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“La Sangre Azul es Mala, ¿No?

Las escuelas pueden promover el aprendizaje significativo cuando estructuran la currícula


en torno a las preguntas que a los estudiantes más les inquietan.

Por Catherine G. Simon

La maestra de Ciencias Naturales estaba enseñando el sistema circulatorio,


dibujando arterias rojas y venas azules en una transparencia. Explicó que las arterias
transportaban sangre rica en oxígeno desde el corazón y los pulmones y que las venas, en
sentido contrario, transportaban sangre pobre en oxígeno. Escribió los nombres de varios
vasos sanguíneos, grandes y pequeños. Luego de su descripción de todo el sistema, una
alumna levantó la mano y preguntó, “¿Entonces pasa algo malo con la sangre azul?” La
maestra le respondió que la sangre azul necesitaba más oxígeno; que regresaba a los
pulmones a buscarlo.
La docente continuó con la lección, respondiendo algunas pocas preguntas más.
Luego, la misma alumna levantó la mano nuevamente. “La sangre azul es sangre mala,
¿no?”. La maestra respondió que no era en realidad sangre mala, sólo sangre
“desoxigenada”, y prosiguió con la lección. Observando desde el fondo de la clase, pensé
que la alumna todavía se veía confundida. Después de la clase, me acerqué a ella y le dije,
“Parece que realmente estás interesada en por qué la sangre se vuelve azul”. Ella
inmediatamente se arremangó la camisa y me mostró la parte interna de su brazo. “¿Ves?
Yo tengo todas estas venas azules. Tengo células falciformes y quiero saber si esa es la
sangre mala”.
Sus palabras me arrollaron. Ella tenía anemia falciforme. Quería entender más
acerca de su propia sangre.
Desde una cierta perspectiva, no hay nada personal en el sistema circulatorio, es
completamente estándar, material académico, fácilmente abstraído en proyecciones de
diapositivas y tinta azul y roja. Pero para esta estudiante no había nada de estándar,
académico o abstracto en el sistema circulatorio. Ansiaba saber más.
Esta alumna estaba haciendo lo que creo que todos los estudiantes en última
instancia quisieran hacer con el material que estudian. Ella quería ver el modo de conectar
el material escolar con las preguntas que más le preocupan. Pero en una clase que no alienta
a conectar los contenidos de las materias a la vida, la alumna no supo cómo formular su
pregunta claramente.
La maestra, al contestar la pregunta de la alumna de modo fáctico, parecía poco
conciente de que lo que estaba enseñando -si pudiera relacionarlo con las preguntas más
profundas de los estudiantes- podría movilizarlos, ayudarlos, darles poder para comprender
y para actuar.

La curiosidad como eje central de la currícula

Demasiado a menudo, las planificaciones curriculares se centran en la enseñanza de


inventarios de hechos. Pero cuando se diseña el currículum, es útil detenerse y preguntarse,
¿cómo han adquirido los seres humanos el conocimiento que ahora queremos transmitir?
¿Cómo es que sabemos tanto, por ejemplo, acerca de las tareas internas del cuerpo? Yo
argumentaría que sabemos tanto sobre el cuerpo porque muchos seres humanos, en muchas
culturas, a través del tiempo, han sido presa de una necesidad de saber. Se han preguntado:
“¿Qué hace que mi cuerpo trabaje? ¿Qué es lo que causa la enfermedad? ¿Qué puedo hacer
para mantener mi cuerpo saludable y fuerte?”
Preguntas tan intrínsecamente fascinantes e importantes como éstas, preguntas
acerca de nuestra existencia y cómo debemos actuar, han conducido a la adquisición de
conocimiento humano hacia todas las disciplinas. Cada contenido curricular que enseñemos
será más atractivo si consideramos cómo se vincula a las preguntas que los seres humanos
incesantemente se formulan y luego estructuramos el aprendizaje en torno a estas
preguntas.
En el estado actual, las preguntas raramente conducen nuestro currículum; pero
podemos cambiar eso.

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