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Sebastiá n Gonzá lez Ferreira

Ruina del mundo romano.


Para entender la caída del imperio romano, y con ello su incidencia en la edad media,
hay que ahondar má s allá de los hechos factuales respecto a las mú ltiples invasiones
que enfrento este, de esta forma se tiene una imagen mucho má s completa del mundo
que debieron enfrentar las personas e instituciones después de la caída del imperio
romano, significá ndose entonces, como en medio de sus ruinas, el hombre y mujer
medieval afrontan el mundo que les viene.

Para comenzar, el texto demuestra lo reduccionista que suena la creencia de que el


imperio romano cae simplemente por las invasiones bá rbaras, la autora hace
referencia a dos aspectos fundamentales para entender este fenó meno, lo primero ya
bien mencionado son las constantes invasiones, pero otro aspecto crucial es el difícil
contexto interno, que hacían al estado cada vez má s difícil la tarea de defenderse de
las invasiones y lidiar con los problemas políticos y sociales dentro de su territorio.

Segú n la autora los otros aspectos a considerar para poder comprender mejor el
contexto histó rico, es que las distintas problemá ticas afectaban de diferente forma las
á reas del imperio, no todos los sectores se desintegran al mismo tiempo, al igual que
sus fronteras tan difusas, dentro de la misma idea, en cada provincia existían
problemá ticas particulares, y en cada provincia afectó distinto las coyunturas
centrales. Se habla de que la caída de roma no sorprendió a sus contemporá neos, las
circunstancias anteriores ya demostraban cierta “costumbre” a los saqueos y existía el
sentimiento general, una intuició n colectiva de ver el final de Roma.

Pero, ¿Qué sucedió entonces? Los factores má s importantes que demuestran la


precariedad del estado comienzan desde el aparato político, empezando por la poca
claridad respecto a la sucesió n imperial, se sumaban varias ideas, pasando por la
característica hereditaria, por buscar al mejor dentro del montó n, o llanamente el
golpe de estado como medio de sucesió n, esta situació n marca un conflicto profundo a
primera vista, la inestabilidad política que no quedo allí, “se pasara de concebir al
emperador como primer ciudadano a verlo como un amo absoluto” 1

Junto a un poder despó tico, siempre hay detrá s para su legitimació n, la figura del
monarca como un héroe, un gran personaje que por sus acciones justifica que “esté

1
Arranz Ana, Historia Universal de la Edad Media, 1 edició n, 2002, pag. 5.
donde esté” o la figura de este como un hombre relacionado a la divinidad, y fue este
ú ltimo, la proyecció n que tomo el estado respecto a su emperador, este ú ltimo punto
devela como el estado Romano intenta desesperadamente reformular su aparato
político, ademá s de esto, influye también, el acenso al poder de generales militares en
el puesto del emperador reiteradamente.

Siguiendo con la inestabilidad política, la autora expone la conducta de los


funcionarios y senadores, este se muestra mermado por la corrupció n, intentado
asegurar su posició n jurídica-política lo mejor posible, esto afecta directamente a la
estabilidad política de Roma, pero también tiene perjuicios sociales, con la decadencia
del gobierno urbano, se ve minada la principal proyecció n ideoló gica y való rica del
imperio, la que proyecta los principales fundamentos cívicos y todo el ideario patriota
que exige el cuerpo militar para su funcionamiento.

Toda la inestabilidad política, tarde o temprano tiene consecuencias sociales, claro


que no afecto a todos los sectores por igual. Las má s privilegiadas se mantienen en la
misma línea, pero, las clases medias, pequeñ os propietarios y comerciantes ya no
existen como tal. En el mundo rural, pequeñ os y medianos propietarios van
desapareciendo progresivamente, las continuas fragmentaciones por herencia, unida
a la extremada presió n fiscal, endeudó a los campesinos, que motivados por sus
pésimas condiciones se refugiaron en el patronato, estos hombres tuvieron que ceder
sus tierras, pero mantuvieron el usufructo de ellas, quedaron bajo el alero del
latifundista quien prometía protecció n –ante invasió n o fisco-.

Por otro lado la situació n de los campesinos no propietarios, colonos o inquilinos se


vio aú n má s compleja, al encontrarse adscritos personalmente al propietario de la
tierra, quien podía cometer vejaciones severas ante sus “incumplimientos” Esta
situació n, tanto del campesino propietario o no, se vio profundamente afectada,
inmiscuyéndolos en relaciones de semi-esclavitud respecto al dueñ o de las tierras.

Se vislumbra entonces para el siglo IV a un estado desesperado por mantener la mano


de obra agrícola, llevando al campesino a condiciones de miseria y dependencia que
desencadenaron profundas revueltas, contra los latifundistas y contra el estado.

La autora nos regala una radiografía bastante amplia de las crisis internas que estaba
pasando el imperio Romano que se acercaba a su fin, aparte de esto, decide exponer
las pugnas internas antes y durante la consolidació n del cristianismo. Los del bando
pagano creían que el misticismo irracional y el ascetismo del catolicismo, influirá n en
la perdida de la actitud y valores cívicos que mantenían al imperio, por otro lado los
cató licos argumentaban que el imperio ya estaba en decadencia y que la propagació n
de estas ideas no influía en su caída, de todas formas no le atribuye un cará cter
medular a este tema.
Acercá ndonos al final del capítulo, este termina con una narració n de como los
pueblos barbaros atacan al imperio romano influyendo directamente en su
desestructuració n como modelo político, poniéndole fin al imperio Romano de
occidente.

Lo ú ltimo que nos queda por decir es que el mundo medieval siguió con la idea del
imperio e intentó tras la deposició n del ú ltimo emperador, volver a consolidarse como
los tiempos antiguos, esto siempre atado a las nuevas condiciones que tenían, pero
con el objetivo ahí, en la memoria.

Orígenes históricos del Papado


Para entender el dominio del Papa en la edad media, má s allá de su eminente rol
espiritual como obispo de la Iglesia Cató lica, hay que situarlo histó ricamente en el
proceso durante y después de la caída del imperio Romano de Occidente. En el que las
estructuras políticas se ven en ruinas y donde el Obispo de Roma se ve de pronto con
la posibilidad de tomar estos roles, e influir no solo en el marco religioso de la
comunidad, sino a conformarse dentro de los engranajes de la estructura política que
intentará nuevamente organizar este espacio.

Es importante entender, en forma de puntapié inicial que el “Papa” es un obispo,


particularmente el de Roma, y como tal, es el heredero del apó stol Pedro, a quien Jesú s
le encomendó la “comisió n petrina” esto significa que Pedro sería el encargado de
perdonar los pecados en la tierra, es entonces como Pedro se hace de enormes
facultades espirituales y se convierte en el primer obispo, esto coincide con que este
se instale en esta ciudad, y para sus sucesores esto será de vital importancia, ya que
tras un tiempo y consolidá ndose en la posició n de “Papa” se dirá n herederos del
primer obispo y no al que sucedieron. Entendiendo este primer punto nos toca
desarrollar la pregunta de ¿có mo un obispo de roma, encargado del perdó n de los
pecados, se transforma en un sujeto político con grandes atribuciones dentro de la
maquinaria política Occidental?

Intentando ir desglosando cuestiones importantes para poder responder esta


pregunta, surge la má s importante y es que el imperio romano cae y queda un vacío de
poder, ademá s de un sentimiento de vulnerabilidad en la població n, que el obispo no
dudará en tomar, de forma que cuando la capital del imperio se traslada a
Constantinopla las relaciones entre el Papa y el emperador se comienzan a tensionar,
haciéndose el primero cada vez má s independiente del segundo, se transformaron
entonces, con el pasar del tiempo en dos esferas políticas separadas, el Papa y el
emperador.
Esta situació n se ve extrapolada también porque el imperio Oriental no tenía un paso
Hacia el occidente, este estaba tomado por otros grupos étnicos, generando una
desconexió n no menos importante, esta separació n, es má s bien una cuestió n
transitoria, en donde podemos mirar como en un comienzo los obispos de Roma
intentan buscar auxilio y ayuda en Bizancio, el mejor ejemplo es la carta del Papa
Gelasio al Emperador explicando su teoría de las dos espadas, en ella se explicaba
como: “el Papa disponía de la espada espiritual, al tiempo que el Emperador la suya, la temporal.
En razón del origen divino de toda autoridad, ambas están llamadas a colaborarse” 2 con el
llamado a colaborarse y má s adelante en el texto a no entrometerse en los espacios del
otro, el Papa demuestra la visió n colaborativa entre el imperio y el obispado. Sin
embargo con el pasar del tiempo los ú ltimos se empiezan a ver obligados a organizar
tareas defensivas, econó micas, administrativas y actividades indispensables ante la
lejanía e indiferencia del imperio.

Este problema termina por romper las relaciones entre uno y otro tras un conflicto
religioso adentro del imperio, la pugna que se desarrolló terminó con la persecució n
por parte de la autoridad Bizantina a una corriente religiosa que veneraban y
ocupaban imá genes o iconografías a figuras espirituales, lo que no le gusto al obispo
occidental, que decide mandarle una carta al emperador.

”Nos entristece ver que, si los pueblos salvajes y bárbaros han accedido a la civilización, tú, el
civilizado les devuelves a la barbarie y la violencia. Todo el Occidente entrega al santo jefe de los
apóstoles los frutos de su fe, y tú envías soldados a destrozar la imagen de san Pedro. Desde el
interior de Occidente, recientemente hemos recibido una invitación: ellos desean que, por el amor
de Dios, vayamos allá para entregarles el santo bautismo. Y para evitar que nos puedan pedir
cuenta por nuestra negligencia y nuestra falta de celo, nos preparamos para acudir…” 3

Las represalias por esta carta no se hicieron esperar, destruyendo las relaciones
existentes entre ambas partes, y dejando a Roma y al Papa aislados –les confiscan
importantes regiones- y ya no los ayudaran evidentemente ante el peligro de la
invasió n Lombarda, pese a esto el Papado toma una decisió n para enfrentar esta
problemá tica.

La primera hay que contextualizarla. Ante el abandono de las autoridades en


occidente, el imperio Bizantino decide crear un ducado en Roma. El Dux es el que
administra esto, dependiente de la Voluntad en Oriente y teniendo autoridad militar y
civil, el Dux y el Papa se erigen como los cuidadores de esta ciudad. Una vez
entendiendo esto, se explica la conducció n del Papa respecto al conflicto con los
Lombardos, estos está n ubicados al norte, y ya sin la ayuda Bizantina en el sur de
Italia, miraban con ansias de conquista la ciudad, la tá ctica del Papa fue: buscar la
2
Luis Rojas, Orígenes históricos del Papado, Talcahuano, Ediciones Universidad del Bio-Bio, 2006, pag. 38
3
Ibíd. 42
ayuda militar en los Francos, esto no le funciono del todo pero ayuda a contener la
invasió n, mientras negocia con ellos y organiza la defensa que ya no encuentra en
Oriente.

La ausente ayuda que entrego el imperio hizo que el Papa se adueñ ara del ducado,
cumpliendo entonces la doble funció n política, Obispo y Dux y se transforma en el
poder hegemó nico de la zona, tras un tiempo el primero muere y le sucede el siguiente
obispo que logra un avance ofensivo contra los Lombardos, y con esto la obtenció n de
la legitimació n de la població n, que ahora lo aclama como el protector de la ciudad.

De esta forma es como el encargado de la comisió n petrina, dueñ a del poder del
perdó n de los pecados, es consolidado como una figura política y no solo esto, como el
motor central que lo hace funcionar, ya con el tiempo consolidado con el nombre del
“Papa” se confundirá su tarea original y se empezará a confundir con la figura antigua
de un “emperador”.

Prejuicios sobre la Edad Media


Los prejuicios de la Edad Media son vastos, lo primero que se viene a la mente, antes
de estudiarla, es un pasaje oscuro en la historia, un verdadero aguacero en medio del
verano, niñ os descalzos en desmedro de la iglesia lujosa, que cubría con su manto
cada sombra del territorio, hasta el mismo nombre de este Periodo devela una
sustancia peyorativa, como un parpadeo, esa insidiosa etapa de la juventud que
buscamos borrar, la Edad Media indica toda época que abarca desde finales del
imperio Romano hasta los tiempos modernos, así, sin un cará cter específico y como
queriendo olvidar un mal recuerdo, es nombrado este periodo de tiempo. Nos
proponemos entonces, ahondar en lo que comú nmente se cree de este, sus prejuicios
y como son en realidad, un obstá culo para el conocimiento científico-histó rico.

“esa moneda corriente que dice que después de aquella época gloriosa de la Antigüedad, Europa
entra en una etapa gris de desorden y salvajismo, población campesina pobre y supersticiosa,
sometida al dominio cruel de una Iglesia rica en posesiones y guardiana egoísta de la cultura y la
ciencia. Mil años de dominación eclesiástica en que toda la población dejó de pensar y se pasó la
vida rezando sin cesar; mil años de pobreza radical, de enfermedades nauseabundas, de hombres
y mujeres sucios y malolientes; mil años de injusticia social manifiesta de unos pocos ricos ante la
inmensa mayoría de indigentes; mil años de continuas guerras homicidas llevadas a cabo por un
grupo de salvajes vestidos de cristianos; mil años en que el sol se ocultó a los hombres
permaneciendo los días eternamente grises, algo así como un invierno sin fin” 4

4
Luis Rojas, Para una Meditación de la Edad Media, Talcahuano, ediciones Universidad del Bio-Bio, pag. 19-
20
La cita de Luis Rojas es clara y completa en este sentido, menciona los prejuicios má s
usados al hablar de este periodo, con la convicció n de demostrar la inutilidad de estos
en los aná lisis histó ricos, dividiremos los prejuicios en tres aspectos que se
entrecruzan en má s de una ocasió n , pero que conviene analizarlos por separado.
Religió n, guerra y pobreza, esta ú ltima conflictuada por los estamentos típicos del
Medievo y la acció n eclesiá stica.

Partiendo por el primer á mbito, la religió n como elemento central y embrutecedor de


todo hombre y mujer, devotos extremos, que pasaban sus días rezando y en
actividades religiosas sin descanso, como si no hubiera lugar má s que a la veneració n
de las figuras espirituales, elemento central para calificar el periodo como
anticientífico. Pero en este sentido ¿qué diferencia existe entre el mundo clá sico y el
medievo? Desde el punto de la comunidad reflexiva y de la masa de població n
restante, ni Só crates, ni todos los filó sofos de Atenas abandonaron sus dioses,
tampoco los habitantes de las Polis dejaron atrá s sus rituales religiosos. Pues ni en el
mundo moderno, ni hoy se puede hablar de un abandono de las prá cticas espirituales
en las sociedades, tampoco podemos pensar que los habitantes del medievo estaban
subsumidos al má ximo en la religió n. En el espacio rural, jamá s abandonaron sus
antiguas costumbres paganas, seguían viviendo su espiritualidad antigua, lejos del
dogma cristiano del que se los personifica, monjes, monasterios e iglesias existían,
como también lo hacen hoy, respecto a la comunidad intelectual, es lo mismo que en el
mundo clá sico, ambos no desecharon la premisa de que sus dioses existían y fue de allí
que se enmarcaron todos sus pensamientos. Es verdad que existía un cará cter
hegemó nico en relació n a lo religioso y que este ú ltimo ademá s, se había hecho del
poder político, el mundo medieval es en general bastante cristiano y tenía grandes
proyecciones, pero no al punto de estas personificaciones simplistas.

El segundo prejuicio es la cuestió n bélica, si lo precisamos, es la guerra con personajes


vestidos de cristianos atacando moros y quemando mujeres acusá ndolas de brujas.
Esto existió claro, sería un error desconocerlo, pero todos los procesos Histó ricos han
sido violentos, las guerras mundiales, existieron a la posteridad de este periodo y
antes de igual forma, Europa ha sido por lo general un territorio con muchas disputas
bélicas antes, durante y después de la edad media, lo mismo con el cará cter
inquisitorio, y la persecució n a los habitantes, todas las sociedades han tenido
personajes inaceptables a los que está n dispuestos a exterminar, las cá rceles, las
torturas, la persecució n política son ejemplos en la época contemporá nea, no decimos
que por esto es legítimo, pero creer que todos los días quemaban herejes y combatían
guerras por su religiosidad es equivoco, como también seria argumentar nuestras
sociedades vivían en guerras internacionales con armas nucleares, degollaban
opositores políticos y secuestraban mujeres. ¿Son cosas que han pasado? si ¿pero es
este el cará cter del proceso histó rico que estamos viviendo?
Por ú ltimo, la pobreza, el siglo XXI no puede hacer una acusació n de esa injerencia sin
mirarse las zapatillas, ya no existen los estamentos, pero si las clases, la iglesia sigue
teniendo mucho dinero y siguen personas en pobreza extrema, a veces es mejor no
fundamentar lo evidente. En el caso de la existencia de hambrunas en la edad media,
no fueron por ningú n caso por las personificaciones que les refieren.

Intentamos en estas breves líneas demostrar cuan equívocos son los prejuicios
respecto a esta etapa y que no son má s que simplificaciones que no dan al clavo en la
agudeza de un aná lisis científico, por lo demá s, lo que si hay que entender es que la
edad media no es un lapsus intermedio así como sin má s, es la antesala y lo que
fundará las etapas posteriores, no existen solo males, hay también avances de
diversos tipos, para entender la etapa de los estados modernos, hay que remitirnos a
las coyunturas histó ricas del medievo, ya que en realidad, ahí se originan, en este
periodo con sus diversas particularidades, pero un tanto alejadas de nuestro
extrapolado imaginario.

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