Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. Principio de unicidad
2. Principio de realidad
3. Principio de libertad
4. Principio de responsabilidad
5. Principio de respeto
6. Principio de prevención
7. Principio de sostenibilidad
8. Principio de crecimiento paralelo
9. Principio de coherencia
10. Principio de acción
11. Principio de conservación
Escribo distinto de como hablo, hablo distinto de como pienso y así sucesivamente hasta la
oscuridad más profunda. Frank Kafka
Decir lo que sentimos. Sentir lo que decimos. Concordar las palabras con la vida. Séneca.
Curiosamente dedicamos más de media vida a entrenar nuestra mente, a adquirir competencias
para razonar, deducir, relacionar, diferenciar, clasificar, y argumentar, mientras que durante
mucho tiempo hemos dejado al azar la educación de nuestros afectos, el lenguaje emocional y su
significado ignorando que son informaciones vitales para orientar adaptativamente nuestra vida.
Hay un matiz importante: podemos ser muy coherentes invirtiendo nuestra energía en una
dirección destructiva. La coherencia de la que hablamos tiene como base la construcción armónica
de la persona.
Cierto es que a menudo vivimos en conflicto con nosotros mismos. y que este desajuste nos genera
un sufrimiento que puede servir de alerta para reajustarnos, reintegrarnos, reconstituirnos.
Pero una cosa es una incoherencia de este tipo y otra perseverar en ella y habitarla.
Quien se dedica a la educación emocional, debería tener muy presente este importante principio.
El aprendizaje emocional se basa en la influencia que emana del ejemplo del otro. No se trata de lo
que el otro nos dice sino de lo que “vemos que practica”.El principio de coherencia explica que
debemos partir de una buen alineación con nosotros mismos. Uno puede dar amor si se
ama,cuidado si se cuida; calma ,si se calma;comunicación si se comunica consigo mismo.Podrá
acariciar si es capaz de acariciarse,de sonreir si tiene en su vida algo por lo que sonreir. Este es el
principio de coherencia.
Se explica la anécdota de que una madre llevó a su hijo de seis años a casa de
Mahatma Gandhi y le suplicó:
- Se lo ruego, Mahatma, dígale a mi hijo que no coma más azúcar, es diabético y
arriesga su vida haciéndolo. A mí ya no me hace caso y sufro por él.
Gandhi reflexionó y dijo:
- Lo siento, señora. Ahora no puedo hacerlo. Traiga otra vez a su hijo dentro de quince
días.
Sorprendida, la mujer le dio las gracias y le prometió que haría lo que le había pedido.
Quince días después, volvió con su hijo. Gandhi miró al muchacho a los ojos y le dijo :
- Chico, deja de comer azúcar.
Agradecida, pero a la vez extrañada, la madre preguntó:
- ¿Por qué me pidió que lo trajera dos semanas después? Podría haberle dicho lo
mismo la primera vez.
Gandhi le respondió:
- Es que hace quince días yo también comía azúcar.