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INVESTIGACION

MATE
  Clientes apóstoles o evangelists:

Son aquellos que manifiestan el más alto nivel de compromiso con la marca, los productos y
el negocio en general. También suelen conocerse como embajadores de buena voluntad, pues
en sus círculos de acción son verdaderos líderes cuando se trata de difundir el mensaje de
nuestra empresa.

  Clientes fieles o leales:

Los leales son clientes que nunca nos fallan, aunque no manifiestan de forma tan abierta
su compromiso con la marca como los clientes apóstoles. Personaliza tu marca para motivar
tus compradores con un valor añadido para que elijan la marca por encima de la competencia.

  Clientes indiferentes:

Este grupo de consumidores se caracteriza por tener una actitud neutral hacia un producto.
No sienten ni atracción ni rechazo hacia lo que les ofrecemos. Son de los más difíciles de
captar, pues implica un doble esfuerzo: el de sacarlos de su esquema y el de seducirlos con
nuestra propuesta. Aun así, pocos acaban por sumarse a una determinada marca.

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  Clientes rehenes:

La característica principal de estos clientes es que, aun cuando no están del todo contentos
con la marca, permanecen ligados a ella. Es decir, no se atreven a romper completamente el
vínculo. Esto se debe a factores como el monopolio de una empresa en ciertos sectores
comerciales o la falta de mejores alternativas. No se recomienda mantener un cliente en estas
condiciones, pues en cuanto aparezca una oferta que le seduzca y suponga mejores garantías,
no dudará un segundo en mudarse de compañía.

 Clientes mercenarios:

Son los que no priorizan la calidad del producto ni sus características, sino más bien
las condiciones en las que éste se ofrece. Por ejemplo, no dudan en cambiar de marca si les
ofrecen un precio más bajo. No tienen preferencia por alguna oferta en concreto ni demuestran
niveles de fidelidad.

 Clientes potencialmente desertores:

La relación de estos clientes hacia el producto generalmente está atravesada por situaciones
negativas o insatisfactorias. Esto ha hecho, con toda razón, que su nivel de compromiso hacia la
marca disminuya y que, en el peor de los casos, se conviertan en pregoneros de la mala
experiencia. Son esos clientes que aún no se han ido, pero que seguramente no tardarán en
hacerlo.
 Clientes agresivos:

Es el cliente fácilmente irritable y que siempre quiere que le den la razón, aun cuando no la
tenga. Tiene un carácter fuerte, difícil, y para seducirlo o ganarse su confianza es necesario
emplear todos nuestros recursos. Al menor error o fallo, es posible que se dé de baja de nuestro
servicio. Sin embargo, también es posible que su actitud sólo sea una manera de exigir un buen
servicio y que no efectúe su plan de marcharse a otra compañía.
Se trata de uno de los tipos de clientes más comunes en el apresurado mundo del siglo XXI.
El entorno social, las dificultades de encontrar financiación o la competencia feroz son algunas
de las causas de que prolifere ese tipo de cliente que parece enfadado cuando realmente
está muy asustado y preocupado.
¿Cómo tratar con el cliente permanentemente enfadado? Dos claves:

1. Para enfrentarte con este cliente debes tener sólidos conocimientos teóricos y


prácticos de dirección y liderazgo, una formación especializada en estrategias de
negociación que te ayude a consolidar esa inteligencia emocional clave para tratar
eficazmente todo tipo de conflictos profesionales.
2. No te empeñes en discutir o intentar convencer a un cliente que no quiere soluciones,
sino conflictos. Es difícil callarse en una discusión, pero ahí precisamente está
la diferencia entre un profesional y un gran profesional: dominar la situación en
todo momento.

  Clientes impacientes:

A este cliente no lo mueven los detalles ni las explicaciones; lo que realmente le importan
son las soluciones a su problema. Se quedará con la marca que sepa atender con mayor
rapidez sus solicitudes.
La transformación digital en la que vivimos inmersos actualmente ha provocado que aumente
este tipo de clientes: el impaciente, ese hombre o mujer que está acostumbrado a obtener
información a golpe de clic y en un milisegundo y que, por supuesto, lo quiere todo “para
ya”.
Los clientes impacientes no son sencillos de tratar, convencer y enamorar, pero con un
poco de mano izquierda seguro que puedes conseguirlo. Dos claves fundamentales:

1. Potenciar de forma teórica y práctica tu capacidad creativa.


2. Trasmitir al cliente que somos conscientes de la prisa que tieney convencerle de que
nuestro equipo está trabajando “ya” en su encargo, cuenta o proyecto.

 Clientes indecisos:

Se ubican en el mismo espectro que los clientes indiferentes, pero a diferencia de éstos sí que
demuestran algún interés por lo que se le ofrece. El asunto no es que presten atención; el
tema pasa por seducirlos para que realicen una buena elección. Les cuesta decidir,
generalmente entre dos o más opciones, y por ello la mejor manera de captarlos es a través de
un discurso breve, eficaz y directo.
 Clientes objetivo:

El carisma, la simpatía y la facilidad de palabra no convencen a este cliente, al menos de


entrada, pues su prioridad es valorar si lo que le ofrecen supone un verdadero
beneficio para sus necesidades. No es agresivo, pero no se implica como quisiéramos en la
situación; la clave para convencerlos es suministrarle información, datos, cifras y otros
elementos de juicio.

 Clientes reservados:

Se trata de uno de los tipos de clientes  más complicados que existen en el mercado .


Conocidos también como tímidos o introvertidos, representan un perfil complejo, sobre todo,
por la dificultad que entraña “sacarle” la información que necesitamos para empezar a trabajar
en su proyecto, entender las claves de su negocio, etc.
Algunas recomendaciones para tratar con este perfil tipo de cliente:

1. Prueba distintos tipos de comunicación: asertiva, proactiva, etc.


2. Si las reuniones presenciales no son eficaces, prueba a convocar reuniones online, a
trabajar de forma remota o por teléfono, etc.
3. Si detectas que las reuniones en tu despacho intimidan al cliente reservado,
propón entornos de trabajo más neutros como una sala de reuniones externa, el
despacho del propio cliente, etc.

Una de las claves de esa compleja disciplina llamada atención al cliente es el conocimiento


puro y duro, un conocimiento teórico de la tipología de la clientela que nos permitirá poner en
práctica una serie de recursos básicos para tratarlos, fidelizarlos y, por supuesto, enamorarlos.

real o imaginario
El terror es una sensación de miedo muy intensa

El terror puede generar sudoración fría, la parálisis del cuerpo y,


en los casos más extremos, el fallecimiento por paro cardíaco. La
clave para dominar el miedo y el terror es el autocontrol.
Los psicólogos recomiendan tratar de respirar de forma lenta e
intentar poner la mente en blanco.
Por otra parte, el terror es un género literario y cinematográfico,
que reúne aquellas obras que buscan ocasionar miedo en el
receptor.
En primer lugar, los personajes más comunes suelen
ser fantasmas, monstruos sobrenaturales y psicópatas; seres
difíciles de comprender, con mentes impredecibles y que en
general tienen una sed insaciable de muerte y venganza. No saber
qué ocurrirá en los próximos segundos, en qué momento el asesino
saltará sobre su próxima víctima, es un elemento del suspenso, que
está íntimamente relacionado con el terror.

Por otro lado, existe un recurso opuesto, que puede resultar


igualmente efectivo: dar al espectador, al lector o al jugador
(dependiendo del formato de la historia) un conocimiento absoluto y
constante de la ubicación y las intenciones del enemigo. Citando la
frase «la ignorancia es la base de la felicidad», es fácil comprender
el nerviosismo y la angustia de una audiencia que sabe en todo
momento dónde se encuentra el asesino.

Retomando las clases de personajes que suelen representar la


causa del terror en estas historias, existe una clara distinción entre
un fantasma y un ser tangible; independientemente del grado de
realismo, un espectro puede aparecer y desaparecer, atravesar
paredes, y se espera que genere una descompensación psíquica en
sus víctimas, conduciéndolas al suicidio o a una institución mental.
De forma opuesta, un asesino de carne y hueso, provenga de este
mundo o de uno fantástico, puede utilizar otro tipo de armas, que
hagan un daño físico.
Esto marca una de las primeras
subdivisiones de este género, tan popular: terror psicológico y
gore. El primero hace uso de menos efectos especiales o
elementos gráficos, en pos de otros que suscitan el pensamiento y
el análisis de la audiencia, o que le generan incomodidad e
inseguridad; afectan su mente de una forma poco directa. El
segundo, proveniente de un término inglés, se caracteriza por la
presencia de violencia extrema, de sangre, de ataques con puñales
y hachas, que dejan a sus víctimas desfiguradas.

Existen a su vez híbridos de ambas tendencias, así como productos


de uno u otro subgénero que hacen uso de elementos predecibles y
poco efectivos. Como sucede con todas las artes, el secreto del
éxito de una obra no es qué presenta a su público, sino cómo lo
hace.

Se conoce como El Terror al periodo de la Revolución


Francesa comprendido entre 1793 y 1794, donde los
revolucionarios llevaron a cabo una fuerte represión contra los
opositores. Maximilien Robespierre, uno de los líderes
revolucionarios, aseguraba que el denominado Terror era sólo la
justicia rápida, severa e inflexible. Cabe destacar que el
propio Robespierre fue ejecutado sin proceso ni juicio.

Esta concepción política del terror derivó en el terrorismo de


Estado, que tiene lugar cuando quienes ocupan el poder estatal
utilizan métodos represivos e inconstitucionales para imponer una
dictadura y disponer del control absoluto de la sociedad.

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