la alimentación, y en las zonas costeras de Cataluña, Valencia y
Murcia también se observó un aumento demográfico, aunque más moderado que en el área cantábrica.
Por lo tanto, aunque a finales del siglo se habían recuperado los niveles de población de sus
inicios, la distribución de la población se había alterado: el interior perdió población en beneficio de
la periferia y se produjo una pérdida de peso de la población urbana a favor de la rural.
El nulo crecimiento demográfico se debió a:
Las sucesivas crisis de subsistencia, causadas por las malas cosechas y que provocaron
hambrunas, conflictos sociales e incluso rebeliones políticas.
Las guerras permanentes: la falta de mercenarios para luchar en los múltiples frentes de las
guerras emprendidas por los Austrias obligó a hacer reclutas y levas forzosas de hombres jóvenes en
edad de trabajar y de tener hijos.
Las epidemias de peste, con brotes cíclicos en 1596-1602, 1630, 1647-1652, 1676-1685, y
favorecidas por la desnutrición de la población, provocaron una elevada mortandad que se calcula en
1.250.000 víctimas, la disminución de la mano de obra y, por lo tanto, menos producción y más hambre.
En algunas zonas de Aragón y Valencia también influyó la expulsión de los moriscos, unos
300.000 entre 1609 y 1614, e incluso puede añadirse la emigración a América que, aunque no fue
decisiva, incidió fundamentalmente en Castilla y Andalucía.
Detalle las características del nuevo orden europeo surgido de la Paz de Utrecht y el papel de
España en él.
LA PAZ DE UTRECHT.
En Europa la Guerra de Sucesión finalizó con el Tratado de Utrecht (Países Bajos, 1713),
aunque en España el conflicto continuó hasta la caída de Cataluña (Barcelona capituló en 1714) y de
Baleares (Mallorca e Ibiza fueron tomadas en 1715). En Europa triunfó Carlos de Austria y en España
Felipe de Borbón, lo que significó el reconocimiento de Felipe V como rey de España -tras renunciar a
sus derechos al trono francés- y el cambio dinástico, con el acceso de los Borbones al trono español en
sustitución de la dinastía de los Habsburgo.
La Paz de Utrecht supuso un nuevo orden internacional basado en el equilibrio entre Francia y
Austria bajo el arbitraje de Inglaterra, lo que acababa con la hegemonía ejercida por Francia en el siglo
XVII. Inglaterra se perfilaba como la nueva potencia mundial -ya que consiguió imponer el equilibrio de
poderes en Europa y obtuvo un predominio marítimo y comercial incontestable- y España, que había sido
la gran potencia de Europa en el siglo XVI, quedó relegada a potencia de segundo orden, como aliada
de Francia y rival de Inglaterra y de Austria.
Felipe V fue reconocido como rey de España a cambio de la cesión de los territorios españoles
en Europa: Austria consiguió Flandes, Milán, Nápoles, Cerdeña; Saboya anexionó Sicilia, que después -
en 1720- intercambió por Cerdeña; a Gran Bretaña le fueron entregadas Menorca y Gibraltar, lo que
facilitaba la penetración británica en el Mediterráneo, y a Portugal, Sacramento. Las Provincias Unidas y el
nuevo reino de Prusia obtuvieron algunas plazas de Flandes.
España también perdió el monopolio comercial con América con la concesión de privilegios
comerciales a Inglaterra: el asiento de negros -monopolio de la venta de esclavos negros africanos en
América- y el navío de permiso -autorización para enviar anualmente un galeón de gran tonelaje (500
toneladas) con manufacturas británicas para ser vendidas en las colonias españolas de América-.
Carlos III (1759-1788) firmó el Tercer Pacto de Familia (1761) con Francia contra Inglaterra, lo
que obligó a España a intervenir en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), que disputaron Francia e
Inglaterra por la hegemonía en Europa. España se enfrentó al Reino Unido y a Portugal para defender las
colonias y el comercio colonial, y recuperar Menorca y Gibraltar. Por la Paz de París (1763) España tuvo
que entregar a Gran Bretaña la Florida y, en compensación, recibió de Francia la Luisiana.
Francia y España apoyaron a las colonias británicas de América del Norte que se sublevaron contra
el Reino Unido en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, y la Paz de Versalles (1783),
que reconoció la independencia de EEUU.
Defina qué fueron los Decretos de Nueva Planta y explique su importancia en la configuración del
nuevo Estado borbónico.
Los Borbones establecieron la monarquía absolutista -el rey era el único depositario de la soberanía de
origen divino y concentraba todos los poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial- y el Estado
centralizado -los poderes territoriales quedaban supeditados al gobierno central-, según el modelo
francés, a través de los Decretos de Nueva Planta (1707-1716), implantados en Valencia (1707), en
Aragón (1711), en Mallorca (1715) y en Cataluña (1716), por los que se procedió a la unificación
jurídica e institucional de todo el reino. Fueron suprimidos los fueros, las instituciones (el Consejo de
Aragón, las Cortes y sus diputaciones, incluida la Generalitat, el Justicia Mayor, los virreyes, los cargos
municipales), la legislación, los privilegios militares y fiscales, y las aduanas y puertos secos
interiores de los reinos de la Corona de Aragón, con el pretexto de que se habían rebelado contra
Felipe V en la Guerra de Sucesión, y en su lugar se impusieron las leyes, instituciones y cargos de
Castilla (los corregidores y regidores, las audiencias y chancillerías, además de los capitanes generales y
los intendentes); se estableció el castellano como lengua oficial -administrativa y jurídica- y el sistema
fiscal fue sustituido por otro de carácter general, el catastro, aunque se prometía el acceso de todos los
súbditos a los cargos públicos. Sólo Navarra y el País Vasco, que habían apoyado desde el principio de
la Guerra de Sucesión a Felipe V, conservaron sus fueros, sus instituciones (Cortes de Navarra), sus
aduanas interiores, e incluso sus exenciones militares.
LA ILUSTRACIÓN fue movimiento cultural e ideológico del siglo XVIII -Siglo de los Luces o
Siglo de la Razón-, que desde Francia se extendió a Europa y a América.
Esta corriente de pensamiento se basó en la exaltación de la razón, en el desarrollo del
conocimiento científico y de la experimentación -ciencias útiles y técnicas- como medios para el
progreso que debía llevar a la felicidad de los hombres. La ilimitada confianza en la razón y en la
capacidad intelectual del hombre suponían el rechazo de la autoridad, la tradición y la revelación como
fuentes de conocimiento.
El pensamiento ilustrado partía de los logros de la revolución científica del siglo XVII, cuyo
máximo exponente fue Newton, según los cuales la naturaleza se regía por leyes comprensibles para la
razón humana y que podían ser formuladas científicamente.
Este movimiento pretendía reformar -en el sentido de racionalizar- el sistema político,
económico y social del Antiguo Régimen y, frente a la monarquía absolutista, la sociedad estamental y
el mercantilismo, propuso la separación de poderes (Montesquieu), y la soberanía popular (Rousseau),
una sociedad más abierta y tolerante, el deísmo o religión natural frente a la Iglesia convencional, y
nuevos planteamientos económicos conforme a la fisiocracia y el liberalismo económico. La crítica
ilustrada al Antiguo Régimen anticipó el liberalismo e inspiró las revoluciones burguesas.
La ilustración se difundió entre los círculos intelectuales y una minoría de la nobleza y de la
burguesía, y contó con el apoyo de la monarquía ilustrada, que coincidía con los ilustrados en el deseo
de modernización de sus países.
DESPOTISMO ILUSTRADO: modelo de monarquía absoluta característica del siglo XVIII en la que
los reyes emprendieron una política de reformas desde el poder para el progreso y la modernización del
país, conforme a los principios ilustrados, sin renunciar a sus poderes absolutos ni alterar el orden social
estamental, privando a sus súbditos de toda capacidad de decisión o participación en la vida política. Este
concepto se expresa en la máxima “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
Detalle las fases del conflicto entre liberales y absolutistas durante el reinado de Fernando VII.
De esta pregunta incluyo dos enfoques: el desarrollo y el resumen.
Ideario.
Los carlistas representaban al absolutismo real de origen divino -“Dios, Patria y Rey”-, defendían el
Antiguo Régimen, el integrismo religioso o ultracatolicismo y los intereses de la Iglesia (mantenimiento del
diezmo y oposición a las desamortizaciones y a la libertad religiosa), los privilegios estamentales y el
foralismo -el respeto a los fueros territoriales tradicionales: exenciones fiscales y militares, instituciones de
gobierno autónomas, legislación y sistemas judiciales propios de País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña y
Valencia -.
El carlismo era contrario al liberalismo y a todo lo que él implicaba: libertad política, económica y
social, uniformidad territorial y laicismo (principio opuesto al confesionalismo, defiende la separación de la
Iglesia y el Estado, y la libertad de conciencia).
Apoyos sociales:
Los carlistas estuvieron apoyados por sectores conservadores y reaccionarios: la baja nobleza rural
del norte, el ala más conservadora de la Iglesia (parte del bajo clero y clero rural), pequeños campesinos
propietarios y campesinos no propietarios, gran parte del artesanado pobre y oficiales reaccionarios del
ejército.
A nivel internacional, el apoyo fue escaso -casi exclusivamente moral e ideológico- procedente de
los países absolutistas y conservadores: Austria, Prusia, Rusia, Nápoles y los Estados Pontificios.
Describa las características de los partidos políticos que surgieron durante el reinado de Isabel II.
Al margen del sistema liberal se situaban los carlistas, que defendían el absolutismo.
Los partidos liberales eran organizaciones de notables -“camarillas” alrededor de algún notable, civil o
militar, vinculadas por relaciones personales o intereses económicos que se unían para participar en las
elecciones y controlar el poder- y estaban muy debilitados por las disputas internas.
CARLISTAS:
Tradicionalistas, realistas o apostólicos
Representan el Antiguo Régimen.
“Dios, patria, rey” – “Dios y fueros” o “Dios y Ley vieja”
Principios:
-La monarquía absoluta y la soberanía real.
-El ultracatolicismo y el restablecimiento de la Inquisición.
-Los fueros territoriales (País Vasco, Navarra y Cataluña, Aragón y Valencia).
-Los privilegios estamentales.
Apoyos sociales: grupos más reaccionarios (conservadores, contrarios al liberalismo):
-Vieja aristocracia, baja nobleza rural del norte
-Clero: parte del bajo clero y clero rural
-Campesinos: pequeños propietarios y campesinos sin tierras.
-Artesanos: pequeños artesanos.
-Oficiales reaccionarios del ejército
LIBERALES MODERADOS:
Ideología: liberalismo doctrinario.
Sector conservador del liberalismo. Derecha liberal.
Antecedentes: doceañistas del Trienio Liberal.
Principios:
- Monarquía constitucional o parlamentaria
- La soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
- No separación estricta de los poderes.
- Amplios poderes de la Corona -poderes político y legislativo-:
Poder ejecutivo a través del nombramiento de los ministros.
Convocatoria, suspensión y disolución de las Cortes -Iniciativa legal – Sanción de las leyes - Veto
Nombramiento del Senado.
- La Corona como garante del orden y la estabilidad.
-Poder legislativo compartido por el rey y la Corona.
- Cortes bicamerales:
Senado de nombramiento real.
Congreso elegido por sufragio censitario muy restringido.
- Sistema electoral: sufragio censitario restringido.
- Libertades y derechos limitados - libertad de prensa restringida-.
- Defensa del derecho a la propiedad privada.
- Catolicismo como religión oficial del Estado – financiación de la Iglesia por el Estado. Estado confesional.
- Administración centralizada: el gobierno central nombra a los gobernadores provinciales y a los alcaldes
de las capitales de provincia – control de la administración provincial y local por el gobierno central.
y supresión de la Milicia Nacional.
Política económica: oposición a la desamortización, proteccionismo e impuestos indirectos.
Bases sociales: élites de grandes propietarios -latifundistas-, alta burguesía -empresarios- y funcionarios.
Acceso al poder por el apoyo de la Corona.
Se mantienen en el poder a través de la represión, la manipulación electoral y el sufragio restringido.
Periodos de gobierno:
Regencia de María Cristina: 1833-1836 y 1837-1840.
Isabel II: década moderada (1844-1854).
Alternancia con los unionistas entre 1856 – 1868.
Constitución de 1845.
Narváez.
UNIONISTAS:
La Unión Liberal, partido fundado en 1854.
Partido de centro: Agrupa a moderados y progresistas – a los sectores afines de ambos partidos (los más
progresistas de los moderados y los más moderados de los progresistas).
Defienden el orden (rasgo moderado) y la libertad (rasgo progresista).
O´Donnell.
Periodos en el poder:
Reinado de Isabel II: Alternancia en el gobierno con el partido moderado entre 1856 y 1868.
Adhesión al pacto de Ostende (1866).
LIBERALES PROGRESISTAS:
Antecedentes: exaltados o veinteañistas del Trienio Liberal.
La izquierda liberal
Principios:
-La soberanía nacional representada en las Cortes.
-La separación de poderes.
-Limitar los poderes de la Corona y del gobierno a favor de las Cortes.
-Cortes bicamerales -Senado y Congreso- elegidas por sufragio censitario.
-Responsabilidad de los ministros (poder ejecutivo) ante las Cortes (poder legislativo).
-Sufragio censitario amplio.
-Libertades y derechos amplios (libertad de imprenta sin censura previa)
-Elección popular de los Ayuntamientos.
-Milicia Nacional.
Política económica: Libertad de comercio (librecambismo), desamortización y equilibrio entre impuestos
directos e indirectos.
Apoyo de las clases medias urbanas (comerciantes y profesionales liberales) e inicialmente apoyo de los
obreros industriales.
Acceso al poder a través de sublevaciones revolucionarias: pronunciamientos militares y juntas.
Períodos de gobierno:
-Regencia de María Cristina (Mendizábal y Calatrava, 1836-1837).
-Regencia de Espartero (1840-1843).
-Reinado de Isabel II: Bienio progresista (1854 - 1856).
-Firma del Pacto de Ostende (1866).
Constitución nonata de 1856.
Mendizábal y Espartero
DEMÓCRATAS
Escisión del ala radical de los progresistas. Fundado en 1849.
Principios:
- La monarquía parlamentaria y constitucional o la República
-La soberanía popular.
-La estricta separación de poderes:
Poder ejecutivo: el rey a través de los ministros (monarquía constitucional) o el gobierno
(República).
Legislativo: Cortes unicamerales.
Judicial: tribunales – jurado.
-Sufragio universal masculino.
-Declaración amplia de derechos, naturales e inalienables (derechos individuales y políticos, sociales-
derecho a la educación- y colectivos -asociación sindical-).
-Libertad de cultos – Estado financia a la Iglesia (el culto y al clero).
-Elección democrática de diputaciones y ayuntamientos
-Instrucción pública -primaria gratuita-, supresión de las quintas y de los consumos, intervención del
Estado en las relaciones laborales.
-Desamortización.
Los demócratas no accedieron al poder en el reinado de Isabel II.
Apoyo de parte de las clases medias y bajas
Resuma las etapas de la evolución política del reinado de Isabel II desde su minoría de edad, y
explique el papel de los militares.
Primero expongo el tema desarrollado y después lo resumo, que es lo que pide el enunciado del estándar.
Así tenéis un modelo de síntesis.
EXPOSICIÓN DEL TEMA.
A – EVOLUCIÓN POLÍTICA DEL REINADO DE ISABEL II
Etapas del reinado de Isabel II.
El reinado de Isabel II (1833 – 1868) fue un periodo convulso desde sus inicios, marcados por la
primera guerra carlista, en la que en principio se decidía el titular del trono: Isabel II, nombrada heredera
por su padre Fernando VII, o el hermano de este, Carlos María Isidro.
Pero, la identificación del pretendiente carlista con el más estricto absolutismo del Antiguo
Régimen empujó a los defensores de Isabel II a buscar apoyo en los liberales, muy representativos en el
ejército. Por esta razón, la guerra no fue sólo una lucha por el trono entre dos miembros de la familia real,
sino que se convirtió en un enfrentamiento entre dos modelos de Estado: absolutismo y liberalismo.
Finalmente, el fracaso del carlismo aseguró el trono de Isabel II, cuyo reinado se puede dividir en tres
etapas:
1. Regencia de María Cristina (1833 – 1840), su madre, ya que a la muerte de Fernando VII, Isabel
II sólo contaba tres años de edad.
2. Regencia del general Espartero (1840 – 1843), primero como presidente de un Ministerio-
Regencia (1840-1841) tras la renuncia de María Cristina, y después como regente en solitario (1841 – 1843).
3. Reinado efectivo de Isabel II (1843 – 1868), que, tras la caída de Espartero, fue declarada mayor
de edad por las Cortes al cumplir 13 años, para evitar una nueva regencia.
Objetivos sociales:
- Crear una clase media de propietarios
agrarios contribuyentes
Objetivos políticos:
- Convertir a los nuevos propietarios en
adeptos de la causa liberal, que
necesitaba apoyo social frente a la
amenaza del carlismo, es decir, ampliar el
número de simpatizantes del liberalismo y
consolidar los apoyos a la monarquía de
Isabel II, ya que los compradores de
bienes eclesiásticos desamortizados
perderían las tierras adquiridas en caso
de una victoria del bando carlista, porque
los ultracatólicos partidarios de Don
Carlos habían anunciado su disposición
de devolver las propiedades al clero.
Efectos
Vigencia Vigente desde abril de 1834 hasta agosto de Desde el 17 de julio de 1837 -fecha en la que la Larga vigencia: desde su promulgación el 23 de
1836 Regente aceptó la Constitución en nombre de la mayo de 1845 hasta 1854, y desde 1856 hasta
Reina- hasta 1845. 1868.
Objetivos - Garantizar la sucesión de Isabel como reina - Encontrar un término medio entre el Estatuto - Conformar el régimen político en un sentido
de España frente a las pretensiones de Carlos Real y la Constitución de Cádiz. estrictamente moderado.
María Isidro mediante un acuerdo con los - Ofrecer un marco que garantizara los principios - Garantizar el ejercicio del poder por el partido
liberales moderados. liberales, la seguridad individual y la propiedad moderado
- Conseguir apoyos para Isabel II entre los privada, frente al radicalismo liberal y frente al - Asegurar el dominio político y social de la
sectores socioeconómicos más dinámicos; a carlismo. oligarquía agraria y financiera
cambio la Corona prometía reformas - El objetivo de las Cortes constituyentes -de
graduales. mayoría progresista- era reformar la
Constitución de 1812, pero el resultado fue un
nuevo texto constitucional.
- Representar a las diferentes tendencias
liberales (moderados y progresistas) para
consolidar el régimen liberal.
Soberanía Soberanía compartida por el rey y las Cortes En teoría admitía la soberanía nacional, pero Soberanía compartida entre el rey y las Cortes
otorgaba a la Corona mayor poder que la – atribución conjunta de la potestad legislativa
Constitución de 1812. En la práctica se instituía al rey y a las Cortes.
un régimen de soberanía compartida.
Soberanía compartida – atribución conjunta de
la potestad legislativa al rey y a las Cortes.
Las Cortes: El Estatuto establecía unas Cortes de carácter El poder legislativo corresponde a las Cortes,
Funciones meramente consultivo con funciones muy cuya función principal es legislar. Las Cortes son
limitadas. el órgano de representación de la soberanía
A las Cortes correspondían el derecho de nacional.
petición al Rey (elevar peticiones), pero no Las dos Cámaras tienen iniciativa legislativa, y
podían deliberar sobre asuntos que no están facultades para elegir al regente, recibir el
hubieran sido sometidos a su consideración juramento constitucional de la Corona y
mediante decreto real -carecían de iniciativa controlar al gobierno o hacer efectiva la
legislativa- y la aprobación de los impuestos. responsabilidad de los ministros. También
aprobar los impuestos y los presupuestos. En
materia presupuestaria, el Congreso prevalece
sobre el Senado.
Composición Composición bicameral. Composición bicameral. Cortes bicamerales: Senado y Congreso de los
Las Cortes estaban formadas por dos Las Cortes se configuran en una doble Cámara: diputados.
Cámaras: Estamentos de Próceres y de Senado y Congreso de los diputados.
Procuradores.
- El Estamento de Próceres: de - El Senado formado por grandes propietarios es - Senado: Cámara alta nombrada por el rey
nombramiento real, compuesto por la alta nombrado por el rey entre una lista triple entre las altas categorías de la administración,
nobleza (Grandes de España, que eran confeccionada por los votantes. Se establece un del Ejército, la Iglesia y las personas que hayan
miembros natos de este senador como mínimo por provincia, que habrá ocupado cargos políticos y que posean una
Estamento y cuya dignidad se consideraba de tener, por lo menos, cuarenta años. La mitad elevada fortuna -grandes propietarios-. Es un
hereditaria), y por miembros designados por de los miembros era nombrada por el monarca, Senado aristocrático, formado por un número
la Corona, que desempeñaban su cargo con y la otra mitad, elegida por los votantes ilimitado de miembros vitalicios.
carácter vitalicio: títulos de Castilla, las altas mediante sufragio censitario indirecto.
jerarquías eclesiásticas (arzobispos y
obispos), altos mandos del Ejército y altos
funcionarios de la Administración, los más
ricos propietarios, industriales y fabricantes,
altas personalidades de las ciencias y las
letras. Sólo podían formar parte de esta
Cámara los ciudadanos con unas rentas
superiores a 60.000 reales y los Títulos de
Castilla con rentas superiores a los 80.000. - El Congreso de los Diputados es elegido por - El Congreso, Cámara baja elegida por un
- El Estamento de Procuradores: de carácter sufragio directo y censitario más amplio que el electorado muy restringido
electivo por sufragio censitario entre los del Estatuto Real entre los varones mayores de
ciudadanos mayores de 30 años que 25 años cada tres años
dispusieran de una renta anual superior a
12.000 reales. El sistema electoral era
indirecto y estrictamente censitario:
concedía el derecho al voto a 16.026
electores, un 0,15% de la población
La Corona. La Corona recibe más poderes en comparación La Corona dispone de poderes muy amplios.
El monarca dejó de concentrar los poderes de con los que establecía la de Cádiz. Aumento del poder del rey por el incremento
forma absoluta, aunque se le reservaban El rey posee el poder ejecutivo y participa del de sus competencias y por la restricción de la
importantes atribuciones: legislativo junto con las Cortes. autonomía de las Cortes, a través del nuevo
Rey con capacidad para convocar y disolver Posee la iniciativa legal, junto con las Cortes; tipo de Senado.
las Cortes, nombrar al presidente de ambos Tiene poder para sancionar y promulgar las Las competencias reales son mucho más
Estamentos y con capacidad legislativa. leyes; derecho de veto absoluto o ilimitado; amplias que las de la Constitución anterior y,
En el proceso de elaboración de una ley era convocar, suspender y disolver las Cortes; además, suprime las limitaciones que aquella
necesaria la aprobación de las dos Cámaras y nombrar y destituir libremente a los ministros; establecía para que el monarca pudiera
el consentimiento del rey. designar a los senadores. ausentarse del territorio y contrae matrimonio.
El rey no estaba sujeto a responsabilidad, es Potestad para nombrar y separar libremente a
Reconocimiento constitucional del Consejo inviolable. El rey tiene irresponsabilidad política, los ministros; nombrar al Senado; convocar,
de Ministros, presidido por el Rey – órgano pero no sus ministros, que responden ante las suspender y disolver las Cortes; sancionar y
central político-administrativo-. Cortes. Tiene derecho de veto por una promulgar las leyes; derecho de veto, iniciativa
legislatura, iniciativa legislativa junto con las legal.
cortes y capacidad para disolverlas Inviolabilidad del monarca
Sistema electoral El sistema electoral era indirecto y Sufragio censitario directo, que reservaba el Sufragio censitario muy restringido y directo:
estrictamente censitario: concedía el derecho al voto a los mayores contribuyentes de la ley electoral de 1846 redujo el número de
derecho al voto a 16.026 electores, un 0,15% la localidad. electores al 1 % de la población e implantó
de la población Sistema electoral. La Constitución se completó como unidad electoral el distrito reducido, que
con la Ley electoral de 1837 que establecía el facilitaba el control del electorado por los
voto directo y el sufragio restringido masculino caciques y las autoridades.
para la elección de diputados. Así se limitaba el
derecho a voto a aquellos hombres a los que se
consideraba cualificados para usar
correctamente sus derechos políticos; por eso
sólo podían votar:
Los mayores contribuyentes -grandes
propietarios- pues se exigía una cuota impositiva
directa mínima para ser elector.
Un pequeño número de varones con una
determinada formación intelectual: miembros
de las Reales Academias, profesores de
enseñanza pública, doctores y licenciados
universitarios, curas párrocos.
Estos “capacitados” eran unos 240.000 hombres
mayores de 25 años, siendo la proporción
electores/habitantes de 1/58.
Organización Los gobiernos locales, como establece el artículo La regulación de los ayuntamientos y
territorial. 70, serán elegidos por los vecinos con capacidad diputaciones se remite a una ley posterior,
de voto. Democratización de los gobiernos indicando que ya se preverá “…la intervención
locales. que hayan de tener ambas corporaciones los
delegados del gobierno” (art. 74)
La ley de ayuntamientos de 1845 dispuso el
nombramiento de los alcaldes por el gobierno
en los municipios de más de 2.000 habitantes.
Centralización.
Identifique los grandes conflictos del Sexenio y explique sus consecuencias políticas.
El Sexenio Democrático (1868-1874) fue una etapa de gran inestabilidad política en la que confluyeron
múltiples conflictos:
La guerra de Cuba, conocida como la Guerra de los Diez Años (1868 – 1878), se inició tres días
después del pronunciamiento de la Gloriosa, cuando Manuel Céspedes (terrateniente azucarero cubano),
al frente de una junta revolucionaria, se sublevó al Grito de Yara (la insurrección estalló en Yara, parte
oriental de la isla) y liberó a sus esclavos. Otros terratenientes lo imitaron y, poco después, se sublevaron
contra la dominación española. El motivo era el descontento criollo ante la desastrosa situación de las
explotaciones debido a la crisis internacional y al monopolio comercial ejercido por España. La
sublevación afectó seriamente a la Hacienda y a la acción del Gobierno español, ya que impidió, en
parte, la aplicación de las reformas prometidas durante la revolución.
La movilización de las clases populares y trabajadoras . Ya desde 1868, el desengaño político
y la situación de depresión económica, unidos a una serie de malas cosechas, provocaron
levantamientos campesinos -ocupaciones de fincas en Andalucía para repartirse las tierras, motines
de subsistencia y contra las quintas-, y huelgas industriales -huelga general de obreros en Alcoy (7 de
julio de 1873)-, en los inicios del movimiento obrero, vinculado a la AIT o Primera Internacional.
Las insurrecciones republicanas federalistas. También desde 1868, los republicanos
federalistas intransigentes protagonizaron varias sublevaciones en Andalucía, Cataluña, Aragón y
Valencia, que fueron sofocadas por el Gobierno tras suspender las garantías constitucionales, y cuya
radicalización condujo al cantonalismo -movimiento federalista promovido por los republicanos
intransigentes, ala izquierdista del republicanismo que pretendía la formación de cantones, gobiernos
territoriales o pequeños Estados, teóricamente independientes, que se federaban libremente en un
proceso que debían culminar en una federación que abarcase todo el territorio nacional. El levantamiento
cantonalista se inició en julio de 1873 en Cartagena donde se sublevaron los grupos federalistas
proclamando el cantón y haciéndose con el control de la flota y del arsenal. La proclamación de cantones y
la formación de Juntas revolucionarias se extendió a Murcia y a otros puntos de Levante (Valencia,
Alicante) y Andalucía, incluso de Castilla (Salamanca, Béjar, Ávila), que se sublevaron contra el gobierno
central y se declararon independientes, apoyados por las clases medias radicalizadas, con la
participación de los trabajadores de las ciudades vinculados al movimiento obrero y anarquistas
integrados en la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores). La incapacidad para contener el
movimiento cantonalista provocó la dimisión de Pi y Margall y la evolución de la I República hacia
políticas autoritarias.
La tercera guerra carlista (abril de 1872-1876). Tras la Revolución de 1868 el carlismo se
revitalizó ideológica y militarmente, de forma que adquirió un nuevo impulso durante el Sexenio,
oponiéndose a Amadeo I -considerado un intruso- y a la I República.
A los carlistas se unieron los neocatólicos -ala derecha del partido moderado, fundada por
Donoso Cortés, cuya ideología era la defensa del orden social consagrado por la Iglesia y la religión
católica- partidarios del acceso al poder por la vía legal, lo que hizo que en el carlismo convivieran dos
corrientes: una facción más abierta -identificada con el general Cabrera, acusada de heterodoxa y
próxima a la masonería- y otra más ortodoxa, encabezada por Carlos VII y Cándido Nocedal, que optó
inicialmente por la lucha legal -presentarse a las elecciones para tener representación en el Parlamento-
hasta que el retroceso electoral de 1872 les decidió por la acción militar.
La tercera guerra carlista se inició en abril de 1872 con un levantamiento fallido en varios
puntos de Cataluña y Valencia (Barcelona, Gerona, Valencia y el Maestrazgo). La sublevación también
fracasó en el País Vasco con la derrota de Oroquieta que llevó a la firma del Convenio de Amorebieta,
por el que Serrano indultaba a los insurgentes. El convenio desmovilizó las partidas carlistas, pero Carlos
VII no lo aceptó y la lucha continuó en Cataluña.
Con la reorganización del ejército carlista se reanudaron las hostilidades en diciembre de 1872
y la guerra se generalizó en 1873, con la ocupación de País Vasco, Navarra y parte de Aragón, de la
Comunidad Valenciana y Castilla – La Mancha. El capítulo más importante fue el sitio de Bilbao, que
ganaron las tropas liberales.
En el norte del país, los carlistas crearon un Estado integrado por las tres provincias vascas y
Navarra, con sede en Estella y Durango, cuya base institucional fueron las diputaciones, que legisló en
materia de enseñanza, orden público, levas de soldados y economía, emitió moneda y tuvo servicio de
correos.
Los carlistas, aprovechando la situación caótica del país, avanzaron hasta alcanzar posiciones
en las provincias de Albacete y Cuenca, mientras mantenían bajo su control buena parte del País
Vasco, Navarra, interior de Cataluña y Aragón.
La oposición de los alfonsinos que pretendían la restauración de la dinastía Borbón con Alfonso,
hijo de Isabel II, frente a Amadeo I y la I República. Los intentos de golpe de Estado dieron paso a la
estrategia defendida por Cánovas de promover la restauración monárquica borbónica por la vía pacífica,
sin intervención militar.
La inestabilidad de la vida política también se explica por la división interna de los partidos
políticos -el asesinato de Prim provocó la división del Partido Progresista en el Partido Constitucionalista,
liderado por Sagasta, y el Partido Radical de Ruiz Zorrilla-, las diferencias entre los republicanos
federales y unitarios, la ruptura de las coaliciones de gobierno (radicales y republicanos), la sucesión
de gobiernos (seis en el reinado de Amadeo I y otros seis en la I República, con cuatro presidentes) y de
procesos electorales (tres en el reinado de Amadeo de Saboya), la corrupción y la manipulación
electoral, las mociones de censura que enfrentaron a gobiernos y Parlamentos (Castelar perdió una
moción de confianza que le obligó a dimitir) y los intentos golpistas del ejército.
Esta conflictividad condujo la experiencia democrática, que se inició con la revolución de septiembre
de 1868, a un sistema conservador de gobiernos autoritarios que sólo mantuvieron formalmente la
República, en el que el ejecutivo asumió plenos poderes, disolvió las Cortes, suspendió la
Constitución, recurrió a la intervención del ejército para restablecer el orden frente a la insurrección
cantonal, a las guerras carlista y cubana, anuló la oposición republicana e ilegalizó el movimiento
obrero.
LA CONSTITUCIÓN DE 1876
El gobierno de Serrano dimitió y Cánovas asumió la presidencia de un gobierno provisional, que
convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal -según la Constitución de 1869-,
las elecciones fueron manipuladas y dieron la mayoría parlamentaria al partido conservador, que era
el partido del gobierno.
En base a un anteproyecto inspirado por Cánovas, las Cortes aprobaron por una amplia mayoría la
Constitución que fue sancionada por el rey y promulgada en 1876.
La Constitución era un texto breve que recogía los principios moderados de la Constitución de
1845 y los democráticos de la Constitución de 1869, más avanzada que la primera y menos que la
segunda, y se basaba en la visión política y de organización del Estado de Cánovas, ya apuntadas en el
Manifiesto de Sandhurst.
Se trataba de una Constitución flexible -cuya falta de concreción permitía gobernar de forma
estable a los partidos que aceptaran el sistema- y de larga vigencia -fue suspendida en 1923 por el golpe
de Estado de Miguel Primo de Rivera-.
La Constitución, cuya inspiración es doctrinaria y conservadora, reconocía la soberanía
compartida de la nación -representada en las Cortes- con el rey, de acuerdo con la tradición moderad
y la teoría canovista de la Constitución interna, sin establecer una estricta separación de poderes ya
que la potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el rey.
Establecía la monarquía constitucional como forma de gobierno, según el modelo británico.
Otorgaba amplios poderes al rey. El monarca mantenía el poder ejecutivo que ejercía a través de
los ministros, a los que podía nombrar y separar libremente; a él correspondía el nombramiento del
presidente del gobierno y de algunos senadores; participaba en la función legislativa a través de la
iniciativa legal, del veto, de la sanción y de la promulgación de las leyes; tenía capacidad para convocar,
suspender y disolver las Cortes; asumía el mando supremo de las fuerzas armadas; además al rey le
correspondía un papel moderador como árbitro de la vida política, garante del orden y de la unidad de
España, y no era responsable ante las Cortes (inviolabilidad).
El poder ejecutivo correspondía al rey y lo ejercía a través de los ministros; el gobierno debía
tener la doble confianza del rey y de las Cortes, ya que era el rey el que designaba al presidente del
gobierno y éste era responsable ante las Cortes.
El poder legislativo correspondía a las Cortes con el rey. El Parlamento era bicameral: el
Congreso de diputados elegido por sufragio directo -sin especificar el sistema de votación, por lo que sería
el partido gobernante el que decidiría, a través de la ley electoral, si el sufragio debería ser censitario o
universal- y el Senado formado por senadores vitalicios por derecho propio, los senadores vitalicios de
designación real y los electos por las corporaciones y los mayores contribuyentes a través de sufragio
restringido; las Cortes tenían capacidad legislativa y de control del gobierno.
El poder judicial correspondía a los tribunales de justicia. La Constitución garantizaba la
independencia del poder judicial y la unidad de los códigos.
La Constitución no fijaba el sistema electoral que era decidido por las leyes electorales (los
conservadores establecieron el sufragio censitario con la ley electoral de 1878 y los liberales ampliaron el
sufragio censitario y adoptaron el sufragio universal masculino por la ley electoral de 1890).
Incluía una amplia declaración de derechos y libertades, semejante a la de 1869, pero, como en
la Constitución de 1845, los derechos fueron limitados -bajo el gobierno conservador- por las leyes
ordinarias, especialmente los derechos de imprenta, expresión, asociación y reunión.
Establecía el centralismo administrativo a través del control del gobierno central sobre los
municipios y las diputaciones con el nombramiento de alcaldes y gobernadores provinciales.
Reconocía la confesionalidad católica del Estado y garantizaba el sostenimiento del culto y
del clero, aunque admitía la libertad de conciencia y permitía otros cultos, siempre que se ajustaran a la
moral católica y con prohibición de su manifestación pública, por lo que los cultos no católicos quedaban
reservados al ámbito privado.
Analice las diferentes corrientes ideológicas del movimiento obrero y campesino español, así como
su evolución durante el último cuarto del siglo XIX.
En el último cuarto del siglo XIX el movimiento obrero permaneció en la oposición, marginado
del sistema político de la Restauración y fuertemente dividido:
La oposición del anarquismo a toda forma de poder, la acción violenta contra miembros del
gobierno, del Ejército, de la burguesía y de la Iglesia, y el ataque a las instituciones del Estado, lo
convirtieron en una amenaza al orden establecido.
El anarquismo, muy arraigado entre el proletariado de Cataluña y el campesinado de Andalucía, se
escindió en dos tendencias: el anarco-sindicalismo de Bakunin, que defendía la huelga y la acción
sindical, y el anarco-comunismo propuesto por Kropotkin, defensor del terrorismo, sector que se
impuso en la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española) y que promovió la
“propaganda por el hecho” -terrorismo- como estrategia política contra los dirigentes políticos, militares,
la burguesía y la Iglesia.
Especialmente graves fueron los atentados terroristas cometidos en Barcelona -Liceo (1893) y
procesión del Corpus Christi (1896)- que fueron duramente reprimidos (el Proceso de Monjuïc decidió la
ejecución de varios acusados), lo que provocó una espiral de violencia (asesinato de Cánovas en el
balneario de Santa Águeda, Guipúzcoa, en 1897).
También en el campo andaluz se extendió el anarquismo revolucionario a través de sociedades
secretas como la Mano Negra que cometió atentados y acciones criminales contra cosechas, propiedades
y patronos.
Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879 y fue legalizado en
1881 por el gobierno liberal de Sagasta. Partido de ideología marxista, celebró su primer congreso en
Barcelona en 1888 en el que fundó la Unión General de Trabajadores (UGT). El PSOE fundó el
periódico El Socialista, organizó las Casas del Pueblo -centros de reunión con finalidades doctrinales,
culturales y formativas-, participó en la II Internacional (Asociación de Trabajadores protagonizada por los
socialdemócratas, sin presencia de anarquistas) y desde 1891 organizó manifestaciones y
concentraciones el 1 de mayo para reivindicar la jornada laboral de ocho horas. Optó por la lucha política
a través de la participación en los procesos electorales al Parlamento o a otras instituciones, lo que
permitió conseguir a Pablo Iglesias el primer escaño como diputado en el Congreso en 1910.
Especifique las consecuencias para España de la crisis del 98 en los ámbitos económico, político e
ideológico.
Las consecuencias de la crisis del 98
- Repercusiones políticas:
El sistema de la Restauración quedó desprestigiado, pero se mantuvo en base a la alianza
entre conservadores y liberales, dispuestos a mantener la alternancia política para garantizar su
continuidad. No obstante, el desastre del 98 aceleró la crisis institucional del sistema de la
Restauración y desató las críticas contra los dirigentes políticos y la monarquía, a los que se hizo
responsables de la decadencia de España, lo que favoreció a las fuerzas de oposición al régimen, sobre
todo a los nacionalistas y a los republicanos.
La pérdida de las colonias supuso la pérdida de credibilidad de la clase política ante la opinión
pública, lo que obligó a proponer reformas desde el poder que permitieran la regeneración del
sistema sin modificar sus bases -monarquía, bipartidismo y ejército-. En este contexto, en 1899 se
formó un gobierno conservador presidido por Francisco Silvela que se proponía terminar con la corrupción
administrativa, el fraude electoral y el caciquismo -para una mayor participación ciudadana en los asuntos
políticos-, un proyecto de descentralización administrativa y un concierto económico para Cataluña -para
integrar a los nacionalistas catalanes en el sistema-, una intensa actividad económica y una reforma militar
y fiscal. Sin embargo, el fracaso del programa revisionista de Silvela mostraba la incapacidad del
sistema para evolucionar.
Por otro lado, en un intento de recuperar el prestigio perdido, España orientó su política colonial
hacia África.
Consecuencias militares:
La derrota incrementó el desprestigio de los militares -que no renunciaron a la posibilidad de un
pronunciamiento (general Polavieja)-, el resentimiento de los mandos contra los dirigentes políticos y
el rechazo de las clases populares hacia el ejército, el sistema de quintas y las cuotas de exención.
(sistema de cuota: los jóvenes llamados a quintas podían librarse del servicio militar si pagaban a un
sustituto o una cuota en concepto de redención, que suponía una elevada cantidad de dinero, lo que
afectaba a las clases populares).
El antimilitarismo se recrudeció con la llegada de los soldados heridos, mutilados y enfermos y el
movimiento obrero organizó una campaña contra el sistema de reclutamiento injusto, lo que intensificó la
hostilidad del ejército contra la clase obrera.
Consecuencias humanas:
Las bajas fueron muy elevadas: 200.000 en Cuba, 25.000 en Filipinas y 4.500 en Puerto Rico, la mayoría
pertenecientes a las clases humildes que no podían pagar las cuotas de exención.
Efectos económicos:
La pérdida de los mercados coloniales obligó a imponer el proteccionismo comercial y los
gastos de guerra incrementaron el déficit público, lo que provocó un aumento de los impuestos y del
descontento social. Sin embargo, la repatriación de los capitales invertidos en las colonias favoreció a la
banca española.
El crecimiento demográfico fue lento debido a la pervivencia del modelo demográfico antiguo,
caracterizado por altas tasas de natalidad y mortalidad, sobre todo infantil, y reducida esperanza de vida,
de forma que la transición al régimen moderno no se produjo hasta el siglo XX, con un evidente retraso
respecto a Europa.
La tasa de mortalidad se mantuvo por encima de la media europea: en 1900 era de un 27 por
mil, la segunda más alta de Europa después de Rusia, frente a una media del 18 – 19 por mil en los países
más desarrollados, lo que daba lugar a una reducida esperanza de vida (menos de 30 años a mediados
de siglo y 35 años hacia 1900).
La elevada mortalidad se explica por:
- Las pésimas condiciones sanitarias, agravadas por el aislamiento de muchas zonas, y por la escasez
de médicos con formación y medios adecuados.
- La pervivencia de las crisis agrarias o crisis de subsistencia, debidas a causas coyunturales, como
malas condiciones meteorológicas (lluvias excesivas, sequía, heladas tardías…), o a causas estructurales,
como el atraso técnico de la agricultura, que repercutía en bajos rendimientos, y un deficiente sistema de
transportes y comunicaciones, que no permitía distribuir los alimentos de las zonas excedentarias a las
deficitarias, y que provocaban hambrunas.
- La elevada mortalidad infantil, relacionada con prácticas médicas atrasadas en el embarazo y el
parto, la falta de vacunas y el impacto de enfermedades contagiosas como la tosferina, la viruela, el
sarampión, el tifus y la tuberculosis.
- La propagación de las epidemias -que azotaron a la población en oleadas, como las de la fiebre
amarilla y el cólera, enfermedades relacionadas con la mala higiene y la ingesta de alimentos
contaminados-, y las enfermedades endémicas, como la tuberculosis, la escarlatina, la difteria y la viruela-.
La tasa de natalidad se mantuvo alta durante todo el siglo, en 1900 en torno al 35 por mil, una de
las tasas más elevadas de Europa, muy por encima de las tasas de los países de Europa occidental
(Francia: 21 por mil y Reino Unido 29 por mil).
La tasa de crecimiento vegetativo (diferencia entre natalidad y mortalidad) era muy baja, 8 por
mil en 1900, cuando la media en otros países -Países Bajos, Reino Unido y Alemania- oscilaba entre el 10
y el 14 por mil.
No obstante, en el último tercio del siglo las tasas de natalidad y de mortalidad comenzaron a
reducirse, aunque siempre fueron superiores a las de los países más avanzados del entorno. Cataluña
constituyó una excepción, ya que su comportamiento demográfico y, sobre todo, el descenso de la
mortalidad se aproximó a los parámetros europeos.
En cuanto a la distribución espacial de la población, la densidad siguió siendo baja y la
población española mayoritariamente rural (el 80% de los españoles vivía en las áreas rurales, en 1900
el 51% de la población española vivía en núcleos de menos de 5.000 habitantes y el 91% en localidades
de menos de 100.000, por lo que sólo el 9% podía considerarse población urbana), a excepción de
Cataluña, donde la industrialización en la ciudad de Barcelona y la cuenca del Llobregat permitió una
concentración urbana notable.
Como consecuencia del éxodo rural, la zona periférica ganó población (la población levantina y
meridional se duplicó entre 1787 y 1900 pasando del 39,5% de la población a 45%) y la zona centro -
excepto Madrid- perdió peso demográfico (la población del norte y la del centro descendieron, en
conjunto, del 60,5% al 55,1%). Esta desigual distribución geográfica (mayor crecimiento en las zonas
costeras e industriales -Cataluña y País Vasco- y menor crecimiento en las regiones interiores y
agrarias -las dos Castillas y Extremadura-) se explica por las ventajas que ofrecen las regiones
costeras: las tierras son más fértiles (regadío de los valles del Ebro y del Guadalquivir y huerta levantina)
que las de secano del interior; los transportes y las comunicaciones por mar eran más rápidas, baratas y
seguras que las difíciles comunicaciones por el interior, carente de ríos navegables y con numerosos
obstáculos montañosos.
El éxodo rural potenció la urbanización. Aunque los niveles de urbanización seguían siendo
bajos, las principales ciudades crecían constantemente, aunque de forma lenta, ya que en 1900
solamente Madrid y Barcelona tenían más de 500.000 habitantes, cuando en Europa había 25 ciudades
con esa población y 7 ciudades superaban el millón. Las otras ciudades destacadas se situaban todas
en la periferia: Valencia, Málaga, Sevilla, Cádiz, Vigo, La Coruña, Oviedo, Santander o Bilbao, excepto
Madrid.
Otro rasgo que caracterizó a la población española del siglo XIX fueron movimientos migratorios.
Además del éxodo rural, movimiento migratorio procedente del campo causado por las dificultades de la
vida rural más que por la atracción de la débil industria de las ciudades, también se registró una intensa
emigración de población joven por motivos económicos hacia América -Cuba y Argentina,
preferentemente, también Brasil, Méjico y Venezuela- que afectó a ciertas regiones (Galicia, Asturias,
Cantabria, Canarias, Andalucía y Comunidad Valenciana), a la que hay que sumar los exilios -salidas del
país por motivos políticos- de liberales.
Describa la evolución de la industria textil catalana, la siderurgia y la minería a lo largo del siglo
XIX.
LA INDUSTRIA TEXTIL CATALANA
La industrialización se inició en el sector textil algodonero que se localizó sobre todo en las
comarcas marítimas y fluviales de Cataluña -Barcelona y las cuencas del Ter y Llobregat (Sabadell,
Terrassa, Mataró, Manresa, Vilanova i la Geltrú).
La evolución de esta industria dependió de las circunstancias históricas: tras la paralización por la
Guerra de la Independencia y la pérdida de las colonias americanas, la fabricación de hilados se
recuperó en la década de los treinta. La etapa 1830-1855 fue de expansión, a la que siguió otra de
recesión por la desviación de capitales a otros sectores (ferrocarril, minas, banca) o el impacto de la
Guerra de Secesión en Estados Unidos, el mayor productor de algodón, que recortó las exportaciones
de algodón, materia prima de la industria textil catalana. A partir de 1868 se produjo un período de
recuperación por un pequeño aumento de la demanda favorecida por el monopolio que España impuso a
Cuba y Puerto Rico; la independencia de estas islas en 1898 tuvo efectos demoledores en la industria
textil, al perder los últimos mercados coloniales, que permaneció estancada en las primeras décadas del
XX.
Limitaciones del sector textil catalán. Sus posibilidades de crecimiento se vieron limitadas por el bajo
poder adquisitivo de los consumidores españoles y la incapacidad de atraer al sector bancario ya
que se trataba de empresas industriales de pequeñas dimensiones en las que se invertían capitales
familiares (indianos enriquecidos en las colonias, antiguos artesanos o empresarios manufactureros) y
que crecían con la reinversión de sus beneficios.
LA SIDERURGIA
El segundo foco industrial se localizó en el País Vasco vinculado a la minería del hierro y a la industria
siderúrgica para la producción de hierro y acero.
Evolución:
La industria siderúrgica se estableció inicialmente junto a las minas de hierro, con un primer
núcleo en Málaga, que se abastecía con carbón vegetal, más caro que el mineral; después en Asturias
(Mieres- Felguera) donde los altos hornos quemaban el carbón mineral de las minas locales y, por último,
en Vizcaya -concentrada en la ría de Bilbao- donde en 1882 la familia Ybarra fundó la empresa Altos
Hornos y Fábricas de Bilbao, SA. que -en 1902- se fusionó con La Vizcaya para formar la gran empresa
siderúrgica vasca Altos Hornos de Vizcaya.
Entre los factores que contribuyeron al desarrollo de la industria siderúrgica vasca están:
La larga tradición en las ferrerías vascas del siglo XVIII.
El incremento de la demanda procedente de la mecanización industrial y agraria, de la
construcción del ferrocarril y de obras de ingeniería, de la industria naval y de la arquitectura del hierro.
El proteccionismo: la dificultad para importar acero y hierro británico o alemán, por las fuertes
tarifas arancelarias, hacía que la mayor parte del mercado español consumiera el acero y los productos
derivados de las industrias metalúrgicas vascas.
La producción de hierro de calidad, bajo en fósforo, muy adecuado para la fabricación de acero.
El eje comercial Bilbao – Cardiff (Gales): parte del hierro vasco era exportado a Inglaterra, de
donde se importaba el carbón (muy abundante y barato) aprovechando el mismo transporte, lo que
favoreció la construcción de importantes astilleros en la ría de Bilbao.
La introducción de las nuevas técnicas de producción, forjado y laminación de hierro y de acero
mediante la fundición en altos hornos mezclando el mineral con carbón de hulla, y la instalación de los
primeros convertidores de hierro en acero Bessemer, lo que permitió un crecimiento de la producción,
pero muy lejos de los niveles de otros países europeos.
Este atraso relativo se explica por la ley de ferrocarriles de 1855 que permitía la importación de material
ferroviario, a lo que debe sumarse la insuficiente demanda interna, el atraso técnico, la escasez, baja
calidad y el alto precio del carbón -que se tenía que importar de Inglaterra- y el precio del hierro que
resultaba caro comparado con el de otros países.
LA MINERÍA.
España era rica en reservas de hierro, plomo, cobre, mercurio, cinc… y también gozaba de
otras ventajas, como la proximidad de los yacimientos a zonas portuarias, lo que facilitaba el
transporte y la exportación de los minerales.
Sin embargo, los recursos mineros españoles apenas se explotaban debido a la falta de
demanda interna -por el atraso económico-, de capital, de tecnología y de mano de obra para su
explotación, y a la excesiva intervención del Estado, que frenaba la inversión extranjera.
La Ley de Bases sobre Minas de 1868 dio un mayor dinamismo a la minería, ya que liberalizó el
sector minero y facilitó la entrada de capital extranjero para la explotación de las minas y la
exportación de su producción. Aunque el subsuelo continuó siendo considerado como patrimonio
nacional perteneciente al Estado, la explotación de los yacimientos mineros y la comercialización de la
producción quedaron en manos de empresas privadas mediante concesiones estatales a perpetuidad.
En contrapartida, las empresas mineras quedaban obligadas a pagar -en concepto de impuestos- una tasa
por un valor equivalente al 1% del mineral extraído.
La mitad de las minas pasaron a ser controladas por poderosas compañías privadas
extranjeras, que extraían los minerales para su exportación en bruto a sus países de origen, como la
empresa francesa Societé Minière et Metallurgique de Peñarroya, dedicada a la extracción y
transformación del plomo de los yacimientos de Badajoz y Córdoba, y que estaba controlada por los
banqueros Rothschild, que también explotaban las minas de mercurio de Almadén (Ciudad Real). A causa
de los graves problemas financieros, el gobierno republicano llegó a vender (1873) las ricas minas de
cobre de Río Tinto (Huelva) a la empresa anglo-alemana H. M. Matheson and Company por casi 100
millones de pesetas.
El sector también se vio favorecido por la mayor demanda -interior y exterior- de minerales
vinculada a la construcción ferroviaria y naval, la arquitectura del hierro, y la mecanización creciente de los
procesos industriales.
A finales del siglo, España se convirtió en uno de los principales productores y exportadores
de minerales a nivel mundial, de forma que la exportación de minerales llegó a suponer un tercio de las
exportaciones españolas en 1900, un capítulo importante en la balanza comercial.
Especialmente importante fue la producción y exportación de hierro, que convirtió a España en el
primer exportador de mineral de hierro de Europa, mientras que su producción siderúrgica era de las más
bajas. Esta diferencia entre la producción minera y la producción siderúrgica evidencia una economía poco
dinámica, atrasada desde el punto de vista tecnológico y dependiente de los mercados exteriores de
materias primas. Casi el 90% del mineral extraído se exportaba desde el puerto de Bilbao, el 65% hacia
Inglaterra y el resto hacia Alemania, Francia o Bélgica.
El carbón era escaso, caro y de baja calidad. Su producción se concentraba en Asturias y León, y
su extracción estaba muy protegida por aranceles, lo que encareció los costes de la industria nacional.
Otros minerales que se extraen son hierro en Vizcaya, Málaga y Santander, cobre y pirita en las
minas de Río Tinto (Huelva), plomo en Cartagena y Jaén, mercurio en Almadén (Ciudad Real) y cinc en
Asturias.
Compare la revolución industrial española con la de los países más avanzados de Europa.
LA INDUSTRIALIZACIÓN española en el siglo XIX fue un proceso tardío y lento, en
comparación con los países occidentales más industrializados (Inglaterra, Francia, Bélgica, Alemania,
Holanda y Suiza), y estuvo muy focalizado ya que se concentró en determinadas áreas geográficas: la
comarca de Barcelona (sector textil) y las comarcas de Bilbao, Oviedo-Gijón y Málaga (sector
siderometalúrgico). El desarrollo industrial se circunscribió a estas zonas costeras por su fácil accesibilidad
por mar y por su proximidad con los países europeos más avanzados económicamente (Francia y Gran
Bretaña).
El primero en adoptar una política revisionista fue el gobierno conservador presidido por Francisco
Silvela (1902-1903) quien se propuso emprender “reformas radicales” y una “verdadera reforma desde
arriba”. Se propuso terminar con la corrupción administrativa, el fraude electoral y el caciquismo
para conseguir una mayor participación de los españoles en los asuntos políticos y evitar el
distanciamiento entre los ciudadanos y la clase política para afianzar el sistema monárquico. Asimismo,
preparó proyectos de descentralización para integrar a los nacionalistas catalanes en el sistema,
creó dos ministerios nuevos -Instrucción Pública y Agricultura-, reformó la hacienda estatal, y Dato
(miembro de su gabinete) retomó la legislación social iniciada en la I República referida a los accidentes
laborales y al trabajo de mujeres y niños.
La política regeneracionista de Silvela fue continuada por Antonio Maura.
El revisionismo de Maura.
Antonio Maura -dirigente del Partido Conservador-, como presidente del “Gobierno corto” (1903-
1904) y del “Gobierno largo” (1907-1909), emprendió una ambiciosa política reformista, una
“revolución desde arriba”, es decir, introducir reformas, pero sin alterar las bases del sistema de la
Restauración, para evitar una revolución desde abajo. Su programa se basaba en:
- Ampliar las bases sociales del régimen, acabar con el caciquismo y el fraude electoral para dar
autenticidad al régimen, mediante una mayor participación de los ciudadanos en la vida política con la Ley
de Reforma Electoral (1907), conocida como “ley de descuaje del caciquismo”, que introdujo el voto
obligatorio, para movilizar a los potenciales votantes moderados y contrarrestar el voto de republicanos y
socialistas.
- Mayor intervención del Estado en materia social para evitar una revolución social: legalizó el
derecho a la huelga mediante la Ley de Huelga (1909), que era más una norma para controlar las huelgas
y evitar la conflictividad laboral que para regular el ejercicio de este derecho, y el descanso dominical;
reguló el trabajo infantil y femenino; creó el Instituto Nacional de Previsión (1908), precedente del sistema
de Seguridad Social, para facilitar los seguros sociales colectivos y gestionar las pensiones de jubilación -
mediante el seguro conocido como retiro obrero, el trabajador, a cambio de una cotización a lo largo de su
vida laboral activa, podía jubilarse con derecho a una pequeña pensión- y los Consejos de Conciliación y
Arbitraje para resolver los conflictos laborales a través de la negociación.
- Impulsar la descentralización administrativa para satisfacer las reivindicaciones autonomistas
de la Lliga y evitar el separatismo, con el proyecto de la Ley de Bases de la Administración Local -no
aprobada en las Cortes-, un proyecto de reforma de la administración local que daba mayor autonomía a
los ayuntamientos ya que permitía las mancomunidades locales y provinciales (agrupaciones de
municipios o provincias a las que se dota de cierta unidad administrativa), lo que posibilitó un acuerdo con
la Lliga Regionalista, dirigida por Francesc Cambó.
- Defender la influencia social de la Iglesia y el conservadurismo católico de masas, frente a
las pretensiones de la izquierda de un Estado laico.
- Reorganización del cuerpo de Policía, para aumentar su número y mejorar su eficacia con el
objetivo de apartar al Ejército de las acciones de represión de los conflictos sociales. Para ello, se crearon
escuelas de formación y se establecieron exámenes de ingreso.
- Modernizar la economía, para sanear los presupuestos y favorecer las actividades de las
empresas industriales y comerciales nacionales, a través del proteccionismo de la industria nacional -fue
aprobada una normativa que exigía que todo el material utilizado en el ferrocarril, en las construcciones
públicas y en los servicios estatales debía ser producido y suministrado por empresas españolas- y la
colonización de tierras del interior.
- Promover una política exterior nacionalista y expansionista en Marruecos para olvidar el
desastre del 98.
- Asimismo, Maura presentó numerosas iniciativas -muchos de ellas no aprobadas- para reprimir el
terrorismo, mejorar la administración de justicia, agilizar la tramitación parlamentaria de las leyes,
establecer un salario mínimo, construir viviendas baratas para obreros, reorganizar el servicio militar
obligatorio, reconstruir la flota de guerra, transformar la administración municipal, realizar una reforma
agraria y suprimir parcialmente el impuesto de consumos.
La dimisión de Antonio Maura dio paso al gobierno liberal de José Canalejas.
El revisionismo de Canalejas.
José Canalejas, político del ala izquierda del Partido Liberal, fue presidente de gobierno entre 1910 y
1912. Se propuso reformar el régimen monárquico desde la izquierda, lo que atrajo las simpatías de
los republicanos y los intelectuales liberales, y emprendió un programa de regeneración del sistema
parlamentario basado en la progresiva democratización del régimen, la secularización del Estado y
la intervención estatal en la economía y la sociedad.
- Aprobó la Ley de Asociaciones Religiosas conocida como “Ley del candado” (1910), que prohibía la
fundación y el establecimiento de nuevas órdenes religiosas en España, lo que provocó la oposición de los
sectores católicos, afianzó el sentimiento anticlerical de la izquierda y afectó a la relación con el Vaticano.
También fomentó la educación pública estatal para limitar la excesiva influencia de la Iglesia en la
enseñanza.
- La Ley de reclutamiento (1912) estableció el servicio militar obligatorio y limitó la exención de quintas -la
cuota (pago de una cantidad elevada de dinero para quedar exento del servicio militar) no desapareció,
pero permitía reducir el periodo de servicio militar a cinco o diez meses, según la cuantía de la cuota, en
vez de tres años; sin embargo, en caso de guerra la incorporación a filas era obligatoria para todos.
- La Ley de Mancomunidades (1912) permitió la agrupación de diputaciones provinciales para gestionar
ciertos servicios públicos de forma conjunta-.
- Emprendió una política de reformas sociales que reguló las relaciones laborales y mejoró las
condiciones de trabajo en lo referido a la jornada -estableció la jornada de 9 horas en las minas-, el
trabajo femenino, los contratos, los accidentes laborales, la seguridad social y la huelga, aunque se mostró
riguroso en la represión de la oleada de huelgas de 1911-1912.
- Sustituyó el impuesto de consumos por un impuesto progresivo sobre las rentas.
- Preparó un proyecto de reforma de la propiedad agraria, que incluía la posibilidad de realizar
expropiaciones forzosas.
- En política exterior, envió tropas a Marruecos con ocasión de la crisis de 1911 que enfrentó a Alemania
y a Francia para garantizar el territorio del protectorado y firmó un acuerdo con Francia (1912) que sentó
las bases del protectorado franco-español en Marruecos.
Tras el asesinato de Canalejas en un atentado cometido por un anarquista en la Puerta del Sol (Madrid) en
1912, el último intento revisionista se debió al gobierno conservador de Eduardo Dato.
Con el propósito de consolidar su posición, los republicanos formaron coaliciones con distintas
fuerzas políticas: en 1906 tomaron la decisión de colaborar con los catalanistas conservadores de la
Lliga creando Solidaridad Catalana; en 1906 los republicanos y el Partido Liberal formaron el Bloque
de Izquierdas para enfrentarse unidos al gobierno conservador de Maura, y en 1909 alcanzaron un
acuerdo con el PSOE para organizar la Conjunción Republicano-Socialista.
Sin embargo, fracasaron en todas las iniciativas para reunir a las diversas facciones
republicanas en un solo grupo, por lo que, a principios del siglo XX, el republicanismo español estaba
dividido en varias formaciones políticas.
LOS NACIONALISTAS.
El nacionalismo catalán.
La principal fuerza política del catalanismo fue, desde 1901, la Lliga Regionalista de Catalunya,
fundada por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. De ideología conservadora, representaba a la rica
burguesía empresarial y aspiraba a conseguir la autonomía administrativa para Cataluña. Mantuvo el
predominio en la vida política de Cataluña y obtuvo repetidas victorias electorales hasta el inicio de la
dictadura de Primo de Rivera en 1923.
En 1906 las fuerzas políticas catalanas se unieron en Solidaridad Catalana, una coalición de
todos los partidos nacionalistas catalanes antidinásticos y antimonárquicos -nacionalistas, republicanos y
carlistas-, que excluyó a los partidos dinásticos y a los republicanos radicales de Lerroux, y que consiguió
una contundente victoria electoral en 1907, desplazando a los Partidos Liberal y Conservador en Cataluña.
El mayor éxito conseguido por los regionalistas catalanes de la Lliga fue la creación de la
Mancomunidad de Cataluña en 1914, durante el gobierno conservador de Dato. Este organismo -
presidido por Enric Prat de la Riba (presidente de la diputación de Barcelona)- coordinaba las tareas de las
cuatro diputaciones catalanas con fines administrativos.
En julio de 1917, en el contexto de crisis general del sistema de la Restauración, Cambó -líder de la
Lliga- convocó la Asamblea de Parlamentarios reunida en Barcelona para reclamar al gobierno
elecciones constituyentes y la autonomía para Cataluña. La convocatoria reunió a los nacionalistas
catalanes, los republicanos y a los socialistas, si bien los nacionalistas de la Lliga la abandonaron
cuando dos nacionalistas catalanes (uno de ellos Cambó) se incorporaron al gobierno de
concentración que formó Maura en 1918, lo que significaba que, tras la huelga general de 1917 y como
consecuencia de la conflictividad social, de la violencia terrorista anarquista y la ofensiva revolucionaria del
movimiento proletario, los catalanistas de la Lliga decidieron posponer sus exigencias autonomistas para
defender sus intereses económicos y los valores del conservadurismo burgués: orden, propiedad privada y
catolicismo. Por ello, la Lliga abandonó el antimonarquismo y la táctica de confrontación con el sistema de
la Restauración.
Hacia 1920, los catalanistas conservadores de la Lliga fueron desplazados por grupos
nacionalistas más izquierdistas, extremistas y separatistas que defendían la lucha armada para
alcanzar la independencia. La izquierda catalanista estuvo representada por Estat Catalá, partido
fundado en 1922 por Francesc Maciá, expresión del catalanismo radical no conservador.
El catalanismo fue duramente reprimido por Primo de Rivera: ayuntamientos y diputaciones
fueron controlados por el gobierno central, suprimió la Mancomunidad catalana, prohibió el uso del catalán
en actos oficiales, la exhibición de la bandera y el himno catalanes, impuso la educación en castellano con
carácter exclusivo y ordenó la detención de Maciá -líder de Estat Catalá-, incluso llegó a ordenar el cierre
del estadio el FC Barcelona.
Los republicanos nacionalistas catalanes de izquierda se agruparon en Esquerra Republicana
de Cataluña (ERC), partido que se unió al Pacto de San Sebastián (agosto de 1930) contra la
monarquía y a favor de la República.
El nacionalismo vasco.
Tras la muerte de Sabino Arana en 1903, el nacionalismo vasco seguía representado por el
Partido Nacionalista Vasco, una formación de carácter arcaizante y tradicionalista que se apoyaba en la
pequeña burguesía bilbaína ultraconservadora y recelosa del progreso y la industrialización. Con la
introducción de elementos menos radicales respecto al independentismo, se ensanchó su base
social y aumentó el número de votantes en las provincias vascas y Navarra, aunque su crecimiento
se vio obstaculizado por el gran número de carlistas. En 1907 el PNV consiguió la alcaldía de Bilbao y en
1917 la Diputación de Vizcaya.
Al mismo tiempo los peneuvistas crearon un sindicato obrero nacionalista llamado ELA – STV
(Solidaridad de Trabajadores Vascos) en 1911.
Durante los primeros años del siglo XX, surgieron dentro del partido dos tendencias enfrentadas,
cuyas disensiones provocaron la escisión del movimiento nacionalista en dos grupos diferentes en
1921: los nacionalistas moderados autonomistas y los independentistas radicales.
El nacionalismo vasco fue objeto de la represión de Primo de Rivera, quien clausuró los
periódicos del PNV y los locales de reunión de sus militantes.
Las dos tendencias del nacionalismo vasco se volvieron a unir en 1930 y, a partir de esa fecha,
el PNV transformó su programa, abandonó el integrismo religioso y aceptó la democracia política y
el reformismo social.
El nacionalismo gallego tuvo un notable desarrollo cultural, lejos de consolidarse como fuerza política.
El intento más serio en este sentido fue la creación de Solidaridad Gallega en 1907, una agrupación,
fundamentalmente de campesinos, que se limitó a participar en las elecciones municipales. Tampoco tuvo
mucho impacto la fundación en 1910 de Acción Gallega, que intentó liderar, sin éxito, el movimiento
agrario gallego. El 1918 se creó Irmandades de Fala, un movimiento regionalista.
Por último, el nacionalismo andaluz surgió a principios del siglo XX por iniciativa de Blas Infante, que
creó y presidió en Sevilla el primer Centro Andaluz, impulsó la revista “Andalucía” como órgano de
expresión de los regionalistas y promovió la Asamblea Regionalista de Ronda donde defendió un
programa autonomista y elaboró una propuesta de instituciones y competencias para la región andaluza.
Sin embargo, sus intentos de conseguir la autonomía para Andalucía no tuvieron éxito.
LOS HECHOS:
A - La crisis militar: las Juntas de Defensa.
El malestar por los bajos sueldos, que habían perdido capacidad adquisitiva por efecto de la
inflación, y el sistema de ascensos del Ministerio de la Guerra que favorecía a los oficiales destinados en
Marruecos, pues primaba los méritos de guerra sobre la antigüedad en el cuerpo, junto con el rechazo a
la pretensión del gobierno de exigir a los oficiales pruebas de aptitud para sus ascensos,
provocaron la formación en 1916 de Juntas de Defensa, una especie de asociaciones sindicales ilegales
formadas en el cuerpo de Infantería por oficiales de escala intermedia (coroneles, comandantes y
capitanes) que exigía el aumento de los sueldos y la escala cerrada basada en los ascensos por rigurosa
antigüedad. Inicialmente fueron toleradas, por lo que las Juntas se extendieron a todos los cuerpos del
Ejército y a todo el país.
En mayo de 1917 el gobierno ordenó la disolución de las Juntas, sin conseguirlo, por lo que el
presidente -conde de Romanones- dimitió. Los principales líderes del movimiento juntero fueron
detenidos.
El 1 de junio se inició la sublevación militar con la presentación al nuevo gobierno del
Manifiesto de las Juntas, un amplio repertorio de quejas, justificadas con un espíritu regeneracionista,
exigencias -pedían al rey la regeneración de la vida política y la formación de un gobierno de
concentración, y amenazas -liberar a los líderes apresados, iniciar una rebelón militar, cortar las
comunicaciones ferroviarias y ocupar las oficinas gubernamentales-.
Las presiones provocaron la dimisión del presidente del gobierno -García Prieto- y el nuevo
gobierno, presidido por Eduardo Dato, ordenó la suspensión de las garantías constitucionales, pero
finalmente tuvo que ceder a las exigencias de las Juntas y reconocer su legalidad, como órganos
representativos del Ejército, dado el apoyo de Alfonso XIII a sus pretensiones.
Este conflicto puso en cuestión la primacía del poder civil sobre el poder militar, una de las
bases del régimen de la Restauración, y demostró dos hechos: la inclinación del monarca a favorecer
al Ejército en los casos de conflicto entre el poder civil y el militar, y la revitalización del protagonismo
militar y su injerencia en la vida política, lo que evidenciaba la falta de autoridad del gobierno y la
debilidad del sistema.
B - La crisis política: la Asamblea de Parlamentarios.
Como respuesta al clima de tensión, el gobierno de Dato decretó la censura de prensa y la
suspensión de las garantías constitucionales y de las Cortes.
Ante la negativa del gobierno a convocar el inicio de las sesiones parlamentarias, los partidos de
la oposición reclamaron la reapertura de las Cortes. En respuesta a la actitud autoritaria de Dato,
Cambó -dirigente de la Lliga Regionalista- convocó, fuera de los cauces legales, a los parlamentarios
catalanes a una asamblea en la que se acordó solicitar al gobierno la convocatoria de unas Cortes
Constituyentes para una organización más representativa del Estado y que reconociera la autonomía
de Cataluña.
Como era previsible que el gobierno no atendiera esta petición, Cambó invitaba a todos los
parlamentarios españoles a otra reunión también en Barcelona. A la Asamblea Nacional de
Parlamentarios asistieron socialistas, republicanos y nacionalistas catalanes, ratificaron los
acuerdos de la reunión anterior y exigieron la formación de un gobierno provisional, la
convocatoria de Cortes Constituyentes y la aplicación de un programa reformista, que reconociera
la autonomía para Cataluña y democratizara el sistema.
El gobierno se limitó a declarar la inconstitucionalidad de la Asamblea. La falta de apoyo de
las Juntas Militares de Defensa -que se negaron a colaborar con socialistas, republicanos y
catalanistas-, las divergencias entre los miembros de la Asamblea (los catalanistas aspiraban
principalmente a la autonomía de Cataluña y su carácter conservador era incompatible con cualquier
pretensión de revolución social, mientras que socialistas y republicanos aspiraban a medidas sociales más
radicales) y la retirada de los nacionalistas catalanes de la Lliga -que aceptaron participar en un nuevo
gobierno de coalición formado en noviembre de 1917-, llevaron a la disolución de la Asamblea de
Parlamentarios.
LAS CONSECUENCIAS.
La crisis de 1917 supuso la quiebra del sistema de la Restauración y la crisis del Estado
liberal, del régimen monárquico y parlamentario porque la división de los partidos dinásticos -sin
líderes ni programas claros- agravó el deterioro del sistema: dificultó la formación de gobiernos con
mayoría parlamentaria y rompió el turno de partidos establecido desde el Pacto de El Pardo (1885),
base del sistema de la Restauración-,
En un intento de frenar la inestabilidad política, entre 1917 y 1918 se formaron gobiernos de
concentración -en los que participaban las distintas facciones de los partidos conservador y liberal, junto
con los regionalistas de la Lliga- que tampoco consiguieron la estabilidad del sistema, y en lo sucesivo
se formaron gobiernos breves -entre 1917 y 1923 se sucedieron 14 gobiernos distintos-, y débiles,
respaldados por minorías, que recurrieron sistemáticamente a medidas excepcionales, como el cierre de
las Cortes y el bloque parlamentario, la suspensión de las garantías constitucionales y el recurso al ejército
para reprimir los conflictos, lo que acentuó el desprestigio del sistema.
La crisis evidenció la imposibilidad del sistema de la Restauración para evolucionar hacia su
democratización, de forma que los planes de reforma, con los que se había iniciado el reinado de
Alfonso XIII, quedaron postergados ante los crecientes problemas: el nacionalismo catalán, la
conflictividad social vinculada a la radicalización del movimiento obrero y el problema de
Marruecos.
La oposición política y social al golpe militar fue muy escasa. El gobierno de García Prieto no
reaccionó, el rey accedió al golpe, los mandos militares se mantuvieron a la espera de las
disposiciones adoptadas por el rey y la opinión pública acogió con agrado o indiferencia al nuevo
Gobierno. La CNT y el PCE convocaron una huelga general -que tuvo escaso seguimiento-, mientras
el PSOE y la UGT adoptaron una posición ambigua al rechazar el golpe, pero no tomar ninguna
iniciativa, con el fin de evitar la represión.
Primo de Ribera recibió el apoyo de los sectores conservadores -burguesía empresarial y
financiera, la Iglesia, la clase media católica-, y de parte de los viejos partidos del turno.
Explique los factores de la evolución demográfica de España en el primer tercio del siglo XX.
Conceptos previos:
* Crecimiento natural o crecimiento vegetativo: relación entre la natalidad y la mortalidad. Puede ser
positivo, cuando las tasas de natalidad superan a las de mortalidad, o negativo, cuando las tasas de
mortalidad superan a las de natalidad.
* Régimen demográfico antiguo: ciclo demográfico caracterizado por altas tasas de natalidad y de
mortalidad, y crecimiento vegetativo reducido e incluso negativo en periodos de mortalidad catastrófica
(crisis agrarias, hambrunas, epidemias, guerras), correspondiente a la sociedad preindustrial del Antiguo
Régimen.
* Transición demográfica: período de transformación del régimen demográfico antiguo de las sociedades
preindustriales al régimen demográfico moderno característico de las sociedades industriales. Se
desarrolló en dos fases:
Primera fase: se mantuvo elevada la natalidad y se redujo de forma notable la mortalidad, lo que
permitió un alto crecimiento natural.
Segunda fase: disminuyó la natalidad y se mantuvo el crecimiento vegetativo, aunque menor.
* Régimen demográfico moderno: con tasas de natalidad y de mortalidad reducidas, y bajo crecimiento
natural.
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Con la excepción de Cataluña, que había iniciado la transición a un régimen demográfico
moderno en el siglo XIX, en el resto de España esa transición no comenzó hasta el primer tercio del
siglo XX, con retraso respecto a los países más avanzados de Europa, y con otra peculiaridad: no
hubo primero un descenso de mortalidad al que siguiera después el descenso de la natalidad, sino que
ambas disminuyeron de forma casi simultánea y en paralelo, por lo que no se produjo ninguna fase de
aceleración del crecimiento demográfico.
La población española creció de forma lenta pero continuada en el primer tercio del siglo y
pasó de 18,6 en 1900 a 23, 5 millones de habitantes en 1930.
El crecimiento se debió a la caída de la tasa de mortalidad -que descendió del 20,5 por mil al 21,
3 por mil-, gracias a la mejora de la alimentación y de las condiciones higiénico-sanitarias (servicio de
limpieza y alcantarillado, control de la potabilidad del agua, higiene de los alimentos), del vestido y la
vivienda, mientras que las causas tradicionales de mortalidad -crisis de subsistencia, epidemias y
enfermedades endémicas- desaparecieron o disminuyeron de forma considerable. La mortalidad
infantil también disminuyó, aunque seguía siendo una de las más elevadas de Europa.
Desaparecieron las grandes epidemias de cólera y viruela, aunque las enfermedades
infecciosas como la tuberculosis y el tifus provocaban muchas muertes anuales (entre 40.000 y
50.000). La mayor catástrofe fue la epidemia de gripe de 1918-1919, que causó la muerte de 230.000
personas de un total de ocho millones de enfermos. La epidemia coincidió con la carestía ocasionada por
la Primera Guerra Mundial, y se cebó en una población subalimentada.
La esperanza de vida aumentó; pasó de 35 a 50 años en el primer tercio del siglo, entre 1900 y
1930.
El descenso de la natalidad fue posterior, a partir de la segunda década del siglo XX y fue
consecuencia de los mayores niveles de urbanización y de racionalidad en la planificación familiar.
La tasa de natalidad disminuyó del 33,8 por mil en 1900 al 30,3 por mil en 1930.
Otro factor que ralentizó el crecimiento demográfico fue la emigración. El atraso económico
impedía dar empleo al excedente de población, que tuvo que buscar salidas al paro y a la miseria a través
de las migraciones.
En la primera década del siglo XX y hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, sobre todo
entre 1905 y 1914, se produjo un incremento notable de la emigración exterior, con destino prioritario a
América Latina (Argentina, Cuba y Brasil) y a Argelia, que se saldó con la salida de más de un millón de
españoles, especialmente gallegos. El perfil del emigrante era varón, joven, campesino y alfabetizado.
En cambio, en la segunda década del siglo predominaron las emigraciones internas desde las
zonas agrarias hacia las ciudades industriales de la periferia, en plena euforia productiva por los
efectos de la Primera Guerra Mundial. Madrid y Barcelona, y en menor medida Bilbao y Sevilla se
convirtieron en polos de atracción de emigrantes que procedían de las regiones rurales de Castilla, Murcia,
Aragón, Extremadura y las provincias orientales de Andalucía. Muestra del éxodo rural es que en 1930
más de la mitad de la población de Barcelona o Madrid era inmigrante.
También varió la estructura de la población por sectores económicos, ya que la creciente
demanda de mano de obra industrial provocó un aumento de la población ocupada en el sector
secundario, que pasó del 14% en 1900 al 26% en 1930, con el consiguiente descenso de población
ocupada en el sector primario, que pasó del 70% al 47% en el mismo intervalo de tiempo; la población
activa agraria se redujo de cinco a cuatro millones entre 1900 y 1931.
Las migraciones interiores supusieron, por un lado, la intensificación del proceso de
urbanización, y por otro, la pérdida de peso demográfico de los núcleos rurales. El período de
crecimiento urbano mayor se situó entre el final de la Primera Guerra Mundial (1918) y el crac de
1929, cuando una buena parte de la población tendió a concentrarse en los mayores núcleos urbanos.
Madrid y Barcelona aumentaron de forma notable su población y superaron el millón de habitantes
en 1930, y las ciudades de más de cien mil habitantes, como Sevilla, Bilbao, Valencia o Zaragoza,
habían crecido en un 65%. Otras ciudades también conocieron un incremento demográfico espectacular al
convertirse en importantes centros industriales o mineros -Baracaldo o Sestao, en el País Vasco;
Mieres y Langreo, en Asturias; Badalona, Sabadell y Tarrasa, en Cataluña.
Como resultado del proceso migratorio, la mayoría de la población de muchas de las grandes
ciudades provenía del éxodo rural: en 1930 sólo el 37% de los habitantes de Madrid había nacido en la
capital; en Barcelona el porcentaje era del 43,6%y en Sevilla, del 50%.
El proceso de urbanización de la población española, aunque fue considerable, resultó más
lento que el de otros países de Europa occidental. De hecho, en 1930 los españoles residentes en
núcleos de menos de 20.000 habitantes seguían representando el 70% de la población total.
Las reformas laborales fueron promovidas por Largo Caballero, líder de UGT y ministro de
Trabajo, y pretendían mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los obreros y jornaleros,
reforzar las organizaciones sindicales (UGT y FNTT) frente a la patronal, y llevar la legislación laboral
al campo.
Además de las medidas adoptadas en el campo (Ley de Términos Municipales, Ley de Laboreo
Forzoso, la Ley de accidentes de trabajo en el campo, reducción de la jornada a ocho horas y
reforzamiento de los sindicatos agrícolas en la contratación de tareas del campo), se aprobaron la Ley de
Contratos de Trabajo, que regulaba los convenios colectivos para establecer las condiciones laborales,
y la Ley de Jurados Mixtos para arbitrar soluciones a los conflictos laborales a través de acuerdos entre
patronos, obreros y gobierno. También se estableció la semana laboral de 40 horas, se favoreció el
aumento de los salarios y se promovió la creación de seguros sociales.
Estas medidas provocaron el rechazo de las organizaciones patronales, que consiguieron frenar
algunos proyectos, como el de la intervención obrera en las empresas, y los enfrentamientos entre la
UGT -que colaboró con el gobierno- y la CNT -que se negaba a cooperar y prefería la acción directa y la
presión sobre el gobierno mediante la convocatoria de huelgas generales-.
La reforma militar fue obra de Azaña -presidente del gobierno y ministro de la Guerra-, quien se
propuso crear un ejército profesional y democrático, afirmar el poder civil frente al ejército; recortar el
número de oficiales y garantizar su fidelidad a la República mediante la Ley de Retiro de la Oficialidad
(1931) que establecía que todos los oficiales en activo debían prometer su adhesión a la República, pero
se les daba la posibilidad de retirarse con el sueldo íntegro, si así lo deseaban; y el nombramiento de
oficiales de confianza al frente de las principales capitanías generales; reducir los efectivos militares,
reorganizar la administración, las escalas y la formación militar con la supresión de algunos rangos y
unidades poco operativas, el cierre de la Academia Militar de Zaragoza, dirigida por Franco; se clausuraron
las capitanías generales, desaparecieron los Tribunales de Honor y el Consejo Supremo de Justicia Militar;
modernizar la dotación material y someter la jurisdicción militar a la civil, para lo cual se abolió la Ley
de Jurisdicciones* y se supeditaron los tribunales militares a los civiles. También se creó la Guardia de
Asalto, como cuerpo adepto a la República para mantener el orden público y sustituir al ejército en esta
función.
(*Ley de Jurisdicciones (1906): declaraba que las ofensas contra el ejército y contra la patria eran delitos y
serían juzgados por tribunales militares).
La reforma, técnicamente bien planteada, tuvo resultados limitados. Se consiguió disminuir los
gastos del ejército, pero la reducción del presupuesto dificultó la modernización del material, del
armamento y de los equipamientos. Además, los sectores militares conservadores interpretaron la
reforma como una agresión al poder del ejército y la derecha aprovechó el descontento para animar a
la sublevación militar contra la República.
La reforma educativa y cultural, inspirada por la ILE y promovida por Fernando de los Ríos -
ministro de Instrucción Pública del PSOE-, se proponía crear un sistema educativo público, gratuito,
obligatorio, laico, igualitario, basado en la coeducación de niños y niñas, al reconocer la educación
como un derecho que el Estado debía garantizar para lograr la igualdad de oportunidades. Se aumentó la
partida de gastos en educación en los presupuestos del Estado, se mejoró la formación de los
docentes y sus sueldos, se construyeron escuelas e institutos, se crearon nuevas plazas para maestros
y profesores, becas y bibliotecas. Las Misiones Pedagógicas, formadas por artistas, intelectuales,
maestros y estudiantes universitarios, extendieron la cultura a los medios rurales y obreros desfavorecidos
con representaciones teatrales, cines, coros, museos ambulantes, bibliotecas y préstamos de libros,
iniciativas en las que colaboraron grupos teatrales universitarios como La Barraca, dirigida por García Lorca.
También se prohibió a las órdenes religiosas ejercer la enseñanza y la religión dejó de ser una
materia obligatoria.
El sector radical del PSOE y la UGT, el PCE y la CNT formaron un frente común contra la
derechización del régimen y optaron por la vía revolucionaria.
La CEDA, ante el supuesto peligro de una revolución social, exigió participar en el gobierno, bajo
la amenaza de retirar su apoyo parlamentario. El 4 de octubre de 1934 Lerroux incorporó a su gabinete
a tres ministros de la CEDA.
Para detener “el avance del fascismo”, la UGT convocó una huelga general para el 5 de octubre
con el apoyo del PCE, y de la CNT en Asturias, donde se produjo una auténtica revolución social por
la intervención conjunta de socialistas, anarquistas y comunistas que habían formado una Alianza
Obrera con el fin de socializar los medios de producción en un movimiento revolucionario conjunto. Los
mineros y los obreros armados se hicieron con el control de las cuencas mineras y áreas
industriales, tomaron los cuarteles de la Guardia Civil, destituyeron a las autoridades de los
ayuntamientos y organizaron comités revolucionarios que asumieron el abastecimiento de
alimentos, el funcionamiento de los transportes y el suministro de gas y electricidad,
nacionalizaron los servicios públicos, colectivizaron los medios de producción y proclamaron la
Revolución Socialista de los Consejos Obreros. El Ejército, dirigido por Franco, al que se incorporaron
las tropas de Marruecos y la Guardia Civil desencadenaron una feroz represión, tras el desembarco de
la Legión y los bombardeos aéreos.
Las consecuencias de la revolución de octubre fueron muy graves:
El gobierno desató una represión, caracterizada por su violencia y arbitrariedad, contra las
organizaciones obreras (detenciones arbitrarias, torturas, consejos de guerra sumarísimos, ejecuciones,
despidos de obreros, periódicos y locales cerrados, dirigentes encarcelados -Largo Caballero-), contra el
nacionalismo catalán y el republicanismo de izquierda (Azaña fue detenido, aunque no participó en la
sublevación).
La revolución de octubre provocó una fuerte polarización política y una radicalización de
posiciones, tanto de la izquierda como de la derecha:
La indignación por la represión y la campaña a favor de la amnistía acercó a las formaciones
republicanas de centro - izquierda: Azaña formó Izquierda Republicana, en el que se integraron
miembros de la ORGA y del desaparecido PRRS (Partido Republicano Radical-Socialista), y Martínez
Barrio creó Unión Republicana, compuesto por radicales y radical-socialistas.
Mientras, en el PSOE se impuso la línea favorable a un entendimiento con los comunistas,
representada por Largo Caballero.
En enero de 1936 todas las fuerzas de izquierda: republicanos de izquierda (Izquierda
Republicana y Unión republicana), socialistas (PSOE y UGT), comunistas (PCE y POUM -Partido
Obrero de Unificación Marxista, próximo al trotskismo y antiestalinista-), y un sector anarquista, contrario
a la FAI, firmaron el pacto del Frente Popular, un acuerdo que respondía a las directrices de la
Internacional Comunista que recomendaba formar alianzas tácticas del movimiento obrero y de la
burguesía -republicanos de izquierda- contra el fascismo.
La derecha no liberal -ante la amenaza de una revolución obrera- planteó la posibilidad de un
golpe militar: hubo contactos entre generales hostiles a la República y Gil Robles -líder de la CEDA- para
plantear la posibilidad de un golpe de Estado.
Calvo Sotelo fundó el Bloque Nacional en diciembre de 1934, una coalición antirrepublicana de
monárquicos y tradicionalistas de carácter ultraconservador que defendía un Estado totalitario y
corporativo, similar al fascista y, por lo tanto, antidemocrático.
La CEDA se mostró partidaria de aplicar las condenas con rigor y endurecer la política del
gobierno. En julio de 1935, presentó un anteproyecto para modificar la Constitución en sentido
restrictivo, en lo referente a las autonomías, el divorcio y la expropiación de tierras. Aunque los radicales
y Alcalá Zamora se mostraron favorables a esta reforma, el proyecto no llegó a ser votado.
Gil Robles obligó a Lerroux a formar un gobierno con mayoría cedista, en el que el líder de la
CEDA fue nombrado Ministro de la Guerra y colocó en los principales puestos de mando a oficiales
de dudosa lealtad a la República; por ejemplo, Franco fue nombrado Jefe del Estado Mayor.
Explique las causas de la formación del Frente Popular y las actuaciones tras su triunfo electoral,
hasta el comienzo de la guerra.
La indignación por la represión ejercida por el gobierno de centro-derecha presidido por Lerroux en
Asturias en octubre de 1934 y la campaña a favor de la amnistía acercó a las formaciones republicanas
de centro - izquierda: Azaña formó Izquierda Republicana, en el que se integraron miembros de la
ORGA y del desaparecido PRRS (Partido Republicano Radical-Socialista), y Martínez Barrio creó Unión
Republicana, compuesto por radicales y radical-socialistas.
Mientras, en el PSOE se impuso la línea favorable a un entendimiento con los comunistas,
representada por Largo Caballero.
En enero de 1936 todas las fuerzas de izquierda: republicanos de izquierda (Izquierda
Republicana y Unión republicana), socialistas (PSOE y UGT), comunistas (PCE y POUM -Partido
Obrero de Unificación Marxista, próximo al trotskismo y antiestalinista-), y el Partido Sindicalista -un
sector anarquista, contrario a la FAI-, firmaron el pacto del Frente Popular, un acuerdo que respondía a
las directrices de la Internacional Comunista que recomendaba formar alianzas tácticas del movimiento
obrero y de la burguesía -republicanos de izquierda- contra el fascismo y que en España se identificaba
con la victoria en las elecciones de noviembre de 1933 de la CEDA y el Partido Radical -que
representaban la derecha y el centro, respectivamente, la política rectificadora emprendida por el gobierno
de Lerroux, líder del Partido Radical, que presionado por Gil Robles, líder de la CEDA .
A las elecciones de febrero de 1936 todas las fuerzas de izquierda se presentaron unidas el
Frente Popular, con un programa mínimo (amnistiar a los encarcelados por la revolución de octubre de
1934, reintegrar en sus cargos y puestos de trabajo a los represaliados por razones políticas, restablecer
la Constitución de 1931 y el estatuto de autonomía catalán, recuperar la legislación reformista del primer
bienio suspendida por la coalición radical-cedista) para ganar las elecciones y formar un gobierno
exclusivamente republicano, con el apoyo parlamentario del PSOE.
Sin embargo, los partidos de la derecha formaron distintas coaliciones, constituidas por la
CEDA, los monárquicos y los tradicionalistas, y en algunas provincias los radicales y la Lliga Catalana,
pero no presentaron una candidatura única para toda España, ni un programa electoral consensuado.
Las elecciones del 16 de febrero de 1936 dieron la victoria al Frente Popular, que obtuvo el 48%
de los votos, frente al 46,5% que consiguieron las derechas y el 5,4% el centro. En el reparto de escaños,
la izquierda consiguió 278 diputados, la derecha, 124 y el centro, 51. La derecha tuvo buenos resultados
en las regiones del interior (las dos Castillas, León, parte de Aragón, Navarra), mientras que la izquierda
obtuvo la mayoría en las grandes ciudades, zonas industriales y regiones del litoral.
En ambos bandos se establecieron las mismas En ambos bandos se establecieron las mismas
medidas para garantizar el abastecimiento: medidas para asegurar el abastecimiento:
- Control estatal de sectores clave (ferrocarril, - Incautación por el Estado de empresas clave.
electricidad, suministro de petróleo…) - Intervención del mercado del trigo (Servicio
- Regulación de la producción agraria e industrial. Nacional del Trigo)
El franquismo fue un régimen totalitario que tuvo su origen en la victoria del bando sublevado
en la Guerra Civil. Inspirado en el modelo fascista italiano y alemán se configuró como una dictadura
militar que liquidó el régimen democrático de la Segunda República: suprimió la Constitución de 1931 y
las garantías individuales y colectivas, clausuró el parlamento, y prohibió todos los partidos y sindicatos.
Fue un régimen de partido único -FET y de las JONS- que se rigió por las Leyes Fundamentales (Fuero
del Trabajo, Fuero de los Españoles, Ley de Referéndum Nacional, Ley de Sucesión, Ley de Principios del
Movimiento y Ley Orgánica del Estado) y que concentró todos los poderes en Franco al ser nombrado
Jefe del Estado y presidente del Gobierno, Generalísimo de las Fuerzas Armadas y Jefe Nacional del
partido, presidía el Consejo Nacional y nombraba al secretario general del Movimiento; fue investido con el
título de Caudillo de España y también dispuso de potestad legislativa para promulgar leyes en caso de
urgencia.
Al franquismo le definió una ideología conservadora y autoritaria de raíz falangista, contraria al
liberalismo, a la democracia parlamentaria y constitucional, y al marxismo; defendió un nacionalismo
exacerbado del que derivó una concepción unitaria y centralista del Estado, y se identificó con el
nacionalcatolicismo y el nacionalsindicalismo.
Los grupos ideológicos que apoyaron la sublevación militar de julio de 1936 y el franquismo
respondían a ideologías diferentes, aunque todas se encuadraban en la derecha política, todas
rechazaban las reformas de República y lo que ellas significaban: laicismo, libertades, democracia,
multipartidismo, autonomías regionales… y todas coincidían en la defensa de la confesionalidad
católica del Estado, la implantación de un poder fuerte y centralizado, sustentado en los principios de
unidad de España, autoridad y jerarquía, y en la imposición de un orden social rígido basado en la familia
y la propiedad privada.
Los sectores ideológicos identificados con el franquismo fueron los monárquicos -carlistas y
juanistas-, los falangistas y los católicos, que, junto con los militares, constituyeron las “familias” del
régimen.
- Los monárquicos pertenecían a dos grupos ideológicos distintos:
. Los carlistas o tradicionalistas, cuya organización política había quedado integrada, mediante el
Decreto de Unificación, en el partido único (FET y de las JONS), aunque seguía manteniendo sus señas
de identidad.
. Los partidarios de la restauración en el trono del legítimo heredero de la Corona, don Juan de
Borbón, hijo de Alfonso XIII.
Ambos grupos aspiraban a restablecer una monarquía católica y autoritaria, pero mientras los
carlistas carecían de candidato definido -el último titular de la rama carlista había muerto sin sucesión
directa- y defendían la tradición de los fueros locales, los juanistas optaban por la continuidad de la línea
dinástica reinante en España y rechazaban cualquier forma de autonomía, incluidos los fueros
tradicionales.
-Los falangistas.
Sus planteamientos ideológicos iniciales estaban muy próximos a los fascismos, pero la muerte
de José Antonio Primo de Rivera y su fusión con los tradicionalistas en un partido único, bajo el mando
directo de Franco, les hizo perder parte de sus señas de identidad.
En los comienzos del franquismo, su influencia fue muy grande por su implantación popular y
por su capacidad para llegar a las masas. Por ello, los falangistas controlaron dos ámbitos fundamentales
del régimen: el aparato de propaganda (prensa y radio) y la organización sindical.
Sin embargo, tras la derrota de las potencias fascistas (Alemania e Italia) en la Segunda
Guerra Mundial, Franco se fue distanciando de los planteamientos totalitarios de los falangistas.
Aunque siguieron ocupando cargos importantes, perdieron influencia dentro del régimen, en favor de
los católicos que proporcionaban una mejor imagen en el exterior.
- Los católicos.
No pertenecían a ninguna corriente o partido político concreto, aunque muchos habían militado
en la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) durante la República. Sin embargo,
estaban en general adscritos a alguna de las dos grandes organizaciones católicas reconocidas por
el régimen: la Asociación Católica Nacional de Propagandistas -con una presencia importante en los
gobiernos del régimen desde 1939, especialmente en los ministerios de Asuntos Exteriores y de
Educación-, y del Opus Dei -con una colaboración trascendental, sobre todo en los ministerios
económicos por la alta cualificación profesional de muchos de sus miembros.
Las bases sociales estuvieron en los sectores conservadores opuestos a las reformas de la
Segunda República: las élites sociales y económicas -los grandes terratenientes y la burguesía
industrial, mercantil y financiera, los profesionales liberales-, las clases medias urbanas de las pequeñas
y medianas ciudades -pasivas y apolíticas- y gran parte del funcionariado, así como pequeños y
medianos propietarios agrarios, sobre todo de la mitad norte.
La identificación de estos sectores sociales con el régimen franquista se debió a su defensa de los
valores tradicionales -familia, propiedad y religión-, y de los principios de orden y autoridad.
b) En política exterior:
En los últimos momentos, la inestabilidad del régimen se acentuó por el conflicto del Sahara,
donde el Frente Polisario reclamaba la independencia; España optó por permitir un referéndum de
autodeterminación; en respuesta, el rey Hassam II de Marruecos organizó la Marcha Verde -una
movilización masiva y pacífica de más de 400.000 marroquíes, civiles y voluntarios, que, con retratos del
rey Hassam y el Corán, llegó a atravesar la frontera saharaui para presionar al gobierno español a ceder a
Marruecos el Sahara español-. Ante el peligro de un conflicto armado, España firmó el Acuerdo de
Madrid (14 de noviembre de 1975) que suponía la entrega del Sahara a Marruecos y Mauritania,
violando el compromiso y mandato de la ONU que había encomendado a España la tutela del territorio
hasta su independencia.
c) En economía:
A partir de 1973, la economía española se desaceleró en el contexto de la crisis económica
internacional provocada por la decisión de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo)
de reducir la exportación de crudo y elevar su precio -crisis del petróleo-. La enorme dependencia
energética exterior, la disminución de los ingresos por turismo, la caída de las exportaciones y el
regreso de muchos emigrantes agudizaron la crisis; se registró un incremento notable del déficit de
la balanza comercial, de la deuda externa, del déficit público y de la inflación por la subida de los
precios del petróleo, la peseta se debilitó y la tasa de paro aumentó.
Relacione la evolución política del régimen con los cambios que se producen en el contexto
internacional.
En los primeros momentos, el franquismo fue un régimen totalitario bajo la influencia del
fascismo italiano y del nazismo alemán, con un evidente protagonismo político de los militares y de
los falangistas, en el que Ramón Serrano Suñer -cuñado de Franco y gran simpatizante de Alemania-
fue la figura más relevante y la FET y de las JONS desempeñó un papel fundamental.
A partir del año 42, con las primeras derrotas de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, y
sobre todo desde 1945, coincidiendo con el final del conflicto mundial y la victoria de las democracias
occidentales, el régimen cambió de orientación:
Para reforzar la imagen del Estado como esencialmente católico, se relegó en parte a los
falangistas -grupo predominante en el primer gobierno formado tras la Guerra Civil- para dar mayor
protagonismo político a los católicos, miembros de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas,
cuya presencia en el régimen se presentaba como garantía de apertura política. Por lo tanto, el
fascismo perdió peso político, Serrano Suñer fue destituido de sus cargos y aumentó la influencia
política de los católicos.
En este contexto, para maquillar el carácter dictatorial del régimen y ofrecer una imagen
exterior de legalidad y de evolución hacia fórmulas democráticas, la propaganda franquista empezó
a calificar al nuevo régimen como democracia orgánica -desde 1943 se había prohibido definirlo como
“fascista”-, y se presentó el franquismo como una estructura política con la apariencia de un Estado
de Derecho con la promulgación de un conjunto de Leyes Fundamentales, como la Ley Constitutiva de
las Cortes (1942), configuraba una Asamblea de representación corporativa formada por
procuradores elegidos por el jefe del Estado y, por sufragio indirecto, por las llamadas corporaciones, y
que representaban a los sindicatos, las familias y los municipios, base de la democracia orgánica;
estas Cortes no eran soberanas -no representaban la soberanía nacional-, no eran elegidas
democráticamente y carecían de poder legislativo, ya que el Caudillo tenía plena potestad legislativa;
eran un órgano consultivo cuyas funciones quedaban reducidas a colaborar en la preparación de las
leyes, debatir los proyectos legislativos presentados por el gobierno y proceder a su aprobación; el Fuero
de los Españoles (1945), que reconocía, al menos formalmente, unos derechos y unos deberes
fundamentales, supeditados a los principios del régimen, La Ley de Referéndum Nacional (1945) que
preveía la ratificación de textos legislativos considerados trascendentes a través de plebiscitos
convocados por el Jefe del Estado, y la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, aprobada en
referéndum en 1947, definía España como un Estado católico, social y representativo constituido en
reino. En definitiva, estas Leyes Fundamentales eran tan solo una fachada para ocultar la verdadera
naturaleza del régimen: una férrea dictadura militar.
En los años 50, en el contexto de la consolidación de las democracias occidentales y del inicio
de la Guerra Fría, que enfrentó al bloque occidental -liderado por EEUU- y al bloque oriental -liderado por
la URSS-, el régimen reforzó su imagen exterior en base a la defensa del catolicismo y la lucha
contra el comunismo, lo que favoreció la salida del aislamiento y su aceptación internacional.
En 1951 Franco apartó del gobierno a los falangistas y a los militares, y promovió a los
católicos de la ACNP (Asociación Católica nacional de Propagandistas). Carrero Blanco fue nombrado
subsecretario de presidencia y Ruíz Jiménez, ministro de Educación.
En 1957 Franco nombró un nuevo gobierno en el que entraron como ministros, a propuesta
de Carrero Blanco, los tecnócratas procedentes del Opus Dei (Navarro Rubio, Ullastres y López Rodó),
que promovieron la liberalización de la economía y su integración en los circuitos internacionales a través
del Plan de Estabilización (1959).
En los años 60 el régimen franquista mantuvo el inmovilismo institucional, su carácter totalitario
y la política represora, pero inició una tímida apertura política -para garantizar su continuidad y mejorar
su imagen- promovida desde el gobierno por los tecnócratas.
Bajo una creciente presión social se adoptaron algunas medidas de liberalización, más
aparentes que reales, con el fin de favorecer la plena integración de España en los organismos
internacionales. Se promulgaron la Ley de Prensa (1966) -impulsada por Fraga Iribarne, Ministro de
Información y Turismo- que suprimía la censura previa, pero no garantizaba la libertad de expresión;
la Ley Orgánica del Estado -última de las Leyes Fundamentales, aprobada en referéndum en 1966-
pretendía ofrecer nuevamente una falsa apariencia de Estado de derecho, sin modificar en absoluto el
carácter autoritario del régimen; la Ley de Libertad Religiosa (1967), que reconocía la igualdad de todas
las confesiones, y la Ley General de Educación, que ampliaba la escolarización obligatoria hasta los 14
años.
En la etapa final del franquismo, el deterioro del sistema, provocado por el enfrentamiento entre
aperturistas y el bunker, y la incapacidad del régimen para impulsar un proceso real de
democratización, se agudizó con las repercusiones de la crisis del petróleo a partir de 1973: el
aumento de la inflación y de la tasa de paro incrementaron la conflictividad social y la oposición al
régimen.
Explique la política económica del franquismo en sus diferentes etapas y la evolución económica
del país.
LA AUTARQUÍA.
En la posguerra, entre 1939 – 1959, en los años 40 y 50, el franquismo adoptó una política
económica caracterizada por la autarquía, el dirigismo e intervencionismo del Estado, y el
proteccionismo. El Estado controló todos los sectores de la actividad económica -la producción, la
comercialización y las inversiones- y el mercado -el consumo y los precios- para garantizar el
autoabastecimiento agrario e industrial y evitar la dependencia económica del exterior, en un marco
de aislamiento internacional del régimen.
-En el sector agrario, el Estado intervino el mercado del trigo a través del Servicio Nacional del
Trigo -institución a la que los campesinos estaban obligados a vender toda la producción y que fijaba un
precio de tasa inferior al valor de los productos-, impulsó el regadío, la concentración parcelaria y el
establecimiento de colonos en nuevas tierras de cultivo, a través del Instituto Nacional de
Colonización, y puso en marcha los planes integrales (Plan Jaén y Plan Badajoz).
-En el sector industrial, el Estado impulsó, controló y protegió la producción nacional a
través de una amplia legislación (Ley de Protección y Fomento de la Industria Nacional y la Ley de
Ordenación y Defensa de la Industria Nacional) y de la creación del Instituto Nacional de Industria (INI),
un organismo público fundado en 1941 para impulsar la industrialización y fomentar las industrias de
interés estratégico, a través de la creación de empresas estatales en sectores clave como la siderurgia
(Ensidesa), energía (Endesa, Butano), minería (Hunosa), construcción naval (Astilleros de Cádiz),
transporte terrestre (Enasa) y aéreo (Iberia, Aviaco), sector del automóvil (Seat, Pegaso), material
aeronáutico y armamento militar, así como la nacionalización del sector el ferroviario (RENFE) y las
comunicaciones (Compañía Telefónica Nacional de España). Cualquier inversión en industria quedaba
sometida a licencia previa y se reconvirtieron algunos centros de producción para fabricar bienes de
primera necesidad.
-En el comercio exterior, el Estado impuso una política proteccionista, limitó al máximo los
intercambios con el exterior y controló las importaciones y las exportaciones.
La política autárquica frenó el crecimiento económico, lo que se tradujo en un notable
descenso de los niveles de producción y el colapso del comercio exterior, el aumento de la
inflación, de la deuda pública y del desempleo, el incremento de los precios, la caída de los
salarios, de la renta per cápita, del consumo y del nivel de vida, la pérdida de poder adquisitivo,
pobreza y hambre, el racionamiento y el “mercado negro” o estraperlo y un aumento de la
corrupción, del amiguismo y del tráfico de influencias.
EL DESARROLLISMO.
Entre 1959 – 1973 la economía española experimentó un elevado y rápido crecimiento
económico favorecido por la apertura exterior -el fin del bloqueo diplomático, la ayuda financiera
norteamericana y el ingreso de España en la OECE, el FMI y en el Banco Mundial- y el acceso de los
tecnócratas (Navarro Rubio, Ullastres y López Rodó) al gobierno en 1957, cualificados profesionales,
miembros del Opus Dei, que ocuparon los puestos claves para la toma la decisiones económicas -
ministerios de Comercio y Hacienda, Oficina de Coordinación y Programación Económica- desde donde
reorientaron la política económica del régimen, abandonando definitivamente la autarquía e
iniciando un proceso de liberalización económica.
Su proyecto más ambicioso fue el Plan de Estabilización (1959), política económica que pretendía
poner fin al fuerte intervencionismo estatal y a la autarquía, liberalizar la economía nacional,
incorporarla a los mercados internacionales y establecer las bases para un desarrollo económico
equilibrado.
El Plan de Estabilización incluía un paquete de medidas restrictivas de carácter monetario, fiscal
y comercial para controlar la inflación (elevar los tipos de interés, limitar los créditos bancarios, suprimir
muchas subvenciones y controlar el aumento salarial), reducir el déficit público (recortar el gasto público
-congelar los salarios de los funcionarios y reducir la intervención del Estado en la economía- e
incrementar los ingresos con una reforma tributaria -aumentar los impuestos-), liberalizar el mercado
interior (eliminar los organismos estatales interventores y la reglamentación de precios fijos) y el
comercio exterior (facilitar la importación de mercancías y la entrada de capitales extranjeros, devaluar la
peseta y fijar su paridad -valor de cambio- respecto al dólar).
Inicialmente el Plan de Estabilización frenó la economía y tuvo un fuerte coste social
(desempleo, recorte salarial, caída del consumo, aumento de impuestos, quiebra de empresas no
rentables) pero, tras una etapa de recesión, permitió el crecimiento económico (aumento de los
niveles de producción agraria e industrial, de la renta per capita, de las exportaciones, entrada de divisas e
inversión de capital extranjero, contención de la inflación), aunque persistían los problemas
estructurales de la economía -inflación, deuda pública y déficit de la balanza comercial-.
LA CRISIS
A partir de 1973, la economía española se desaceleró en el contexto de la crisis económica
internacional provocada por la decisión de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo)
de reducir la exportación de crudo y elevar su precio -crisis del petróleo-. La enorme dependencia
energética exterior, la disminución de los ingresos por turismo, la caída de las exportaciones y el
regreso de muchos emigrantes agudizaron la crisis; se registró un incremento notable del déficit de
la balanza comercial, de la deuda externa, del déficit público y de la inflación por la subida de los
precios del petróleo, la peseta se debilitó y la tasa de paro aumentó.
Describa las actuaciones impulsadas por el Presidente de Gobierno Adolfo Suárez para la reforma
política del régimen franquista: Ley para la Reforma Política de 1976, Ley de Amnistía de 1977…
De esta pregunta incluyo el desarrollo y el resumen:
DESARROLLO.
El rey Juan Carlos presionó a Arias Navarro para que dimitiera y nombró presidente a Adolfo
Suárez (julio de 1976), quien fue elegido entre una terna propuesta por el Consejo del Reino, presidido por
Torcuato Fernández Miranda. Ministro en el gobierno de Arias Navarro y Secretario General del Movimiento,
el nombramiento de Suárez sorprendió a todos y causó un rechazo general, ya que de él desconfiaban tanto
los inmovilistas -por considerarlo un político de segunda fila- como los aperturistas -por su estrecha
vinculación al Movimiento Nacional-.
Consciente de la necesidad de hacer reformas a fondo para evitar la ruptura democrática, Suárez
formó un gobierno con figuras poco destacadas dentro de las filas del franquismo, pero de talante
decididamente reformista. Los franquistas reformistas tenían clara la imposibilidad de mantener el
franquismo sin Franco y eran conscientes de la necesidad de negociar una salida con la oposición
democrática, siempre que el control del proceso no se escapara de sus manos; algunos procedían del
Movimiento Nacional (Martín Villa) y otros de la democracia cristiana (Marcelino Oreja, Landelino Lavilla).
En su primera declaración, el gobierno reconocía los derechos y las libertades fundamentales, así
como la legitimidad de los partidos políticos y de las autonomías históricas; anunciaba la concesión de
una amplia amnistía política y la convocatoria de elecciones generales antes de un año; igualmente
declaraba la intención de dialogar con todos los grupos políticos, incluidos los de la oposición.
Y en efecto, las primeras medidas del gobierno fueron despenalizar la pertenencia a partidos
políticos y el ejercicio de los derechos de manifestación y reunión (21 de julio de 1976), conceder una
amnistía por delitos políticos, que permitía liberar a los presos políticos, excepto los condenados por delitos
de terrorismo (30 de julio) y por delitos sindicales (10 de agosto).
LA LEY PARA LA REFORMA POLÍTICA.
En septiembre el gobierno presentó su proyecto de Ley para la Reforma Política, pieza clave hacia
la democracia desde la legalidad franquista, en la que se establecía el procedimiento para celebrar
elecciones a unas Cortes bicamerales por sufragio universal y directo. Se daba por hecho, aunque la ley
no lo indicaba explícitamente, que las nuevas Cortes tendrían carácter constituyente, es decir, que su
cometido principal era la elaboración de una Constitución, junto con las reformas necesarias para la
liberalización política. El Congreso sería elegido por sufragio universal; sin embargo, una quinta parte de los
miembros del Senado serían nombrados por el rey. Además, el gobierno quedaba facultado para convocar
elecciones.
Se trataba de una ley con rango de Ley Fundamental que requería la aprobación de las Cortes
franquistas y su ratificación en referéndum.
Para conseguir el voto favorable de las Cortes franquistas, Suárez y Torcuato Fernández
Miranda -presidente de las Cortes- pusieron en marcha hábiles maniobras políticas -contactos con la
Iglesia, con el Ejército, con los líderes de la oposición, a los que garantizaron la inmunidad, y con los
procuradores de las Cortes; garantías de que ni el PCE ni CCOO serían legalizados ni podrían participar en
las elecciones; promesas y presiones; las expectativas de formar parte de las nuevas Cortes como
representantes de las nuevas formaciones políticas que concurrirían a las elecciones y la convicción de que
las Cortes franquistas carecían de futuro también pesaron en la decisión de los procuradores. La Ley para la
Reforma Política fue aprobada por las Cortes en noviembre de 1976, lo que se calificó de “harakiri”, ya
que las Cortes franquistas, al votar a favor de la Ley, certificaban su propia extinción.
Una vez aprobado en las Cortes, tras una campaña de propaganda desde el gobierno a favor del
voto afirmativo, a pesar de la posición contraria de la extrema derecha y de la petición de abstención
por la oposición democrática, el proyecto fue aprobado en referéndum el 15 de diciembre de 1976; la
participación en el referéndum fue alta y el apoyo a la Ley, contundente (94% de los votos).
La Ley para la Reforma Política significó el fin del franquismo -el Movimiento Nacional perdió su
monopolio político y empezó a ser desmantelado-; la vía reformista hacia la democracia desde la legalidad
franquista se había impuesto definitivamente; la figura de Suárez salió muy reforzada y la oposición
abandonó el planteamiento rupturista.
Sin embargo, tanto la extrema derecha como ETA y los GRAPO respondieron con un
recrudecimiento del terrorismo, que alcanzó la máxima tensión en enero de 1977: grupos incontrolados
de extrema derecha asesinaron a un estudiante en una manifestación y a cinco abogados laboralistas
vinculados al PCE y a CCOO en su despacho de la calle Atocha, mientras ETA y el GRAPO secuestraban a
altas personalidades y asesinaba a militares, policías y altos funcionarios del Estado.
El primer gobierno democrático desde la República, presidido por Suárez al frente de UCD,
intentó gobernar en solitario estableciendo pactos con otras fuerzas políticas a través del consenso para
gestionar una política económica de urgencia, construir el Estado de las Autonomías y elaborar una
nueva Constitución.
Los Pactos de la Moncloa, firmados en octubre de 1977 por un acuerdo entre el gobierno, los
partidos de la oposición y las fuerzas sociales (organizaciones patronales y sindicales), establecían un
paquete de medidas económicas y de carácter social y jurídico para paliar los efectos de la crisis
energética mundial, regular un nuevo modelo de relaciones laborales y neutralizar la conflictividad
social, y así consolidar el proceso democratizador.
Entre las medidas económicas, que pretendían controlar la inflación, el déficit público y la deuda
exterior, estaban la reforma fiscal (Impuesto Extraordinario sobre Patrimonio, Impuesto sobre la Renta de las
Personas Físicas -IRPF- y la lucha contra el fraude fiscal), la devaluación de la peseta respecto al dólar y una
política monetaria restrictiva, la moderación salarial y el control del gasto público, además de impulsar una
política de ahorro energético, y las medidas de carácter social y jurídico incluían la reforma de la
Seguridad Social -ampliación de los seguros de desempleo y de las pensiones de jubilación-, la reforma de la
enseñanza, regulación de los sindicatos y de los medios de comunicación estatal, un programa de inversiones
públicas, y medidas para garantizar la libertad de expresión, de reunión y asociación mediante la reforma del
sistema judicial (reforma del Código Penal, de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y del Código de Justicia
Militar, la reorganización de los cuerpos y fuerzas de orden público).
Los Pactos de la Moncloa consiguieron ciertas mejoras, pero su aplicación se vio limitada por la
segunda crisis mundial del petróleo (1979).
Las preautonomías.
Los favorables resultados electorales obtenidos por las formaciones nacionalistas de Cataluña (CDC -
Convergencia Democrática de Cataluña- y ERC -Esquerra Republicana de Cataluña-) y del País Vasco (PNV
y EE -Euskadiko Eskerra-) obligaron al gobierno de Suárez, en busca de apoyos parlamentarios, a afrontar
de forma inmediata el problema de las autonomías históricas; pero, mientras la nueva Constitución no
estableciera el marco jurídico para los nuevos gobiernos autónomos, sólo quedaba la posibilidad de
restablecer parcialmente -como preautonomías- las instituciones regionales establecidas durante la
Segunda República y disueltas por el franquismo.
El proceso preautonómico se llevó a cabo con la creación de los regímenes preautonómicos
mediante decreto-ley, lo que significaba extender el modelo autonómico a todas las regiones, incluidas las
que carecían de tradición histórica propia.
Los primeros regímenes preautonómicos fueron los de Cataluña -el 29 de septiembre de 1977 el
gobierno restableció la Generalitat y Josep Tarradellas, de Esquerra Republicana y president en el exilio,
regresó a Barcelona-, País Vasco -el 4 de enero de 1978 entró en vigor el régimen preautonómico con la
formación del Consejo General Vasco, integrado por los partido políticos con representación parlamentaria; su
primer presidente fue el socialista Ramón Rubial, sustituido al año siguiente por Carlos Garaicoechea, del
PNV- y Galicia -con la creación de una Xunta provisional en marzo de 1978-
Las preautonomías de las demás regiones -hasta un total de trece- se crearon a lo largo de 1978
mediante decreto ley; únicamente las provincias de Navarra, Logroño (La Rioja), Santander (Cantabria) y
Madrid no dispusieron de regímenes preautonómicos, ya que en estos casos se debatía si formarían
parte de otras comunidades autónomas o si constituirían una por sí mismas.
RESUMEN:
El rey Juan Carlos I nombró a Suárez presidente en julio de 1976, quien formó un gobierno de
talante reformista para evitar la ruptura democrática. En su primera declaración, el gobierno reconocía
los derechos y las libertades fundamentales, la legitimidad de los partidos políticos y las autonomías
históricas, y anunciaba la concesión de una amplia amnistía y la convocatoria de elecciones generales, así
como su intención de dialogar con todos los partidos políticos, incluidos los de la oposición.
Las primeras medidas adoptadas por el gobierno de Suárez, en julio y agosto de 1976, fueron
despenalizar la pertenencia a los partidos políticos y el ejercicio de los derechos de manifestación y de
reunión, y conceder una amplia amnistía por delitos políticos que excluía los delitos de terrorismo y
sindicales.
En septiembre de 1976, el gobierno presentó el proyecto para la Ley para la Reforma Política que
establecía el procedimiento para celebrar elecciones a unas Cortes bicamerales por sufragio universal y
directo; aunque la Ley no lo especificaba, las Cortes tendrían un carácter constituyente. Dado su rango de
Ley Fundamental, fue aprobada por las Cortes franquistas en noviembre de 1976 y en referéndum en
diciembre de ese mismo año. Con ella se abría la vía reformista hacia la democracia desde la legalidad
franquista.
Las Cortes aprobaron la reforma del Código Penal y la Ley para la Asociación Política (febrero
de 1977), que permitía legalizar los partidos políticos, excepto al PCE. La legalización del PCE, en abril
de 1977, fue una decisión de Suárez para la normalización democrática.
En junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones democráticas y plurales desde febrero
de 1936, y fueron ganadas por la UCD, una coalición de centro-derecha fundado por Suárez.
El nuevo gobierno firmó los Pactos de la Moncloa (octubre de 1977) con los partidos de la
oposición y los agentes sociales (sindicatos y organizaciones patronales), un acuerdo que incluía medidas
económicas, sociales y jurídicas para paliar los efectos de la crisis económica mundial, neutralizar la
conflictividad social, crear un nuevo modelo de relaciones laborales y consolidar el proceso democrático,
con el control de la inflación, el déficit y la deuda, la reforma fiscal con el IRPF y la lucha contra el fraude
fiscal, la reforma de la Seguridad Social con las ampliación de las pensiones de jubilación y los subsidios
de desempleo, una política de ahorro energético y una reforma del sistema judicial para garantizar la
libertad de prensa, de reunión y de asociación.
La Ley de Amnistía de octubre de 1977 incluía todo acto político “cualquiera que fuera su
resultado”, lo que dejaba en libertad a los presos de ETA y del GRAPO.
Entre 1977 y 1978 el gobierno de Suárez restableció las instituciones regionales establecidas
durante la Segunda República que fueron disueltas por el franquismo mediante la creación de regímenes
preautonómicos por decreto-ley. Los primeros fueron los de Cataluña, País Vasco y Galicia hasta un total
de 13, ya que las provincias de Madrid, Logroño, Santander y Navarra no dispusieron de regímenes
preautonómicos.
Con la aprobación de la Constitución por las Cortes en octubre de 1978 y por el pueblo español
en un referéndum celebrado en diciembre, su sanción por el rey y su promulgación se establecía el marco
jurídico para la normalización democrática.
La Constitución define a España como un “Estado social y democrático de derecho, que propugna
como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político” (artículo 1º.1), lo que significa que todos los poderes se someten a la legalidad, que se garantiza la
participación de todos los ciudadanos en las decisiones políticas a través de sus representantes libremente
elegidos por votación y que el Estado se obliga a promover el bienestar social a través de prestaciones
públicas de carácter social y económico; y afirma que “la soberanía nacional reside en el pueblo español,
del que emanan los poderes del Estado” (artículo 1º. 2)
La Constitución reconoce -en el Título I: “ De los derechos y deberes fundamentales”- los derechos y
las libertades de los españoles en una declaración extensa y avanzada que incluye no sólo derechos
individuales y políticos sino sociales y colectivos, entre ellos la mayoría de edad a los 18 años, el derecho a
la vida (abolición de la pena de muerte) y a la integridad física (prohibición de la tortura y las penas
degradantes), las libertades de expresión e imprenta, la libertad ideológica, religiosa y de culto, los
derechos de reunión, asociación, sindicación, manifestación y huelga; el derecho a la educación, a la
sanidad y otros más de carácter social como el derecho al trabajo, a la asistencia y a las prestaciones
sociales, la protección del medio ambiente, la conservación del patrimonio artístico y cultural, el apoyo
económico a los ciudadanos de la tercera edad, y la defensa del consumidor. También garantiza la
propiedad privada y crea la figura del defensor del pueblo.
En la parte orgánica, la Constitución establece la monarquía parlamentaria como sistema político,
regula una nítida separación de poderes y describe las instituciones que asumen los diferentes poderes:
El Rey -que debe jurar fidelidad a la Constitución- desempaña la Jefatura del Estado con carácter
vitalicio, asume el mando supremo de las fuerzas armadas, la representación del Estado y la sanción y
promulgación de las leyes, la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones; es inviolable y no está
sometido a responsabilidad.
El poder legislativo reside en las Cortes, formadas por dos Cámaras: el Congreso de los
Diputados y el Senado, a las que corresponde la elaboración de las leyes, el control del gobierno, la
aprobación de los presupuestos del Estado y la autorización de los tratados internacionales. Ambas
cámaras son representativas y sus miembros elegidos por los ciudadanos mayores de 18 años mediante
sufragio universal directo, libre y secreto.
El poder ejecutivo corresponde al gobierno formado por el presidente, los vicepresidentes y los
ministros reunidos en el Consejo de Ministros. El nombramiento del presidente del gobierno corresponde al
Congreso a través de la votación de investidura y se establece el control parlamentario sobre el gobierno,
de forma que el ejecutivo depende de la confianza del legislativo. El gobierno se encarga de dirigir la política
interior, los asuntos exteriores, la defensa del estado y la administración civil y militar, y elaborar los
presupuestos del Estado. El gobierno posee ciertas atribuciones legislativas que le permiten promulgar
normas con rango de ley por delegación expresa del Parlamento, aprobar decretos-ley en casos de urgente
necesidad -siempre que no afecten a instituciones básicas del Estado ni a los derechos y libertades
fundamentales de los ciudadanos- y dictar reglamentos para aplicar y desarrollar leyes aprobadas por las
Cortes, también dispone de la iniciativa legislativa que ejerce mediante la presentación de proyectos de ley
para su aprobación por los diputados y los senadores.
El poder judicial corresponde a los tribunales de justicia, a los jueces y a los magistrados
independientes, inamovibles, responsables, y sometidos únicamente al imperio de la ley”; se establece el
Tribunal Supremo como máximo órgano judicial y el Tribunal Constitucional controla la constitucionalidad
de las leyes y resuelve los conflictos entre las normativas estatales y autonómicas.
Respecto a la configuración territorial del Estado la Constitución declara que España está
integrada por regiones y nacionalidades que pueden constituirse libremente en Comunidades
Autónomas a través de los estatutos de autonomía que deben aprobar las Cortes, y afirma que la unidad
de España es compatible con la pluralidad nacional, por lo que el modelo que diseña la Constitución es
unitario -no federal- y autonómico -no centralista- El castellano es el idioma oficial y el resto de lenguas son
oficiales en sus comunidades autónomas.
La Constitución define las Comunidades Autónomas como provincias y agrupaciones de
provincias que disponen de un sistema de autogobierno a través de instituciones propias y asumen
determinadas competencias, reguladas en sus Estatutos de Autonomía -normas básicas por las que se
rigen las Comunidades Autónomas, que especifican su organización política y las instituciones de gobierno -
Asamblea legislativa, Consejo de gobierno, Presidencia de la Comunidad y Tribunal superior de justicia-.